"Álvarez Rabo se pasa a la animación", eso fue lo primero que pensé cuando vi por primera vez un corto de Phil Mulloy. Prontó entendí que la del artista genital (Rabo, de ahí su nombre) y la del poeta hooligan (Mulloy), siempre personalísimo, eran dos almas distintas, dos formas bien distantes de aproximarse a la ficción y de acometer la sátira (aunque lo hiperbólico subyace en los dos, en uno de forma más notable que en el otro).
Consejos Sexuales, de Álvarez Rabo.
"Lo cierto es que parece primo hermano de Bill Plympton", pensé después. Pero no tardé en darme cuenta de que Plympton, con todo su carisma y simpatía natural (tuve la oportunidad de verlo en vivo y en directo y parece un tipo bastante majo) y sus aciertos concretos, limitados y recurrentes, no deja de ser una versión grosera de Tex Avery.
Bill Plympton himself.
Phil Mulloy es la prueba palpable de que para ser animador no es necesario ser un virtuoso, "basta" con tener talento (y aquí podríamos entrar en una profusa discusión sobre la "maestría" de Alexander Petrov como autor de animación total, no sólo en el plano formal, el meramente gráfico). No es mi intención enredarme en una descripción de la obra de Mulloy, es sus características más sobresalientes. Voy a limitarme a hablar brevemente de su obra más emblemática. De todos modos, como una imagen vale más que mil palabras... ¡Damas y caballeros, antes ustedes, el hombre según Phil Mulloy!
Empiezo por aquello que más llama la atención y tal vez lo más evidente: el título. Las sospechas se ven confirmadas después de unos minutos, es una referencia directa a la obra de Griffith.
Intolerance (1916)
Qué decir de Intolerance. Que se divide en tres partes. La primera Intolerance (2000), narra el descubrimiento de un rollo cinematográfico que revela la existencia de una raza extraterrestre, los Zogs. Unos seres un tanto... "especiales". Digamos que anatómicamente son diferentes de nosotros:
También lo es su conducta. En la forma de saludarse:
De alimentarse:
De copular:
De dar a luz...
Ni que decir tiene que el visionado del rollo provoca una violenta reacción entre los más conservadores:
La crítica, mediante la sátira más violenta y visceral, con ecos lejanos de Swift, de Rabellais o de Luciano de Samosata, se lleva a cabo mediante una transformación radical de la realidad física, de enmascaramiento del hombre bajo distintas apariencias físicas como fórmula de distanciamiento, para constituirse en emisor y objeto de la crítica. Esto es, reírse de uno mismo pretendiendo que lo hacemos de otro.
Gargantua según Gustave Doré.
Intolerance II: The Invasion (2001) continúa con la historia e introduce el color. Da la impresión de que en esta ocasión la sátira cruza el charco. Si bien la primera parte podría perfectamente desarrollarse en Europa (UK), esta segunda abunda en referencias a la cultura norteamericana. Cowboys:
(Tele) Predicadores:
La moral puritana:
El clásico binomio Presidente-becaria:
En fin, mejor no desvelar nada. Sólo anticipar que tiene un final digno de una película de Night Shyamalan (bueno, no estoy seguro de que esto sea un halago).
Intolerance III: The final solution (2004) cierra el ciclo. Lo primero que salta a la vista es que hay bastante más manteca ($) detrás del proyecto. Hay varias televisiones europeas respaldando la producción y esto se nota. Es un corto full-color. No estoy muy seguro de que esto sea beneficioso. De hecho, a medida que la trilogía avanza, la estética cruda y áspera que caracteriza el grueso de la producción de Mulloy se pierde. Uno tiene la impresión de que el autor se ha traicionado a sí mismo, de que se ha aburguesado. Uno de los aspectos que hacen más atractiva su obra es la infinita crudeza y simplicidad de sus diseños, que parecen salidos de los lápices de cera de un niño. Trazos gruesos y agresivos, reforzados con el blanco y negro radical. Las imágenes son verdaderamente grotescas. Todo esto se pierde en esta última parte, que, comparada con las dos anteriores, tienen un aspecto demasiado sofisticado. En parte, uno puede sentirse un poco traicionado. Mulloy nos engancha con su particular estética nada convencional (jerk animation), y cuando llegamos al final nos encontramos con este cambio, que supone más una traición que un salto cualitativo.
La impresión dominante es que Mulloy ha echado los restos en la conclusión de su trilogía, que ha buscado un tour de force para cerrarla por todo lo alto. No sólo en lo visual, sino también en el terreno narrativo. Por un lado, intenta enlazar con la primera parte y darle una coherencia narrativa a la trilogía. Visto lo visto, el resultado es más que dudoso, y se ve a la legua que no estaba previsto y que, en caso de estarlo, está mal planificado, como delatan una serie de huecos y/o incoherencias narrativas que no son difíciles de detectar. Por otro, destaca el esfuerzo un tanto irritante por sorprender al espectador continuamente con giros inesperados y, sobre todo, con personajes/situaciones/imágenes del todo imprevisibles y totalmente surrealistas. Baste con Elvis cantando en alemán:
O ésta:
O ésta:
Digamos que la historia pierde su sencillez. La narración se espesa, pierde su linealidad y abunda en hiatos anecdóticos, amén de verse lastrada por un simulacro de historias paralelas. Todos es menos directo y frontal, más rebuscado.
No obstante, y termino, Intolerance es una trilogía altamente recomendable para aquellos que no hayan visto nada de Mulloy, para los que ya lo hayan hecho, y para lo que quieran echar unas risas sin ínfulas ni prejuicios hacia su estilo en particular y hacia la animación en general, y pasar de ahí al otro Mulloy, el lírico, infantil y voluble, cual niño en pañales correteando con una picana eléctrica en la mano.
Ediciones: hay varias. Las dos primeras partes están en el recopilatorio de Mulloy que editó el British Film Institute y la tercera está incluida en una de las recopilaciones de cortos animados de Sitges. Pero lo mejor sin duda es agarrarlo todo de una vez, como aquí.
Magnífico artículo sobre Intolerance en Tren de sombras.