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viernes, 28 de octubre de 2016

"El Miedo Libertino" (#historiasdemiedo / ZENDA)

Cierta ocasión, durante un concierto, escuché a un veterano rockero dedicar su siguiente canción a las groupies. Trató de desmitificar la cuestión poniendo el acento en el inquietante hecho de “encerrarse entre cuatro paredes con una total desconocida, alguien que bien podría ser emocionalmente inestable, psicológicamente perturbada o sexualmente insaciable”.

El comentario despertó no pocas carcajadas cómplices entre el público, mi reacción sin embargo fue una mueca agridulce, quizás comprendía demasiado bien la naturaleza de aquel discurso: no soy ninguna estrella del pop pero tengo una amplia experiencia quedando y relacionándome con chicas (en mayor o menor medida) a ciegas.

De entrada, tales encuentros o citas siempre tienen un propósito lúdico e informal, pero por desgracia a veces las situaciones se descontrolan y la travesura se convierte en pesadilla.

Después del sexo mucha gente siente una necesidad irrefrenable de “confesarse”, de sincerarse de manera descarnada con el extraño acostado a su lado, sin obviar detalles.
En plena catarsis post-coital muchas chicas (inesperadamente) han roto a llorar y he escuchado relatos que me han helado la sangre. Historias de separaciones con maltrato físico o psicológico, largos años sin ver a unos hijos que se quedaron en el país de procedencia, enfermedades incurables, viudedades prematuras, intentos de suicidio, embarazos no deseados, plantones pocos días antes de la boda, adicciones, irritantes recuerdos de viejos amores imposibles…

Cada vez que se producen semejantes escenas, cuesta una barbaridad recordar que apenas una hora antes esa chica (que ahora se levanta descompuesta de la cama para buscar su cartera y enseñarte fotos de sus niños) estuviera risueña a tu lado, bebiendo despreocupada, bailando, haciendo chistes o gimiendo de placer.
Tras la purga, el anticlímax.





Sin duda eso de encerrarse con una desconocida tiene sus riesgos y no solo emocionales, también físicos.

Una vez estuve con una chica cubierta de exóticos tatuajes que en medio del revolcón me pidió que le pegase un par de bofetadas “bien dadas” y si eso algún puñetazo “sin pasarme para no dejar demasiada marca”. Cuando vio mi gesto estupefacto lo tomó por vacilación y automáticamente se ofreció ella a pegarme “si así lo prefería”.
Salté de aquella cama y hui como alma que lleva el diablo… aunque no tan rápido como otra ocasión en que una chica tras escuchar un par de pitidos en su móvil y comprobar la pantalla aprovechó para confesarme (todo de golpe) que no era soltera y que su marido estaba al caer.
Ya en la calle, el sudor frío aún recorría mi sien cuando me crucé con un tipo corpulento vestido de uniforme (su esposo era guardia de seguridad en un polígono industrial) en la esquina más próxima a escasos metros del portal.

Otras veces no hay tanta suerte y te pillan en pleno acto, como la noche en aquel descampado donde mi recientemente desconocida amante me llevó en su coche y de repente un par de vehículos se aproximaron dando varias vueltas a nuestro alrededor, iluminándonos con los focos y gritando obscenidades… o aquel inquietante sujeto desdentado que con la excusa de pasear al perro acercó su siniestro rostro a la ventanilla empañada para ver de cerca cómo nos lo montábamos.

Hace nueve años en una ciudad extraña para mí, conocí a una chica que me llevó a su piso y mientras caminábamos (más tarde supe que ningún taxi estaría dispuesto a llevarnos por allí) cruzamos barrios que parecían zonas de guerra: contenedores ardiendo, sirenas de policía, gente corriendo y saltando verjas, ruidos de cristales rotos… ¿acaso merecía tanto la pena la recompensa final después de aquel tétrico circuito?
Con los debidos respetos (y la adecuada perspectiva), la respuesta sin duda es NO.

También hay ocasiones en que el bingo no es correcto.
Tres días pasé sin dormir aquel mismo año cuando una chica con la que apenas había estado una vez (y cuyo apellido ignoraba) me dijo que estaba teniendo un retraso sospechoso. Yo estaba seguro de haber tomado las precauciones necesarias pero ella supo contagiarme su desasosiego sembrando dudas a diestro y siniestro, victimizándose además del peor modo pasivo-agresivo.
Pasó lo que tenía que pasar: falsa alarma, alivio máximo, mutis, en sus marcas, listos… ¡ya!.

Años, años y más años sumido en plena paradoja, pues debo confesar que, a lo largo de mi pacífica existencia, la intimidad con desconocidas ha sido mi principal fuente de situaciones truculentas.

A veces me gustaría que fuese un miedo insuperable como aquel que se usaba de eximente en los códigos penales, pero no suele funcionar así. De repente un día tienes un leve problema de salud y en el protocolo de su tratamiento médico se incluyen pruebas que detectan VIH, hepatitis B, sífilis... y ahí no hay atenuante que valga.
El médico pronuncia esas palabras de manera desapasionada y rutinaria, “tranquilo que no va a salir nada de eso”, asegura… y aunque confíes en su palabra no puedes evitar tener alguna mínima duda razonable.

La semana antes de conocer los resultados inevitablemente te cuestionas ese impetuoso estilo de vida. Y el miedo que alguna vez conociste se convierte en pánico.
De ese terror indefenso, mientras el público ríe a carcajadas, imagino que también sabrá (y callará) bastante aquel veterano rockero.



domingo, 31 de enero de 2016

"Propósitos de año nuevo"

La conocí un mes de junio y ese mismo día acabamos en la cama. Volví a ir a su casa cinco veces más antes de que concluyese el año, en todas las ocasiones fueron ratos breves: charla mínima en el sofá (ni una cerveza, ni un vaso de agua) y a la cama.

De salir por ahi juntos a tomar algo, pasear o al cine... ni hablar. Culpa mía, lo admito, su forma de ser (era de esas personas que constantemente buscan conflicto hasta en la charla más inocente) me agotaba... y su compañía ni me interesaba ni aportaba nada más allá del desahogo sexual.

Un viernes de octubre intercambiamos mensajes por la mañana sobre la posibilidad de vernos esa misma noche y ella parecía estar de acuerdo: "avisame cuando salgas de trabajar", dijo.
Nada más salir, antes de pillar el autobus, le mandé un mensaje preguntando si le iba bien que fuera o no... no obtuve respuesta.
No me bajé en la parada próxima a su casa y seguí ruta hacia la mía.

Subiendo en mi ascensor me contestó, preguntando qué hacía. "Entrando en mi casa ya, ¿tú?", respondí.
"Ooooohhh... ¿no vienes entonces?", soltó.
"Te escribí nada más salir del trabajo, no obtuve respuesta así que supuse que estarías ocupada o te iba mal, me he venido a casa"
"Que sepas que no has venido porque no te ha dado la gana", sentenció.


¿Cómo? ¿Estamos ante alguna especie de penoso Juego Mental?
"¿Ah sí? Explícate por favor", intervine.
"Pues eso, que no has venido porque no te ha dado la gana... podrías haberme llamado", añadió.

Efectivamente, se trataba de una retorcida treta, una prueba a la que me vi sometido para calibrar mi interés... se ve que un mensaje sugiere un bajo compromiso con la causa mientras que con una llamada (o dos, si ella rehusase contestar la primera vez) quedaría demostrada la devoción necesaria para ser debidamente recibido en la Cúpula del Placer.

Pensé en decirle que de qué coño iba, que yo no llamé pero al menos moví ficha mientras que ella se limitó a esperar simplemente para... ¿ver hasta dónde yo sería capaz de insistir para meterme en su cama?

Tomé aire, conté hasta diez... y opté por no darle el gusto de justificarme lo más mínimo por "no llamar", aparte de evitar enzarzarme en un diálogo para besugos.
"Ahm. Bueno, voy a cenar!!!", contesté.

Silencio.

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Acerté. Aquella noche se ve que le salió el tiro por la culata y se quedó sin una esperada "discusión".
De hecho un par de viernes después en cuanto puse un pie fuera del trabajo fue ella quien me llamó para ir a su casa.
Fui, volvimos a tener una charla absolutamente anodina en su sofá, no me dio ni agua (a pesar de pedírselo), echamos un polvo en su cama y me largué al poco de terminar.

Insistió en que me quedase a dormir pero le dije que si no me daba ni un triste vaso de agua era mejor que me largase, con la garganta seca mis ronquidos se le harían insoportables.

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Nuestro intercambio de mensajes (que ya era mínimo de por sí) se redujo en las semanas siguientes hasta llegar a ser prácticamente inexistente.

