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18 de diciembre de 2013

ERE...TONTO


Los rimeros, los troveros, los araneros, chanchulleros, dolosos, fulleros, ladinos, maulas, trapaceros…esto es, la empresa; Y los proletarios, los empleados, los operarios, los pringados, los timados…esto es, los curritos; hemos llegado por fin a lo que parece un acuerdo. Estoy hablando del ERE en marcha en mi empresa y que afecta a 31 de sus asalariados. Hemos estado durante más de un mes en un tira y afloja donde los que eran nuestros compañeros, hasta ahora, y que se han encargado de dar la cara por la empresa, nos han demostrado un nivel de rastrerismo barriobajero y de mercadillo que nos ha helado a todos el ánimo, y lo que es peor, ha enturbiado la memoria de lo que era un lugar admirado para trabajar. Después de mucho bregar, de que nuestros representantes y nuestra abogada se hayan dejado, literalmente, las pestañas ¿sabéis lo que hemos logrado? Un despido improcedente. Sí, eso es lo que hemos logrado. Amén de algunas ventajas adicionales, básicamente los días de indemnización se corresponden con lo que marca la ley en caso de improcedente. Y en esas estamos, gracias, por su puesto, a nuestro querido gobierno. Que diría que se doblega ante los intereses patronales, pero visto lo visto me inclino más a pensar que son la misma patronal. Así que amigo Rajoy y acólitos del Club de Campo, gracias. No ya de mi parte, que mal que bien voy a buscarme la vida, lo sé, sino de la de varios de mis compañeros que después de 35 años en la empresa se tendrán que conformar con un par de años de salario. La lástima es que ninguno de ellos te llevó al gobierno, porque hubiera sido un pequeño gesto de justicia que uno de tus votantes perdieran 50 mil euros ganados en años de trabajo. Ahí lo reconozco, me hubiera podido el rencor y en la intimidad hubiera esbozado una sonrisa del tipo ¡ahora te jodes ¡. Pero es que ni esas, la alegría se prodiga poco por la casa del pobre.

11 de diciembre de 2013

SEGURATAS


De lo que aprendí en la facultad y que sin recurrir a google logro recordar es que el monopolio de la violencia es del Estado. Es decir, la única entidad posible con legitimad para ejercer la violencia, y por violencia no debemos pensar en los antidisturbios, porque la violencia puede ser proporcionada como cuando se detiene a un violador o se encarcela a un asesino en serie, repito, la única entidad con legitimidad para ejercerla debería ser el Estado. En realidad esa era la definición máxima de Estado. Lo que lo diferenciaba del resto de entidades, como por ejemplo, una multinacional tipo Coca-Cola. Pues este gobierno, con un Arco del Triunfo que va camino del Guinnes, ha decidido pasarse al mismísimo Max Weber por donde amargan los pepinos y ahora quiere legitimar a los guardias de seguridad privada en el uso de la violencia contra los ciudadanos libres. Ya no sólo te va a poder detener un policía, que ha pasado por una academia, unos exámenes, y tiene el control de un Estado detrás, sino un Segurata, con un mísero psicotécnico y un contrato mileurista. Amén de que estamos abriendo la veda para que se explayen todos esos aprendices de Rambo que por no saber hacer la “o” con un canuto jamás podrán aspirar a una oposiciones razonables, estamos cambiando las reglas del juego a pasos agigantados y esto es extremadamente peligroso. Eso me recuerda a aquel inquietante poema de Martin Niemoller (¿o de Bertolt Brecht?) Primero vinieron a buscar a los comunistas…Pues eso digo yo. Un día de estos privatizarán la policía, terminaremos en cárceles patrocinadas por Pastas Gallo y nos preguntaremos como cojones hemos llegado allí. Al tiempo.

4 de diciembre de 2013

DIGNIDAD


Hacía más de quince años que no veíamos a ML. Durante un tiempo compartimos bastantes cosas. Fue un reencuentro agradable. Charlamos de los viejos tiempos y nos pusimos al día. Durante los años que compartimos ella tuvo un bar de copas. Sabíamos por terceros que lo había cerrado y nos interesamos por la razón. Nos contó que una noche, de miércoles, cuando iba a cerrar, entró en el bar un hombre que a punta de cuchillo la robó y la violó. Se generó en la mesa un espeso silencio. Ninguno supimos como reaccionar. Estuvimos torpes. Ella nos contó que lo había superado y que si al final dejó el bar fue para evitarle a su madre el sufrimiento de saber que estaba, cada noche, en el mismo lugar y con la misma indefensión. A mí se me heló la sangre y solo cuando volvía a casa empecé a reflexionar y a sentir cierta tranquilidad. Mi vieja amiga había superado ese trance, ese trauma, con la dignidad de quien no se siente culpable. No ya la dignidad, sino sin el estigma de la culpabilidad. Habló de aquel momento triste sin sentimiento de culpa, porque en esta historia, el hijo de puta es otro. Pero no siempre ocurre así, y muchas mujeres que han sufrido una violación sienten la necesidad, y su entorno, de esconderlo, por vergüenza, por culpa. Por ser mujer, y por eso incitar a los violadores, por tener piernas, y pechos, y coño, o por llevar minifalda, o por acceder a unas primeras caricias, por no saber decir no a tiempo, o no hacerlo con la destreza y decisión necesarias, por paralizarse por el pánico…al final, la sociedad, de una forma más o menos velada, de un modo más o menos voluntario, inoculamos sobre la víctima el virus de la culpa y la vergüenza. Pero mi amiga encontró el antídoto y nos dio a todos una clase magistral de dignidad.

