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Friday, June 15, 2018

Del experimento "pague lo que quieras (o lo que puedas)"



A principios de mayo puse en el esquema de "pague lo que quieras (o lo que puedas) un libro que escribí sobre Aron Nimzowitsch (sí, se escribe "Aron"). Lo anuncié en diversos canales, en mi blog, en mi canal de YouTube y en las redes sociales. ¿Cuál fue el resultado? ¿Funciona este esquema?

El libro, que contiene una centena de ejercicios de táctica sacados de las partidas de nuestro héroe, más de una decena de partidas en el formato de ajedrez solitario, para que el lector practique su ajedrez y valore su nivel real, un breve análisis de las aperturas y defensas que el vejo maestro jugaba, además de una breve biografía y algunas de sus anécdotas, creo que resume el esfuerzo que hice. Cabe decir que ante la negativa para conseguir editorial, decidí que sería una opción este esquema para que la obra deje de soñar el sueño de los justos.

El canal de YouTube que tengo de ajedrez (busquen "Manuel Morsa"), tiene ya unos 73 mil suscriptores. Después del anuncio y en los siguientes treinta días, aproximadamente, el libro se descargó unas 4500 veces, aproximadamente, monedas más monedas menos.  



Hagamos algunas cuentas: si tengo unos 70 mil suscriptores y considero que el 10% de los que entran al canal descargaran el libro, serían unos 7 mil suscriptores. Como se descargó la mitad de esto, aproximadamente, pensemos que hablamos de un 5% de personas que decidieron bajarlo. De esos 4500 personas que se hicieron del libro, ¿cuántas apoyaron? Menos de 20 personas. Hubo quien me pidió mis datos bancarios y depositó lo que quiso o pudo. Otros nunca depositaron y 12 donaron vía PayPal y se logró un acumulado de unos 76 dólares en total. Yo pedía unos 100 pesos de apoyo y hubo quien depositó más de tres veces esa cantidad. Si consideráramos que del total depositado se dividiera en 100 pesos, entonces estaríamos hablando de 15.2 personas que apoyaron. En los que apoyaron vía PayPal, hubo quien me depositó 5 centavos, sí, 5 centavos y hubo quien donó 356 pesos (ya quitando la comisión de PayPal).

Cabe decir que hubo gente de Colombia, España, Estados Unidos y de algún país más que se me escapa, que donaron.

En resumen, de los 4500 que descargaron el libro, sólo el 0.44% donó.

El experimento lleva a una conclusión es sencilla. Este esquema parece no funcionar. Y el asunto es que no encontré el apoyo que esperaba por parte de los que descargaron el libro.

Y ojo, no le reclamo nada a nadie pues en el experimento no había ninguna obligación. Estos son los datos fríos del asunto y quizás el esquema no funciona por muchas razones. Creo que tal vez haya que hacer algunas modificaciones, refinarlo y ver asi los autores pudiesen tener una posibilidad -ya no de vivir de sus libros- sino de al menos, tener un apoyo razonable para seguir produciendo contenidos.

En cualquier caso agradezco a los que donaron a la causa.

Sunday, September 25, 2016

¿Cómo eliminar la piratería?


Hoy en día todos los contenidos digitales son susceptibles de ser pirateados. Basta con entrar a Internet y buscar cualquier libro. Si uno tiene el suficiente tiempo es probable que encuentre una versión digital -de forma gratuita- del libro que está buscando y por el cual uno no quiere (por la razón que sea), pagar por el mismo.

La música es un buen ejemplo de contenidos digitales que se han pirateado hasta el hartzago. La culpa es del formato mp3 y de la velocidad de Internet, que permite hoy en día el intercambio de música de manera muy fácil. Claramente los esquemas, como DRM, para proteger estos contenidos de copias ilegales, no son funcionales porque casi de inmediato no falta quien descifra cómo hacer para quitar la protección y listo, se tiene el contenido digital accesible a todo aquel que lo quiera.

