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sábado, 24 de julio de 2010

Lo que el viento se llevó... El montaje de Juanma



Juan Manuel Rodríguez de Sousa ha realizado un magnífico montaje audiovisual sobre la breve guía escrita por Ramón Alcaraz sobre la película LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ.

Muy recomendable. Aquí lo podéis ver y leer:

http://rodriguezdesousa.blogspot.com/2010/07/lo-que-el-viento-se-llevo-por-ramon_21.html

viernes, 22 de enero de 2010

Intervención de Ramón Alcaraz en "El beso que te adivina"



El pasado 9 de enero, Ramón Alcaraz participó en el encuentro propuesto por Carlos Villarrubia en torno al tema "El beso que te adivina".
Esta es la transcripión de lo que dijo, con fotos del acto:
Quiero iniciar mi aportación con el agradecimiento a Carlos por invitarme y a todos los asistentes por venir. Mi intervención parte del optimismo por un encuentro como este, ya que es necesaria la reivindicación del beso, y especialmente de todas sus formas de expresión.
Como lingüista, para mí no hay mejor referencia que lo que nos aporta el habla, el lenguaje. El lenguaje es fundamental como medida de la importancia y el uso de lo que significa una palabra en nuestras vidas y lo que ha significado a lo largo del tiempo. Yo pensaba que, al investigar sobre el tema que nos ocupa, iba a venir hoy con una lista de vocablos que detallaran múltiples formas de entender el beso en cualquiera de sus muchas manifestaciones: el fraternal, maternal, de hermandad, de amor, pasional, etcétera. Y no ha sido así. Las formas de expresión del beso son mínimas, y eso preocupa por lo que el beso significa como acto propio y casi diría diferencial de los seres humanos.
Si yo pidiera a los asistentes de esta sala que nombraran sinónimos o expresiones para denominar el acto sexual, ocuparíamos varias rondas sin acabar de nombrarlos; sin embargo, los sinónimos que encontramos en nuestro idioma para la palabra beso se pueden contar con los dedos de una mano (y sobran dedos). Igual que ocurre con el arte y la cultura, como ha dicho Carlos y los participantes anteriores, el lenguaje también ha marginado al beso como forma de expresión afectiva, como si hubiera sido más efectivo atacar a la raíz de las emociones, del afecto, a la “llave” que nos ha de conducir al amor en cualquiera de sus formas.

El primer lugar, lógicamente, he recurrido al diccionario, que define el beso como la acción de tocar u oprimir con un movimiento de labios, a impulso del amor o del deseo o en señal de amistad o reverencia. Un definición sencilla y bastante fría. La palabra beso viene del latín basiáre, vocablo de origen celta.


Carlos Villarrubia y Ramón Alcaraz

No hay ninguna referencia al beso, tal y como lo conocemos, en cavernas prehistóricas, en el arte mesopotámico o egipcio, y pocas en los poetas griegos. Y a mí me cuesta creer que el beso primigenio no fuera inherente a la condición humana; pero lo curioso es que la aparición del beso en el lenguaje escrito es tardía, y eso me parece significativo. Las primeras descripciones aparecen en la Biblia, donde encontramos unas 40 alusiones en el Nuevo Testamento; de las que, curiosamente, la más conocida no es un beso de amor ni afectuoso, sino que es el Beso de Judas. El beso debe representar en su mayor significación un sentimiento, el afecto, amor; pero no es así en el lenguaje, ya que su descripción no todos los besos son afectivos; el de Judas por ejemplo, que es aquel que se da con doble sentido o mala intención, es uno de los más famosos y más tristes. Y en algunos ámbitos, el beso se usa incluso como sentencia, como el “beso de la muerte".
Los romanos distinguían 3 tipos de besos, más que nosotros en la actualidad: El 'osculum', que se da en la mejilla, entre amigos, ritual o de reconocimiento; el 'basium', beso en general; y el 'suavem', el beso dulce, que se dan los amantes. Hasta en esto hemos perdido, ese “suavem” tan sugerente no ha llegado hasta nuestros días.

