Hace
casi once años quedé para salir un sábado noche con mis dos amigos
habituales de la época. La novia de uno de ellos apareció un par de
horas después con sus tres mejores amigas y nos las presentaron.
Una de ellas, Adela, me gustó al instante. Era guapísima y bastante bromista, pareció seguirme el juego de todas las coñas que solté y para mi sorpresa no hizo caso de mi otro amigo "soltero" (más guapo siempre según todas) quedándose conmigo todo el tiempo.
El finde siguiente estábamos de nuevo los chicos solos y empecé a recibir unos misteriosos sms de un número desconocido, todo el improvisado chat derivó en otro encuentro con las chicas a última hora para tomar unos chupitos... y sí, el móvil desconocido pertenecía a Adela.
El final de la noche fue un desmadre: todo el mundo estaba borrachísimo, saliendo del servicio Adela me agarró del brazo, le canté en plan juguetón la estrofa de la canción de Dandy Warhols que estaba sonando en el bar, me abrazó en la esquina y nos besamos.
No fui sensato, en vez de asumir su reacción sin más y aceptar la derrota no dejé de echar leña al fuego de mis expectativas; era la chica más guapa con la que había estado hasta entonces y pensé (penosamente) que si una vez se lió conmigo podría volver a suceder... que tan solo debería "estar allí" para cuando bajase la guardia.
Nada más lejos de la realidad.
Solo al quinto mes de "acoso" una de sus amigas (la más noble quizás... o envidiosa, nunca estaré seguro del todo) se me acercó en un bar y me advirtió de lo inútil de mi comportamiento. "No sigas por ahí, ella disfruta sabiéndote detrás de ella pero es mala, no quiere nada de nada contigo... además está liada con un compañero de trabajo en Madrid..."
A esas alturas de la película me daba igual todo, en contra de lo que sus amigas pensaban yo no estaba enamorado sino más bien obsesionado, cegado con la idea de volver a liarme con ella, verla ceder... que estuviera con otro me daba lo mismo, mi carencia de orgullo y autoestima era total.
Años oscuros aquellos...
- - - - - - - - - -
Por suerte llegó el verano e hice un par de viajecitos que me vinieron bien para desfogarme, en todos los sentidos.
A la vuelta decidí tomarme el asunto de Adela con calma pero como buena diva fue ella la que de repente dio señales de vida (llamándome) extrañándose por mi ausencia... una palabra suya bastó para liarme.
Sin embargo el desenlace fue de lo más insospechado. Durante las fiestas de mi ciudad, el día grande, Adela apareció con una amiga suya de fuera que se quedaba a pasar la noche en su casa... su amiga se medio lió con uno de mis colegas y de repente Adela se me arrimó bastante, puso los mismos ojitos que aquel primer día, volvía a reirse con todo lo que yo decía... erase and rewind.
El momento cumbre fue un rato que salí a la calle y me senté en un portal a fumar un cigarrillo, Adela salió un minuto después y se sentó a mi lado. Yo iba colocadísimo y me la quedé mirando mientras ella apoyaba su cabeza en mi hombro y me agarraba el brazo y la mano... mi clarividencia fue sorprendente. Adela se había quedado sola porque su amiga se había "perdido" con mi colega y por ese motivo recurría a mi, solo por eso, es su perversa naturaleza.
Si yo le gustara mínimamente habría dado alguna muestra de ello en los nueve meses anteriores... ¿debería besarla y pasar jodido otro año de pajas mentales?
Su
cara cuando me levanté fue un poema. Encendí otro cigarrillo sin pensar,
mi pedo era de lo más elocuente, me puse en cuclillas frente a ella y
le conté el chiste del hombre que va al médico y se pone a mover la mano
de arriba a abajo, compulsivamente... "doctor, cuando hago esto me
duele", dijo, y el médico contestó: "pues entonces no lo haga".
De repente apareció su amiga, sola. Dijo algo poco amable sobre mi colega y se fueron las dos a otra parte, sin despedirse siquiera.
Tres semanas después Adela se compró un coche, me escribió por si me apetecía verlo y de paso me llevaría a algún lado a tomar café.
Acepté, necesitaba convencerme de la curación total.
Fuimos a un bar del extrarradio y la "cita" fue deliberadamente anodina, me limité a escuchar... y se le escapó que en su oficina en Madrid la gente pensaba que estaba liada con un compañero y eso estaba creando cierto mal ambiente, por supuesto me negó categóricamente que aquello fuera cierto.
Después del café me dejó en casa y ya está, prueba superada.
Esa noche se me acercó el amigo cuya novia nos presentó a esas chicas y me dijo en tono confidente: "sé que esta tarde has quedado con Adela, ten cuidado con lo que haces porque esa chica no es trigo limpio. Avisado quedas"
Aquella fue la última vez que la vi... curiosamente, sin verla.
- - - - - - - - - -
Hace tres semanas yo iba con unos amigos por la calle de noche y pasamos delante de un grupo encabezado por una chica que empezó a mirarme con gesto cómplice, como si me conociera.
El siguiente
minuto de conversación fue de lo más surrealista ya que ella me hablaba y
hablaba y yo seguía sin saber quién era... la observaba con atención,
era demasiado guapa para haberme olvidado de ella... ¿o tanto habría
cambiado estos años? ¿Un patito feo convertido en cisne?
Pero
de repente soltó una de sus risitas tras uno de mis comentarios...
nuevamente las sirenas de "Kill Bill" anunciando el flashback, ¡era
Adela!
Instintivamente di un paso hacia atrás, creo que
incluso me cambió el semblante. Lo más curioso de todo es que NO HABÍA
CAMBIADO FÍSICAMENTE, y estando "igual"... no la había reconocido.
Eso sí, casi once años después seguía representando el mismo papel: "he estado trabajando en Amsterdaaammm, en Loondresss y ya he vuelto por una temporada, ¿sabes??"
Eso sí, casi once años después seguía representando el mismo papel: "he estado trabajando en Amsterdaaammm, en Loondresss y ya he vuelto por una temporada, ¿sabes??"
Ella, ella y solo ella... no me preguntó nada, qué tal me iba, por dónde andaba, qué había sido de mi vida... NADA.
Soltó su discurso presidencial y regresó a su grupo.
"Me alegro de verte, que te vaya bien", me despedí. "Igualmente", dijo. Dos besos.
- - - - - - - - - -
- - - - - - - - - -
La siguiente media hora la pasé un poco rayado. No por haber vuelto a ver a Adela (ni fu ni fa) sino por el hecho de haber sido incapaz de recordarla.
Si media hora antes me hubieran pedido que
hiciera un top-ten de las chicas que más me han impactado a lo largo de
mi vida quizás ella habría figurado en los primeros puestos... pero luego voy,
me cruzo con ella por la calle, y ni me entero.
Qué frágil es todo, la pasión, los recuerdos... lo primero que pensé fue que en estos casi once años he bebido demasiada cerveza y he conocido a demasiadas chicas como para conservar mínimamente fresca la memoria de Adela, pero acto seguido repasé de arriba a abajo al par que más me han marcado y con ellas no cabría duda posible, las reconocería entre una multitud.
Prefiero pensar en el maravilloso mecanismo de defensa que diseña nuestra memoria borrando ciertas experiencias, ciertas caras tan hermosas como hostiles... y ciertos sinsabores.