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jueves, 17 de mayo de 2012

HOW I ENDED THIS SUMMER

UN ABRAZO SÍ HACE VERANO

Es este un trabajo de extraña composición fílmica, nutrido al mismo tiempo por paisajes anímicos fantasmales y por  un estilo sublime que recubre la rudeza telúrica dispuesta para desunir y unir los personajes y su juego. Sencillez y rusticidad obran como contenedoras de las agrestes fuerzas -que  se dejan ver calmas en una primera parte- ilustradas por  esplendorosos fondos fotográficos; se trata de un magno largometraje que extraña lo entrañable en una atmósfera hostil para el encuentro tosco de dos soledades, para una pugna de saberes retenida  al principio por el dominio del más fuerte.

Dos hombres, uno maduro y uno joven se ven obligados a convivir en una estación meteorológica del ártico; sólo los acompaña la inmensidad de los paisajes blancos y helados, más el susurro de las ráfagas de brisas a falta de  camaradería entre ambos.  Las diferencias entre los dos solitarios personajes ni siquiera se  abren en los pocos diálogos que se logran establecer, cada vez más cerrados. La distancia abismal cercena la cercanía de espíritus, de ánimos, entre sujetos.   Sergei, artesano probo de su Estación, no convida al muchacho  a su amistad; sólo lanza órdenes y empujones; su  talante frío como su estancia en la nieve, no permite  abrigar mayor esperanza de intercambio de ideas y pareceres al joven Pasha, quien tras fallidos intentos de acercamiento debe callar tanto sus reconocidos conocimientos  académicos como su extrañeza ante el comportamiento de su avezado maestro.  Más extraña parece su obediencia  calma, rota sólo en instantes de  respetuosos reclamos ante su Jefe,  quien, asiendo su carácter rudo responde con golpes, sembrando temores, quizás protegiéndose de afectos.  

El recelo, más que un trámite de desconfianza, o garantía de poder, se adivina como forma de comunicación, como expresión corporal  del ánimo, como lazo invisible que se tiende, sólo en caso de avalancha de soledad.

En el extenso metraje, la tensión  de silencios que se propone, pareciera sobrellevar la carga expresiva  que se narra, permitiendo avizorar un portentoso ejercicio de cine mínimo y  reservando al tiempo un inadvertido lugar para una aventura de supervivencia ambiental, concebida no sólo como la lucha por permanecer en un terreno inhóspito sino también como condición de forja moral y emocional.  El ensayo fílmico entonces resulta más ambicioso de lo que se presentaba como menuda  y sencilla propuesta artística. La magnificencia de la fotografía arropa las pieles del maestro rústico y  a quien él considera su imberbe aprendiz; la simplicidad de la historia deja estallar la complejidad psíquica que se revela sin necesidad de romper los hielos: aquí todo se desliza en la superficie. Se pone en cubierta la amargura de Sergei que ocultaba su ternura y el desenfado juvenil de Pasha que ocultaba su miedo y su dolor. En cada plano de la  misteriosa atmósfera – allende la niebla- nos ofrece el director Popogresky  una superficie de hielo frágil que no se rompe con golpes fuertes, ni con hostiles silencios.

