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sábado, abril 26, 2008

Dual dioses (2)


NEPTUN O <><><> POSEIDÓN
(De las Fábulas) Es propiamente el agua o el mar filosófico que resulta de la disolución de la materia. Es razonable, pues, considerarlo como padre de los ríos, príncipe del mar y señor de las olas. Por su naturaleza líquida y fluida y por su facilidad para ponerse en movimiento excita los temblores, tanto de la tierra que está en el fondo del vaso, como la que sobrenada. El vigor y la ligereza con los que corren los caballos han llevado a los poetas a figurar que su carro era tirado por cuatro de estos animales, y a fin de designar la volatilidad de esta agua, han supuesto que corrían sobre las olas del mar y que este dios siempre estaba acompañado de tritones y nereidas, que no son otra cosa que las partes acuosas, de νερις, húmedo. Al haber señalado que esta agua filosófica tenía un color azul, lo que ha hecho darle el nombre de agua celeste, los poetas filósofos han figurado que Neptuno tenía los cabellos, los ojos y las vestimentas azules. 

PLUTÓN <><><> HADES
(De las Fábulas) Nada impide que la idea que Homero y la mayor parte de los poetas nos dan de la estancia de Plutón, convenga muy bien a lo que pasa en las operaciones de la gran obra. Los diferentes estados se encuentran perfectamente expresados allí. […] A menudo este dios llevaba llaves en lugar de cetro. Esta marca distintiva que se encuentra en los monumentos que representan a Plutón, con la idea que se nos da de su tenebroso imperio, casi no podría designar mejor a la tierra filosófica oculta bajo el color negro, llamado llave de la obra porque es el que se manifiesta al principio. Esta tierra que se encuentra en el fondo del vaso es la que tocó en reparto a Plutón y en consecuencia fue llamado dios de las riquezas, porque
ella es la minera del oro de los filósofos, del fuego de la naturaleza y del fuego celeste. Esta cualidad ígnea de Plutón hizo que se le levantara un altar común a Palas, por la misma razón que hizo que esta diosa también tuviera uno en común con Vulcano y Prometeo.

MINERVA <><><> PALAS ATENEA
Por Minerva Armada los químicos entienden ordinariamente a su Mercurio. Cuando la Fábula dice que nació del cerebro de Júpiter por un hachazo que le dio Vulcano, eso es el mercurio, que se sublima con la cocción que produce el fuego o Vulcano. Los filósofos se expresan en el mismo sentido que la Fábula cuando dicen
que es necesario golpear con espada, sable o cuchillo, para hacer al niño del vientre de su madre, lo cual es como
si dijera: Coced la materia de la obra para empujarla hasta el grado de perfección de la que es susceptible.





MARTE <><><> ARES Algunas veces los Filósofos herméticos toman el término en el sentido ordinario de los químicos, pero cuando hablan de su Marte, hablan de su materia digerida y cocida en un cierto grado; entonces dicen que está pasando por el Reino de Marte, es cuando empieza a enrojecer.


VENUS <>
<><> AFRODITA Diosa de los placeres y madre de Amor. […] Según la opinión más común, nació de las partes mutiladas de Coelus, mezcladas con la espuma del mar. Una concha marina le sirvió de cuna y los Céfiros la transportaron a la isla de Chipre, donde fue educada por las Ninfas. Aunque era la más bella de las diosas, siempre acompañada por las Gracias, fue dada en matrimonio a Vulcano, el más feo de los dioses. Marte la cortejó, pero Vulcano informado por el Sol del entendimiento que reinaba entre su esposa y el dios de la guerra, fabricó una imperceptible cadena de hierro, de la que no era posible librarse una vez preso; la extendió sobre la cama de Venus y cuando Marte quiso aproximarse a ella quedaron presos. […] Los mitólogos no podrían dar una explicación con éxito a esta fábula sin acudir a la Filosofía Hermética. Los mismos químicos vulgares saben que Venus está unida con un fuego que también se encuentra en Marte y que ambos tienen tanta analogía de naturaleza que de Marte se puede hacer Venus. No es por tanto sorprendente que entre ellos haya un amor mutuo; es ese mismo fuego, o Vulcano, quien les une formando un vínculo, o cadena, con la que los atrapa. El Sol, u oro, descubre su relación, porque ese fuego, ese grano fijo que se encuentra en Marte y en Venus, tiene la misma naturaleza que el sol. […] Marte y Venus no podrían ser desatados más que por la rogativa de Neptuno, o del agua, porque esta separación no puede hacerse más que por la disolución en agua, por medio del mismo fuego interno, llamado Vulcano; los epítetos que Homero da a los dioses, actores y espectadores bastan para probar la verdad de mi explicación. De Marte dice que se servía de un Freno de oro; llama a Venus, la Dorada; a Mercurio Fuente de riquezas y a Neptuno, aquel que excita los temblores de tierra. El temblor de tierra que excita no es otra cosa que la fermentación.

VULCANO <><><> HEFESTO
No es sorprendente que se haya considerado a Vulcano como dios de quienes trabajan los metales, dado que él es el fuego mismo que se forma en las entrañas de la tierra. […] Vulcano es el fuego de los filósofos herméticos, por eso Hermes y los egipcios lo amaban con tan gran veneración.

viernes, mayo 25, 2007

Las Lluvias de Oro

Los poetas a menudo han hablado de las lluvias de oro y algunos autores paganos han tenido la debilidad de relatar como verdad que cayó una lluvia de oro en Rodas, cuando el Sol se acostó con Venus. Se perdonaría esto a los poetas, pero lo que Estrabón nos dice[1] que llovió oro en Rodas cuando Minerva nació de la cabeza de Júpiter, no podría pasárselo. Muchos autores nos aseguran en verdad que en tal o cual tiempo llovieron piedras, fango o algún licor parecido, o insectos. Mucha gente atestigua aún hoy día haber visto llover pequeñas ranas, que caían en abundancia sobre sus sombreros, mezcladas con una lluvia naranja y que habían visto una cantidad tan grande de ellas que la tierra se veía casi totalmente cubierta. Sin entrar en la búsqueda de las causas físicas de tales fenómenos y sin querer contradecirles o aprobarlos, porque no viene al caso en este tratado, yo diría solamente que esto puede ser, pero en cuanto a una lluvia de oro sería conveniente certificarlo, no creo a nadie tan crédulo como para creerlo sin haberlo visto. Es preciso, pues, considerar esta historia como una alegoría.

