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Odín, el fantástico gato lámpara |
Atención: este post
contiene una historia verídica narrada de la forma más realista posible. ¿La
razón? Que cualquier persona cuya mascota sufra un accidente sepa cómo
reaccionar lo mejor posible sin entrar en pánico. Por ello, y pese a que
recomiendo encarecidamente leer el post para aprender de la mala experiencia,
se avisa a los más sensibles de que después de este párrafo las cosas pueden
ponerse desagradables.
Ayer le cercené la
punta de la cola a uno de mis gatos. Lo cuento así, sin suavizarlo, por si
alguien se piensa aún que el párrafo anterior es una broma: ojalá lo fuera. Fue
un accidente, de hecho el más típico con los gatos: entré en el baño y el minino, que me seguía, metió la punta de su rabo en el quicio de la puerta sin
darse cuenta. Y lo peor de todo es que ocurrió estando de veraneo (lejos de nuestro veterinario habitual), en
sábado y fuera de horario.
Que nadie piense que di un portazo: el extremo de casi todas
las colas de los animales está
preparado
evolutivamente para separarse sin demasiado esfuerzo para huir en caso de
ser atrapado por un depredador. En algunos casos como la lagartija o
Piccolo
vuelve a crecer, y en la mayoría no (como mi gatito por desgracia). No hubo
portazo ni brusquedad, más bien al contrario, que aún había gente en la cama.
Salgo del baño y veo caer la puntita de la cola del
quicio
de la puerta: ¿qué hago? Me gustaría que llorar y llamar a mi mamá gritando
fuese la opción que lo solucionara todo, pero resulta que no lo es: el
animalito depende de nosotros.
Muy
importante estar calmado y preparado para lo que viene a continuación y
sobretodo no culpar al animalito.
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Odín, ahora conocido como 'Lampi' |
Paso 1. Localizar
al michino y evaluar los daños. En
mi caso el gato estaba en la cocina bebiendo agua tranquilamente, cosa que me dio
falsas esperanzas. Me acerqué con cuidado tratando de inspirarle calma y le
miré la colita: encontré la mayor parte del último hueso de la cola pelado y
recubierto de sangre. Compruebo que lo que tengo en mi mano es, en efecto, solo
un trocito de hueso y mucha piel y pelos.
Paso 2. Seguimos sin
considerar llorar y gritar desesperados mientras damos vueltas sobre nosotros
mismos: hay que limpiar y curar la
herida por muy desagradable que sea. Agua oxigenada le guste al gato o no. Lo
normal, insisto, es que el gatito nos mire confuso y con cara de '¿Qué tocas? ¿Por qué tocas?'
Paso 3. Cogemos
el móvil y
NO le hacemos una foto,
NO la subimos a tuiter, y
NO perdemos el tiempo con gilipolleces.
Llamamos al veterinario de urgencias:
como en casa somos previsores, siempre que vamos a algún sitio sabemos de
antemano dónde está el veterinario más cercano y tenemos el número de urgencias
de dicha clínica. Muy recomendable, ya que uno se pone algo nervioso tras
amputar a su mascota y no es el mejor estado para buscar en Google.
Paso 4. Aún con
mucha calma, se agarra al confundido animal que se ve alejado de su comedero
sin previo aviso, y se le introduce en el transportín. Nos vestimos de
personitas (o de marcianos, según raza) recordando que podemos mancharnos de sangre y acudimos a la cita.
Paso 5. Tras entregar nuestro querido animalito al veterinario, le ofrecemos nuestra ayuda a la hora de
anestesiar al animal (muy recomendable) y nos enteramos bien de la hora de recogida y del precio: no
existe la sanidad pública animal.
Paso 6. Tras recibir a nuestro gato lámpara, pagar
al veterinario (50 euros en total), y acudir a la farmacia a por antibióticos o
calmantes si fuera necesario (en mi caso no), procedemos a la devolución del
animal a su hábitat natural: el sofá.
El tiempo total transcurrido es una hora casi exacta. Lo
desgloso: Le corto la cola, me doy cuenta, le limpiamos y llamo: 5 minutos. La
cita con el veterinario es 20 minutos después. La operación tarda media hora.
Volvemos a casa en otros 5 minutos.
Paso 7. Ahora que
el gato está vivo, curado y mide unos centímetros menos, viene lo más
desagradable: la sangre. Oh, sí. La
sangre. Repasamos la ruta que siguió el animal desde que se pilló la cola
hasta que le introdujimos al transportín y comprobamos que lo normal es que
haya algunos chorros de sangre por las paredes y gotitas en el suelo. Sí: eran
tan invisibles hasta ahora mismo que no te explicas cómo has podido no darte
cuenta antes. Limpiamos y desinfectamos.
Paso 8 opcional. Los
animales lámpara tras las operaciones a veces tienen la mala costumbre de no
querer comer ni beber. Tras un tiempo prudente de verlo dejarse morir
lánguidamente, se baja a la farmacia más cercana y se compra una jeringa de alimentación. Se le hace tragar agua por Tutatis.
Si no se consigue que coma de ninguna manera, se puede hacer una papilla mezclando
su pienso con agua en la batidora y se le introduce vía jeringa de
alimentación.
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Al borde de la muerte, sigue sin perdonarme |
NO SE LE QUITA la
lámpara al gato lámpara en el plazo que nos haya indicado el veterinario
bajo ningún concepto. Le veremos sufrir, nos llorará y procurará darnos pena
chocándose contra nosotros aparentemente sin querer, pero hay que ser
inflexibles en este punto. Aconsejable mimar en exceso al animalito.
Ahora ya es el momento de preocuparnos por nosotros mismos,
de sentirnos culpables, de arrepentirnos de haber nacido, de hacerle fotos o de
lo que nos dé la gana. También es el momento de intentar convencer al otro gato
(si lo hubiera) de que la lámpara que le
ha salido a su hermano no es contagiosa.
Espero que ninguno tengáis que pasar por esta horrible
experiencia, pero si os ocurriera al menos que Diox os pille confesados estéis preparados. Por cierto, el
nombre real de la lámpara es collar isabelino, algo de lo que yo no tenía ni
idea hasta ayer. Ojalá que yo no vuelve a verme en una de estas. ¿Alguna vez habéis pasado por algo
parecido?
Más: anteriormente en Lafabulosagallinadegoma, Odín