Una trágica noticia que se convierte en secreto pone frente a frente miedo y compasión; por temor a Sergei, Pasha, esconde lo que debe decirle, pero también lo hace por compartir  el dolor que suscitaría. Siendo el miedo más fuerte, emprende un peligroso escape, desde allí el telurismo se hace conductor de la trama y de las luchas que adoptan un clima más convulso y un ritmo igualmente trepidante.
 No acontece empero una guerra por el poder, ni siquiera por pura supervivencia; se trata de una búsqueda del otro ; una escalada de sacrificios para saberse Sujeto en un otro que visto tan cercano se desdibuja  o se ve desvanecido por la niebla. La huída es un encuentro, no hay cacería en la persecución de Sergei a  Pasha, sólo hay miedos a los lazos y a su vez anhelos de anudarlos. Sobre esta contradicción se erige el dolor que los termina fundiendo.
La aventura empero se precisa desde un primer momento, en el que parece que la acción no va entrar en escena;  se expresa en el  choque de personalidades que no arrojan muchas pistas sobre sí; el temperamento dócil del recién graduado Danilov no informa de pretensiones abisales; en cambio su maestro se insufla con aires de suficiencia, de gélido desprecio a lo débil , a lo sofisticado y frágil del discurso académico. Con su rigor militarista no llega a precisar qué pretende, qué quiere forjar en su joven compañero de trabajo, a quien trata como subalterno, sometiéndolo, reduciéndolo, gobernándolo ¿como a un incapaz? ¿cómo a un hijo? ¿Cómo a un sirviente? En la película los personajes posan en su inexpresividad, no se dilapidan gestos, se ahorran palabras; no se desbordan miradas, sólo los golpes y empujones al joven principiante delatarían un signo de ese algo que aunque flota en el hielo, no escarcha la mirada expectante de quien sigue los pasos de los personajes. No hay camaradería, no hay una convivencia en planos equitativos, no hay mayores ganas de efectuar reclamos… sólo instantes inmersos en reflejos de discreta ira, y el temor reverencial que da luces tenues, atravesando la bruma de los silencios habituales, para acercarse al otro, -¿al Otro?- , para lanzarle un hilo, de la red que se niegan a tejer, así Serguei sea muy hábil pescando...
 Hielos que el navío académico no pudo romper, cincelado por el saber rústico, por el artesano; vaivenes de dos almas esculpidas en cristales antárticos, biseladas a mano, con rudeza, a manos duras golpeando temores; el film trasega por rigores dominado expresiones de miedo, por miedos presentándose ante la muerte para no morir sin afrontarla, sin enrostrarle la verdad debida y no dicha en su momento… truchas contaminadas para un nuevo y tácito pacto de amistad.
 Un abrazo, una despedida, podrían romper el hielo; el encuentro podría presentarse con una separación…
 No sobra hacer mención del impecable trabajo actoral colectivo, porque más que dos interpretaciones individuales vehementes, Sergei Puskepalis (Sergei) y Grigory Dobrygin (Pasha)  logran integrar tan bien su actuaciones, hacer tan creible el lazo difuso de los portagonistas, la dejadez de sus intenciones y más aún, de sus limbos emocionales, que hacen pensar en una unidad simbólica, un juego de identificaciones  y agresiones  en el que cada quien sólo es reconocible a través del otro. Un oso polar que irrumpe en algún momento del esacape de Danilov, podría haber obrado como vaticinio del muy merecido Oso de Plata con el cual fueron galardonados estos dos actores; fue imposible dar un premio sólo a uno de ellos; el galardón tenía que otorgarse al dúo, para ser justos...

Título Original: Kak ya provel etim letom 
País: Rusia
Año:2010
Director: Aleksei Popogrebsky 
Guión: Aleksei Popogrebsky
Fotografía: Pavel  Kostomarov

 TRAILER

domingo, 27 de septiembre de 2009

PADRE E HIJO

Tan prolija como desconcertante; así se arma esta otra joya artística de Alexander Sokurov. Su logrado trascendentalismo, esta vez campea en los subterráneos de una relación filial; la unión de un padre con su hijo, personificada, con vida propia, se alza como conductora y protagonista de esa indagación metafísica que resulta ser el guión. La narración fanstasmal es  la fuerza propulsora de la belleza escénica y fotográfica, como en otros  films pulidos en  preciosismo del megalómano director. Los tonos ocre de la fotografía suman razones para sentirse extasiado con la fuerza estética de la película; con la contemplación de un oficio estético que sublima , que invita a trasegar por unos sentidos al borde de la santificación. Otra cosa son las pulsiones, cuyo laberinto vertiginoso  se intenta también tornar  sublime. Los lazos afectivos  de padre e hijo son  tan férreos y cálidos que en múltiples escenas  en las que éstos se prodigan una suerte  de irrebatible e inmortal amor, llegan a provocar otra suerte de rebatibles sospechas sobre límites morales-sexuales-culturales transgredidos. El padre, un sujeto atlético y bien parecido, protege a su hijo, que orbita la mayoría de edad, sobremanera; ambos juegan, ambos se lanzan miradas de aguda complicidad, ambos quisieran inmortalizar sus abrazos y caricias. A menudo funden sus cuerpos de olimpiada en prolongados abrazos surcados por lágrimas y besos dilatados, al tenor de la magistral música compuesta por Andrey Sigle; sin duda hay un culto al cuerpo, una fórmula tal vez exhibicionista, que sin embargo se adivina  más que como artilugio, como un alegato en favor de la sensualidad mostrada entre padre e hijo. Empero  en los viejos edifcios  en que se tramitan los aconteceres que fundan  el film, no hay lugar a errores; Sokurov no incurre en desmanes azarosos, quizás sea este el elemento más criticable en su cine: su perfeccionismo descollante aunado a sus excelsas pretensiones estilísticas. Así que la sensualidad, está planificada como ese no ser sexual, como ese instersticio que impide a Padre e Hijo  desbordar su sentimientos, sus afectos, en suma sus actos de entrega.

