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jueves, abril 03, 2025

NOVEDAD. Confluencia del cristianismo y de la sabiduría universal

Reseña de REMI BOYER sobre el libro de J. M. d’Ansembourg, «Ensayo sobre el Mensaje Reencontrado de Louis Cattiaux. Confluencia del cristianismo y de la sabiduría universal», publicado por editorial Obelisco,

 

Información: https://www.edicionesobelisco.com/libros-de-esoterismo/3887-ensayo-sobre-el-mensaje-reencontrado-de-louis-cattiaux.html

Reseña de Remy Boyer

Jean-Marie d’Ansembourg es un autor tan poco común y discreto como valioso. Sus escritos son siempre esenciales, cada palabra está calibrada para servir a la búsqueda de la Verdad. Con este libro, sigue felizmente los pasos de Louis Cattiaux y de Emmanuel d’Hooghvorst, contribuyendo al reconocimiento del Mensaje Reencontrado, considerado como «el último libro conocido del Corpus Hermeticum», situado en la encrucijada del hermetismo y del cristianismo, como una referencia indispensable para el futuro. Con cautela comienza este ensayo, esta glosa, con una frase de Louis Cattiaux: «Las palabras de los sabios son excelentes, pero quienes pretenden explicarlas a menudo son malos». Los textos de las dos plegarias, verdaderos Ave María y Pater herméticos, que introducen el Mensaje Reencontrado ofrecen, nos dice, «una misma estructura, muestran equivalencias, respuestas y ecos analógicos». Distingue «los dos componentes de una santa oración»: «el de las alabanzas por atributos divinos, y el de las peticiones y súplicas de la humanidad caída».

  

«En estos textos –afirma Jean-Marie d’Ansembourg– buscaremos significados analógicos y correspondencias en relación con varias esferas: el mundo divino, la creación o macrocosmos, y los dos microcosmos que son el hombre y la gran obra, estos tres últimos mundos siendo las manifestaciones e imágenes del primero».

Se abordan diferentes temas del Mensaje Reencontrado, algunos evidentes, otros con demasiada frecuencia ignorados: «Ser y no-ser, reposo y acto del Ser, el Innominado, eternidad del bien y del mal, esencia y sustancia, mundo intra-divino y nombres, funciones del Hijo-Verbo-Logos, multiplicación y goce divino, Todo y Nada, proceso de creación y de reintegración, mezcla de Ser y de no-ser, juicio o gran crisis, los dos barros, formas y criaturas de los dos Adanes, luz increada y doble bautismo, montaña y silencio, nube y bendición, salvación y liberación, «por qué» y «cómo», grados del amor-agapé, gran obra y redención de la naturaleza y del hombre, la verdad y sus testigos, etc.

Como podemos ver, no sólo se trata de una de las metafísicas más exitosas de la Gran Realidad, sino también de la pragmática de la reintegración que se desprende de ella. La cuestión general es, en efecto, la de la «exteriorización» a través de una dualidad cada vez más densa y de la «reintegración», del retorno a la «fuente», de este doble movimiento evocado por las tradiciones bajo distintos velos y vestidos.

Louis Cattiaux en El Mensaje Reencontrado, afirma: «La verdad de Dios bien puede revestir todos los rostros y todos los plumajes, su santa desnudez permanece siempre igual a sí misma» y también: «Cuando lo hayamos separado, clasificado, etiquetado y disecado todo, finalmente deberemos reunirlo y unificarlo todo en la vida, so pena de permanecer sellados en la letra y en la multiplicidad de la muerte». Se trata de un compromiso incondicional, sólo Dios se reconoce a sí mismo en la selva de las formas. Jean-Marie d’Ansembourg, junto con Louis Cattiaux, propone meditar sobre «los secretos de la Escritura y de la Naturaleza para conocer o reconocer y exaltar el modo divino, escondido en ellas y en nosotros».

 

Las dos plegarias que abren El Mensaje Reencontrado son también, en cierto modo, su gloria suprema. Juntas son el principio y el fin. D’Ansembourg los ve como los dos triángulos del sagrado hexagrama, que evoca un camino del cuerpo de gloria: «la estrella de seis puntas que sella la unión de estos triángulos designa al Hijo único, fruto de la Madre acuosa y del Padre ígneo». El trabajo preciso, minucioso, erudito pero accesible de Jean-Marie d’Ansembourg permite encajar numerosas piezas del rompecabezas de la verdad. Acompaña al lector en una de estas «amistades espirituales» demasiado poco frecuentes, para ayudarle a poner orden en la multitud de elementos dispersos y rectificar o mejor, reorientar su trabajo hacia la realización última, con lucidez y humildad.

 

«No obstante, creemos que, de nuestra glosa, al menos, se pueden retener tres cosas», concluye, tras haber repetido la importancia de no confundir la palabra con el objeto designado por la palabra:

La primera es que el conocimiento del Nuevo Testamento es particularmente útil, sino esencial, para sondear el Mensaje Reencontrado –y viceversa–. Cattiaux claramente se había alimentado de éste.

La segunda es la necesidad de informarse sobre la ontología o metafísica universal.

La tercera es que el método tradicional que hemos utilizado –analogía y cotejo de textos: la Escritura comenta la Escritura– abre numerosas ventanas; utilizado en concreto por los comentadores judíos y cristianos, así como por los filósofos herméticos, este método ha demostrado verdaderamente su valor».

Recomendamos pues, encarecidamente la lectura de este libro, independientemente del camino en el que nos encontremos. Es por su profundidad y su metodología, un inestimable compañero de viaje.

 

 

martes, diciembre 20, 2022


 

Al hablar de hermetismo, nos referimos sobre todo a la tradición alquímica occidental que debe su origen al mítico Hermes Trismegisto y su famosa Tabula Smaragdina, que se complementa con el hermetismo filosófico que se basa en los escritos atribuidos también a Hermes y que se agrupan bajo el nombre genérico de Corpus hermeticum. De entre ellos, quizá el tratado titulado Poimendrés sea el más conocido.

Esta sabiduría hermética que se fue transmitiendo a lo largo de las generaciones, tuvo su momento de máximo esplendor en el Renacimiento italiano. Nos atreveríamos a decir incluso que ella fue uno de los orígenes y causa del espléndido movimiento humanista que se dio en el Renacimiento. Inmediatamente después vino su decadencia a causa de la ciencia positivista sin que se supiera ver que se trataba de dos pensamientos complementarios que se referían a dos realidades distintas.

Y a causa de este malentendido, el hermetismo, que hubiera podido ser el lugar de la unión de todas las creencias y conocimientos, se convirtió en algo extravagante que, poco a poco, se fue diluyendo en ocultismos y espiritismos hasta llegar al siglo XX. En este camino se olvidó completamente su función soteriológica, vinculada claro está al mensaje cristiano, pero, obviamente, universal.

¿Cómo llamamos hoy en día, en 2021, la unidad  nuclear en la que se basan las distintas tradiciones? Se han propuesto muchas ideas y muchos nombres, sin embargo, ninguno acaba de ser lo suficientemente representativo, pues, o bien se busca la participación directa en una religión, o bien, desde campos más académicos, se cae en un nihilismo que margina lo antiguo, que se convierte así en un tema de estudio pero no en una propuesta de conocimiento vivo. Sin mencionar los movimientos pseudo-espirituales que, éstos sí, lo unen todo con todo, pero a nivel psicológico y subjetivo,  o simplemente formal

Louis Cattiaux en El Mensaje Reencontrado encontró, no cabe duda, un espacio nuevo para reunir la dispersión de formas en un único lugar. Lo llamó simplemente «mensaje», pero también lo clasifico de «hermético«. Y eso es lo que Arola y Vert han tratado de desarrollar en el  La actualidad del hermetismo.

 

martes, marzo 15, 2022

LA PUERTA 77, La renovación de las tradiciones, según Louis Cattiaux



ÍNDICE

Editorial

Correspondencia entre Louis Cattiaux (L.C.) y Emmanuel d’Hooghvorst (E.H.)

