viernes, 30 de diciembre de 2011

Un vasco en Hollywood

De ilustre familia vascofrancesa, Harry d'Arrast trabajó en Hollywood con Chaplin, dirigió ocho películas, se enemistó con todos los productores de la época y se retiró a su castillo francés como un noble arruinado.  

Os cuento su historia en Zinéfilaz.

Y, de paso, os deseo


Urte berri on
Feliç any nou
Feliz ani novo
                                         Bonne année

                                         Happy new year
                                         Frohes neues Jahr
                                         Buon anno nuovo


sábado, 24 de diciembre de 2011

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Cosas poco originales que he hecho en París

Lécher les vitrines, que dicen allí. O sea, mirar escaparates y no comprar. Aunque no habría estado mal agenciarme, para subir y bajar escaleras del metro, unas sandalias de Jimmy Choo, con lentejuelas y diez centímetros de tacón.

Ver en el Jeau de Paume la exposición de fotos de Diane Arbus.


Pasear bajo el aguanieve por la Promenade Plantée


Por la Promenade Plantée circulas a la altura del segundo o tercer piso de los edificios.

Comer en restaurantes apretados, rozando con el codo a completos desconocidos y sin perder ripio de su conversación. No me quejo. París es así. Lo tomas o lo dejas. Por cierto, en un restaurante del Marais se me cayó el teléfono por la taza del retrete. No entraré en detalles. Lo rescaté de las aguas, le practiqué ejercicios de reanimación, pero no pude salvarlo y murió entre mis brazos.

Cenar crêpes todas las noches. Me encantan, en Bilbao solo los ponen en dos sitios y no son igual, así que en Francia me aprovecho y me atiborro.

Embobarme, cual paleta que soy, con las luces de Navidad de los Campos Elíseos, la avenida Montaigne y las Galerías Lafayette.

Frecuentar papeteries. Me he comprado un rotu y un cuaderno. Soy una antigua. También he comprado novelitas, claro.

Visitar por primera vez el Museo del Quai Branly, más que nada para ver la exposición La invención del salvaje.
El jardín del Museo del Quai Branly por la noche.

Prometerme a mí misma que volveré pronto. Ya os digo: qué poco original.

sábado, 3 de diciembre de 2011

París en invierno

El amanecer,
aterido de frío,
con su camisón rosa y verde,
avanza lentamente hacia el Sena
vacío,
y París,
sombrío,
se frota los ojos
y empuña sus herramientas,
como un viejo labriego.

Con esta traducción, libérrima, mía, de Baudelaire, me despido por unos días y me abrigo, bien abrigadita, porque me voy a París.
¿Queréis que os traiga algo?

jueves, 24 de noviembre de 2011

Mentiras populares

Con este título parece que voy a hablar de la campaña electoral, pero no: voy a hablar de un librito muy muy jugoso y entretenido. Es este:


Bruno Cardeñosa:
Mentiras populares (Leyendas urbanas y otros engaños)
Booket 2010

Me compré la edición de bolsillo y me ha hecho una compañía enorme en el transporte público, especialmente en esas tardes en que no tiene una la cabeza para la Crítica de la razón pura.

El libro es ligero, sí, pero no superficial. De hecho, me ha abierto el apetito, las ganas de adentrarme en estos laberintos oscuros de los bulos, los rumores, las mentiras mil veces repetidas que para alguien acaban siendo verdad. Y me he adentrado, por ejemplo, en www.snopes.com o en los libros de Jan Harold Brunward.

Y otra vez tengo que bailar entre esos dos extremos, porque este mundo de las leyendas urbanas va de lo más tontorrón e inofensivo (la historia del perrito y Ricky Martin en el armario) a lo más grave, peligroso, dañino y siniestro (esos deleznables bulos, podridos de racismo e ignorancia, sobre rumanos que secuestran niños), leyendas que, como dice Cardeñosa, "anidan en la sociedad cuando desparece el espíritu crítico".

Ya puesta a clasificar (caóticamente, por supuesto) las leyendas urbanas, me salen estas categorías:

Leyendas urbanas internacionales. Lo son la mayoría. Por ejemplo, lo del perrito en Chile no le ocurrió a Ricky Martin, sino a Luis Miguel. Y en Estados Unidos no le estallaron las tetas en el avión a Ana Obregón, sino a Pamela Anderson. Una historia de gendarmes franceses la he oído yo adaptada a la policía autónoma vasca.

Leyendas que yo me había creído como una pava. La de la fórmula secreta de la cocacola. Que Walt Disney estaba congelado. Que existen las snuff movies. Que si reunías un montón de celofanes de cajetillas de tabaco te daban una silla de ruedas.

Otras que no me he tragado nunca. Que ciertas combinaciones de bebida explotan o se solidifican en el estómago. Las diversas chicas de la curva y demás muertas bondadosas. Los repartidores de droga a las puertas de los colegios. Secuestros de niños en centros comerciales.

Hay más: mentiras políticas, sexoleyendas (gente que se mete cosas por diversos orificios corporales), cocodrilos en las alcantarillas, marcas de ladrones junto a las puertas de los edificios... Sin olvidar el apasionante mundo de los mensajes de correo electrónico, chapucera y horrísonamente traducidos del inglés, que te avisan de desgracias sin fin; un fenómeno que, por cierto, ya tiene nombre, netfolclore, y que hace que Cardeñosa acabe el libro con estas palabras:

Cuanto más urbanas y tecnológicas sean las sociedades, más fuerte y firme será el grado de penetración de las mentiras populares. Son inherentes al ser humano. Y a las sociedades.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Una rodajita de Limonov

Están sentados, con un muro raso detrás, en el ángulo recto que forman dos mesitas de formica marrón. Del decorado no se ve más: puede que estén en un aula escolar, en una cantina o en un local de la administración.

Ella viste un abrigo de color claro; en la cabeza, un pañuelo de campesina. Él lleva abrigo oscuro y bufanda; ha dejado sobre la mesa su chapka de piel. Tienen todo el aspecto de una pareja de jubilados. 

La cámara los enfoca todo el rato, con pequeños zooms, adelante y atrás. No enfoca, en cambio, a los hombres que tienen enfrente. No se ve el rostro de un hombre que, fuera de campo, con voz colérica y monótona, acusa a los dos ancianos de haber vivido en un lujo desenfrenado, de haber matado a niños de hambre, de haber cometido un genocidio en Timisoara. 

Tras cada salva de acusaciones, ese procurador invisible los invita a responder y el hombre responde, mientras tritura con las manos su chapka, que no reconoce la legitimidad del tribunal que los juzga. La mujer, por momentos, se rebela, discute; entonces, su marido, para calmarla, le coge la mano con un gesto emotivo y familiar. De vez en cuando echa un vistazo al reloj: al parecer, esperaba la llegada de tropas que los liberaran. Pero esas tropas no llegaron nunca y, media hora después, hay un corte. Elipsis. El siguiente plano muestra sus cadáveres ensangrentados sobre el asfalto de una calle o un patio o no se sabe qué.

La escena es tan extraña como una pesadilla. La filmó la televisión rumana y las cadenas francesas la distribuyeron la tarde-noche del 26 de diciembre de 1989. Recuerdo haberla contemplado con auténtico pasmo y haber experimentado un violento malestar ante semejante parodia de justicia, semejante ejecución sumarísima y semejante puesta en escena que quería ser ejemplar y fracasaba estrepitosamente, pues, a pesar de ser dos criminales, la dignidad parecía estar del lado de los acusados.

Exactamente lo mismo sentí, años más tarde, cuando capturaron y ahorcaron a Sadam Hussein.

[Y mucho peor fue luego, añado yo, con Gadaffi.]

Emmanuel Carrère: Limonov, P.O.L 2011
La traducción y la adaptación son mías.