Mes y medio después, con motivo del año nuevo, recibí el siguiente whatsapp:
"Hola.
Después de dar muchas vueltas a si decírtelo o no
Al final he decidido que sí
Me apetece hacer contigo algo más q un polvo cuando a ti te viene bien
Supongo q no debería decirtelo x aquí
Pero dado que es nuestra forma de comunicación pues aquí lo suelto"

Mi respuesta:
"Ok!
Gracias por la sinceridad"


jueves, 22 de octubre de 2015

"La Reina ha muerto"

Hace poco, por motivos de trabajo, fui literalmente abordado por una mujer de carácter apabullante. No me gusta usar la expresión “loba” pero describirla como “directa” o “lanzada” sería quedarse corto.

Me arrastró a una cafetería junto al trabajo y coqueteó de manera brutal durante los (casi) treinta minutos que duró nuestro café. En medio de su flirteo me preguntó la edad, al descubrir que tengo treinta y siete años se mordió el labio y confesó ser “un poquito mayor” que yo, “cuarenta y dos tacos” dijo… “espero que no te importe eh”, dejó caer medio guiñando el ojo.

Según para qué”, pensé. No me malinterpretéis, ella tenía un cierto atractivo que por supuesto no me pasaba desapercibido, he estado muchas veces con chicas mayores que yo, etc… pero toda la situación me estaba resultado de lo más sorprendente e inespertada, de hecho había ALGO en toda aquella comedia ligeramente sospechoso.

Prometo que si ella no hubiera sacado el tema de la edad yo no habría empezado a darle vueltas o escrutarla, pero el caso es que así fue. Sus siguientes juegos de seducción pasaron a un segundo plano mientras la siguiente pregunta revoloteaba en mi cabeza: “¿De verdad esta tía tiene 42?

Ya saliendo del bar me dijo que le gustaba mucho la nueva canción de Estopa que estaba sonando en el local… le confesé que ese grupo (y estilo musical en general) no me iba demasiado, pero que soy bastante fanático musical y habitual de conciertos.

De repente ella hace pucheros lamentando que yo no vaya a querer acompañarla a ver a Estopa en su próxima gira… a continuación recula diciendo que es broma (guiña el ojo) y admite que de todos modos a ella los conciertos no le van demasiado, que ha estado tan solo en tres en su vida, uno de Sergio Dalma, otro de Bisbal, y… ¡sorpresa!
Aunque bueno, que ahora que lo pienso yo he visto a Queen eh, ojito… me llevaron de jovencita a Madrid a verlos, a mi no me es que me fueran mucho pero vaya espectáculo!!!
¿Queen? –exclamé- yo habría matado por poder verlos en directo con Freddie al frente… sí que hace tiempo de aquello eh, se murió en 1991 si mal no recuerdo…
Sí, sí, por ahí fue, yo ya te digo que era una chavalita…


Considérate afortunada, a mi me encanta el rock y haber podido presenciar algo así son palabras mayores”, insistí.
Yo ya te digo que a mi el rock no me va demasiado, si te confesara que también por aquel entonces vi a los Pecos en su momento de esplendor igual me matas, jaja”, dijo, dándome un codazo cómplice guiñando por enésima vez el ojo. Encendió un cigarrillo antes de despedirnos y tras obligarme a anotar su teléfono me comentó que alguna noche cuando yo saliera podríamos ir a cenar, tomar algo, etc.
Se despidió envuelta en una nube de humo y yo regresé a mis ocupaciones tratando de procesar todo aquello.

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Apenas un par de minutos después, subiendo las escaleras del curro, me paré a pensar en los últimos años de mi idolatrado Freddie Mercury. Estaba prácticamente seguro de que su última gira con Queen fue la del disco “A kind of Magic” de 1986, después me conecté a Internet y lo comprobé, ese fue precisamente el año de aquel concierto madrileño.
¿Es posible que ella asistiera con apenas 10/11 años? No lo creo…
Es más… por aquel entonces Los Pecos ya habían dejado atrás su época gloriosa, su boom fue a comienzos de la década de los ochenta.
¿Cuántos años tenía en realidad?

Ni la he llamado ni (por suerte) he vuelto a cruzármela por los alrededores del trabajo.

Ha tenido la “mala suerte” de intentar ligar con alguien que desde 1992 tiene, presidiendo la pared de su cuarto, un glorioso poster de Freddie Mercury.
De cualquier modo… Who wants to live forever?

viernes, 26 de junio de 2015

"LA ESCENA DEL SOFÁ" ("El Cuestionario Envenenado" - 2ª Parte)

VIENE DE LA ENTRADA ANTERIOR: "EL CUESTIONARIO ENVENENADO"

No necesito esperar hasta San Juan para volver a ver a Mara. Tras varias semanas de silencio su reaparición es poderosa, me envía mensajes cada vez que tiene un rato libre y propone quedar para tomar algo entre semana.

Son unos días muy complicados para mi así que me veo obligado a declinar sus ofertas. Finalmente una tarde de jueves salgo de currar antes de lo previsto y ella (se ve que está pendiente) al verme "conectado" me pregunta si ya he acabado por hoy, dice que pasará la noche donde sus padres cerca de mi casa, que si nos vemos un momento después de cenar... Estoy agotado pero acepto.

Son las diez y media, vamos a un bar oscuro y solitario, me intereso por sus novedades más recientes y sus aventuras durante aquellas extrañas semanas que dejó de hablarme... me cuenta que está mucho más animada, con ganas de divertirse sin preocupaciones y yo finjo alegrarme. A los pocos minutos paso al ataque, nos besamos en el incómodo banco colocado junto a la mesa, ella parece estar a gusto.


La cosa no pasa de ahí, tengo muchas cosas que hacer antes de acostarme y a la mañana siguiente, la cita por lo que a mi respecta debe ser breve... no obstante comento a Mara que el sábado por la mañana estaré solo en casa por si quisiera quedar, "ver una peli" o similar... para mi sorpresa la idea le entusiasma y me dice que pillará el primer bus de la mañana para bajar, iremos a mi casa y después ella marchará a comer donde sus padres.

¿Está pasando lo que creo que está pasando? Me extrañaría mucho dados los antecedentes... pero el sábado saldré de dudas.

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Sábado, diez y media de la mañana. Quedamos en la plaza donde el bus de su pueblo termina trayecto. Antes de ir a mi casa me pide que la acompañe a una tienda donde ha visto una camiseta que se quiere comprar. Me siento raro en medio de esa tienda modernilla/pastillera escuchando música house un sábado por la mañana, viendo a Mara rebuscar entre todas las prendas. No la encuentra, pregunta a la encargada pero no se la consigue, si la quiere deberá encargarla on-line.

Pillamos la ruta hacia mi casa pero Mara insiste en que paremos en otra tienda: "jooo, déjame echar un vistazo a ver si veo algoooo, diez minutitos como muchoooo", suplica tonteando. Algo no va bien, ¿se cree que soy el novio que sujeta el bolso mientras ella da vueltas por Sfera? Le digo que puede entra sola, que yo mientras iré a la tienda de cómics de enfrente a ver las últimas novedades... el primero que salga que avise al otro. Se queda un poco descolocada pero acepta el trato.

A través del cristal de la tienda de cómics veo como ella sale apenas dos minutos después de haber entrado, mirando a ambos lados de la calle, inquieta. Sonrío y salgo yo también, con tanta tienda se nos echa el mediodía encima y no dispondré de la casa libre demasiado tiempo...

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Cuando entramos en el portal me dice que ella conocía a una chica que vive allí, que era bastante gilipollas y dejaron de hablar. Creo saber de quién habla aunque no estoy seguro del todo... entramos y me pide un vaso de agua. Nos sentamos en el sofá del salón y cuando voy a besarla aparta la cara. "Hay algo que debo decirte", me suelta.

Me echo hacia atrás en el sofá y procuro que no se noten demasiado mis ganas de mandarla a paseo: si tenía algo importante que decirme... ¿por qué esperó a ese momento?

"Es que anoche mi ex se puso de nuevo en contacto conmigo..."
"¡Qué oportuno!", digo... "(y qué conveniente, pienso)"
"Me dijo que se arrepentía de muchas cosas, que me echaba de menos...", prosigue.
"¿Entonces te estás planteando lo de retomar aquellos planes de boda que quedaron interrumpidos en el último momento?, pregunto.
"No nooo... -contesta con firmeza- no creooo, ni de coñaaaa, no séee -de repente ya no hay tanta firmeza- el caso es que quería que lo supieras, pensé que deberías saberlo..."


"Vale", contesto. Podría haberme mostrado comprensivo, podríamos haber hablado media hora de ello, incluso haber sacado la baraja española y jugar un rato a la escoba... sin embargo opté por no decir ni una sola palabra más y acercarme de nuevo a ella.
Esta vez me devolvió el beso, de hecho ella tomó la iniciativa con su lengua, se diría que tenía ganas... hasta que de repente cuando fui a acariciarla el costado como paso previo al pecho me agarró los brazos impidiendo la maniobra. "No, nada de eso", susurró. "¿Nada de qué?", pregunté.