En efecto, se puede llamar lluvia de oro, a una lluvia que produciría el oro, o a una materia propia para hacerlo, como el pueblo dice tan comúnmente que llueve vino, cuando viene una lluvia en el tiempo en que se desea, ya sea para enternecer la raíz en las viñas o bien para hacerla crecer. Es precisamente lo que llega por la circulación de la materia filosófica en el vaso donde está encerrada. Se disuelve y habiendo subido en vapores hacia lo alto del vaso se condensa y recae en lluvia sobre lo que queda en el fondo. Es por esto que los filósofos han dado algunas veces el nombre de agua de nube a su agua mercurial. Así mismo han llamado Venus a esta parte volátil y Sol a la materia fija. Nada es tan común en sus obras como estos nombres. Nuestra Luna –dice Filaleteo– que hace en nuestra obra la función de hembra, es de la raza de Saturno, es por lo que algunos de nuestros autores la han llamado Venus.
Espagnet ha hablado muchas veces de esta agua mercurial bajo el nombre de Luna y de Venus, y ha expresado perfectamente esta conjunción del Sol y de Venus, cuando dice:[2] La generación de los hijos es el objeto y el fin del legítimo matrimonio. Pero para que los hijos nazcan sanos, robustos y vigorosos es preciso que los dos esposos lo sean también, puesto que una simiente pura y limpia produce una generación que se le parece. Es así como deben ser el Sol y la Luna antes de entrar en el lecho nupcial. Entonces se consumirá el matrimonio y de esta conjunción nacerá un poderoso rey, del que el Sol será el padre y la Luna la madre. También ha dicho[3] que la Luna de los filósofos es su Mercurio y que le han dado muchos nombres,[4] entre otros los de tierra sutil, agua de vida, agua ardiente y permanente, agua de oro y de plata, en fin de Venus Hermafrodita. Sólo este epíteto explica muy claramente de qué naturaleza y substancia está formada esta pretendida diosa y la idea que se le debe unir, puesto que el nombre de Hermafrodita ha sido hecho según parece de Ερμης, Mercurius, y de Αφρός spuma, como si se dijera espuma del mercurio. Es sin duda por esto que la fábula dice Hermafrodita hija de Mercurio y de Venus. Se ha fingido que esta conjunción del Sol con Venus se hizo en Rodas porque la unión del Sol y del Mercurio filosóficos se hace cuando la materia empieza a enrojecer, lo que está indicado por el nombre de esta isla que viene de ρόδον, rosa. La materia fija o el oro filosófico, que tras haber sido volatilizado recae en lluvia, ha tomado, pues, con razón el nombre de lluvia de oro, sin esta lluvia el hijo hermético no se formaría.
Una lluvia parecida se hizo ver cuando Palas nació de la cabeza de Júpiter y esto por la misma razón, pues Júpiter no habría podido acostarse con ella si Vulcano o el fuego filosófico no le hubiera servido de sabia-hembra. Si se considera a Palas en esta ocasión como la diosa de las ciencias y del estudio, se puede decir, en cuanto al arte hermético, que se tendría en vano la teoría mejor razonada y la materia misma del magisterio llamada virgen, hija del mar, o del agua, o de Neptuno y del pantano Tritonis, pues jamás se tendría éxito al hacer la obra si no se empleara la ayuda de Vulcano o fuego filosófico.

En consecuencia algunos poetas han figurado que Palas se resistió vigorosamente a Vulcano, que quería violentarla, y al caer la simiente de éste en tierra, nació un monstruo que fue llamado Erictonio, que tenía figura humana desde la cabeza hasta la cintura y de dragón en toda la parte inferior. Este Erictonio es el resultado de las operaciones de los artistas ignorantes que ponen mano a la obra sin saber los principios y quieren trabajar a pesar de Minerva. Sólo producen monstruos, incluso con la ayuda de Vulcano. El abad Banier pretende[5] que este Erictonio fue realmente un rey de Atenas que sucedió a uno llamado Anfictión, su competidor, por el cual había sido vencido. Este Anfictión había sucedido a Cranao y éste a Cecrops, que vivía, según los intérpretes de los mármoles de Arondel, que son la cronología de Censorin y de Denis de Halicarnaso, 400 años antes de la toma de Troya.
El abad Banier rechaza esta cronología porque no es propia para confirmar su sistema y asegura que estos autores retroceden mucho la llegada de Cecrops a Grecia. Determina, pues, esta llegada en 330 años antes de la guerra de Troya.[6] Pero este mitólogo ha olvidado su propio cálculo algunas páginas después, donde hablando de la llegada de Deucalion a Tesalia, fija la época en el noveno año del reinado de Cecrops, es decir –dice nuestro autor–[7] hacia el año 215 o 220 antes de la guerra de Troya. Lo que produce un error de 110 años al menos en su misma cronología. Pero aún cuando esto pasara ¿se creería su palabra, cuando dice[8] que Erictonio había pasado por ser hijo de Minerva y de Vulcano porque había sido expuesto en un templo que les había sido consagrado? ¿Una tal exposición podría proporcionar materia a la fábula que da a Erictonio un origen totalmente infame? En esta ficción no hay ninguna circunstancia que tenga la menor relación con esta exposición. La misma continuación de la fábula, que dice que Minerva viendo a este niño con las piernas de serpiente, encargó su cuidado a Aglaura, hija de Cecrops quien, en contra de la prohibición de Minerva, tuvo la curiosidad de mirar en la canastilla donde estaba encerrado y fue castigada mediante una pasión de celos contra su hermana, de la que Mercurio era amante. Y que habiendo querido un día impedir que este dios entrara en la cámara donde su hermana Hersé estaba, la golpeó con su caduceo y la convirtió en roca. Esta continuación de la ficción muestra bien claro que es una pura fábula y que sólo se puede explicar alegóricamente. 

 No se puede suponer que Palas, Vulcano, Mercurio y las hijas de Cecrops hayan vivido juntos, aunque se consideraran a unos y otros como personas reales, creo que no se me exigirá que de prueba de ello. Pero si se pone atención a la relación que esta fábula puede tener con el arte hermético, se encontrará primeramente a dos dioses y una diosa que le pertenecen de tal manera que son absolutamente necesarios, saber la ciencia de este arte y la prudencia para conducir el régimen del fuego y de las operaciones; en segundo lugar, el fuego filosófico o Vulcano, seguidamente el Mercurio de los sabios. Si el artista anima y empuja mucho este fuego, es Vulcano que va a violentar a Palas, a la que los filósofos a menudo han tomado por la materia. A pesar de la resistencia de esta virgen, Vulcano actúa siempre, abre la materia de los filósofos y la disuelve. Esta disolución sólo puede hacerse por esta especie de combate entre la materia filosófica, llamada virgen, como lo hemos probado más de una vez, y el fuego. Pero ¿qué resulta de ello? Un monstruo que se llama Erictonio, porque este mismo nombre designa la cosa, es decir, la disputa y la tierra.
No sorprenderá que éste sea un monstruo cuando se le relacione con los otros de la fábula, Cerbero, la Hidra de Lerna, los diferentes dragones que se mencionan en las otras fábulas y que significan la misma cosa que Erictonio, es decir, la disolución y la putrefacción, que se dice con razón hijo de Vulcano y de la tierra, puesto que esta putrefacción es la de la misma tierra filosófica y un efecto de Vulcano o del fuego de los sabios. Es pues la simiente de Vulcano que produce a Erictonio. Y si se dice que Aglaura fue encargada por Minerva de su cuidado, sin que le fuera permitido mirar lo que la cestilla contenía, se entiende bien que una tal condición que volvió la cosa imposible, sólo puede haber sido inventada en vistas de una alegoría, así mismo como su transformación en roca. Es, en efecto, una manera de aludir al progreso de la obra hermética. Aglaura significa gloria, esplendor y los filósofos llaman con este nombre a su materia llegada al blanco a medida que desaparece la negrura; este intervalo entre el blanco y el negro es el tiempo de la educación de Erictonio. Y si Mercurio la transformó en roca es que la misma materia se coagula y se vuelve piedra cuando llega a este estado de blancura resplandeciente de la que acabamos de hablar; es por lo que los filósofos la llaman entonces su piedra al blanco, su Luna, etc. Al ser el Mercurio el agente principal, produce esta metamorfosis. Se supone a este dios amante de Hersé, hermana de Aglaura, porque Ερση significa el rocío y el Mercurio filosófico circula entonces en el vaso y recae como un rocío.
De una tercera lluvia de oro nació un héroe, pero un héroe más famoso que Erictonio. Danae fue encerrada en una torre de bronce por su padre Acrises, porque había aprendido del oráculo que el hijo que naciera de su hija lo privaría de la corona y de la vida y no quería oír ninguna proposición de matrimonio para ella. Júpiter fue preso de amor por esta bella prisionera. La torre estaba bien cerrada y bien guardada, pero el amor es ingenioso. Júpiter, acostumbrado a las metamorfosis, se transformó en lluvia de oro y se deslizó por este medio en el seno de Danae, que de esta visita concibió a Perseo. Perseo concebido en Danae de una lluvia de oro. (Ovidio, Metamorfosis, lib. 6) Al hacerse grande este hijo de Júpiter, entre otras hazañas, cortó la cabeza de Medusa y se sirvió de ella para petrificar a todo aquel que se la presentaba. De las gotas de sangre que manaron de la herida de Medusa nació Crisaor, padre de Gerión, con tres cuerpos; algunos dicen tres cabezas.
La explicación de esta fábula será muy fácil para quien quiera recordar las que hemos dado de otras lluvias de oro. Se conoce fácilmente que Danae y la torre son la materia y el bronce de los filósofos que ellos llaman cobre, latón o letón; que la lluvia de oro son las gotas de agua de oro o el rocío aurífico que suben en la circulación y recaen sobre la tierra que está en el fondo del vaso. Así mismo se podría decir con los mitólogos que Júpiter es tomado por el aire, pero es preciso entenderlo aquí como el color gris llamado Júpiter, porque la lluvia de oro se manifiesta durante el tiempo que la materia pasa del color negro al gris.
Perseo es el fruto que nació de esta circulación. No veo sobre qué fundamento el abad Banier saca la etimología de Perseo de la palabra hebrea Paras, es verdad que significa caballero y que Perseo montó sobre un caballo. Pero ¿por qué los griegos habrían ido a buscar en la lengua hebraica los nombres que la lengua griega les proporciona abundantemente? De las gotas de sangre de Medusa nació Crisaor y de éste Gerión.
Es como si se dijera que del agua roja de los filósofos, que Pitágoras llama sangre,[9] como también otros adeptos, y Raimon Llull con Ripley vino rojo, nace el oro o el azufre filosófico. Se dice además que Crisaor viene del griego χρυσός aurum. Este oro disuelto en su propia agua roja como la sangre, produce el elixir o Gerión, con tres cuerpos o tres cabezas, porque está compuesto con la combinación exacta de los tres principios azufre, sal y mercurio. Ya explicaré más extensamente esta fábula en el capítulo de Perseo. Podría haber puesto algunas otras en este segundo libro, pero por estas se pueden juzgar las otras. No me he propuesto hacer una mitología entera, es suficiente para probar mi sistema explicar las principales y más antiguas. Además tendré ocasión de pasar revista a un gran número de ellas en el siguiente libro, que tratará de la genealogía de los dioses.