El problema no es de hoy, sino de siempre. Por ejemplo, los esquemas de protección para programas de computadora, en los años 80s, llegó a su clímax con la Apple II. Siendo una computadora muy popular, en donde mucha gente le hacía programas, empezó la copia ilegal indiscriminada. Entonces los autores de software se aplicaron a crear esquemas de protección. Los discos originales fueron entonces incopiables... por un tiempo. Salieron entonces programas para copiar cualquier cosa aunque estuviese protegida. Y ante el argumento de que todos los poseedores de software tienen derecho a sacar copias de protección, este software copiador no violentaba ninguna ley. Y entonces los autores de software hicieron esquemas más sofisticados... Pero los autores de programas para copiar software hicieron aún cosas más sofisticadas. Vamos, hasta había un programa llamado Locksmith (cerrajero en inglés), que tenía un lenguaje de programación para leer tracks y sectores, con rutinas para copiar lo que parecía incopiable.

Hoy en día las cosas han cambiado. Gracias de nuevo a Internet, los programas no vienen ya en medios físicos. Ahora ya se reparten vía la red, vía una página web, que le da permiso a quien compra el programa a descargarlo y ejecutarlo. Adobe, por ejemplo, ha implementado una idea que podría estarles funcionando: en lugar de vender por 400 o 500 dólares un programa, lo que hacen es vender la suscripción mensual de su software por unos 30 dólares al mes. Así, el software sólo se paga cuando se necesita usarlo y además, la empresa garantiza que los usuarios siempre estarán usando la última versión del mismo. No sé si les funcione pero claramente, la idea es un cambio de paradigma en lo que se refiere a vender software.

¿Pero por qué la piratería no puede ser controlada? La respuesta es sencilla: la mayoría de los contenidos ya están en formato electrónico, en ceros y unos, y estos pueden copiarse con un número enorme de herramientas que hacen esa tarea de forma automática y con una fidelidad del 100%. Considerando esto, es mentira que la copia de un DVD con la película de moda vaya a arruinar tu lector de DVD como han dicho siempre los afectados por ello. La realidad es que la copia es literalmente idéntica al original y estos argumentos, que rayan en la ingenuidad (en el supuesto que alguien los va a creer), chocan con la realidad de que la piratería no baja.

La solución entonces es cambiar el modelo de negocios actual, que ya dio de sí. Esto es lo que la industria del disco no ha querido entender. Quiere seguir ganando las millonadas que ganaban pero ya no se puede. El modelo es simple: en lugar de vender un producto de a mil pesos, vendamos mil unidades de a peso. ¿Qué será más fácil? Seguramente lo segundo. Apple, por ejemplo, en su modelo de la tienda app, hizo que el software bajara radicalmente de precio. Sí, es software para el teléfono pero eso no significa que sea más fácil de programar. Al contrario, ahora hay que tomar una nueva cantidad de situaciones y limitaciones, por ejemplo, el tamaño de la pantalla para empezar. Aún así, se pueden conseguir piezas de software estupendas (pienso en Waze), que son gratuitas y que viven de anuncios. Y los programas que uno paga suelen costar 1/5 de lo que costaban para la PC. Por ejemplo, un fortísimo programa de ajedrez, Hiarcs, cuesta unos 10 dólares para Android o iOS, mientras que para PC cuesta unos 50 dólares y juegan ambos al mismo nivel. Apple con este esquema eliminó la piratería de tajo. No conozco a nadie que me diga: "tengo este programa en mi tléfono, déjame ver cómo te lo paso para que tú lo uses en el tuyo". No, lo que decimos es "tengo este programa en mi teléfono. Puedes comprarlo y bajarlo atu teléfono. Cuesta como 40 pesos".


Para eliminar la piratería no se necesita pues crear esquemas digitales de protección de contenidos. Lo que se necesita es cambiar el modelo de ventas en lugar de querer perpetuar unas ganancias que ya simplemente no son posibles en la actualidad. Por ejemplo, en Amazon se venden libros electrónicos a más o menos la mitad de lo que cuesta el libro físico (al cual hay que añadirle el costo del envío). ¿Por qué? ¿Cuáles son los costos asociados a los libros digitales? Prácticamente cero. ¿Por qué no ponerles un precio del 10% del costo del libro en papel? Esto podría hacer que las venta subiesen. Es claro que la gente está dispuesta a pagar si encuentra un contenido digital a un precio justo (y bajo). El problema es que en la realidad esto no se quiere hacer.

