Benjamin "Bugsy" Siegel (Warren Beatty) es uno de los capos de la mafa neoyorkina, junto con sus socios Charlie "Lucky" Luciano (Bill Graham) y Meyer Lansky (Ben Kingsley). Siegel es enviado a Los Ángeles para negociar un acuerdo con otro mafioso, Jack Dragna (Richard C. Sarafian) que no está interesado en la oferta de Siegel y mucho menos en que sus socios entren en el negocio y aunque, al final, ante una bravuconada de Siegel, parecen ceder, la puerta queda abierta para deshacerse del neoyorkino.
Su acompañante en Los Ángeles es un viejo amigo, el actor George Raft (Joe Mantegna), que le pasea por Hollywood y Beverly Hills, y le lleva al estudio donde está grabando una película, allí conoce a una aspirante a actriz, Virginia Hill (Annette Bening), se encapricha de ella y vivirán un romance de los de alto voltaje, con graves disputas incluídas, debido al pasado de ella que ha tenido multitud de amantes, pero siempre acaban retomando la tórrida relación. Virginia insiste en que para seguir con ella, Bugsy debe divorciarse de su actual esposa Esta (Wendy Phillips), algo que acabará sucediendo.
Durante una visita para controlar un pequeño negocio, Bugsy tiene una especie de revelación en pleno desierto, pretende construír un gran casino allí, en mitad de la nada, quiere que todo sea legal, ya que en Nevada el juego lo es y está seguro de que aquello puede reportar grandes beneficios. A partir de ese instante se convierte en su obsesión y, aunque se han reído de él, cuenta con el beneplácito de otros jefes mafiosos, si bien todo se complica, cuando el millón de dólares que les ha pedido se dispara hasta convertirse en seis.
El 22 de diciembre de 1946 se celebró un importante encuentro mafioso en el Hotel Nacional de la Habana. A esa cumbre asistieron las más altas personalidades del crimen organizado. Lucky Luciano, Frank Costello, Tommy Lucchese, Joe Profaci, Vito Genovese, Joe Bonanno, Albert Anastasia, Willie Moretti, Joe Adonis, Tony Accardo, Santo Trafficante, Carlos Marcello, Longy Zwillman o Meyer Lansky fueron algunos de ellos. Se habían reunido para tratar tres cuestiones de máxima relevancia: el nombramiento de Charles Lucky Luciano como Capo di tutti Capi, la delicada situación en la que se había colocado Benjamín Bugsy Siegel y la devolución del dinero que su amante, Virginia Hill, le había robado al Sindicato.
Tres años antes, Benjamín Bugsy Siegel había tenido una idea realmente asombrosa, construir un hotel-casino en un desértico y poco frecuentado cruce de carreteras en el estado de Nevada. Para llevar a cabo su magno proyecto, Siegel acudió a su amigo Meyer Lansky, quien intercedió por él ante Lucky Luciano, que cumplía condena en la prisión de Great Medows. En aquel encuentro se aprobó la construcción del Hotel Flamingo, con un presupuesto inicial de un millón de dólares. La apuesta del Sindicato era importante y arriesgada, pero el negocio que se abría ante sus ojos parecía seguro.
Sin embargo, en diciembre de 1946, la situación de Bugsy Siegel era muy delicada. Las obras del Flamingo aún no habían finalizado y el presupuesto del futuro templo del juego había ascendido a seis millones de dólares. Bugsy comenzó a recibir presiones.
Meyer Lansky descubrió que la amante y consejera de Siegel, Virginia Hill, quien hacía las funciones de decoradora y vicepresidenta del hotel, había estado desviando importantes sumas del dinero destinado al Flamingo a una cuenta secreta en un banco de Suiza, a la vez que se compraba una importante propiedad en Lucerna, cerca de Zúrich. Lo que no había conseguido descubrir Lansky es si Bugsy tenía conocimiento de la estafa, o si, por el contrario, también él era una víctima de la ambición de su amante.