Selección: Éléonore d’Hooghvorst- Traducción Jeanne d’Hooghvorst

La renovación de las tradiciones según Louis Cattiaux

J. y JC. Lohest

Isis y Osiris, de Plutarco

Selección: Louis Cattiaux- Traducción y notas: JC. Lohest

Las leyes de Manú

Selección: Louis Cattiaux- Introducción, traducción y notas: JC. Lohest

Mitología inca

Selección: Louis Cattiaux- Traducción: JC. Lohest

El canto de Hiawatha, según la leyenda de los pieles rojas

Selección: Louis Cattiaux- Traducción: JC. Lohest

 

sábado, octubre 17, 2020

LA ACTUALIDAD DEL HERMETISMO, El mensaje de Louis Cattiaux, por Raimon arola y Lluïsa Vert



Para hablar de hermetismo debemos referirnos a la tradición alquímica occidental que debe su origen al mítico Hermes Trismegisto y su famosa Tabula Smaragdina, que se complementa con el hermetismo filosófico que se basa en los escritos atribuidos también a Hermes y que se agrupan bajo el nombre genérico de Corpus hermeticum. De entre ellos, quizá el Poimandrés sea el más conocido. Esta sabiduría hermética, que se fue transmitiendo a lo largo de las generaciones, tuvo su momento de máximo esplendor en el Renacimiento italiano. Nos atreveríamos a decir incluso que ella fue uno de los orígenes y causa del espléndido movimiento humanista que se dio en el Renacimiento. Inmediatamente después vino su decadencia a causa de la ciencia positivista sin que se supiera ver que se trataba de dos pensamientos complementarios que se referían a dos realidades distintas. Y el hermetismo, que hubiera podido ser el lugar de la unión de todas las creencias y conocimientos, se convirtió en algo extravagante que, poco a poco, se fue diluyendo en ocultismos y espiritismos hasta llegar al siglo XX. En este camino se olvidó completamente su función soteriológica, vinculada claro está al mensaje cristiano, pero, obviamente, universal. ¿Cómo llamamos hoy en día, en 2021, la unidad de las tradiciones? Se han propuesto muchas ideas y muchos nombres, sin embargo, ninguno acaba siendo lo suficientemente representativo, pues, o bien se busca la participación directa en una religión, o bien, desde campos más académicos, se cae en un nihilismo que margina lo antiguo, que se convierte así en un tema de estudio, pero no en una propuesta de conocimiento vivo. Sin mencionar los movimientos pseudo-espirituales que, estos sí, unen todo con todo, pero a nivel psicológico y subjetivo. Louis Cattiaux en El Mensaje Reencontrado encontró, no cabe duda, un espacio nuevo para reunir la dispersión de formas en un único lugar. Lo llamó simplemente “mensaje”, pero también lo clasificó de “hermético”. Y eso es lo que Arola y Vert han tratado de desarrollar en La actualidad del hermetismo, el libro que presentamos.

sábado, agosto 11, 2018

"LA PUERTA"- 74 - CORRESPONDENCIA DE LOUIS CATTIAUX.


Esta es la nueva publicación de LA PUERTA, revista que no tiene desperdicio para aquellos interesados en la búsqueda de “sí mismos”. También muy recomendada su web: http://www.lapuertaonline.es , aquí la sinopsis de este número dedicado a la correspondencia de Louis Cattiaux, autor del Mensaje Reencontrado, de la que se puede extraer un delicado y certero perfume de claridad.

Tras la publicación de la correspondencia completa entre Louis Cattiaux y René Guénon1947-1950, de Ediciones Obelisco, “LA PUERTA” tiene hoy el placer de ofrecer a sus lectores una nueva selección de cartas de Louis Cattiaux, pintor, poeta y hermetista, natural de Valenciennes (1904-1953), Louis Cattiaux dejó una abundante correspondencia, pues su obra EL MENSAJE REENCONTRADO, editada por cuenta propia en 1946, atrajo entre los numerosos curiosos, a un pequeño número de lectores interesados que se convirtieron en sus amigos íntimos y con los que se carteó regularmente, entre ellos destacamos a Serge Lebbal, Emmanuel y su hermano Charles d’Hooghvorst, así como los demás miembros de dicha familia belga, paralelamente, se relacionó con artistas y hermetistas de la sociedad parisina de la época como Gaston Chaissac y James Chauvet o Lanza del Vasto, quien prologó su obra.
Esta correspondencia que se lee con fluidez, refleja las preocupaciones del artista en el difícil período de la postguerra. Sin embargo, lo que aquí nos interesa y nos atrae es el sutil perfume que se desprende de ciertos fragmentos. Tras la mano que trazó estas líneas se vislumbra a un hombre profundamente espiritual, un hombre “religado”, un hombre que bebió del manantial universal y que intentó a toda costa, transmitir su experiencia extraordinaria. De aquí su empeño en ofrecer a sus correspondientes un tesoro único, aunque no todos estuvieran dispuestos a recibir un tal don…

domingo, noviembre 10, 2013

LA PUERTA - 71 - LOS ORÁCULOS Y LA PROFECÍA

Presentacón.
Apropósito del oráculo de la divina botella
Charles d’Hooghvorst (traducción: J.M.Rotger)
El oráculo en la tradición hebraica.
J.-C. Lohest (Traducción: Jeanne Lohest)
Los Oráculos Caldeos y la profecía.
Pere Sánchez
La filosofía de los oráculos de Porfirio.
Carolina Thuysbaert (traducción: Sergi d’Hooghvorst)
La Teosofía de Tübingen.
Hans van Kasteel (traducción: Pere Sánchez)
La Teosofía de Tübingen.
(Traducción: Hans van Kasteel)
El himno Dies Irae.
Carmen de la Maza / Pere Sánchez
Es extraordinario mensaje profético de Louis Cattiaux.
Emmanuel d’Hooghvorst
Diálogos entre Louis Cattiaux y Emmanuel d’Hooghvorst.
Selección de Eléonore d’Hooghvorst

(traducción: Sergi d’Hooghvorst)

lunes, agosto 12, 2013

RESEÑA A PROPÓSITO DEL LIBRO DE RAIMON AROLA "EL SÍMBOLO RENOVADO"

Tras haber leído atentamente el recién editado libro de Raimon Arola, (doctor en Historia del Arte y profesor de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona), “El Símbolo Renovado, a propósito de la obra de Louis Cattiaux” desde la editorial Herder, considero necesario manifestar que, con un estilo sencillo y claro, Arola ha conseguido plasmar una clave, en estos nuevos tiempos, para la introducción a la lectura del Mensaje Reencontrado así como para el estudio de toda la obra de Louis Cattiaux, situado en su época y trasladado a la “intemporalidad”. Al leerlo, lo que se podría decir del Mensaje Reencontrado, divagando o intuyendo Arola lo dice precisando y puntualizando.
Como ejemplo expongo aquí un fragmento del “Símbolo Renovado” donde se señala el interés de Cattiaux por la obra de Pernety, lo que atañe a este blog. ¡Enhorabuena Sr. R. Arola.
¡El Arte expresado en las artes!


Cuando, en 1946, Cattiaux publicó El Mensaje Reencontrado, uno de sus amigos, llamado James Chauvet, le sugirió que le enviase un ejemplar a Guénon, que por aquel entonces ya vivía en El Cairo. Chauvet, muy interesado por los temas esotéricos y en especial por los misterios del santo Graal, se había desmarcado de las tendencias ocultistas que proliferaban en París y se había convertido en seguidor de la corriente tradicionalista preconizada por Guénon.
     Tras recibir el ejemplar y en contra de lo que acostumbraba, Guénon escribió una reseña laudatoria a la obra de Cattiaux, y a partir de este hecho, se inició una intensa correspondencia entre ambos, con encuentros y desencuentros. Para conocer, aunque sea superficialmente, la relación entre estos dos personajes, debemos comenzar por la crítica a El Mensaje Reencontrado que publicó Guénon en 1948 y cuyo punto esencial creemos que se encuentra en la siguiente idea repetida en dos ocasiones:

No sabemos lo que los especialistas del hermetismo, si aún existen realmente competentes, opinarán de este libro y cómo lo valorarán: pero lo cierto es que está lejos de ser indiferente y que merece ser estudiado cuidadosamente por todos aquellos que se interesen por este aspecto particular de la tradición.[1]

Guénon ya había escrito sobre alquimia y hermetismo en otras ocasiones, sobre todo cuando se interesó por el libro de Julius Evola La tradición hermética.[2] Entonces afirmó que el hermetismo era una tradición de origen egipcio que se había transmitido a las culturas posteriores como una cosmología, pero no como una metafísica primordial. Y que la alquimia era cierta práctica de la cosmología hermética que, inevitablemente, debería comprenderse como una “alquimia espiritual”. Cuando se inició la correspondencia entre ambos, Cattiaux estuvo del todo deacuerdo con la idea de denominar hermetismo a lo que él acostumbraba a llamar alquimia, pues le pareció que eran estrictamente sinónimos. Pero sucedió de distinto modo con el resto de la argumentación. Cattiaux había estudiado  en profundidad el Dictionnaire mytho-hermétique de Dom Pernety, así como otras obras clásicas en las que el hermetismo y la alquimia definen una misma realidad. Sin embargo, y como explica Antoine Faivre,[3] los ocultistas apenas utilizaron el término hermetismo, y fue entonces cuando Evola lo recuperó. Aunque Evola escribió en italiano (o quizá por eso), el conjunto de estas variaciones se deben situar  en el contexto parisino, pues en la cultura anglosajona nunca dejó de usarse el término hermetismo.
En la correspondencia entre Cattiaux y Guénon, encontramos las siguientes reflexiones que se refieren a este tema. En primer lugar, Cattiaux escribe lo siguiente:

La palabra alquimia, tan desviada y confundida por todos o casi por todos con “la crisopeya” puede ser un espantajo para muchos; los términos “tradición primordial”, que le pertenece, o “gnosis”o “hermetismo” me parecen menos repelentes. La palabra alquimia me parece reservada para los “locos de Dios”, que son también los “sabios de Dios” ¡y existen muy pocos en el mundo”.[4]