Agarrándome los brazos sigue con el besuqueo, impidiendo cualquier intentona de meter la mano por debajo de su ropa o tocarle una teta siquiera por encima de la camiseta.
"Que te he dicho que no, no vamos a hacer nada de eso!!!", protesta.
Tomo aire, cuento hasta diez. "Ya lo sé Mara, ya me he dado cuenta, ya sé lo que NO vamos a hacer... la cuestión entonces es lo que SÍ vamos a hacer"
Acerco su mano hasta mi dura entrepierna y ella la aparta indignada. El tren procedente de ninguna parte realiza su última parada, fin de trayecto.

"No voy a quedarme mucho Rific, antes de ir a comer a casa de mis padres he quedado con mi madre para ir a comprar..."
"Entonces será mejor que no la hagas esperar demasiado -contesto- vámonos ya, te acompaño hasta la calle que yo también tengo que ir a pillar algo"

Nos levantamos del sofá, nos calzamos y bajando por el ascensor decido dejar de morderme la lengua. "Pues bueno, ya me irás contando qué tal va lo de la reaparición de tu ex, quien sabe, igual todo ese papeleo previo a la boda que ya teníais hecho aún no ha caducado y os puede servir..."

Mara se queda callada tratando de entender lo que he dicho, cuando llegamos al portal me besa y a continuación dice: "¿y eso a qué ha venido?"
"Nada mujer, pásalo bien esta noche en las fiestas del pueblo ese al que vas, ¡hablamos!", me despido.

Ella desapareció en la calle de la derecha, probablemente pensando que en ese edificio solo viven gilipollas. Yo fui a la izquierda y regresé a la tienda de cómics a pillar un ejemplar rebajado de "Martin Mystère" al que había echado el ojo antes, esa misma mañana, mientras Mara jugaba a tener novio.

No ha vuelto a escribirme, de hecho me ha bloqueado. Algo me dice que esta vez será definitivo y no reaparecerá...

domingo, 29 de marzo de 2015

"BLADE RUNNER"

La primera vez que vi BLADE RUNNER fue en video, yo tenía trece años y la saqué prestada de la biblioteca municipal. No sé por qué pero me esperaba otra cosa, no me disgustó pero acostumbrado a otras pelis de ciencia-ficción más luminosas, dinámicas o épicas me sentí un poco decepcionado

Volví a verla con dieciocho años y no sé, sería la edad o el momento en que me pilló... el caso es que me impactó de un modo definitivo.
Desde entonces he vuelto a ella en numerosas ocasiones, casi con periodicidad anual.

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Una vez anduve liado con una chica que era fan fatal de Harrison Ford y que además (supuestamente, eso dijo) le molaban las pelis de ciencia ficción.
Una vez que se quedó sola en casa me dijo que llevara algún video para verlo juntos y como me dijo que nunca había visto "Blade Runner"... elegí esa.


A la media hora sus caretos de fastidio eran evidentes. Sí, su actor favorito era el prota pero en ningún momento entró en la peli... a los cuarenta y cinco minutos la apagó al grito de "¡menudo coñazo!".

Cuando más tarde empezó a reprocharme haber elegido "semejante bodrio" y me espetó un "no entiendo como puede gustarte esto, si es una enorme mierda, vaya rarito que eres, uff"... no vacilé un segundo a la hora de defender mi criterio, incluso con más ardor del normal en todos aquellos detalles que ella tan gratuita y venenosamente puso a parir.

No volvimos a ver ninguna peli juntos. Unas pocas semanas después dejó de criticar mis gustos y aficiones, imagino que pasaría a hacerlo con el siguiente chico con el que se enrolló... o quizás el nuevo fichaje resultó ser un fan de "El Diario de Noa" y todo con él fue sobre ruedas.

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La siguiente vez que vi la película, después del destructivo sermón de aquella pedorra, me gustó todavía más.

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Cuando estudié en la universidad, durante tres años consecutivos tuvo lugar un curioso fenómeno. Cada vez que empezaba el mes de exámenes (tanto en enero como en junio), la víspera del primero emitían "Blade Runner" en televisión.
¿Casualidad? ¿Providencia? Intervención divina quizás: jamás suspendí ninguno de aquellos envites precedidos por la peli de Ridley Scott.

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Hace dos navidades tuve una cita en un bar. Quedé en la puerta de una cervecería, mi autobús llegó antes de lo previsto así que me tocó esperar.

En esa época del año en algunos barrios suelen reproducir villancicos a través de una extraña megafonía, reconozco que aparte de dar un toque curioso a la temporada me teletransportan a mi más tierna infancia... pero curiosamente en la esquina donde me tocó esperar en vez de sonar "hacia Belén va una burra" o "campana sobre campana" tenían puesta a todo volumen la banda sonora de "Blade Runner".


Entre que yo llegué diez minutos pronto y que ella tardó otro tanto, casi me dio tiempo a escucharla entera. Confieso que viví un instante de pura poesía callejera durante el "love theme"... y otro no menos intenso cuando de repente se puso a llover a cántaros y directamente fui poseido por el espíritu del agente Deckard.

La cita resultó acorde con la puesta en escena. Era la primera vez que veía en persona a aquella chica y tras unas pocas preguntas rutinarias descubrí que se trataba de otra replicante más para la colección.
"Lástima que ella no pueda vivir... ¿pero quién vive?"

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El año pasado vi "Blade Runner" en jueves santo en el lugar de la costa mediterránea donde suelo escapar por esas fechas. Casualidad o no, fue el preludio de una jornada de lo más blogafantista.

Este año regresaré el mismo día al lugar del crímen pero ya iré con los deberes hechos: la semana pasada la reestrenaron en cine y por fin he tenido la oportunidad de disfrutarla en pantalla grande.

El pasado miércoles a las 10:30 de la noche éramos (para mi sorpresa) más de treinta personas en la sala... yo me senté detrás del todo, lo más apartado posible de cualquier comentario o conversación del público, con los cinco sentidos centrados en disfrutar de la experiencia.

Todos estos recuerdos, anteriormente narrados, desfilaron por mi memoria durante la proyección... y sí, también se perderán en la blogosfera, como lágrimas en la lluvia.



jueves, 12 de marzo de 2015

"A ver cuándo me invitas/llevas..."‏

Hacía mucho tiempo que no me sucedía, ya traté el tema en una célebre entrada aquí publicada hace tres años... el caso es que de vez en cuando vuelve a pasar.

1) Voy en el autobús y recibo un mensaje de Alicia preguntándome qué tal, qué hago, etc... le cuento que estoy camino de un concierto en el Auditorio, que tengo el abono y voy dos o tres veces cada mes, según toque... tras averiguar que voy solo inmediatamente me contesta: "pues a ver cuando me invitas".

2) Otro día voy caminando hacia una popular sala de conciertos madrileña, recibo un mensaje de Ana María interesándose por mi paradero y lo que tengo entre manos, le cuento que estoy a punto de entrar a ver a Black Rebel Motorcycle Club... tras averiguar que me he desplazado solo al concierto inmediatamente me contesta: "la próxima vez me invitas y voy contigo".

3) Agosto está a punto de acabar y recibo un mensaje de Lorena preguntando qué es de mi vida, charlamos un poco y cuando le digo que la semana siguiente me voy a pasar unos días a la playa, yo solo, inmediatamente suelta: "pues invítame, me llevas y así hago algo yo también que este verano no he salido de la ciudad".

Lorena tiene un novio que vive en otro país y al que presuntamente es fiel, ni de coña pienso pasar mis breves vacaciones en su compañía pero decido investigar hasta dónde sería capaz de llegar...
Planteo la cuestión de si supondría algún problema para ella (o su novio) el hecho de que nos fuéramos de viaje juntos y contesta que no tendría por qué enterarse nadie... a si habría inconveniente en que ambos nos desnudásemos en la misma playa contestó que ella ni de coña pensaba hacer tal cosa... a si estaba dispuesta a compartir cama contesta un impresentable "ah no sé... quizá, depende de lo bien que te portes".

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(A modo de aclaración añadiré que ninguna de ellas es amiga mía. Nos conocemos, nos hemos visto alguna vez muy esporádicamente, intercambiamos algún mensaje que otro, hubo tomate en el pasado pero ahora no... nada más)

A los dos primeros casos en su momento no les dí ninguna importancia, pero a raíz de este último (tan descarado) comencé a desconfiar metiendo a todas ellas bajo la misma cuarentena. ¿Estaba siendo víctima de un ataque masivo de caradura o eran imaginaciones mías?


Alicia y Ana María son de esas chicas que cuando quedas con ellas rara vez echan mano de la cartera, además son mandonas a la hora de proponer sitios o vetarlos.
Yo no me considero mezquino en esa cuestión y si estoy a gusto no me importa pagar algunas rondas, pero cuando veo que a la tercera o cuarta consumición no hay la más mínima intención de corresponder por parte de la otra persona, comienzo a sentirme mal (subestimado, degradado) y pierdo el interés.

