Las exposiciones que estos días pueden verse en el MNAC y en la Fundació Miró valen mucho la pena.
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En el MNAC, y hasta el 30 de mayo, "Sorolla, una visión de España".
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En la Fundació Miró, hasta el 24 de mayo, "Kiki Smith. Her memory".
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He ido a las dos esta misma mañana.
La de Sorolla es una experiencia feliz, plácida, sorprendente. Es un tópico hablar del tratamiento de la luz en sus lienzos, pero es que no hay modo de sustraerse a la fascinación que provoca. La exposición está dividida en dos partes. Es bueno ver, en primer lugar, la dedicada a los estudios previos a la realización del óleo, ya en sí mismos verdaderas obras de arte, llenas de movimiento.
La de Kiki Smith es inquietante. Hay mujeres prisioneras, ratones asomados a los rincones, ventanas a las que es imposible asomarse porque se trata de espejos, ataúdes vacíos, ataúdes cerrados, pájaros enjaulados, pájaros muertos y muchas flores.
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He disfrutado de un encuentro en las dos exposiciones. Justo a la salida.
En la primera he oído una voz que hablaba en inglés, he levantado la cabeza, he buscado con la mirada y he descubierto, justo a mi lado, a un antiguo amor que conversaba animadamente con su madre. El abrazo que nos hemos dado ha sido más grande que Sorolla todo junto. Un amor de veinte años atrás y al que no había vuelto a ver.
En la segunda he descubierto la presencia del autor de un libro que, desde luego, resulta como poco tan inquietante como la obra de Kiki Smith. El autor -su seudónimo- es Hipólito Pérez, y el título de la obra es "El libro de Rosalinda", publicado en noviembre de 1999 por Deriva Editorial. Una auténtica y valiosa rareza. Os la recomiendo.
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Si vais a estas exposiciones, os deseo encuentros tan felices como los que me han acontecido hoy a mí. Seguimos.
