Antes de nada, quiero dar las gracias a
Random House Mondadori por ser tan amables de obsequiarme con un ejemplar de esta novela.
Juro que, antes de recibirla, yo no conocía de nada a su autor,
Fabio Volo, pero después de documentarme exhaustivamente (o sea, después de mirar en Google y en Wikipedia) he sabido que, además de escritor, es actor y
conduttore de radio y televisión, de donde deduzco que será conocidillo en Italia.
El protagonista es Lorenzo, un
cuasicuarentón, hombre de éxito que vive en Milán, trabaja en publicidad y, cuando está a punto de perder para siempre a
dos amores de su vida, decide recuperarlos.
El primer amor es su antigua novia, con la que convivió varios años. Solo diré que aquí Lorenzo lo hace fatal, aunque me han gustado los
tirones de orejas a ciertas actitudes femeninas muy comunes, como la tendencia a sermonear a los hombres como si fueran niños pequeños o la creencia absoluta de que las veinteañeras son todas bobas.
Pero la historia de amor que me ha enganchado ha sido la otra: la del amor que le tiene a su padre.
En principio es este un territorio, el de las relaciones entre padre e hijo, que las chicas tenemos vedado: rara vez penetramos en estos asuntos sentimentales, más que nada porque tanto padres como hijos se encargan de borrar de él todo rastro de sentimiento o sentimentalismo. Se prohíben la afectividad y eso forma parte de la enseñanza, del aprender a "ser hombre". Esta novela, sin embargo, nos da la posibilidad de fisgar un poco en este terreno, que es otro
no woman's land.
Sin embargo, lo que Lorenzo nos cuenta nos acaba sonando cercano y familiar, tanto a chicas como a chicos, sobre todo si ya hemos llegado a
esa edad en la que nos convertimos en madres y padres de nuestros padres y madres, cuando vemos que ya hemos aprendido a enfrentarnos a la vida y ,¡oh, sorpresa!, lo hacemos incluso mejor que ellos o, por lo menos, así lo sentimos. Ellos nos enseñaron a avanzar por el mundo como quien avanza a machetazos por la selva y ahora nosotras, nosotros, tenemos que ser sus guías para que no se pierdan en un mundo que ha cambiado demasiado y ya no es el suyo, les resulta extraño y ajeno.
Nos vemos más fuertes, más seguros, menos vulnerables, creemos que sabemos mejor que ellos lo que les conviene y corremos el peligro de cometer el
grave error de querer llevarlos por caminos por los que no quieren ir, de querer convertir su vida en una especie de proyección de nuestra vejez.
Lorenzo aquí lo hace bien. Con su pareja se comporta como
un adolescente tonto, pero muy tonto, de treinta y siete años, pero, cuando se hace cargo de sus padres, madura de golpe y nos permite entrar en un entramado de contactos peculiar, delicado, frágil pero común, con sus propias leyes, sus propios códigos, sus significantes y sus significados. Y, además, todo esto ocurre en un momento en que Italia, bajo una capa de escándalos políticos e inyecciones de bótox, vuelve a mirar de cara a la pobreza.
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