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SIGUE SIENDO AGOSTO: Al mediodía siguiente coincidimos en el messenger.
Aún
sigue excitada por todo lo que sucedió ayer, dice... por la noche tuvo
cena con su marido y los amigos de éste pero no se le iba de la cabeza
nuestro "fogoso" revolcón, insiste... el primer rato que ha tenido sola
en casa se ha masturbado a lo bestia, añade... se arrepiente de no
haberse dejado follar, concluye...
Propongo ir a un motel u hostal cualquier horita suelta de la semana
entrante pero ella no lo ve claro: "
esos sitios no me ponen nada,
prefiero la cama deshecha de un soltero".
A la noche
volvemos a coincidir conectados unos minutos y me sorprende anunciando
que ha soltado en casa la bola de que el sábado próximo tiene "
cena en
la ciudad con los del cursillo"... así que podremos quedar.
Hay un problema: ya tengo planes para ese sábado noche.
Conociéndola sé que no se lo va a tomar bien...
Premio,
en cuanto le digo que lo siento pero yo ese día no puedo quedar monta
en cólera, me dice que si estoy tonto, que ella ya lo ha dicho en
casa... contesto que no me parece sensato por su parte anunciar algo así
sin haberme consultado primero, dando por sentado que podría quedar en
cualquier día, hora y circunstancia.
"
Ni que tuvieras algo mejor que hacer", me escribe...
"
Mejor
quizás no -contesto-
pero eso es asunto mío, el viernes sí que puedo, di
en casa que te has equivocado y la cena es un día antes..."
"
No puedo tío, ya está dicho y no puedo cambiarlo, además el viernes me va fatal..."
"
¿Por qué te va mal el viernes? -no puedo evitar escribir la siguiente frase-
¿tienes algo mejor que hacer?"
Me manda a la mierda. "
Tú sabrás lo que te pierdes", sentencia antes de desaparecer.
Sé
perfectamente lo que me pierdo, ayer mismo estuvo en mi cama
guarreando a lo bestia y no quiso follar... la que no se entera de nada
es ella.
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El resto del mes de agosto transcurre sin noticias suyas, absolutamente nada. En otras palabras: "¡lo que me estoy perdiendo!"
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A
punto de concluir el mes me sorprende una mañana de sábado llamándome
por teléfono. Me pregunta qué hago, si estoy ocupado (esto último con
toniquete), que está en el pequeño parque debajo de mi casa por si me
apetece tomar algo...
Bajo y lo primero que me
pregunta es dónde hay un estanco, que necesita fumar... vamos y pilla un
minipaquete de esos cigarrillos finos tan, tan... curiosos.
Se repite la historia de nuestra última cita: vamos a un bar, pedimos un par de cañas y cuando nos ponen la tapa dice que
no se piensa comer esa puta mierda... ¡más para mi!.
"Me
apetece cerveza negra", dice, así que vamos a un irlandés cercano...
son las 11:45 de la mañana y empiezo a pedir pintas de Guinness, esto no
hay quien lo pare.
Nos ponemos en una esquina del bar
pero ella se muestra distante y altiva, nuevamente transmite esa
sensación de conceder una gracia con su presencia y compañía, estirada
en la silla con el cuello erguido, se mira pero no se toca...
Me
pregunta cuántas tías me he follado desde el último día que nos hemos
visto, se muestra inquisitiva en su estilo clásico de Fiscal del
Distrito de película americana, ¿ordenó usted el código rojo?... el Pueblo contra Mr. Rific.
Tras mentir un poco
(esta misma noche de sábado he quedado con una para "cenar" en mi casa)
pregunto si sigue en contacto con aquel tipo de Madrid que se folló el
año pasado... me dice que no, pero que hace poco conoció a través de
Facebook a otro de Zaragoza con el que quedó un día para tomar café.
"Está
en mi misma situación, casado, con dos hijos, hasta los cojones de
todo... pero no pienso volver a verlo. Sólo nos besamos un poco, nada
más", se explica.
No sé por qué pero la creo.
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La
llaman un par de veces por teléfono y sale fuera a hablar. En una de
esas me sobresaltan unos golpecitos en el cristal a mi espalda, es ella
haciéndome señales para que le saque el paquete de tabaco... salgo y le
doy un pitillo, lo enciende y se aparta unos metros para seguir la
conversación en privado.
Me quedo en la
puerta, se está bastante a gusto al sol, también prendo uno de esos
cigarrillos tan "delicados"... entre calada y calada observo fijamente a
mi disparatada acompañante, me sonríe con picardía, saca un poco la
lengua mientras asiente con la cabeza a algo que le dicen al otro lado
de la línea... suelto el humo por la nariz lentamente, absolutamente
seguro de que esta vez sí me la voy a tirar.
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Regresamos
al bar, acabamos esa pinta y pido otra ronda. La Fiscal del Distrito de
repente se convierte en testigo de la defensa, nos besamos, gruñe un
poco, finalmente cede... pago la cuenta, salimos del bar y sin necesidad de decir nada nos dirigimos a mi casa.