A partir de la Edad Media el ósculo (el beso, que debió de ser frecuente entre los romanos) quedó reservado a las más altas instancias ―precisamente aquellas que siempre estaban bien protegidas―, mientras que entre los caballeros el “apretón de manos” sustituyó al beso y al abrazo. Para saludarse, como demostración de reconocimiento, se ofrecían la mano contraria al lugar donde se llevaba la espada, normalmente el costado izquierdo; así, al sujetar la mano al contrincante, se aseguraban de que el otro no sacaría su arma para atacar. Es decir, que el beso fraternal fue sustituido por un gesto de defensa, de desconfianza, que es el que ha prevalecido hasta nuestros días.
La pervivencia medieval es demostrable por el hecho de que, aún hoy, el apretón de manos no se estila con las mujeres ni entre las mujeres (que saludan con besos). Esto es algo que deberíamos reivindicar también para quitarnos ese componente anti-agresivo, de defensa, que supone el apretarnos las manos frente al beso. Apretarnos la mano es una firma de no agresión más que de afecto, mientras que el beso es señal de entrega, de abrirnos sinceramente a la otra persona, ya sea hombre o mujer.

Como curiosidad, voy a leer la definición de la palabra beso en el siglo XVII del primer diccionario de la lengua española (Covarruvias, año 1611) que en la entrada “besar” venía a decir más o menos así:
«El beso es señal de paz, y así vale en este sentido una misma cosa besarse, o darse paz, y cuando esta paz o beso es fingido, tiénese por traición … Es también el beso señal de confederación, y así en la ley final se manda que los que hicieren amistades por rencillas pasadas se perdonen y se besen. En la ley vieja una de las solemnidades que el padre usaba para dar la primogenitura a uno de sus hijos, era besarle. … En el dar de los grados a los doctores se usa la solemnidad del beso, y en las Iglesias Catedrales, en la recepción de los canónigos, y en muchas provincias, se usa dar beso de paz y bienvenido al huésped…».

Hace cuatro siglos, el diccionario nos aportaba bastante más sobre esta palabra que ahora. Como vemos, no es tan extensa la definición actual de nuestro diccionario como la que se hizo allá por el 1600. En el beso, vamos perdiendo lingüísticamente tanto en calidad como en cantidad.
Actualmente, el diccionario de la RAE incluye además tres expresiones que contienen la palabra beso:
Beso de Judas. m. beso u otra manifestación de afecto que encubre traición.
Beso de paz. m. El que se da en muestra de cariño y amistad.
Beso volado. m. coloq. Ecuad. El que se da a la distancia con el gesto de los labios y un ademán de la mano.

Y en sentido metafórico contamos con la expresión “comerse a besos a alguien”, que es besarlo con repetición y vehemencia.


Durante la charla, los asistentes, entregados, reparten besos y abrazos a tutiplén

Nuestro lenguaje me ha seguido "decepcionando" porque son muy pocas las palabras en cuyas definiciones se incluye la palabra beso o besar. Contamos con muy pocos vocablos y sinónimos para expresar algo tan cotidiano y tan importante: la palabra buz, muy poco usada, que se refiere al beso de reconocimiento y reverencia; la palabra ósculo, más conocida pero que ya corresponde al lenguaje culto, y que también es un beso reverencial.
Me llama, por tanto, la atención la abundancia de significados relacionados con la iglesia o lo eclesiástico, y en forma de expresiones reverenciales y de sumisión: besar los pies (cortesía y sumisión), el besamanos (beso al rey y personas reales), llegar y besar el santo (metáfora de llegar en el momento preciso), beso de paz (fraternidad), beso de Judas (traición) y el beso del vasallaje (servidumbre).

Y me preocupa, me preocupa un lenguaje tan pobre, por no decir paupérrimo para significar la palabra beso en cualquiera de sus formas; incluso, lo que es más curioso para mí, siquiera para significar el beso erótico o sexual, del que apenas podríamos añadir el verbo morrear y la expresión pico (y piquear) que es el beso breve que se da uniendo la punta de los labios.

Y a ellas unimos expresiones como besar el suelo o besar la lona, que son indicativas no de afecto sino de derrota. De nuevo, el beso sometido al extremo opuesto de la afectividad.