La última vez que salí con Ana María, de hecho, me fui repentinamente a casa por ese motivo: me llamó ella para tomar una caña y cuatro bares después seguía silbando y mirando al techo cuando nos servían.
Alicia es parecida, pero sale más barata: solo quiere ir a cafeterías y habitualmente pide café o infusiones.

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Hace poco he ido a un concierto de rock en mi ciudad y parece que lo huelen. Nada más entrar en el local Ana María me escribe y cuando le digo lo que estoy haciendo me responde: "A ver cuándo me llevas a alguna de esas cosas tan chulas que haces, que me aburro como una ostra..."

Al día siguiente tengo una extraña conversación con Alicia. Después de nuestro último café nos estuvimos besando en un portal cercano a su casa, intento quedar con ella en otras circunstancias menos formales pero su sugerencia me descoloca un poco.
"El próximo domingo por la tarde si quieres quedamos, te lo reservo. Miras la agenda cultural, algún cine, teatro o concierto... y me llevas, ¿vale?"

Viniendo de quien viene la frase no puedo evitar que mi suspicacia reviente, decido tantear el terreno, darle un último beneficio de la duda, ver por dónde me sale: "a estas alturas de mes ando poco boyante, me temo que no puedo invitarte a ninguna de esas cosas", escribo.
"Ahm -contesta- bueno... ya me llevas otro mes entonces, el domingo si eso me llevas a tomar café o merendar y listo"

¿Ha pasado lo que pienso que ha pasado? ¿Estoy demasiado suspicaz o me ha parecido que en cuanto he sugerido que no puedo invitar ya no está interesada en explorar la agenda cultural? ¿Me ha concedido la gracia de invitarla a un croissant a la plancha como premio de consolación?

Decido romper la baraja, jugar sucio: "una pena no disponer de la casa sola esa tarde, en vez de merendar podrías venirte a ver una peli..."
"Pues eso hay que ganárselo -contesta- y para eso vas a tener que sudar,  ¡la fama cuesta! jaja"


Creo que he dado en la diana, señores... han cantado bingo: "¿Tanto voy a tener que sudar? Ya te vale...", deslizo.
"¡Anda claro! El que algo quiere algo le cuesta", sentencia... el bingo es correcto.

"El que algo quiere algo le cuesta" Siempre he odiado esa frase (en lo que a relaciones respecta) con todas mis fuerzas, cada vez que la oigo pienso que no me merece la pena mover un solo músculo para acercarme a esa persona... no necesito que nadie me otorgue la merced de "sacrificarse" para darme gusto a cambio de algún precio real o simbólico.
Quiero merecer un beso o una caricia porque sí, porque el  momento y las ganas lo requieran, no por haber corrido con los gastos... quiero follar porque la otra chica quiera hacerlo conmigo, no porque yo antes haya superado todas las pruebas de una sórdida gincana.

Contesto de mi forma habitual cada vez que me ponen a prueba en ese sentido: "Vale, en ese caso esperaré a ver si tú quieres también para que cueste lo menos posible"
"¡Qué tio!", responde.
"Yo sé lo que quiero, si tú no quieres... chungo. No hay agenda cultural ni cena o merienda que pueda cambiar eso", insisto, mordiéndome la lengua.
"Ya ya, ya lo sé -me interrumpe- pero hay etapas hasta llegar donde quieres... y eso es lo que tienes que currarte"
"Aahh, vale -recupero la palabra- a ver si no lo hago demasiado mal para así convencerte... (icono sonriente)"

Alicia parece sentirse súbitamente incómoda con la deriva de la charla y se despide a trompicones.
Cinco minutos después, releyendo la charla me entra una nueva duda: ¿seguro que ambos estamos hablando del mismo "premio/objetivo"? 
No me extrañaría que ni siquiera ESO haya quedado claro... en fin, que me lleve a algún sitio un día de estos y se lo preguntaré.


jueves, 5 de marzo de 2015

"FUERA DE JUEGO"

La década pasada hubo un partido de fútbol bastante famoso que terminó con la abultadísima derrota del equipo local a manos de su mortal enemigo.
Yo no pude verlo porque me pilló en medio de una fiesta de la que no podía escabullirme, pero cuando al finalizar me enteré del resultado escribí un sms a una chica con la que me había liado unos meses antes, hincha radical del equipo entonces derrotado: "¿Estás bien?", pregunté.
Su contestación fue tan larga como rabiosa. Recuerdo que dijo estar "cabreada como una mona" y a continuación puso a parir al eterno rival quedándose a gusto destacando su presuntamente inferior origen geográfico y la menor cantidad de títulos en sus vitrinas...

Yo iba algo borracho y le seguí el juego, en uno de mis siguientes mensajes me ofrecí a compensarla por la humillante derrota, a resarcirle de algún modo por tanto daño psicológico...
"¿Cómo lo harías?, preguntó; preferí no ser bruto: "a base de besos similares a aquellos que nos dimos la última vez, tras el kiosko del parque junto a tu casa", contesté.
"¿Cuántos me darías?, insistió... y ahí el cachondeo me pudo: "tantos como goles ha encajado hoy tu equipo :D", respondí.

Pensé que me mandaría a tomar por culo y me mentaría a la madre, pero no, para mi sorpresa simplemente dijo: "OK".

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Tardé siete meses en verla, pleno invierno. 
La noche que quedamos su actitud fue tan gélida como la temperatura ambiente, se mostró muy altiva y distante, cada vez que bajaba la guardia ante alguno de mis comentarios o coñas se revolvía al segundo para que no pareciera que le hicieran gracia en absoluto... estaba 100% concentrada en pararme los pies o quizás en hacerme suplicar.
Su fracaso fue relativo.


En el tercer bar salió el tema del fútbol y recordamos aquel mítico/infame partido de su equipo, su gesto se torció inmediatamente: "sigues dolida a pesar del tiempo transcurrido eh", comenté...
"¡Claro que sí! -exclamó- y este año parece que la cosa no mejora..."
"Tranquila mujer, te recuerdo que en su día me ofrecí para aliviarte de los disgustos futboleros, la oferta sigue en pie...", deslicé. 
Para mi sorpresa se apresuró a recoger el guante: "Ya me acuerdo ya, dijiste que me darías tantos besos como goles encajó mi equipo aquel día...", su sonrisa pasó a ser nerviosa, me miró fijamente y apretó los labios a la defensiva... hice amago de acercar la cara y se echó para atrás... "Tranquila -susurré a su oído- no se trata de ESE tipo de besos"

Se relajó y empecé a besarla en la cara, uno, dos...cambié de lado, tres...
Para cuando llegué al último de la goleada fue ella quien buscó mi boca. Siete meses después la defensa de su equipo volvió a tirar desastrosamente el fuera de juego.

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Fuimos a otro bar y seguimos con el besuqueo un buen rato... finalmente salimos y la llevé al pasadizo de un mercado cercano a su casa. El frío era intenso, matador... pero no impidió que nos abriéramos los abrigos para explorarnos mejor.
Metí la mano bajo su camiseta hasta alcanzar los pezones por debajo del sujetador, me bajé la bragueta y acerqué su mano a mi entrepierna... fue entonces cuando el tren descarriló.

Me la agarró como quien sujeta el pomo de una puerta a medio abrir, dudando entre salir o quedarse en la habitación... no hacía nada, solo agarrarla.
La estampa era surrealista: tenia una teta fuera, inanimada como una estatua de cera, en una mano sujetaba el bolso por las asas y con la otra me agarraba la polla...
"Ten cuidado no me vayas a manchar...", dijo.

Casi me caigo al suelo de la risa, tuve que morderme la lengua para no decirle que sí, que si ella seguía aplicando semejante técnica tántrica de masturbación estática probablemente me correría en breves instantes, que mejor pusiera unos papeles de periódico o algo sobre sus zapatitos italianos para protegerse de lo inevitable.
Al verme resoplar conteniendo la carcajada se pensó que iba muy borracho y retiró su seductora garra de mi frágil colibri. Fin de la cita.

Aunque parezca mentira, ocho meses después volvimos a quedar y nuevamente mi mano acabo bajo su camiseta durante nuestra despedida. Se me pasó por la cabeza volver a bajarme la bragueta y ver qué pasaba pero total... ¿para qué?


jueves, 26 de febrero de 2015

"ALICIAS" (Vs El Hombre Invisible)

Hace ya casi cuatro años que conozco a Alicia, pero solo hemos estado juntos tres veces contadas. El verano pasado estuvimos hablando bastante acerca de la posibilidad de quedar, cuando alguno de los dos dispusiese de un lugar donde hacerlo, etc... pero la estación terminó sin que lo llevásemos a cabo.

Nada raro, no es el primer plan de ese tipo que se viene abajo, sin embargo lo que sí me sorprendió fue su repentina "desaparición" (y consiguiente silencio) poco antes de Navidades: mis mensajes y llamadas no recibían respuesta y (creo) pasé a estar bloqueado en los clásicos soportes de mensajería instantánea.