27 de noviembre de 2013

HUMILLADO


Humillado. Así se sentía. Estaba sentado en la cama mientras el día se desperezaba sin demasiada prisa. La ciudad parecía adormilada, si no fuera porque los coches, como un pulso eterno, rompían de vez en cuando la paz nocturna. Se estaba calzando las botas y el traje. Pero no era un día normal. No. Era el día de la huelga. Una huelga general más que justificada, con una patronal insensible y escudada en una crisis que era la panacea de todas las vueltas de tuerca. Él quería estar en la calle, detrás de una pancarta, reclamando sus derechos, lo que es justo, lo que procede, lo que corresponde. Pero le pudo el miedo.Y el entorno, que le pedía sensatez. No lo hagas, mira tu situación, ¿y si te echan? Y todos esos bla bla que vienen desde el inmovilismo timorato. Accedió y trabajó. Con recelo, con rabia, con angustia por traicionar sus principios y por estar cavando la tumba de su propia conciencia. Pero allí estuvo. Hoy han pasado meses de aquella mañana. Y está, otra vez, sentado en la cama. El día ya ha despuntado desde hace hora, pero ahora ya no necesita madrugar tanto. Ni hay botas que calzarse, ni traje laboral porque ya no hay trabajo. Mira al frente y ya no encuentra energías para sentir rabia. La humillación, la profunda y dolorosa humillación, puede más que nada.

20 de noviembre de 2013

PODRÍAS SER TU


Dobla la esquina decidido. Atrás queda el ajetreo de una ciudad que huele a fiestas navideñas por todos los dígitos, los datófonos humean insensibles y las compras nos hacen olvidar un año duro, el último de una cadena que algunos llaman crisis. Lleva cuatro o cinco bolsas en cada mano. Está contento, ha terminado las compras en una tarde. Llovizna un poco y el frío arrecia. Acelera el paso, el coche está en el parking, todavía hay que salir del centro, peregrinar por la circunvalación y llegar a la zona residencial donde le esperan su mujer y sus dos hijos. En un portal hay un hombre con esa edad indefinida que tienen los vagabundos. Larga barba y pelo canoso y sucio, igual de largo. Se miran. En sus ojos hay cierto rencor, o eso parece adivinarle en esa especie de sonrisa irónica que dibuja su cara los dos o tres segundos en los que se cruzan sus miradas. Parece como si quisiera contarle algo y él se pregunta como puede un hombre terminar así, cómo puede abandonarse de tal modo, pero sigue caminando. Su vida acomodada le espera.
Luego todo pasó demasiado rápido. La empresa fue comprada. Un ERE que le pilló en fuera de juego. Devolver el coche, el portátil, el futuro. Un despido con lo que marcaba la ley. Su mujer, que descubrió aquella infidelidad con la secretaria en el peor momento de todos. Unas maletas hechas con mucha prisa. Tres tardes a la semana de visita. Media docena de puertas, que esperaba abiertas, se cerraban con más o menos violencia. Un millón de entrevistas y un teléfono que dejó de sonar. Primero un apartamento, después un hostal y cuando quiso darse cuenta, ya no tenía para pasarle la pensión a sus hijos. Una reclamación judicial, una pérdida de los derechos. El alcohol como absurdo salvavidas. Los bancos dejaron primero de llamarlo de usted y después un seguridad le impedía la entrada. Ya nadie recordaba haberlo conocido, nadie reconocía aquel negocio exitoso, aquella convención al otro lado del océano. Ya ni él mismo se recordaba con traje y corbata. El pelo empezó a crecerle y ni tuvo ganas ni motivos para cortárselo. Con la barba ocurrió lo mismo. La primera noche que durmió en la calle fue incapaz de conciliar el sueño. Dos meses después ya se mueve con cierta soltura en los submundos de la ciudad. Lo peor es la lluvia, y el miedo a perder lo poco que le queda, cuando la dignidad ya es una quimera. Es navidad y la ciudad huele a polvorones desmemoriados y a felicidad transitoria. Está en un portal, intentando que el frío no le hiele el ánimo. Un hombre trajeado, de mediana edad, dobla la esquina. Va cargado con multitud de bolsas. Su caminar es firme. Cruzan las miradas un segundo. Él hombre la esquiva y él sonríe, podrías ser tú, amigo, podrías ser tú, le dice con una sonrisa irónica y en silencio.

