La bandera está formada por ocho cintas rojas que conmemoran cada una de ellas una
victoria de Viriato sobre el ejército romano. Posteriormente se le añadió una verde, en-
tregada por los Reyes Católicos en agradecimiento por la ayuda que los zamoranos pres-
taron en la batalla de Peleagonzalo (1476) contra Juana "La Beltraneja" y que asentó a
los Reyes Católicos definitivamente en el trono.
Regresaba a casa tras tomar un café en “La Baraka”. Durante mis horas tontas en Zamora, aprovecho para leer alguno de los periódicos que tienen para la clientela. Están prácticamente todos: La Opinión, El Adelantado, El Norte de Castilla, El Mundo, El País, La Razón, ABC, Marca, As… Empezaba a atardecer, el último atardecer antes del cambio de hora, cuando a la altura de la iglesia de San Torcuato miré hacía el campanario debido al ruido que producen las cigüeñas “machacando el ajo” (así se conoce en Zamora el crotoreo o claqueteo que realizan las cigüeñas cuando abren y cierran el pico de manera enérgica y rápida). En el cielo, docenas de ellas regresaban de algún humedal cercano a sus hogares de altura. Debido a los suaves inviernos de las últimas temporadas, estas aves que viven unos veinte años, ya no emigran hacía el sur, permanecen en los campanarios de la ciudad, y cuando llegan los días de hielo y nieve, soportan estoicamente, a modo de talla escultórica, las frías temperaturas bajo cero. Cuando las contemplo allá arriba me compadezco de ellas.
Pasado el semáforo que atraviesa la Plaza de Alemania me crucé con varios chicos y chicas de la Banda de Música que no tendrían más de dieciséis años. La estampa se me antojó provinciana. Llegando a mi casa, próxima a la plaza de toros, comprobé que había corrida. ¿En un día tan frío y lluvioso? Obviamente, los músicos, venían de tocar en el coso.
La vida en Zamora discurre monótonamente, todos los días son similares pero a mí me gustan las mañanas de los domingos. Todas las campanas de las iglesias (en Zamora hay 23) tocan a la vez, produciendo un ruido infernal que se oye por toda la ciudad. Cuando levanta el sol, doy un paseo hasta la catedral y disfrutó con las vistas hacía el Duero. Curiosamente, a Zamora se la conoce como la ciudad de las iglesias y las cigüeñas. Su primera denominación fue romana, siendo citada en el Itinerario de Antonino con el nombre Ocellum Duri (Los Ojos del Duero), del que, por una especie de acrónimo (ce-m-uri), resultaría el nombre actual.
Me gusta perderme por sus callejuelas, me gusta disfrutar de su buenos vinos y su gastronomía… De Zamora me gusta todo, hasta la bandera.