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viernes, 28 de octubre de 2016

"El Miedo Libertino" (#historiasdemiedo / ZENDA)

Cierta ocasión, durante un concierto, escuché a un veterano rockero dedicar su siguiente canción a las groupies. Trató de desmitificar la cuestión poniendo el acento en el inquietante hecho de “encerrarse entre cuatro paredes con una total desconocida, alguien que bien podría ser emocionalmente inestable, psicológicamente perturbada o sexualmente insaciable”.

El comentario despertó no pocas carcajadas cómplices entre el público, mi reacción sin embargo fue una mueca agridulce, quizás comprendía demasiado bien la naturaleza de aquel discurso: no soy ninguna estrella del pop pero tengo una amplia experiencia quedando y relacionándome con chicas (en mayor o menor medida) a ciegas.

De entrada, tales encuentros o citas siempre tienen un propósito lúdico e informal, pero por desgracia a veces las situaciones se descontrolan y la travesura se convierte en pesadilla.

Después del sexo mucha gente siente una necesidad irrefrenable de “confesarse”, de sincerarse de manera descarnada con el extraño acostado a su lado, sin obviar detalles.
En plena catarsis post-coital muchas chicas (inesperadamente) han roto a llorar y he escuchado relatos que me han helado la sangre. Historias de separaciones con maltrato físico o psicológico, largos años sin ver a unos hijos que se quedaron en el país de procedencia, enfermedades incurables, viudedades prematuras, intentos de suicidio, embarazos no deseados, plantones pocos días antes de la boda, adicciones, irritantes recuerdos de viejos amores imposibles…

Cada vez que se producen semejantes escenas, cuesta una barbaridad recordar que apenas una hora antes esa chica (que ahora se levanta descompuesta de la cama para buscar su cartera y enseñarte fotos de sus niños) estuviera risueña a tu lado, bebiendo despreocupada, bailando, haciendo chistes o gimiendo de placer.
Tras la purga, el anticlímax.





Sin duda eso de encerrarse con una desconocida tiene sus riesgos y no solo emocionales, también físicos.

Una vez estuve con una chica cubierta de exóticos tatuajes que en medio del revolcón me pidió que le pegase un par de bofetadas “bien dadas” y si eso algún puñetazo “sin pasarme para no dejar demasiada marca”. Cuando vio mi gesto estupefacto lo tomó por vacilación y automáticamente se ofreció ella a pegarme “si así lo prefería”.
Salté de aquella cama y hui como alma que lleva el diablo… aunque no tan rápido como otra ocasión en que una chica tras escuchar un par de pitidos en su móvil y comprobar la pantalla aprovechó para confesarme (todo de golpe) que no era soltera y que su marido estaba al caer.
Ya en la calle, el sudor frío aún recorría mi sien cuando me crucé con un tipo corpulento vestido de uniforme (su esposo era guardia de seguridad en un polígono industrial) en la esquina más próxima a escasos metros del portal.

Otras veces no hay tanta suerte y te pillan en pleno acto, como la noche en aquel descampado donde mi recientemente desconocida amante me llevó en su coche y de repente un par de vehículos se aproximaron dando varias vueltas a nuestro alrededor, iluminándonos con los focos y gritando obscenidades… o aquel inquietante sujeto desdentado que con la excusa de pasear al perro acercó su siniestro rostro a la ventanilla empañada para ver de cerca cómo nos lo montábamos.

Hace nueve años en una ciudad extraña para mí, conocí a una chica que me llevó a su piso y mientras caminábamos (más tarde supe que ningún taxi estaría dispuesto a llevarnos por allí) cruzamos barrios que parecían zonas de guerra: contenedores ardiendo, sirenas de policía, gente corriendo y saltando verjas, ruidos de cristales rotos… ¿acaso merecía tanto la pena la recompensa final después de aquel tétrico circuito?
Con los debidos respetos (y la adecuada perspectiva), la respuesta sin duda es NO.

También hay ocasiones en que el bingo no es correcto.
Tres días pasé sin dormir aquel mismo año cuando una chica con la que apenas había estado una vez (y cuyo apellido ignoraba) me dijo que estaba teniendo un retraso sospechoso. Yo estaba seguro de haber tomado las precauciones necesarias pero ella supo contagiarme su desasosiego sembrando dudas a diestro y siniestro, victimizándose además del peor modo pasivo-agresivo.
Pasó lo que tenía que pasar: falsa alarma, alivio máximo, mutis, en sus marcas, listos… ¡ya!.

Años, años y más años sumido en plena paradoja, pues debo confesar que, a lo largo de mi pacífica existencia, la intimidad con desconocidas ha sido mi principal fuente de situaciones truculentas.

A veces me gustaría que fuese un miedo insuperable como aquel que se usaba de eximente en los códigos penales, pero no suele funcionar así. De repente un día tienes un leve problema de salud y en el protocolo de su tratamiento médico se incluyen pruebas que detectan VIH, hepatitis B, sífilis... y ahí no hay atenuante que valga.
El médico pronuncia esas palabras de manera desapasionada y rutinaria, “tranquilo que no va a salir nada de eso”, asegura… y aunque confíes en su palabra no puedes evitar tener alguna mínima duda razonable.

La semana antes de conocer los resultados inevitablemente te cuestionas ese impetuoso estilo de vida. Y el miedo que alguna vez conociste se convierte en pánico.
De ese terror indefenso, mientras el público ríe a carcajadas, imagino que también sabrá (y callará) bastante aquel veterano rockero.



domingo, 31 de enero de 2016

"Propósitos de año nuevo"

La conocí un mes de junio y ese mismo día acabamos en la cama. Volví a ir a su casa cinco veces más antes de que concluyese el año, en todas las ocasiones fueron ratos breves: charla mínima en el sofá (ni una cerveza, ni un vaso de agua) y a la cama.

De salir por ahi juntos a tomar algo, pasear o al cine... ni hablar. Culpa mía, lo admito, su forma de ser (era de esas personas que constantemente buscan conflicto hasta en la charla más inocente) me agotaba... y su compañía ni me interesaba ni aportaba nada más allá del desahogo sexual.

Un viernes de octubre intercambiamos mensajes por la mañana sobre la posibilidad de vernos esa misma noche y ella parecía estar de acuerdo: "avisame cuando salgas de trabajar", dijo.
Nada más salir, antes de pillar el autobus, le mandé un mensaje preguntando si le iba bien que fuera o no... no obtuve respuesta.
No me bajé en la parada próxima a su casa y seguí ruta hacia la mía.

Subiendo en mi ascensor me contestó, preguntando qué hacía. "Entrando en mi casa ya, ¿tú?", respondí.
"Ooooohhh... ¿no vienes entonces?", soltó.
"Te escribí nada más salir del trabajo, no obtuve respuesta así que supuse que estarías ocupada o te iba mal, me he venido a casa"
"Que sepas que no has venido porque no te ha dado la gana", sentenció.


¿Cómo? ¿Estamos ante alguna especie de penoso Juego Mental?
"¿Ah sí? Explícate por favor", intervine.
"Pues eso, que no has venido porque no te ha dado la gana... podrías haberme llamado", añadió.

Efectivamente, se trataba de una retorcida treta, una prueba a la que me vi sometido para calibrar mi interés... se ve que un mensaje sugiere un bajo compromiso con la causa mientras que con una llamada (o dos, si ella rehusase contestar la primera vez) quedaría demostrada la devoción necesaria para ser debidamente recibido en la Cúpula del Placer.

Pensé en decirle que de qué coño iba, que yo no llamé pero al menos moví ficha mientras que ella se limitó a esperar simplemente para... ¿ver hasta dónde yo sería capaz de insistir para meterme en su cama?

Tomé aire, conté hasta diez... y opté por no darle el gusto de justificarme lo más mínimo por "no llamar", aparte de evitar enzarzarme en un diálogo para besugos.
"Ahm. Bueno, voy a cenar!!!", contesté.

Silencio.

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Acerté. Aquella noche se ve que le salió el tiro por la culata y se quedó sin una esperada "discusión".
De hecho un par de viernes después en cuanto puse un pie fuera del trabajo fue ella quien me llamó para ir a su casa.
Fui, volvimos a tener una charla absolutamente anodina en su sofá, no me dio ni agua (a pesar de pedírselo), echamos un polvo en su cama y me largué al poco de terminar.

Insistió en que me quedase a dormir pero le dije que si no me daba ni un triste vaso de agua era mejor que me largase, con la garganta seca mis ronquidos se le harían insoportables.

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Nuestro intercambio de mensajes (que ya era mínimo de por sí) se redujo en las semanas siguientes hasta llegar a ser prácticamente inexistente.