Hay otra porrada de artículos sobre Carrère en Boquitas Pintadas:

- El bigote
- Una semana en la nieve
- El adversario: Impostura uno, dos, tres, cuatro y cinco.
- Una novela rusa
- De vidas ajenas: uno, dos, tres y cuatro.


Y ahí va un ramillete de vídeos desagradables.






viernes, 11 de noviembre de 2011

El cine según Hitchcock

Hola, gente.

Ya aterrizada, en varios sentidos, en casa, en el trabajo y en los quehaceres blogueriles, hoy me tocaba publicar en Zinéfilaz y me he ido a lo fácil: a poner cuatro letras sobre este libro, El cine según Hitchcok, escrito por un adorador de Alfred Hitchcock llamado François Truffaut, que, como ya os he dicho alguna vez, creo que debería ser lectura obligatoria en enseñanzas medias en todo el mundo occidental.

Es pecado no haberlo leído. Bueno, no, venga, seamos positivas. Si no lo has leído y te gusta mínimamente el cine, léelo. Si ya lo has leído, léelo otra vez, porque seguro que vuelves a sacarle jugo. En ambos casos disfrutaréis como animalillos.

Bueno, leed el libro y, por supuesto, leed lo que he escrito en Zinéfilaz.

Allí nos vemos. Agur.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Sexta y última crónica de andar por casa sobre la crisis sísmica de El Hierro

Menos mal que el viernes os llevé de paseo por mi parte preferida de la isla, porque hoy ya no lo podríamos haber hecho.

Os cuento. El mismo viernes, a eso de las ocho y media de la noche, pegó un zambombazo bueno, de 4,4. No sé muy bien qué estaba haciendo yo entonces, pero creo que iba en coche de Frontera a casa, a La Caleta, y un seísmo así, si vas en coche, no se nota.

Sí lo notaron, en cambio, en el Mirador de la Peña, donde dicen que creían que se les hundía el suelo; también en El Mocanal, donde celebraban un mitin de Coalición Canaria y pasaron un mal rato. Hubo desprendimeintos, desalojaron a varias familias de Las Puntas y cerraron durante la noche el túnel de Los Roquillos.

Ayer sábado por la mañana hubo otros dos pepinazos, de menor intensidad: 3 y pico. El primero me pilló paseando hacia el aeropuerto y el segundo, ya allí, tomando el cafecito, y no sentí ni el uno ni el otro.

Horas más tarde, mientras comía en San Andrés, me llegó la noticia de que el Pevolca había decidido cerrar indefinidamente la carretera entre el Pozo de la Salud y el cruce de Orchilla (y ese tramo incluye el paseo entre playas del que os hablé) y el túnel de Los Roquillos, que comunica los municipios de Valverde y Frontera. Lo sentí mucho por mis amigos O y M, que me invitaron a comer el viernes. Viven en Valverde y están montando un negocio en Frontera; el cierre del túnel les supone, para ir de casa al trabajo, treinta kilómetros de carretera de montaña y otros tantos de vuelta. Por ellos y por toda la buena gente que está en la misma situación, deseo que todo se arregle pronto.

En fin, volvamos a San Andrés.
 Un rinconcito de San Andrés.

Recibida la noticia y visto que la movilidad por la isla estaba verdaderamente reducida, celebré un conciliábulo con Julen Iturbe y decidimos ir para La Restinga.

En San Andrés hay tres sitios para comer: La Igualdad, Mesón Cristino y Casa Goyo. Julen y yo comimos en Casa Goyo. En la puerta de La Igualdad estaba aparcada la camioneta de Televisión Española.

Antes de bajar a La Restinga nos desviamos para El Tacorón, paraje que también merece mucho la pena. Nos sentamos un ratito frente al mar. Una señora rubia andaba por allí mirando fijamente al agua con una red de pescar en la mano.

- Esta señora está intentando pescar restingolitas -le dije a Julen.

Un rato después, se nos acercó a darnos palique, cosa que me encanta.

- ¡Eh! ¡Oigan! ¿Les da miedo el volcan?

Me dieron ganas de contestar "Por favor, señora, cómo se le ocurre. ¡Somos vascos!", pero le respondí simplemente que no.

- Es que andaba yo por aquí intentando pescar restingolitas ("¡Te lo dije!") y me han llamado para decirme que el volcán ha empezado a echar algo.

No hizo falta más. Cogimos el coche carretera arriba y, un con un poco más de altura, sin salir de El Tacorón, ya se veía la mancha con un circulito blanco de agua como en ebullición.

 La mancha y el agua borboteando.

De camino a La Restinga, en los arcenes de la carretera había montones de coches aparcados y la gente estaba subida a los conos a ver el espectáculo.


Me acordé de esa escena de Encuentros en la tercera fase en la que los locos convocados por los extraterrestes esperan al borde de una carretera la llegada de los ovnis. ¿A que sí?

Ya en La Restinga, había más gente mirando a la mancha, ahora blanca. Decían que poco antes habían visto expulsar material. Me quedé mirando un ratito y lo vi. Saltó hacia arriba algo negro (¿lava, ceniza, rocas, piroclastos?) y borboteó durante unos diez segundos. Fue como una fiesta: los niños chillaban, mucha gente aplaudía y un señor gritó:

- ¡Suéltala, cabrón!

Yo me quedé embobada y no hice ni una foto. 

Solo después, cuando las aguas se calmaron, aparecieron el buque Ramón Margalef, el helicóptero que filma y las cámaras de la Televisión Canaria, que estaban en un mitin en la plaza de La Restinga.

Me senté en una terraza del paseo a tomar algo fresco y empezaron a circular rumores de evacuación. Al parecer, el alcalde lo había anunciado en el mitin: esa noche había que abandonar La Restinga. Poco después se confirmó: los teléfonos móviles empezaron a sonar y un coche con megafonía recorrió el paseo.

- Vamos a proceder a una evacuación preventiva. Recogan sus pertenencias básicas y concéntrense en el campo de fútbol.

Salimos pitando de allí, antes de que se atascara la carretera. Según subíamos hacia El Pinar, vimos bajar a la policía, el ejército, la Guardia Civil y la camioneta de Televisión Española.

Decidí llamar a mi madre para decirle que no pasaba nada, antes de que viera los informativos de la noche, pues me temí que fueran apocalípticos. Y me alegro de haberlo hecho, pues luego me confirmaron que efectivamente fueron así.

Ya cenando en el Mirador de la Peña, repasamos en Twitter las fotos de la erupción. Parece ser que ninguna cámara de televisión la filmó. Una pena.

Y eso es todo, amigas y amigos. En cuanto publique esto, haré la maleta y poco tiempo me sobrará hasta tomar el avión de las 13:00 a Tenerife para llegar esta noche a Bilbao. Ha sido un placer. No sé por qué, pero tengo el pálpito de que volveré pronto a El Hierro.
 

viernes, 4 de noviembre de 2011

Quinta crónica de andar por casa sobre la crisis sísmica de El Hierro

Ayer por la mañana, después de poneros estas líneas, me fui andando al aeropuerto, a tomarme el segundo cafetito del día y, para qué negarlo, ya que tengo que pasar por delante, a fisgar un poco, desde la verja, claro, el cuartel militar Anatolio Fuentes. Se ve más movimiento: el campo de fútbol, que lo tenían desde hace años abandonado, sirve ahora para aparcar camiones y también tienen instaladas muchas tiendas de campaña.

No os pongo fotos porque un letrero dice que está prohibido hacerlas y yo, como buena antimilitarista, tengo mucho respeto a los ejércitos y, además, soy una cobarde.

En realidad, es una lástima que no permitan fotos, pues el cuartel es muy resultón; está en uno de los mejores emplazamientos de la isla: un rinconcito tranquilo, soleado, con buena temperatura, preciosas vistas, buenas comunicaciones... Si yo fuera una ministra corrupta, echaba a los militares de allí y hacía un hotelazo.

