Lo que hice ayer, a más de uno podrá indignar, y lo entenderé. No lo recomiendo a nadie. Solo quiero contarles de mano propia y con las pruebas que exhibo, el mamarracho que ayer cometí, por vago, por inútil y por caprichoso.
Cuando se conjugan la vagancia, la inutilidad y el capricho, los resultados suelen ser catastróficos. Me da mucha pereza cocinarme algo, soy malísimo cocinando (porque no me gusta cocinar, no porque fuese un incapaz, aunque inútil hace justicia igual), y encima tengo un capricho (aunque para mi es convicción a partir de las vivencias) no me gusta desechar comida de ninguna índole.
Como consecuencia de todos estos grandes defectos, sucede que a veces tengo acumulados (aunque no en demasía) productos alimenticios vencidos, algunos incluso por varios meses. Alimentos que más de un hambriento moriría por tener, así vencido y todo. La causa de este acopio es que yo me propongo cocinar, para comer más sano, más rico, y ya que estamos más barato. Entonces compro, guardo en la despensa, y pido delivery todos los días.
Al único que le cocino algo... Momento... Cocinar en mi caso es calentar. Es sacar del freezer un churrasco y un paquete de verduras congeladas, poner las verduras en el microondas a cocinarse en su propio vapor, y el churrasco en la plancha. Poner un timer en el celular para que me recuerde cuando darlo vuelta, y salir rajando de la cocina hasta que suene la alarma. O poner un paquete frizado de verduras al wok en una sartén, y solo en ese caso, me quedo revolviendo tal como dicen las instrucciones. ¿Una imagen mía picando cebollas? Ummm, supongo que la humanidad desarrollará la tecnología para viajar a la velocidad de la luz antes que eso suceda.
Ahora sí... Al único que le cocino algo, con el afán de que coma algo sano y rico, no necesariamente barato, es a mi hijo. Pero la mayoría de las veces, delivery. Amo a mi hijito, y por él a veces lo hago, pero tengo miedo de morir de tristeza en la cocina. Perdón. La vagancia me supera. Además mi hijo prefiere que siga jugando a la Play con él, antes que ir a cocinarle, total, pedimos delivery. Y así estamos, le enseño a mi hijo a no desperdiciar jamás la comida, y a ser un vago con la cocina. Perdón. La vagancia me supera, y después de todo soy humano. Humano vago.
Ergo, termino tirando muchas cosas, y me duele en el alma. Miento, las acumulo porque no las puedo tirar, y es así cuando ella pisa mi cocina o despensa y comienza a desechar con toda una diatriba dirigida hacia mi irresponsabilidad. Me reta por el riesgo hacia mí, y mi pequeño hijo. Tiene razón, pero en fin, mi pequeño hijo parece que tiene mis genes porque ingresa a la cocina menos que yo, por no decir que jamás lo hace. Debe ser porque su papá siempre se ocupa de tenerlo servido. Y por mí no hay problema, porque el mundo no perdería demasiado. En fin, no me quiero ir de tema.
Lo que hice ayer, lo hice además porque a todo esto se suma una sospecha, que pocos (aunque no tan pocos), se ocupan de desnudar. La sospecha es que la fecha de vencimiento de los alimentos envasados al vacío tiene unos márgenes de seguridad muy amplios. Es muy importante lo que acabo de mencionar. Envasados al vacío. Algunos dicen que el margen es demasiado amplio para forzar a que la gente deseche y vuelva a consumir más rápidamente. Otros, y no solo indivuduos, sino las mismas empresas, dicen que se trata del umbral en donde el producto empieza a cambiar el sabor, pero eso no implica necesariamente que el producto esté en mal estado.