13 de noviembre de 2013

BREAKING BAD Y EL SUSTO TIJOUX


Ya habían pasado una cena, un par de cuentos, unos dientes bien limpitos, unos besos de buenas noches, unas risas de última hora, dos lavadoras, un lavavajillas y una secadora. La ropa del día siguiente en boxes. Era la hora de nuestra cita diaria con Walter Wait y Jessy Pigman. Cuarta temporada (Breakingbad). No recuerdo si cuarto o quinto capítulo. Mediado el mismo, en gloriosa postura horizontal sobre el sofá, suena mi teléfono móvil. La melodía se coló de forma brutal en el salón. Eran casi las doce de la noche. Intenpestiva hora donde las haya para una llamada. Con abuelos setenteros con marcapasos y transplantes, y hermanas, primos y amigos por ahí en aviones, coches, autobuses y bicicletas, como que una llamada a esas horas, al menos a mí, me pone el corazón a mil. Mientras caminaba hacia el teléfono, que siempre dejo en la entrada para no olvidarlo, notaba los latidos en las sienes. Y curiosamente, según me acercaba al teléfono, el sonido se alejaba. Tuve un momento de confusión. Imágenes veloces en la serie. Ana Tijoux y su 1977 torturando mi serenidad. Hasta que mi pareja se dio cuenta y me lo hizo saber. Larrey, es la serie. La madre que parió Vince Gilligan, mira que hay canciones en el mundo para ilustrar el devenir de los personajes y ¿tiene que elegir la melodía de mi móvil?¿alguien más conoce a Ana Tijoux? En fin. Volví al sofá, sí, pero no volvió a ser lo mismo. El corazón seguía latiendo con fuerza y creo que no recuperé el pulso normal hasta que Morfeo me acogió en su seno.

Ah, os dejo un link de la escena, y también otro para que conozcáis a Ana Tijoux... 

6 de noviembre de 2013

ERE QUE ERE


 Si habéis sido universitarios seguro que os suena esta sensación. Salir de un examen convencido de que habías suspendido. Pero pasar los días e instalarse en ti una absurda esperanza de que tus respuestas erróneas se transmutaran por arte de birlibirloque en aciertos y terminar aprobando. Luego, llegar el día en que las notas cuelgan en un tablón, correr, usar el dedo para no fallar de línea y confirmar el suspenso con el dolor de una sorpresa y una decepción. Y duele igual o más. Pues eso me ha ocurrido en el trabajo. A mí y a 30 de mis compañeros. Nuestra empresa fue vendida a un postor con poco interés por lo que hacemos. Sabíamos que nos iba a tocar a buena parte de nosotros, incluso algunos departamentos tenían todas las papeletas. En cambio nos llegó el día de las notas y cuando la versión laboral de Mercedes Milá nos confirmaba nuestra nominación, entramos en una barrena de tristeza y autoestima dolorosa. A mí la noticia me pilló en el extranjero, celebrando mi cumpleaños en Lisboa. Estábamos en Belem cuando el director financiero me informaba del regalito. Mi hijo me miró la cara desencajada, le expliqué que a Papá iban a echarlo del trabajo y rompió a llorar. No era una tristeza de "me quedaré sin regalos", sino la tristeza de ver a su padre laboralmente desamparado. Parado, que gracia, que parado y desamparado se parezcan tanto. Logramos reconducir con la falsedad que solo unos padres logran en situaciones de este tipo, diciendo que era una oportunidad para que su padre cambiara números por letras. Y me cogió de la mano, muy fuerte, y me dijo, "papi, tal vez Papa Noel te regale un trabajo, no te preocupes". Tengo el alma tan encogida que tengo miedo de que se me quede atascada en un ventrículo y no salga jamás de allí. Ahora, por ellos, por ella, levantaré la barbilla y con toda la dignidad del mundo me lanzaré a buscar un trabajo que haga que mis hijos vuelvan a sentirse orgullosos de su padre.

30 de octubre de 2013

DUDAR


Hay una corriente muy activa, sobre todo en las redes sociales, que son bastante cómodas y baratas para la crítica, en contra del ¿sistema? Actual. Yo no hablaría de antisistemas al uso, sino de gente que se plantea con su pensamiento, y sus publicaciones, que es el momento de cambiar. Y cambiar de forma profunda o volveremos, como decía Reverte, superada la crisis, a lo de antes sin reflexionar. Y he observado que ese pensamiento, en muchos casos, es también excluyente. Es un o estás con nosotros o estás contra mí. Hay personas que desde la crítica más profunda, y desde mi opinión certera, son incapaces de acceder a la autocrítica, como si se hubieran instalado en una verdad absoluta, tan peligrosa como todas las verdades absolutas. Me ha ocurrido en cuestiones puntuales como cuando critico el matriarcado de pastel que defiende en las redes la figura de la madre o de la mujer de forma opuesta a del padre u hombre, y en ello venden defender la igualdad que yo no veo; o cuando recuerdo que en una guerra hay que buscar primero siempre al cumpable que decide y no al que ejecuta, y quien habla de guerra habla de un desahucio; o con el tema del uso obligatorio del casco, donde ha habido personas que me han acusado de connivencia con el gobierno del PP. O recientemente cuando puse en duda las palabras de Arturo Perez Reverte, que en el programa “Salvados” nos puso a todos en nuestro sitio, y lo hizo él, desde el cómodo sillón de su posición privilegiada de escritor de éxito, y de ahí mi cautela y mi duda. Parece ser que poner en duda ciertas cuestiones te convierte de facto en un contrarrevolucionario, en un fascista, en un facha que esconde la ideología del partido del gobierno bajo su fachada de falso republicano (en mi caso, claro). Pues no puedo compartirlo, y normalmente cuando el debate se centra ya en lo personal y peyorativo, abandono mi argumento y me vuelvo a mi rinconcito donde la duda no es sospechosa. Y es como le decía a un familiar hace poco, que siempre he sido de dudar ¡qué vamos a hacerle!