Mes y medio después, con motivo del año nuevo, recibí el siguiente whatsapp:
"Hola.
Después de dar muchas vueltas a si decírtelo o no
Al final he decidido que sí
Me apetece hacer contigo algo más q un polvo cuando a ti te viene bien
Supongo q no debería decirtelo x aquí
Pero dado que es nuestra forma de comunicación pues aquí lo suelto"

Mi respuesta:
"Ok!
Gracias por la sinceridad"


lunes, 14 de diciembre de 2015

"LA ENTRADA"

Voy a un concierto de jazz veraniego al aire libre, cuando entro en el recinto la azafata de la puerta agarra mi entrada y la corta devolviéndome una esquina minúscula en la que no se lee nada acerca del concierto, artista... podría ser la esquina de un ticket del supermercado.

Yo suelo coleccionar las entradas de los conciertos así que me quedo parado, entorpeciendo el avance de la fila, mirando fijamente a los ojos a la azafata con gesto contrariado... "¿Te parece normal cortar así la entrada? Entre darme este pico sin nada escrito y no darme nada... ¿cuál es la diferencia?", pregunto.

Ella sonríe nerviosa y se encoge de hombros... "Deberían poner a hacer este tipo de trabajos a gente que le gusten los conciertos", pienso mientras avanzo sin montar más bulla.

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Entro en el patio donde tiene lugar el show y me siento en una silla centrada a poca distancia del escenario, hace bastante calor pero comienza a correr una agradable brisa. De repente se acercan cuatro chicas a mi asiento, avanzando por la fila... se sientan a mi lado y una de ellas también va comentando la chapuza de la chica de la puerta cortando las entradas: "vaya mierda me ha devuelto, esto no hay quien lo guarde", dice, mostrando un trozo de papel sensiblemente más grande que el mío.
"Pues eso no es nada -interrumpo- mirad lo que me han devuelto a mi"

Cuando ven la birria que (no sé por qué la guardé) saco del bolsillo se parten de risa... "lo tuyo es peor sin duda", dicen a coro.
Alargamos el tema de la entrada un par de minutos, lo enlazamos con alguna otra coña más y de repente me encuentro hablando distendidamente con la que se sienta a mi lado.


Apenas faltan cinco minutos para que empiece el concierto pero da tiempo a que me cuente no solo que es una apasionada de la música como espectadora, sino que además toca la guitarra en un grupo. Dice el nombre de la banda y (aunque jamás los he escuchado) me suena de haberlo leído en las agendas locales de conciertos... cuando me dice que unos días antes estuvo tocando en cierta céntrica plaza el "Día de la Música" caí en la cuenta de que a esa hora yo pasaba por ahí procedente de la "siesta" glosada en una reciente entrada.

El concierto empieza y dejamos de hablar. Cuando termina nos decimos adiós sin más.

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Al día siguiente en casa recuerdo el nombre del grupo de la guitarrista y busco información en google, incluso encuentro algún video en youtube. En la página web de la banda hay un correo de contacto y decido enviar un breve e-mail felicitando por lo ahí colgado e identificándome como “el chico de la entrada mal cortada”.

Me contesta la guitarrista (presentándose como Patricia) de manera afable. El día siguiente intercambiamos un par de correos más, una cosa lleva a la otra y nos damos el messenger… para el sábado (cuatro días después del concierto) decidimos quedar a tomar una caña a primera hora de la noche.

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La cita arranca bien, ella acude sonriente, simpática y responde bien a cuantas coñas surgen. Vamos a dos bares de temática pseudomusical que supongo le gustarán y sí, son un acierto.
Para cuando estamos decidiendo el tercer bar yo ya tengo claro que voy a entrarla, pero de repente ella insiste en ir a una terraza (hace bastante calor) así que mi plan de ataque se ve necesariamente postergado.

En la terraza me muestro más incisivo en la charla, ella no sé si se da cuenta de mis intenciones o si está empanada con la mezcla de cerveza y bochorno… derrama toda su caña sobre la mesa empapando su teléfono móvil, a continuación con destreza casi militar lo desmonta y seca con unos pañuelos de papel. Tras colocar de nuevo las piezas… funciona.

El siguiente bar es bajo techo y nos sentamos en una esquina apartada. Patricia me habla del último chico con el que ha estado, de lo insensible que se había mostrado durante sus encuentros, especialmente en los más íntimos… “pero claro, él también toca en un grupo y yo que soy así de imbécil veo a un músico y me derrito…
Le pregunto si ha tenido alguna vez relaciones con gente de mi profesión, ella se ríe y me dice que de momento no, que es un campo por explorar… susurro que ya va siendo hora y me acerco a besarla. Me lo devuelve. Se alza el telón.

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Tras un rato de magreo en el bar vamos a su coche, lo tiene aparcado delante de los juzgados y nada más entrar tengo que avisar que se trata de zona videovigilada… arranca y vamos a un pinar de las afueras.

Follamos en la parte trasera del coche, me llama la atención que antes de ponernos manos a la obra dedica más de cinco eternos minutos a seleccionar la música de fondo… pasando compulsivamente canciones del pincho que tenía conectado a la radio. Al final la banda sonora es un batiburrillo de música celta new age, todo muy etéreo y ambiental.

Cuando terminamos sucede algo para lo que no estoy preparado. “Espera, antes de regresar a la civilización te voy a poner mi disco, a ver qué te parece…”, dice.


Se incorpora hacia la guantera y saca un CD, lo mete en el aparato y pulsa play.

Así, desnudos, en el asiento trasero de su coche… me tiene los veinticinco minutos que dura el EP, un disco semi-acústico que si bien no me desagrada tampoco me dice nada… me acribilla a preguntas, comenta todas las canciones por encima, justifica aparentes fallos de grabación o que suene cierto instrumento que ella en un principio no quería… eso nos lleva a que vuelva a incorporarse en busca de LA MAQUETA. Otros veinte minutos…

Pero ese es el disco que ha grabado ella sola con ayuda de su prima, después llega el turno del disco que ha hecho con el grupo (del cual tiene a bien ponerme “solo” tres canciones sueltas) y a modo de final apoteósico saca el móvil y me reproduce un par de grabaciones caseras en las que está trabajando.

Hago un esfuerzo sobrehumano por sonreír, hacer comentarios amables, asentir y ocultar los incipientes bostezos involuntarios que me produce la situación.
El revolcón en el coche comenzó casi a las tres de la madrugada, hora y media después dejamos el pinar atrás.

De este concierto privado en plena naturaleza tampoco puedo conservar la entrada. ¡Qué mala racha!



lunes, 9 de noviembre de 2015

CRÓNICAS ADÚLTERAS (1): "Debo reconocer que me siento tentada"

Aquella primavera me apunté a una historia que acabaría desembocando en mi actual ocupación. Cuando se lo comenté a unos amigos, la esposa de uno de ellos insistió en ponerme en contacto con una mujer que ella conocía, relacionada con ese asunto, para que me resolviera cuantas dudas pudieran surgirme.
Acepté su sugerencia pero luego no llamé ni escribí a la mujer en cuestión, en parte me dio pereza y por otro lado aún faltaban meses para el asunto… a falta de ganas y sin urgencia alguna, decidí poner aquel contacto en cuarentena.

Sin embargo se ve que por la otra parte no pasó lo mismo. La mujer de mi amigo dio mi teléfono a su conocida una semana después e inmediatamente comenzó a escribirme por el whatsapp.
Su manera de escribir era muy amena y jovial, pero también mordaz. Para mi sorpresa aquella chica buscaba alguien con quien desahogarse "emocionalmente": la razón de nuestra puesta en contacto pronto pasó a un segundo plano, la primera noche que nos escribimos me contó (prácticamente)  su vida entera.

Martina (así se llamaba) estaba casada y tenía una hija, pero su matrimonio caía en picado, dormían en cuartos separados, hacía una eternidad que no tenían contacto íntimo de ninguna clase, vivían en la misma casa como si de compañeros de piso se tratase, habían visto recientemente a consejeros matrimoniales e incluso un abogado… "De no ser por la niña ya nos habríamos ido cada uno por nuestro lado hace tiempo", sentenció.

Imagino lo que estáis pensando, pero no. Ni ella dejó caer que estuviera buscando consuelo de ninguna clase ni yo aproveché para postularme a amante bandido.

La siguiente semana intercambiamos varios mensajes (sobre todo de noche a partir de las once que su niña ya estaba acostada y cada cónyuge estaba encerrado en su cuarto) y aumentó el buen rollo. Tanto que de repente una noche en medio de unas bromas en las que se extrañó del hecho de que yo no tuviera pareja, reculó diciéndome que yo le caía genial pero que no me equivocase, que sí, que ella me escribía todos los días y tal, que estábamos de risas, pero que ella no buscaba ningún lio con nadie.

