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martes, 13 de abril de 2021

Dibujos en cuaderno abril 2021


   Con estos enclaustramientos y retiros, ya en el segundo año de la Peste, los cuadernos estaban bastante abandonados, porque se suelen llenar con los dibujos de viajes y salidas, ahora escasas. Aprovechando que va haciendo buen tiempo y para no dejar pasar la primavera de largo, salimos tres días seguidos a pueblos y lugares cercanos de Albacete, Cuenca y Ciudad Real: Villanueva de los Infantes, Sisante, Pozoamargo, Lagunas de Ruidera, Villalgordo del Júcar y otros parajes de la ruta.

    A Villanueva de los Infantes ya hemos ido muchísimas veces, y siempre merece la pena. En esta ocasión, esa plaza hermosísima estaba vacía. La hemos visto llena de gente, aunque ya hace muchos años que sin el ruido visual de los coches aparcados, afortunadamente, también ocupada por pintores con los caballetes desplegados para sus pinturas rápidas, con japoneses con sus cámaras y con paseantes o descansantes en las terrazas de los bares y restaurantes. Ahora las mesas y sombrillas de las terrazas se extienden y desparraman por la plaza, con poca gente para ocuparlas, que esos son los tiempos. Como siempre, aprovechamos para comprar queso y alguna botella de vino blanco, que es tierra de eso. Comemos (asadillo de pimientos y duelos y quebrantos, que tampoco hay que ser original) en una plaza con una fuente y una portada de las muchas que hay en Infantes. Muchos comercios, bares y garajes con escudo nobiliario en la fachada.
    Hacemosa un dibujo mientras nos traen la comida y otro más moroso en la plaza, tomando café. Copa no, que hay que conducir.
   La vuelta por las Lagunas de Ruidera, que están bien de agua, rebosantes, con caídas de agua de una a otra en su recorrido por Albacete y Ciudad Real, que las llevamos a medias. Muchas fotos y algún dibujo a lápiz en el cuaderno. Por cierto, este cuaderno de Paper Blanks se va terminando. Como llevo tantos en rueda, pocos acabados, veo que en él hay dibujos de los últimos siete años. AL pasar las hojas para llegar a las que quedan por llenar, vamos viendo desde el parque de la esquina de mi casa, Alicante, Frankfurt, Cohen, Colonia, varios encuentros de Elche, algunas visitas al Cisne, ese sitio de anticuarios, rastro, mercadillo y restaurantes entre Benidorm y Alfás del Pí, y otros muchos sitios. Ahora da gusto verlos y recordar, que para eso se hacen.

   Los dos días siguientes vamos a Sisante por la tarde. Poco más de media hora de viaje, pues está más cerca de Albacete que de Cuenca. Nos traemos miel y otro poco vino de Pozoamargo, vemos los almendros viejos y poderosos, llenos de hojas y frutos, y los olivos quemados, muertos, helados por las nevadas de la Filomena. Y los vamos viendo así, marrones, resecos, desde ayer, en algunas zonas de Ciudad Real y de Albacete, cerca de la Roda. Una pena.


Es Sisante un pueblo tranquilo, no sé si porque llegamos a la hora del café. Muchas fachadas interesantes, iglesias, conventos, la plaza del ayuntamiento, todo cuidado y en orden de revista. Algunos edificios antañones, algo destartalados, contrastan con el cuidado de todo lo demás. Abandonados por sus dueños que seguramente no vivirán aquí. Preguntamos. Eso fue cárfcel en la guerra, noi se ha usaso mucho desde entonces. Como da el sol en su puerta, mesas y sillas del bar de enfrente se han mudado allí para el café y la tertulia. Si uno afina la oreja pasa un buen rato escuchando comentar la actualidad política con una sabiduría, una retranca y una lejanía  que hace cordiales los desacuerdos. Mucho que aprender tendrían muchos, empezando por los tertulianos de los medios. Si retransmitieran una de estas charletas entre amigos de toda la vida, de ideas políticas opuestas que confrontan con ironía y puyas amables, aumentarían las audiencias. ¿De qué te quejas, que te han pagado la máquina del oxígeno? Y a tí buenas ayudas por quitar o poner viñas. Yo lo que digo es que van a provocar. Vaya, hombre, a ver si unos y otros no van a poder ir a dar mítines a donde quieran, faltaría más. Escuchamos, tomamos otro cortado y dibujamos la fachada y el debate.
    Las podas de los árboles, les hacen cabezones en las ramas principales, y de esos engrosamientos salen multitud de ramas que ya están llenas de hojas, soltando semillas para cabreo del dueño del bar que no para de quitarlas de las mesas y barrerlas del suelo. Tendrían que poner árboles de plástico, más limpios y educados.