23 de octubre de 2013

RECICLANDO VERGÜENZA


El domingo repostábamos en una gasolinera del barrio. A nuestro lado, pegada a la acera, había una inmensa furgoneta blanca. Ningún distintivo. Ningún logo. Parecía una furgoneta particular. De ella se bajó un hombre de mediana edad, camiseta amarilla de algún equipo de fútbol, se acercó al contendor de ropa, de esos metálicos para donación que todos habremos usado alguna vez. Sacó un juego de llaves. Abrió, sacó las bolsas, las metió en la furgoneta, repito, sin identificación alguna, y con las mismas se marchó. La escena no es que me dejara con la mosca detrás de la oreja, sino que tenía el enjambre zumbándome entero. Al pagar pregunté en la gasolinera. Era una empresa, todo legal, con los permisos del ayuntamiento y tal. Una pequeña investigación me ha permitido ver a qué se dedican:
COMPRAVENTA, IMPORTACION, EXPORTACION, DISTRIBUCION Y REUTILIZACION DE MATERIAL TEXTIL USADO DE TODO TIPO

No hay acción solidaria en la empresa. No hay un objeto social. Es un acto privado del que una empresa privada saca un rédito económico. Así funciona esto. Nosotros, solidarios, tratamos de que personas con pocos recursos reciban esa ropa que puedes dejar de utilizar, y esa ropa acaba en mercadillos de segunda mano. Y todo con la connivencia y el permiso municipal, y quien sabe si con algún rédito para el concejal de turno. No sabría decir si me parece triste o sólo vergonzoso, o ambas cosas al mismo tiempo. A partir de ahora dejaré de utilizar estos contenedores, me encargaré de buscar a las personas receptoras de mi ropa, la dejaré bien guardadita en bolsas en zonas de reciclado para que la gente sin hogar busque abrigo, o incluso, con mucho dolor de mi corazón rojo, a la parroquia. Pero nunca más participaré de la pantomima solidaria de la ropa y el calzado. Y me atrevería a pedirte que tú tampoco lo hicieras.

16 de octubre de 2013

FEMEN¿INO?


Hasta que termine de escribir, no me juzgues…

Aunque es paradójico que te pida eso cuando yo sí que lo voy a hacer. A ellas, las chicas de Femen. Mi imagen de la mujer se aleja del perfil idílico de las películas, o los iconos eróticos o pornográficos clásicos. Sé que por la mañana están despeinadas, que tienen tripa, que los pechos ceden a la gravedad, y también, que se esfuerzan titánicamente por estar siempre impecables. Esa es la mujer en la que yo creo. Estas jovencitas que han decidido sacar sus reclamantes pechos en defensa de una visión muy particular de la mujer, son todas jóvenes, delgadas, con pechos firmes, no exagerados e intuyo que ninguno sometido a los rigores de la lactancia. Es decir, casi una visión masculina de la mujer, muy cercana al rol que vende. Entonces ¿es casualidad?¿ellas discriminan a las componentes que no cumplen con estos cánones?¿las gordas a tareas administrativas y las delgadas a sacarse los pechos?¿Sólo aquellas que lucen esos tipos estupendos se sienten capacitadas para utilizar su desnudez a modo de pancarta? Llamadme desconfiado, llamadme machista, pero las miro, las escucho, trato de entenderlas y veo una campaña de marketing auspiciada por un hombre. Lo siento, no puedo evitarlo.

9 de octubre de 2013

MI BANDERA


Si hay algo que me preocupa del nacionalismo catalán es su efecto llamada. Es como Tarzán pegando gritos en la selva, todos los animales acuden a su grito. Así, el daño colateral de la Vía Catalana es el resurgir de la bestia parda fascista, al grito de se rompe España se nos crecen los señoritos del brazo estirado. Y como siempre, en los mentideros, se retrata a más de uno, de esos que caminan de puntillas por un sentido democrático de cartón piedra que sólo dejan de disimular en la intimidad y que para salir en la foto postmoderna menos retrógrados de lo que se gustan, meten en el mismo saco churras y merinas. Alardean de su democracia denostando la denostable bandera del pollo frito, pero no desaprovechan la oportunidad para darle la misma enjundia antidemocrática a la bandera republicana. Pues deberían saber estos torpes malabarista de la historia que la bandera republicana es una bandera constitucional como la que más, pues era de todos los españoles, con una constitución y en un momento donde democráticamente elegían a sus representantes. Después llegaron los señores del pánico rojo, se levantaron en armas, se inventaron una guerra para salvar la mitad de la patria y nos regalaron 40 largos años de dictadura por Dios y por la Patria. Llegados a la tan cacareada Transición, faltaron cojones o sobró consenso para recupera la que era la única bandera legítima, la republicana. Tunearon la bandera franquista quitándole el pollastre y otra cosa, mariposa. Ahora, cuando veo a estos bocazas decir, no, si a mi no me gusta la bandera preconstitucional, ni esta ni la republicana, se me llevan los demonios. Vamos a ver si nos enteramos de una maldita vez: la bandera de la república es y ya será para siempre, una bandera constitucional ¿Es tan difícil de entender?