Ya en el aeropuerto, a las 10:00, aterrizó un avión del ejército. Se apearon cinco o seis mozos con uniforme de la Unidad Militar de Emergencias. Entraron al edificio por la puerta de embarque; o sea, al revés que los civiles. Para entonces ya había bastante gente esperando a embarcar para el vuelo de las 11:00 a Tenerife, pero nadie les hacía caso: solo yo y una señora septuagenaria que se lanzó a preguntarles si nos iban a evacuar o qué. A mí me habría gustado hacer como la señora y acribillarlos a preguntas, pero me impresionan los uniformes y no tengo tanto morro ni tantos años.

Fui a comer a Frontera, o sea, a la puñetera zona cero, concretamente al barrio de Belgara, y luego me di un paseo por el barrio de al lado, Las Lapas.

El campanario de La Candelaria visto desde Las Lapas.

La Asociación de Vecinos de Las Lapas ha colocado por el barrio unos carteles que vienen a decir lo siguiente: "Hemos hablado con el Ayuntamiento y nos han dicho que no pasa nada, que estemos tranquilos, pero que, en caso de evacuación, recordemos que el punto de encuentro es la plaza de Los Mocanes." Además, alguien muy loco muy loco y con escaso dominio del español ha pintado en un banco esto:


Luego me fui a mi parte favorita de la isla, la que va de playa a playa, de la playa de Arenas Blancas a la playa de El Verodal. El trayecto se puede recorrer por carretera (bueno, por una pista asfaltada) o a pie, por un caminito que discurre junto al mar. Es un entorno y un paisaje verdaderamente mágico que nadie que venga a El Hierro se debe perder. Así que, aprovechando que estoy tan a gusto aquí, voy a contestar a vuestros comentarios de ayer.

No, no tengo miedo ni estoy intranquila. Aquí la vida transcurre con normalidad: las criaturas van a la escuela, abren las tiendas, llegan puntuales los aviones, zarpan los barcos de mercancías... No es que yo sea una valiente, que no lo soy, es que no hay señales visibles de alarma. Pero, claro, si oigo la radio, veo la tele y leo ciertas páginas de Facebook, entonces me pongo un poco nerviosa, porque la información que dan siempre es alarmista. No dicen que no se ha caído ni una pared, ni que nadie ha resultado herido. Se ponen siempre en lo peor, en lo más negro que puede pasar. No sé, quizás tiene que ser así.

El miércoles, el día de los terremotos más intensos, recibí un montón de llamadas, incluida la de una emisora de radio de Bilbao, para interesarse por mi suerte y por la situación, en general, de la isla. Y ya sé que así no me contratarán jamás en Tele 5, pero a todo el mundo le digo lo mismo: esto está tranquilo; más que tranquilo: está triste, porque, de momento, los efectos sobre el turismo han sido devastadores.

Otro gallo habría cantado si la erupción hubiera sido en tierra y no submarina. Un volcán en erupción no es algo que se vea todos los días, así que esto se habría llenado de cámaras y de friquis del vulcanismo (alguno que otro ya hay). Pero la erupción submarina no se puede filmar y ha destrozado los dos negocios principales de La Restinga: la pesca y el buceo. La alarma, además, ha vaciado la isla de turistas y se nota.

A corto plazo, pues, esto ha sido una ruina. A medio y largo, en cambio, quizás sea bueno: ahora mucha más gente conoce El Hierro y está viendo que es un sitio que merece la pena visitar.
Y sí, estoy disfrutando mucho aquí, pero no quiero hacer sufrir a nadie, y menos a mi madre, que también está preocupadilla. El domingo por la mañana me cojo el avión para Tenerife y espero estar ya por la noche en Bilbao. Me quedaría más tiempo encantada, porque estoy a gusto en mi papel de chismógrafa aquejada, al parecer, de una tara orgánica que podría denominarse insensibilidad sísmica o así.

Bueno, ya hemos acabado el paseo y la charla. Ya hemos llegado a la playa de El Verodal. Me llevo un disgustillo, pues no se puede acceder por peligro de desprendimientos. Los pedruscos y las olonas me han comido la playa, tan bonita, de arena rojinegra.
La playa de El Verodal, gorribeltza.

De vuelta a Arenas Blancas, me encontré este presunto aparato medidor que yo juraría que antes no estaba allí. ¿Alguien sabe qué demonios es esto?


Aparato medidor desconocido. De paso, fijaos en el paisaje im-pre-zi-o-nan-te.

Tras el paseo, ya se me hizo de noche y me fui corriendo a Tigaday, a la esquina de La Taguarita, a coger sitio en la terraza del bar, pues allí se ponen las teles por la noche a hacer las conexiones en directo. Pero, claro, como ayer no hubo zambombazo, no apareció ni una puñetera cámara. ¡Ay! ¡Cuánta ingratitud y cuánto olvido!

¡Ah! ¡Perdón! Se me olvidaba lo más terrible del día: una legión de hormigas me invadió el armario ropero y, como en mi barrio no hay tienda, tuve que ir hasta el Tamaduste a comprar insecticida. ¡Espeluznante! ¡Un sinvivir!

Seguiremos informando.




jueves, 3 de noviembre de 2011

Cuarta crónica de andar por casa sobre la crisis sísmica de El Hierro

Ayer fue un día movidito. Ya os puse que a eso de las ocho de la mañana fue el primer pepinazo gordo, de 4,3, en Frontera. Os puse que había sido de 4 grados, pero luego lo "recalificaron" como de 4,3. Resulta que primero hacen una primera valoración del seísmo y luego tienen en cuenta otras variables y lo redimensionan.

Como sabéis, yo me alojo al otro lado de la isla, en La Caleta, y aquí no se percibe nada.

Salió el día despejado y me subí a Malpaso, el punto más alto de la isla, a 1.500 metros. Luego bajé a comer a El Pinar, hacia el sur, a unos quince kilómetros de La Restinga. Malas noticias: ya no hay  pescado fresco en la isla. Las autoridades recomiendan que no se consuma pescado de la zona afectada por la erupción, pero me temo que es una recomendación vana, porque las embarcaciones no salen a pescar.
Así es el paisaje en la cumbre.

Desde El Pinar hice unas fotos al Teide y a la mancha, que día a día cambia de forma y color.
 El Teide desde El Pinar.

 La mancha desde El Pinar. Ahí abajo, tras ese cono desmochado, está La Restinga.

Más tarde me di un paseo por el Pozo de la Salud, ya dentro de la zona sísmica. A unos kilómetros de la costa, el buque Ramón Margalef, del Instituto Oceoanográfico Nacional, se daba unas vueltitas por el mar y un joven, con un teleobjetivo gigante, lo fotografiaba desde el paseo. Y así de tranquila andaba yo, entre el pozo y el mar, cuando, de repente, en la casa de al lado, una señora se asoma a la ventana medio gritando:

- ¿Lo sentiste? ¿Lo sentiste?

Y una niña aparece corriendo por la calle:

- ¡Sí, sí, mami! ¡Lo sentí!

Me metí en Internet. Daban noticia de un recientísimo seísmo de 3,8. Aproximadamente una hora después, en Tigaday, una periodista de Cuatro hacía su conexión en directo para el informativo de las ocho (las siete en Canarias) y decía que el pepinazo finalmente había sido de 4,4, el más intenso hasta el momento.

O sea, que arreó una sacudida de 4,4 y yo no noté nada. Ni un temblorcillo, ni un runrún, ni un mareo. Nada. De nada.

Cerca de mi casa, en La Caleta, está el cuartel militar Anatolio Fuentes, adonde han llegado refuerzos desde Gran Canaria. Cuando volví a casa, por la noche, me encontré a un hermoso grupete de militares, chicas y chicos, que regresaban andando por la carretera de La Caleta al cuartel. En el barrio solo tenemos dos sitios para cenar, El Rinconcito y el Yesimar, así que en uno o en otro me los encontraré quizás mañana.

