Hace 24 años cuando fui por primera vez, París era una ciudad para enamorados. Hoy es una gran ciudad, meca de paquetes vacacionales de los touroperadores, donde los turistas trotan de aquí para allá, exhaustos y estresados por las colas inmensas que hay que hacer en agosto para poder visitar cualquier icono de la ciudad.
Dejando aparte que es un santuario del arte, de las compras, de las tiendas curiosas y de una monumentalidad suntuosa y elegante que la hace diferente a cualquier otra ciudad del mundo, ya no es aquel París. Sigue siendo una ciudad muy hermosa, tiene rincones inigualables por el Marais, las orillas del Sena, l’ille de Saint-Louis, Saint-Germain-des-Près o Montmatre, pero ahora, no siempre huelen bien. Hay algo de dejadez y padece la enfermedad que toda gran ciudad así sufre cuando quiere vivir de la bicoca del turismo: se muere de éxito. Algo que le está pasando, penosamente ya, a Barcelona.
Me sorprendió lo bonito y fresco que pasan el verano. Nadie se baña en el Sena, no sea que le salgan flores en la piel, pero el río sirve de playa. Es un buen montaje del ayuntamiento. Orillas céntricas del Sena con parasoles y diferentes texturas en el suelo: arena, madera, césped, lona o piedra sirven para que los parisinos y visitantes se tumben al sol en bañador y unas duchas micronizadas ayudan a aliviar los calores de mayores y pequeños. Reconozco que me lo pasé en grande debajo de esa lluvia fina aliviando el calor que se me había puesto en la cocorota tras horitas caminando al sol. Porque eso sí, París es el mejor gimnasio al aire libre, caminas y caminas sin parar, kilómetros y kilómetros, todo coge lejos.
También he podido disfrutar a horas tempranas, con poquita gente en las calles, de dar una vuelta por esos bellos rincones, esos pasajes que hay medio escondidos y de desayunar tirada en la hierba del Jardín de Luxemburgo en el barrio latino. Pocas cosas tan sencillas y baratas dan placeres de tanta altura. Me encantaría volver de nuevo. En breve tiempo. Tal vez en otoño, coincidiendo con un concierto de Buika, el que, lamentablemente, me perdí en Barcelona. Sería una experiencia superlativa y de ilusión también vive el hombre y la mujer ;))
Este viaje era el cuarto y, por tanto, no se trataba de ir de tourefieles ni notredames. Por eso os pedí ayuda en el blog para que me suministraseis información de tiendas, restaurantes o templos del menaje para hacerles un asalto en toda regla. Llevaba tiempo ahorrando para ello. Os estoy muy agradecida Audaciosus, Begoña y Elenalo por vuestras recomendaciones. Siguiéndolas y añadiendo unas cuantas más que tenía yo, he pasado dos días disfrutando de lo lindo en busca del ingrediente curioso, del artilugio de cocina perdido o simplemente del placer de degustar un fallafel rico de verdad y de reírme a gusto con un dependiente chistoso, sorprendido de que en Barcelona no hubiese visto nunca un pasapurés de 80 cm. de diámetro ;)) También hay que mencionar que en una gran ciudad, como Barcelona o Madrid, se encuentra casi de todo, pero como por aquí, todavía no hay tanta cultura gastronómica, la gente no llena las tiendas especializadas como sucede en París. Allí un colorante para pastelería se vende en raciones, aquí se vende a kilos, es la diferencia.
Hay más cosas de París que son un deleite: las librerías. París tiene unas librerías inmensas, inmensísimas. Da gusto ver las estanterías dedicadas a los asuntos culinarios, dan para tardes enteras. El tiempo pasa rápido mirando libros y hay que elegir, deshojar la margarita, este sí, este no, este es una ganga, no encontraré otro igual, qué bien, qué ilu, buscaba algo así hacía tiempo, qué recetas más originales… Y así, pensamiento tras pensamiento, alguna hora después, sucede lo inevitable: la ruina. 42 libritos más para casa entre el jefe y yo. La próxima mudanza promete.