25 de septiembre de 2013

JEFAS

He leído al economista Ignacio Buqueras decir que si mandaran más mujeres, habría mejores horarios. Y la verdad es que me ha hecho pensar. Aunque es evidente que las proporciones no son ahora las que alimentaban el machismo ibérico de antaño, si te fijas en los patios de los colegios a la salida, la mayoría son mujeres. Mucho o poco, siempre nos ganan. En las salas de espera del médico, tres cuartos de lo mismo. No es que, como hace treinta años, un hombre fuera una rara avis, pero siempre, siempre, habrá como mínimo una madre más. En las reuniones escolares la mayoría es más aplastante todavía. Por eso es tentador dejarse llevar por esta idea. Parece como si las madres fueran capaces de compaginar mejor su vida laboral y las necesidades de los peques. Y no es cuestión de volver a la multitarea femenina, que de ella hablaremos cuando hablemos de estrés, no. La razón no es fácil de esgrimir en un artículo, pero la evidencia está ahí. Así que a lo mejor si en las empresas privadas hubiera más mujeres con responsabilidad, la flexibilidad horaria para con los padres sería otra. Pero, he te aquí, que quien pone el argumento, deja la trampa. Y es que desde mi subjetiva opinión de currlea, he de decir que no es así. No sé si es porque hasta llegar a la responsabilidad las jefas con las que me he encontrado han pasado tanto que sólo llegaban las más austeras, las más comprometidas con la causa patronal, o tan henchidas de rencor que había que darlas de comer aparte, pero es cierto que eran mucho peores. Por eso, si tiro de archivo, yo me quedo con los jefes antes que con las jefas. Espero, por el bien de nuestra sociedad, que esto sólo sea una casualidad subjetiva.

18 de septiembre de 2013

LAS OLIMPIADAS DE LA CERILLA


No nos han dado las olimpiadas del café. Y lo entiendo. En un país donde la tijera se agita con tanta alegría institucional ¿cómo van estos señores del boato, la fiesta y el mira la que hemos liado del COI ilusionarse con las olimpiadas de la cerilla en lugar de la antorcha? El presupuesto que han presentado nuestros representantes del C.O.E (Comite Opening Español) estaba, en realidad, enfocado a los propios españoles, un, eh, tranquis, que sabemos no gastar. Pero las olimpiadas no son el paradigma de la austeridad. Son una fiesta innecesaria, estridente, excesiva y, sí, maravillosa si eludimos las obligadas comparaciones con el resto del mundo, el paralelo, que vive ahogado en la desidia institucional y las hipotecas y listas del paro de turno. Y me hacía ilusión, no lo niego, mi hijo mayor será un adolescente en el 2020 y yo me imagino con 16 años viviendo unas olimpiadas en mi ciudad, y se me encendía la alarma de la nostalgia envidiosa. Y ahora es fácil respirar aliviado y decir, vale, pues ahora a lo importante. Pero ¿quién se cree que el dinero que nos vamos a ahorrar en fastos deportivos va a invertirse en educación y herramientas para la igualdad social? Es que me los imagino descojonándose ante las críticas y diciendo ¿en educación? ¡y una mierda para tí ! Además, esto es como las máquinas tragaperras ¿qué hacemos con lo invertido?¿lo perdemos? Y hay un detalle en el que no sé si han caído, y es que para el 2024 o 2030 o vaya usted a saber lo que les durará a la Botella y demás la catarsis olímpica, las tan cacareadas instalaciones ya casi hechas estarán obsoletas sin haberse estrenado. Un flamante coche que lleva tanto en el concesionario que cuando salga a la calle ya será un clásico. Ahora me gustaría decir, una vez que hemos visto el esperpento representativo, que haría las delicias de Mihura y de Berlanga, que tenemos lo que nos merecemos. Pero para mi desgracia, como todos los madrileños, ni eso consuelo tonto nos queda. Porque la señora de Aznar, cuyo mérito máximo en la vida ha sido vivir a la sombra del señor de las Azores, ni siquiera fue elegida por los madrileños. Claro, que somos tan tontos que cuando este troll político se presente a una reelección que no lo será, ganará de calle. Y entonces me miraré al espejo y diré, sí, somos gilipollas.