A lo que contesta Guenon:

La palabra “alquimia” da lugar, en efecto, en la mayoría de gente, a la confusión a la que usted alude, y he tenido que señalarlo en varias ocasiones; creo que es la de “hermetismo” la que sería la más adecuada (o entonces se podría decir “alquimia espiritual” para evitar cualquier equívoco). “Gnosis” tiene un sentido mucho más amplio y, por otro lado, es fastidioso que muchos confundan “gnosis” con “gnosticismo”, lo que podría no ser la misma cosa. En cuanto a la “Tradición primordial”, la expresión no sería aplicable en este caso, pues se trata de una forma de tradición derivada, como es el caso, además, de todas las que se puedan conocer en la actualidad.[5]

De este diálogo se desprende no solo el hecho de dilucidar una cuestión nominalista, sino que también implica una comprensión del “acto simbólico” muy distinta en ambos autores. Mientras que, para Guenon, la unidad de todas las tradiciones solo se podía encontrar en lo no-manifestado, para Cattiaux esta unidad necesitaba complementarse con el proceso inverso, es decir, sería en lo manifestado donde actuaría la ciencia divina, dando como resultado una unidad en la manifestación última, y esta manifestación sería, justamente, la piedra filosofal, el Nombre, Cristo, aquello concreto e histórico que se conoce en la manifestación. Pues, si la verdad intrínseca a toda tradición espiritual tan solo se pudiera encontrar en lo no-manifestado, se negaría también la tradición alquímica, y con ella toda la tradición de la búsqueda del Dios manifestado, como apuntaron Basilio Valentín, Nicolas Valois, Cattiaux y tantos otros.
Así, el término hermetismo sería el más correcto para expresar la unidad de todas las tradiciones, pero a condición de que no se separe del término alquímico, como aparece en unas notas que Cattiaux apuntó en los márgenes de un libro de René Guenon titulado Aperçus sur l’Initiation, tal vez durante el mismo periodo en el que tenía lugar su relación epistolar.



[1] .  Noticias sobre la pintura de Cattiaux según sus contemporáneos: www.beyaeditions.com/documentation/traditionartethermetisme.htm.
[2]Formas tradicionales y ciclos cósmicos, Obelisco, Barcelona, 1984, pp. 99 y ss.
[3] .  Wouter J. Hanegraaff, Antoine Faivre, et al., Dictionary of Gnosis and Western Esotericism, Brill, Leiden, 2005, voz: Occult/Occultism.
[4] .  “Paris-Le Caire, Correspondance entre Louis Cattiaux et René Guénon de 1947 à 1950 », en Miroir d’Isis, 2011, p. 82.
[5]Ídem, p. 88.


sábado, junio 08, 2013

EL SÍMBOLO RENOVADO, de Raimon Arola




Libro importante del profesor Raimon Arola para la difusión del Mensaje Reencontrado, de Louis Cattiaux publicado por la editorial Herder. Reproduzco aquí su SÍNTESIS de presentación:



Hoy en día el símbolo se identifica muy a menudo con ciertos esoterismos de escasa profundidad intelectual, con una especie de magia infundada sin relación alguna con la religión o las ciencias humanas. La presente obra propone lo contrario, a saber, un esoterismo bien entendido que podría ser el vínculo que permita un diálogo interreligioso y globalizado. Se trata de una propuesta que no es nueva, pues ya ha brillado con luz propia a lo largo de la historia, sobre todo ene. Renacimiento, cuando la filosofía hermética pretendió reunir en torno al cristianismo las antiguas tradiciones paganas.
Para desarrollar dicha propuesta, el autor  se vale de un personaje especialmente singular: Louis Cattiaux, un creador polifacético que, como otros similares, la historia se empeña en marginar. Este filósofo, químico y alquimista, que hizo del arte una filosofía y de las vivencias una sabiduría, anticipó horizontes y anunció aquello que ahora, setenta años después, va viendo la luz. Así, en su obra convergen los elementos necesarios para una reflexión sobre el sentido del símbolo en el tercer milenio de la era cristiana, en un mundo globalizado y, a su vez, profundamente individualizado.

La semilla interdisciplinar de Cattiaux quedó depositada en un libro también inclasificable, El mensaje reencontrado. La presente obra es una exhortación al conocimiento de ese mensaje reencontrado o símbolo renovado, en el que las tradiciones de nuestros antepasados se aúnan con la experiencia personal. Raimon Arola pretende abrir un ámbito de estudio que permita recobrar la riqueza de los símbolos tradicionales y hacerlos presentes y vivos

miércoles, octubre 05, 2011

El Hilo de Penélope, tomo II, de Emmanuel d'Hooghvorst


Emmanuel d'Hooghvorst nació en Bruselas el 30 de abril de 1914, fue el mayor de seis hijos nacidos del barón Víctor d’Hooghvorst y de la condesa Marthe Descantons de Montblanc. Dejó este mundo el 17 de mayo de 1999.

Nuestro autor dedicó su vida al conocimiento de la auténtica tradición bajo diversas manifestaciones. Desde que cursó la carrera de Filosofía y Letras en Lovaina nunca abandonó la investigación y recuperación de los misterios del mundo grecorromano, sin dejar de profundizar en la esencia del cristianismo. A loscincuenta años aprendió hebreo y arameo con Rabí Joel Azquenazí, para ahondar en las enseñanzas de los cabalistas judíos y más tarde estudió árabe; pero fue sobretodo un infatigable recopilador y traductor de textos alquímicos.

Sin embargo, todo ello no hubiera trascendido la erudición más o menos brillante, sin un hallazgo que cambió su vida: en 1949 supo de la aparición de un libro insólito, titulado El Mensaje Reencontrado de Louis Cattiaux, un hombre semejante a tantos otros pero no igual. Emmanuel d’Hooghvorst conoció al autor y entabló con él una profunda amistad que no acabó con la desaparición de Cattiaux en 1953. Por ello, Emmanuel d’Hooghvorst afirma que El Hilo de Penélope ha sido sacado de El Mensaje Reencontrado, del que procede literalmente como un hijo de su padre. Los escritos de Emmanuel d’Hooghvorst son un comentario iluminado de la obra de Cattiaux.

El Hilo de Penélope, tomo II, es una antología de textos alquímicos presentados, anotados y en ocasiones traducidos por Emmanuel d’Hooghvorst entre los años 1955 y 1994. En él, el lector encontrará también un ensayo sobre el Arte de la Alquimia de Emmanuel d’Hooghvorst publicado en 1951.

martes, octubre 04, 2011

El Hilo de Penélope, tomo I, de Emmanuel d'Hooghvorst


Emmanuel d’Hooghvorst nació en Bruselas el 30 de abril de 1914, fue el mayor de seis hijos nacidos del barón Víctor d’Hooghvorst y de la condesa Marthe Descantons de Montblanc. Dejó este mundo el 17 de mayo de 1999.

Nuestro autor dedicó su vida al conocimiento de la auténtica tradición bajo diversas manifestaciones. Desde que cursó la carrera de Filosofía y Letras en Lovaina nunca abandonó la investigación y recuperación de los misterios del mundo grecorromano, sin dejar de profundizar en la esencia del cristianismo. A los cincuenta años aprendió hebreo y arameo con Rabí Joel Azquenazí, para ahondar en las enseñanzas de los cabalistas judíos y más tarde estudió árabe; pero fue sobretodo un infatigable recopilador y traductor de textos alquímicos.

Sin embargo, todo ello no hubiera trascendido la erudición más o menos brillante, sin un hallazgo que cambió su vida: en 1949 supo de la aparición de un libro insólito, titulado El Mensaje Reencontrado de Louis Cattiaux, un hombre semejante a tantos otros pero no igual. Emmanuel d’Hooghvorst conoció al autor y entabló con él una profunda amistad que no acabó con la desaparición de Cattiaux en 1953. Por ello, Emmanuel d’Hooghvorst afirma que El Hilo de Penélope ha sido sacado de El Mensaje Reencontrado, del que procede literalmente como un hijo de su padre. Los escritos de Emmanuel d’Hooghvorst son un comentario iluminado de la obra de Cattiaux.

El Hilo de Penélope, tomo I, constituye un compendio que reúne los principales artículos escritos por el barón d’Hooghvorst desde 1977 a 1999 y forman por sí mismos un corpus hermético.

El Libro de Adán, de Carlos del Tilo



Carlos del Tilo (Charles d’Hooghvorst, Bruselas 1924) es un conocido ensayista de los grandes temas de la espiritualidad tradicional. Como todo buen erudito, su preocupación le ha dirigido a profundizar en las raíces de su estudio, pues tal como afirmó su maestro Louis Cattiaux: “No basta con estudiar, también es necesario comprender lo que estudiamos. Y ¿para qué comprender, si no experimentamos en nosotros mismos la verdad de Dios?” (El Mensaje Reencontrado XVIII, 40).