[1] . Estrabón, lib. 14.
[2] . Espagnet, La Obra secreta de la Filosofía de Hermes, can. 27.
[3] . Aquel que explica la Luna de los filósofos, o el Mercurio de los filósofos como si fuera mercurio vulgar, o bien engaña conscientemente a otro, o bien se engaña a sí mismo. Espagnet, can. 44.
[4] . Al Mercurio de los filósofos se le llama con diferentes nombres; tan pronto se le llama tierra, como se le llama agua, por diversos motivos y sobre todo porque está compuesto naturalmente de una y otra. Esta tierra es sutil, blanca, sulfurosa, los elementos están fijos en ella y el Oro filosófico está allí en estado de simiente, mientras que el agua es un agua de vida, es decir, ardiente, permanente, extremadamente límpida, a la que también se llama agua del oro y de la plata. El Mercurio del que tratamos aquí, que todavía contiene su azufre, que se multiplica por medio del Arte, también puede ser llamado Azufre de plata viva. En fin, esta sustancia tan preciosa es la Venus de los antiguos y el Hermafrodita, dotado de los dos sexos. Espagnet, can. 46.
[5] . Banier, t. 3, p. 39.
[6] . Banier, ibid. p. 37.
[7] . Banier, ibid. p. 42.
[8] . Banier, ibid. p. 40.
[9] . Y de las cuatro partes se eleva el bronce, la herrumbre, el hierro, azafrán, oro, sangre y adormidera. Y la Turba: sabed que nuestra obra tiene muchos nombres: hierro, bronce, plata rojo sangre y rojo muy altanero, etc. La Turba.

sábado, abril 28, 2007

El Toisón de Oro, es una fábula

Vayamos a la cosa misma. ¿Se puede considerar como una historia verdadera, un acontecimiento que parece haber sido imaginado sólo para divertir a los niños? ¿Se persuadirá a la gente sensata de que se haya construido un barco de robles parlantes; que los toros arrojaban torbellinos de fuego por la boca y las narices; que de los dientes del dragón sembrados en un campo labrado, nacen hombres armados que se matan unos a otros por una piedra que fue lanzada en medio de ellos, y en fin, tantas otras cosas que son puerilidades sin excepción en todas las circunstancias de esta célebre expedición? Y ¿hay alguna que no sea señalada en extremo de fábula, e incluso de fábula mal concertada y muy insípida si no se la considera desde un punto de vista alegórico? Sin duda es lo que ha impresionado a los que han considerado este relato como una alegoría tomada de las minas que se suponía que había en la Cólquide. Estos se han aproximado más a la verdad, y más aún los que la han interpretado como el libro de pergamino que contenía la manera de hacer el oro. Pero ¿cuál es el hombre que para un tal objeto querría exponerse a los peligros que Jasón superó? ¿De qué utilidad podrían serles los consejos de Medea, sus ungüentos, su agua, sus fármacos encantados, su medalla del Sol y de la Luna, etc...? ¿Qué relación tenían los bueyes vomitando fuego, un dragón guardián de la puerta y los hombres armados que salen de la tierra, con un libro escrito en pergamino, donde el oro era recogido con los toisones (pieles) de las ovejas? ¿Era pues necesario que Jasón (que significa medicina) fuera educado para ésta bajo la disciplina de Quirón? ¿Qué relación tendría el rejuvenecimiento de Esón hecho por Medea después de esta conquista?
Sé que los mitólogos se han esforzado en dar explicaciones a todas estas circunstancias. Se ha explicado el carro de Medea, arrastrado por dos dragones, como de un barco llamado dragón y cuando se ha podido salir airoso de ello al dar un sentido, aunque forzado, se ha creído haber cortado el nudo de la dificultad diciendo con el abad Banier:[1] aún y así es una ficción privada de todo fundamento, ¡dichoso recurso! ¿Se podía imaginar uno más propio en hacer desaparecer todo lo que se encuentra de dificultoso para un mitólogo? ¿Pero es eso capaz de contener a un hombre sensato, que debe pensar naturalmente que los autores de estas ficciones tenían sin duda sus razones para introducir todas estas circunstancias? Casi todas las explicaciones dadas por los mitólogos o no aportan nada, o son imaginadas para eludir las dificultades.
Es pues, evidente que debe considerarse el relato de la conquista del Toisón de oro como una alegoría. Examinemos cada cosa en particular. ¿Qué fue Jasón? Su nombre, su educación y sus acciones lo anuncian suficientemente. Su nombre significa medicina, y curación. Se le pone bajo la disciplina de Quirón, el mismo que tomó también a su cuidado la educación de Hércules y de Aquiles, dos héroes, de los cuales uno se mostró invencible en la guerra de Troya y el otro fue para liberar la tierra de los monstruos que la infectaban. Así Jasón tuvo dos maestros, Quirón y Medea. El primero le dio las primeras instrucciones y la teoría y el segundo le guió en la práctica mediante sus asiduos consejos. Sin sus ayudas un artista no tendría éxito jamás y caería de error en error. El detalle que Bernardo Trevisano y Denis Zachaire[2] hacen de ello sería capaz de hacer perder a un artista la esperanza de llegar al fin de la práctica de este arte, si no dieran al mismo tiempo las advertencias necesarias para evitarlos.
Jasón era de la raza de los dioses. Pero ¿cómo ha podido ser enseñado por Quirón, si Saturno, padre de éste y Fílira su madre no han existido en persona? Se dice que Medea, esposa de Jasón era nieta del Sol y del Océano e hija de Aetes, hermano de Pasifae y de Circe la encantadora. Aquí vemos que tales parientes convenían perfectamente a Jasón, para todas las circunstancias y acontecimientos de su vida. Todo lo suyo tiene algo de divino, hasta los mismos compañeros de su viaje. Hay muchas cosas a considerar en esta ficción. La nave Argo fue construida, según algunos, sobre el monte Pelión, de los robles parlantes de la selva de Dodona, o al menos pusieron uno allí que sirvió de mástil, ya sea en la popa o en la proa. Palas o la Sabiduría presidió su construcción. Según algunos autores, Orfeo fue designado como piloto junto con Tifis y Anceo. Los argonautas llevaron este navío sobre sus espaldas durante doce días a través de los desiertos de Libia. Jasón estaba al abrigo de la nave Argo cuando se derrumbó de vieja, fue aplastado y pereció bajo sus ruinas. La nave finalmente fue puesta en el rango de los astros.
Todas estas cosas, indican evidentemente que Orfeo fue el constructor y el piloto, es decir, que este poeta se declara él mismo como autor de esta ficción y que emplazó la nave en el rango de los astros a fin de conservar mejor su memoria para la posteridad. Si la gobernó al son de su lira, es para dar a entender que compuso la historia en versos que cantaba. La construyó siguiendo los consejos de Palas, porque Minerva o Palas era considerada como la diosa de las ciencias y que, como se dice, no se ha de empeñar uno en querer rimar sin el consentimiento de Minerva. El roble que se empleó en la construcción de esta nave, es el mismo que aquel contra el cual Cadmo mató la serpiente que había devorado a sus compañeros, es este roble hueco al pie del cual fue plantado el rosal de Abraham el judío del que habla Flamel,[3] el mismo que rodeaba la fuente del Trevisano,[4] y aquel del que Espagnet hace mención en el canon 114 de su tratado. Es preciso pues, que este tronco de roble esté hueco, lo que ha hecho darle el nombre de nave (vaso). Se ha figurado también que Tifis fue uno de los pilotos, porque el fuego es el conductor de la obra, pues Τύφω, fumum excito in flammo (el humo sale de la llama). Se le dio a Anceo como ayudante, a fin de indicar que el fuego debe ser el mismo que el de una gallina que incuba, como dicen los filósofos, pues Anceo viene de άγκάς, ulnae (codo, antebrazo).