Desde allí vamos a Villalgordo del Júcar, al puente, un paraje muiy hermoso, a ver pasar el agua que ahora lleva bastante y a los patos y otras aves nadar, meter la cabeza para merendar y limpiarse el plumaje retorciendo los cuellos. Muy entretenido verlos. De paso los dibujamos.

martes, 8 de octubre de 2019

VI Encuentro de "Ladrones de Cuadernos" en El Escorial

    Organizado por Ana Grasset, nos dimos cita en El Escorial un grupo numeroso de cuadernistas, muchos ya habituales en encuentros previos, lo que suma a la belleza del lugar el placer de los reencuentros con buenos amigos. Seguramente eso es lo esencial de estos akelarres pictóricos, en los que no falta la tertulia, la gastronomía, el aprendizaje ni el afecto, cosa evidente en algunas de las fotos. ¡Cómo no te voy a querer, Joshemari!
    Como este grupo de Ladrones de Cuadernos, al que se le unen muchos amigos de Cuadernos Viajeros de Elche y de otros grupos de dibujantes en cuaderno y acuarelistas, está formado por gentes variopintas y valdemoras de muchos lugares de España, es normal que no todos puedan acudir, como a mí me pasó en el de Huesca, único al que no pude asistir. Y bien que lo sentí. Pero sí estuve en los de Cuenca, Tarazona-Veruela, Elche y Sigüenza. Esperemos el siguiente, aunque aún no se ponen de acuerdo los científicos acerca del lugar más conveniente. Si no ocurre nada, en Elche, como todos los años, nos volveremos a ver. ¡Calamares, temblad!
   Conseguí terminar otro cuaderno, cosa rara, pues muchos tengo a medio, con un dibujo o con dos, de todos los colores y tamaños, que más me gusta comprarlos que tiempo tengo para llenarlos. Dibujos con tintas, estilográficas y pincel de agua, a veces acuarelados, y otros con lápices o rotuladores sobre cuaderno Canson de papel negro oscuro.
   Aunque hay demasiadas cosas y lugares para ver, es imposible en tan poco tiempo visitar tanta maravilla. Una que no quería dejar de disfrutar era la biblioteca del monasterio, acercar las narices a dos dedos de las Cantigas de Alfonso X el Sabio, el Libro del Ajedrez y el de la Montería, entre los miles de joyas que allí se atesoran. Una gozada. Me dio tiempo a hacer dos dibujos de esa hermosísima biblioteca, uno de ellos sentado en el sillón cedido por una amable funcionaria de los servicios de vigilancia de la sala. Además se tomó la molestia de ir a buscar el sello en seco del bibliotecario, para imponerlo en las hojas de mi cuaderno. Un lujo y una comodidad que agradezco desde aquí, pues es la amabilidad un bien escaso que nunca hay que dejar de resaltar. Mucho tienen que aprender otros vigilantes de palacios, castillos y fortalezas que creen estar defendiendo de atacantes hostiles en lugar de limitarse a hacer agradable la visita de turistas y estudiosos, sin renunciar a la seguridad y al respeto a las normas del establecimiento, que una cosa no quita la otra. No se me olvida un vigilante de un elevado castillo de la costa levantina que me trató como si fuera un corsario de Túnez en el siglo XVI. Un bárbaro este señor, haciendo juego con el nombre de la fortaleza.

El hotel estaba justo enfrente del Monasterio y desde su balcón se veía hermoso por la mañana temprano o ya de noche, al retirarnos a nuestras habitaciones que dirían los primeros nobles habitantes de estas casonas antañonas y palacetes que ahora se alquilan al vulgo. 