Me extrañó ese tipo de "franqueza preventiva", sobre todo porque yo no le había tirado la caña, pero bueno, Martina de ego no andaba precísamente escasa así que corramos un tupido velo…

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Al día siguiente me dijo que andaría cerca de mi lugar de trabajo, que si me apetecía tomar algo cuando saliera. Acepté.
Fuimos a un bar y nos caímos bastante bien en persona; ahí tuve más oportunidad de intervenir porque hasta la fecha el chat telefónico había estado prácticamente monopolizado por ella y su circunstancia. Hablamos de nuestras ocupaciones, (superficialmente) de su problema conyugal y sobre todo de nuestra gran pasión común: la música.
Ella tocaba varios instrumentos y a esas horas venía de clases de canto.


A la salida del bar me acercó casi hasta casa en su coche y en el trayecto me habló del único amante que había tenido en todos estos años de crisis matrimonial. "Al principio moló pero luego fue todo un poco desastre… de hecho en la cama al final no acabé del todo satisfecha, con ese tío hice una serie de cosas que en la vida, uff, si yo te contara… estoy convencida de que en el fondo es gay".

A continuación volvió a recalcar (sin venir a cuento) que ella no quería un amante ni nada parecido, que no buscaba eso en absoluto.
Nos despedimos sin más.
Por la noche volvió a escribirme al teléfono y no ocultó su entusiasmo tras haberme conocido en persona, pero todo muy moderado, con sordina.

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Tres días después me sorprendió escribiendo por la mañana, proponiendo una caña a mediodía. Pasó a buscarme en coche y me llevó a un barrio apartado donde nadie "conocido" pudiera vernos.

Volvimos a hablar de música casi todo el rato y cuando le dije que era abonado a la temporada de la orquesta en el auditorio me dijo que algún día le gustaría acompañarme. Cuando nos despedimos en su coche noté un extraño gesto en su rostro, una sonrisa enigmática.

Por la noche me escribió que había visto el programa del siguiente concierto (Sibelius a la cabeza) y le chiflaba, que había pillado entrada así que nos veríamos en un par de días en la cafetería del auditorio.

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La víspera del concierto Martina acudió a un soleado festejo al aire libre y tenía los hombros abrasados, rojísimos. Tomamos dos cañas en la cafetería antes de entrar en la sala sinfónica.
Durante la primera parte se rascó bastante los hombros (a punto de pelarse) y en un momento dado me acerqué y se los soplé.
En el intermedio hice de improvisado guía mostrándole mis rincones preferidos del lugar. "Me estás llevando por el mal camino, que lo sepas…", exclamó de repente.


En la segunda parte del recital nos miramos un par de veces y ella sonrió, en una de las pausas confesó que "no se puede ir a ver una obra del romanticismo con un chico, que luego pasa lo que pasa…"

A la salida estaba lloviendo. Yo iba a bajar en bus y ella en su coche pero me ofrecí a cobijarla con mi paraguas hasta el aparcamiento, una vez delante del vehículo insistió en acercarme hasta casa.
El trayecto fue un poco tenso, podía casi oírla pensar, darle vueltas a lo que estaba haciendo... Mientras tanto yo me limitaba a permanecer quieto y procurar que no hubiera ningún silencio incómodo.

Cuando aparcó cerca de mi casa se giró y me dio un largo y fuerte abrazo. A continuación me dio las gracias "por todo". Sujeté su cara con mi mano y evitó mi mirada, fuera seguía lloviendo a mares… farfulló algo incomprensible y le di un beso superficial. Ella me lo devolvió acelerada pero al momento reculó.
No insistí, devolví las gracias, abrí la puerta del coche, el paraguas… y me fui.

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Esa noche volvió a escribirme. Repitió de nuevo aquello de que no se pueden escuchar ciertas obras acompañadas de un hombre porque se pone tonta… añadiendo esta vez que si bien en un principio estaba resuelta a no tener nada con nadie, de repente "se sentía tentada".
"¿Y qué piensas hacer al respecto? Resistir la tentación… o sucumbir ante ella?", pregunté.
"Pues yo te juro que no me esperaba nada de esto… uff, tal como están las cosas imagino que sucumbir", contestó.

Me pidió que le dijera alguna canción al piano que me gustase para que ella la cantara y dedicármela, de alguna solista femenina pop que tocara ese instrumento… con ese perfil, así a bocajarro, solo pude pensar en Carole King y (por ejemplo) su “It’s too late
Ella aceptó la elección de la artista, pero optó por otro tema del mismo disco, más incendiario: "I feel the Earth move"

Esa noche me fui a la cama pensando que en breve tendría un lío con Martina, sin embargo la realidad fue otra: jamás volví a verla.

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La semana siguiente insistió en su idea de intimar conmigo, llegó incluso a enviarme un audio en el que ella tocaba y cantaba la citada canción de Carole King al piano con pericia y pasión desatadas… "tan solo la voy ensayando, pronto estará lista del todo y te la cantaré en persona", anunció.

Pero de repente un día (sin previo aviso ni razón aparente) dejó de comunicarse. Tras varios días de silencio me escribió diciendo que estaba pasando una mala época, que ya más adelante daría ella señales de vida.
Pasaron un par de semanas y no lo hizo.

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Su silencio, aunque suene mal decirlo, resultó de lo más oportuno. Estaba hasta arriba de trabajo y el poco tiempo libre que tenía debía dedicarlo a otros menesteres más productivos que pelar la pava con una casada insatisfecha, además… transitar por ese tipo de arenas movedizas nunca fue plato de mi gusto.

No obstante sus últimas palabras hacían referencia a un mal momento en su vida y no me pareció bien quedarme callado sin más: para evitar posibles problemas domésticos descarté la opción telefónica y envié un correo electrónico bastante neutro interesándome por su situación y pidiendo que me pusiera al día cuando lo considerase oportuno.

En su contestación fue todo menos clara, a modo de resumen bien vale la siguiente frase con la que cerraba el e-mail: "Yo estoy en una etapa muy difícil y de muchos cambios y... a veces… ni estoy."

Un mes después en su perfil de whatsapp tenía una foto muy cursi acompañada de una niña y un hombre, todos sonrientes rodeados de flores y corazones, con unas decorativas letras coronando la estampa: "MUCHAS GRACIAS FAMILIA, OS QUIERO SIN MEDIDA".

Todo indicaba que la "armonía" había regresado a ese hogar. Mi intenso contacto con Martina apenas duró aquella primera quincena de Abril, desde entonces no he vuelto a saber de ella.

Jamás sabré si nuestro superficial escarceo fue suficiente para ella a la hora de "darse un paseíto por el lado salvaje" y simplemente salir de la rutina… o si le hizo abrir los ojos para dejarse de tonterías y centrarse en su familia.
Sea como fuere, si aquellas fotos de los perfiles no mentían me alegro por ella. Lo único que lamento es no haber podido oír la canción terminada, ¡aquella primera grabación casera tenía muy buena pinta!



miércoles, 15 de julio de 2015

"NO ERES MI TIPO, PERO..."

Su nick en el chat es "Skate-Girl", tiene 22 años y me dice que vive a dos calles de distancia de la mía, que no ha salido el finde porque está aburrida de lo que la ciudad ofrece... me pregunta a qué me dedico, cómo soy físicamente, mi manera de vestir y si soy facha.

Debo de aprobar el test porque a continuación me da su skype para agregarla.

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La foto de su perfil no deja ver la cara completa, solo unos labios carnosos y un generoso escote con camiseta de tirantes. De todos modos me saluda enviando una foto así que no tengo siquiera tiempo de dejar volar la imaginación.
Su rostro es muy corriente, sin embargo la pose que lleva es la habitual de cierta gente no guapa que se cree un bellezón... si implica audacia bienvenido sea, si acarrea gilipollez debo estar preparado para cualquier cosa.

Envío una foto reciente y normal y parece que no sale huyendo, me dice que en su gym hay dos tíos que se parecen a mi, de paso confiesa que no vive a dos calles de mi casa y que el gym que frecuenta está en su barrio, por las afueras.
Parece muy interesada en el tema del ejercicio, me pregunta por la tarifa del gimnasio al que voy, lo que hago en él, me llama flojeras cuando confieso que no me gusta levantar pesas, se ve que le molan los cachitas.

Me pregunta si tengo cam, contesto que sí y pulsa la opción de videollamada.
Lo que yo veo no me entusiasma pero tampoco me espanta, ahora está sin maquillar y con una chaqueta de chándal cerrada hasta el cuello...eso sí, tiene un gesto serio, poco amable.
La videollamada no dura ni diez segundos, la corta rápido.
Pone un icono triste, "No eres mi tipo"

Ella tampoco es precisamente el mío pero decido forzar la situación: "jo, ¿por qué no? A mi me gustas"
"A mi no...pues porque no y punto", sentencia, cortante.
"Lástima -añado- me estabas cayendo genial"
"Ya...", se va apagando.
"Y tienes unos labios interesantes...", comento para agitar el árbol un poco, pero esa frase no llega al destinatario, antes de eso Skate-Girl se ha desconectado/me ha borrado/bloqueado.

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O eso pensaba yo...
Dos horas después mi última frase recibe contestación: "ya bueno, ya lo sé".
¡Con su ego hemos topado!


