MALA GENTE:
Que las guerras sacan lo peor y lo mejor de nosotros es una verdad histórica. Pero yo, pese a mi optimismo realista (eufemismo de pesimismo) suelo decantarme por las cascadas de solidaridad que surgen, en colectivo, en este tipo de momentos: atentados, grandes accidentes, riadas, guerras. El humano dispara su empatía en esos instantes y es capaz de poner su seguridad en juego por salvar a sus semejantes. Pero hoy, escuchando las noticias, no he podido evitar pensar en esa mala gente, en esos desgraciados mafiosos que están acudiendo a las fronteras del conflicto bélico para, aprovechando la vulnerabilidad y el desamparo, ofrecer falsos salvamentos que esconden espurias intenciones. Me los imagino en esos grupos de whatsapp: eh, chavales, carne fresca en la frontera ¿quien se apunta? Niños secuestrables en los orfanatos ucranianos, yo pongo la furgo. Claro, que lo hago un tiempo razonable, luego llegan las nauseas y vuelvo al taxista turolense que lo dejó todo para llenar su coche de víveres y medicamentos y volver cargado de asustados refugiados. Es una cuestión práctica. Uno tiene sus límites.
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