Lo malo es que el beso no evoluciona; el diccionario Sopena en su edición de 1965 (hace casi 50 años), recoge las mismas acepciones de beso y besar. Los avances del último medio siglo, la evolución tecnológica, la libertad, las aperturas sociales no han aportado nada al beso. Y aquí es donde es necesaria la aportación del arte, de la poesía, de la narrativa, del teatro, de la música...; expandir el beso para darle multitud de formas de expresión, dar nombre a cada tipo de beso, esa es una labor de todos, ya que somos todos los que construimos el lenguaje que después se encarga de recoger el diccionario: hemos de buscar formas para definir el beso que nos sorprende, el beso que nos cautiva, el beso con el que sellamos una amistad, el que nos adivina. ¿Por qué no hay nombre para el beso que damos a un recién nacido, el que damos a los padres o a los hijos, a un hermano, a un amigo, el que nos da la madre...? Hemos de desprendernos de ese “temor ancestral” a esta palabra, que quizá por ser la raíz de la humanidad, del afecto y de la pasión, ha sido relegada y cautiva.
Y acabo con unos versos del poeta peruano Federico Barreto. Un poema titulado, cómo no “El beso”.

El Beso

Con candoroso embeleso
y rebozando alegría,
me pides, morena mía,
que te diga... ¿Qué es un beso?
Un beso es el eco suave de un canto,
que más que canto
es un himno sacrosanto
que imitar no puede el ave.
Un beso es el dulce idioma
con que hablan dos corazones,
que mezclan sus impresiones
como las flores su aroma.
Un beso es... no seas loca...
¿Por qué me preguntas eso?
¡Junta tu boca a mi boca
y sabrás lo que es un beso!







miércoles, 6 de enero de 2010

Entrevista a Ramón Alcaraz en Onda Cero



Los Reyes Magos han dejado en el Desván la entrevista que Antonio Giménez hizo a Ramón Alcaraz para Onda Cero Sagunto de Valencia.


Este es el enlace para que la podáis escuchar:



http://www.espaciopodcast.com/podcast/2069





¡¡Que paséis un buen día!!

miércoles, 15 de julio de 2009

Algo sobre mi madre

Memoria en la memoria
Ramón Alcaraz
Madre, tú eres mar, tus aguas son mis aguas. Me abrazas en el río de la vida, donde siempre seré tu bebé eterno. Afluente, vástago, semilla diminuta que defiendes contra las tormentas. Silencioso regato para mis pasos tranquilos.
Tierra firme, isla, remanso de paz que me acomoda. En tus infinitas manos caben todas las caricias. Y sueño, dulce sueño, dulce y blando sueño que siempre me cobija. Mis risas son tus risas. Memoria en la memoria en la memoria.
En tu cielo apacible me acomodo, ante el crepitar del fuego en el invierno. Madre, a nada temo si en tu mirada nívea veo mis ojos. Siento el soplo de una brisa cercana. Tus recuerdos, mis recuerdos. Gracias por regalarme el tiempo.

jueves, 23 de abril de 2009

Dia del libro



Confieso que he escrito
Ramón Alcaraz





Antes que tú,

yo fui lector.

Lo reconozco.

No me avergüenza mi pasado

de leedor empedernido.

Lector a todas horas,

lector crónico y urgente,

ladrón de fantasías

a punta de palabra.



Mas después fue otra historia:

trabajos forzados

de memoria y recuerdo

evocando la frágil existencia.


Pero tú eres yo mismo.

Ya me entiendes.

No digo nada

que ya no sepas.

Mi mensaje es fugaz:
una trampa a tu tiempo.

sábado, 4 de abril de 2009

Sábado literario. ¿Qué pasaría si...?


Doble sesión de sábado literario en el blog:



¿Qué pasaría si los vegetales...?


Ramón Alcaraz


Una hoja afilada irrumpe en la carne leñosa de un vegetal enorme. Sus ramas se estremecen, sus raíces se tensan. El filo penetra más hondo y un reguero de savia y trementina se desboca. Las hojas tiernas se agitan de dolor, temblorosas. La corteza asume la herida con la desnudez indefensa de los inocentes. Las semillas memorizan ese miedo a las torturadoras sierras, a las hachas inquinas y a las llamas asesinas. Las grandes selvas se extinguen. Los árboles mueren. Los bosques desaparecen por la ambición humana. Un verde rumor de ramas y brotes se dispersa...
Por si acaso los vegetales fueran vengativos, os aconsejo que sólo comáis aire.