Nada raro tampoco, no es la primera chica que me hace algo así sin un motivo aparente.
No puedo decir que el caso particular de Alicia me tenga especialmente contrariado pero siempre queda ese poso de curiosidad, esas ganas de saber el motivo concreto para (quizás) poder seguir insistiendo (o no) más adelante sin resultar demasiado coñazo.

El caso es que el viernes pasado a eso de las 18:50 caminaba yo por las calles de mi gélida ciudad, embozado con una braga térmica negra y tocado con un gorro de lana a juego; empezó a llover y abrí el paraguas... fue entonces cuando vi delante de mi a una niña pequeña que me resultaba familiar: ¡la hija de Alicia!
En cuanto me dejó atrás detuve mi marcha y me giré: a su lado iba Alicia haciendo gestos a la cría, aparentemente regañándola...


Imposible que me reconociera con el rostro camuflado y escudado bajo el paraguas.
Pensé en llamarla en voz alta, en alcanzarla y saludarla; quizás me contase que ahora sale con alguien, que se ha cambiado de móvil, que no quiere volver a verme mientras viva porque soy tal o cual cosa... pero observé a la niña a su lado y decidí no hacer nada.

Ya me contestará algún día si quiere, de momento me conformo con saber que sigue viva, volveré a la carga en cuanto comience la primavera...

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Esa misma noche de viernes he quedado para ir a cenar con una chica a un restaurante nuevo americano que han abierto en mi ciudad.
Entramos a las 21:45, el encargado nos conduce al fondo de la sala (estilo Pulp Fiction) y al final del pasillo nos da a elegir entre el rincón de la izquierda o el de la derecha... a primera vista me decanto por el de la izquierda, ya voy a señalárselo al camarero cuando de repente descubro que en la mesa de al lado está Alicia con una amiga.
No la Alicia que me crucé tres horas antes en la calle... ¡otra!

"Alicia Número Dos" es otra chica que conozco desde hace un par de años pero que apenas nos hemos visto cuatro veces contadas... para mi "suerte" la última vez fue el domingo pasado que quedamos a tomar un café y al final de la velada nos estuvimos enrollando en un portal cercano a su casa.

Juraría que Alicia levanta la cabeza y deja de mirar a su amiga, apostaría que me ha visto de lleno mientras digo al camarero (atropelladamente) que no, que mejor la otra esquina... casi siento su mirada clavarse en mi espalda cuando nos dan una mesa que queda bastante a la vista de la suya.

Por un momento considero la posibilidad de levantarme y saludar, a veces dar el primer paso es la mejor manera de evitar conflictos... al final la pasividad triunfa, me siento y aguanto el tipo cruzando los dedos para que nada desagradable suceda.

Durante la cena no consigo relajarme pero mantengo la compostura y llevo la conversación hacia terrenos superficiales que no requieran demasiada concentración, pues la vista (y la cabeza) se me va de vez en cuando (todo lo discretamente que soy capaz) hacia la mesa de Alicia.


La veo hablar con su amiga, gesticula con las manos pero lo hace de un modo amistoso... no creo que esté diciendo "mira al hijolagranputa, se lía conmigo y apenas cinco días después sale con otra, ¿crees que si doy a la camarera veinte euros me dejará escupir en su plato?".

¿Será posible que no me haya visto? No puedo estar más expuesto, Alicia no tiene más que apartar la vista del plato o de su amiga y allí me encontrará.

Terminamos los entrantes en calma, sin interrupciones, me rellenan el vaso con más refresco, nada más llegar el plato principal giro de nuevo la cabeza y descubro (con gran alivio) que Alicia y su amiga se han ido.
La hamburguesa me sabe a gloria.

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Dos días después escribo a ambas Alicias. La primera sigue sin contestar... con la segunda mantengo una amena conversación que me deja claro que no me ha cazado en el restaurante, de hecho me propone quedar el próximo domingo para pasar toda la tarde juntos, que el otro día aquel café "le supo a poco".

Bendita miopía... ¿o se trata de algo más?
La mayor parte de mi vida he sido una especie de ente invisible para las chicas (jamás nadie me ha regalado nada en ese terreno) y siempre he considerado dicha circunstancia como una franca desventaja a la hora de ligar. Dicho esto, sin embargo... debo reconocer que a veces tiene su lado bueno.


lunes, 9 de febrero de 2015

"La Camiseta de Fanta"

En mi época universitaria solía jugar todas las mañanas de viernes un partido de futbito en el patio de una facultad de Ciencias.
Al lado de la pista había un edificio donde se impartía una disciplina universitaria mayoritariamente poblada por chicas... a veces se nos iba la vista hacia aquellas ventanas y en no pocas ocasiones descubríamos a algunas alumnas asomándose, espiando las incidencias de nuestro juego.

Una de aquellas mañanas de viernes en esa facultad celebraron la fiesta anual, nosotros no lo sabíamos y fuimos a jugar igualmente... por suerte éramos madrugadores y el sarao comenzó justo cuando estábamos dando las últimas patadas al balón.

Un montón de alumnas ocuparon la zona deportiva y montaron unas barras, una hora después aquello estaba abarrotado.
Mis compañeros y yo decidimos quedarnos un rato a tomar algo, sin más pretensiones, de hecho íbamos vestidos en plan cutre (yo llevaba mi viejo pantalón de deporte de la época del instituto y una célebre camiseta blanca de propaganda de Fanta Naranja) y tras dos horas dejándonos la vida en la cancha no olíamos precisamente a rosas...

Tras la sesión deportiva los cachis de cerveza entraban solos, los cigarrillos también. Yo conocía a una de las alumnas y estuvimos hablando un rato con su grupo de amigas... todo iba normal hasta que una de ellas empezó a tontear conmigo: "¿vosotros sois los que venís a jugar todos los viernes no? Me he fijado en ti de vez en cuando, me has llamado la atención, es curioso... no pareces español"
Contesté que me parecía genial que se hubiera fijado más en mi exótico aspecto que en mi forma de jugar... se rió y pedimos un cachi para los dos, nos sentamos en el césped y pasamos la siguiente media hora juntos hablando, bebiendo y fumando.

De repente ella se me arrimó bastante, fue entonces cuando caí en la cuenta de que mi aroma corporal era más "intenso" de lo deseable... se lo advertí, avergonzado, pero a ella no pareció importarle, de hecho (jamás olvidaré ese gesto) acercó su nariz hacia mi cuello y aspiró con fuerza.
Ni siquiera esa demostración de buena voluntad me hizo sentir a gusto, me excusé un segundo para ir al meadero pero en vez de ir a los arbustos del fondo (donde todos los estudiantes guardaban fila) me colé en la facultad para acceder a los lavabos y asearme mínimamente.


Me lavé todo lo que pude, ya me encontraba bastante mejor, pero había algo contra lo que no podía hacer nada: la cantarina camiseta sudada de Fanta.

Regresé al lugar del jardín donde esperaba la chica, a su lado estaban la otra que yo conocía y dos más, cotilleando qué tal iba la cosa conmigo, en cuanto llegué disolvieron la manifestación entre risas.

Volvimos a arrimarnos, de hecho pasamos otra hora y media más juntos bebiendo en aquel jardín... ya llegaba la hora de comer y toda de panda iba a ir a un Telepizza cercano, me preguntaron si me unía a la expedición pero decidí aprovechar ese "tiempo muerto" (la transición entre el botellón y la comida) para ir rápido a mi casa (yo vivía bastante cerca), quitarme la puta camiseta de Fanta, darme una ducha rápida y vestirme en condiciones para seguir celebrando el santo patrón universitario de aquella facultad ajena... y todo lo que ello conllevara.

Cuando dije a la chica que me iba me despidió con un pico, ya iba bastante tocada... no sé si fue un gran error de cálculo abandonar la escena en ese preciso instante o si intervino la Divina Providencia; el caso es que mientras yo me acicalaba en casa ella sufrió un súbito bajón al sentarse en el telepìzza, para cuando yo llegué ya había vomitado dos veces y una de sus amigas se disponía a acompañarla a casa.

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Los siguientes viernes, jugando al futbito en la pista, miré varias veces hacia las ventanas por si la veía... pero nada.
Un mes después me encontré con su amiga en un bar y me dijo que (en caso de verla) mejor no me acercase a la otra chica, que estaba muy avergonzada de lo ocurrido conmigo el día de la fiesta. Por lo visto lo había dejado con el novio esa semana y estaba dispuesta a correrse una buena juerga para olvidar... pero sin el resultado esperado, de hecho a los pocos días dio marcha atrás y volvió con el novio.

Recuerdo que el siguiente partido, sin la distracción de la ventana, marqué dos goles, uno de ellos el único que he metido en mi vida de cabeza.
Y luciendo la profética camiseta de Fanta, por supuesto.


jueves, 22 de enero de 2015

"LA RESISTENCIA FRANCESA"

Conocí a Élodie a través de Internet. Era de origen francés, yo chapurreaba ese idioma y se ve que le caí en gracia... el único "problema" es que yo tenía veintisiete años y ella diecinueve recién cumplidos.