[1] . Banier, Mitología, t.3, p. 259.
[2] . El Trevisano, Filosofía de los Metales. Zachaire, Opúsculo.
[3] . En el quinto folio, había un hermoso Rosal florecido en medio de un bello jardín, enroscado contra un roble hueco, de cuyos pies borboteaba una Fuente de agua muy blanca, que iba a precipitarse a los abismos... Flamel, Explicación de las Figuras Jeroglíficas (prólogo).
[4] . Una noche aconteció que debía de estudiar para disputar al día siguiente: encontré una pequeña fuente bella y clara rodeada toda ella de una bella piedra. Y esta piedra estaba debajo de un viejo roble hueco. He aquí la fuente de Cadmio y el roble hueco contra el cual horadó al Dragón. El Trevisano, Filosofía de los Metales, 4 parte.

lunes, febrero 05, 2007

El Fuego Filosófico (del Tratado de la Obra Hermética)


La razón que insinúan los antiguos sabios en hacer un misterio de su vaso es el poco conocimiento que se tenía en estos tiempos remotos de la industria del vidrio. Después se descubrió la manera de hacerlo, es por lo que los filósofos no han ocultado tanto la materia y la forma de su vaso. No es así de su fuego secreto, pues es un laberinto del que el más avisado no podría salir. El fuego del Sol no puede ser este fuego secreto, es interrumpido e irregular, no puede suministrar un calor parecido en todos sus grados, su medida y su duración. Su calor no sabría penetrar el espesor de las montañas, ni calentar la frialdad de los mármoles y de las rocas que reciben los vapores minerales de los que están formados el oro y la plata. 


El fuego de nuestras cocinas impide la unión de los miscibles y consume o hace evaporar la ligadura de las partes constituyentes de los cuerpos; es el tirano. El fuego central o innato en la materia tiene la propiedad de mezclar las substancias y engendrar, pero no puede ser este calor filosófico tan alabado, que ocasiona la corrupción de las simientes metálicas, puesto que lo que es de su mismo principio de corrupción sólo puede serlo de generación por accidente; digo por accidente, pues el calor que engendra es interno e innato en la materia y lo que corrompe es externo y extranjero.

Este calor es muy diferente en la generación de los individuos de los tres reinos. El animal lo lleva mucho en la actividad, por encima de las plantas. El calor del vaso en la generación del metal debe corresponder y ser proporcionado a la cualidad de la simiente cuya corrupción es muy difícil. Es preciso, pues, concluir que no habiendo generación sin corrupción y corrupción sin calor, es preciso proporcionar el calor a la semilla que se emplea para la generación.
Hay, pues, dos calores, uno putrefactor, externo y uno vital o generativo interno. El fuego interno obedece al calor del vaso hasta que, desligado y liberado de su prisión, se vuelve el maestro. El calor putrefactor viene en su ayuda, pasa a la naturaleza del calor vital y los dos trabajan seguidamente en concierto.
Es el vaso quien administra el calor propio para corromper y la simiente quien abastece el fuego propio a la generación; pero como el calor de este vaso no es tan conocido por el metal como lo es por el animal y las plantas, es preciso reflexionar sobre lo que hemos dicho del fuego en general para encontrar ese calor. La naturaleza lo ha medido tan proporcionalmente en la matriz, en cuanto a los animales, que no puede apenas ser aumentado ni disminuido; la matriz es en este caso un verdadero atanor.
En cuanto al calor del vaso para la corrupción de la semilla de los vegetales, lo ha hecho muy pequeño; el Sol se lo ha proporcionado suficientemente; pero no es lo mismo en el arte hermético. Al ser la matriz invención del artista, requiere un fuego artísticamente inventado y proporcionado al que la naturaleza implanta al vaso para la generación de las materias minerales. Un autor anónimo dice que para conocer la materia de este fuego es suficiente saber cómo el fuego elemental toma la forma del fuego celeste y que para su forma todo el secreto consiste en la forma y la estructura del atanor, por medio del cual este fuego se vuelve igual, dulce, continuo y proporcionado de tal manera que la materia pueda corromperse, después debe hacerse la generación del azufre, quien tomará el dominio por algún tiempo y regirá el resto de la obra. Es por lo que los filósofos dicen que la hembra domina durante la corrupción y el macho caliente y seco durante la generación.