***


¿Qué pasaría si un día dejaran de pasar las cosas?
Paola del Campo

Tic, tac, tic, tac... El sonido del reloj martillea mi cabeza, me encuentro tumbado en mi cama mirando el techo blanco inmaculado de mi habitación, estoy muerto en vida desde el día que dejaron de pasar las cosas. El ayer, el hoy y el mañana son iguales, lo que pasa es que no pasa nada.
Mi memoria no registra cosas dignas de mención, pues éstas han dejado de pasar.
La esperanza del pasará, el sobresalto de lo que ha pasado, las ansias del va pasar han desaparecido. Un día es el calco de otro, las fechas son iguales y los recuerdos desaparecen; ya que no hay nada que recordar.
Mis ojos han dejado de llorar, mi boca no sonríe, las obsesiones han desaparecido y mueren las ilusiones. ¡El teléfono no suena!... reina la monotonía. El gobernante de nuestras vidas es la rutina.
Tic, tac, tic…. Buenos días, oyentes, son las siete de la mañana para aquellos que se levantan ahora… Me despierto empapado de sudor; todo fue una pesadilla. Miro alrededor, la luz que entra por la ventana me sonríe y sé que hoy algo pasara en mi vida.


***
Sigue el sábadobus en el Juanmablog:

sábado, 28 de marzo de 2009

Sábado literario. La primera vez


La Primera vez (monólogo)
Ramón Alcaraz


La primera vez que... (suspiro). A uno se le queda una sonrisita cuando piensa en su primera vez.... Y, sin que lo digas, todos sabemos a qué nos estamos refiriendo. Bueno, y si hay que explicarlo, pues se explica:
—¡Ay!, la primera vez...
—La primera vez ¿que qué?
—Pues la primera vez que... eso.
—¡Ah!, eso, tú lo que quieres decir es... la primera vez...
—Pues eso.
—Sí...

Y así ya queda bien claro que nos referimos a... "la primera vez".

Cuando uno habla de la primera vez..., a esa “primera vez”, se le pone a uno como cara de idiota, pensativo, y aparece una sonrisa pícara en la cara.
La primera vez es como un mito, una leyenda, de la que nunca oímos a nadie hablar mal. Y lo más probable es que fuera un desastre. Supongo que nadie quiere hablar mal de su primera vez, porque si ya empezamos con una mancha en el historial....; pues, malo. Y además, supongo, para que nadie pueda pie a eso de que lo que mal empieza mal acaba.
Nadie se exige tanto en ninguna otra primera vez. Por ejemplo, supongamos que me presento por primera vez a unos Juegos Olímpicos, corriendo la maratón, y yo no he corrido en mi vida. Y cuando me pregunten sobre ello, respondo: ¿la primera vez que corrí maratón en la Olimpiada? Fue maravilloso,... triunfé,... los patrocinadores quedaron plenamente satisfechos. Dijeron: “si lo ha hecho así en su primera vez, no veas cuando se entrene un poco...”.

Es curioso, a los dos días de haber nacido ya hemos hecho la primera vez de casi todo; y sin embargo aún faltan casi veinte años para que llegue la primera vez de lo único que parece interesarnos el resto de nuestra vida. Tantos años sin pensar en “eso”, y luego sólo se piensa en lo mismo. Será para recuperar todos los años de retraso.

Cuando ya presentimos que se acerca la primera vez —ya sabéis, esa "primera vez"—, aparece una mezcla de euforia y ansiedad, y... nerviosismo, y uno se lo quiere contar a todo el mundo. Coges la agenda y el teléfono y comienzas por el primer nombre de la lista y acabas por el último de tus amigos. Hablas con todos. Pero todavía necesitas contarlo a más gente, así que agarras la guía de teléfonos y empiezas a leer y a marcar: comienzas por la A de Aarón Abad... y acabas en “Zurbarán, Zacarias”.
Y es que uno quiere que lo sepa todo el mundo. Porque has hecho muchas cosas la primera vez, pero como todavía no sabías hablar no se lo podías contar a nadie. Imagínate, si los bebés hablaran desde que nacieran, dirían con una sonririta de complicidad: “—Mamá, ya me hecho caca la primera vez”. “—Mamá ya me he hecho pis, la primera vez”... Pero esa, esa primera vez es la única que ya sabes hablar, y tienes que aprovecharlo.
Y uno, además necesita estar informado, Así que se nos ocurre hablar del tema con las personas que tenemos cerca,: los padres; y decidimos intentarlo primero con mamá.
—Mamá. ¿Cómo es la primera vez? ¿Qué tengo que hacer?