Estuvimos escribiéndonos durante un par de meses pero nunca llegamos a quedar. Me enviaba fotos de todas las fiestas a las que iba: bebiendo con sus amiguitos, posando con el resto de chicas de su clase en actitud sugerente, en casa frente al espejo a punto de salir, fumando a la puerta de la discoteca, generosamente escotada, faldas diminutas...

Con todas y cada una de las fotos buscaba provocarme, y ciertamente lo conseguía.

A través del messenger no logré convencerla para quedar, un par de veces la llamé por teléfono para proponerle algo pero nada: la primera llamada la ignoró (contestó un par de minutos después con un sms pidiendo perdón por ser tan "cortada") y la segunda respondió en plan infantil riéndose con cada palabra que decía y poniendo/improvisando excusas poco convincentes.


Una tarde por fin se sinceró: "lo siento Rific, me gustas pero me da palo, no salgo con tíos tan mayores"
Dejé de importunarla, la intensidad de nuestras conversaciones disminuyó y a los pocos meses cesaron del todo. La última foto que me mandó fue con su vestido de nochevieja de aquel año: "¿le das el visto bueno?", preguntó, coqueteando hasta el final.
No encontré ningún emoticono capaz de expresar mis cabezazos contra el teclado... 

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Unos años después de aquellas conversaciones me crucé con ella en un bar, pero iba acompañada de un chico y pasé de decir nada. Su rostro "exótico" seguía siendo inconfundible, su escote también.

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Este mediodía yo iba camino del curro, leyendo un libro en el bus como de costumbre, cuando de repente en la parada de cierto centro comercial levanté la vista... y ahí estaba ella, Élodie, unos cuantos años después, con el teléfono en la oreja, elegantemente vestida, avanzando por el pasillo del bus.

Sin fijarse en mí, ensimismada con la conversación telefónica, se sentó a mi lado.
Normal que no me reconociese con mi gorro y bufanda bien calados hasta casi las cejas, pero ella permanecía reconocible, además aquella voz tan grave y ronca, que en su día me sorprendió en alguien tan joven...

En esta ocasión tampoco he dicho nada. Que conste que sí lo he pensado y al verla sentarse a mi lado decidi aprovechar la oportunidad, pero el caso es que no "he podido": ella no ha dejado de hablar por teléfono ni un solo segundo, y por lo que he entendido estaba hablando con su chico, al que vería en escasos instantes cuando bajase del bus.

Apenas han sido seis minutos, tres paradas escasas, Élodie se levantó del mismo modo que plantó el trasero en el asiento: sin mirarme.

Tampoco es algo tan malo, algunos fantasmas hacemos mejor en permanecer quietos y callados. Eso sí, me hubiera gustado conservar su número para haberle enviado un mensaje mientras bajaba del bus y observar su cara leyéndolo a través de la ventana... ooh la lá!!!


viernes, 12 de diciembre de 2014

Mirando hacia atrás sin Ira - Los "Sin-Sexo"

No soy un tipo rencoroso pero durante muchos años se la he tenido jurada a cierta chica de mi instituto. No recuerdo su nombre (tan solo su apodo), tampoco intercambié jamás palabra alguna con ella... pero tengo mis motivos.

Sucedió la última noche de un viaje estudiantil, en un destartalado hotel de la costa mediterránea. Todos los alumnos del curso estábamos de fiesta quemando las naves, absolutamente enloquecidos... noches como aquella merecerían un análisis detallado pero hoy simplemente comentaré que al final de la velada conseguí convencer a una chica de la clase de al lado para que se viniera conmigo al hotel.

Mis amigos y yo habíamos hecho un pacto previo al comienzo de la juerga, dejaríamos uno de los cuartos libres por si alguien acabase "necesitándolo"... recuerdo que me uní a tan atolondrada conjura levantando la botella de Martini blanco que por aquel entonces despachaba (directamente a morro), tan eufórico como absolutamente carente de fe en mis posibilidades.


Sin embargo unas pocas horas después, volviendo al hotel de madrugada con Rosa agarrándome del brazo agradecí haber sido tan previsor, por una vez la bravuconería adolescente no caería en saco roto... y contra todo pronóstico (no faltó la tradicional porra al respecto) sería yo quien "mojase" aquella noche.

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Yo aún estaba muy verde en aquellas cuestiones y mi optimismo, visto ahora, resulta ciertamente enternecedor... ¿Pero por qué demonios debería yo pensar que saldría mal aquella jugada? Aún ignoraba que la adolescencia consiste en eso, en caminar sonriente por la acera y estamparte de repente contra inoportunos postes o farolas.
A mi farola de aquel día la llamaban "PANRICO" sus compañeros de clase, era una chica repetidora que recibía semejante apodo (creo) por:
a) su afición a devorar bollitos a todas horas, tanto en el patio como en medio de la clase.
b) su cara redonda con forma de berlina

El caso es que cuando llegamos al hotel, la habitación que supuestamente debería esperarnos vacía no lo estaba: dos chicas revoloteaban dentro, hablando con algunos de mis amigos y otros tantos extraños... las "pobres" estaban sin techo porque su compañera de cuarto aquella noche, la maldita Panrico, se había agarrado tal pedo que abandonó la discoteca antes de tiempo yendo al hotel, encerrándose dando tumbos en el cuarto de enfrente y dejando la llave puesta por dentro...
Por más que la habían llamado o golpeado la puerta, ella no respondía, profundamente dormida, etílicamente inconsciente.

Al instante aparecieron más ovejas descarriadas, gente desubicada rebotada por otras tantas puertas que se les habían cerrado en plenas narices, accidentalmente o no.
De repente alguien tuvo la ocurrencia de que todos ellos acampasen, en plan comuna, en aquella habitación tan oportunamente desocupada... el picadero convertido en albergue.

Maldita sea mi suerte, en ese hotel había gente follando, algunos obligaban a otros a buscarse la vida para pasar la noche... y yo de repente había pasado de presunto follador a incipiente Madre Teresa acogiendo a los "sin sexo".


Como no podía ser de otra manera, procedí a golpear con todas mis fuerzas la puerta de la Panrico, pensando que si lograba despertarla todo volvería a su cauce original: aquellas petardas dormirían en su cuarto, la manifestación se dispersaría, se llevarían la fiesta de pijamas a otra parte y Rosa y yo nos daríamos la madre de todos los revolcones juveniles.
Pero ya era demasiado tarde, gente y más gente entraba (y se instalaba) en mi supuesta zona franca... y ni los GEO habrían sido capaces de despertar a la borrachuza saboteadora.

Rosa vio a una amiga dentro del "cuarto de invitados" y fue tras ella. Encendí el último cigarrillo que llevaba encima y observé el interior desde el umbral, aquello parecía un vagón de deportados camino de un campo de prisioneros: chicos y chicas hacinados por el suelo, una docena cruzándose llenando las tres camas, los armarios abiertos y también ocupados...

Me acerqué a Rosa y le propuse irnos a buscar otro sitio donde poder estar a solas, ella se encogió de hombros, miró a su amiga y se recostó junto a ella en una de las camas... a continuación estiró el brazo ofreciéndome la mano y tiró de mi para sentarme a su lado.
"Anda, pasemos aquí el par de horas que quedan de noche, total nos tenemos que poner en marcha en nada...", me susurró al oido.
A continuación me agarró del brazo y apoyó su cabeza sobre mi hombro.

Miré a mi alrededor, estaba siendo desagradablemente observado, jamás me había sentido más ridículo en toda mi vida.
"Lo siento Rosa, pero esto no es lo que yo tenía en mente, para estar así me voy a mi cuarto", dije antes de incorporarme y salir de la habitación evitando (no siempre con éxito) pisar alguna extremidad de los inquilinos desparramados.

Antes de cerrar la puerta tras de mí observé la cara de Rosa, su mirada entristecida, imagino que decepcionada... apagué mi cigarrillo contra la puerta de la Panrico y entré en mi habitación donde mis dos compañeros llevaban roncando plácidamente por lo menos un par de horas.
A pesar del ruido que metí solo uno de ellos se percató de mi llegada. Me acosté y aunque cerré los ojos con fuerza, no pude dormir.

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A la hora del desayuno no se me había pasado el enfado, de hecho aumentó cuando esperando mi turno en la cola de la cafetería se me cruzó la célebre Panrico... caminaba trémula, con el gesto descompuesto, llevaba las gafas de sol puestas y sujetaba un cigarrillo arrugado, a modo de mantra repetía: "necesito un café, necesito un café... hasta que no me tomo mi café por la mañana no soy persona" (siempre he odiado esa frase y desconfío de quienes la pronuncian)

Si las miradas matasen aquel habría sido su último minuto sobre la faz de la tierra. Aquella cabrona derribó la primera pieza del cruel dominó que arrasó con mis pobres esperanzas sexuales... a partir de ese instante la Panrico se había ganado un enemigo mortal, irreconciliable.