Artefio es uno de los que han tratado más ampliamente del fuego filosófico y Pontano declaró haber sido corregido y reconoció su error en la lectura del tratado de este filósofo. He aquí lo que dice: Nuestro fuego es mineral, es igual, es continuo, no se evapora si no es demasiado excitado, participa del azufre; no es tomado de otra cosa que de la materia, destruye todo, disuelve, congela y calcina; es preciso el artificio para encontrarlo y hacerlo; no cuesta nada, o al menos muy poco. Además es húmedo, vaporoso, digerente, alterante, penetrante, sutil, aéreo, no violento, incombustible, o que no arde, cercano, continente y único. Es también la fuente de agua viva que rodea y contiene el lugar donde se bañan y se lavan el rey y la reina. Este fuego húmedo es suficiente en toda la obra al comienzo, en medio y al final. Hay aún un fuego natural, un fuego contra natura y un fuego innatural que no arde; finalmente, para complementar, hay un fuego caliente, seco, húmedo, frío. Pensad bien en lo que acabo de decir y trabajad derechamente sin serviros de ninguna materia extranjera.
Lo que el mismo autor añade después es en el fondo una verdadera explicación de estos tres fuegos; pero como los llama fuego de lámparas, fuego de cenizas y fuego natural de nuestra agua, se ve bien que ha querido despistar; los que quieran ver un detalle más circunstancial del fuego filosófico, pueden recurrir al Testamento de Ramón Llull y su codicilio; Espagnet habla también ampliamente de ello, después del Canon 98 hasta el 108. Los otros filósofos casi lo han mencionado sólo para ocultarlo, o solamente  lo han indicado por sus propiedades. Más cuando se trata de alegorías o de fábulas, han dado a este fuego los nombres de espada, lanza, flechas, dardos, hacha, etc.

Tal fue aquella en la que Vulcano golpeó a Júpiter para hacerle dar a luz a Palas; la espada que el mismo Vulcano dio a Peleo padre de Aquiles; la maza que le fue presentada a Hércules; el arco que este héroe recibió de Apolo; la cimatarra de Perseo; la lanza de Belerofonte, etc. Es el fuego que Prometeo robó al Cielo; aquel que Vulcano empleó para fabricar los rayos de Júpiter, y las armas de los dioses, el cinturón de Venus, el trono de oro del Soberano de los Cielos, etc. Finalmente es el fuego de Vesta, mantenido escrupulosamente en Roma, y que se castigaba con la muderte a las vírgenes vestales a las cuales habían confiado el cuidado de mantenerlo, cuando por negligencia u otra cosa lo dejaban extinguir.

viernes, diciembre 29, 2006

Principios generales de la Física, según la Filosofía hermética






No es dado a todos penetrar hasta el santuario de los secretos de la naturaleza; muy pocos saben el camino que conduce hasta allí. Los unos, impacientes, se extravían tomando los senderos que parece que abrevian la ruta; otros encuentran casi a cada paso encrucijadas que les dificultan, toman la izquierda y van al Tártaro, en lugar de tomar la derecha que conduce a los Campos Elíseos, porque no tienen, como Eneas,[1] una Sibila que los guíe. Otros piensan que no se equivocan siguiendo el camino más frecuentado. Sin embargo, tras largas fatigas, todos perciben que, lejos de haber llegado a la meta, han pasado por el lado, o le han dado la espalda.
Los errores tienen su fuerza tanto en el prejuicio como en la falta de luces y de instrucciones sólidas. La verdadera ruta sólo puede ser muy simple, puesto que no hay nada más simple que las operaciones de la naturaleza. Pero, aunque trazada por esta misma naturaleza, es poco frecuentada, y aquellos que pasan se ponen el celoso deber de ocultar sus trazos mediante zarzas y espinas. Allí no se anda más que a través de la oscuridad de las fábulas y de los enigmas; es

muy difícil no extraviarse si un ángel tutelar no lleva la antorcha delante nuestro.
Es preciso, pues, conocer la naturaleza antes de proponerse imitarla e intentar perfeccionar lo que ella ha dejado en vías de perfección. El estudio de la física nos da este conocimiento, no el de esta física de escuelas, que sólo enseña la especulación, y que sólo llena la memoria de términos muy oscuros y menos inteligibles que la cosa misma que se quiere explicar. Física que pretendiendo definir claramente un cuerpo nos dice que está compuesto de puntos. Puntos que llevados de un lugar a otro formarán líneas, estas líneas acercadas unas a otras harán una superficie, de allí una extensión y las otras dimensiones. De la reunión de las partes resultará un cuerpo, y de su desunión, la divisibilidad al infinito, o si se quiere, al indefinido. Finalmente nos da otros tantos razonamientos de esta especie, poco capaces de satisfacer a un espíritu curioso y deseoso de llegar a un conocimiento palpable y práctico de los individuos que componen este vasto Universo. Es a la física química que es preciso recurrir. Es una ciencia práctica, fundada sobre una teoría cuya experiencia prueba la verdad. Pero esta experiencia es desgraciadamente tan rara, que la mayoría aprovechan esta peculiaridad para dudar de su existencia.
En vano algunos autores, gente de espíritu, de genio y muy eruditos, por otra parte, han querido inventar sistemas para representar, mediante una descripción florida, la formación y el nacimiento del mundo. Uno se ha embrollado en torbellinos cuyo movimiento muy rápido lo ha transportado a él y se ha perdido con ellos. Su primera materia, divisada en materia sutil, ramosa y globulosa, sólo nos ha dejado una vana materia de razonamientos sutiles, sin enseñarnos más que lo que es la esencia del cuerpo. Otro, no menos ingenioso, es avisado de someterlo todo al cálculo, y ha imaginado una atracción recíproca que podría ayudarnos a razonarlo todo según el movimiento actual de los cuerpos, sin aportarnos ninguna luz sobre los principios de los que están compuestos. Este sentiría muy bien que se hiciera revivir, bajo un nombre nuevo, las cualidades ocultas de los peripatéticos, desterrados de la escuela después de mucho tiempo; también se ha declamado su atracción como una conjetura, que sus sectarios se han visto en el deber de sostener como una cosa real. La cabeza del tercero, impresionada por el mismo golpe que su pretendido cometa recibe al chocar con el Sol, ha dejado tomar a sus ideas rutas tan poco regulares como aquellas que fijan los planetas formados, según él, de las partes separadas por el choque del cuerpo ígneo del astro que preside el día. Las imaginaciones de un Telliamed, y las de otros escribanos parecidos son fantasías que no merecen más que desprecio o indignación.

Todos los que se han querido alejar de lo que Moisés nos ha dejado en el Génesis, están perdidos en sus vanos razonamientos.
Que no se nos diga que Moisés sólo ha querido hacer cristianos y no filósofos. Instruido por la revelación del Autor mismo de la naturaleza; versado, por otra parte, muy perfectamente en todas las ciencias de los egipcios, los más instruidos y los más esclarecidos en todas las que nosotros cultivamos, ¿quién mejor que él para enseñarnos alguna cosa cierta sobre la historia del Universo? Su sistema es verdadero, está muy cerca del hacer de los cristianos, pero esta cualidad, de la que carecen la mayor parte de los autores, ¿es incompatible con la verdad? Todo anuncia la grandeza, el poder y la Sabiduría del Creador, pero al mismo tiempo todo manifiesta a nuestros ojos la criatura tal cual es. Dios habló y todo fue hecho, dixit & facta sunt.[2] Esto era suficiente para los cristianos pero no para los filósofos. Moisés añade de dónde ha sido sacado este mundo; qué orden le ha placido poner al Ser Supremo en la formación de cada reino de la naturaleza. ¡Hace más! declara que es el principio de todo lo que existe, y el que da la vida y el movimiento a cada individuo. ¿Podría decirse más en tan pocas palabras? ¿Se exigiría de él que hubiera descrito la anatomía de todas las partes de estos individuos? Y cuando lo hubiera hecho ¿Se le hubiera tenido más en cuenta? Se le quiere examinar; porque se duda, se duda por ignorancia, y sobre tal fundamento, ¿qué sistema se puede levantar, que no caiga pronto en ruina?
El sabio no puede definir mejor esta especie de arquitectos, estos fabricantes de sistemas, que diciendo que Dios ha entregado el Universo a sus vanos razonamientos.[3] Mejor digamos: no hay nadie versado en la ciencia de la naturaleza, que no reconozca a Moisés como un hombre inspirado de Dios, como un gran filósofo y un verdadero físico. Ha descrito la creación del mundo y del hombre con tanta verdad como si hubiera asistido en persona. Pero reconozcamos, al mismo tiempo que sus escritos son tan sublimes que no están al alcance de todo el mundo, y que los que lo combaten lo hacen porque no los entienden, que las tinieblas de su ignorancia les ciega y que sus sistemas no son más que delirios mal combinados de una cabeza engreída de vanidad y enferma de excesiva presunción. Nada más simple que la física. Su objeto, aunque muy compuesto a los ojos de los ignorantes, no tiene más que un principio pero dividido en partes, unas más sutiles que otras. Las diferentes proporciones empleadas en la mezcla, la reunión y las combinaciones de las partes más sutiles con aquellas que lo son menos, forman todos los individuos de la naturaleza. Y como estas combinaciones son casi infinitas, el número de los mixtos también lo es.
Dios es un Ser eterno, una unidad infinita, principio radical de todo; su esencia es una inmensa luz, su poder un todo-poder, su deseo un bien perfecto, su voluntad absoluta una obra cumplida.