En el canal 24 horas de Televisión Española mencionaron una hipotética evacuación (sic) del municipio de Frontera, donde están sucediendo los últimos seísmos. La Wikipedia dice que viven allí más de cuatro mil almas. No es moco de pavo.

Seguiremos informando.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Tercera crónica de andar por casa sobre la crisis sísmica de El Hierro

Llevamos ya unos días sin terremotos gordos: uno de los últimos fuertes tuvo lugar el lunes a las diez de la noche. Yo estaba ya en casita leyendo (aquí a las siete de la tarde ya es de noche y a las siete de la mañana ya luce el sol) y apagando la lamparita cada vez que oía acercarse por la calle a los niños que celebraban Jálouin, para simular que no había nadie en casa, porque ¿qué se hace? ¿Se abre la puerta y hay que darles dinero, caramelos o qué?

En fin, que ese terremoto tampoco lo noté. Ayer hubo un par de ellos no tan fuertes, pero me dicen que uno al menos sí sintieron en El Mocanal, un barrio cercano a la capital, Valverde, que está fuera de la zona sísmica. No fue nada grave, no se cayeron objetos ni nada, pero se percibió el temblor.

Con camiones así, una se siente segura.

En fin, que luego vino la calma. Demasiada calma, quizás, pues la isla está como desmantelada; "es la isla fantasma", me decía un señor de Tenerife que abrió aquí un negocio hace cuatro meses.

Tampoco llevaba mucho tiempo abierto (desde 2008 exactamente) el Centro de Interpretación de El Julan; pues bien. El domingo me pasé por allí y me lo encontré con un cartelito que decía "Cerrado hasta nuevo aviso", que es como decir "Cerrado por siempre jamás".




El Julan y la mancha de la erupción


Otra impresión lamentable me la dio la tienda del aeropuerto: las estanterías semivacías, ni una triste camiseta turistera que comprar. De mi casa al aeropuerto se puede ir andando, así que hasta allá me di un paseíto. La parte buena es que el día estaba despejado y pude ver las islas de La Palma, La Gomera y Tenerife, con Teide y todo.

Mundo viejuno en San Andrés, El Hierro

Bueno, otra ventaja tiene esto de que haya tan poca gente: hemos vuelto a las costumbres de hace quince años, cuando éramos tan pocos forasteros que te saludaban si cruzabas un pueblo en coche, te paraban por la calle para preguntarte qué hacías allí y la gente daba palique por el puro gusto de hablar con alguien de fuera. Ahora la excusita son "los movimientos", como dicen, no sé si eufemísticamente, y da pena que sea por algo así, pero cuentan sus "susedidos", sus pequeñas anécdotas personales con entusiasmo, con ganas, con verdadera gracia, y es un placer oír su dulce acento herreño.

Actualización de las 9:50. Acabo de enterarme de que a las ocho menos cinco ha habido un terremoto de cuatro grados. O sea, gordito. No hace falta decir que no he sentido nada, ¿verdad?

lunes, 31 de octubre de 2011

Segunda crónica de andar por casa sobre la crisis sísmica de El Hierro

Aquí quien más y quien menos, y me incluyo, se ha hecho su Máster en Vulcanología de la Señorita Pepis. Se descubre una en una tasca intercalando en la charla, como si tal cosa, como si los usara de toda la vida, términos cuales "tremor", "energía acumulada" y "reacomodación tectónica".

Cuesta oír hablar de otra cosa en terrazas, bares y restaurantes. Y es que el día de ayer fue duro: a las ocho menos cuarto de la mañana, para empezar bien el cambio de hora, ¡toma pepinazo de 3,9 en Frontera! Yo me alojo en La Caleta, fuera de la zona de actividad sísmica, así que no noté nada.

El segundo seísmo gordo del día, de la misma intensidad, fue a las 13:05. Ese ya me pilló más cerca: iba yo entonces a comer al restaurante del Mirador de la Peña y allí me contaron que les hicieron chinchín las botellas ellas solitas en las estanterías. Yo, para variar, tampoco noté nada.

 Vista de Frontera desde el Mirador de la Peña

Después de comer me bajé a La Restinga. Ya sabéis: el pueblo que evacuaron y desevacuaron hace unos días. La Restinga siempre ha sido lo más animado (y lo más feo; lo siento, todo hay que decirlo) de la isla, gracias a los clubs de submarinismo y a los restaurantes de pescadito. Pues bien, la erupción submarina ha acabado con ambos negocios y está el pueblo más triste que nunca.

 El puerto de La Restinga vacío de embarcaciones

Me tomé una tónica en una terraza del paseo marítimo. La gente difundía rumores de (otra) evacuación, aunque la única señal visible eran un par de autobuses del ejército aparcados en una esquinita del barrio, y permanecía atenta al más mínimo cambio de color en la dichosa mancha y en toda la superficie del agua: "Está más verde". "Pues esta mañana se veía más marrón".

Un camarero, cabreadísimo, echaba pestes contra "esta gente de Tenerife que viene aquí con sus cámaras a arriesgarse". Como no soy de Tenerife, no me dí por aludida.

Luego me paseé un rato por el pueblo, como digo, más triste y vacío que nunca; tanto que, a ratos, como no veía un alma, me preguntaba: "¿Habrán evacuado y habrán avisado a todos menos a mí?"

Seguiremos informando.

domingo, 30 de octubre de 2011

Crónica de andar por casa sobre la crisis sísmica de El Hierro

Al principio parecía la boda de la infanta, dice un señor de aquí, de El Hierro. Y es que la atención mediática fue desmesurada: todo elmundo cámara en ristre dispuesto a captar lo que sucediese. Pero pasaban los días, la hecatombe no acababa de suceder y se fueron marchando.

La sobreatención mediática tuvo, eso sí, efectos contraproducentes para el turismo: mucha gente pensó que no dormiría tranquila en esta isla que es la calma islificada y anuló sus reservas. Por lo que a mí respecta, más de uno se ha sorprendido de que yo no haya hecho lo mismo. Pero os juro que esto está tan plácido y tan aburrido como siempre.

Los terremotos son de escasa magnitud; pocos se perciben. Ayer estaba yo en la zona de actividad sísmica a la hora en que se produjo uno de 3,6 y no noté nada; ni un temblorcete de ná. Me fui al restaurante venezolano de siempre a comerme el pabellón de siempre como siempre. Sin novedad.

Mi casero dice que ha sentido dos temblores; y fuera de la zona, curiosamente. Dice que es un poco desagradable, que se siente uno empequeñecido, inútil, y que duda de la capacidad humana de reaccionar con sensatez en tales circunstancias. 

La gente está preocupada por la mancha, la que ha dejado, visible sobre la superficie marina, la erupción que se ha producido en el fondo. Al principio solo se percibía desde el extremo sur. Ahora se va extendiendo hacia el sur y hacia el noroeste, de manera que ya se ve en Frontera.


Esta es una foto de la mancha de hace varios días. Ahora ya ha doblado el extremo occidental y, como os digo, se ve desde El Golfo.

Seguiremos informando.

sábado, 29 de octubre de 2011

Esta vez es diferente

No sé cuántas veces he estado en El Hierro; un puñao. Pero el viaje de este año es como nunca; es diferente.

El Hierro era la-isla-donde-nunca-pasa-nada. No salía ni en el informativo de la Televisión Canaria. Poca gente sabía señalarla en el mapa. Pero todo esto, claro, lo tengo que escribir en pasado, porque allá por julio empezaron los terremotos y ya nada fue igual.

Eran terremotitos suaves, no superaban, salvo raras excepciones, los 3,8 grados en la escala de Richter, pero allí todo el mundo sabía que presagiaban algo. Y ese algo fue una erupción submarina, al sur de la isla, frente a La Restinga.