En 1955 se instaló en España, cerca de Barcelona, donde residió hasta que partió de este mundo el 8 de Abril de 2004. Junto a un grupo de amigos interesados en la tradición creó, en 1978, la revista La Puerta [Retorno a las fuentes tradicionales]; desde ese momento dicha publicación no ha dejado de aparecer, ni Carlos del Tilo dejó de escribir; en la obra que el lector tiene entre sus manos se han compendiado los artículos relacionados con las tres grandes religiones monoteístas.

Durante muchos años, nuestro autor presentó y tradujo a los grandes maestros del hermetismo cuando, en nuestro país, apenas se sabía nada de cábala o alquimia. No hay duda de que los artículos y conferencias de Carlos del Tilo han formado a una buena parte de las nuevas generaciones de habla hispana interesadas en el hermetismo.

lunes, octubre 03, 2011

Utilidad del estudio del simbolismo en la mitología

Estudiar la mitología y su simbolismo equivale a estudiar las Escrituras, ya sean las sagradas, los libros santos o los libros Sabios, en este caso de los romanos o de los griegos, que a su vez tomaron de la simbología egipcia, como así lo repite a menudo Pernety en toda su obra.

En el frontis del templo de Delfos una sentencia griega decía: “Conócete a ti mismo y conocerás el Universo y los dioses”.

Las Escrituras reveladas de todas las naciones sólo hablan del misterio del hombre, que es Dios, y del misterio de Dios, que es el hombre.

El Mensaje Reencontrado[1] en el VIII, 29, dice: El conocimiento y dominio perfectos de uno mismo constituye el final del cambio.

Y en el IX, 59’: Sólo hay un conocimiento, una unión y un reposo verdaderos, que están en la fijeza realizada del fuego celeste.

Y en el XX, 2: Las santas Escrituras están completas desde su comienzo y cada nuevo Libro revelado no hace más que confirmarlas sin añadir ni suprimir nada al misterio del espíritu encarnado, que constituye su fundamento sagrado.

Carlos del Tilo, en el “Libro de Adán[2] (p. 46) dice respecto a la creación:

La segunda palabra del Génesis es bará, que significa “creó”. Así pues, se empieza por una creación. Pero, ¿de qué creación se trata? Estamos acostumbrados a pensar que la narración del principio del libro del Génesis habla de la creación del mundo, del universo en que vivimos. Esta manera de entender la Biblia es errónea, y fuente de incomprensiones y falsas interpretaciones, sobre todo cuando los científicos toman parte en el asunto.

No hay que entender que Dios creó este mundo en el estado que lo percibimos ahora, mezclado con la corrupción, el cual es en realidad el resultado de la transgresión adánica.

Por lo tanto todas las Escrituras de todos los tiempos y lugares están llenas de imágenes simbólicas para explicar el mismo misterio de diferentes maneras. Veamos lo que dice el mismo Carlos del Tilo (que en gloria esté) referente a los símbolos.

(Libro de Adán, p.25): […] el símbolo se dirige a la intuición de la fe y no a las especulaciones de la razón, puesto que encierra una realidad que sólo puede conocer aquél que la ha experimentado. Por ello, mientras el símbolo sea objeto de fe, el hombre no puede sino explicar un símbolo mediante otro, y corre así el riesgo de contentarse con este juego, olvidando que los símbolos sólo existen a fin de recordar los misterios de la ciencia divina.

(Libro de Adán, p. 26): Existe un símbolo esencial al que se refieren todos los demás de la ciencia sagrada, u este símbolo por excelencia es el hombre, creado “a imagen” (en hebreo, bidemut) de Dios. (Gen. V, 1)

(Libro de Adán, p. 27): Descubrir el símbolo, es decir, el hombre, consiste en reconocer la realidad física que encierra, y ello sólo es posible mediante la ayuda de Dios. Reconocer es “renacer con”, lo que implica una experiencia sensible. Los que han hablado o escrito respecto a este conocimiento experimental o gnosis se laman “conocedores”, porque describen este nacimiento y crecimiento naturales, y cada una de las imágenes que utilizan no son más que los símbolos de esta única experiencia, cuyo sentido no se puede descubrir sin haberlo experimentado.

(Libro de Adán, p. 29): Todos los símbolos se refieren a una realidad sensible, pero oculta, a la que todos podemos aproximarnos por la fe y que puede ser experimentada mediante una revelación de Dios.

Mensaje Reencontrado, II, 44: Cuando el símbolo es una realidad, es imposible descubrirlo sin la ayuda de Dios.

Y en el XXI, 55: Algunos prosiguen en secreto la búsqueda de Dios más allá de los símbolos y de las figuras, porque tienen sed de la realidad que se ve, que se toca y que se come. ¿Quién podría reprenderlos y quién osaría excluirlos de la Iglesia universal del Señor sapientísimo?

Y en el XXIV, 43: La decadencia de las religiones y de las iniciaciones proviene de que los guardianes, los creyentes y los buscadores toman los símbolos, las figuras y los ritos por el misterio mismo, cuando de hecho no son más que sus imágenes y sus recuerdos.

Los grandes poetas de todas las tradiciones y de todos los tiempos plasmaron en su legado el secreto de esta revelación siempre envuelta de un alo de hermetismo, esto lo manifiesta claramente Emmanuel d’Hooghvorst cuando dice:

Hilo de Penélope[3], t. I, p. 43: La intención de los grandes poetas de la antigüedad era la revelación y no la literatura, por lo que la función de los aedos era profética; ahora bien, no hay poesía sin musa, es decir, sin inspiración, en el sentido preciso de la palabra. Por otra parte, la palabra ‘poesía’ es la única que los griegos conocieron para traducir el sentido de “creación”.

Y en la página 57 dice: ¿Podemos dejar aún dormir largo tiempo, sepultadas en la ignorancia, las antiguas revelaciones cuyos herederos deberíamos ser? ¿Permaneceremos todavía mucho tiempo en la indigencia intelectual, sin pasado y sin recuerdo, es decir, sin educación? El hermetismo es una vieja historia, una historia que comenzó con la del mundo, y ¿acaso creemos poder obrar útilmente sin haber reconocido a nuestros antepasados?

Y en la página 103: Entre todas las formas de arte, la poesía es, ciertamente, la más digna de admiración aquí abajo, pues tiene como materia la más noble función humana: la palabra. La poesía, la verdadera, se confunde con la profecía. Los Antiguos no dudaban de que los poetas estuvieran poseídos por un ser divino: la musa. Sin musa no hay poeta. Los términos acompasados del decir poético eran los de un dios encarnado.

Y más adelante en la página 104, continúa: Pero esta poesía anuncia un arte todavía más noble que sólo encuentra su justificación en sí mismo en la gratuidad de un eterno reposo; es la fiesta en la que el rey púber se divierte y ríe en su Olimpo, tal es el Gran Arte al que aspiran, mediante las operaciones de la Gran Obra, los sabios quymicos: si escribimos este término con una Y bicorne ¿no será porque Virgilio, nuestro divino poeta recibió su saber y su arte de este cuerno?

Luego explica referente a esta Y, en la página 123: La Y es una letra de dos astas, una se inclina hacia la derecha y la otra hacia la izquierda. Es la imagen de las dos enseñanzas contenidas en la misma letra. Por el don del intelecto, los inteligentes escogen la vía de la derecha, es decir, que siguen el verdadero sentido. También se la llama vía estrecha porque es poco recorrida. Pero la mayoría permanece engañada por el sentido vulgar llamado también sentido siniestro, y guiada por la razón, sigue la vía de la izquierda que conduce al terrible Tártaro donde conocerá el furor del tártaro corrosivo.

Finalmente citaré de este autor un pasaje en el que se refiere a la alquimia:

Hilo de Penélope, t. I, p. 125: La genial alquimia se lee del silencio de una tierra condenada que es el infierno de los metales. Esta tierra sudó por el Arte y de este sudor nació la verdad: dicho sudor se cuece en pesado cuerpo que suena. Tal es el Arte nutrido por la naturaleza. Ni fe ni ley apartan de su perfume: es la vía del Santo Silencio. Un fuego secreto será allí la sal rara de los filósofos leída en un estudio en práctica bendita.

Como podemos comprobar Pernety también habla de este arte hermético en sus Fábulas[4], expresándose de la siguiente manera:

(Discurso preliminar, en el blog, “contradicción entre los autores”): El arte hermético, dicen los filósofos, es un misterio oculto para los que se fían mucho de su propio saber; pues es un don de Dios, que mira con buenos ojos y es propicio a los que son humildes y le temen, estos ponen toda su confianza en él y como Salomón, le piden con insistencia y perseverancia esta sabiduría que a su derecha tiene la salud y a su izquierda las riquezas; esta es la sabiduría que los filósofos prefieren a todos los honores y todos los reinos del mundo, porque es el árbol de la vida para aquellos que la poseen.

