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domingo, 22 de septiembre de 2024

EL AUTOREMAKE EN EL CINE. CAPÍTULO III (V)

Para este viaje entre el melodrama y la comedia, Dama por un día se apoya en una correcta puesta en escena y en la excelente fotografía de Joseph Walker,[1] otro de los colaboradores habituales de Frank Capra.

La mayoría de las secuencias arrancan con planos generales de situación (3.7) para luego gestionarse con encuadres medios y americanos nada barrocos. Capra sólo se permite el lujo de un fuerte picado para resaltar el punto de giro principal de la película, cuando los mendigos le explican a Dandi el problema de Annie (3.8). En el resto del metraje, la dinámica cámara de Walker sigue los movimientos de los actores con tanta elegancia como en los dos travellings, intencionadamente similares, que acompañan a May Robson en las secuencias más dramáticas: más rápido cuando Annie entra en el hotel y se dirige a recepción para recuperar la carta de Louise, y más pausado cuando decide contar toda la verdad, casi al final de la película (3.9 y 3.10).

Con la técnica de Walker y la narrativa de Capra, con leves pinceladas, y con cierto grado de suspense, descubrimos el secreto que guarda Annie celosamente: una breve conversación con el botones, que le entrega sobres y papel con el membrete del hotel; una fotografía que da la vuelta[2] cuando se dispone a beber un trago; o un disco que todos los vecinos escuchan a la misma hora cuando ella escribe a su hija. No hace falta explicar la historia con largos diálogos, sólo tres secuencias son suficientes para plantear el drama.

Los diálogos se los reservaron Riskin y Capra para el tipo de comedia que sin querer estaban descubriendo para el cine: la screwball comedy.[3] Porque Dama por un día es un antecedente directo del género que se consagraría con películas como Sucedió una noche, todavía más exitosa que Lady for a Day.[4] La comedia “alocada”, como se conoció en España, se caracterizaba por diálogos punzantes que presidían situaciones absurdas donde el ritmo era endiabladamente rápido. 

Si la pertenencia de Dama por un día al nuevo género no está muy clara no es por la falta de frases ácidas, casi siempre surgidas del lacónico mayordomo o de los matones de Dandi cuyos apodos irónicos iban en consonancia con la personalidad de cada uno: el malhumorado Happy y el medio analfabeto Shakespeare. “Esa cabaretera no te deja pensar”, “Durante el día no pienso en ella”; “Trae mala suerte ser supersticioso”; o “Mi mujer es una maniática, no le gusta que vaya por ahí casándome con la gente”, son algunos ejemplos de los muchos que pueblan el ingenioso guion. Quizás la parte melodramática de la trama y la contención en el ritmo en algunas secuencias cómicas, es la que resta elementos para considerarla una película screwball pura, pero la utilización del diálogo como arma arrojadiza entre los personajes ya estaba ahí.

Con respecto al uso del diálogo como herramienta narrativa, el propio Capra hablaba de una revolución cuando lo defendía por encima de la acción al poco de estrenarse la película; aunque matizaba: “La acción importante no es la que sucede en pantalla, sino la que tiene lugar en la mente del público. […] Lo que necesitamos es suplir la acción esencial con diálogo que la sugiera […] La imaginación es mejor artista que el guionista o el director. Nuestro objetivo es hacer mayor uso de la imaginación por parte del público” (Freedman 1933, p.10). El cine comenzaba a superar el trauma del paso del mudo al sonoro y profesionales como Capra se estaban dando cuenta de que los diálogos no eran el fin sino un recurso más de la narrativa cinematográfica. Las talkies, donde la parte hablada era la razón de ser comercial, como una atracción más, estaban dando paso a filmes con un uso más racional de la palabra. Ahora sabemos que el director siciliano fue fundamental en ese proceso de transformación.

Capra y Riskin consiguieron estimular la imaginación del público gracias a la suya propia y al buen trabajo de todo el elenco. Con May Robson conduciendo el drama, y la banda de Dandi la comedia, todos bajo la atenta mirada de Capra, el filme resultó una perfecta mezcla entre los dos géneros. Un cuento de hadas que combinaba la fantasía con la cruda realidad de la Depresión; donde se van superando las complicaciones con elegancia y con precisión de relojero en el último minuto. Tanto que para algunos autores es la película de Capra más cercana a la perfección (Willis 1988). También era la preferida de John Ford y, en alguna ocasión, el propio Capra no dudó en confesar que era su favorita (Dalio 1944).  

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[1] Un gran profesional que acumuló numerosas patentes a lo largo de su vida, entre ellas la invención del primer zoom. Fue contratado por la Columbia en 1927 y, desde entonces hasta su retirada en 1952 fue, prácticamente, un fijo como director de fotografía de Frank Capra.

