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sábado, 18 de abril de 2009

SMOKING_ROOM


SMOKING ROOM
..Por El derecho a fumar

“…tu marginación es esto…fascismo, fascismo”
Una nueva normativa de una sucursal española de una corporación gringa prohíbe fumar cigarrillos dentro de sus instalaciones; de inmediato, varios funcionarios, cuya vida es consumida por la empresa, inician una “conspiración” para revertir la medida, pero las tácticas sutiles de represión corporativa no tardan en ser dirigidas contra ellos, y la lucha por el derecho a fumar se ve de pronto diluida por la inconsecuencia de los fumadores. Sus vidas insatisfactorias se cruzan en el camino de la defensa de sus intereses. Sólo uno de los peticionarios permanece en pie; tendrá que continuar sus disertantes fumatas en la azotea, marginado, estigmatizado y sobre todo: derrotado.
La reivindicación implícita en la película no es sencillamente la validación de un espacio para fumar sin tener que congelarse en la azotea del edificio. Es una lucha para nada risible que denuncia y exige. Denuncia la desestructuración y atomización sindical y social bajo las formas neoliberales; el modelo no es sólo económico; también comporta el componente ideológico y el sustrato cultural necesarios para soportarlos. Los cambios en los espacios físicos de las corporaciones denotan también, un medio represivo tan eficaz (para los de arriba) como las normas restrictivas y de exclusión. Y los profesionales exigen:

“Estamos pidiendo una sala de dos metros cuadrados…estás pidiendo que respeten nuestra cultura”

El neoliberalismo es en esencia, una revolución cultural conservadora tras formas y rituales futuristas. La prohibición de fumar, encubre tras una profiláctica medida para cuidar la salud, la prohibición misma del derecho a reunión, la libertad de circulación, de expresión, y hasta de pensamiento; y etcétera. Necesitan autómatas, y por eso los espacios han de propiciar el máximo de individualismo posible; fragmentado, un colectivo es una suma de sujetos indefensos, maleables y al 200% explotables.
Nuestros personajes no son obreros rasos, son burócratas en mandos medios, profesionales, pensantes, con el perfil necesario para ejercer sus carreras con libertad y holgura; la empresa los despoja de esa autonomía y les ofrece las comodidades del tecnócrata, buenos salarios y cierto status social quizás, sin embargo ellos venden sus conocimientos como fuerza de trabajo y por ello se transmutan en obreros. Son obreros profesionales. En el plano real, las grandes corporaciones ya no ofrecen empleos; “reclutan” profesionales - valga el término militar-. Ya no convocan a jornadas de inserción laboral sino a campañas de reclutamiento, literalmente; así las llaman; luego el profesional-obrero acepta el sometimiento acrítico de su voluntad a un reglamento estricto, militar… esto es, fascismo corporativo.
Demasiada realidad, volvamos a la película. En ella no se lucha por mejoras salariales, ni por el respeto a una convención colectiva del trabajo, ni por las prestaciones sociales ni por la estabilidad laboral. En la empresa “conspiran” por algo tan aparentemente exiguo, pero culturalmente relevante como un cuarto para fumar. Los funcionarios quieren seguir siendo buenos compañeros, de pronto buenos amigos, quieren narrarse recíprocamente sus cuitas, sus líos familiares, sus desalientos, o criticar el nivel de exigencia laboral que los hace candidatos a ser jugueticos de psiquiatras. Quieren mitigar su nerviosidad, quieren sustraerse a la esclavitud corporativa, quieren en suma, un lugar para ellos, donde no sean vigilados, por el tiempo que mide un cigarro desde que se enciende hasta que deja volver los nervios, y eso los convierte en conspiradores ante los ojos de los directivos.