No obstante, Bugsy Siegel aún tendría una última oportunidad. Aunque su cabeza pendía de un hilo, la Comisión decidió esperar a ver qué ocurría con el Flamingo. La propuesta vino por parte de Tony Accardo, el Padrino de la familia de Chicago. Cabía la posibilidad de que Siegel sólo fuera un estúpido enamorado que se había dejado engañar por su amante. Si la apertura del Hotel-Casino ideado por Bugsy era un éxito sin precedentes como todo parecía indicar, su promotor tendría la oportunidad de devolver con intereses los fondos perdidos. Merecía la pena esperar a ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.
Presionado por el Sindicato, Siegel decidió inaugurar su Hotel por todo lo alto el 26 de diciembre de ese mismo año, pero tampoco en esta ocasión tuvo suerte. Las circunstancias jugaron en su contra. Para ello había contratado los servicios de un numeroso elenco de estrellas que amenizaran la velada de los asistentes, entre los que se encontraban el actor George Raft, el músico Xavier Cugat y el showman George Ressel, que haría las veces de maestro de ceremonias. Sin embargo, una fuerte lluvia asoló aquella noche Las Vegas y ninguna de las estrellas se presentó al acto. Sólo veinte personas cruzaron las puertas del mayor templo del lujo de todo el estado de Nevada.
Tras este fracaso, Meyer Lansky le expuso en crudo la realidad a su amigo. Si no se aclaraba rápidamente la cuestión del dinero perdido, su situación se vería muy comprometida ante la Comisión. Consciente del peligro en que se hallaba, Bugsy le pidió a Lansky un poco más de tiempo, al menos unos meses para obtener beneficios. Como estos no llegaron, Lucky Luciano y Tony Accardo decidieron concederle el “contrato” definitivo a Benjamín Siegel. El trabajo le fue encargado a Carmine Galante, quien llegaría con el tiempo a ser jefe de la familia Bonanno.
La noche del 20 de junio de 1947, Benny Siegel se encontraba sentado en un cómodo sofá de la mansión que su amante poseía en North Linden Driven en Beverly Hills, Los Ángeles. En aquel instante estaba hojeando un ejemplar del Times mientras se tomaba un whisky. Sería lo último que hiciera en vida. Una bala disparada por un rifle de calibre 30/30 impactó en su ojo izquierdo provocándole la muerte inmediata. Poco después, cuatro balas más se alojaron en su cuerpo. Moría así quien había sido un miembro histórico de Cosa Nostra que sería recordado, sobre todo, por haber creado, de la nada, la que sería la ciudad de juego por excelencia: Las Vegas.
Esa es la historia que cuenta la película, es cierto que se toma algunas libertades, pero en general, es bastante fiel a lo que fue la realidad, con muchos detalles que están tomados de la propia biografía de Bugsy, como las numerosas amistades que hizo en Hollywood, donde pidió y llegó a conseguir lo que se conoce en el argot como una prueba de pantalla.
En general la peli resulta entretenida por el asunto que trata y por lo trepidante del relato, si bien esto mismo, en ocasiones juega en su contra, pues los diálogos de Beatty, sobre todo en sus disputas con su amante, siguen con ese ritmo acelerado que es como si te quitara el oxígeno.
Algunos buenos papeles secundarios que son todo un alivio cuando la atención recae en ellos, algo que, desgraciadamente, no ocurre con frecuencia.
Barry Levinson consigue un producto desigual, con escenas realmente logradas, incluso muy buenas, que se alternan con largos periodos en los que aquello decae bastante. Ennio Morricone, que firma la música del film, está igualmente gris y no es que pueda presumir con esto de uno de sus mejores trabajos.
Lo mejor, la magnífica ambientación, el trabajo de Annette Bening y el de alguno de los secundarios, como es el caso de Harvey Keitel (pésimamente maquillado) y Ben Kingsley.