[2] Un plano calcado al que ya rodó Capra un par de años antes en The Miracle Woman cuando Barbara Stanwyck, avergonzada por ser cómplice de una estafa, da la vuelta a la fotografía de su difunto padre.

[3] El nombre viene de una jugada de béisbol donde el pitcher lanza la pelota para que gire en el sentido contrario a las agujas del reloj. Un lanzamiento especialmente propenso a las lesiones de codo. En la screwball comedy se especializaron la Paramount y la Columbia. Nació en la primera mitad de los años treinta y se extendió hasta la siguiente década para dar obras tan importantes como La Fiera de mi niña, La Pícara puritana o Historias de Filadelfia, entre muchas otras.

[4] Sucedió una noche, interpretada por Clark Gable y Claudette Colbert, ganó cinco Óscar: los que se llevaron la pareja protagonista más los obtenidos por Capra, Riskin y la Columbia.



domingo, 29 de mayo de 2022

2 X 1: "VÍRGENES MODERNAS" y "DANZAD, LOCOS, DANZAD" (Harry Beaumont)

Vírgenes modernas (Our Dancing Daughters, 1928)

En los albores del sonoro, el director Harry Beaumont de la Metro Goldwyn Mayer lanzó al estrellato a la actriz Joan Crawford con dos películas dirigidas antes y después del mayor éxito del realizador, el musical La melodía de Broadway (Broadway Melody, 1929), con el que la Metro ganó el Óscar a la mejor película.

El primer filme Beaumont-Crawford fue Vírgenes modernas. La cinta es un melodrama centrado en tres mujeres jóvenes de los años locos, las conocidas como flappers. Joan Crawford es la que se comporta con los hombres de forma más “ligera”, aunque no es más que pura fachada pues nunca consiente que las relaciones vayan a más. Debido a esa ligereza pierde al hombre que ama, que prefiere casarse con una de las amigas, más clásica. Mientras tanto, la tercera en discordia, contrae matrimonio con un hombre celoso y maltratador.

Vírgenes modernas fue todo un éxito en taquilla y significó el punto de inflexión en la carrera de Joan Crawford ⸺por primera vez su nombre aparecía por encima del título. Se trata de una película muda, pero con la música y algunos diálogos sonoros. Digamos que es un largometraje híbrido, entre las películas silentes y las talkies.

 

En los contados números musicales se luce Joan Crawford, una gran bailarina que comenzó su carrera en el cine tres años antes, al ser descubierta por un cazatalentos de la Metro cuando bailaba en una revista de Broadway. En cualquier caso, parte del mérito de las secuencias musicales habrá que dárselo al director, Harry Beaumont, que no se le daba mal el género como luego se vería con la citada Broadway Melody.

En Vírgenes modernas no solo brillan los números musicales y la actuación de Joan Crawford, también el decorado art decó de Cedric Gibbons resulta espectacular dentro de una cuidada producción made in Metro. Una cinta que fue la primera de una trilogía formada por Jugar con fuego (Our Modern Maidens, Jack Conway, 1929) y Novias ruborosas (Our Blushing Brides, 1930), esta última también dirigida por Harry Beaumont y con las mismas actrices de Vírgenes modernas: Joan Crawford, Anita Page y Dorothy Sebastian. 

 

Danzad, locos, danzad (Dance, Fools, Dance, 1931)

Después de Novias ruborosas, Harry Beaumont tuvo la suerte de contar de nuevo con Joan Crawford en Danzad, locos, danzad, ya convertida en toda una estrella. La cinta es completamente sonora y la actriz se encuentra mucho más reconocible para el espectador, con el look que llevaría siempre: melena morena, hombreras, y con un maquillaje que resalta sus grandes y llamativos ojos.

La película narra la vida de dos hermanos, Bonnie (Joan Crawford) y Rodney Jordan, que viven como reyes gracias a la fortuna de su padre. Cuando este muere de un infarto después del crack de la bolsa en 1929, Bonnie tiene que renunciar a su novio y trabajar como periodista, mientras que su hermano se mezcla con malas compañías, con una banda de gánsteres liderada por Jake (Clark Gable). El filme muda de género, de melodrama a película de gangsters, igual que cambia la vida de lujo de la protagonista a una más dura, en la que no tiene más remedio que abandonar las fiestas de los yates, a sus amigos de siempre y dedicarse a trabajar para poder sobrevivir.

Inspirado el largometraje en la matanza del día de San Valentín, el título de la película puede dar lugar a confusión con la más célebre Danzad, danzad, malditos (They Shoot Horses, Don’t They?, Sydney Pollack, 1969), pero no tienen nada que ver una con otra, tan solo tienen en común que se desarrollan en la misma época de depresión después de la crisis del 29. 