De repente me pregunta por el color de mis ojos, la conversación se reanuda y sin venir a cuento me envía la escotada foto de su perfil, tan ultramaquillada que parece otra persona, publicidad engañosa.
Sin que se lo pida me da el teléfono, quiere que sigamos por whatsapp.
La conversación por el nuevo soporte es absolutamente delirante.

No para de mandar fotos de lo que hace o tiene delante; empieza con una cocacola con patatas fritas en el bar donde está con sus padres... a continuación sus pies para que vea las sandalias nuevas que tiene... me pregunta qué tipo de playeras uso y empieza a mandarme fotos de su armario donde tiene todas las zapatillas deportivas amontonadas: "¿te gustan?"

Se está haciendo tarde por la noche, yo tengo que pegarme un buen madrugón así que me voy a la cama, me despido y ella se muestra indiferente: "besosss", pone.

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Me pongo el pijama y me siento en la cama, voy a apagar el móvil y de repente, ocho minutos después de la despedida, me escribe:
"No duermaaaass
Ponte palos
Oyeessss..."

"¿Dime?", pregunto

"No duermas
Vale
Vale
No duermas
Esperate..."

A continuación pone una foto supuestamenet sexy en la que sale de nuevo superescotada (las lleva casi fuera) y pone morritos como de besar...
"jajaj -prosigue- DESPIERTA"

Contesto que ya estoy en la cama, que tengo que madrugar mucho y estoy cansado, que seguimos mañana... que mañana con mucho gusto me asomo a "ese balcón" las veces que quiera...
"¿Ah sí?", pone... y a continuación me planta (ni corta ni perezosa) una foto de su pecho desnudo, unas tetas MUY bien puestas.

Le hago partícipe de mi sorpresa, también le digo lo mucho que me gusta la foto y que siguiendo por ese camino me costará apagar la luz de la mesita de noche...


Ni se inmuta. Me pregunta si estoy gordo o delgado, dice que no le gustan los gordos... de repente me envia dos fotos más: unos apuntes de química que tiene sobre la mesa y una infusión junto al radiodespertador.

Pregunto si tiene un examen de química pronto, me dice que sí y deja de escribir unos minutos... el sueño me vence y como veo que también está a otras cosas me despido hasta la próxima. Apago el móvil.

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A la mañana siguiente desayunando enciendo el móvil, resulta que al poco de dormirme recibí las siguientes frases:
"uuiii
oyeeesss
No duermas
Esperate..."

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Durante el día la saludo pero no me contesta, por la noche estoy viendo una película y de repente recibo una invitación de videollamada, me contesta en pijama sobre la cama, sonríe y la emisión aguanta más de los diez segundos del día anterior, pero no mucho más...
Dice que está muerta de sueño y se duerme ya, me envía un beso con la mano.

Tras la videollamada me pregunta: "qué te parecí?"
Contesto que bien, ella replica: "solo bien??"

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Al día siguiente salgo de trabajar y saludo por el whatsapp nada más montar en el bus. Me contesta cortante y tras dos frases me dice que no cree que quedemos nunca, que mejor no me hace perder el tiempo, que la borre.

Por la noche la veo conectada en skype. "Hola! ¿Hoy no hay foto de buenas noches?", pregunto.
"En serio no quiero nada, ya te dije que me borraras...", la luz verde de su estado de conexión desaparece.
Mi corazón, roto una vez más en mil pedazos, snif... FIN.


lunes, 6 de julio de 2015

"MISTERIO A MEDIO RESOLVER" (La buena, el feo y lo malo -4ª parte-)‏

"Mary_82" protagonizó hace cuatro años una de las más célebres trilogías de este blog.
La historia de nuestras dos citas y su sorprendente desaparición posterior quedó glosada en las siguientes tres entradas:
2ª parte - Moviola
3ª parte - Mutis

En todos estos años de vez en cuando me he acordado de ella, he vuelto muchas veces a los lugares donde nos vimos y el "misterio" de su volatilización jamás dejó de intrigarme.

Con aquel último extraño mensaje procedente de su número (escrito por un supuesto tipo sevillano) no puse fin a las "investigaciones" llevadas a cabo los dos meses siguientes a su súbito silencio. 

Meses después, pasando las vacaciones en otra provincia, probé a llamar al número varias veces desde diferentes teléfonos fijos; también lo intenté con un móvil de prepago que regalaron a mi madre... jamás contestaron ninguna de esas llamadas, realizadas en todas las franjas horarias posibles.
Aunque fuera un inocente chico de Sevilla digo yo que alguna vez podría haber contestado.

El correo electrónico desde el cual me escribió y mensajeó durante nuestra breve historia dejó de estar operativo, los mails me eran devueltos con el clásico "Delivery Status Notification (Failure)"


Aquel fue el sospechoso balance con el que se alcanzó el "primer aniversario" del misterio.

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El año pasado pillé un smartphone y comencé a utilizar Whatsapp. Aún tenía su número en la agenda y al ver que "el titular" era usuario de dicha aplicación decidí saludar.
Me contestó preguntando quién era, cuando dije que era un amigo de Mary_82 (sin dar mi nombre) me dijeron que no sabían de quién hablaba y esta vez no hubo ningún rollo o cuento sevillano, se limitaron a pedirme de manera cortante que dejase de escribir a ese número.

Mi intriga no quedaba saciada, sin embargo accedí a la petición: odio los diálogos de besugos.

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Hace tres viernes estuve "limpiando" mi teléfono de archivos, fotos y conversaciones chorras... el caso es que haciendo un barrido por la agenda me encontré de nuevo con el teléfono de Mary_82. 

Siguiendo un impulso de lo más extraño pulsé la opción de llamada, daba tono... al igual que las anteriores veces años atrás me recosté en el sofá esperando que se agotasen los tonos sin respuesta, pero de repente, un lustro después, sonó una voz al otro lado de la línea, una voz de hombre, un recio acento de lo más seco, para nada sevillano...

"¿Quieeeennnn eeesss?", dijo
"¿Sí? -me puse a improvisar a toda leche, no tenía nada preparado- perdona, ¿está Mary_82?
"Síii, soy SU PAREEEJAA -recalcó, elevando el tono con esa última palabra- ¿se puede saber qué es lo que quieres?
(Nos vamos a reir, pensé) "¿Podría hablar con ella por favor? Es que me han dado este número para localizarla..."
"Sí, un momento, ahora te la paso...", me interrumpe, ¡bingo!

"¿Síiii? -no me lo puedo creer, es ella, su voz sigue siendo inconfundible a pesar del tiempo transcurrido- ¿Quién es?"
"¡Mary_82! ¡Qué alegría escucharte! -finjo alegría, aunque la sorpresa es absolutamente auténtica- ¿qué tal estás? Soy Rific, nos conocimos hace unos años, ¿qué tal te va?
"Mmm, perdona, pero es que no sé quién eres...", su sorpresa también superaría el polígrafo sin problemas, su frase ya no tanto.
"Rific, hace ya bastante es cierto, pero bueno, me alegro de haber podido localizarte al fin... dime, ¿sigues en la ciudad, te fuiste a Madrid o dónde?"
"P-p-perdona pero es que no sé quién eres, ¿Rific? ¿Qué Rific?", vuelve a preguntar.

"Ah, vaya... -dije- bueno Mary_82, no pasa nada, si no te acuerdas de mi entonces nada... ¡hasta luego!"
"Eehh...", fue lo último que salió de su boca.

Colgué.
Supo de sobra quién era (aún recuerdo lo pesada que se puso en su día con mi nombre), imagino que con su chico al lado no podría hablar y (ante semejante atraco) tras colgar mantendría la mentira hasta las últimas consecuencias.

El misterio ha quedado resuelto en parte, me quedo con lo mejor: Mary_82 está viva y coleando.
¿Lo "malo"? Las razones por las que salió pitando siguen sin saberse. 

En su día me habló de su exnovio, un tipo manipulador que hackeaba sus cuentas de correo, teléfono, etc... me habló de un chico de Barcelona con el que se lió una vez (esta anécdota sirvió para mantener viva la llama del misterio a lo largo de los años) con el que perdió contacto y por lo visto un día de manera milagrosa lo recuperaron y se enteró que el chaval le había escrito mogollón de mails y mensajes que fueron todos borrados por su ex. ¿Habré sido yo víctima también de una conspiración similar?
¿Fue el ex quien me escribió aquel mensaje haciéndose pasar por un chico de Sevilla?
¿Acaso Mary_82 no lo había dejado del todo con su ex aquella quincena que duró nuestra aventura y tras el escarceo fue pillada y regresó arrepentida?

Quizás todo sea mucho más sencillo y Mary_82 sea una cobarde que no supo dar la cara y tras no convencerle el asunto optó por romper cualquier contacto a las bravas, destruyendo ella misma todos los puentes y escribiendo aquel mensaje tan chapucero.