Tras vuestras recomendaciones, tenía mucha ilusión en traeros mil fotos explicándolo todo, pero mi vieja máquina empezó a darme problemas con la batería y me dejó tirada el día de más compreteo. Por otro lado, en la mayoría de establecimientos (pedía permiso) está prohibido hacer fotos, por lo menos de planos cortos. No se oponen a una vista general, pero plano corto nada de nada. Como comprenderéis, en una tienda de productos o artilugios, hacer fotos de lo modernos que son el mobiliario y los dependientes pues como que no. Y opté por hacerlas a escondidillas con el riesgo que tiene eso para una paparazzi de mi categoría. El resultado ha sido pésimo: fotos movidas, planos desenfocados y no identificar si era un cazo o un gorro de chef.
Os pongo alguna fotillo de esos establecimientos y la impresión que me llevé del lugar y si he probado los productos qué opinión tengo sobre ellos. Evidentemente es mi opinión y no siempre tenemos un buen día o nos cae el mejor dependiente del mundo. Seguro que alguno que lea esto diferirá de mi criterio, pero así lo ví y así lo cuento.
Compras del 1er día en París y por orden de visita. Están las cinco por el mismo barrio. Metro Les Halles.
La Bovida
Hay de todo, pero no me gustó. Tuvimos un dependiente colgado de las orejas todo el tiempo; como premio no me gasté ni un duro, por pelmas y desconfiados. Y eso que ese día nos habíamos lavado ;))
MoraEl paraíso. Una tienda exquisita con una encargada encantadora que chapurreando español me enseñó cada rincón. Es un lugar muy especializado en pastelería y repostería. Tienen de todo, hasta lo inimaginable. Y una librería profesional que quita el hipo. Un gozo y un peligro. Arrugas la VISA sin enterarte. Fotito de los caprichos.
A. Simon
Una tienda bonita y elegante, en la que el cliente, desde que entra, parece invisible. No sé si es un defecto o una virtud, dependerá del dependiente que te toque en sorteo ;)). Me dio la impresión que todo aquello ya lo había visto en comercios tipo Riera en Barcelona. No compré nada.
G. Detou
Otro lugar excepcional. Un establecimiento pequeño y muy antiguo. Dependientes especializados y bien informados, además de muy simpáticos y con ganas de vender. Tienen todo tipo de coberturas y de productos para pastelería y repostería. Pero sucede igual que en algún comercio especializado de Barcelona, Solé Graells, que los envases son muy grandes y para un amateur son cantidades excesivas de la mayoría de productos. La tienda, en sí, muy recomendable y con excelentes marcas. Compré cuatro cositas y unos plátanos enteros desecados que ni os cuento cómo sabían.
Dehillerin
Fantástico lugar donde se encuentra de todo para la cocina, tanto para el profesional como el amateur. Una gozada auténtica. Tiene dos dependientes, uno oriental y otro francés, peculiares y muy simpáticos. Ellos son la tienda. Son capaces de ponerse por gorro un recipiente para charlottes y por espada un cucharón de metro y medio. De verdad, que geniales. Una tienda muy especial. Fijaros, en la foto, en la altura del molinillo de pimienta, 1,40 m. y en la otra las tonterietas que compré. Me regalaron el cuchillito para acanalar verduras.
Angelina. 226 rue de Rivoli
Por la tarde fuimos al salón de té Angelina. A probar el famoso chocolate a la taza y el pastelito tópico/típico, el Mont Blanc. Angelina, como otros lugares emblemáticos, está atestado de gente. El servicio no da abasto y se acaban las existencias con rapidez. El pastel estaba bueno, aunque para mi gusto el merengue demasiado dulce. El chocolate a la taza regular y la jarra, vasos y cubiertos, desgastados e impropios de un lugar así, al precio que lo cobran.