Por suerte para ella como supervillano soy igual de dañino que Gargamel para los Pitufos o el Coyote para el CorrecaminosEn todos estos años apenas me habré cruzado con ella unas pocas veces y mi venganza se ha limitado a fulminarla con la mirada y rugir un poco para mis adentros... nada punible.



Pero en estos últimos meses resulta que he coincidido con ella bastantes veces en el mismo autobús urbano, yo camino del trabajo y ella de vuelta a su barrio. 
Observarla de frente (a pesar del tiempo transcurrido) nuevamente sacaba lo peor de mi. Conserva la cara redonda y su gesto despistado, no muy alejado de aquella infame facha de la famosa resaca... 

Estas últimas ocasiones no he podido evitar mascullar los clásicos insultos o mirarla con la misma delicadeza que Hannibal Lecter dedica a sus aperitivos andantes... pero hoy ha sido diferente, algo ha cambiado dentro de mi.

De repente, mientras la maldecía por enésima vez, me ha dado por revisitar la famosa escena hotelera eliminando el "factor Panrico", centrándome en Rosa y en mi. 
¿Por qué no quiso irse conmigo a buscar cualquier otro lugar donde poder montárnoslo? Pensándolo fríamente casi podría jurar que cuando el plan se vino abajo ella sintió cierto alivio... y ya cuando vio a su amiga entre los recién llegados pasé descaradamente a un segundo plano. De habernos encerrado a solas en el cuarto me huelo que ella no habría querido pasar del besuqueo, vamos... con mi suerte de la época, ¡SEGURO!
Si aquella noche no acabé con Rosa fue porque ella no quiso, no puso nada de su parte para saltar aquel obstáculo, solo grande en apariencia cuando el deseo verdaderamente aprieta... y sobra decir que no fue ese su caso.

Por primera vez, tras casi veinte años, he mirado a la Panrico sin odio. Supongo que queda oficialmente perdonada.
Eso sí, se abre la veda para Rosa...
Supongo que durante el próximo lustro ella será la principal responsable de aquel incidente, después vendrá el turno de condenar por ello a mis insolidarios amigos... calculo que para el año 2023 caeré en la cuenta de que la culpa fue única y exclusivamente mía.



jueves, 20 de noviembre de 2014

"COMECOCOS"

Llego antes de tiempo al concierto así que entro en una gran superficie comercial junto al Auditorio para pasar un poco el rato.
Voy hablando por teléfono cuando cruzo la puerta principal y en la primera cafetería veo sentada (con otras cuatro chicas, formando un círculo, algunos carritos de bebé rodeando su mesa) a Helena.

En tercero de carrera Helena se sentaba conmigo en clase y probablemente haya sido una de las tres chicas más guapas que he conocido en mi vida, una belleza deslumbrante...
Era tan guapa que nadie se acercaba a ella, siempre se sentaba sola.
Yo solo iba a aquella clase para recibir una asignatura, no conocía a nadie, así que un día le eché valor y me acerque a hablar con ella para preguntarle algo de la clase anterior... para mi sorpresa Helena se ofreció a dejarme los apuntes y me invitó a sentarme a su lado.



No abandonaría ese lugar "de privilegio" por lo que restó de curso, lo cual fue recibido por los demás alumnos con reacciones de lo más dispar: algunos chicos me adoptaron como nuevo ídolo y buscaron mi amistad para acercarse a ella... otros me odiaban en silencio... y algunas chicas de las consideradas populares de repente empezaron a saludarme por los pasillos o incluso en los bares los fines de semana.
Todo muy siniestro.

Helena tenía novio, un tipo bastante guaperas y cachas, así que no di ningún paso en falso durante el curso, me limité a ser su amigo aunque por las noches en la soledad de mi cuarto fantaseara con poseerla de todas las maneras posibles.

Solo fuimos asiduos la una del otro durante aquel curso, después nos limitábamos a saludarnos en los pasillos o la calle/bares si nos veíamos... o intercambiar (como mucho) tres o cuatro frases de cortesía.

Dos años después, una noche que estaba de cena con mis compañeros de clase, coincidimos en una discoteca con Helena y sus amigas. La saludé y hablé un par de minutos con ella junto a la barra. Cuando regresé donde mi grupo un gañán de clase se interesó por saber cómo es que yo conocía a semejante bellezón, que él llevaba años observándola por los pasillos de la facultad y estaba tremenda... que se la presentase...
Le dije que conocía a Helena de compartir clase un curso entero, que no tenía la suficiente confianza con ella como para molestarla con eso y que además ella tenía novio... vamos, que pasaba de líos (no tenía intención de presentarle a un borrachuzo babeante dando a entender que semejante tipo era mi amigo).

El desgraciado de mi compañero entonces pasó de mi y fue directamente a hablar con Helena... observé la escena desde una prudencial distancia y al principio reconozco que sentí cierto placer al ver como él se acercaba torpemente y ella ponía cara de disgusto con cada una de sus aproximaciones, sin duda él estaba siendo grosero y ella estaba tratando de quitárselo de encima... pero de repente algo cambió en el gesto de Helena.

Mi compañero empezó a susurrarle cosas al oído, señaló con el dedo hacia donde yo estaba... y ella abrió la boca primero con sorpresa y luego con indisimulado asco.
Me miró y se zafó del marcaje de mi compañero... agarró a una de sus amigas de la mano y se largaron del local. Pasó a mi lado sin mirarme ni decirme nada.

"¿Pero qué coño le has dicho?", pregunté al capullo de mi clase.
"Nada, como no quería irse a tomar algo conmigo le he dicho que igual querría irse contigo, que tenías muchas ganas de follártela... quise echarte una mano pero ya ves que no ha salido bien", dijo, apestando a ron.

Desde entonces las tres o cuatro veces que Helena y yo nos hemos cruzado ha actuado como si no me conociese.

Más de una década después paso delante de su mesa y ella levanta la vista... pero por suerte no me ve, sigue siendo tan preciosa como miope.
Acelero el paso dejándola atrás y entro en el supermercado.

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Tengo hambre y me dirijo a la sección de bollería para pillar algo. De repente en el pasillo central casi soy atropellado por un carrito que conduce una niña pequeña, detrás de ella va la que seguramente sea su madre: Marta.

Marta fue compañera de facultad el mismo año que Helena, pero en una clase distinta. Tenía mi edad pero salía con un chico bastante mayor y asalvajado. Ella y yo tonteábamos a menudo, un día me invitó a la fiesta de su cumpleaños y fue una noche memorable.
Su novio nada más vernos a mi y a otro colega nos consideró una especie de amenaza así que la tomó con nosotros (se pensó que éramos unos flojos) y nos desafió a juegos de beber... pero para su desgracia (e infamia) fue él quién acabó vomitando en la esquina de un callejón.

Marta lo pasó fatal, se avergonzó mucho del comportamiento de su novio y aquello le supuso una seria crísis de pareja.
En una de aquellas etapas críticas tuvo lugar una de las fiestas de mi facultad. Eran apenas las doce de la noche pero yo llevaba de fiesta desde pronto por la mañana y mi estado era lamentable... cuando salí del local Marta me preguntó dónde iba, cuando le conté que a casa ella me dijo que también quería irse y propuso compartir un taxi.



Lo que sucedió en aquel taxi me lo tuvieron que explicar a la semana siguiente amigos comunes de la facultad porque yo solo recordaba parte de la historia.
Hasta donde yo estoy seguro ella se echó sobre mí, apoyando la cabeza en mi hombro, melosa...yo la rodeé con mi brazo y empezamos a besarnos. Cuando le agarré una teta por debajo del abrigo me paró los pies y se apartó brúscamente. The End.

Lo que me contaron fue que de repente me comporté como un mandril en celo, que llevé una de sus manos hacia mi entrepierna y que cuando ella se zafó de mi acoso me repantingué en la parte trasera del taxi diciendo incongruencias y cayendo dormido en apenas cinco segundos.

A lo largo de la década siguiente Marta dejó de hablarme... y ahora en el pasillo central del supermercado nuevamente gira la cabeza ante mi presencia.
Tiene cierta guasa (¿justicia poética?) que ahora su hija intente atropellarme con un artefacto de cuatro ruedas.

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Con mis donuts en la mano me dirijo a la fila única para esperar mi turno en caja y confieso que me entra cierta risa floja al levantar la vista. En una de las cajas está trabajando otra compañera de la universidad, de la misma época.
De ésta ni siquiera recuerdo el nombre, lo único que sé es que en su día un compañero de clase estuvo loco por ella y en una fiesta a la que asistimos en una residencia universitaria se enfadó conmigo porque intenté ligármela.
Yo no sabía nada de su enamoramiento, de todos modos la chica en cuestión me dio unas sonoras calabazas.