A quien quiera saber más, sólo le queda la estupefacción, la admiración, el silencio, y un impenetrable abismo de gloria. Antes de la creación estaba como replegado en sí mismo y esto le era suficiente. En la creación Él dio a luz, por así decirlo, y puso al día esta gran obra que había concebido de toda la eternidad. Él se desplegó por una extensión manifestada de sí mismo y volvió material este mundo ideal, como si hubiera querido volver palpable la imagen de su Divinidad. Es lo que Hermes ha querido hacernos entender cuando dice que Dios cambió de forma y que entonces el mundo fue manifestado y se transformó en luz.[4] Parece verosímil que los antiguos entendieran una cosa parecida del nacimiento de Palas, salida del cerebro de Júpiter con la ayuda de Vulcano o de la luz. No menos sabio en sus combinaciones que poderoso en sus operaciones, el Creador ha puesto un tan bello orden en la masa orgánica del Universo, que las cosas superiores están mezcladas sin confusión con las inferiores y se vuelven parecidas por una cierta analogía. Los extremos se encuentran ligados muy estrechamente por un medio insensible, o un nudo secreto en esta adorable obra, de manera que todo obedece en acuerdo a la dirección del Moderador supremo; sin que lo liguen las diferentes partes puede ser desunido sólo por aquel que ha hecho la unión. Hermes tenía razón al decir:[5] “que lo que está abajo es como lo que está arriba”, para hacer todas las cosas admirables que vemos.

[1] . Virgilio, Enéida, lib. 6.
[2] . Génesis, 1.
[3] . Eclesiastés, 3, 2.
[4] . Hermes, Poimandrés, 1.
[5] . Hermes, La Tabla de Esmeralda
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viernes, noviembre 10, 2006

Hércules y los Pájaros estimfálidos




Unos monstruosos pájaros habitaban en el lago Estimfalo y desolaban la Arcadia, era preciso eliminarlos o cazarlos. Las flechas no podían nada contra ellos, eran tan inútiles que ni se intentaba hacer uso de ellas. ¿Qué armas se podían utilizar contra unos pájaros que tenían las ganchudas uñas de hierro? Algunos autores[1] han dicho que su pico y sus alas también eran de este metal. ¿Qué habrían podido hacer, pues, las flechas contra unos pájaros acorazados? Nada asombraba a Hércules, lo que no podía hacer de una manera lo intentaba de otra. Las flechas no pudieron herir
al león de Nemea, pues él empleó la maza. Pero ¿que hubiera hecho la maza contra los pájaros? No se dejaban ni acercar; pero Hércules era fértil en recursos. Había recibido de Palas como presente una especie de timbal de bronce, inventado y hecho por Vulcano; era un instrumento de cobre al que algunos han llamado crótalo y era muy apropiado para hacer mucho ruido. Hércules se apresuró en hacer uso de él y a fuerza de un ruido estruendoso sorprendió de tal manera a los pájaros que huyeron y se retiraron a la isla de Aretia, según Pisandro de Camira y Seleuco en sus obras conjuntas.Si se toma esta historia según la letra y si se quiere hacer una aplicación moral, no veo nada más pueril, ¿se aplicará quizás a la física? No sé cómo. Pues ¿qué relación tendría en todo esto un ruido estruendoso de crótalo y los pájaros que huyen espantados al sentirlo? Pero
si se le interpreta según lo que pasa en las operaciones de la química hermética, no puede avenirse mejor, porque en efecto esta era la intención del autor. Palas y Vulcano, que se encuentran implicados en este asunto, nos lo prueban claramente.
Hay pocas alegorías fabulosas que pongan ante los ojos del filósofo hermético tan claramente el fundamento de su arte y lo que pasa en ciertas circunstancias de sus operaciones; es lo que se verá por los testimonios de estos filósofos, que conocen muy bien de qué clase era el crótalo fabricado por Vulcano y cuáles eran estos pájaros del lago Estimfalo. Este crótalo de bronce no es otra cosa que el latón o bronce filosófico producido por el fuego de los filósofos y, en consecuencia, hecho por Vulcano. Este bronce fija las partes volátiles cazándolas de lo alto del vaso en medio del lago o del agua mercur
ial, donde se encuentra la isla llamada Arétia, o de firmeza, de Α΄ρετή, fuerza, coraje, firmeza, o si se quiere de Α˝ρης, hierro, a causa de la dureza del hierro, porque las partes volátiles indicadas por lo pájaros van a reunirse con las partes fijas, recogidas en forma de isla en
medio del lago filosófico.
La naturaleza de estos pájaros está significada por el nombre de ploydes, que les ha dado el ya citado Apolon
io, pues ploydes quiere decir que nada sobre el agua, de πλώω, navegar, y de ύδωρ, agua. Es lo que sucede a las partes volátiles mientras circulan por encima del agua mercurial, antes que el bronce o el crótalo de los filósofos las haya fijado. Referente a esto, escuchemos al autor anónimo del Consejo sobre el matrimonio del Sol y la Luna, que se expresa igual que Constancio,[2] en estos términos:
Aplicaos solamente en buscar dos platas vivas, una fija en el bronce y la otra volátil en el mercurio. Invido (ibid) dice también: Este azufre, es decir, la plata viva, tiene la costumbre de revolotear y de huir, se sublima como un vapor. Es preciso, pues, detenerla mediante una plata viva de su género, es decir, que haga detener su huida y que le asegure un retiro en nuestro bronce. Eximidio (ibid) dice: Os digo la verdad, sólo hay verdadera tintura de fijeza en nuestro bronce. Senior, en su tratado, habla así: Hay dos pájaros homogéneos, o de una misma naturaleza, uno macho que no puede volar, porque el fuego no hace presa sobre él; el otro es nuestra águila, que es la hembra que tiene alas; sólo ella puede exaltar al otro, corrompiéndolo para fijarse después co
n él. Raimon Llull[3] dice: Es con un agua de esta especie (o nuestro bronce) que fijamos a los pájaros que vuelan en el aire. La virtud de nuestra piedra hace todo esto.
¿Por qué los filósofos dicen que su bronce tiene el poder de fijar? Es lo que Arquimio[4] nos enseña, que la Venus filosófica es la mensajera del Sol y le hace tener su señorío, que Marte le presenta, es decir, que empezándose a fijar la materia toma el color citrino azafranado que los filósofos llaman bronce; le sucede el color de la herrumbre del hierro, al que llaman Marte, y
finalmente aquel color rojo púrpura o del pavo real, al que llaman su oro, su Apolo o su Sol. El autor de la fábula que explicamos ha tenido en vistas esta sucesión de colores y parece ser que su crótalo de bronce es este color azafranado y su isla Aritea el color de la herrumbre de hierro, puesto que, según lo que hemos dicho, Aritea viene de Α˝ρης, hierro. Es así como Hércules o el artista, ayudado por Vulcano y bajo la dirección de Palas, puede dar caza, con el crótalo, a los pájaros ploydes que vuelan sobre el lago o agua cenagosa del lago Estimfalo, es decir, sobre el agua mercurial y cenagosa encerrada en el vaso, que es de vidrio. Finalmente el pico, las uñas y las alas de estos pretendidos pájaros, se dice que eran de hierro, así como se dice que las harpías los tenían de oro, lo que indica expresamente su naturaleza metálica. No es necesario, pues, torturarse el espíritu para encontrar un sentido natural a estas fábulas, es suficiente seguirlas paso a paso y combinar todas sus circunstancias, en lugar de suprimirlas.