Tras colgar no pude evitar sonreir. Imagino que esta repentina llamada habrá sido motivo de conflicto (o discusión) de algún tipo en el actual hogar de Mary_82... tener que dar ciertas explicaciones, dar lugar a una situación incómoda.

De ser así, esa será mi venganza, ese será mi legado.

Sea como fuere, ahora ya sí, la historia llega a su FIN.


lunes, 25 de mayo de 2015

(Uuh, vaya lío) "LOS NOVIOS DE MIS EX-AMANTES...¿SON MIS AMIGOS?"

Hace justo dos años, por estas fechas, conocí a Carmen.

La primera vez
que nos vimos fue una fría noche de domingo de Mayo. Nos liamos en el segundo bar y cuando propuse seguir la fiesta en otro lugar más apartado me paró los pies, subió a su coche y se despidió con aire condescenciente.

La segunda vez que nos vimos fue un par de días después, pasamos casi toda la mañana en la esquina de un bar bastante oscuro metiéndonos mano a saco. Cuando nos despedimos no propuse nada de irnos a alguna otra parte. No lo hicimos. Por la tarde me escribió que se había quedado con ganas de más.

La tercera vez
que nos vimos fue mes y medio después. Entre medias (aprovechando una semana que me encerré para estudiar por unos exámenes) ella había conocido a otro chico y comenzaron a salir "en serio".
La cosa no les debió de ir bien así que quedamos una extraña noche de sábado de Julio, subió a mi casa, follamos tres veces y cuando ella ya se quería tapar para dormir le pedí "amablemente" que se fuera. Iba tan borracha (esa fue la principal razón por la que no me apeteció dormir con ella, estaba diciendo demasiadas estupideces) que se lo tomó a risa y salió de mi casa cantando y haciendo bromas.
Las dos semanas siguientes me propuso quedar para volver a follar pero yo no pude. Después me fui de vacaciones.

La cuarta vez
que nos vimos fue de nuevo en el bar de la segunda cita, pero esta vez no montamos ningún numerito. Era Noviembre, me dijo que acababa de conocer a un chico y estaba pensando sentar la cabeza con él. A pesar de todo nos estuvimos besando un rato y me dejó agarrarle una teta por debajo de la ropa.

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Los meses siguientes nos distanciamos, un día de la pasada primavera la vi desde el bus sentada en una terraza tomando café con un chico.

El pasado verano la saludé por whatsapp y me contó que lo suyo con aquel nuevo fichaje iba viento en popa, después soltó algunas indirectas acerca del día que la eché de mi casa... acabó despidiéndose altanera.

Hace poco buscando un contacto en la agenda del móvil reparé en su foto de perfil, sonriente junto a su nuevo amorcito vestidos ambos con ropas de esquí en un paisaje nevado. "Soy feliz, no se puede pedir más", rezaba su estado, junto a un icono besucón y otro sonriente ruborizado.

Hasta ahí bien, normal, la chica se ha echado novio y lo disfruta, cojonudo. Pero...


Esta tarde he entrado en LINE, no lo suelo usar pero quería vaciar la aplicación de tanto mensaje publicitario; el caso es que en el apartado de "amigos" se me habían agregado automáticamente una serie de contactos, o su incorporación estaba pendiente de que yo aceptase (no sé muy bien cómo funciona esa cosa)... pues bien, el caso es que uno de ellos era un tal JOSE y en la foto del perfil sale un sonriente primer plano de Carmen con su novio.

Insisto: desconozco el funcionamiento de esa aplicación, no sé si detrás de la invitación del tal "Jose" hay una explicación sencilla o toda una trama conspiranoica.

¿Qué coño hace ahí ese fulano con gafas de esquiador? ¿Año y medio después de mi última cita con su chica y un año después de la última conversación? ¿De qué va todo esto?

Puto smartphone, a veces da verdadero miedo...


viernes, 15 de mayo de 2015

"LA HORA FELIZ"

Una vez fui con un amigo a ver un partido de fútbol a un bar. Los días de champions el garito solía estar a reventar pero tuvimos suerte de encontrar una mesa aunque fuera en el rincón más remoto del local.

Durante el encuentro pedimos varias cervezas y la camarera se mostró muy atenta, pendiente y simpática con nuestra mesa... quizás demasiado.

Siempre he desconfiado de las sonrisas y guiños de las camareras, nunca he pensado que me los regalasen "por mi cara bonita" sino para incentivar mi sed y aligerar mis bolsillos. Que conste que no me parece mal, de hecho con la mayoría de varones funciona.
Comencé a fijarme en su proceder con el resto de mesas y clientes y vi que no había gran diferencia... misterio resuelto. ¿O no?

Tres días después volvió a haber partido y quedé con otro amigo en el mismo bar. Cuando entré éste aún no había llegado pero la camarera al verme salió de la barra y sonriendo me dijo que había supuesto que hoy volvería así que tenía reservada una mesa para mi, ciertamente mejor que la del otro día.
Me acompañó hasta ella y tras sentarme se inclinó (mostrando un interesante escote) para preguntarme si quería "una pinta de esas de cerveza como el otro día" apoyando su mano en mi hombro... cuando dije que sí apretó suavemente la mano, "ahora mismito te la traigo".

Ya con mi amigo al lado, durante el partido, el repertorio de gestos, detalles y miraditas de la camarera superó todo lo acontecido la vez anterior... ¿sería esta la excepción a mi teoría? ¿Querría algo más que una propina?

Cuando fuimos a pagar le agradecí el buen trato y pregunté su nombre...cuando escuchó el mío dijo que un tío suyo se llamaba igual.
Ese tipo de comentario me sonó a clásica empatía forzada comercial... pero confieso que salí del bar concediéndole el beneficio de la duda.

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Dos días después volví al bar, el local estaba tranquilo así que estuve hablando un rato con ella en la barra. La charla iba bastante bien así que al levantarme del taburete para irme, a modo de despedida, le pregunté a qué hora acababa de currar... su cara se transformó en un dibujo animado japonés.


Fue entonces cuando reparé en la gris y silenciosa figura de un chaval que en bermudas, camiseta de tirantes y chanclas (con un cigarrillo en la oreja) se pasaba las horas muertas en una esquina de la barra ojeando el Marca.

Ella se puso a mirarlo de manera nerviosa pero él seguía enfrascado en los resultados deportivos ajeno a nuestro diálogo...
La camarera comenzó a balbucear algo ininteligible así que decidí liberarla del apuro.
"Tranquila, ya veo que no es buen momento -dije sonriendo- si te parece bien retomaremos la conversación en otro momento..."

Me fui del bar y ella se apresuró hacia la esquina donde estaba el chaval.
Una vez en la calle no pude evitar seguir con mis dudas... ¿y si el rubor de su rostro también era una técnica comercial?

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Las siguientes veces que vi a la camarera, dentro y fuera del bar, iba siempre acompañada de su chico. Al principio cuando me veía sonreía de una manera extraña y saludaba discretamente con un sencillo gesto levantando las cejas.

En el bar siguió atendiéndome con "profesionalidad" pero se acabó eso de sobarme el hombro, darme palique cada dos por tres o ponerme el platito de los frutos secos a rebosar.

El pasado septiembre volví al bar tras una larga ausencia y me crucé con ella en la entrada, me dio la sensación de que había engordado bastante pero no pude verla del todo bien... esta semana santa cuando la vi empujando un carrito de bebé en la puerta del garito todo cobró sentido.

He tardado un tiempo pero creo que ahora ya sé cuál es su horario laboral...


martes, 5 de mayo de 2015

"VUDÚ"

Hace unos cuantos años, por motivos de trabajo, estuve yendo a diario durante casi un mes a cierta cercana ciudad de provincias.
Durante los trayectos en coche estreché lazos con una compañera de trabajo, recuerdo el momento justo en que íbamos caminando por una calle y al despedirnos (cada uno tenía tarea asignada en diferente zona) nos miramos y saltó una chispa.

Varios cafés después una de nuestras despedidas fue más íntima, nos besamos detrás de un puesto de lotería bajo una lluvia torrencial.
Por supuesto, como en toda torpe historia que se precie (al más puro estilo romance veraniego adolescente), aquello sucedió en nuestro último día en la ciudad...

El resto de la "relación" ya transcurrió en nuestra localidad y el cambio de escenario (sin ningún motivo aparente) nos vino mal.
La magia se había desvanecido, de hecho solíamos rellenar los incómodos silencios volviendo al anecdotario de aquellas semanas en otra ciudad.


Por supuesto todo se volvió súmamente aburrido, el presente no interesaba y el futuro no existía.
Quince días después del primer beso no solo dejamos de quedar, ¡habíamos dejado de gustarnos!

Siempre nos quedaría "París"...

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No todo fue bueno en aquella ciudad. Año y pico después regresé con una especie de novia y se desató el apocalipsis.
Escenificar una ruptura haciendo turismo inevitablemente contamina todos los lugares que visitas.