Y regreso a la película en DVD. Puedo adquirir el original, en su bonita caja, por unos 200 pesos quizás. Con el pirata de la esquina me cuesta 10 pesos la misma película. Sí, no viene en su caja bonita, no tiene la portadilla original, pero lo que interesa es el contenido. ¿Por qué se le compra al pirata? ¿Porque se le quiere hacer la mala obra a la tienda que vende el original? No creo. Es una cuestión de economía: si puedo pagar por un contenido una fracción del costo del original, ¿por qué no hacerlo?

Thursday, September 22, 2016

El Teletón y su crisis


Por unos 20 años, aproximadamente, cada año Televisa nos receta su campaña de donativos del llamado Teletón, que busca ayudar a los niños con discapacidades. Sin embargo, a pesar de que este tema sería suficiente, Teletón ha decidido desde hace pocos años también, dedicarse a trabajar contra el autismo y cáncer infantil. Los Centros de Rehabiltación Teletón (CRITs), ha suman unos 22 y se encuentran en todo el país, en la mayoría de los estados.

Pero en los últimos diez años, dice Fernando Landeros, el presidente de esta Fundación, una campaña de difamación en las redes sociales ha enfriado el corazón de los mexicanos que ya no quieren donar a la causa, y por ende, algunos CRITs han tenido que despedir a empleados o reducir turnos, con el subsecuente problema de que hay niños que no recibirán sus respectivas terapias.

A mí no me sorprende el lloriqueo de Landeros, que hace patente en cada emisión del Teletón. Resulta que por alguna razón este señor ha creído que los mexicanos estamos obligados a donar al Teletón cada año y de aquí a la eternidad. Me llama la atención que cuando se diseñó el modelo de negocios del Teletón, nadie haya contemplado que en algún momento las donaciones acabarían y entonces tendría que haberse pensado cómo se iba a mantener funcionando los CRITs. Echarle la culpa al pueblo mexicano y su "frío corazón" es lamentable porque en los últimos 20 años le han sacado hasta la risa a los mexicanos que han creído en que el Teletón era una labor altruísta. Cabe decir que hace años les escribí a los de esta Fundación ara que hicieran sus estados financieros públicos. Nunca lo quisieron hacer. Primero me interrogaron las razones por las cuales pedía estos datos. Después me dijeron que era mucha la información y que no podían ponerla en la página. Finalmente me dejaron de contestar.

Los primeros años del Teletón también mostraron una opacidad espantosa. Pedir un recibo por las donaciones era algo impensable, pero ante la presión pública, entonces Teletón puso un mecanismo que supuestamente permitía a los donadores tener un recibo deducible, pero quizás era tarde. La redes sociales protestaron y eventualmente la gente empezó a creer más en lo que se decía en las mismas acerca del Teletón que en lo que la Fundación decía. Y tiene lógica: son poco transparentes, no declaran sus estados financieros, ahora resulta que su modelo de trabajo es invíable y para colmo, le quieren echar la culpa al respetable, al mexicano que ha donado cada año, porque ya no quiere donar.

Le recuerdo a Landeros que la salud pública es obligación del Estado, y no es renunciable. Por ello, si la sociedad civil hace este esfuerzo, debe hacerse de forma inteligente y con un modelo que sea sustentable. Si en el modelo que plantearon la sustentabilidad estaba definida porque los mexicanos donarían de aquí a los siguientes mil años, pues fue un argumento arriesgado e insostenible. Y si para colmo, encontramos que este país se lo está llevando el payaso, que la economía nos ha hecho cada vez más pobres, entonces no sé con qué cara sale Fernando Landeros a reclamarnos algo a los mexicanos.

El Teletón es, en realidad, una faceta más de este "País de Mentiras", que retrata Sara Sefchovich en un estupendo libro, el cual está profusamente documentado y que devela al país que somos, en el que nos han mentido en un sinfín de oportunidades. La Fundación Teletón no es de la sociedad civil, sino un patético esfuerzo de Televisa para pasar como maravilloso y en favor de este país. Por ello funciona como el gobierno, a base de mentiras, a base de querernos sentir mal, a base de insultar la inteligencia de las personas.