11 de septiembre de 2013

QUIEN BIEN TE QUIERE

Siempre he pensado que insultar, insulta quien puede, no quien quiere. Y de querer va la cosa. Que una persona que no conoces de nada te falte al respeto con una palabra mal sonante al uso, más allá de que nuestro orgullo, no vamos a negarlo, no viene con la impermeabilidad de serie, debería darte más o menos igual. Total, es el destino el que os ha puesto ahí, en ese cruce momentáneo y no ha de haber necesariamente una segunda ocasión. Son las personas de tu entorno las que más capacidad tienen para hacer efectivos sus intentos de insultarte. Y cuando me refiero a insulto me refiero únicamente a una palabrota. Porque la humillación física y verbal es una cuestión mucho más delicada. Cuando un conocido te llama hijo de puta, o gilipollas, pues en función de tu estado de ánimo, las terceras personas que hubiera presentes o incluso las ganas que tengas de entrar al trapo, pues te controlas o ejerces de vitorino verbal y abres las hostilidades sin remisión. Ahora, cuando es una persona a la que quieres, que te quiere o crees que te quiere o te debería querer la que te insulta, eso ya es otra cosa. Ahí entonces entran en juego matices de incomprensión que a mí, personalmente, me hacen dudar de la tierra en la que piso. A mi eso de que quien bien te quiere te hará llorar me parece una frase injusta de postal ñoña y muy probablemente machista. No, quien bien te quiere te respetará, y si no te respeta es que tal vez no te quiere tan bien ¿quién dice que detrás de un hijo de puta no vendrá un empujón, y detrás un puñetazo y así hasta una mención en los sucesos de la prensa escrita? Quien bien te quiere…te querrá. Punto.

4 de septiembre de 2013

LA SOCORRISTA Y LOS BOTIJOS


Hablando con mi buen amigo David me comentó que había conocido a una socorrista que estaba indignada porque le habían bajado el sueldo, pasando de 610 a 580 euros mensuales. Hicimos cuentas. En mis tiempos de vigilante del charco, hace ya casi 20 años, ganaba 120 mil pesetas por una jornada completa, y cuando digo completa digo desde la primera a la última toalla y de lunes a domingo. Si libraba tenía que, no sólo buscar yo a mi sustituto, sino que debía descontar de mi sueldo lo que le pagaba. Así, trabajando cinco días, calculé que ganaba unas 88 mil pesetas. El primer impulso fue pensar que las cosas habían mejorado: de 530 que ganaba yo a los 580 que gana ahora ella. Pero claro, luego recordamos algunos precios. Y yo, al salir de la piscina me tomaba un botijo en un bar por menos de 120 pesetas (esto es, 0,70 euros) y la pobre socorrista hoy en día ha de pagar mínimo 1,1 o 1,2 si elige un bar de barrio con torreznos revenidos. Es decir, ella gana ahora 483 botellines y yo ganaba entonces más de 730 botijos mensuales ¡casi le doblaba el sueldo ¡ Esto que parece simplón y algo maniqueo, incluso, si me apuráis, tiene de cachondo todo lo que tiene de irónico. Porque, que no nos engañen las cifras, los salarios y que hoy salgamos de vacaciones más que hace 20 años. Nuestro poder adquisitivo medio va bajando, y a pasos agigantados. Pero no pasa nada, a nosotros lo que nos importa es que haya un terruño allá por el sur con bandera equivocada o que el director de una empresa privada henchido de egolatría se haya gastado una trillonada privada por contratar a un trabajador. Bendita pandereta.

28 de agosto de 2013

HACERSE ENTENDER

Como cada verano, y hace ya más de 20, descanso en una tierra donde el castellano es lengua secundaria. Una lengua que conocen todos, pero que no utilizan a no ser que sea necesario. En estos, ya digo, más de 20 años, me he encontrado con apenas dos personas que no han hecho el más mínimo esfuerzo por hacerse entender. Yo, recién llegado, perdía el interés por su conversación cuando les hacía ver que no les entendía y ellos seguían en sus trece. Desde muy pequeñito soy de los que piensan que el que no quiere hacerse entender no merece el esfuerzo de ser entendido. Pasaron los años y la gente me hablaba en un saltinvanqui castellano-valenciano que solía tener como nexo de unión un "uy perdona". Ahora, que todo el mundo más o menos me conoce y sabe que qué pie cojeo, me hablan directamente o en valenciano o en catalán, o en castellano, según les salga, y, como mucho me miran y confirman "pero tu nos entiendes ¿no?". Así que nuestras conversaciones son así de curiosas, ellos hablan y me hablan en su idioma que yo entiendo y yo les respondo en el mío, que también entienden. Y ahí paz y después unas cervecitas que el frontón nos hace sudar. Ni malicias, ni suspicacias, ni guerras lingüísticas ni mandangas varias. Gente con gente. Y cuando alguien se quiere hacer entender, se hará entender. Y cuando alguien quiere entender, hará todo lo que pueda para que su interlocutor use un idioma común. Después vienen los políticos, y si te pones a su nivel, si te metes en su mundo, y preguntas a los mismos que se hacen entender entre almendras y coronitas, volveremos al conflicto. Así, cada verano, vuelvo a Madrid con la misma idea, que los políticos son como las multinacionales farmacéuticas, aunque ellos no nos quieren enfermos, sino que quieren que haya problemas, conflictos. No tengo claro si es para hacernos creer, que como las píldoras, nos son necesarios, o es que de inútiles que son necesitan cortinas de humo que no nos permitan ver lo innecesarios que son.