Con un par de números musicales, de nuevo con la Crawford en el centro de atención (un tango en el arranque y un baile que Bonnie hace para seducir a Jake), la película significó el primero de los ocho filmes en los que trabajaron juntos Joan Crawford y Clark Gable.

Mejor rodada que Vírgenes modernas, Harry Beaumont se luce en Danzad, locos, danzad, no solo en los citados números musicales, sino también en algún que otro travelling, como el de la despedida de Bonnie del periódico. Buenas escenas, fastuosos decorados de Gibbons y original diseño en el vestuario a cargo de Adrian para, de nuevo, una producción Metro-Goldwyn-Mayer.






lunes, 16 de marzo de 2020

EL MUNDO EN SUS MANOS (The World in His Arms de Raoul Walsh, 1952)

El capitán Jonathan Clark (Gregory Peck) acaba de regresar a San Francisco después de una larga campaña en aguas de Alaska. Clark recorre la ciudad para buscar al resto de la tripulación de la "Peregrina" raptada por “El Portugués” (Anthony Quinn). El marino luso, a la sazón patrón de la "Santa Isabel", pretende reclutar a la fuerza a los hombres de Clark: los necesita para llevar a la condesa Marina Selanova (Ann Blyth) a Alaska donde vive su tío, el gobernador de la compañía de pieles rusa. 

Entre idas y venidas de la condesa, que engatusa también a Clark para que la lleve a su destino, se desarrolla esta película de aventuras que el guionista Borden Chase adaptó al cine a partir de la novela homónima de Rex Beach. Un filme de aventuras que es por entero de ficción, pero que se inspira en la compra de Alaska (territorio perteneciente a Ruisa) por parte de los Estados Unidos. En el largometraje se nombra una de las razones: la venta del territorio era la solución ideal para enmendar la bancarrota de la compañía rusa de pieles. 

La escena que todo el mundo asocia con el filme, la regata entre “La Peregrina” y la “Santa Isabel”, es un prodigio de ritmo made in Raoul Walsh. Una emocionante persecución a todo trapo donde “El Portugués” siempre va a remolque de lo que hace Clark, mucho mejor marino. Ambas goletas navegan con viento tan fresco que amenaza con romper los mástiles. La interpretación de Peck y Quinn se encuentra a la altura de la legendaria secuencia, cada uno dominando sus registros a la perfección. Con respecto al primero, se nota que se encuentra mucho más cómodo en su posición de comandante que contiene las emociones que en las escenas en las que se comporta como un bravucón borracho y pendenciero.


El fallo que se le suele achacar a la película es la falta de acción por culpa de la historia de amor. Es posible que las pretensiones fallidas de Chase, que prefería a John Wayne, influyera a la hora de ahorrar escenas de acción y le empujasen a Walsh a dedicar más tiempo a desarrollar la trama romántica. También la edad avanzada del director (67 años), y los continuos dolores de espalda que sufrió durante el rodaje, pudieron causar una menor atención a dicho tipo de secuencias. 

De todas formas, para los que echan en falta más movimiento, sólo la secuencia de la regata demuestra que aún quedaba Raoul Walsh para rato. De hecho, El mundo en sus manos fue la primera de tres cintas de ambiente naval casi seguidas. Es posible, eso sí, que fuera el último gran largometraje de aventuras del director si no tenemos en cuenta la trilogía de westerns realizada con Clark Gable a mitad de la década de los cincuenta.

En mi opinión, El mundo en sus manos es una cinta muy bien escrita, con buenos diálogos, con bastante humor y que, pese a lo que digan, no necesita más escenas de acción. Además, la gestión de la subtrama romántica me parece perfecta; y la de la otra historia de amor también: “Hemos hecho muchos viajes y hemos visto muchos puertos, cuando esto acabe nos iremos a casa; nos iremos a Salem”, le dice el capitán a su barco en una emocionante y tierna declaración.


El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a El mundo en sus manos en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas


lunes, 27 de mayo de 2019

REBELIÓN A BORDO (Mutiny on the Bounty de Frank Lloyd, 1935)

El éxito de La isla del tesoro (Treasure Island de Victor Fleming, 1934) animó a Irving Thalberg, a la sazón productor estrella de la Metro Goldwyn Mayer, a desear adaptar otra obra literaria del mismo estilo. No tuvo que esperar mucho pues el asunto le cayó del cielo, concretamente del director Frank Lloyd que había comprado los derechos de “El motín de la Bounty”, libro escrito por Charles Nordhoff y James Norman Hall. Dicho cineasta le ofreció la novela a Thalberg a cambio de un contrato que le permitiese dirigir la película.