Ahora El Hierro ya no es portada, porque han pasado otras muchas cosas (algunas incluso buenas) que la han empujado hacia las páginas interiores de los periódicos. Pero los movimientos sísmicos continúan.

Y ahora es cuando yo me voy para allá, como tenía planeado desde mucho antes de que la tierra empezara a moverse. No sé qué me voy a encontrar, pero lo que sea os lo contaré. Hasta prontito.

viernes, 28 de octubre de 2011

Petros Márkaris en Bilbao

El miércoles 26 en la librería Elkar de Bilbao, Petros Márkaris presentó Con el agua al cuello, última novela con el policía ateniense Kostas Jaritos.
El señor Márkaris nos dijo cosas como estas.

En esta nueva novela Kostas Jaritos investiga varios asesinatos de banqueros, lo cual alguien podría definir como un buen comienzo. Yo quería contar que en el siglo XXI la gente sigue matando por dinero, algo que ya sucedía en la antigüedad. Lo malo perdura.

Grecia está viviendo hoy una tragedia que no se representa en un teatro, sino en dos guarderías infantiles: el Parlamento Europeo y la Unión Europea. 

Grecia no tiene solución. La gente está deprimida, no tiene valor ni esperanza y así no se puede empezar de nuevo. Muchos griegos creen que toda la culpa es de Europa, pero no es así, nosotros también hemos hecho algo mal. En mi opinión, en los últimos treinta y cinco años, Grecia ha vivido tres fases: la primera va de 1975 a 1981; tras la dictadura militar vino el optimismo,  la ilusión; acabamos con la monarquía, que fue muy perjudicial para el país, y conseguimos la democracia por la que tanto habíamos luchado. La segunda fase la marca la entrada en Europa: fue la era de las falsas ilusiones: nos creímos ricos, teníamos coches y dos viviendas. Pero en 2009 vino la tercera fase, la de la total desilusión y nos dimos de bruces contra la brutal realidad. 

¿Que si la crisis me inspira como escritor? ¿Quieres una respuesta intelectual o una respuesta sincera? La crisis es horrible, pero también un paraíso para la novela negra, porque en cada esquina te encuentras una historia buenísima.

El sentido del humor tiene mucho que ver con mi forma de ser y con la de mi generación. Hemos vivido muy mal y eso nos ha enseñado que la ironía, el sarcasmo y el cinismo son armas eficaces contra la depresión, muy valiosas en tiempos oscuros.

En Grecia la gente poseía la cultura de la pobreza: sabía vivir, convivir con la pobreza. Había hecho suyos los valores morales de la pobreza. Pero esa sabiduría ya se ha perdido, porque la gente solo conoce la cultura del bienestar, qie identifica erróneamente con el consumo, con el gastar dinero. La cultura del bienestar nos ha destruido.

La novela negra mediterránea y la nórdica son completamente diferentes. La diferencia fundamental está en la forma de asesinar: los asesinatos en el Norte son brutales y esto tiene que ver con su imagen de sociedad abierta, liberal y tolerante que esconde la brutalidad bajo la alfombra
En el Sur, en cambio, hemos vivido recientemente guerras, dictaduras, pobreza, opresión; hemos conocido de verdad la brutalidad y por eso no queremos más, no necesitamos reflejarla en las novelas. 
Los asesinatos sureños son más humanos; no los perpetran monstruos, sino gente corriente que se ve empujada a traspasar sus propios límites. En las novelas hay piedad, hay compasión hacia el asesino.


Otra diferencia fundamental entre el Norte y el Sur está en la comida. Y esto también tiene que ver con el desarrollo social. La emancipación femenina llegó antes al Norte y eso fue bueno para las mujeres, pero malo para la cocina. Por eso el pobre Wallander se come un trsite sándwich y cree que se alimenta de verdad. 
En cambio, en el Sur, la cocina es prioritaria, es omnipresente, es recurrente, porque la emancipación femenina llegó más tarde y eso fue malo para las mujeres, pero bueno para la cocina. Los autores sureños tuvieron madres que fueron excelentes cocineras e incorporan naturalmente esa cultura a sus obras, porque la cocina es cultura, es estética y es arte. Pero eso los nórdicos no lo saben.


Yo soy bilbainita, señor Márkaris, y sí lo sé, vaya que si lo sé. Gracias por todo.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Cuando era pequeña

Mi querido Kaplan me invitó a participar en este meme de recuerdos infantiles y yo le recogí el guante.¿Por qué? Porque me gusta dejar que la memoria me viaje por la infancia. Es la maldita nostalgia: en parte la detesto (no soporto eso de Cuéntame que ponen en la Televisión Española y tiene versión portuguesa, como pude ver este verano); la detesto un poco, sí, pero no me resisto a ella.

Parece ser que el meme, en su origen, iba de recuerdos infantiles literarios, pero lo que me ha venido a la memoria tiene poco que ver con la letra impresa y más con aventuras callejeras poco ejemplares. Así y todo, me he esforzado y he añadido un apartado sobre lecturas, que es este primero.

Cuando era pequeña leía sin saber leer. Ordenaba a mi abuelo que me leyera cuentos (todavía conservo milagrosamente un ejemplar de "Los tres cerditos") y luego me inventaba yo los textos. También tenía una enciclopedia infantil de varios tomos: mis preferidos eran el de poesía y el de historia sagrada. Supongo que también habría un tomo de ciencias naturales, pero no lo recuerdo.
Más tarde vinieron los tebeos. Primero, Pumbi. Luego, Tiovivo, Pulgarcito, Mortadelo... Y también los de chicas: Lily, con "Esther y su mundo". También novelas clásicas "juveniles" (Salgari, Mark Twain, Dickens, Dumas...) y vidas de santas en el formato que hoy se llama novela gráfica: texto y viñetas.

Cuando era pequeña, de mayor quería ser maestra, porque para mí solo había dos tipos de mujeres: por un lado estaban las madres, tías y abuelas y, por otro, las maestras. Bueno, no,  había un tercer tipo, el de las cantantes: Massiel, Karina, Salomé... Yo, en realidad, quería ser cantante y triunfar en Eurovisión, como Mocedades. A veces me atrevía a decirlo, pero cuando no, cuando no me atrevía a soñar, decía que quería ser maestra.

Cuando era pequeña, en el patio de la escuela, los chicos jugaban al fútbol en el centro y las niñas nos quedábamos en las esquinitas. "¡Aparta, chavala!", nos gritaban cuando pisábamos su territorio. Un día, tres chicos vinieron a ocupar también nuestra esquinita. Llegaron, se desplegaron, tomaron posiciones y, como no tenían balón, se pusieron a jugar al fútbol con una piedra. "¡Aparta, chavala!"
Esta vez no me aparté. Solo faltaba que nos echaran hasta de la puta esquina. Y recibí una bonita pedrada en la ceja.
Sangré cual degollada, lloré como un becerro, la señorita (a las maestras las llamábamos señoritas) vino hacía mí asustadísima, aquellos tres chavales se llevaron una regañina y un castigo y no volvieron a ocuparnos la esquinita.
Yo aprendí que salirme con la mía tenía un precio.

Cuando era pequeña, había en mi barrio una cuadrilla de chavales que a mí y a mis amigas nos hacían la vida imposible: nos insultaban, nos escupían, nos tiraban piedras...
Un día paseábamos por el barrio unas seis amiguitas juntas y nos topamos con uno de aquellos chicos; casualmente, el más pequeñajo y enclenque, que casualmente también era el más tocanarices y el más ladilla de todos. Sin hablar media palabra entre nosotras, lo rodeamos y le dimos unos cuantos empujones y algún tortazo.
No volvió a molestarnos. Ni él ni sus amigos.
¿Qué les contaría?

lunes, 10 de octubre de 2011

Monsieur B

Al señor Beigbeder, Frédéric Beigbeder, yo no le conocía yo de casi nada. Leí hace años su novelita 13,99 euros, no me volvió loca de entusiasmo literario y no le di otra oportunidad. Ya para entonces le había visto famosear mucho, pero mucho mucho, en las revistas francesas. Me consta que escribe artículos en varias publicaciones, pero yo solo me lo he encontrado en fotos de fiestuquis con tías medio en bolas y un copazo en la mano.