"El amor de un padre crucifica y un hijo que ama se deja crucificar"

La pulsiones eróticas de estos modelos  que el Director talla con cuidado detalle, son innegables, pero dudo mucho que a él le guste esta mirada, porque siempre intenta  brindarle existencia independiente y perpetua a las sensaciones. Es un artista apologético y conservador, en sus obras no hay tiempo medible, no hay instituciones  a criticar, todos los recorridos de la cámara sólo delatan el sino vaporoso de su majestuosos campos donde la acción queda inhibida por lo absoluto. En Padre e Hijo, ese absoulto es el amor filial, que sin embargo  halla sus propias fronteras, más bien las contruye, so pena de contrariar un orden armonioso y eterno, evidenciado en la espiritualidad. Esta es una espiritualidad que pugna con lo animal, es decir con lo perecedero, con lo mortal.

Algunos podrán precisar que entre líneas, esta historia aborda de manera habilidosa, los menesteres de una convivencia homoerótica, pero tal vez el Director replicaría que el erotismo es esencial , que se encuentra en el aire y que desciende del éter ...palabras puestas en la boca de un cineasta que ciertamente constituyen un abuso por parte de quien escribe, pero que explicarían por qué ese más allá de la ternura entre los personajes principales aparece rodeado por ese halo de incuestionable legitimidad; por esa  empalizada que dota de inmudidad  la idealización de dos modelos, si no para seguir, sí para mostrar en prestigiosos festivales de cine.
La enamorada del Hijo por minutos templa la película, señalando las tentaciones de ruptura entre Padre e Hijo: la partida de éste, y cierta culpa que sobre él se cierne al considerar su acto de independencia como una resolución de abandono y desagradecimiento. Para el padre, las intentonas de despedidas se le aparecen como la pérdida de su fuego interno, ese fuego que le permite juguetear con su hijo en los aires de una antigua azotea.
En un extremo intrincado en la mística relación paterno filial, aparece un joven  afanoso en su misión personal por hallar sus orígenes; es un hijo sin padre, que al buscarlo por doquier, denota las fátigas anímicas que puede soportar un hombre si en su imaginario no ha existido la figura de un Padre o más aún,  si lo que ha   se ha experimentado es precisamente la carencia de ese amor etéreo,consagrado, enérgico y  entregado.
"Sí, tú tienes un padre.Pero ni siquiera te envidio"

Habría lugar para las miradas psicoanalíticas del filme, porque con toda su atemporalidad  y con toda la ausencia de contextos y marcos referenciales , es evidente un curso onírico en la narración y en la fotografía, además del  relato psíquico  en torno al amor por el padre, que bien podría brindarnos el Hijo; pero que bien o mal, no lo hace.

Aunque hay líbido por todos los rincones de la casa de Padre e hijo, por todos los campos, por todos los lugares , aunque los mal pensantes observen y anoten encuentros lascivos entre los personajes; aunque  se puede organizar un congreso internacional de psicoanálisis en torno a esta película...en fin, aunque  tanto amor apasionado resulte por lo menos inquietante y por lo más perverso, Sokurov  nos narra el cuento de lo sublime sin dinámica psíquica , de lo inmutable, de lo eterno, haciendo probable que el espectador le crea...y es esto todo un lío: creerle a la magnificencia idealista de Sokurov,  y aparte , no sentirse  aturdido por tanto esplendor , es por lo menos un motivo de resaca moral para cualquier mente abierta. Pero ese grandilocuente Director  muchas veces lo logra, y eso per se, es un motivo de honda preocupación para quienes nos jactamos de seguir  a Lars Von Trier, a Haneke, a Vinterberg, etc. y de poner en nuestras listas personales a "FESTEN"  entre los primeros lugares.