[1] . Timagneto.
[2] . Constancio, En la Turba.
[3] . Raimon Llull, Théoria. Testamentum. Cap. 57.
[4] . Arquimio, Código de Verdad.

domingo, noviembre 05, 2006

Hércules (las condiciones del artista)





Si ponemos atención a la raíz de donde sale Hércules nos encontramos que Júpiter, su padre, es uno de los principales en la genealogía dorada, de la que hemos tratado en el tercer libro. Los hijos reciben del padre y deben parecérsele en alguna cosa. Tal padre, tal hijo, pero en diversas consideraciones. Uno es el principal agente interno y el otro el agente externo o el artista, o más bien sus propias operaciones. Todos los filósofos requieren del artista un juicio sólido, espíritu vivo y penetrante, un gran coraje y una constante paciencia. Estas son las cualidades que se atribuyen a Alcides.
La sabiduría, el vigor y la ciencia son la esencia de Palas; éstas son requeridas en el filósofo y he aquí el por qué se dice que esta diosa hizo la paz entre Hércules y Juno; hemos hablado de ello en el capítulo de Jasón y aún hablaremos de ello en el siguiente libro respecto a Ulises, ya que estos tres héroes son propiamente el símbolo del artista.
No dudo que haya gente a la que no le quepa en la cabeza que haya una verdadera relación entre la historia de estos héroes y la química. Ellos se han vuelto célebres por hechos
de armas y grandes acciones; eran príncipes y la fábula no hace ninguna mención respecto a la química. Así mismo este arte está menospreciado y casi no se ejerce más que por gente común; los que hacen de ella su profesión sólo son recomendables por haber hecho algunos descubrimientos útiles para la sociedad. La mayoría de los quimistas son mentirosos y bribones, me refiero a los sopladores o buscadores de la piedra filosofal, que, tras haber evaporado sus bienes como si fueran humo, buscan resarcirse en la credulidad de otros y piden oro para hacer oro. Estoy de acuerdo con todo esto, pero aquí la cuestión de la que se trata es de una química más noble y que los reyes no han desdeñado ejercer. Ésta no es la que enseña a destilar el agua de rosas, el espíritu de absenta, extraer sales de las plantas calcinadas, en una palabra a destruir los mixtos que la naturaleza a formado, sino la que se propone seguir la naturaleza paso a paso, imitar sus operaciones y hacer un remedio que pueda curar todas las enfermedades de esta misma naturaleza en los tres reinos que la componen y a conducir a todos los individuos al último grado de perfección del que sean capaces. Así mismo son las perfecciones requeridas en el artista, que la mayor parte de los que se dan a esta ciencia no tienen, pues según Geber[1] no es posible tener éxito en ella si no se tiene un cuerpo sano y entero en todas sus partes, un cuerpo robusto y vigoroso, un espíritu cultivado, un genio penetrante y un conocimiento de los principios de la naturaleza. Geber no es el único que habla en este sentido, Arnaldo de Vilanova[2] se expresa así: Tres cosas son requeridas en el artista, a saber, un genio sutil y erudito, un cuerpo al que no le falte nada para poder operar, riqueza y los libros. Raimon Llull dice otro tanto:[3] Os digo hijo mío que tres cosas son requeridas en el artista, un juicio sano y un espíritu sutil, aunque natural, recto y sin defecto, liberado de todo obstáculo, manos operativas, riquezas para hacer frente a los gastos y los libros para estudiar.
No es pues, a despropósito que se haya supuesto que Jasón y Hércules hayan tenido una tan bella educación y que se figure a un cierto Quirón, el más sabio y erudito de su tiempo, como preceptor del uno y del otro. En cuanto a las dificultades que se encuentran y que mayormente impiden llegar al conocimiento de esta ciencia, recomiendo al lector los tratados que sobre ello han hecho Teobaldo de Hogalanda, Pico de la Mirándola y Richard Anglois. El tratado del primero lleva por título de Dificultatibus Chemiae; el del segundo de Auro y el del tercero Correctio fatuorum. Se encuentran en la Bibliotheca Chemica curiosa Magenti. Es bueno que un Hércules químico sea informado de todas estas cosas antes de emprender los trabajos de Hércules de la fábula, que vamos a explicar. Es a ello a lo que vamos.
Hemos visto en el tercer libro, y en éste, que Hércules pertenece a la genealogía dorada de los dioses, y en el primero, que era contemporáneo de Osiris, quien lo estableció gobernador de Egipto durante su expedición a las Indias; que durante su gobierno detuvo la inundación del Nilo y que tuvo como colegas a Busiris, Anteo, Prometeo y Mercurio. Se dice que mató a los dos primeros a causa de su tiranía. En consecuencia se supone que Hércules vivió más o menos en el tiempo de Saturno, de Júpiter, de Osiris y de los otros dioses. Así mismo se ve que los griegos no entendían por el Hércules griego, un Hércules diferente al de Egipto, puesto que decían que era
discípulo del centauro Quirón y Quirón era hijo de Saturno y Fílira. Si este Hércules es el mismo que el que acompañó a Jasón en su expedición de la conquista del toisón de oro, debió de vivir mucho tiempo ya que, según el cálculo de los egipcios habrían transcurrido miles de años entre el reino de Osiris y el nacimiento de Jasón. Se debe pues, juzgar la realidad de la cosa por su palpable absurdidad; además debemos juzgar a Hércules por sus colegas Mercurio y Prometeo y por los compañeros de Jasón, del que ya hemos hablado. Los maestros que tuvo Hércules también deben hacernos conocer a su discípulo. Se dice que aprendió el arte de tirar flechas, poesía, música, lucha, la conducción de carros y equitación, astronomía y el arte de combatir con armas. Sus maestros fueron Rodamante, Lino, Eumolpo, Harpálico, Autólico, Anfitrión, Cástor y Quirón y todas estas instrucciones lo prepararon para llevar a cabo todos los trabajos que se le atribuyen. Todos huyeron del odio de Juno, que mediante su estratagema había sometido a Hércules a las órdenes de Euristeo.