Desayuno del 3er día y compras
LaduréeEn el establecimiento que tienen en Champs Elysées. Cola para desayunar a las 10 de la mañana. Es increíble, hay gente de todas las nacionalidades, aquello es la ONU. Son pelín antipáticos. No dejan hacer fotos y, de nuevo, el chocolate a la taza no merece lo que te hacen pagar. La pasta de canela y chocolate sí que estaba muy rica. El menaje muy desgastado y poco pulcro. Precio excesivo.
Mariage FreresUna tienda especializada en tés, a la vez que restaurante y cafetería, donde el té es el protagonista. La tienda es preciosa, cientos de botes de tés procedentes de las plantaciones más remotas y prestigiosas del mundo. Reacios a las fotos, robé unas cuantas, sin éxito. Compre un té desteinado a la bergamota (mi preferido) y también un té blanco, al que llaman el caviar de los tés. Es delicioso, pero un atraco.
Panaderías Kayser
Buen pan y buen olor en el barrio. Compré un pan integral en barra y me pareció superlativo. De masa apretada y algo ácida. Estaba triunfal con un Camembert que habíamos traído de Normandía.
Jean-Paul Hévin
Estuvimos en su tienda de Saint-Honoré. Leí en una web de un gourmet francés que sus macarones eran los más deliciosos de Francia. Bueno, eso es decir mucho, pero sí que sorprende cuando ves en su escaparate esos macarrones desteñidos, casi sin colorantes, y de un color marronuzco. A mí me gustaron mucho, pero parecen macarones de luto si los comparas con los de Pierre Hermé o Ladurée que parecen macarones a lo Agata Ruíz de la Prada. En todo caso, como poco, son diferentes y muy atípicos en textura, color y sabor.
Compras del último día en París y por orden de visita. Estaba ya muy tocada de las costillas. Mal día para esas compras. La ilusión me mantuvo en pie. Las 3 primeras tiendas en el metro Madelaine, en 50 metros están las 3.
HediardLa elegancia, la clase y el lujo hechos tienda. Cuando entras, a pesar de ser la tienda que me pareció con más clase de todas y con productos muy exquisitos, sus dependientes son los más accesibles, te dejan hacer fotos, te asesoran y no ponen caras raras al escuchar un pésimo francés. Me encantó. Compré café, ron, confituras y crema de castañas. Hubiera comprado más, pero el último día, la tarjeta de crédito ya daba muestras de agotamiento. Os la recomiendo, no os perdáis ese placer si vais a París.
FauchonMi impresión es glamour y mucha pijería. Estuve en la de Madelaine. Mobiliario modernísimo, dependientes mega snobs con estética gay, más pendientes de salir monos en las fotos que de atender bien al cliente. Los productos son para quitar el hipo. Compré chocolates, confituras y unas barritas de incienso perfumadas de frutos rojos. Todo exquisito, la verdad. La maison du chocolatNunca un chocolate a la taza me supo mejor. Exquisito. Le da mil vueltas al de Ladurée o Angelina. Tienen una dependienta guineana que habla un español perfecto y que, además de amable, aconseja y te enseña a hacer un choco tan rico como el suyo. La pena es que eran muy reticentes a las fotos. Compré chocolates varios y sobre todo para hacer a la taza.
La grand épicerie
No te la acabas. Pertenece a la cadena Le Bon Marché y es como un súper grande del CI, pero a lo bestia. Lo mejor de lo mejor y lo más selecto. Me encantó el apartado de frutos rojos y de especias. Del resto, también tenemos por aquí lugares donde encontrar esos ingredientes. Compré 4 cositas que me costaron un ojo de la cara. De nuevo otro caprichito innecesario.