Más adelante, y como ejemplo de simbolismo, Pernety cita a Flamel hablando del fijo y el volátil y lo hace así:

(En el blog, “Más de Saturno”): Dice Flamel: Considerad estos dos dragones, ya que estos son los verdaderos principios de la filosofía, que los sabios no han osado mostrar ni nombrar claramente ni a sus propios hijos. El que está debajo sin alas es el fijo o el macho, el que está encima, con alas, es el volátil, la hembra negra y oscura que tomará el dominio durante muchos meses.

El primero es llamado azufre, o bien, calidez y sequedad, y el segundo plata viva o frialdad y humedad. Estos son el Sol y la Luna de fuente mercurial y origen sulfuroso, que por el fuego continuo se adornan con vestiduras reales para vencer toda cosa metálica, sólida, dura y fuerte, cuando son unidos y después transformados en quintaesencia.

En los misterios de Eléusis ya se mostraba, de una forma muy clara, este símbolo partido, uno arriba y el otro abajo, sirva también como ejemplo de mi intención en esta exposición:

Les Mystères d’Éleusis,[5] p. 91 : Dionisos, hijo de Zeus y de Perséfone, ha sido precipitado abajo por los Titanes que se han apoderado de él y lo han desmembrado, pero finalmente vuelve a su integridad.

[…] Dionisos ha sido desmembrado y después devorado por los Titanes; Zeus ha fulminado con sus rayos a los Titanes; de la ceniza producida por esta fulminación de los Titanes han nacido los hombres, y cada uno de loa cuales tiene en sí mismo una ínfima parte de Dionisos: este Dionisos encerrado en el cuerpo humano y en el mundo como en una prisión debe ser liberado con la ayuda del Dionisos que permanece arriba; así el hombre pasa de la vida titánica a la vida olímpica o vida única.

Vistas estas similitudes citaré de nuevo el Mensaje Reencontrado en la siguiente recomendación:

MR, XXXIV, 7’: Que nuestro espíritu no excluya ninguna Escritura inspirada de Dios, sino al contrario, que sean todas honradas en nuestras casas y en nuestros corazones.

Ya anteriormente nos profetizaba:

MR, XIX, 24: Cuando hayamos asido al Señor por su cabellera dorada, cuando haya transfigurado nuestra miserable cabaña en palacio, cuando se haya convertido en nuestro compañero victorioso e indefectible, entonces bendeciremos con conocimiento de causa las Escrituras santas de todas las naciones y alabaremos a Dios y a su obra sin libros ni instructores.

Mientras tanto no creo que sea inútil estudiar la revelación en las Escrituras de todas las tradiciones o al menos de las que nos caigan en las manos.

Salud.


[1] . El Mensaje Reencontrado, de Louis Cattiaux, Ediciones Herder, Sirio, Arola Editors, Claret, Obelisco, Madras, Rondas, Denoël, etc.

[2] . El Libro de Adán, Carlos del Tilo, Arola Editors, Tarragona 2002.

[3] . El Hilo de Penélope, Emmanuel d’Hooghvorst, ediciones: La Table d’Émeraude, Arola Edotors, Claret.

[4] . En este mismo blog, Las Fábulas Egipcias y Griegas, Dom Antoine-Joseph Pernety, traducido de la edición de Chez Delalain l’ainé, Libraire, París, 1786.

[5] . Les Mystères d’Éleusis, Victor Magnien, Ed. Payot, París, 1950.

domingo, septiembre 18, 2011

Creer lo Increible, de Raimon Arola


Presentación:

A partir de las presentaciones redactadas por Emmanuel y Charles d’Hooghvorst a propósito del Mensaje Reencontrado de Louis Cattiaux, Raimon Arola, profesor de la Universidad de Barcelona, describe el encuentro de estos tres hombres. Habla de una amistad ejemplar, fundamentada no en un sentimiento humano, sino en el contenido de la obra misteriosa de Louis Cattiaux.

Los hermanos d’Hooghvorst fueron los depositarios de un tesoro de sabiduría nacida de una experiencia increíble y por sus reflexiones demostraron que el libro “nuevo” de Cattiaux, poseía el mismo fundamento que la “antigua” sabiduría que las religiones clásicas. Una hipótesis difícil de creer en nuestros días y de aquí la dedicatoria que abre el Mensaje Reencontrado: “Este libro no es para todos, sino sólo para quienes les es dado creer lo increíble”

jueves, mayo 19, 2011

Nueva edición del Mensaje Reencontrado



He aquí la nueva edición del Mensaje Reencontrado de Louis Cattiaux, asumida por la editorial Herder. Esta es la portada y la síntesis presentada en la contraportada. Es de agradecer la aparición de esta edición en castellano pues las anteriores estaban agotadas.

Síntesis

El Mensaje Reencontrado es un libro que puede hablar tanto al corazón como al espíritu y para comprenderlo sólo es necesario establecer una verdadera fraternidad con él, puesto que, en cierto modo, es una obra mágica, que responde cuando se la interroga. Pero también contiene el misterio del conocimiento del hombre y para penetrarla es necesaria la gracia. Hay aquí una iniciación y una mística estrechamente unidas que forman la enseñanza misma de la religión. No se trata de una nueva revelación a la moda de nuestro tiempo, sino el recuerdo de la tradición antigua contenida en las Sagradas Escrituras.

jueves, febrero 21, 2008

VIRGILIO COMENTADO POR LOS ALQUIMISTAS

(Traducción del artículo de Hans van Kasteel aparecido en el nº 2 de la revista digital de http://www.beyaeditions.com/ )

La verdad se oculta bajo el velo de las fábulas y las parábolas, es necesario un espíritu muy recto y muy penetrante para descubrirla, así como se precisa un ojo muy ejercitado para reconocer el diamante bajo la envoltura que lo protege.
Louis Cattiaux[1]

Introducción
Los Antiguos llaman hermética a la reina de las ciencias, porque la atribuyen a Hermes, o química, porque en ella interviene una fusión metálica (χυμεία en griego), que engendra lo que ellos llaman su “piedra”, cuyos efectos son tan numerosos como maravillosos. Los filósofos siempre la han enseñado mediante términos ambiguos, para ocultar deliberadamente a la misma vez la materia sobre la que obran y su modo operativo. Y en efecto, la naturaleza del secreto suscita una doble reacción en los hombres: los más amantes buscan verla exitosamente penetrándola; los otros se definen ellos mismos negándola o ignorándola.
Cuando Emmanuel d’Hooghvorst, en el Hilo de Penélope, comenta los poemas de Homero, de Virgilio y de Ovidio según el sentido alquímico, renueva una tradición interrumpida desde hace dos siglos. En 1786 el sabio benedictino Dom Antoine-Joseph Pernety publicó las Fábulas egipcias y griegas, desveladas y reducidas a un mismo principio, seguidas un año más tarde por el Diccionario mito-hermético. El autor reagrupa allí, en un conjunto homogéneo, la interpretación hermética de los antiguos mitos: los mitólogos se entregarían eternamente a la tortura antes de conseguir explicar a Homero de una manera satisfactoria, si otorgan a Homero otras ideas que no sean éstas.[2]
¡Ay de mí! La mayor parte de los mitólogos y otros comentadores actuales de los antiguos poetas a menudo no tiene la menor noción de lo que es un filósofo hermético. Incluso ignoran la existencia de los innumerables escritos que dan testimonio de la realidad experimental de la ciencia alquímica.
Así Maurice Rat, estimable especialista y traductor de Virgilio, consagra muchas y detalladas páginas a la impresionante influencia literaria que ha ejercido la Enéida durante veinte siglos.[3] Pero ni una sola palabra sobre los numerosos comentadores que han indicado el sentido…
Toda la antigüedad clama al unísono que los poetas son filósofos y que sus versos vehiculan una doctrina. ¿No sería, por lo menos, sorprendente que un Virgilio decidiera de pronto romper con esta concepción para escribir solamente futilidades? Se rebatirá quizás que a parte de los aspectos mitológicos de su obra y del inigualable encanto poético se le descubre también la historia, la agricultura, la astronomía, la alegoría, así como la filosofía pitagórica y platónica… Precisamente, según los filósofos, estas son las vestiduras que velan la enseñanza del poeta:
Se puede decir todo de esta venerable piedra. Es por ello que los filósofos de este arte, en todas sus ciencias y obras, han hecho alusión a la ciencia de esta piedra hablando de manera mística.[4] Esta ciencia, pues, no ha descuidado ninguna cosa para apropiársela y asimilarla. Esto no es un inconveniente, puesto que todo lo que es y lo que no es lo adopta este divino arte como términos que le son propios, y habla de todo analógicamente en sus libros. Todos los otros artes son capaces de la misma cosa respecto a ello, tanto la filosofía como la astrología, la geomancia y el arte de las imágenes, como dicen Balgus y Morien en La Turba de los Filósofos […] Es preciso añadir aun toda la poesía, a la vez histórica y fabulosa, como aparece en los libros de Virgilio y Ovidio. Todo lo que concierne, pues, a la creación del mundo y las transformaciones, tan extrañas como imposibles, en el libro de las Metamorfosis de Ovidio y en los otros que han tenido esta ciencia, se refiere allí. Pero aquellos que las leen considerando solamente la superficie sólo ven en ellas asombrosas fábulas y no gustan nada de su raíz.[5]