En cualquier caso, es triste para mí imaginar que uno puede tirar ciertos alimentos solo porque haya cambiado el sabor. Suelo ver, incluso a gente pobre, como desecha con cara de asco, como si estuviese en presencia de un trozo de excremento. Pero es comida, con un dudoso umbral de caducidad, que conviene respetar obviamente, pero para mí, siempre fue como la fecha de venida del Apocalipsis. Por favor, que no se mal interprete. No estoy encubriendo mi vagancia con una vil excusa. El victimario en todo caso soy yo, que compro y después no consumo, ante lo cuál debo desechar. ¡Soy un asesino serial!
Ayer, todo este combo hizo eclosión. Durante casi dos días estuve sin comer algo, solo viviendo con agua. Tiene que ver con bajar un poco las grasas acumuladas. Hay otros efectos increíblemente positivos y no tan difundidos, que puedo convalidar por experiencia propia, pero otro día les cuento. No me hagan contarles sobre esto ahora porque se hará demasiado largo. Así que de vez en cuando, aflojar con los ñoquis no viene mal, y a mí me hace falta.
Así que me encontraba con un poco de hambre (tampoco demasiado porque el agua calma bastante), sin querer pedir delivery, y con un poco de pilas para "cocinarme" algo. Quería cualquier cosa en realidad, no necesariamente rica, que fuese rápida, fácil, y que me permitiera continuar con el capítulo "Epílogo" de "Last Of Us Remasterizado". Los que saben de lo que hablo, entenderán por qué quería algo rápido y fácil.
Entonces agarré unos sorrentinos (frescos, o más bien no deshidratados) envasados al vacío, que tenía en el freezer desde hacía varios meses. «Bueno, ya es hora» dije. Miré la fecha de vencimiento solo para contar desinteresadamente cuánto tiempo le quedaban, sin hacerme problema alguno porque estaban en el freezer, y me llevé la sorpresa. Vencieron a principios de septiembre del año pasado. O sea, un año y casi dos meses vencidos. «Ufff... ¿Tanto hace que los compré?»
Tuve un momento de duda. Si era un suicida o no. Decidí que no lo era, porque estuvieron en el freezer, a catorce grados bajo cero todo este tiempo. «¿Los voy a comer solos? Mah sí, les meto oliva y listo. Pero... ¿No tendré alguna salsa? Sé que tienen una fecha de vencimiento larga.» Busqué la salsa con la seguridad que no encontraría, si no, estaría en la despensa, pero la esperanza es lo último que se pierde. Cuando estaba convencido de comer los sorrentinos con aceite de oliva, sin saber cuál sería el resultado, apareció la última salsa, cuál oasis en el desierto, en una alacena en donde nunca he guardado esta cosa. Miré la fecha de vencimiento con la certeza que tendría margen. «Ufff.. Venció hace más de tres meses.»
«¡Pero es una salsa envasada al vacío!» La abrí e introduje mi nariz con algo de temor. «¡Esto está perfecto!» Así que con total convicción agarré la olla, herví el agua con sal gruesa, calenté la salsa, cociné durante 20 minutos las pastas considerando que las metí congeladas, y disfruté de unos ricos sorrentinos con salsa más viejos que Matusalén, sin distraerme demasiado de la misión de salvar al mundo, y sin haber perecido todavía, al menos no en la vida real.
Epílogo
No sé si las fechas de vencimiento tienen o no márgenes demasiado extensos. Ni tampoco recomiendo hacer lo que hice. Más daño he tenido consumiendo agua Levité de sabor naranja SIN vencer, que me ha tenido varios días sin poder despegarme del baño hasta que asocié que era el agua. Todavía tengo ese jugo para devolverlo a Villa del Sur y que vean. Solo les cuento que los sorrentinos que estuvieron vencidos por más de un año en mi freezer, y la salsa, con más de tres meses de vencida a temperatura ambiente, ambos envasados al vacío y bien cerrados por supuesto, en mi caso, no produjeron más efecto que brindarme una agradable cena de sabor esperable.
No sé si sana, tal vez sí, pero al menos esta vez no asesiné a nadie.