Veranear era cuando el verano no tenía fin.
Cuando de niños no sabíamos la fecha de ida ni la de regreso. Cuando las golosinas de tía L. y los cacahuetes de C., cuando los Kas de naranja con tío P. y las tortillas de jamón de la abuela María Flor, que me enseñó a leer. Cuando la Vega del Ciego con el capitán Blanco, que murió coronel, cuando la cuenta atrás hasta la piscina, cuando las noches camuflados en las tertulias de los mayores.
Cuando nos reíamos tanto, cuando las bicicletas eran de colores, cuando los viajes a la playa tan épicos.
Mi veraneo es el sol entrando en el portal enorme de Arzobispo Blanco, la abuela María Flor sentada en el banco negro y el suelo reluciente, apenas el tictac del reloj de la cocina.
Ahora mis veranos son tus ojos azules, mis hijos, los libros.
El verano es que te digan desde Innisfree que tengo muchas ganas de verte. Que podamos volver a Quirós a llorar el tejo de Bermiego, que pueda subir a veros y a lloraros, que les cuente a mis hijos de cuando veraneaba.
Y más.
En Innisfree esperamos tu alegría, te llevaré a verlo todo, a conocerlo todo, a saberlo todo. Después, en la tierra de Yeats, leeremos aquellos versos:
And a small cabin build there, of clay and wattles made:
Nine bean-rows will I have there, a hive for the honey-bee;
And live alone in the bee-loud glade.
Nuestro.
Etiquetas: 126, and go to Innisfree, John Ford, verano, viaje