Habrá que perdonar a Sokurov por hacer un cine tan bello; se podrá hacer si se recuerda que Dostoievsky dijo alguna vez que el alma Rusa es tan vasta como sus tierras...

Escenas

Trailer
Ficha técnica:
País: Rusia
Año:2003
Director: Alexandr sokurov
 Otra película de Sokurov: EL ARCA RUSA
Guión: Sergey Potevalov
Música: Andrey Sigle
Fotografía: Alexandr Burov
Raparto: Alexandr Rasbash
Andrej Shetinin
Alexei Nejmyshev
Martina Zasukhina
Fedor Lavrov

martes, 7 de octubre de 2008

EL ARCA RUSA

LA BELLEZA COMO CONTENIDO

Un extraño encuentro entre dos hombres pertenecientes a distintos siglos da inicio a una onírica e intemporal visita al Hermitage, allí se ofrece ofrece una portentosa clase de historia de las artes rusas. Amén de toparse con una estertórea Catalina de Rusia, o con un edulcorado Nicolás II, los protagonistas asisten a suntuosos festejos imperiales,y luego, sin notarse, a un desmaquillado presente. Así vienen y van, el tiempo los transporta mientras que la invaluable belleza de la arquitectura rusa los va consumiendo. Un cuidado y exquisito film que se advierte como un claroscuro deleite para megalómanos. Habría que preguntarse si tanto preciosismo no termina por empalagar, o si la lentitud de la cámara que se resiste a correr -toda la película está hecha con una sola cámara y en un solo recorrido- no termina por obrar como solución a una noche de insomnio.
En ocasiones pareciera que "El Arca Rusa" está diseñada para una presentación de diapositivas en refinada academia; se suceden cuadros y personajes fantasmagóricos sin más discursos que la estética,a tal punto que uno de los protagonistas no aparece en escena, porque es el director tras la cámara. Sukorov se internó en tan alucinante viaje desapereciendo su imagen pero conservando su guión como el mapa del Hermitage.


Con la belleza como contenido y el director como personaje protagónico, la película no es otra cosa que una visita guiada ¡pero guiada por Sokurov! por ello trasciende, brilla y se perpetúa como un tesoro más de la artes Petersburguesas. Él quiso crear una obra autosuficiente y autosatisfactoria; quizás en vez de retratarse la historia del pueblo de los Rus, se retrata el ego de Sokurov: lo majestuoso que siempre quiere ser. Se fabricó una película para él mismo, pero una buena película, que sin duda analizarán con entusiamo los estudiantes de arte y cinematografía, y algunos amantes de cuanto detalle tenga que ver con la cultura, las artes, imágenes y formas rusas, -o más bien del zarismo porque del arte de la era soviética poco se habla-.




Y ¿por qué es excepcional?
Este film que bien podría ser acusado de frívolo y pueril, tiene tanta magia, tantos referentes a lo que de relativo tiene el tiempo que, aparte de ser absuelta de toda culpa, se constituye en uno de los sueños mejor elaborados en el cine -sin ser surrealista como propuesta-. " El arte por el arte" vuelve a jugar y el placer de la contemplación puede llegar a consternar. Con "El Arca Rusa" se corre el riego de quedarse impregnado hasta los huesos de atmósferas rusas, de zares, zarinas, mazurcas y deseando conocer Rusia más que Disneylandia ( razón de más para considerarla extraordinaria)...


Ficha Técnica:
Título original: Russian Ark
País: Rusia, Alemania
Dirección:
Aleksandr Sokurov

Interpretación:
Sergei Dontsov
Mariya Kuznetsova
Leonid Mozgovoy
Mikhail Piotrovsky
David Giorgobiani
Aleksandr Chaban

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