Siguiendo la ilustre tradición de ex-compañeras de universidad, también dejò de hablarme.



Su caja es la número siete, espero mi turno acercándome cada vez más al final de la cola donde el marcador electrónico anunciará la caja que me corresponde. Algo dentro de mí sabe que me tocará la siete... y así es. ¡Bingo!
Intentando burlar a mi chistoso destino cedo mi turno a la señora que empuja un cargado carrito detrás de mi. Me mira sorprendida y agradece el gesto que lejos de ser galante constituye una fuga en toda regla.

Me siento protagonista de una especie de comecocos, doblando esquinas descontroladamente para esquivar encuentros desagradables, como una rata de laboratorio dando vueltas en un laberinto diseñado por alguna sádica Asociación de Antiguos Alumnos...

Salgo del supermercado y de camino a la puerta principal distingo a lo lejos que Helena sigue allí sentada con sus amigas. Doy media vuelta y salgo por la puerta trasera del centro comercial.
No merezco otra cosa.


miércoles, 29 de octubre de 2014

"ALGUNAS CHICAS CON PAREJA"

Alguna vez me he relacionado con chicas que tenían pareja aunque no siempre he estado al tanto de dicha circunstancia.

EN LA MAYORÍA DE LOS CASOS eran gente que sabían perfectamente lo que hacían y "pecaban" alegremente y con todas las consecuencias... pero a veces ciertos ataques de inoportuna moralidad (o extraña melancolía) convirtieron las experiencias en algo delirante, casi ridículo.

Hay "adúlteras" que al poco rato de poner la maquinaria en marcha se arrepienten (¡dios mío pero qué estoy haciendo, esto no puede ser!) y salen (literalmente) corriendo.
Otras disparan con silenciador:
1) Te besan o hacen de todo pero no follan.
2) Otras te follan pero ni se te ocurra besarles en la boca.

Ambas cosas me han sucedido. En el primer caso las razones/excusas que me pusieron fueron que "no se fiaban y tenían miedo de pillar y luego traspasar a su marido algún bichito difícil de explicar"... "que esa parte de su vida sexual quedaba reservada para su chico, mientras que del resto podría disponer a mi antojo"... "que con otro amante que tuvo se les rompió el condón y no estaba dispuesta a volver a pasar por aquello"

Lo segundo me sucedió dos veces. La primera fue impresionante porque pasamos una noche entera follando (de hecho fue idea suya, me llamó exprésamente para eso) pero solo le faltó ponerse un bozal... el par de veces que instintivamente busqué su boca me esquivó con felina astucia.
No fue algo con lo que me sintiera especialmente cómodo pero obtuve cierta mezquina "venganza" al observar como ella fue incapaz de disfrutar la mayoría de los polvos por estar tan tensa y alerta para evitar ser besada.

Cuánto daño hizo "Pretty Woman" a toda una generación...



La otra chica lo había dejado recientemente con su pareja y apenas me dejó besarla una vez en la boca. Ahora que lo pienso aquel "robo" fue toda una hazaña por mi parte ya que no se me permitió repitirlo. A la chica en cuestión le sirvió para encenderse y decidir llevarme a su casa, pero insistió en que una vez allí no la besara más en la boca ni le acariciara las tetas.

Me soltó un rollo larguísimo acerca de lo mal que estaba llevando su separación, lo mucho que echaba de menos a su chico y las ganas que tenía de volver con él... eso según ella justificaba su falta de ganas de besar a nadie en la boca de manera tan íntima. Lo de las tetas era porque según ella eran muy feas, no le gustaban, etc.
Bajo mi modesta opinión en ambas cosas estaba equivocada.

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Y es que hay chicas que para lo que es el caso da igual que tengan pareja o que lo hayan dejado hace poco... que sigan enamoradas de su ex o le odien a muerte... sus reacciones en la intimidad a pesar de estar libres de compromiso pueden llegar a equipararse con aquellas propias de las adúlteras poco convencidas.

Alguna vez en medio de algún rollo se me han puesto a (literalmente) llorar por cualquiera de esos cuatro motivos.
Sí, súbitamente y a moco tendido... creedme, no hay nada más ridículo que tener que consolar emocionalmente a alguien (o dar palmaditas en la espalda) llevando una erección a cuestas.
Semejante rigidez es como la bomba atómica (pura kryptonita) para cualquier tipo de empatía...

Una de las lloronas arrepentidas una vez, durante su "monólogo redentor" me mostró (entre lágrimas) el móvil con una foto de su hija pequeña... estiró el brazo poniéndome casi la pantalla en la cara, como esas madres de víctimas que desafían a asesinos a la salida de un juzgado.
En aquella ocasión se invirtió la estadística y quien salió corriendo fui yo.
Me temo que lo peor en las relaciones no es ser infiel, sino ser gilipollas.


martes, 19 de agosto de 2014

MALA MEMORIA - ¡FANTOMAS VUELVE!

Hace años viví una experiencia algo destroyer narrada en este blog.

RESUMIENDO:
Quedé con una chica (A) que vino acompañada de una amiga (B). Mi plan era irme con ella pero se puso algo chula, dijo que ese día no quería nada conmigo y que además no pensaba dejar a su amiga sola... se fue un momento al servicio e hice una "entrada express" a la amiga, la cual no tuvo tantos escrúpulos: cuando la otra regresó del WC nos pilló besándonos.
"A" se fue cabreada sin decir nada, a "B" no pareció importarle demasiado y seguimos un rato ahi en el bar, luego en la calle... pero finalmente creo que leyó algún mensaje amenazante en el móvil y salió por patas.

Al día siguiente "A" me puso a parir en el messenger pero no sé cómo acabé convenciéndola para que viniera a mi casa. Después de follar tuve los santos cojones de pedirle (medio en serio medio en broma) el número de teléfono de "B" y ella (sorprendentemente) me lo dió.
Al día siguiente quedé con "B" y fue una cita tan absurda como escatológica.

Todo esto fue narrado al detalle en las siguientes dos entradas: 1ª parte2ª parte

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Años después estaba sentado tranquilamente en mi cuarto y vi que "B" asomaba por el messenger. No habíamos hablado en todo ese tiempo, de hecho la única vez que nos habíamos cruzado fue en un bar que ella estaba sentada con su chico y al verme agachó (descaradamente) la cabeza.



Me animé a saludar:
- Hola, ¿qué tal?
- Hola bien y tú?
- Bien, ¿andas por la ciudad?
- Sí aquÍ estoy
- Hace mucho que no coincidimos: ¿cómo te va, tienes pareja?
- NO.
- Podríamos quedar entonces algún día si quieres.
- Vale, ok.
- ¿Esta tarde estás libre?
- Sí.
- Pues dime qué hora te va bien, la otra vez quedamos en el parque junto a la gasolinera...
- Dentro de una hora, vale, en la gasolinera.
- ¡Hasta entonces! (icono sonriente)
- chao (icono de un beso)

Aluciné, "pues sí que la he pillado con ganas"... eso sí, seguía sin tener ni la más puñetera idea de cómo se llamaba.

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Camino de la gasolinera recordé que la otra vez apareció bastante tarde y vestida con algo parecido a un chandal.
Por suerte no se repitió la jugada, apenas llegó cinco minutos tarde y (para mi sorpesa) iba de punta en blanco. Sujetaba el móvil con la mano, iba tecleando.

Cuando me acerqué a ella para saludar su reacción fue apoteósica... me recordó a esos momentos en las pelis de Tarantino que héroe y villano se reencuentran y la banda sonora golpea con un sonido estridente.
Era la asesina negra de "Kill Bill" abriendo la puerta a Uma Thurman en la escena inicial...


Era Shoshanna sentada en la mesa del restaurante de "Malditos Bastardos" viendo que entra el coronel de las SS que masacró a su familia...



Esas músicas, esas alarmas, debieron retumbar en la cabeza de "B" según me acercaba para saludarla con dos besos... abrió los ojos al máximo.
"Hola, mmm, que me tengo que ir", dice de repente.

Me doy perfecta cuenta de que "B" no sabía con quién había quedado y nada más verme le han venido todos los antecedentes de golpe... "¿No vamos a tomar algo?", pregunto con sonrisa maliciosa.
"No hijo no puedo, es que mi primo se ha puesto malo, que me lo acaba de decir mi madre...", masculla nerviosa.
"Vaya, qué inoportuno... espero que no sea nada grave -finjo fastidio- ¿Otro día entonces?"
"Sí, sí...", dice mientras ya avanza lentamente hacia su calle.
"Cuándo", pregunto todo lo serio que puedo, mirada Nicholson Resplandor incluida.

"Mmm, uff, ya te escribo yo ¿vale? Hasta luego majo...", y se va. Cinco pasos después se gira para ver si sigo ahí, vuelve la cabeza, pisa mal con uno de los tacones y casi pierde el equilibrio, se tambalea.

"Ya decía yo que esto no era muy normal", fui pensando, de vuelta a casa.