Son casi las tres de la tarde.
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Entramos en el piso y me dice que está harta de cerveza, que le apetece un refresco, saco un par de latas de bitter kas y vamos al salón.
Nos sentamos, abre su bebida, llena el vaso hasta arriba y posa la lata sobre la mesa dando un sonoro golpe. "¿De qué va?", pienso.
Brindamos
con refresco y sin demorarnos demasiado pasamos a repetir sobre el sofá
la escena de su anterior visita, más porno si cabe.
Me
entretengo un buen rato con sus gloriosas tetas, ella se inclina sobre
mi y me la saca, metiéndosela en la boca con ansia. Estiro el brazo para
bajar la persiana de la ventana situada a nuestra derecha, el salón se
oscurece y le quito las bragas sin que ella interrumpa su almuerzo.
Fundido en negro.
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La
siguiente escena se desarrolla en mi cuarto. A diferencia de la otra
vez sí se quita toda la ropa, sí se quita los zapatos, sí se tumba
voluntaria en la cama...
Conecto la minicadena y pulso el play, dentro hay un recopilatorio de Led Zeppelin así que perfecto, subo el volumen a tope...
"¡Qué morro tienes!", me dice... "al final te vas a salir con la tuya..."
Hago como que no escucho, me subo sobre ella y se la meto entre las tetas...
"¿Esto
te pone eh? -insiste, recuperando el tono previo a las cervezas negras-
¿cuántas veces has imaginado que me lo hacías eh? Confiesa..."
No
digo nada, jamás he fantaseado con nada parecido, será mejor follar
cuanto antes porque me temo que los efectos del encantamiento están
desapareciendo a toda velocidad...
Me levanto por un
preservativo, me lo pongo y ella se queda rígida en la cama, me pregunta
un par de veces si los condones son de buena marca, no vayan a estar
rotos, que me asegure de ponerlo bien... subo más el volumen de la
música.
Entro en ella y comienza a mirarme fijamente,
aprieta los dientes... "¿pero qué estamos haciendo? -susurra- no, esto
no debería estar pasando..."
Hasta aquí, mi paciencia alcanza su límite.
"¿Pero qué coño quiere esta chica?", pienso mientras embisto...
El proceso del Pueblo contra Mr. Rific queda visto para sentencia y de seguir así pintará
casi tan mal como en las seis citas anteriores... no obstante aún
dispongo de un instante para mi alegato final.
Decido
cortar por lo sano, no molestarme lo más mínimo en prolongar el polvo,
no administrar ni un segundo de placer extra a la pobre Madame Bovary...
pongo la directa sin más miramientos, acelero el ritmo y me corro en un
suspiro.
"¿Pero yaaaa?", exclama Ana Karenina...
"Ya
ves, se ve que tenía tantas ganas acumuladas de estos meses que no he
podido contenerme", digo mientras salto de la cama camino del WC para
lavarme.
No falla, apenas un minuto después regreso a
la habitación y ella se ha vestido casi del todo... "NO, NO -se repite
en voz alta- ESTO NO ES LO QUE YO QUERÍA QUE PASARA..."
Va al salón y enciende un cigarrillo.
Me visto y me ofrezco a acompañarla a la estación. Caminamos por la
calle y de vez en cuando me mira con gesto sumamente decepcionado,
finalmente no se reprime y suelta: "joder tio... ¡es que no has durado
casi nada!"
"Con el segundo suelo tardar un poquito más -digo encogiéndome de hombros- pero no has querido quedarte para comprobarlo"
Nos despedimos antes de llegar a la estación, nos damos dos besos en las mejillas.
En su gesto se lee claramente que no tiene intención de volver a verme jamás...
"SÍ, SÍ -me repito yo ahora, también en voz alta, camino de casa- ESTO ES JUSTO LO QUE YO QUERÍA QUE PASARA"
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Ya
en casa me preparo un sandwich de jamón y queso, me ducho, duermo una
larga siesta, cambio las sábanas y a eso de las nueve recibo la visita
de la chica con la que inicialmente había quedado.
Antes de cenar vamos a la cama y mientras se desviste, al dejar sus abalorios en la mesita de noche exclama: "
¿Y esto qué es?"
Giro la cabeza y veo sobre el radiodespertador los pendientes de la adúltera...
"No sé, serán de mi hermana", digo... por suerte esta chica no sabe que soy hijo único, aparentemente se lo cree y no insiste.
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Ha pasado el tiempo desde aquello y los pendientes siguen guardados en un cajón de mi escritorio.
Un
par de días después del incidente, la dueña me escribió un correo
diciendo que los había echado en falta, pero tras saber que
efectivamente estaban en mi poder jamás los reclamó de vuelta.
Recuerdo que durante un par de meses conservaron el olor de su perfume.