El argumento de la cinta es tan conocido como el de “La isla del tesoro”, sólo que esta vez se basa en los hechos reales acaecidos en 1787, en la “Bounty”, al mando del capitán William Bligh (Charles Laughton). A pesar de algunas lagunas, referentes sobre todo al final de Fletcher Christian (Clark Gable) y los amotinados, la película es bastante fiel a lo que sucedió en la realidad durante el viaje de la Bounty, que no era otra cosa que una versión del triángulo del azúcar, África-Caribe-Inglaterra. En el periplo de la Bounty se cambió África por Tahití. Allí esperaban descubrir un alimento barato para los trabajadores de sus explotaciones del Caribe. Al final, el intento de aumentar los márgenes comerciales con el empleo del árbol del pan fue un fiasco: tras varios viajes como el de Bligh, los esclavos se negaron a comer dicha planta. 

Con respecto al capitán William Bligh, se sabe que era un excelente navegante tal como demuestra su increíble hazaña de recorrer 4.000 millas en un bote de remos. Viaje en el que sólo perdió un hombre, y fue durante la lucha contra los nativos hostiles de una isla en la que hicieron un alto para aprovisionarse. Al parecer, Bligh no era especialmente cruel ni déspota, pero sí que le faltaba tacto a la hora de dirigirse a sus subordinados. Era famoso por dejar en evidencia a sus oficiales delante de la dotación y por sus malos modos y lenguaje poco adecuado. Según las anotaciones de Bligh en el cuaderno de bitácora, la rebelión fue debida a que Christian y el resto de amotinados habían descuidado la disciplina durante su estancia en Tahití —Christian se casó allí— y se resistieron a abandonar aquella forma de vida. Sin embargo, en mi opinión, algo tuvo que ver Bligh en el motín porque años después del incidente, cuando era gobernador de Nueva Gales del Sur, sufrió otra revuelta parecida, en este caso de los colonos. Demasiados problemas en sus destinos para que no tuviera alguna responsabilidad en dichos motines. No obstante, cuando Bligh regresó a Inglaterra fue nombrado almirante y terminó su carrera de forma honrosa.


Igual que ocurrió con “La Isla del Tesoro”, el motín de la Bounty ha dado para unas cuantas versiones en la gran pantalla, aunque ninguna de ellas logró superar a la adaptación de Frank Lloyd. Desde el arranque, vista hoy en día, se hace muy atractivo el tono clásico de la película, el ambiente que la Metro sabía darle a este tipo de superproducciones. El director, consciente de lo que tenía entre manos, se empeñó en una cuidada y académica realización, mientras que todo el filme se benefició de un montaje excelente (las secuencias del arranque y las del motín recuerdan a las del Acorazado Potemkin) y de unos actores de primera, que, sin embargo, no se llevaban nada bien. Algo previsible si tenemos en cuenta la condición de homosexual declarado de Charles Laughton, y la homofobia de Clark Gable. El galán no se sentía cómodo con el actor británico; ni se creía adecuado para interpretar a un oficial inglés del siglo XVIII con aquellos calzones ajustados tan poco masculinos. No obstante, al acabar la película reconoció que su papel como Fletcher Christian había sido el mejor de su carrera.

Si Gable bordó la actuación, lo de Charles Laughton es simplemente inolvidable, y eso que le tenía miedo al mar y se mareó todo el tiempo que duró el rodaje. Su interpretación del cruel Bligh ha entrado en la leyenda del cine y su personaje es de los más odiados (queridos) de todos los tiempos. Con gestos muy estudiados, incluso contenidos, el actor da a entender una personalidad atormentada por culpa de leyes navales demasiado rígidas, que permitían que los capitanes se ensañaran con los castigos. El actor sólo cambia momentáneamente de registro, y parece hasta humano, cuando se enfrenta al reto de llevar sanos y salvos a sus hombres a través del océano en un pequeño bote. Cuando al final divisan tierra, Laughton/Bligh llora de emoción mientras exclama: ¡He vencido al mar! Es conocida la anécdota que dice que el personal del equipo de rodaje fue incapaz de aguantar las lágrimas de emoción.


Ver ficha de Rebelión a bordo.

El post es un extracto corregido para la ocasión del capítulo dedicado a Rebelión a bordo en mi libro: CINE Y NAVEGACIÓN. Los 7 mares en 70 películas




lunes, 13 de junio de 2016

CINE EN DVD: SUCEDIÓ UNA NOCHE (It Happened One Night de Frank Capra, 1934)

El pasado 6 de abril salió al mercado la célebre película de Frank Capra, Sucedió una noche. En formato blu-ray y con Sony Pictures detrás de la distribución, la cinta de Capra ha vuelto a los hogares recién pintada y lavada para disfrute de cinéfilos de todo el mundo. 