En mi opinión, ya es tarde para recuperar los enormes donativos que el Teletón recibía año con año, pero no se equivoque, Sr. Landeros, no es producto de la frialdad del corazón del mexicano. El problema es que usted, cabeza de esta fundación, hizo las cosas mal desde un inicio y quiero creer que nunca pensó en nada porque o es tonto o ingenuo, o una combinación de ambos. Lo que está claro es que si un niño se queda sin su terapia no es culpa del corazón envidioso del mexicano, sino de usted que no abrió el Teletón y sus finanzas al público desde el día uno. Si hay que despedir a terapistas, médicos, etcétera, no es culpa del ciudadano, sino de usted, que jamás vio más allá de sus narices. La culpa, Sr. Fernando Landeros, es de usted, cabeza de un sistema que como van las cosas, nació con una expectativa irreal y ahora que le cayó la realidad encima no encuentra para donde hacerse.

Monday, April 18, 2016

De imitaciones baratas



Amazon es un ejemplo de una estupenda tienda en línea. Hasta donde recuerdo, al principio Amazon vendía libros, pero poco a poco, con los años, la compañía empezó a crecer lo suficiente y ahora es como una megatienda donde se vende electrónica, ropa, relojes, tablets, accesorios, etcétera. Pero lo interesante al final de cuentas es cómo trabajan su modelo de negocios.  Si uno pide libros a Amazon, los paga con la tarjeta de crédito y dependiendo la prisa que se tenga para recibirlos, se tienen que pagar más dólares por el envío. Si el paquete no llega en el tiempo establecido, al comunicarse a Amazon, ellos hacen todo lo posible por rastrear el paquete y muchas veces, a manera de disculpa le regresan a uno todo el envío o parte del mismo. Es una empresa que claramente quiere ver al cliente satisfecho.

Si se trata de comprar libros electrónicos, en el formato que usan ellos, el del Kindle, el envío llega directamente a la cuenta que uno haya registrado en Amazon y se guarda en la biblioteca virtual del sistema. Si quiero leer algún libro electrónico comprado en Amazon, descargo la aplicación Kindle Reader y puedo leer el libro en la tablet, en la computadora de escritorio, en la laptop, en el teléfono inclusive. Si uno ya descargó previamente la aplicación para leer los libros Kindle, cuando uno compra el libro, instantáneamente aparece en al biblioteca. Da uno click y listo, ya puede leerlo sin dificultades.

En México tenemos a Gandhi, como una de las librerías de más éxito en nuestro país. Cabe decir que en la tienda original, al sur de la ciudad, en la cafetería de la misma nos reuníamos a jugar al ajedrez. Por muchos años esa cafetería fue una especie de sede de los ajedrecistas. Al dueño de Gandhi, Mauricio Achar -que murió en el 2004, le fascinaba el juego ciencia y con gusto dejaba que su cafetería fuese un "nido" de ávidos ajedrecistas que se iban muchas veces ya muy tarde, cuando los meseros estaban cerrando la misma.

Pero las cosas cambiaron. Gandhi se diversificó y abrió una tienda enfrente de la original que se encuentra en Miguel Ángel de Quevedo, muy cerca de Insurgentes. Su negocio sigue siendo los libros principalmente, aunque vende DVDs, películas de culto, comerciales, etcétera. En los últimos años ha incursionado con los libros electrónicos y ya vende archivos en PDF y otros formatos.

Pues bien, ayer quería comprar un libro que Gandhi lo vendía solamente en formato electrónico. Así, entré ayer domingo a la página de librería para comprarlo. Todo iba bien. Se me olvidó poner un dato (ciudad, o código postal, uno de esos), y el sistema me lo recordó, pero cuando regresé a corregir el error, ¡ay!, hubo que reescribir los datos ya escritos porque no se conservaron. Una falla menor, pero la verdad empezaba a molestarme el asunto. Después de un par de intentos más finalmente pude adquirir el libro. Para ello, era claro que debía tener ya definida una cuenta en Gandhi, cosa que ya había hecho.