Y a tu madre le cambia la cara. Claro, has hecho tantas cosas la primera vez, y nunca le habías dicho nada.
—La primera vez ¿de qué?
—Pues la primera vez, que... “eso”...

Y ella te mira con una cara como de comprender, pero se le transforma en angustia a cada instante que pasa.
—Pero ¿tú no habrás...?
—Mamá, si te estoy preguntando por la primera vez es porque no sé cómo es la primera vez. Preocúpate si te pregunto por la mil noventa y ocho.

Y ella, suspira aliviada. Parece que te ha entendido y te lo va a contar todo; pero te equivocas, porque al momento te das cuenta de que no acaba de “captarlo”.
—¿Te refieres a la primera vez que conduces un coche?
—No, mamá, no es esa primera vez.
­—¿A la primera vez que usas el microondas?
—No, mamá
—¿A la primera vez que haces encaje de bolillos?...

Y tú te marchas, sin saber por qué no te entiende. ¡Si le has dado toda clase de explicaciones!... Así que el siguiente paso es abordar a tu padre y repetir la misma operación.
—¿Papá, cómo es la primera vez?
—La primera vez que qué.
—Pues la primera vez que... eso...
—Pero tú no....
—Que no, no ves que no me entero y te estoy preguntando.
—... ¿Te refieres a la primera vez que ves un musical en el teatro?
—No
—... ¿A la primera vez que cambias un neumático?...

Y tú te vas, desesperado. Con la certeza de que ellos todavía no se han estrenado y que a ti te adoptaron. ¿Por qué les cuesta tanto trabajo hablar del tema? Si tú ya estabas por allí cuando te engendraron, aunque fueras de tamaño microscópico.

La verdad es que ha llegado el momento y , lejos de tener algo claro, acabas completamente desinformado. A cada uno le fue tal y como lo cuenta, y siempre con esa sonrisita en los labios... como si fuera la gran maravilla. Quizá por eso esperamos tanto de la primera vez.... Y como esperamos tanto, todo es exagerado en la primera vez. Vamos a la farmacia y preguntamos con preocupación:
—Pero cómo... ¿no hay cajas con más de 24 preservativos?

Porque uno espera mucho de esa primera vez. Así que te llevas dos cajas de 24, por si acaso una no basta. Uno se ha hecho tantas ilusiones con la "primera vez"; uno tiene tantas ganas la "primera vez"...

Y después te alegras de haber comprado dos cajas, porque es verdad que casi no te bastan; entre los que temes haber roto al sacarlos del envoltorio, los te has intentado poner al revés, los que has tocado con las manos y no vaya a ser que... Y bueno, al final todo ha sido un desastre. Y ya no sabes si esa vez vale como primera vez o ha sido un ensayo general.

Lo que en realidad sí va un poco mejor es la segunda vez, la cuarta o la décima; porque uno deja de estar nervioso por la presión y ya le va “cogiendo” práctica. Y estaría bien que cuando nos preguntaran por la primera vez, nosotros respondiéramos:
-¡Huy!, no, la primera vez fatal, pero la trigesimotercera fue maravillosa. ¡Bueno, y la doscientos catorce ni te cuento!...

Pero no. Sólo queremos acordarnos, siempre con la sonrisa en los labios, de la primera vez...

Y si hay alguien que todavía no tiene claro a qué primera vez me refiero, pues estamos hablando de sexo. El sexo, eso que todos queremos que sea como los antibióticos: tres veces al día y sin fallar, que si no, no hace efecto; pero que acaba siendo como un resfriado: lo pillas de vez en cuando, como mucho un par de veces al año.