El filme escrito por Robert Riskin es una delicia que consiguió por primera vez en la historia de Hollywood el “gran slam”, o lo que es lo mismo ganar los cincos Óscar más prestigiosos (mejor película, director, guión, actor y actriz). Con Sucedió una noche se pusieron de moda las road movies, o cintas de itinerario, en este caso con la conocida estructura de chica conoce a chico, se pelean, y en el último momento ella no se casa con el otro. Pero, lo más importante, con el largometraje de Capra se inventó un género nuevo: el de la "Screwball Comedy".

La comedia “alocada”, como se conoció en España, se caracterizaba por diálogos punzantes que presidían situaciones absurdas donde el ritmo era endiabladamente rápido. El nombre viene de una jugada de béisbol donde el pitcher lanza la pelota para que gire en el sentido contrario a las agujas del reloj. Un lanzamiento especialmente propenso a las lesiones de codo. En la screwball comedy se especializaron la Paramount y la Columbia. Nació en la primera mitad de los años treinta y se extendió hasta la siguiente década para dar obras tan importantes como La Fiera de mi niña, La Pícara puritana e Historias de Filadelfia. Entre Riskin y Capra (para algunos más mérito del primero que del segundo) estaban dándole la vuelta a la comedia que no había parado de evolucionar desde el fin de las películas mudas: los diálogos eran ahora el centro de las talkies y daban sentido a la revolución tecnológica del sonido.



Los actores de Sucedió una noche son además los ideales para la cinta. El casting encaja tan bien en el largometraje que parece que estuviera escrito para la pareja de estrellas (cosa que no es cierta): Gable es coronado como el "rey" a partir de esta película, de hecho, así le llaman sus amigotes periodistas en el arranque de la película. Un rey muy particular que recuerda a Bugs Bunny —dicen que el “conejo de la suerte” nació del rol que interpreta Gable—. Mientras Gable ingiere zanahorias y presume de autoestopista, Claudette Colbert no puede estar más encantadora; no es de extrañar que todos se enamoren de ella.

En el filme no falta la temática social del acercamiento de clases, una de las obsesiones particulares del cine de Capra y asunto central de un gran número de películas del director: Dama por un día y su remake, Estrictamente confidencial y su remake, El secreto de vivir, Vive como quieras, Juan Nadie, etc. Con cierta crítica al materialismo, todo en esta película es un cuento simpático que nada o poco tiene que ver con la realidad, pero que encanta al espectador. Llena de momentos inolvidables, como la "Muralla de Jericó"; las lecciones de autostop o de cómo se ha de comer un Donuts; la escena del paso del río, con esas aguas brillando a la luz de la luna; todo es sencillamente genial y no pierde nada con el paso de los años.

Contenidos del blu-ray:
- Tráiler de cine. 
- Audio adicional: emisión radiofónica de Clark Gable y Claudette Colbert. 
- Cortometraje: Frank Capra Jr. recuerda... "Sucedió una noche". 
- Publicidad original: posters y postales. 
- Filmografías de Frank Capra (Director), Clark Gable y Claudette Colbert. 



Ver ficha de Sucedió una noche



jueves, 2 de julio de 2009

SILENCIO SE... GRABA (Semana del 3 al 9 de julio de 2009)

Vacaciones. Palabra esperada por muchos y deseada por todos (ya nos llegará el turno). Mientras esperamos el merecido descanso nada mejor que acudir al cine. Esta semana la televisión nos ofrece una variada oferta. Si bien no hay demasiadas cintas importantes (Luna Nueva, La Mujer Pantera e Inseparables dominan la tabla) sí que tenemos filmes muy interesantes como algunos western de Curtiz, Douglas, Huston, Kasdan, Mann o Peckinpah; divertidas comedias de Delbert Mann, Mike Newell o Jay Roach; o intensos dramas de Jim Sheridan y Roman Polanski. Ya saben, conecten el aire acondicionado, arranquen el ventilador y… programen el DVD.

Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)

Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:

El Ladrón de Cadáveres (The Body Snatcher de Robert Wise, 1945). Boris Karloff, Bela Lugosi. (Castilla La Mancha TV 2, viernes 3 a las 00:30)

La carrera de Robert Wise como realizador (ya era un editor de prestigio) comenzó con una serie de películas de bajo coste supervisadas por el productor imaginativo Val Lewton; un cineasta que aprovechaba al máximo los fondos asignados y conseguía que sus producciones se codearan –e incluso superaran- a otras mucho más generosas con el presupuesto. La forma de trabajar de Lewton con sus directores (Jacques Tourneur, Mark Robson y Robert Wise fueron los mejores) puede verse reflejada en la obra maestra de Vincente Minnelli, Cautivos del Mal (The Bad and The Beautiful, 1952). Allí se ha querido identificar al personaje interpretado por Kirk Douglas con Irving Thalberg, pero a mí siempre me ha parecido mejor la comparación con Val Lewton. La escena en la que Douglas recomienda emplear las sombras para sugerir cierta amenaza destinada a inquietar al espectador, y de paso renunciar a mostrarse más explícito, bien podría ser una secuencia del rodaje de La mujer pantera o de El Ladrón de Cadáveres.

The Body Snatcher es, por tanto, una cinta de terror, creación de la RKO, pero muy cercana a las producciones que se hicieron en los años 30 en la Universal. Por el ambiente gótico: Edimburgo, una ciudad ideal, con castillo incluido, muy bien recreada en los estudios para servir de entorno del relato corto de Robert L. Stevenson, y del eco de una historia real ocurrida en el siglo IX; y por el reparto: nada menos que Boris Karloff (Frankestein) al frente, y Bela Lugosi (Drácula) de secundario de lujo. Además la trama del médico que utiliza cadáveres para sus estudios tiene muchos puntos en común con la historia ideada por Mary Shelley.

Sin embargo El Ladrón de Cadáveres tiene su propia personalidad gracias al tratamiento de Robert Wise/Val Lewton de los personajes principales, menos fantásticos que los citados de la Universal –y por tanto más inquietantes-. Son médicos con un pasado oscuro; sirvientes que espían a sus amos, con el objetivo de adquirir la ventaja necesaria para poder fabricar un chantaje; o pardillos imberbes que asisten al horror del manejo de los fallecidos, algunos de ellos sospechosamente oportunos.

De entre todos los personajes destaca el interpretado por Boris Karloff: John Gray, un hito ya en el cine de género. Karloff interpreta a la misma muerte, un cochero que transporta cadáveres, con un siniestro carruaje tirado por un único caballo blanco (no podía ser de otro color: el asociado en las pesadillas con la parca). Su presencia turbadora en la pantalla todavía inquieta y la secuencia final, muy cercana al mundo de Edgar Allan Poe, puede ser de las más terroríficas jamás filmada.



La Esclava Libre (Band of Angels de Raoul Walsh, 1957). Clark Gable, Yvonne De Carlo. (La 2, viernes 3 a las 02:05)

En el periodo justo anterior a la Guerra Civil Americana, la hija de un terrateniente (extraordinaria Yvonne De Carlo) descubre, a la muerte de su padre, que se encuentra en la ruina y que encima tiene sangre negra en sus venas por lo que finalmente es vendida como esclava. Este es el arranque de la tercera y última colaboración del gran director Raoul Walsh con el ya muy veterano Clark Gable en los años cincuenta. Las tres cintas de este período (la que nos ocupa, Los implacables y Un rey para cuatro reinas) son excelentes muestras del buen hacer del realizador clásico que supo aprovechar a un Clark Gable en pleno –pero atractivo- declive. El largometraje está basado en la novela de Robert Penn Warren y cuenta con una magnifica banda sonora a cargo de Max Steiner. Sólo desentona un excesivo Sidney Poitier en el papel de activo abolicionista. Tuvo una fría acogida porque se quiso comparar con la inigualable Lo que el viento se llevó debido a la ambientación de la historia y al parecido del personaje que interpreta Clark Gable.



Cumbres Borrascosas (Wuthering Heights de William Wyler, 1939). Laurence Olivier, Merle Oberon. (Popular TV, sábado 4 a las 22:00)

Famosa producción de Samuel Goldwyn, que tenía predilección sobre las grandes adaptaciones literarias (ésta era su favorita). La verdad es que consiguió la mejor de las múltiples versiones que se han hecho sobre la célebre obra de Emily Brönte y las pasiones entre Cathy y Heathcliff (La de Buñuel le sigue muy de cerca: Abismos de pasión, 1953; otra destacada es la de Jacques Rivette en 1985). Lo mejor de la película es la fotografía en blanco y negro del inmejorable Gregg Toland, que se llevó el oscar. La tensión dramática también está muy conseguida, quizás debida a los continuos enfrentamientos entre Goldwyn y Wyler (“William Wyler la dirigió, pero yo la hice”); entre Olivier y Wyler (el actor se desesperaba con la minuciosidad en la realización del gran director); o entre Merle Oberon y el propio actor británico (después de una escena de amor, tras cortar la toma, Merle Oberon se volvió hacia Wyler quejándose de Olivier: “dígale que deje de escupirme”).