Acto seguido, después de la compra, llegó un correo avisando que la compra se había registrado, y decía algo así como que ahora, usando una aplicación llamada Kobo, podría de inmediato ponerme a leer el libro. Bajé el programa a mi máquina de escritorio y al iPad, pero cuando los eché a andar (cada uno por separado y no de forma simultánea), el sistema me indicaba que la biblioteca estaba vacía. No hubo manera de poder ver el libro comprado, que Gandhi me había dicho que automáticamente ya estaría en mi biblioteca. Cambié la configuración, revisé opción por opción. Nada. Tenía una compra hecha sin poderla disfrutar.

Entonces se me ocurrió que hablaría a Gandhi, a soporte técnico. Eran más de las 7 pm y el domingo Soporte trabaja hasta las 16 horas. Entiendo, es domingo, pero Amazon tiene servicio al cliente las 24 todos los días del año.

Y no sigo porque la verdad es de pena ajena tratar de copiar un modelo de negocios y hacerlo tan mal. Por ejemplo, ante la piratería existente, los libros electrónicos también son contenidos pirateables y no hay esquema de protección que pueda evitar esto. No obstante, en Amazon, de alguna manera el libro electrónico comprado solamente puede usarse en los dispositivos registrados y sí, ya sé, habrá quien pueda piratearlo pero en general, las restricciones que impone la tienda en línea más exitosa del mundo, tiene como objetivo que la gente no compre libros electrónicos y los ande repartiendo. Y repito, ya sé que hay quien sabe cómo quitar los candados a estos contenidos, pero no es el tema.

Gandhi, por su parte, ha buscado un esquema parecido y se ve que ha hecho tratos con Kobo (también Porrúa le ha entrado), para poder vender libros electrónicos y en cierta medida protegerse contra la piratería. Y no me quejo de eso pero si se va a entrar en este negocio virtual, al menos háganle la vida fácil al cliente.

La experiencia me dejó ese sabor de boca que dejan las imitaciones baratas. Al principio se ven bonitas, brillan de hermosas, pero rápido pierden sus brillantes reflejos y se muestran como lo que son, imitaciones tristes, baratas, que dejan solamente decepción.

Monday, April 04, 2016

Otra virtud desestimada de la piratería



El software fue el primer "objeto" que fue susceptible de ser pirateado. El hecho de que duplicar una pieza de software (a través de algún programa para este propósito), generara una copia exacta del original, hizo que de inmediato alguien pensara que bien podría pasar a sus amigos o incluso venderles, copias de un original, iniciando así una cadena de piratería. La velocidad de la tecnología fue siempre más rápida que el de las leyes y por ende, siempre lo legal estuvo más de un paso atrás de los avances en este rubro.

Las empresas de software hicieron muchas cosas para evitar ser pirateados. Se iniciaron esquemas de protección contra copia, desde los más simples hasta los más complejos y sofisticados. Sin embargo, a la par se crearon programas para copiar lo "incopiable", bajo la premisa de que si la computadora podía leer un disco, debía haber manera de duplicarlo. Y entonces de nuevo, las empresas de software crearon discos con marcas físicas, que no podían ser reproducidas, o "dongles", pequeños dispositivos que se conectaban en algún puerto de la computadora y que evidentemente, no se podían duplicar por cualquiera. Pero de nuevo, ante este artilugio, los piratas lograron parchar los programas para que no leyeran la protección física del disco o bien, para brincarse cuando el software iba a la rutina de revisar el dongle correspondiente.

Pero hubo otras empresas que decidieron tomar otro camino. Por ejemplo, la compañía original Borland, que por mucho tiempo se dedicó a hacer compiladores muy rápidos, tenía la política de no proteger su software. Sus compiladores costaban unos 50 dólares y tal vez por ello, se vendieron millones de veces. Y seguro tuvieron mucha piratería, pero quizás la política de "es mejor vender mucho de algo, aunque nos pirateen miles", pareció ser un buen "modelo de negocios", si es aplicable la expresión.

La piratería en muchos casos ha sido un asunto de amigos, de compartir, y es por eso que ningún esquema de protección de software ha funcionado, porque en mucha medida va contra lo que la gente hace. Es en realidad simple: si llega un amigo a tu casa y ve un programa que usas, le gusta, y te lo pide, a ti no te cuesta nada hacerle una copia. Difícilmente hallarás un argumento como: "no te puedo copiar el disco, es ilegal". No se puede ir contra los usos y costumbres de los seres humanos y es por ello que todos los sistemas anti-piratería tienden a fallar.

