Se dirige a la jaula de los leones para demostrarle cuánto se equivoca. Mete la mano entre los barrotes de cartón y acaricia a la fiera. Ella aplaude fogosamente y el domador, contento, saluda a un público inexistente. Entonces pide un voluntario. El silencio vuelve a apoderarse de la pista. Solo está ella y acepta el reto. Él venda sus ojos y la invita a meterse en la jaula. Allí dentro un león devora, de un bocado, a la confiada chica. El domador se quita el bigote postizo de alambre; se pone una chistera; agita la varita mágica y todo desaparece, menos una nariz de payaso que no para de sonreír.
Garbancito es un ser pequeñito, el cual un día se escondió en una lechuga para poder así devorar, poco a poco por dentro, a la vaca que se lo tragara. En su última hazaña perdió su pequeña libreta. Por lo poco que he podido leer y entender, entre sus múltiples aficiones está la de escribir microrrelatos.
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17 de febrero de 2015
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