Con las horas contadas (D.O.A. de Rudolph Maté, 1949). Edmond O’Brien, Pamela Britton. (Canal 300, domingo 5 a las 05:50 y lunes 6 a las 02:25)

Un personaje anónimo, visiblemente cansado, acude a denunciar un asesinato. El policía de turno le pregunta ¿a quién han asesinado? La respuesta del hombre sorprende a todos:"A mí". Este corto diálogo da pie a uno de los arranques que más enganchan de todo el cine negro. Sin embargo, el responsable de la dirección, el primero director de fotografía Rudolph Maté, no aprovecha el buen recurso de guión y deja que la película destaque más por el apartado técnico que por la narración.

Y es una lástima porque además de la historia (el citado personaje ha sido envenenado y tiene unas pocas horas de vida que gastará en averiguar quién le ha asesinado y por qué) también cuenta con un buen protagonista: el habitual secundario Edmond O'Brien. El actor, a través de un largo flash-back, explica como se ha llegado a la situación extrema, que se corresponde con el título original: D.O.A. (siglas en inglés que quieren decir "Muerto al llegar”).

El fallo de la cinta tiene que ver con la confusión de la trama que, aunque sea propia del género, no tiene porqué difuminar también la narración con imágenes. El ambiente de pesadilla no está del todo logrado. La causa es la irregular sucesión de secuencias, donde la continuidad exigida y la tensión creciente que pide el guión no se corresponden con la puesta en escena ni con la dirección de los actores.

A pesar de todo, D.O.A. es un buen ejemplo del cine de serie B que llenaba de negrura las pantallas de la América de la posguerra, en consonancia con la coyuntura pesimista que se vivía en todo el planeta. Un Mundo que tenía que sobrellevar lo mejor posible las millones de muertes causadas por la peor guerra vivida por la Humanidad. La mayoría de ellas personas civiles que fallecieron sin saber porqué estaban muriendo; exactamente lo mismo que le estaba pasando en la ficción al personaje de Con las horas contadas.

jueves, 4 de septiembre de 2008

SILENCIO SE... GRABA (Semana del 5 al 11 de septiembre de 2008)

Nada mejor que ver y hacernos con unas cuantas películas buenas para sobrevivir a la dura realidad, ya sin vacaciones. Los hermanos Coen; nuestro Amenábar; la excelente "A pleno sol", primera versión de Mr. Ripley; la secuela de "Antes del amanecer" (que para algunos supera la primera parte); el Río de Marilyn y Mitchum; las penalidades de Michael Douglas en Japón; el dramón de Moretti o una de las más logradas películas de James Bond, figuran entre las recomendaciones que vienen a continuación:

Pinchar en la tabla para verla mejor (las películas en rojo no son necesariamente las mejores, son las que se comentan más abajo)


Comentarios de algunas de las cintas recomendadas:
Los Implacables (The Tall Men de Raoul Walsh, 1954). Clark Gable, Jane Russell, Robert Ryan. (TPA, sábado 6 a las 18:30).

Una de las tres colaboraciones de Walsh con un Gable en su última, pero interesante etapa como actor en la que pocos confiaron a excepción del gran realizador. Es un western épico donde se nota la clara influencia de Griffith, no en vano Walsh empezó como ayudante del maestro. El paisaje nevado de Montana es uno más de los protagonistas de la película –las escenas cabalgando sobre la nieve no son a cámara lenta, aunque lo parezcan- Por lo demás la película contiene todos los tópicos del género: bandidos, indios, duelo a muerte, etc., en una trama calcada a la de Río Rojo (Red River de Howard Hawks, 1948).



Quiero la cabeza de Alfredo García (Bring me The head of Alfredo García de Sam Peckinpah, 1974). Warren Oates, Isela Vega, Emilio Fernández, Gig Young, Kris Kristofferson. (TV3, lunes 8 a las 23:45).

Entre el western fronterizo, las road movies y el género negro, transcurre esta historia del típico perdedor, muy en la línea del cine crepuscular y personal de Sam Peckinpah: un cacique mejicano (Emilio Fernández, prácticamente en el mismo papel que le confiara su amigo Peckinpah en Grupo Salvaje) pone precio a la cabeza del responsable de dejar embarazada a su hija. Entre los distintos "buitres" que se disputan la codiciada pieza se sitúan Bennie (Warren Oates) y su amante (Isela Vega). Ambos inician un viaje desesperado, en un entorno de lo más hostil.

Con la cabeza de Alfredo García como un personaje más, Bennie sortea todo tipo de dificultades a través del polvoriento desierto. La descomposición de su presa es pareja a la que sufre el propio Bennie, que se mantiene en pie gracias al alcohol, al instinto de supervivencia y al deseo de venganza -dicen que Warren Oates se inspiró en el mismísimo Peckinpah para interpretar su papel; y se ayudó de las gafas del propio cineasta para llevarlo a cabo-.