Y es que en el fondo hay un elemento de la piratería que parece haberse olvidado: si mucha gente usa un programa determinado, probablemente mucha gente a la postre lo compre por razones varias: tal vez porque entre a trabajar en un despacho donde ese software requiere de ser legalmente comprado, o bien, porque fiscalmente es importante estar con la ley, etcétera. Es decir, un programa muy pirateado implica que mucha gente lo usa y eso hace que sea popular, y al ser popular, hay más probabilidades de que las personas en algún momento decidan comprarlo, y en ocasiones porque no quieren caer en la ilegalidad o porque ya ganan lo suficiente para hacerse del software original, etcétera. Razones puede haber muchas.

Pero en este camino de tener muchas personas que usan un programa pirateado, ahí radica la posibilidad de tener éxito en el negocio del software. Un programa que usa poca gente probablemente tampoco tendrá muchas ventas. En alguna medida estamos hablando a algo parecido al esquema que usan los 'spammers'. Mandan millones de correos con anuncios de diferentes bienes y servicios que ofrecen. Si un 1% de esos millones les compran, ya fue negocio.

Una vez platiqué con Kim Kokkonen, un programador de Turbo Pascal (con una empresa llamada TurboPower, ya desaparecida), que después hizo algunas herramientas en Delphi y Kylix. Le comenté que todas sus bibliotecas de funciones para Turbo Pascal tenían mucho código que otros podrían decir que era de ellos. Me contestó con algo así como: "no creo, los programadores son gente en general leal y confiable".

Por todo lo anterior, de nuevo creo que hay que revalorar el esquema de quienes piratean software. Las compañías que hoy en día hacen programas, cansadas del pirateo y de decir que pierden dinero (aunque en realidad dejan de ganar), han establecido ahora esquemas para usar el software en la modalidad de renta: ¿quieres usar Photoshop? Págale a Adobe unos 30 dólares al mes y entonces tendrás acceso a un programa que siempre usa la última versión. Buena idea para Adobe, el fabricante del software, pero eso significa que jamás el software es tuyo. ¿Dejas de pagar? Deja de funcionar.

Y sí, probablemente reduzcan la gente que usa ilegalmente su software, pero habrán perdido mucha gente que en algún momento podría pensar en adquirir el software original. Es una cuestión simple de volumen. Mientras más gente use un programa habrá más probabilidades de que muchas de esas personas decidan eventualmente adquirir el software que usan. En mi opinión, estas empresas que buscan limitar a toda costa la piratería, salen perdiendo a la larga.

Sunday, November 16, 2014

Los nuevos modelos de negocios


Cuando la computadora personal se empezó a convertir en una máquina tan necesaria como el teléfono, los creadores de programas, las empresas que hacían aplicaciones, software, empezaron a proliferar y una naciente carrera en desarrollo de software se empezó a afianzar. e pronto, los programadores podían empezar a vivir de escribir código. De hecho, algunos programas requerían de grupos de trabajo enormes y los paquetes de software que hacían, que tenían muchísimas capacidades y opciones, se empezaron a vender a precios que podían llegar a 3000 dólares o más (por ejemplo, aquellos que tenían que ver con las animaciones tridimensionales, como 3d Studio).

Y tuvimos la suerte de ver estos mercados proliferar. Uno iba a la tienda en donde se vendían computadoras y había una enorme cantidad de software, el cual venía en atractivas cajas. Los precios oscilaban desde unas decenas de dólares hasta los complejos paquetes de 500 dólares (por ejemplo, Photoshop), hasta aquellos que ya rayaban en cierta especialización para usarlos. Fueron muchos años de este modelo de negocios.

Con la proliferación de las computadoras para casa y negocios, para la computadora casera, en Windows surgió el problema de los virus y salieron todo tipo de soluciones. Aquí, quienes estaban en este nicho, vendían sus paquetes de software y con el tiempo y el afianzamiento de Internet para las mayorías, podían cargar la base de datos de los virus existentes y mantenerlas actualizadas. Con esta idea llegó la de cobrar una cuota anual para mantener el antivirus actualizado.