Se podría multiplicar este género de testimonios que exhortan a buscar, tras los adornos del relato, infinitamente variados, la intención única de los poetas filósofos:
Morien dice: “Si examinas correctamente lo que te diré, así como el testimonio de los Antiguos, conocerás bien y claramente que concordamos todos en una sola cosa, y que en todo lo que decimos proferimos la verdad etc.” Todos tienen esta misma intención. Entre ellos están, por ejemplo, Hermes Trismegisto, padre y profeta de los filósofos, Pitágoras, Anaxágoras, Sócrates, Platón, Demócrito, Zenón, Heráclito […] Homero, Virgilio, Ovidio, y otro gran número de filósofos y amantes de esta verdad, de los que sería muy largo y pesado escribir sus nombres.[6]

Sin embargo, se podría reprochar a estos Sabios, el haber multiplicado demasiado las ficciones para expresar un mismo tema; formaron una recopilación de fábulas en cuya densidad es muy difícil distinguir el objeto o el hecho que quisieron expresar.[7]

¿No sería deseable que también en las escuelas y las universidades se abordara la intención de los antiguos poetas?
Entre los filósofos que atestiguan el hermetismo de Virgilio, se encuentran nombres tan prestigiosos como los de Augurel, Basilio Valentín, Robert de Valle, Ireneo Filaleteo, Marsilio Ficino, John Dee, Jean d’Espagnet, Paracelso, Thomas Vaughan, Blaise de Vigenère, Michel Maier, Barent Coenders van Felpen; etc., la lista no tiene fin. A menudo estos autores se contentan con citar algunas palabras, uno o dos versos, sacados de las Bucólicas, las Geórgicas, o de la Enéida, para ilustrar sus propios dichos; más raramente comentan todo un pasaje de Virgilio casi palabra a palabra, a la manera de los rabinos explicando la Escritura versículo a versículo.
El pasaje que sobradamente ha suscitado más numerosos y más profundos comentarios es sin duda el famoso ramus aureus [ramo de oro]. Eneas desea visitar a su padre Anquises en los infiernos y la Sibila de Cumas le da el siguiente consejo:
Comprende lo que es preciso hacer primero. En un árbol opaco se oculta un ramo de oro, así como sus hojas y flexible tallo. Se dice que está consagrado a la Juno infernal. Todo el bosque lo cubre, y las sombras lo encierran en oscuros valles. Mas no está permitido penetrar en las cosas ocultas de la tierra antes de haber desprendido del árbol los frutos de cabellera de oro. He aquí el presente que le es propio y que la bella Proserpina ha decretado que se le traiga. Arrancado el primero, el otro de oro no falta y la rama se cubre de hojas de un metal semejante. Busca, pues, decididamente con tus ojos, y como conviene, cuando lo hayas descubierto cógelo con tu mano. Pues por él mismo, de buena gana y fácilmente te seguirá, si los destinos te llaman; de otra manera no podrás vencerle por ninguna fuerza ni arrancarlo con el duro hierro.[8]

Incluso si se le negara al poeta la cualidad de filósofo hermético para el resto de su obra, sólo la mención de este metal vegetal debería atraer la atención del lector despierto. El más bien escéptico quimista Borrichius no puede evitar escribir:
Estos versos producidos por la profetisa de Cumas concernirían a la materia del magisterio químico, según el parecer de diversos autores: Robert de Valle, Glauber, y otros. Es innegable que bajo el velo de esta fábula se encuentra un sentido oculto, quizás desconocido para el mismo Virgilio […]. Para recordar lo que es este ramo de oro hemos recurrido primero a lo que escribe el erudito Acosta en su Historia natural (IV, 1): “Los metales son como plantas ocultas en las entrañas de la tierra, y en ellos hay una similitud en la manera de producirse, puesto que se ven también sus ramas y como un tronco del que ellas salen; de alguna manera parece que los minerales crecen como las plantas”.[9]

Vayamos a los comentarios más particularmente alquímicos de estos versos. Existen por lo menos tres que siguen el texto casi palabra a palabra. A mitad del siglo XVI, Giovanni Bracesco fue el primero en dar una interpretación más detallada y sustancial.[10] Fue seguido en esto, a principio del siglo XVII, por Michel Maier.[11] Medio siglo más tarde, Luigi dei Conti los imitó en un comentario aun más largo y particularmente esmerado.[12]
En el marco de este artículo nos es imposible abordar todos los aspectos exegéticos de estos comentarios, o de aquellos que expresamente no hemos citado. Nos contentaremos con proponer aquí una traducción anotada del texto de dei Conti, excelente ejemplo de lo que puede revelar una lectura hermética de Virgilio. Él resalta que el poeta mide perfectamente el sentido de los propósitos prestados a la Sibila, y que practica todo excepto un ejercicio de estilo.

Comentario de Dei Conti sobre el relato del ramo de oro

Aun no hemos descubierto a nadie que haya expuesto más claramente la doctrina, ocultándola bajo una concisión de lenguaje también admirable, como la Sibila de Virgilio. Hemos dado una interpretación en nuestro Edipo consolador, con otras muchas explicaciones parecidas. Hemos pensado transponer aquí este pasaje pensando que ello no molestará ni a aquellos que buscan este arte ni a todos los que hacen profesión de literatura humanista. Creemos que esta interpretación aclarará un poco las palabras de Geber citadas anteriormente. He aquí pues, el decir de la Sibila:

Coge[13] lo que es preciso perfeccionar primero

“Coge”, dice ella, no solamente con la mano, sino con el espíritu. Es con éste que se coge no solamente la materia, sino también la manera de operar sobre ella “lo que es preciso perfeccionar”, y esto desde el principio, por lo tanto “primero”[14]. Por otro lado ella no dice “hacer” (agenda) sino “perfeccionar” (preagenda), porque se ha de cumplir perfectamente la obra, o más bien las obras;[15] pues hay muchas, aunque se hagan de la misma manera y tiendan al mismo objetivo. He aquí por qué Morien, tras haber calificado primero la operación de única, la llama después doble, puesto que la una, añade él, es como la otra.

En un árbol opaco se oculta un ramo de oro, con las hojas y el tallo flexibles.

Aquí hace alusión al mismo tiempo a la materia y a la operación. Llama a la materia “ramo de oro”; “ramo” y no “árbol”, porque no es preciso coger todo el árbol, sino lo que sale del árbol natural, y el ramo procede de él como por el cultivo del arte. Este ramo es “de oro” (aureus, “auré”), no porque sea de oro sino porque tiene una afinidad con el oro, que busca imitar la naturaleza del oro, y como el alimento del oro, que le permite crecer como un vegetal, le es muy agradable. Este ramo es ocultado de dos maneras, tanto por la naturaleza misma, que es recelosa a la mirada de los mortales y que lo oculta en medio de maravillosas envolturas, como por aquellos que poseen el arte, y que lo ocultan no con menos celo. La Sibila designa la primera ocultación por el verbo latet “se oculta”, la segunda por el siguiente verbo, tegit, “cubre”. Pues se oculta naturalmente en tres sustancias, cada una de las cuales tiene su propia operación. Géber las llama “órdenes”; Senior, el noble filósofo árabe, las llama “tierras”: tierra de perlas, tierra de hojas y tierra del oro; Llull, en el capítulo 62 de la “Teoría” del Testamento, las llama tres “fermentos”, tres “mercurios”, tres “tierras”.[16] La Sibila, maravillosamente, hace alusión a estas tierras casi con las mismas palabras, diciendo que el ramo se oculta en un “árbol opaco”, en sus “hojas” y en un “tallo flexible”:[17] “árbol opaco” porque lo que da salida a las perlas es todo tenebroso y verdeante; “hojas” a causa de los colores, en particular el verde; finalmente el “tallo flexible” para designar la tierra del oro, porque siendo flexible a causa de la superfluidad terrestre, se vuelve blando.

Se dice que está consagrado a la Juno infernal.

Este ramo es consagrado a la naturaleza subterránea, es decir metálica, no a la vegetal ni a la animal. La razón por la cual calificamos a la materia de metálica es que está consagrada sólo a la naturaleza de abajo (infernae, “infernal”), no a la de arriba, que es luminosa, ni tampoco a la celeste. Luego se añade lo concerniente a la ocultación de los escritos:

Todo jugo[18] lo cubre y las sombras lo encierran en oscuros valles.

“Todo jugo”, es decir, todo libro[19] y tratado “cubre” este arte en medio de maravillosas envolturas, expresiones místicas, parábolas simbólicas, cabalísticas, enigmáticas y de toda clase de oscuridad, así como los mismos maestros lo afirman; Géber por ejemplo dice: “Lo hemos confiado a un género de discurso que sólo puede ser comprendido por el Espíritu de Dios el Altísimo, bendito, sublime y glorioso, y por nosotros que lo hemos descrito, o incluso por aquel que tiene la gracia de la bondad divina infusa”. Y un poco más lejos: “Transmitimos sólo a nosotros, y no a los otros, el arte que sólo nosotros hemos buscado, que no es menos verdadero y cierto”.[20]

Pero no está permitido penetrar en las cosas recubiertas de la tierra, antes de que se hayan desprendido del árbol los frutos de cabellera de oro.