7 de agosto de 2013

JULIO Y EL DICHOSO MANGUITO


Conozco a mi coche como si me hubiera acordado de la madre que lo parió unas cien veces. Conozco sus ruiditos, sus desplantes y su ademanes. Y otra cosa no, pero tiene fuerza. Estos días, en cambio, parecía que se había trasmutado en una furgoneta de reparto. De sus rugidos de adolescente macarra habíamos pasado a largos procesos de aceleración. Además con un indefectible silbidito. Lo llevé al taller. Lo dicho, lo conozco como si sus bielas las hubiera parido yo mismo. Que el coche no tiene fuerza, creo que vamos a tener un manguito por ahí a punto de rajarse. Pero ¿el ordenador ha dicho algo? Ni mu. Ah. Lo probaron, lo revisaron. Que el coche va como un tiro, señor. No seré yo quien discuta con un mecánico y menos si tiene unas manos que parecen un muestrario de po…ya me entiendes. Así que algo más tranquilo, pero con el pistón en la oreja, monté a mi familia y nos fuimos a la costa. Kilómetro 86. El pitido de turno anuncia que el mecánico no tenía razón y que yo soy la madre que lo parió. Al coche, digo. Control motor, acuda al concesionario. Lo que hace el ordenador, que como no pone voz no le ponemos cara, pero es más hijo puta que el de Odisea en el espacio, es rebajar las prestaciones del motor para evitar riesgos. Así que en las cuestas abajo y los llanos íbamos acordes al devenir del resto, pero en las subidas (¡ y mira que las hay ! solo cuando no tienes potencia te das cuenta) íbamos los cuatro montados en una camioneta de helados. Llamamos a mi tío Miguel. Iniesta no estaba lejos. Era viernes ¿podemos encontrar un taller para que le echen un vistazo? Sí, claro. Una hora y media más tarde llegábamos al taller. Julio, que ya estaba avisado, le veía las vergüenzas a otro vehículo, tirado en el suelo. Al vernos se incorporó de inmediato y se interesó por los síntomas ¿Pérdida de fuerza?¿un silbidito? Un manquito roto. Sacó la linterna y le abrió las tripas a mi díscolo hijo de Diessel. Metió la mano aquí, la sacó de allá. Mira, este parece que estaba suelto. Conecta otra vez el ordenador y se limpia el error. Salimos a dar un paseo, y noto que el coche no tiene el brío que atesora, pero el display maldito no se pronuncia. Acelero un poco y el pitidito odioso nos devuelve al taller. Julio tuerce el gesto, pero sin el ánimo frustrado va de nuevo al ataque ¿No te quemas? Sí, pero ya estoy acostumbrado, y si tenemos que esperar a que enfríe no salís ni en tres días. Toca y toca. No da con la clave hasta que sonríe, con la mano metida. Sólo le faltó gritar ¡eureka! Sacó un manguito de menos de 20 centímetros y me enseñó la grieta. Buscó en sus herramientas, encontró uno de la medida, lo adaptó y otra vez el ordenador se mostró generoso: avería limpiada. Espera, me dijo, me doy una vuelta contigo. Me llevó a una carretera donde podríamos pedirle explicaciones al coche. Aceleré como si no hubiera maña y respondió. Pues yo creo que ya lo hemos encontrado. Pues ya me dirás cuanto es. Nada, hombre, nada. Yo sé que en los pueblos las cosas funcionan así, favor con favor se paga, pero yo no soy mi tío y no iba a tener oportunidad de devolverle su profesionalidad y celeridad a la hora de resolver mi emergencia automovilística. Además, soy de los que piensan que el trabajo hay que pagarlo. Así que, no sin discutir un poco, terminé dejando 50 euros sobre la mesa. Volver a la carretera me salió barato: menos de una hora y 50 euros. Las cosas en los pueblos son así ¡¡¡ y me encantan !!!

31 de julio de 2013

CERDOS CON TECLAS


La gestión mediática del trágico accidente ferroviario que nos ha descolocado esta semana ha sido nefasta. Vomitiva en algunos casos como en el de La Razón, panfleto que sacó en su edición una foto de la vivienda del maquinista, en la que se podía ver el número de portal con una leyenda del tipo "la calle del maquinista amanecía tranquila". ¿Qué esperaban?¿o es que era una invitación? Los intereses económicos que circulan en torno a la Alta Velocidad, un producto tan exportable, el paradigma de la españolidad moderna, hace que los medios afines al gobierno naveguen por la ponzoña con una impunidad vergonzante. Retuercen la realidad, la fraccionan, la esconden y la muestran como tahures al servicio de la voz de su amo marianín, con una serenidad que sonroja a muchos, entre los que me encuentro. La única forma en la que se podía haber gestionado una titular en las primeras horas era un tren descarrila, el juez y la investigación determinará la velocidad, los culpables y su grado de implicación en el trágico accidente. Mencionar a los pocos minutos la velocidad, el maquinista, su puto twitter y la madre que lo fundó, no es más que echar mierda para que no corra peligro la inversión. Que la niña no se manche, que la niña no se manche, gritaban por las redacciones, buscando entre la basura. Asco me da. Mucho. Menos mal que, para consuelo de muchos, nos queda el ciudadano medio y su ejemplar solidaridad, su entereza, y la de los funcionarios públicos (sanitarios, bomberos, policía) que lo dieron todo para minimiza la tragedia sin preocuparse de los titulares. Menos mal.