Pero llegó Apple con su iPhone y con un modelo nuevo de negocios: la tienda de aplicaciones "app store", en donde uno podía hacerse de cualquier aplicación para el teléfono por menos de una decena de dólares en general. Sí, hay programas muy costosos para el iPhone/iPad/iPod, pero la mayoría no pasa de 15 dólares y creo que estoy exagerando. La virtud de la tienda de Apple es que no había que ir a una tienda física a comprar el producto de nuestro interés. Era mucho más fácil. Uno daba de alta la tarjeta de crédito y seleccionaba desde el iPhone la o las apps que nos interesaban y se descargaban automáticamente en el teléfono. Desaparecieron así las cajas de software y si van a cualquier tienda que venda computadoras, hallará que prácticamente la sección de software ha desaparecido.

Este modelo de negocios es interesante porque reduce los costos de la producción de software. No se necesita imprimir manuales ni tener un diseñador que haga una caja ilustrando las bondades del producto, Uno compra el software y si es necesario acaso, puede leer el manual como un archivo en PDF, por ejemplo. Cabe decir que en el caso de Apple la tienda virtual está controlada por ellos mismos y así se aseguran (o eso pretenden) una ganancia por cada app que se venda. Los teléfonos de Apple están atados a esta tienda virtual y si queremos usar otras, hay que hacer Jailbreak, es decir, eliminar la restricción que Apple ha impuesto. Se puede hacer pero hay que saber cómo se hace. Y como lo que hace la mano la hace la tras, empezaron a surgir otrar tiendas virtuales y Android tomó el ejemplo siendo menos restrictivo. Microsoft inició el mismo camino y ya tiene tienda virtual para Windows Phone y para Windows 8. Habrá que ver cómo estas últimas acciones del gigante de las ventanas son tomadas por el público.

Pero se siguen inventando nuevos modelos de negocios. Uno de los más exitosos y probablemente el secreto del éxito financiero es el que usa Telmex. La empresa telefónicas tiene una renta fija de millones de teléfonos residenciales a una cuota de unos 200 pesos por mes. Si hay 10 millones de teléfonos en las casas de este país, sólo eso implica 200 x 10 millones... Unos 2 mil millones de pesos por mes sin tener que hacer mucho, pues la infraestructura está ya puesta desde hace años y desde luego, siendo renovada porque las cosas no duran para siempre. Y este modelo precisamente lo están adoptando Adobe y Microsoft. Por ejemplo, uno puede descargar la suite de Adobe y usarla gratuitamente por un mes, pero después de esto, hay que pagarles unos 50 dólares por mes para seguirla usando. Digamos que nos obligan a pagar una renta. No compramos el software y ahora sí, nos licencian su uso por el tiempo que lo requiramos. Si mañana ya no necesitamos usar cualquiera de estos productos de Adobe, simplemente dejamos de pagar y el sistema nos deshabilita de poderlo usar.

Microsoft, por su parte, nos ha vendido N versiones de por ejemplo, su suite de oficina. MsOffice es un producto muy usado y cada cierto tiempo salen nuevas versiones. Vamos, hasta hicieron un procesador de palabras para niños en algún momento, que no es otra cosa que un Office personalizado para un nicho de mercado. Sin embargo ahora, con el acceso a Internet, Microsoft tiene Office 365 que corre desde la nube y copia de alguna manera la idea de rentar el tiempo que usas una aplicación. Por unos 80 pesos al mes puedes usar Office 365. De nuevo, no compras más el producto, te lo rentan y eso a la larga es una idea interesante para tener ingresos contínuos. Y sí, siempre se tiene la última versión accesible pero, seamos francos, ¿quién necesita más cosas de las que ya usa en Word, por ejemplo?