En el tramo final de la película, como en sus mejores cintas, el director suma a la violencia -y al tequila- su característico romanticismo para rematar un largometraje que casi se puede considerar de culto.



Bronco Billy (Clint Eastwood, 1980). Clint Eastwood, Sondra Locke. (TV3, martes 9 a las 18:20).

El filme narra las relaciones entre un propietario de un circo (Clint Eastwood) y su ayudante (Sondra Locke) y contiene innumerables guiños a los western, a las antiguas comedias basadas en el slasptick y a la vida social americana en general. Eastwood se aleja de su personaje característico para caricaturizarlo –que no desmitificarlo-, y entrar de lleno en la sátira y la crítica al sistema de vida norteamericano, aunque rindiéndose a él finalmente. Y es que el protagonista es un vaquero que no persigue el dinero, sino que va errante con su grupo ofreciendo representaciones gratis y resolviendo entuertos como un moderno Don Quijote. El ataque contra la guerra del Vietnam (ayuda a un desertor), la distorsión del patriotismo (la carpa donde representan sus actuaciones kitsch está formada por banderas americanas cosidas a mano por enfermos mentales), y más referencias que descubrirá el espectador, hacen de esta película una de las cintas más inteligentes y mejores de Clint Eastwood.

jueves, 24 de abril de 2008

AMOR EN VENTA (Possessed de Clarence Brown, 1931)

Amor en Venta es de esas películas, que cada vez que se revisan, se descubren en ella nuevos y sorprendentes elementos visuales y narrativos. Se trata de la adaptación de la obra de teatro "The Mirage" de Edgar Selwyn, a cargo del casi siempre eficaz Clarence Brown. La obra de teatro -y el filme- es costumbrista y refleja los años del “New Deal”, donde las contratas públicas querían activar una economía destrozada por la crisis del 29, o donde se ridiculizaba a la Liga de las Naciones. Este es el entorno donde se desarrolla la típica historia de la muchacha de pueblo que se dirige a Nueva York para hacer (cazar) una fortuna.



Pero Clarence Brown consigue que un melodrama convencional como éste funcione desde el principio gracias a su forma original de narrar. No en vano el realizador fue el directo responsable de algunos de los mejores dramas producidos por la Metro-Goldwyn-Mayer en la época dorada de Hollywood. Cuando dirigió Possessed ya llevaba a sus espaldas una prestigiosa carrera gracias a cintas mudas como El Demonio y la Carne (The Flesh and the Devil). Precisamente las mejores secuencias del largometraje que comentamos parecen extraídas de una película sin sonido. Así, en el arranque, la joven Marian (Joan Crawford) se queda inmóvil, observando los vagones de un lujoso tren que va pasando lentamente ante sus ojos. Las ventanas de los compartimentos aparecen como películas dentro del propio filme. Son un adelanto de lo que puede ser su vida si cruza las vías, si se adentra en ese maravilloso mundo de lujo y fantasía. Y el tren se para, y alguien le ofrece una copa de champán, y se produce el contacto entre el mundo real y el irreal. Y a partir de aquí se desencadena toda la acción posterior.


Amor en venta es un drama que se desarrolla para gloria de los reyes de Hollywood en esos años: Joan Crawford y Clark Gable. En esta ocasión, la historia transcurre bajo el punto de vista de la diva. Y Clarence Brown se aprovecha de ello. Cuando la tensión aumenta, el director resalta la mítica mirada de la estrella y sólo nos muestra sus ojos, bien oscureciendo el resto de la cara, bien tapándola con algún objeto, como un periódico. En un memorable travelling, que resume toda la trama -otro ejemplo del mejor cine mudo- Marian corre desconsolada bajo una lluvia torrencial. Al fondo del plano, una interminable fila de carteles, que anuncian la candidatura a gobernador de su amado, la observan en silencio y la persiguen sin cesar.

Pero hay otros hallazgos visuales con los que disfrutar de este excelente filme. Por ejemplo una maravillosa elipsis entre una pueblerina Marian, que no sabe interpretar la carta de un restaurante, y una Marian decidida, dando ordenes al servicio y eligiendo personalmente los vinos para una cena de alto copete. Brown no nos muestra los tres años que han transcurrido y la labor de “Pigmalión” del personaje de Gable. No lo hace porque no interesa para la acción posterior. Y es que Clarence Brown era un director que sabía su oficio, que analizaba cada escena y que conseguía expresar lo que sentían los personajes y, lo que es más importante, conseguía transmitir al espectador lo que el propio Brown sentía.

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