El día paseando fue malo, la tarde en los bares infame y la noche en el hotel subrrealista.
Por la mañana no vimos las cosas de distinta manera, aquello llegaba a su fin sin aparente remedio.
El desayuno en cierta cafetería fue un momento realmente duro, había demasiada amargura y dolor en el ambiente... apenas pude probar bocado y a continuación nos despedimos de muy mala manera regresando a casa cada uno por su lado.

Antes de irme de la ciudad lamenté que los buenos recuerdos que tenía de aquel sitio se hubieran visto profanados por este último numerito, tan desagradable.

Lo último que vi antes de salir a la autovía fue un enorme cartel de publicidad que ponía "Yo no soy tonto" y reconozco que me entró una siniestra risa floja.

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Cuatro meses después conocí a una chica de esa ciudad a través de internet y quedamos en tomar algo en su barrio un sábado al mediodía.
Camino de su tierra no me quitaba de la cabeza lo mal que lo había pasado la última vez que fui. A mitad de camino tuve una idea...

Llegué antes de lo previsto así que ni corto ni perezoso volví al bar donde tuvo lugar aquel último desayuno tan amargo, me senté en la misma mesa, misma silla... pedí una caña, agarré el periódico, encendí un cigarrillo y me quedé allí quince minutos relajado, bebiendo y saboreando la tapita, tarareando las canciones del hilo musical... deshaciendo el hechizo.


Camino del lugar de la cita fui escuchando en el mp4 uno de mis discos favoritos... más tarde, ya con mi nueva amiguita, no se dio cuenta pero a pesar de ser ella la "anfitriona" fui yo quien dirigió el rumbo del paseo... volví a hacer el VIA CRUCIS de meses atrás, pero esta vez con alguien sonriente a mi lado y en tono amable, cómplice y distendido.

Tomamos algo en uno de los bares del anterior psicodrama (elegí nuevamente la misma mesa y silla) y lo pasamos genial.
Salvo el hotel (fue una cita relativamente casta) creo que "exorcicé" casi todos los lugares infectados... de hecho, la guinda del pastel fue el apasionado beso que la chica me dio en nuestra despedida, a escasos metros del lugar donde vi a la otra alejarse por última vez. Tan cerca... y tan lejos.

Desde aquel día no he vuelto a esa extraña ciudad, no por falta de ganas, simplemente no se ha dado la ocasión.
Tampoco conservo contacto con ninguna de las protagonistas de estos incidentes... mi vudú suele funcionar, pero dista mucho de ser perfecto.


miércoles, 22 de abril de 2015

VIGILANCIA VECINAL

La última vez que había visitado a Sara prácticamente entramos en su casa y tiramos la llave por la ventana... no salimos a la calle para nada durante treinta y seis horas.
Jamás había pasado antes tanto tiempo en la cama sin estar enfermo: la balada de John & Yoko, revisitada.

La segunda vez que fui había ganas de encerrarse de nuevo pero decidimos no apresurarnos, antes iríamos a una ciudad castellana a comer y hacer un poco de turismo como gente civilizada... la cosa resultó bien a medias, la comida no estuvo mal, los monumentos eran interesantes, pero las ganas de regresar al catre eran superiores a todo eso: finalmente pusimos rumbo a su pueblo antes de tiempo y durante el trayecto no parábamos de hacer bromas cochinas o adelantar guarradas presos del ansia.

En el patio interior de su parcela, ya llegando al portal, íbamos avanzando con risa floja algunas de esas "prácticas" cuando de repente una voz procedente de una de las ventanas del primer piso nos dio el alto.
"¡Sara y compañía! -exclamó una chica, sujetando un vaso de cristal con aspecto de gin-tonic- ¡Qué bien que llegáis ahora! Estamos aquí todos reunidos tomando algo, subid venga!"

No pude ver con claridad a la chillona, pero tuve una sensación rara. Sara me miró con gesto resignado entrado en el portal: "No puedo hacerles el feo, me llevo muy bien con ellos y me hacen mucha compañía los findes que no salgo... tomamos una rápida y luego subimos, ¿vale?"
"¡No problem!", contesté con absoluta sinceridad.


Cuando nos abrieron la puerta del primer piso y vi a la chica de la ventana mi extraño presagio cobró vida: era Mariluz, una vieja compañera de mi instituto. ¿Pero qué coño hacía allí a tantos kilómetros de nuestra ciudad?
Nada más verme puso cara rara, sí... me conocía, pero no sabía de qué, de momento no parecía ubicarme. Nos saludamos como si nada, entramos y nos dieron sendos botellines de Mahou... en la salita conté siete personas de tertulia, todos ellos fumando y riendo compulsivamente.

Mariluz. Recuerdo una mítica excursión a Salamanca en primero de BUP en la que discretamente intenté arrimarme y me mandó a paseo... también recuerdo que era amiga de unas petardas con las que jamás me llevé bien, ni en la época del instituto ni después coincidiendo en garitos y fiestas universitarias...

A los diez minutos fui "desenmascarado", Mariluz interrumpió la charla para señalarme con la punta de su cigarrillo y decir en voz alta: "¿Nos conocemos verdad? ¿Ibamos al mismo Insti no? Qué fuerte... ¿Eres "ese" Rific?"

"Eso es, "ese" Rific -dije, encenciendo uno de mis pitillos- fuimos a la misma clase uno de aquellos años, si mal no recuerdo tenías en la carpeta fotos de personajes de "Sensación de Vivir"

No nos engañemos, desde el principio tuve la sensación de que nos habían invitado a subir porque querían cotillear al nuevo ligue de su amiga, pero de repente aquella revelación de mi pasado común con una de ellos les había encandilado lo suficiente como para no dejarme en un preferible segundo plano...
No fue una cerveza rápida, Mariluz se tiró una eternidad recordando estúpidas anécdotas del instituto, de hecho se nos acabó haciendo de noche.

Sara no tuvo el coraje de poner fin a la velada: en ningún momento planteó ninguna excusa para irnos, se limitó a sujetar cada botellín sonriendo a los vecinos y encogiéndose de hombros cuando se giraba hacia mi lado.

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Ya nos iban a incluir en el pedido de pizzas de la cena cuando Sara pareció caer en la cuenta de que yo regresaba a mi ciudad a primera hora de la mañana, no sin dificultad pusimos fin a aquella retención ilegal. 
Con casi tres horas de retraso entramos en el piso "adecuado", nos desnudamos y el ansia recuperó protagonismo... aunque mentiría si dijera que lo hizo de igual manera a como arrancó la velada.

Sí, sin duda algo se torció aquella tarde. Yo no dije nada inconveniente en aquella fiesta, de hecho Sara y yo fuimos meros convidados de piedra, pero nos cortó el rollo de un modo extraño... aquellas miradas, aquel elemento social, presentarnos ante ellos como si fueramos una pareja... Sara descubriendo que su vecina probablemente supiera más historias del chico que se estaba follando, que ella misma...


Estábamos descolocados y (al menos en mi caso) fuera de ambiente.

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Ni siquiera hablamos sobre ello, una extraña humareda nos intoxicó en aquella casa y a partir de aquel sábado nuestro contacto misteriosamente se enfrió. 

Dos semanas después Sara quiso venir a mi ciudad pero yo ya había quedado aquí para una fiesta con unos amigos a los que veía muy de vez en cuando así que la convencí para que no se presentase.
Esa misma noche yo estaba algo pedo con mis amigos en un bar rockero de mi ciudad, de repente me tocaron la espalda: era Mariluz, me había visto y quería saludar...

No recuerdo lo que me dijo o si vio algo improcedente aquella noche, el caso es que debió de ir con algún cuento a Sara porque al día siguiente tuvimos nuestra primera y última bronca.

Luego la gente se extraña de que no me trate con mis vecinos, de que apenas me limite a saludarlos...


jueves, 16 de abril de 2015

"EL REINO DE LAS TETAS"

Hace poco dediqué aquí unas líneas a "Blade Runner", casualmente la historia de hoy trancurre con otra película de Ridley Scott de fondo... una de las más flojas de su irregular filmografía.

Cuando "EL REINO DE LOS CIELOS" se estrenó en la primavera de 2005 yo acababa de liarme con Carla. La cosa no duró demasiado pero recuerdo cierta tarde de domingo que se quedó sola en casa y me invitó a visitarla para ver una peli.

Su hermano solía descargar muchos estrenos y de entre los que tenía bajados pusimos esa.
Parecía una buena elección, si mal no recuerdo era el regreso de Scott al cine épico tras "Gladiator" y la temática medieval de las cruzadas resultaba sugerente.

Recuerdo el contorno del trasero de Carla y su chándal rosa, agachándose para conectar el cable del ordenador con la tele del salón... y también recuerdo que cuando empezó la reproducción del archivo se trataba de un pantallazo atroz capturado en una estridente sala de cine. Por si esto fuera poco, la peli arrancó estando ya empezada en medio de un diálogo de lo más absurdo sin las debidas pistas previas.