Poilâne
En una guía de comercios curiosos editada por Taschen encontré esta panadería. Como me caía de camino entre La grand épicerie y Pierre Hermé, me acerqué a ver qué tal era. Olía a pan todo el barrio. Delicioso, la verdad. Arrastrar un pan de 2 kilos por medio París ha valido la pena. A día de hoy todavía quedan rebanadas en perfecto estado, esperando la tostadora y la mantequilla demi-salé que me traje de Bretaña. Compré su mezcla de harina y sal de Guérande para elaborar el pan en casa. ¡Qué los dioses me iluminen!
Pierre Hermé
Tenía cerradas sus tiendas principales y al final dimos con una, cerca de la exclusiva plaza Vêndome. Sólo macarones, algún libro y poco más. Muy buenos. Compré para regalar y para comparar con otros. Me gustaron, aunque el precio abusivo. Muy bonita la decoración de la tienda y el embalaje. Todo muy elegante y con mucha clase, aunque la tienda es muy pequeña.
Lafayette gourmet
He decir que dejé este gran almacén para el último momento y me arrepiento de ello. Tiene una variedad en artículos sin igual. A ultima hora, ya encontraba mal de verdad y al día siguiente salíamos de viaje, con 1000 km. por conducir. No lo anduve con tanto entusiasmo como lo otros sitios y seguro que me perdí cosas. Aquí van unas fotos del apartado de especias. Es una pasada, bandejas y bandejas llenas de mil mezclas diferentes a precios bestiales, por supuesto.
El capítulo de restaurantes no creo que os vaya a interesar mucho. Después de la Bretaña, donde comimos muy bien, yo quedé saturada de pescado a diario y no estoy acostumbrada a ello, preferimos comer en restaurantes vegetarianos o parecidos.
La Victoire Suprême de Coeur se come muy bien, de calidad y muy variado, en un bufete libre y a 20 € el menú. Me sobran las fotos del santón que venera el dueño del restaurante y que a fin de cuentas es un humano que él. Siempre me acaba sobrando eso de los restaurantes vegetarianos franceses; relacionan la comida vegetariana con los gurús. Y no sé qué tendrá que ver, comer verde y sano con estar escuchando continuamente el tostón de los mantras. Si os concentráis sólo en comer, la experiencia estará bien.
L’ebouillante está en uno de esos rincones de París muy bonitos. Al lado del Sena, en una calleja con escalinatas frente a una iglesia. Lugar singular y muy protegido del calor sofocante que hace a veces en esa ciudad. La comida es informal, pero bien elaborada. Ensaladas, tartas saladas o dulces, tés y helados. Precio medio.
L’as du Fallafel, en 34, Rue des Rosiers, . Es un fast food judío muy frecuentado en el barrio del Marais. Está a tope siempre. Yo tomé el plato vegetariano y realmente bueno y muy bien de precio. Recomendable. Por primera vez un falafel no me supo a fritanga. Los camareros son algo chulitos y van todos con la kippa, el tradicional tocado judío. Aspecto que me sobra, igual que me sobran los burkas o los trajes regionales.
Pastelería Korcaz, 29, rue des Rosiers, al lado de l’as du fallafel, no me gustó. Sus dulces están pringadísimos de miel y siropes. Compré un strudel húngaro que estaba bastante asquerosito y un mantecado que tuvimos que tirar por el olor a rancio. Creo que vive de la fama y de salir en guías gourmet. A mí no me pareció nada del otro jueves. Es más, el mismo establecimiento lo comparte con una barra de sushi prefabricado nada apetecible de aspecto. Tal vez no era mi día, pero no me gustó.
Lugares que no visité por estar cerrados en agosto y que quedan en mi lista de pendientes de visita obligada:
La Charlotte de l’isle chocolatería peculiar y de prestigio en l’isle de st. Louis
Helados Berthillon dicen que los mejores helados del mundo. Bueno, no sé, no pude probarlos. También están en l’isle de St. Louis.
Izraël, paraíso de las especias en 30, rue François Miron
Y alguno más que, tras vuestra ayuda y pesquisas propias irá engrosando la lista.
Gracias por todo. Un beso.