Lo que ella había llamado un poco más arriba “ramo de oro” ahora lo llama “frutos con la cabellera de oro”, para mostrar evidentemente que se trata de una producción del árbol, no del árbol mismo, como ya lo hemos dicho. Esta producción tiene la “cabellera de oro”, y esto confirma lo que habíamos anticipado, a saber, que no se trata de hablar propiamente del oro (aurum) , si no más bien de una “cabellera de oro” (auricoma), es decir, de una materia que comporta las propiedades que en lo posible a él se asemejan.[21] También hace una alusión suficientemente clara a la operación mediante el verbo “desprendido”, como más abajo mediante el verbo comparable “arrancado”, y aún más abajo por “cogido”. Estos tres verbos tienen la misma resonancia e indican que este fruto debe ser arrancado por una mano de partera, en tanto que la naturaleza misma lo permita y consienta en ello espontáneamente, tal como lo enseñará más adelante. Si no se tiene este ramo todo acceso al conocimiento de la naturaleza permanece absolutamente cerrado. En efecto, no se tiene permiso de penetrar lo que la naturaleza hace en secreto bajo la tierra, ni de alcanzar otras cosas muy admirables y muy sublimes, pero no menos “recubiertas”, indeterminadas y ocultas, más que cumpliendo el arte y la naturaleza sobre la tierra,[22] a menos que se sepa toda esta obra completamente y perfectamente, sin tener duda ni vacilación. Pues la opinión no vale nada en este arte; lo que se requiere es la ciencia infalible conocida por la experiencia que no engaña.[23]

He aquí el presente que le es propio, y que la bella Proserpina ha decretado que se le traiga.

Es como si dijera que esta materia y esta operación son exigidas por un fatal decreto de la divinidad; y todo esto ella lo llama “presente”, según el decir del sabio: Dios ha puesto esta cosa que no se puede comprar a ningún precio, sino gratuitamente, por un ligero trabajo de las manos, y por una virtud de espíritu absolutamente hercúlea. Es el don específico de Dios, como afirman todos los autores. También Orfeo hablando de este arte lo llama a menudo “don” y “presente”. A propósito de este “presente” ella añade que le es “propio”, es decir a Proserpina, o a la naturaleza, y esto para mostrar que no se trata de una obra del arte sino solamente y únicamente de una obra de la naturaleza, a condición sin embargo de que el arte preste las manos de partera. Por “Proserpina” designa a aquella que las naciones tenían por la diosa de las riquezas y la esposa de Plutón. Ella la llama “bella” por alusión a la materia misma, y a la operación, dotada de una tal belleza que si un enfermo moribundo la mirara remitiría fácilmente de su dolencia, como así lo afirma Jean de Lusnior. También puede designar la claridad, el esplendor y la pureza, que anuncian de antemano la rectitud de la obra, según el decir de Morien: Considera si puedes dirigir rectamente una cosa pura y muy limpia; de lo contrario la operación se demostrará ineficaz. Aquel, pues que intente acceder a “Proserpina”, es decir, a este arte muy bello y casi divino, debe necesariamente y previamente proveerse del susodicho “presente”.

Arrancado el primero, el otro, también de oro, no falta, y el tronco se cubre con hojas de un metal parecido.

Aquí ella no declara la multiplicación,[24] sino la primera fermentación, como así la llaman los artistas. Pues hay dos ramos: el primero es como la corteza del árbol, inútil, y se ha de rechazar, este sale en primer lugar; “el otro”, “de oro” sería igualmente inapropiado para acercarse a Proserpina si no estuviera enriquecido con el alma del oro. Algunos los califican de “azufres”, de los cuales el segundo, que es incombustible, es reforzado por la fermentación del oro, sin que este falte. Es por lo que dice: El otro, de oro, no falta si el primero ha sido arrancado, sino que crece “en un metal semejante”, produce un retoño más digno y propaga una especie con la semejanza de una “verga”, es decir, de una planta, lo que indica con la frase: “se cubre de hojas”. Diciendo que ello se hace de “un metal semejante” (simili), ella muestra que el susodicho “ramo de oro” no es de oro, sino que crece al mismo tiempo (simul) que aquel que, por esta razón, es dotado con el nombre de “metal”.[25]

Búscalo, pues, decididamente con tus ojos y como conviene, y cuando lo hayas descubierto cógelo con tu mano.

Por la expresión “busca decididamente” ella insinúa la dificultad que también ha indicado Géber más arriba, en el mismo pasaje: Siendo apremiante la obra, que se sea asiduo sobre esta obra etc. Pues esta operación necesita un esfuerzo asiduo y apremiante. Es preciso “pues” escrutar “decididamente”, es decir, con profundidad, largo tiempo, mediante una búsqueda laboriosa, con el espíritu y las manos, y con los “ojos” del espíritu a la vez que con los del cuerpo, porque la operación está dirigida por signos demostrativos, y su perfección o imperfección es manifestada por la visión ocular. Es lo que hace decir a Géber en la Suma de perfección (I, 2): Decimos pues, que si no se tiene los órganos completos no se podrá llegar al cumplimiento de esta obra, por ejemplo si se es ciego o que se tengan las extremidades mutiladas, puesto que no sería ayudado por lo miembros por los cuales el arte se perfecciona, y que son como los servidores de la naturaleza.[26] Es por lo que ella añade: “y como conviene, y cuando lo hayas descubierto”. En otras palabras, se habrá de descubrir este ramo mediante una búsqueda mental, larga, continua y penosa, después igualmente “como conviene” es asiéndolo manualmente, cogerlo del árbol suavemente y con gran ingeniosidad[27] al retirarlo, con las seducciones y caricias que convienen a su naturaleza. La fórmula “como conviene” debe ser, pues, relacionada tanto al verbo “descubierto” como a “cógelo con tu mano”. Finalmente ella da la razón de ello:

Pues por él mismo, voluntariamente y fácilmente te seguirá, si los destinos te llaman; de lo contrario no podrás vencerlo con ninguna fuerza, ni arrancarlo mediante le duro hierro.