Debo confesar que me turra su pose estética, como de hijo de Carolina de Mónaco, y ese rollo de "nací rico y guapo y vivo de puta madre; no es culpa mía". Por eso, por ver si cambiaba de opinión, por dejarme de prejuicios y porque me lo trajeron cerca de casa, me pasé (con retraso, lo confieso) por la Sala BBK a ver qué se contaba en la entrevista que le hizo Mercedes Abad, que estuvo estupenda, con motivo de La Risa de Bilbao, segunda semana internacional de literatura y arte con humor.

Como os dije cuando hablé de Ibáñez, os vuelvo a decir aquí que me habría gustado poneros una foto de la entrevista, pues en todas hacen una puesta en escena muy maja, pero durante las sesiones no permiten hacer fotos y las que hacen los medios autorizados no están disponibles en la red. Me gustaría saber por qué.

Monsieur B. dijo cosas como estas.

Un libro es una cita amorosa entre autor y lector.

Es un gran placer descubrir autores por uno mismo, sin que nadie te los recomiende. Es un placer ególatra y esnob que te hace sentirte diferente, pero así es como se descubren las vanguardias y el underground, todos esos autores y obras que están de moda sin tener éxito. Yo aprecio la calidad de ese lector egoísta y esnob.

Yo no pretendo escribir libros graciosos, pero me dicen que los míos lo son. En cambio, sí me gusta leerlos. Me gustan esos relatos que mezclan melancolía e ironía, de loosers magníficos que disfrutan contándote cómo se han arruinado la vida. Creo que ahí está la fuente, el origen de la literatura, en la elegancia de personajes que emocionan; en los relatos de antihéroes, de caballeros que confunden molinos con gigantes. Es difícil ser héroe hoy en día. Por eso los americanos han inventado al superhéroe.  

En el cine el humor está mejor identificado. No cuesta nada calificar un film de comedia. En literatura, en cambio, no sería tan aceptable calificar un libro como "de humor" o "de risa", pues una novela, por ejemplo, lo abarca todo y las clasificaciones simplifican y empobrecen. Además, un libro así clasificado de entrada no sería prestigioso nunca. El humor y la diversión siempre son sospechosos; hay quien los cree reñidos con la intelectualidad.

Pasé dos noches en comisaría, en compañía de varios indocumentados a los que iban a expatriar. En una celda no hay relojes, no hay televisor ni nada que leer, así que me dio por pensar lo diferente que era mi vida a la de aquellos jóvenes de Ghana con los que compartía celda. Pensé, pues, en mi vida, decidí escibir mi infancia y de ahí nació mi novela "Un roman français". Se lo debo, pues, a la policía francesa.

[En El País Semanal del domingo 25 de septiembre, José Ovejero, en su artículo "Los escritores delincuentes", sobre su libro "Escritores delincuentes" (Alfaguara), se mofaba del señor Beigbeder y calificaba de "extremo ridículo" que promocionara su novela explicando con solemnidad "cómo le había influido su estancia en prisión; había pasado nada menos que 48 horas en prisión provisional". Y esto, claro, resulta ínfimo en comparación con las bestias pardas que cita en su artículo, con crímenes de sangre y décadas en el talego.]

La generación de nuestros padres vivió la guerra, sí, pero en su existencia alcanzó cada vez mayor libertad. Nosotros, en cambio, cada vez tenemos más prohibiciones, menos confort, mayor protección. Es cierto que ahora nos matamos menos en el coche, de acuerdo, pero me temo que hemos hecho desaparecer el savoir vivre francés. Hay belleza, hay civilización, hay también buena cocina en Francia, pero también hay cierta uniformización: cada vez es todo más igual, con las mismas tiendas en todas partes.

Las novelas sirven para algo: para aprovecharnos de la experiencia de otras gentes y vivir vicariamente experiencias que de otra manera no tendremos jamás. Podemos aprender mucho de las novelas. Yo, por ejemplo, de J.M. Coetzee he intentado memorizar pasajes hermosísimos, palabras bonitas para decir a una chica e intentar seducirla.

He aquí la fórmula para organizar la fiesta perfecta: mucho alcohol; muchos invitados en un local pequeño, para dar sensación de estrechez; música de la década de 1960, conmigo de DJ; y quizá exigir disfraces, pues las máscaras hacen que los desconocidos se relacionen entre sí.

[El señor Beigbeder también es pinchadiscos y, al parecer, posee una empresa que organiza fiestas. Lo del local pequeño con mucha gente fue justo lo contrario de lo que ocurrió el día de esta entrevista en Bilbao: un local enorme (la Sala BBK, el antiguo cine Gran Vía decentemente rehabilitado) con apenas un tercio de ocupación. No es conocido ni popular Beigbeder por estos lares, no es la estrellita rutilante y mediática que es en Francia, y me pregunto por qué, pues su literatura, al menos lo poco que conozco, es muy para todos los públicos, entretenida y con todos los ingredientes para venderse bien.
Sobre la fiesta perfecta añadió otras condiciones, terriblemente sexistas, que no repetiré aquí porque no me da la gana y porque una no solo es responsable de lo que dice, sino también de lo que repite.]

Espero que el libro de papel y el e-book lleguen a coexistir en armonía, pero me temo que el papel quedará para una élite, para bibliófilos, para una clase privilegiada y la pantalla, en la que la literatura deberá compartir espacio con la música, la imagen, etc., quedará para los pobres. Todo esto traerá consigo una desmaterialización del libro y no me gusta, pues opino que la desaparición de los objetos culturales nos empobrece y que el progreso a veces resulta inquietante. Por decir esto me han tachado de reaccionario, por hablar de la dictadura del progreso; y es que no comparto esa idea de que la técnica sea progreso y de que el progreso sea esencialmente bueno. En fin, la novela está amenazada por la técnica, porque, antes de leer una novela, tendremos que consultar nuestro correo electrónico, el Facebook, el Twitter, etc. y leer novelas quedará al final de la lista de todos esos quehaceres teconológicos.

¿Tú crees que ahora me cae mejor?

miércoles, 5 de octubre de 2011

Ibáñez

Así, con tilde en la "a", se escribe el apellido de don Francisco Ibáñez, y no "Ibañez", como nos lo proyectaban en la pantalla durante la entrevista con Julio Rey que tuvo lugar el sábado pasado en la Sala BBK con motivo de La Risa de Bilbao, segunda semana internacional de literatura y arte con humor.

Me habría gustado poneros una foto de la entrevista, pues en todas hacen una puesta en escena muy maja, pero durante las sesiones no permiten hacer fotos y las que hacen los medios autorizados no están disponibles en la red. Me gustaría saber por qué.

La entrevista comenzó con esta pregunta de Rey:
- ¿Cómo le llamo? ¿Señor Ibáñez?
- ¡Señor Ibáñez! Nadie me llama así: o Paco o Mortadelo.
Y Paco siguió contándonos cositas como estas.

Más de una vez me han preguntado si, para crear a Mortadelo, me inspiré mirándome al espejo. Pero no; yo a quien me parezco es a Rompetechos, que es calvo y corto de vista, como yo. Además, es mi personaje favorito porque su falta de vista da pie a muchos gags. Curiosamente es mi único personaje que no ha funcionado internacionalmente, porque, como confunde los letreros públicos, era un trabajo muy arduo de traducción. De Pepe Gotera y Otilio opino que merecerían estar en el paro y a Mortadelo cada cinco minutos me entran ganas de matarlo, como Conan Doyle mató a Holmes.