Hoy encuentro hallo que un programa para desarrollar código en Pascal con Objetos (Delphi), llamado AppMethod, ha decidido seguir el mismo camino. Cuesta unos 300 dólares por año (25 dólares por mes), pero solamente para desarrollar en una sola plataforma, Android, iOS, WP8 o Mac OS X. Si se quiere  tener todas las plataformas, la renta anual es de unos 1300 dólares, aproximadamente. Y si lo pensamos, el programa no es tuyo. Yo muchas veces paso meses sin necesidad de programar nada. Y si compro alguno de estos paquetes, encuentro que cada día de la renta que estoy pagando y que no utilizo, significa perder dinero, ¿no?

Son modelos de negocios y me imagino que la industria está atenta sobre lo que mejor funciona. La idea es monetizar a Internet. Y para que vean a lo que me refiero, YouTube ya ha hecho algo normal que antes de un video ponga un anuncio, el cual puede cancelarse a los cinco segundos. Sí, pero ya me ha tocado ver videos que a la mitad del mismo, de nuevo, insertan otro video con un anuncio... Y sí, lo sé, es gratis, pero quizás ya se están pasando en este sentido, ¿o tampoco?

Tuesday, March 25, 2014

¿Nuevo modelo para vender software?


Hace unas semanas necesitaba usar InDesign, de Adobe, para formar un documento. Entré al sitio oficial y hallé que había una prueba gratuita por 30 días. La descargué y sí, efectivamente se puede usar completo el programa. A diferencia de otros , en modo “trial”, de prueba, aquí sí se puede guardar el trabajo que uno hace y recuperarlo al día siguiente para seguir trabajando, lo cual es una limitante que alguno que otro paquete de software ponen en sus sistemas de prueba. Pensé que cuando se agotaran mis 30 días, solamente me restaría la opción de comprar el paquete.

Pero no, me equivoqué. Al término de mis 30 días Adobe me deja pagar una cantidad -unos 30 dólares- para seguir usando el paquete otro mes. Es decir, ahora sí, literalmente, me licencian el uso del software y lo puedo usar por los meses que lo necesite, siempre y cuando siga pagando mis dólares mensualmente.

Esta idea me parece notable y pienso que es un nuevo modelo de vender software. Steve Jobs con su iPhone y la tienda virtual de apps, logró un cambio radical en la manera de vender software. Por una parte, no había que ir a la tienda para adquirir el producto, que en general se trataba de una voluminosa caja con un par de CDs y un manual pequeño. No, ahora se descarga al dispositivo el software comprado y se puede usar de inmediato. Más aún, no se puede copiar para dárselo a un amigo. Si por alguna razón se estropea el programa o uno lo borra sin querer, se puede volver a descargar ya gratuitamente, de la tienda de Apple.

Jobs eliminó prácticamente la piratería, pero dando algunas concesiones, como que el software ya no se puede vender a cientos de dólares como antaño. Ahora puede uno, por ejemplo, hacerse de un programa de ajedrez que juega como el Campeón Mundial, por unos diez dólares. Antes, este mismo programa, en las tiendas físicas,  podía costar hasta 60 dólares. Y sí, hay programas que incluso en este modo de vender impuesto por Jobs, siguen siendo muy costosos. Supongo que hacen maravillas.

Regresando al punto, la idea de Adobe me pareció notable, pero no había visto a nadie que la imitara, hasta que hace un par de días encontré que la empresa Embarcadero, que es quien ahora desarrolla Delphi (originalmente de Borland), ha sacado un interesante producto para programar en las plataformas móviles, Android e iOS. Se trata de AppMethod, del cual hablaré próximamente, y si uno quiere comprar este sistema de desarrollo, lo puede adquirir -en su versión más básica- por 299 dólares por año. Es decir, de nuevo no me venden realmente el software, sino la licencia de uso. El costo resulta ser menor al que se vendía originalmente Delphi en su versión profesional (que no era la más costosa).

La idea, me parece, tiene futuro. Uno puede comprar por un tiempo un programa y usarlo. Tal vez uno lo deje de usar y cuando uno quiera renovar la licencia, lo más probable es que se tenga la nueva versión, o la más actualizada. Vamos, que de alguna manera los desarrolladores pueden tener la última versión en sus máquinas y no quedarse obsoletos como en el pasado, en donde uno se hacía del software y seis meses después la empresa que hacía la herramienta que usábamos, tenía una nueva versión que dejaba al la que teníamos como obsoleta.