Ese arranque tan "accidentado" hizo que no entrásemos en la trama e inevitablemente nos dispersásemos antes de lo previsto. 
Sí, mi intención al sentarme en ese sofá era meter mano a Carla... pero no, no a los diez minutos de empezar una peli que (a priori) no tenía tan mala pinta.

También recuerdo la grata sorpresa que me llevé al bajar la cremallera de su chaqueta de chándal y no encontrar ni camiseta ni sujetador... nada. 
Durante la primera batalla de la película le comí las tetas con bastante ansia; por desgracia no me dejó progresar en la faena, me dijo que "estaba en uno de esos días" (eufemismo espantoso donde los haya) aunque me temo que lo usó como excusa para no pasar de ahí... en los cuatro siguientes meses que (esporádicamente) seguimos viéndonos esgrimió esa excusa con demasiada frecuencia y (salvo que tuviese el ciclo mentrual más alocado o errático de la historia) las cuentas no salían.

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Unos pocos meses después, en verano, fui a la playa y una noche quedé en el apartamento de un amigo desde cuya terraza se veía toda la pantalla del cine de verano. Estábamos bebiendo unas cervezas antes de ir a la zona de fiesta cuando de repente la proyección echó a rodar... para mi sorpresa la peli que pusieron fue "El Reino de los Cielos".
Ya nos íbamos a pirar cuando rogué a mis colegas que esperasen un ratito, que tenía curiosidad por ver cómo empezaba.

Fue así como completé el puzzle, vi los primeros diez minutos hasta llegar a la primera escena que recordaba. Por fin pude entender qué hacía aquel fulano con esa espada y por qué estaba tan magullado...

Hace pocos días la han echado en la tele, consideré la posibilidad de volver a verla pero al final preferí quedarme tan solo con el recuerdo de las tetas, esa cremallera bajando como la cortina de los viejos cines descubriendo la pantalla... y toda su magia.


jueves, 9 de abril de 2015

"Alguien que me quiera"

Hace varios años, en una semana santa como la que acaba de terminar, conocí a una chica haciendo la compra en el supermercado.
Quedamos al día siguiente para dar juntos un paseo por la playa y la cosa se acabó calentando: baño tórrido en aguas (aquel día bastante) heladas y de remate una suculenta ración de sexo en mi apartamento.


Estando en la cama me contó más o menos su vida: su ex-marido transportista viajando demasiado a Marruecos y aficionándose a algunas de las tradicionales tentaciones de la zona; un par de críos cercanos a la adolescencia cada vez más problemáticos; una precaria situación laboral... el desahogo no fue solo físico o erótico, necesitaba alguien que la escuchase.

Dos días después regresó a mi apartamento para "despedirnos" antes de mi vuelta a casa. En este segundo asalto todo fue más lúdico y despreocupado, nos preparamos un par de cubatas y follamos de una manera más salvaje y premeditada dejando los problemas fuera del dormitorio.

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La siguiente semana santa regresé al apartamento, unos días antes nos habíamos puesto de nuevo en contacto y acordamos volver a vernos.

El día fijado cruzó mi puerta sonriendo, pero era una mueca nerviosa, a pesar de la "confianza" tardó varios minutos en relajarse. Saqué un par de cervezas y nos pusimos un poco al día de lo acontecido en los últimos doce meses.
Confesó haber estado saliendo bastante con un chico, que sí, que se lo pasaba más o menos bien y era agradable... pero que no terminaba de convencerle el asunto.

Empezamos a liarnos en el sofá y de ahí fuimos a la cama. Todo fue tan bien como recordaba, casi había olvidado su particular gracia cuando decía cochinadas al oido con ese acusado acento del sur...

Mientras nos vestíamos retomó el tema del chico con el que había salido, añadió que lo habían dejado definitivamente unas semanas atrás, que le había dado pena cómo se dieron las cosas pero que sin duda era lo mejor.
Bajando las escaleras y camino de su coche lamentó su mala suerte en el amor, la sucesión de hombres equivocados que la habían engañado y chuleado a lo largo de su vida.
Antes de abrir la puerta del vehículo me miró con ojos casi llorosos y me dijo: "Rific, yo ya no estoy para rollos... solo quiero encontrar a alguien que me quiera, que me quiera de verdad".

Me abrazó con fuerza, un abrazo largo. Nos dimos un beso y se fue.

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Yo podré ser muchas cosas, de hecho reconozco haber pecado no pocas veces de insensible... pero la situación de aquella chica y su alegato final lograron afectarme.

Apenas desapareció su coche al final de la calle decidí que jamás volvería a quedar con ella. Me resultó demasiado evidente el "fracaso" (y consiguiente desasosiego) que le supuso venir a verme, no niego que le pareciera una buena idea sobre el papel pero todo aquello que sucedió en el apartamento quedaba a mil años luz de sus ideas, anhelos y convicciones.
Tomé esa decisión porque ella, desde nuestra primera charla en el supermercado, me demostró ser una buenísima persona. En cierta manera, se lo debía.


Para el siguiente año deseé que se centrase en conseguir su objetivo amoroso y prometí no interferir con mis cantos de sirena.
Doce meses después me escribió y deslizó la idea de volver a vernos, pero cumplí mi promesa. Ya hace bastante que no sé nada de ella, me gustaría pensar que habrá encontrado a ese alguien que la quiera.

Yo por mi parte, me limito a sonreir cada vez que regreso a aquel supermercado y pillo un cartón de leche semidesnatada en el pasillo exacto donde la abordé... y es que las ofertas están para aprovecharlas.


domingo, 29 de marzo de 2015

"BLADE RUNNER"

La primera vez que vi BLADE RUNNER fue en video, yo tenía trece años y la saqué prestada de la biblioteca municipal. No sé por qué pero me esperaba otra cosa, no me disgustó pero acostumbrado a otras pelis de ciencia-ficción más luminosas, dinámicas o épicas me sentí un poco decepcionado

Volví a verla con dieciocho años y no sé, sería la edad o el momento en que me pilló... el caso es que me impactó de un modo definitivo.
Desde entonces he vuelto a ella en numerosas ocasiones, casi con periodicidad anual.

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Una vez anduve liado con una chica que era fan fatal de Harrison Ford y que además (supuestamente, eso dijo) le molaban las pelis de ciencia ficción.
Una vez que se quedó sola en casa me dijo que llevara algún video para verlo juntos y como me dijo que nunca había visto "Blade Runner"... elegí esa.


A la media hora sus caretos de fastidio eran evidentes. Sí, su actor favorito era el prota pero en ningún momento entró en la peli... a los cuarenta y cinco minutos la apagó al grito de "¡menudo coñazo!".

Cuando más tarde empezó a reprocharme haber elegido "semejante bodrio" y me espetó un "no entiendo como puede gustarte esto, si es una enorme mierda, vaya rarito que eres, uff"... no vacilé un segundo a la hora de defender mi criterio, incluso con más ardor del normal en todos aquellos detalles que ella tan gratuita y venenosamente puso a parir.

No volvimos a ver ninguna peli juntos. Unas pocas semanas después dejó de criticar mis gustos y aficiones, imagino que pasaría a hacerlo con el siguiente chico con el que se enrolló... o quizás el nuevo fichaje resultó ser un fan de "El Diario de Noa" y todo con él fue sobre ruedas.

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La siguiente vez que vi la película, después del destructivo sermón de aquella pedorra, me gustó todavía más.

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Cuando estudié en la universidad, durante tres años consecutivos tuvo lugar un curioso fenómeno. Cada vez que empezaba el mes de exámenes (tanto en enero como en junio), la víspera del primero emitían "Blade Runner" en televisión.
¿Casualidad? ¿Providencia? Intervención divina quizás: jamás suspendí ninguno de aquellos envites precedidos por la peli de Ridley Scott.

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Hace dos navidades tuve una cita en un bar. Quedé en la puerta de una cervecería, mi autobús llegó antes de lo previsto así que me tocó esperar.

En esa época del año en algunos barrios suelen reproducir villancicos a través de una extraña megafonía, reconozco que aparte de dar un toque curioso a la temporada me teletransportan a mi más tierna infancia... pero curiosamente en la esquina donde me tocó esperar en vez de sonar "hacia Belén va una burra" o "campana sobre campana" tenían puesta a todo volumen la banda sonora de "Blade Runner".


Entre que yo llegué diez minutos pronto y que ella tardó otro tanto, casi me dio tiempo a escucharla entera. Confieso que viví un instante de pura poesía callejera durante el "love theme"... y otro no menos intenso cuando de repente se puso a llover a cántaros y directamente fui poseido por el espíritu del agente Deckard.

La cita resultó acorde con la puesta en escena. Era la primera vez que veía en persona a aquella chica y tras unas pocas preguntas rutinarias descubrí que se trataba de otra replicante más para la colección.
"Lástima que ella no pueda vivir... ¿pero quién vive?"