En aquella época se pasaba hambre, por eso a Mortadelo le di un nombre que recuerda a la mortadela; y Filemón se parece a "filete". Además, el editor de entonces me pedía ripios, pues al parecer le gustaban a la gente. Así nacieron "Mortadelo y Filemón, agencia de información, "Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio" o "La familia Trapisonda, un grupito que es la monda".

Han desaparecido las publicaciones semanales de antaño: Pulgarcito, Tiovivo, Mortadelo... Ahora solo salen álbumes. Aquellos tebeos semanales tuvieron tiradas de hasta 400.000 ejemplares. Si hoy vende 30.000, el editor se vuelve loco. Y eso que entonces se traficaba con los tebeos: no solo se compraban, sino que se cambiaban, se revendían, se alquilaban...

Fueron épocas de grandes dibujantes, como Escobar, Vázquez o Peñarroya. Y grandes personajes como las hermanas Gilda, Zipi y Zape, Carpanta, Gordito Relleno, don Pío, la familia Cebolleta, doña Urraca, Anacleto... De aquella generación soy el único que queda vivo.

Yo tenía muchos personajes: Mortadelo y Filemón, la familia Trapisonda, el botones Sacarino, 13 Rue del Percebe, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio... Llegué a dibujar veinte páginas semanales; no dormía ni tenía vacaciones ni fines de semana. Y, así y todo, en la editorial me pedían veintidós. A mí, claro, se me agotaban las ideas y, cuando no me visitaba la musa, cogía un diccionario o enciclopedia y me ponía a leer, a ver si me inspiraba.

Soy el autor más odiado y envidiado de la Feria del Libro de Madrid. Una vez tuve al lado a un literato muy prestigioso que apenas tenía público, mientras que yo, un pintamonas, tengo las colas más largas de gente esperando mi firma. Por eso ahora no comparto caseta con nadie: me ponen en una aparte. Se supone que tengo que firmar ejemplares durante dos horas, pero me he llegado a quedar hasta seis. Prueben a estar seis horas sonriendo y sin ir a mear y luego me cuentan qué no les duele.

Entre los dibujantes de hoy en día hay de todo: hay quienes lo están pasando mal y quienes lo están pasando peor.

viernes, 30 de septiembre de 2011

Cultura basura, cerebros privilegiados

Este viernes me toca publicar en Zinéfilaz y he decidido hablaros de un librito de Steven Johnson que se titula Cultura basura, cerebros privilegiados (Everything Bad Is Good for You: How Today's Popular Culture Is Actually Making Us Smarter) y  me llamó la atención porque pretende (y me cito a mí misma en Zinéfilaz):
acabar con ese enorme prejuicio postmoderno según el cual los videojuegos, la tele, Internet, las recientes producciones de Hollywood y otras formas de entretenimiento nos subnormalizan, nos idiotizan, nos atontan y son letales para nuestras mentes y nuestras almas.
En contra de la creencia universalmente extendida, Steven Johnson defiende que la cultura popular hoy es más compleja y estimulante que nunca y nos obliga a tareas cognitivas a las que nunca nos empujó la cultura "clásica".
Va analizando, pues, cómo esto es así en lo que respecta a los videojuegos, la televisión e Internet y luego le toca el turno al cine.
Y, como Zinéfilaz es un blog de cine, ahí me he detenido a resumiros la tesis de Johnson.

Pasaos por Zinéfilaz, leed mi articulito y rebatidlo a muerte. Me haréis feliz.

lunes, 26 de septiembre de 2011

La piel que habito

Tenía especial curiosidad y especiales ganas de ver esta película, porque es de Almodóvar y yo siempre he sido muy de Almodóvar, y porque está basada en una novela que me gusta mucho de un autor que me gusta mucho: ya sabéis, Mygale (en español, Tarántula, Ediciones B), de Thierry Jonquet.


La piel que habito se estrenó a mediados de agosto en Francia, donde Jonquet es (era: ya murió) mucho más conocido y, sobre todo, publicado (entre otras cosas porque era francés, claro, de París, para más señas), y servidora de ustedes se ha leído todas la críticas gabachas de la peli que ha podido pillar en el internés.

¿Qué decían esas críticas? Pues sobre todo me quedé con la advertencia de que cualquier parecido con la novela original era pura chiripa. No me extrañó leerlo: Almodóvar ya había dejado irreconocible Carne trémula, de otra de mis favoritas, Ruth Rendell.

El hombre coge un texto literario que le gusta, compra los derechos y se pone a inventar, retocar, añadir, arrancar, retorcer, tergiversar, estrujar... Es lo que hago yo a veces con mis traducciones (las que no cobro, claro, las de por amor al arte de la distorsión), así que no se lo reprocho, sino que se lo aplaudo y agradezco. Además, la novelita de marras se las trae (¿la habéis leído?, ¿no? ¡hacedlo!), es ya de por sí bastante desparrame y bastante audaz y se presta a desparramar un poquito más. Ya puestos, total...

Con esa idea en la cabeza, a la espera de encontrarme algo solo remotamente parecido a Mygale, me planté, pues, en el cine y hete aquí que levanto la espada y emprendo una cruzada contra toda la crítica cinematográfica francesa en pleno (no soy chula yo ni nada), porque esta piel es mi mygale; vaya que lo es.
La peli tiene una primera parte que sí se separa de la novela, pero luego, a partir del flashback, recupera la senda jonqueana y, ¡qué casualidad!, entonces la empiezo a apreciar más. No dejan de gustarme, sin embargo, los añadidos, los toques almodovarianos de la historia, puesto que le dan lustre y emoción. De hecho, me ha emocionado la vuelta total de tornillo, el retorcimiento entero de la historia de Agrado, la de Todo sobre mi madre, que se había convertido en lo que quería ser, porque La piel nos habla precisamente de quienes se convierten en lo que otros quieren que sean, de quienes cambian el envoltorio y algo más porque por todas partes les dicen que no pueden ser como son.

Y ahora ya voy a decir por qué me gusta La piel. Porque se atreve con un batiburrillo de géneros (fantástico, ¿horror?, ¿policial?, melodrama) y le mete, por un lado, aunque en menor medida que en otras pelis, añadidos chuscos de una frivolidad extrema y, por otro, de una hondura abisal (la identidad, el cuerpo como prisión, la transformación sexual, el deseo, la manipulación, la anulación del otro, la bioética, las relaciones ambiguas como en Átame, buff), con una actitud a la vez transgresora y moralizante.

Me gusta que no confíe todo el peso de la trama a las revelaciones fulminantes; habría sido facilón y vulgar y habría aumentado las posibilidades de meter la pata. En vez de eso, las gestiona con prudencia y sin aparatosidad, cuelan in medias res como si nada. Esa es, al menos, mi impresión; pero, claro, yo me había leído la novela. ¿Habría sido lo mismo de no haberla leído?

Volviendo a la novela y para terminar, la mayor diferencia que le veo con la peli es que Almodóvar le da a la peripecia (inverosímil, delirante y perfectamente construida en ambos textos) un sentido que en el papel no tenía: Almodóvar recita un mantra muy tierno por la libertad individual, por la pervivencia de lo propio, a pesar de las tragedias que nos obligan a habitar una piel que no es la nuestra.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

El programa de La Risa de Bilbao

Ya está listo el programa de La Risa de Bilbao,



Semana Internacional de Literatura y Arte con Humor,

que se celebrará del 28 de septiembre al 2 de octubre.

En este enlace lo podéis consultar: http://www.larisadebilbao.com/2011/es/programa.html

Quizás lo más jugoso de todo, para servidora de ustedes al menos, sean las entrevistas a escritoras y escritores, por donde pasarán Elvira Lindo, Frédéric Beigbeder (no puedo evitarlo: este tipo me cae mal; quizás vaya a oír qué dice, a ver si cambio de opinión), David Lodge, de quien no he leído nada, y ¡tachán! ¡tachán! el gran Francisco Ibáñez, de quien lo he leído todo y a quien debo algunos de los mejores ratos de mi infancia y no tan infancia.