Con estas palabras indica la increíble facilidad de la obra, para los que saben el arte. El conde Bernardo lo confirma cuando dice: Es muy fácil, mira hasta que punto es fácil que si yo lo dijera con palabras claras, o si hiciera una demostración ocular, a penas podrías creerlo.[28] Pues “por él mismo”, por un esfuerzo casi espontáneo el arte desea extraerse de las entrañas y las cortezas donde, por su naturaleza, es retenido y apartado de su efecto. Es pues, él mismo que lo quiere, y exulta como un gigante para recorrer el camino, si los “destinos” son favorables, es decir, si Dios primero, después la fortuna y la propia disposición no se oponen a ello. Pues de lo contrario no se podrá conseguir jamás, sea cual sea el esfuerzo o la violencia que se emplee. En efecto, esta cosa no se adquiere por la “fuerza” como dice el sabio: Mas tu derecha[29] maravillosamente te guiará hacia la verdad, hacia la mansedumbre y hacia la justicia, y así la luz se alzará para el justo, y la alegría para aquellos que tienen el corazón recto.
[1] . Le Message Retrouvé, III, 17, en: Louis Cattiaux, Art et hermétisme, Beya, Grez-Doiceau, 2005, p.55. [también en castellano, por ejemplo, ed. Sirio, Málaga 1996, o en catalán, Arola Editors, Tarragona 2005, o en portugués, ed. Madras, Sao Paulo 2005. (entre otras traducciones).]
[2] . Dom A.-J. Pernety, Dictionaire myto-hermétique, Denoël, París, s. d., p. 160, s. v. «Homero ». [Hay una traducción al castellano de S. Jubany en ed. Indigo, Barcelona 1993.]
[3] . Cf. M. Rat, Virgile, L’Énéide, Garnier, Paris, 1965, p.22-25.
[4] . En latín, mystice : de una manera que trata los misterios, los mistes iniciados.
[5] . Pierre le Bon « Nouvelle Perle précieuse », en : Theatrum chemicum, t. v. Zetzner, Strasbourg, 1660 (reeditado en Bottega d’Erasmo, Turin, 1981), pp. 592-593.
[6] . Pierre le Bon, op. cit., p. 639.
[7] . Fabre du Bosquet, Concordance mito-physico-cabalo-hermétique, ed. Mercure Dauphinois, Grenoble, 2002, p. 63. [hay una traducción en castellano, también prologada por Charles d’Hooghvorst, en ed. Obelisco, Barcelona 1986, p. 127.]
[8] . Virgilio, Enéida, VI, 136-148. Nuestra traducción es casi literal.
[9] . Olaus Borrichius, Disertación sobre el nacimiento y el progreso de la química, en: J.-J. Manget, Biblioteca chemica curiosa, t. I, Chouet etc., Genève 1702 [reed. Arnaldo Forni, Naple, 1976], p. 25. Se comparará este comentario al de Michel Maier, en su Symbola aureae mensae doudecim nationum, Jennis, Francfort, 1617 [reed. Akademische Druck- und Verlagsanstalt, Graz (Autriche), 1972], del que una traducción parcial, a saber del capítulo consagrado a Virgilio, ha aparecido en la revista Le Fil d’Ariane, nº 3, Walhain-St-Paul, 1973, pp. 44 ss. (trad. C. Froidebide); citamos el extracto siguiente (p. 46): ¿No es en un “sombrío árbol”, es decir, en las mineras dispersadas bajo la tierra a semejanza de las ramas y de las raíces de los árboles (por lo que algunos también llaman “árboles subterráneos” a las vetas de los minerales extendidos en la tierra como los árboles) que se oculta un ramo cuyas hojas y flexible tallo son de oro?
[10] . Cf. G. Bracesco (Johannes Braceschus), “Le Bois de vie”: J.-J. Manget, op. cit., t. I, p. 914-915.
[11] . Cf. M. Maier, op. cit., (supra, n. 9).
[12] . Cf. L. dei Conti (Ludovicus de Comitibus), “Elucidación de los metales y las obras metálicas de la naturaleza”, en: J.-J. Maget, op, cit., t. II, pp. 839-840.
[13] . En latín: occipe, palabra que ha tenido fortuna en la literatura alquímica en la encabeza innumerables “recetas”. Se la traduce generalmente por “toma”; sería quizás más conforme a la intención de los autores traducir “recibe”. Cf. E. d’Hooghvorst, Le Fil de Penélope, t.I, Table d’emeraude, Paris, 1996, p. 116 [en el castellano El Hilo de Penélope, Arola Editors, Tarragona 2000, p. 122] (a propósito de aquellos que consultan a la Sibila): Igualmente, muchos buscadores, a falta de la santa cábala, que es la única que permite la comprensión de los textos herméticos, han odiado la alquimia y considerado imposible la Gran Obra. Recordemos que la palabra “cábala”, de origen hebreo, significa “recepción de un don”-
[14] . La palabra prius, “primero” no tiene equivalente exacto en francés, en el sentido que designa un primer tiempo seguido solamente de un segundo. Relacionándola con “coge” se puede comprender que se ha de coger “primero” con el espíritu, después con la mano. Relacionándola con “perfeccionar” se puede comprender que hay dos perfecciones. Pues un poco más lejos la operación es calificada de “doble”. L. Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, XXXVII, 41 y 41’ (op. cit., p.407), evoca “la perfección de la obra humana”, después “la perfección de la obra divina”.
[15] . Paragenda, es un plural; se puede comprender: “obras (opera) a perfeccionar”.
[16] . Cf. Pseudo-Raymon Lulle, El Testamento, Beya, Grez-Doiceau, 2006, p. 111 (cap. 63): En el presente, hijo mío, tengo la intención de decirte en resumen la naturaleza de los fermentos, de las aguas, de nuestras paltas vivas, que todas son una sola cosa y una sola naturaleza, y hablar también de nuestras tierras. Te digo que todo esto no es más que una sola cosa que, según las operaciones, se distingue en tres.”
[17] . Lectura extraordinariamente precisa del texto, conforme a la manera rabínica de leer la Escritura. En efecto, Virgilio escribe: Latet arbore opaca aureus et foliis et lento vimine ramus, cuyo sentido más literal es : « El ramo de oro se oculta en el árbol opaco y en las hojas y en el tallo fexible”.
[18] . En lugar del tradicional lucus “bosque”, nuestro texto da dos veces succus, variante de sucus, “jugo”, “savia” , o de soccus, “calzado”, “zapatilla”, particularmente la del comediante, de donde viene el sentido de comedia”. ¿Se trata quizás de una lección propuesta por el comentador, un vez más a ejemplo de los rabinos cabalistas que a veces y a voluntad se toman ciertas libertades en relación con el texto canónico de la Escritura? O ¿sólo se trata de un error de transcripción? Observemos la etimologíamtradicional de lucus: “El lucus, “bosque” es un lugar donde los árboles por su densidad, privan de luz (lucem) al suelo. Se trata de una especie de antífrasis: en el lucus no hay nada de luz (non luceat).” (Isidoro, Etimologías, cf. ib. I, 37, 24 y XIV, 8, 30) Esta definición concuerda a la vez con el contexto del relato y con el comentario que sigue.
[19] . “Libro”, en latín liber, palabra cuyo primer sentido es “corteza”.
[20] . Se encontrará un comentario parecido en Jean d’Espagnet, La Obra secreta de la Filosofía de Hermes, canon 15, en J.-J. Manget, op. cit., t. II, p. 651: Que el lector estudioso tenga cuidado con los múltiples significados de las palabras. Pues los filósofos explican sus misterios con rodeos engañosos y mediante discursos con doble sentido, incluso contradictorios generalmente, por el cuidado de no degradar o destruir la verdad sino más bien de envolverla y ocultarla. Es por lo que sus escritos están llenos de palabras ambiguas y de homónimos. No se aplican a nada con tanta energía como a ocultar su “ramo de oro”al que “todo el bosque cubre” y “la sombras encierran en oscuros valles”. Cf. también la traducción de Bachou en: J. d’Espagnet, La Filosofía natural restituida en su pureza, Beya, Grez-Doiceau, 2007, p. 131. [también en castellano en ed. Indigo].
[21] . Probablemente en el texto latín hay un juego de palabras difícil de traducir. El término coma, en griego Κόμη, “cabellera”, parece emparentado con el verbo Κομίζειν, “transportar”, de donde vendría la interpretación de auricoma como materia que comporta (gerentem) las propiedades del oro.
[22] . Otra interpretación literal y remarcable: las palabras telluris operta, “ cosas recubiertas de la tierra”, no designan necesariamente o únicamente a aquellas que la tierra recubre.
[23] . En un manuscrito de los Comentarios sobre la Enéida de Servio, se encuentra una nota en el margen, a propósito del verso VI, 137, que dice: Para algunos el ramo designa místicamente la ciencia, y el oro la claridad de la sabiduría; es así como se entra en los infiernos, es decir, que se escudriña los secretos de la ciencia. En efecto, Bracesco, El Bosque de vida, en : J.-J Manget, op. cit., t.I, p. 915, escribe: Dado que el conocimiento de esta ciencia es muy profundo y que es guardada, según Géber, en la potencia de Dios, el poeta dice que es preciso buscarla en todas sus fuerzas.
[24] . Evidente alusión al comentario de Maier (loc. cit.,p. 47): Siendo arrancado un primer ramo, etc. Esto hace alusión a la multiplicación al infinito, que en particular concierne al arte químico. Los alquimistas, como los cabalistas, a menudo parece que se contradicen. A propósito de esto L. Cattiaux en el Mensaje Reencontrado, I, 46 (op. cit., p. 39), da un precioso consejo: El que es inteligente compara minuciosamente las palabras de los sabios para descubrir el lugar donde todos concuerdan.
[25] . Metallum, en griego μέταλλον, viene de μετά, “con” o “contra”, y άλλος, “otro”. Allí donde se descubre una beta, otra se encuentra en las proximidades, y esto en casi todas las materias; de donde se piensa en el nombre de metalla que los griegos han dado a los metales. (Plinio el Anciano, citado por Jean Chrysippe Fanien, El arte de la metamorfosis metálica, en Theatrum chemicum, t. 1, Zetzner, Strasbourg, 1659 (reeditado en Bettega d’Erasmo, Turín, 1981, p. 33).
[26] . Cf. J. Mangin de Richebourg, Bibliothèque des philosophes chimiques, Beya, Grez-Doiceau, 2003, t. I, p. 138.
[27] . En latín: suaviter et cum magno ingenio, palabras tomadas de la Tabla de Esmeralda: Separarás la tierra del fuego, lo sutil de lo espeso, suavemente, con una gran ingeniosidad,
[28] . Cf. J. Mangin de Richebourg, op. cit., t. I, p. 467, donde Bernardo añade : Pero hay un poco de dificultad en entender nuestras palabras y saber la verdadera intencón.
[29] . Dextra: alusión a la vía derecha. Cf. E. d’Hooghvorst, op. cit., p. 117: Era conveniente que fuera la Sibila quien indicase a Eneas la vía de la derecha. Señalemos que dextra (o dextera) es un vocablo deribado de dare, “dar” (Isidoro, Etimologías, XI, 1, 67), y que en griego, δεξιά o δεξιτερά, “mano derecha” está emparentada con el verbo δεξιοϋσθαι, “recibir” (cf. Homero, Odisea, I, 121, con el comentario de Eustatio). La palabra cábala, “recepción” tiene exactamente el sentido de la palabra “tradición”, del latín trajere, “transmitir de mano en mano” (E. d’Hooghvorst, op. cit., p. 238). La doctrina tradicional, diría Rabelais, es “dada como de mano en mano así como una religiosa cábala”.