[1] . Geber, Summa perfectísima, cap. I, 1.
[2] . Arnaldo de Vilanova, Rosario, lib. 2, cap. 5.
[3] . Raimon Llull, Testamento, cap. 31.

domingo, octubre 15, 2006

Palas



Júpiter había desposado primero a Metis, pero después de que esta diosa hiciera tomar a Saturno un brebaje que le hizo vomitar la piedra y a los hijos que había devorado, Júpiter tragó a su vez a esta hija de Océano, después de que quedara en cinta. A penas hubo hecho esta bella acción, se sintió mujer sin dejar de ser dios. Fue preciso asistirle en el parto y sólo lo pudo hacer la ayuda de Vulcano, que le sirvió de comadrona. Este dios de fuego le asestó un rudo golpe de hacha en la cabeza y en seguida se vio salir a través de la herida una joven y bella hija armada de pies a cabeza. He aquí, pues, a
Palas nacida sin madre, de la cabeza de Júpiter.
Para los egipcios ella era mujer de Vulcano, el primero y más antiguo de todos sus dioses. Los autores de la mitología griega conservaron esta idea, la cual habían recogido en Egipto, y sin duda es de allí que adoptaron el hecho de consagrar un altar común a Vulcano y a Palas.
Palas, Minerva y Atenea, entre los griegos eran una misma divinidad, pero consideraban a Minerva propiamente como la diosa de las artes y las ciencias y a Palas como diosa de la guerra. Ella permanece siempre virgen.
Esta diosa tenía en Sais un magnífico templo, del que Herodoto hace su descripción. Las fiestas que en Grecia se celebraban en
honor a Palas se llamaban Panaténeas. Los juegos y
los ejercicios que acompañaban a estas fiestas eran la carrera a pié, con antorchas y hachas encendidas como en las fiestas de Vulcano y de Prometeo.
Todos los antiguos tienen a Palas por la sabiduría y la prudencia, nacida de la cabeza de Júpiter, porque la cabeza es considerada como la sede del juicio, sin el cual no se
puede tener éxito en ningún espinoso asunto, como sucede en la gran obra, llamada por esta razón magisterio de los Sabios. Siendo, pues, el secreto de los secretos, que Dios sólo revela a aquellos a
los que quiere favorecer; el hecho de divulgarlo sería profanarlo. Es preciso tener la sabiduría de Palas para aprenderlo y guardarlo. En consecuencia dijo Salomón: El sabio estudiará la sabiduría de los antiguos y se ejercitará en las profecías. Conservará escrupulosamente los discursos de los hombres de nombre y penetrará en la fineza de las parábolas. Descubrirá su s
entido oculto y se ejercitará en desvelar lo que encierran los proverbios. El hombre prudente y sabio no divulga para nada el secreto de la Ciencia. Los filósofos herméticos han tenido siempre este consejo en su corazón y han velado el secreto bajo alegorías, enigmas, fábulas y jeroglíficos. Han tomado a Palas como guía y se han propuesto, como deber, seguir sus instrucciones. Es por lo que la fábula figura que esta diosa favorece siempre a Hércules y a
Ulises en todas sus empresas, como podremos ver en los libros siguientes.

Venus


El pensamiento más común es que nació de la espuma del mar. El Céfiro la transportó sobre una concha marina a la isla de Chipre, de donde fue llamada Cypris y de allí a Cítera. Los ríos nacían a su paso, su hijo er
a Cupido, los juegos y las risas le acompañaban siempre, en fin, ella era la alegría y la dicha de los dioses y de los hombres.
Nada igualaba su belleza. Los pintores y los escultores tuvieron esta idea de ella y emplearon todo su arte para representarla como si se tratara de lo más amable que hubiera en el mundo.
Platón en su Banquete, admite dos Venus, una hija del Cielo y la otra hija de Júpiter. La primera, dice este filósofo, es esta
antigua Venus, hija del Cielo de la que no se conoce la madre y que llamamos Venus la celeste; y esta otra Venus reciente, hija de Júpiter y de Dio
ne, a la que llamamo
s Venus la vulgar. Es a estas dos que se debe de atribuir todo lo que los autores griegos
y latinos dicen de las diversas Venus, de las que hablan bajo diferentes nombres.Algunas veces la consideran como un planeta y a veces hablan de ella como de una pasión. Las expresiones de los poetas siempre son figuradas. Pero siendo una diosa tan benéfica ¿habría podido encontrar a alguien que le declarara la guerra? El mismo dios de la guerra (Marte), de sangre y carne, vio desvanecerse toda su ferocidad ante el aspecto de Venus.
Los egipcios y la mayor parte de los griegos no consideraron a Venus como la diosa de la
voluptuosidad y el libertinaje, sino como la nieta de Saturno, que tenía como hermana a la Verdad ocultada en el fondo de un antro.Los discípulos de Hermes, sin duda mejor instruidos en la idea que su maestro atribuía a los figurados dioses de Egipto, están mejor conformados respecto a ello que los mitólogos y no han considerado a Venus como la voluptuosidad o el apetito de los animales para perpetuar sus especies.
Tampoco han tenido en vista al planeta llamado Venus, o Lucifer, que aparece por la mañana antes de levantarse el Sol, o a la tarde antes de ocultarse esta antor
cha del mundo, puesto que no es posible hacerla nacer de las partes mutiladas del Cielo y de la espuma del mar, ni llamarla con alguna razón hija de Júpiter. Los químicos vulgares tampoco sabrían atribuir esta filiación al cobre, con respecto al bronce. De cualquier manera que se le entienda, pues, no será posible acordar el nacimiento de Venus con los razonamientos susodichos.
Michael Maier dice que los antiguos entendían por Venus una materia sin la cual no se podía hacer la gran obra, y la mayor parte de los filósofos parece que alguna vez también la han tomado en este sentido. Flamel cita estas palabras de Demócrito: Adornad los hombros y el pecho de la
diosa de Pafos, se volverá muy bella y dejará su color verde para tomar uno dorado. Cuando Paris hubo visto a esta diosa en este estado la prefirió a Juno y a Palas. ¿qué es lo que dice de Venus el mismo autor? Venus como un hombre, tiene un cuerpo y un alma; es preciso despojarla de su cuerpo material y grosero, para tener el espíritu tangible y volverla apropiada para lo que queremos hacer.
Es preciso –dice Espagnet–[1] un trabajo de Hércules para la preparación o sublimación filosófica del mercurio, pues Jasón no habría emprendido jamás su expedición sin la ayuda de Alcides. La entrada está guardada por cornudas bestias, que alejan a los que se acercan temerariamente. Las insignias de Diana y las palomas de Venus son las únicas capaces de mitigar su ferocidad. –y añade en el canon 46– Esta agua es una agua de vida, una agua permanente, muy límpida, llamada agua de oro y de plata [...] Esta sustancia finalmente muy preciosa es la Venus Hermafrodita de los antiguos, teniendo el uno y otro sexo, es decir el azufre y el mercurio. –Y en el canon 52– El jardín de las Hespérides está guardado por un horrible dragón; desde la entrada se presenta una fuente de agua muy clara, que sale de siete manantiales y que se extiende por todo. Haz beber allí al dragón por el número mágico de tres veces siete, hasta que estando ebrio, se desnude de su
sucia y desaseada vestimenta. Pero para este efecto es preciso volver propicias a Venus porta-luz y a Diana la cornuda.
La Venus filosófica después de la blancura se vuelve amarilla como la corteza de una granada y finalmente roja como el interior de este fruto o como la flor de la adormidera.
El término bronce, que los adeptos han empleado a menudo para designar su materia antes de la blancura, no ha contribuido para que lo entendieran los sopladores ni tam
poco los químicos vulgares, que en consecuencia han observado al cobre como la Venus de los filósofos. Pero lo que nos manifiesta bien claramente la idea que los antiguos tenían de su Venus es, no solamente sus adulterios con Mercurio y Marte, sino su matrimonio con Vulcano. Este último es el fuego filosófico, como ya lo hemos probado y lo probaremos todavía, entonces ¿es sorprendente que se haya casado con la materia de los filósofos? Si sorprende a esta diosa con el dios de la guerra es porque el color de la herrumbre de hierro parece estar totalmente unido con el color citrino y azafran
ado, llamado Venus, pues no se les distingue hasta que el rojo está en todo su esplendor. Entonces Marte y Venus se encuentran presos en la malla de Vulcano y el Sol, que los ha visto, los descubre, pues el color rojo es precisamente el Sol filosófico. Tal es la explicación de esta figurada historia de Venus.



[1] . Espagnet. canon, 42.