Echad un vistacito al programa completo y hablamos.

viernes, 16 de septiembre de 2011

El dulce veneno del jazz

Charlotte Carter:
El dulce veneno del jazz
(Rhode Island Red, 1997) Ediciones Siruela, 2005
Traducción de María Corniero


Qué curioso. Leía yo esta novela en el bar del hotel donde pasé unos días en agosto mientras escuchaba jazz y me prometía a mí misma hacerme mayor de una vez por todas y empezar a disfrutar de este género musical, pues siempre he pensado que el jazz es para señoras y señores mayores, que es una de esas cosas que solo llega a apreciarse con la edad, como también sucede, por ejemplo, con ... Uy, pues ahora no se me ocurre nada. ¿Una ayudita?

En fin, lo que decía: que me hago vieja y sigue sin gustarme el jazz y que leí esta novela sobre una buscalíos saxofonista adoradora de Monk y Parker mientras me dejaba envolver por piezas clásicas.

Siento decir que la novela no me convenció. La trama es inconsistente y los personajes, más inconsistentes aun. Todo ensambla mal, quizás porque la autora confía por completo el ensamblaje al hilo conductor musical. ¿Si fuera yo más como dios manda y me gustara el jazz, habría disfrutado más esta novela? Pues quizás sí.

A la protagonista tampoco me la creí. Me gustan las chicas desenvueltas, lenguaraces y simpáticas, pero esta se pasa de vueltas (literarias, claro) y resulta demasiado saltarina, demasiado dicharachera.

Así y todo, tengo algo en común con ella. No que toque el saxo en las calles de New York, sino que es una  licenciada en francés que adora todo lo galo y a veces suelta algún que otro galicismo: "eso es viejo como el mundo", dice, por ejemplo.

En otra ocasión suelta esto: "Yo soy traductora. Sé que las palabras mienten". Y yo me identifico con ello en parte.

Y de vez en cuando tiene raptos líricos que me gustan:
"Ese brillo apagado y untuoso que adquieren los lugares donde ha sucedido algo horrible."

Así y todo, creo que no volveré a picar con Charlotte Carter. Desolée.

martes, 13 de septiembre de 2011

Os pido el voto para Calibre .38

Resulta que la por todas y todos ustedes ya conocida y apreciada revista Calibre .38 es candidata a los premios Bitácoras de 2011 en la categoría de blog cultural.

Pero, claro, para recibir el premio necesita vuestros votitos. Y aquí estoy yo para mendigarlos.

Para votar, tienes que pinchar en este logo

Votar en los Premios Bitacoras.com
 
 
e identificarte como usuario de Bitácoras. Esto se hace para que no vote varias veces un mismo usuario. También puedes votar desde tu cuenta en Facebook o Twitter. Si no, regístrate en Bitácoras.
 
Te doy las gracias anticipadas.
 
¿Qué haremos si ganamos? ¿Se os ocurre algo?

martes, 6 de septiembre de 2011

Vuelta al cole en Calibre.38

Calibre .38, la mejor revista de género criminal del universo mundo, y no lo digo porque yo escriba en ella, no, qué va, me ha publicado una reseña de Un dedo con un anillo de cuero, novela de José Ramón Fernández, con un título muy logrado (los títulos son importantes, amigas; algún día hablaremos de esto con más espacio y tiempo), una portada elegante (ya lo veis), un contenido tremendamente original y una base literaria muy sólida, cosa que lamentablemente escasea en las producciones recientes.


No digo más. Pasaos por Calibre .38 a leerla. Y quedaos un ratito por allí, que todo lo demás también merece la pena.

Actualización. Si os interesa la novela, podéis solicitarla en esta dirección:  editor@eugeniocanoeditor.com

lunes, 5 de septiembre de 2011

Más risas en Bilbao

Me sigue llegando información sobre el Segundo Festival La Risa de Bilbao,Semana Internacional de Literatura y Arte con Humor.

Han convocado el Segundo Concurso de Microcuentos.

Del 1 al 21 de septiembre permanecerá abierto el plazo de admisión de ejemplares
Las bases se encuentran en http://www.larisadebilbao.com/.
El año pasado ganó Joel López Astorkiza con este microcuento.

RAROS EN UN TREN
En un viejo vagón de tren, una mujer busca un asiento libre. Encuentra uno al lado de un hombre inmerso en la lectura de un librito. ¿Está libre? Bueno, divorciado, pero sí, estoy libre. No digo usted, me refiero al asiento. ¿Eh? ...  ¡Ah!... Supongo que sí. Perdone. No se preocupe. Gracias. Después de un instante, él deja el librito.Le habré parecido un imbécil. ¿Por casarse? No, por confundirme. Bueno, por eso se divorció, ¿no? La verdad es que me dejó ella. Bueno, gracias a eso tenía el asiento libre.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Parece que nos vamos alegrando

Como el año pasado, la ciudad me da la bienvenida con el Segundo Festival La Risa de Bilbao,
Semana Internacional de Literatura y Arte con Humor.

De momento, ahí va el cartel. Pinchad para ver la lista de protagonistas.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Partida

Os decía el otro día que una se ha pasado la vida pensando en huir, como tantos otros seres humanos, como, por ejemplo, Juan Ramón Jiménez, que tiene un poema que me ha gustado siempre mucho, titulado Partida.

Juan Ramón siempre quería huir y una vez que fue en barco a Nueva York, de noche, mirando al océano desde la cubierta, se dio cuenta de que el camino por el que siempre, desde niño, había querido marchar era precisamente el camino de plata que dibuja la luna sobre la superficie marina.

Él mismo lo cuenta, mucho más bonito que yo, faltaría más, en este poema que me sirve para darme la bienvenida a casa. Ya sé que es un poco incoherente una partida para el regreso, pero, lo siento, es lo que hay.


PARTIDA

Hasta estas puras noches tuyas, mar, no tuvo
el alma mía -sola más que nunca-
aquel afán, un día presentido,
del partir sin razón.

Esta portada
de camino que enciende en ti la luna,
con toda la belleza de sus siglos
de castidad, blancura, paz y gracia,
la contajia del ansia de su ausente
movimiento.

Hervidero
de almas de azuzenas, que una música
celeste fuera haciendo de cristales líquidos
en varas de hialinas cimas de olas,
con una fiel correspondencia de colores
a un aromar agudo de delicias
que extasiaran la vida hasta la muerte.

¡Majia, deleite, más, entre la sombra
donde arden los brillantes ojos sostenidos,
que la visión de aquel cantado amor,
leve, sencillo y verdadero,
que no creímos conseguir; tan cierto
que parecía el sueño más distante!

¡Sí, sí: así era, así empezaba
aquello; de este modo lo veía
mi corazón de niño, cuando, abiertos
como rosas, mis ojos,
se alzaban negros desde aquellas torres
cándidas por el iris, de mi sueño,
a la alta claridad de un paraíso!
¡Así era aquel pétalo de cielo,
en el que el alma se encontraba,
igual que en otra ella, única y libre!
¡Esto era, esto es, de aquí se iba,
por lisas galerías de infalibles
arquitecturas de agua, tierra, fuego y aire,
como esta noche eterna, no sé a dónde,
a la segura luz de unas estrellas!
¡Así empezaba aquel comienzo sin fin, gana
matinal de mi alma
de salir, por su puerta, hacia su ignoto centro!

¡Oh blancura primera, sólo y siempre
primera!
¡Marmórea realidad de la inconciente lumbre blanca!
¡Locura de blancura irrepetible!
¡Blancura de esta noche, mar, de luna!


Juan Ramón Jiménez
Partida
en Diario de un poeta recién casado, 1917