Y mirrad lo que os digo, lo verdaderamente preocupante no es cuando has olvidado tu primera vez; lo realmente deprimente es cuando ya no te acuerdas cuándo fue la última.
***
Puedes envontrar más relatos del Sábado literario en el blog de Ardilla roja:

sábado, 21 de marzo de 2009

Sábado literario. Las buenas noticias


Felicidad cotidiana

Ramón Alcaraz

Abro lo ojos y descubro un rayo de sol que entra por la ventana. Oigo una voz canturrear desde el pasillo mientras un aroma a café recién hecho despierta mis sentidos. Acaricio las sábanas y un sabor a felicidad inunda mi boca.
Siempre empiezo cada mañana con la misma buena noticia: amanece un nuevo día y sigo vivo.

Para leer más buenas noticias visita el blog de SeaSirens:

sábado, 7 de marzo de 2009

Sábado literario: Me acuerdo



Sospecha infantil
(Ramón Alcaraz)

Yo era un niño y me costaba entenderlo. En el colegio estudiábamos dos clases de mapas: el físico y el político. Los mapas físicos eran del color de la piel de la tierra, del agua y de las selvas. Apetecía meterse dentro de un bosque; buscar entre la maleza o bañarse en un lago cristalino; subir y bajar los montes hasta llegar al delta de un río que se ofrecía inmenso y prodigioso. Sin embargo, los mapas políticos eran de colores monótonos y aburridos. En ellos no había montañas ni valles ni pantanos; sólo eran enormes extensiones de tono uniforme, cerrados con enormes trazos gruesos que representaban fronteras inexpugnables.
Aquellos enormes muros de tinta confundían a la razón y recluían a la humanidad en parcelas de sus propias vanidades.
Empecé a pensar que lo político ocultaba la verdad y sentí desconfianza. Quise ser ciudadano del mundo, habitante de un planeta que se pinta a sí mismo con el color de la naturaleza. Un ciudadano del mundo no distingue qué agua ni qué tierra ni qué cielo; un ciudadano del mundo no sabe de fronteras.

sábado, 14 de febrero de 2009

Sábado literario



Razón de los espejos

Ramón Alcaraz


Los espejos son agua de tiempo; gotas de memoria en espacios sin fondo, un engaño tan perfecto que hasta la mirada se atrapa al contemplarse a sí misma. Es después, cuando te alejas y tu figura ya no está en su reflejo, que aún todo persiste como una lámina de recuerdo ya imborrable bajo el presente.
Éste prodigio, te digo, ha sido así siempre; desde que el azar, o la vida, o una mano cómplice fabricó el primer espejo. Si alguna vez te acercas y consigues olvidarte de tu propia imagen, apreciarás en la superficie pequeñas manchas, diminutas imperfecciones, algún hoyuelo casi inexistente. Esos son restos del pasado, cicatrices de otros tiempos que habitaron en él. Y si fueras capaz de ver más allá, más adentro, como dejándote flotar y hundir los ojos en un mar tranquilo, sentirías la tibieza de la verdad, la frialdad del engaño, la agitada pasión de épocas remotas..., la acuosa huella de la existencia moviéndose imperceptible ante tus ojos...

sábado, 24 de enero de 2009

La vida de las cosas



La vida de las cosas
La palabra, prisionera de guerra
(Ramón Alcaraz)
Poco antes de iniciarse la Guerra de Vietnam, al final de la década de los cincuenta, el estado mayor de los Estados Juntitos emprendió deliberadamente una importante acción gubernamental, que se anticipó a la militar: asaltar el diccionario para secuestrar y someter a la palabra. Nació entonces la dictadura semántica de la neolengua. El Departamento de Guerra pasó a llamarse de "Defensa"; los bombardeos fueron "acciones de reacción protectora"; un campo de refugiados era "aldea de nueva vida"; la invasión, "incursión"; un ataque violento, "acción humanitaria" y las muertes de inocentes, "daños colaterales"...
Desde entonces, herida y desorientada, la palabra deambula sometida, sigue prisionera y aún se resiste a la manipulación. Pensadores, escritores, poetas, creadores y guerrilleros del arte luchan sin descanso para su completa y definitiva liberación.