“Ellos saben hasta el color de los calzoncillos que estamos usando en estos momentos”
“Estamos viviendo en un mundo de locos, lo normal no es lo normal”
“Nadie conoce a nadie… es una cuestión que notas, que hueles…”

El ineludible miedo también se cuece a fuego lento, y sin macanas ni verdes persiguiendo; se instala cómodamente en el laberinto emocional de los personajes. El miedo lleva a todos los marginados dentro de los propios muros de la empresa a destrozarse entre sí. El miedo hace parte de esa dinámica cultural corporativa y se cubre de una falsa confianza de los altos ejecutivos hacia sus subalternos. Y hay mucho miedo, hasta para exigir algo tan sencillo; hoy día produce tanta nerviosidad pedir un cuarto para fumar como si antaño se planease la toma de la empresa, hacerse con su control.
“¿tú has estado asustado alguna vez de ti mismo?”
Pese a todo, al debilitamiento de la resistencia política, al derrumbe de las oposiciones culturales, un aliento que parece ser consustancial al ser humano, logra filtrarse por los intersticios de la opresión y la exclusión corporativa ¿será un tenue halo de sustancia histórica de la humanidad? ¿Un invencible valor universal natural? ¿Instantes pletóricos de vaga pero significativa dignidad? Lo que sea no es suficiente; el miedo y los narcisismos inducidos son más persuasivos.


“Primero soy persona, no soy doctor”
“Soy más viejo yo que las normativas”*


Por lo que se puede leer, cabe imaginar una película con tonalidades grisáceas y con atmósferas terroríficas, pero no es así; porque el miedo corporativo está forrado, así la obra también forra el miedo, no lo deifica tampoco, lo muestra tal como se produce en la realidad.
Es un filme con narración cotidiana y situaciones espontáneas que permiten actuaciones excelentes, encarnando a personajes creíbles. A ello se añade unos primerísimos planos de los rostros de los personajes que captan hasta los poros por donde se filtra la angustia; las facciones surcadas por los temores, el hastío en un apenas perceptible gesto, el nuevo modelo cultural, las nuevas leyes de mercado que no han respetado los alegatos de dignidad desprendidos de los hoyuelos de las narices que respiran con agitación. La cámaras se mueven al ritmo de los personajes, de forma vacilante y sin precisiones estilísticas - a lo Dogma-.Música sólo al final. Efectos de sonido: casi ninguno. Guión: deleitoso. Acción: Dialógica mas no plana, ni lineal.
*Hasta aquí, lo entre comillas son fragmentos de diálogos de las película

Trailer


PD: En Colombia una normativa del Ministerio de protección social prohíbe fumar en sitios públicos, en todo el territorio nacional. La medida ha contado con el beneplácito tácito de la población bajo la mampara de la salud pública. Si les interesara mucho el derecho a la salud, ésta no estaría en manos de empresas comerciales, ni permitirían los paseos de la muerte: una práctica siniestra que consiste en la negativa de hospitalización a un paciente grave de manera sucesiva en varias clínica y hospitales; el paciente, desde luego, muere. Tampoco se morirían los niños por desnutrición, habría empleo y viviendas dignas para todos, y un buen etcétera. No habría tanta polución, ni contaminación auditiva y visual. En cambio hay un apartheid contra el fumador, una estigmatización que no demoran en camuflar como trastorno psicológico grave y particular en el Manual de Enfermedades Psiquiátricas de la Agencia Psiquiátrica Norteamericana (DSM); Por ahora, para los tecnócratas antisépticos y los funcionarillos con un pelo de autoridad, fumar puede resultar todo un “oso” (acto ridículo en que se puede incurrir, según la gente “de bien”). Prefería a los burócratas viciosos, bebedores indeclinables de cerveza, de modales adustos, porque ellos al menos no fingían que estaban sirviendo a la sociedad.
PD 2: ( texto literario)
Darcy se rió todo el tiempo, pero me confesó que lo jodía la idea de no volver a fumar.
-Es grave, no? Yo, que fumaba cinco paquetes.
-Sabés lo que descubrí? -me dijo-. Que en realidad uno hace todas las cosas por el placer de fumar. ¿Para qué se mete uno en el mar? ¿Para qué charla uno con los amigos? ¿Para qué lee uno? ¿Para qué escribe? ¿Para qué hace uno el amor?
-El goce está en el cigarrillo -decía-. La ceremonia es esa.
Y se reía.

Tomado de:
Eduardo Galeano, Días y noches de amor y de guerra


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