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lunes, 14 de enero de 2013

Aire


Imagen para la propuesta mensual de "Esta noche te cuento".



La imagen que ahora memorizo es difusa, pero recuerdo que todo comenzó al presenciar casualmente como un hombre, de aspecto rudo, asfixiaba a Carmen, mi vecina.

Mi situación ya era extrema, tras el forcejeo con Ángel perdí el conocimiento y al despertar me encontraba maniatada y encerrada dentro de algo que podría ser un ataúd.

¿Cómo imaginar que con las prisas para no ser vista olvidaría las cartas sobre el muro?

Tratando de no perder la calma, tanteándome, encontré un encendedor que el muy sádico había colocado. Estaba dispuesto a hacerme sufrir.  

Durante todo el día el revuelo policial en casa de mis vecinos me tenía inquieta, pero más aún cuando comprobé que quien dirigía la operación era un tal Ángel Castro. Creo que nos reconocimos al mismo tiempo, él mi pánico y yo su mirada de satisfacción.  

Con el encendedor pude ver lo delicada que era mi situación, hilos de arena se filtraban por las fisuras del cajón. Dentro de mi angustia iba notando cómo me quedaba sin aire.

Cuando más asfixiada estaba comencé a tomarle gusto a mi mordaza. Eran los labios de Ángel, mi marido, con sabor a rico y reanimante café.

Tan rudo para unas cosas…


Este texto que leéis corresponde a  mi participación de enero en el blog "Esta noche te cuento" -seguid enlace si queréis colaborad con comentarios o leer al resto de los micros participantes-. Ultimamente ando algo desligado de vuestra lectura y de la escritura también. Esto es achacable a que mi trabajo requiere de atención, pero claro, esta atención me aleja de aquí y mis musas se cabrean y me las tengo que camelar más de la cuenta. No sé cuando podré volver a una regularidad ya que la cosa está delicada. Hasta otra y espero ir recuperando hábitos según pueda.

viernes, 7 de octubre de 2011

Viaje al más p'allá.



Cuando no era una cosa era otra, pero la situación se estaba poniendo fea.
Todo comenzó…como comienza todo. Un día se sueñan cosas felices, o eso creemos, hasta que dejan de serlo y comienzan las pesadillas.
¿Qué culpa tengo yo de que cosas cotidianas me terminen afectando?
La consecuencia de todo esto fue que mis fantasmas comenzaron a tomar cuerpo.
A cualquier hora. Tanto dormido como despierto. No tardé mucho en tomar la determinación de acudir a un experto.
Al oír mis historias, quedó tan involucrado con "mi problema", que decidió aventurarse a mandar una expedición directamente a reparar el entuerto.
Necesitaba recoger de primera mano todos los restos y muestras posibles a fin de dejar mis sueños limpios de todo tipo de malestar.
Ya en el primer viaje le costó llegar, pero según se hacían rutinarias las expediciones, mi confianza y sus ansiolíticos lograron rescatar mi descanso con rotundidad, volviendo a restablecer mis sueños a la calma y tranquilidad.