24 de julio de 2013

TOROS Y CORNUDOS

Los recientes Sanfermines han generado una interesante y espero que nutritiva polémica: que se resume en una imagen, la de una mujer borracha en hombros zarandeada y envinada por la bravía machodumbre (de macho). No censuro esa especie de ritual paralelo, pero tampoco digo que si fuera padre de una niña celebrara con vítores que mi hija decidiera participar de semejante exhibicionismo etílico, ni que me dejara indiferente que lo hiciera la hija de un amigo o mi propia sobrina. No, lo cual me lleva a pensar en las padres de esas niñas, o incluso en los compañeros de universidad y hasta de trabajo. Los jefes, los empleados... quizá los periódicos deberían pensárselo antes de airear estas imágenes sin un míselo pixel. Todo el mundo tiene derecho a hacer alguna que otra locura y que no trascienda. Amén de esto, la situación es simple: una mujer libre, en un pais libre, decide en un momento puntual, llevada por la lujuria del vino y la fiesta, subirse a hombros de un amigo y enseñar los pechos a los presentes. Dentro del marco en el que tiene lugar, es hasta lógico, y puede que divertido. Ni siquiera me arriesgaría a tacharlo de sexista. No es el único lugar en el mundo en el que la fiesta lleva a enseñar los pechos como ocurre en el Mardi Gras (M.Orleans), donde las mujeres lucen divertidas los collares que logran eseñando sus mamas. Pues eso parece que aquí legitima a cierto cavernario grupo a desnudar y manosear a la susodicha incauta. Si no le gusta, que no se suba, dicen los más machos. Saben a lo que vienen, se jactan otros. Amén de lo antierótico que puede ser meter mano en colectivo, sin saber si fue teta, rodilla o culo lo que te tocó en suerte, ¿quién o qué da derecho a estos picha cortas a tomar la iniciativa de cambiar imagen por tacto? Eso es como ir babeando por una playa nudista metiendo las narices entre las piernas, señorita, no esté usted en pelotas al aire libre. De esto a volver a los tiempos en los que una minifalda era una provocación atenuante en caso de violación nos quedan dos Gallardonianos pasos. Volveremos a las cavernas arrastrando a nuestras esposas de los pelos antes de que nos demos cuenta. Me dan ganas de aplicar este principio en la calle, así si pillo a alguno de estos en chandal ponerme a dar palmadas a su lado como un loco ¡corre, corre, corre! ¿no vas en chándal para hacer deporte?. Al que lleve camiseta de rugby, placaje salvaje que te crío. Al que lleve camiseta de los Bulls: antideportiva al canto ¿sigo? Es más, me imagino a uno de estos siendo sodomizado en plena calle por un osito lujurioso...¡ no haberte pasado por Chueca !

10 de julio de 2013

EL DICHOSO GUASAP


La vida ya no se vive, se guasapea. Y lo digo con rencor de no pertenencia a la clase, que no llamaría envidia todavía. El caso es que la bromita esta de mira que filete me estoy comiendo es la pura rutina. Parece como que si no guasapeas o tuiteas lo que haces es como si no lo hicieras. Recuerdo que cuando comencé en esto de las oficinas, como al final de las vacaciones, una semana después, siempre llegaba alguno con el álbum de cromos de las vacaciones para presumir de lo alto que subió, de lo mucho que visitó o de lo mucho que...Luego llegaron las tiendas de fotos que te las daban en una hora, así que ya no había que esperar a la semana siguiente, sino que incluso el mismo día llegabas con el moreno y la traca fotográfica. Con las cámaras digitales aquello se estandarizó. Y el culmen de lo inmediato es el guasap e intuyo el tuit. Estas vacaciones nos hemos llevado al hijo de unos amigos. Tres añitos de pura risa y vitalidad. El caso es que el pobre parecía estar viviendo la propia película de sus vacaciones en la que todos éramos directores. Me tiro al agua...¡¡¡ no, espera !!! Pilla móvil...¡ ahora ! y zas, mensajito a sus padres: mira como se tira el peque a la piscina. Y quien dice tirarse a la piscina dice subirse a un árbol, comerse un helado, echar una carrera o levantarse sequito de dormir. ¡ Corten ! y guasap que te crío. Cuando devolvimo al pequeño a su seno familiar ya no tenía nada que contarles, ya se lo habíamos guasapeado todo...