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El año pasado vi "Blade Runner" en jueves santo en el lugar de la costa mediterránea donde suelo escapar por esas fechas. Casualidad o no, fue el preludio de una jornada de lo más blogafantista.

Este año regresaré el mismo día al lugar del crímen pero ya iré con los deberes hechos: la semana pasada la reestrenaron en cine y por fin he tenido la oportunidad de disfrutarla en pantalla grande.

El pasado miércoles a las 10:30 de la noche éramos (para mi sorpresa) más de treinta personas en la sala... yo me senté detrás del todo, lo más apartado posible de cualquier comentario o conversación del público, con los cinco sentidos centrados en disfrutar de la experiencia.

Todos estos recuerdos, anteriormente narrados, desfilaron por mi memoria durante la proyección... y sí, también se perderán en la blogosfera, como lágrimas en la lluvia.



sábado, 21 de marzo de 2015

"DOSCIENTAS PRIMERAS CITAS / Memoria recuperada"

Mi habitación experimentó una especie de crisis hace unos pocos días.
Por un lado mi ordenador sufrió el ataque de un virus y quedó para el arrastre... y en otro orden de cosas una de mis estanterías (la más poblada) casi se vino abajo incapaz de soportar más peso.

Lo primero se solucionó con un buen formateo. Lo segundo vaciando, desmontando y volviendo a montar recolocando y redistribuyendo el peso de un modo más racional.

Antes de formatear pude recuperar unos cuantos archivos de interés, especialmente fotos (personales y ajenas) y documentos útiles para mi trabajo. Según empecé la "evacuación" recordé que cuando mi anterior ordenador estaba a punto de fallecer grabé un CD recopilando un montón de datos... por desgracia dicho compacto acabaría extraviándose en otra posterior reforma de mi cuarto, reubicado sin apuntar dónde, como el arca de la alianza en aquel almacén de la peli.

A veces me he preguntado por su paradero pero sobre todo por su contenido, el cual (a grandes rasgos) apenas recuerdo.

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El caso es que decidí aprovechar que tenía que vaciar completamente la estantería para inspeccionar uno a uno todos mis cedés antes de volver a colocarlos, en busca del tesoro perdido. 

La operación me llevó una mañana entera y parte de la tarde... finalmente tras abrir el "Purple Rain" de Prince & The Revolution (comprado hace demasiados años en una tienda de discos que ya no existe) descubrí que sobre el disco original había un TDK con la siguiente frase escrita en rotulador negro: "Miscelánea 2002-2009".
¡Bingo!

Setecientos megas de fotografías y minivídeos de mis años más oscuros. Casi siempre haciendo el tonto, con una bebida en la mano o un cigarrillo entre los dedos... festivales de rock, excursiones, múltiples conciertos, demasiadas fiestas...


El mismo grupo musical visto varias veces acompañado en cada ocasión de una chica diferente.
Viajes con amigos que se han quedado por el camino.
Reportajes de eventos en casas rurales que parecen el catálogo publicitario de un pasaje del terror.
Un poco más de pelo en mi cabeza.
Camisetas míticas.
Viajes, cenas y celebraciones con una exnovia que vistas ahora no pueden descolocarme más.
Cerveza, cerveza, cerveza...

Pero no todo lo que veo me provoca vergüenza ajena. Tengo guardadas unas carpetas con fotos de chicas que se cruzaron en mi camino la pasada década, ninguna de ellas sigue en mi vida a día de hoy.

Me sorprende especialmente ver las de Sonia y Mayte, pensaba que me acordaba bastante bien de ellas pero tras abrir los archivos me enfrento con un par de rostros que ya había empezado a olvidar.
Cierro los ojos, intento concentrarme... recuerdo mejor sus cuerpos desnudos y las cosas que hicimos que sus ojos, nariz o labios.

A algunas otras chicas ni siquiera llegué a conocerlas en persona, pero de repente sus fotos aparecen en alguna carpeta perdida, hallazgos casi arqueológicos... ¿qué habrá sido de ellas? Miedo me da tan solo pensarlo.

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No soy para nada nostálgico y este repaso multimedia a la pasada década lejos de animarme me deja cierto regusto amargo. Es bueno tener el CD localizado pero no creo que eche mano de él a menudo... eso sí, ver ciertas fotos me ha recordado algunas historias que (si todo va bien) servirán para abastecer este blog que hoy publica su entrada número 200.

Doscientas. Quién lo iba a imaginar aquel convulso verano de 2010 cuando toda esta locura se puso en marcha...


jueves, 5 de marzo de 2015

"FUERA DE JUEGO"

La década pasada hubo un partido de fútbol bastante famoso que terminó con la abultadísima derrota del equipo local a manos de su mortal enemigo.
Yo no pude verlo porque me pilló en medio de una fiesta de la que no podía escabullirme, pero cuando al finalizar me enteré del resultado escribí un sms a una chica con la que me había liado unos meses antes, hincha radical del equipo entonces derrotado: "¿Estás bien?", pregunté.
Su contestación fue tan larga como rabiosa. Recuerdo que dijo estar "cabreada como una mona" y a continuación puso a parir al eterno rival quedándose a gusto destacando su presuntamente inferior origen geográfico y la menor cantidad de títulos en sus vitrinas...

Yo iba algo borracho y le seguí el juego, en uno de mis siguientes mensajes me ofrecí a compensarla por la humillante derrota, a resarcirle de algún modo por tanto daño psicológico...
"¿Cómo lo harías?, preguntó; preferí no ser bruto: "a base de besos similares a aquellos que nos dimos la última vez, tras el kiosko del parque junto a tu casa", contesté.
"¿Cuántos me darías?, insistió... y ahí el cachondeo me pudo: "tantos como goles ha encajado hoy tu equipo :D", respondí.

Pensé que me mandaría a tomar por culo y me mentaría a la madre, pero no, para mi sorpresa simplemente dijo: "OK".

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Tardé siete meses en verla, pleno invierno. 
La noche que quedamos su actitud fue tan gélida como la temperatura ambiente, se mostró muy altiva y distante, cada vez que bajaba la guardia ante alguno de mis comentarios o coñas se revolvía al segundo para que no pareciera que le hicieran gracia en absoluto... estaba 100% concentrada en pararme los pies o quizás en hacerme suplicar.
Su fracaso fue relativo.


En el tercer bar salió el tema del fútbol y recordamos aquel mítico/infame partido de su equipo, su gesto se torció inmediatamente: "sigues dolida a pesar del tiempo transcurrido eh", comenté...
"¡Claro que sí! -exclamó- y este año parece que la cosa no mejora..."
"Tranquila mujer, te recuerdo que en su día me ofrecí para aliviarte de los disgustos futboleros, la oferta sigue en pie...", deslicé. 
Para mi sorpresa se apresuró a recoger el guante: "Ya me acuerdo ya, dijiste que me darías tantos besos como goles encajó mi equipo aquel día...", su sonrisa pasó a ser nerviosa, me miró fijamente y apretó los labios a la defensiva... hice amago de acercar la cara y se echó para atrás... "Tranquila -susurré a su oído- no se trata de ESE tipo de besos"

Se relajó y empecé a besarla en la cara, uno, dos...cambié de lado, tres...
Para cuando llegué al último de la goleada fue ella quien buscó mi boca. Siete meses después la defensa de su equipo volvió a tirar desastrosamente el fuera de juego.

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Fuimos a otro bar y seguimos con el besuqueo un buen rato... finalmente salimos y la llevé al pasadizo de un mercado cercano a su casa. El frío era intenso, matador... pero no impidió que nos abriéramos los abrigos para explorarnos mejor.
Metí la mano bajo su camiseta hasta alcanzar los pezones por debajo del sujetador, me bajé la bragueta y acerqué su mano a mi entrepierna... fue entonces cuando el tren descarriló.

Me la agarró como quien sujeta el pomo de una puerta a medio abrir, dudando entre salir o quedarse en la habitación... no hacía nada, solo agarrarla.
La estampa era surrealista: tenia una teta fuera, inanimada como una estatua de cera, en una mano sujetaba el bolso por las asas y con la otra me agarraba la polla...
"Ten cuidado no me vayas a manchar...", dijo.

Casi me caigo al suelo de la risa, tuve que morderme la lengua para no decirle que sí, que si ella seguía aplicando semejante técnica tántrica de masturbación estática probablemente me correría en breves instantes, que mejor pusiera unos papeles de periódico o algo sobre sus zapatitos italianos para protegerse de lo inevitable.
Al verme resoplar conteniendo la carcajada se pensó que iba muy borracho y retiró su seductora garra de mi frágil colibri. Fin de la cita.

Aunque parezca mentira, ocho meses después volvimos a quedar y nuevamente mi mano acabo bajo su camiseta durante nuestra despedida. Se me pasó por la cabeza volver a bajarme la bragueta y ver qué pasaba pero total... ¿para qué?