    Con estilográfica y pincel de agua mojado en el tajo, dibujo a don Crispín, la estatua del personaje de don Jacinto Benavente a cuya espalda nos refugiamos de un aguacero imprevisto, acogidos en un café atendido por un profesional no menos amable que la bibliotecaria, que llevó sus mimos hasta el nivel inaudito de ir a comprar otra botella de pacharán cuando la peña había dado fin a las existencias. No está mal contarlo pues no es norma general, que hubo quien nos dio veinte minutos, ni uno más ni uno menos, para tomarnos una copa en otro garito, justo hasta las doce, como a Cenicienta. Nadie perdió el zapato de cristal pero pudo atragantarse con el gintonic. Al comer en esa otra hermosa plaza al día siguiente, reconociendo al de las prisas, buscamos otro lugar con menos urgencias, que el cliente, como el dinero, vota con los pies.


   Ana Grasset, para cuya afectuosa amabilidad no hay palabras, nos llevó en su coche a visitar las casitas del príncipe Carlos y del Infante don Julián, en las cercanías del monasterio, lejanías para mí, dado el penoso estado de mi esqueleto, ese antepasado que llevamos dentro en palabras de Umbral.  Me ha salido respondón ese pariente interno que debía sostenerme él a mí, que no yo a él, como es el caso. Allí hay otra clase de monumentos que no me gustan menos que los de piedra. Sequoias y cedros del Líbano, ya creciditos, que no tuvimos más remedio que llevarnos dibujados en los cuadernos. Sabían vivir estos señores de la corte, la verdad sea dicha. Habría mucho que hablar acerca del origen de tal solvencia, del derroche real y eclesiástico que contrastaba de forma infame con una mayoría de súbditos, de los cuales muchos malvivían cerca de este lujo. Como hoy no toca hablar de ese espinoso tema, nos quedamos con que, al menos, no se lo gastaron todo en guerras dinásticas, banquetes y joyas, dejando una infinidad de edificios, cuadros, estatuas y jardines que hoy podemos disfrutar todos. Otros reyes y  dirigentes no coronados ni mitrados, de variado pelaje, no dejaron ni eso. La Historia no es un libro de contabilidad, y de otros grandes imperios no queda ni con qué encender.
   El caso es que dibujamos algunos árboles hermosos, aunque antes de empezar a hacerlo ya sabíamos que era imposible trasladar al formato y tamaño de un cuaderno, ni de un lienzo más sobrado, la majestuosidad de estos ejemplares. Por su tamaño y por su estado se ve que se encuentran a gusto en estas tierras. Nosotros también. Volveremos.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Dibujos con pluma o rotulador. Febrero 2019


   En esta entrada aparecen algunos dibujos de árboles realizados con pluma estilográfica, rotulador calibrado o bolígrafo. En el primero de ellos, una rama de encina, se recurre al tradicional sistema de hacer tramas de líneas entrecruzadas para conseguir volumen por niveles de gris. Se procura que parte de estas líneas vayan modelando la curvatura del árbol, su rugosidad y la dirección de las estrías que produce el crecimiento en su corteza. Esas líneas van sugiriendo la textura y la forma de cada rama. Se trata de seguir el esquema de crecimiento del árbol, el punto en que nacen nuevas ramas, su curvatura, intentando resaltar por escorzo la zona cercana y la lejanía. Las jojas de las encinas son diferentes en la parte superior que las más bajas, pues estas últimas se curvan y hacen más ásperas, pinchan, evitando que sea más difícil que los animales las coman.
   El dibujo anterior, un madroño viejo, que ha sido podado varias veces, siguiendo el mismo sistema que en el dibujo anterior. Las hojas se han dibujado siguiendo un cierto patrón, detalléndolas más que en algunos otros dibujos en los que solamente se sugieren.
   Este olivo, sobre un papel cuadriculado, se hace con pluma estilográfica. Había estado cargada con tinta azul pero se ha recargado con un cartucho marrón, de forma que el color va cambiando del azul a este tono azul oscuro, agrisado. Las ramas se dibujan con líneas más o menos paralelas siguiendo la dirección de crecimiento. Se añaden otras para intensificar las sombras, intentando modelar la curvatura de las ramas y del tronco. Se dibujan hojas y aceitunas sin intentar llenarlo todo de ellas, incluso tramando algunas zonas más espesas y oscuras.
   Mismo papel y misma tinta para el dibujo anterior y el siguiente. Un macetero con pensamientos con un colgador de macramé. Lo he dibujado muchas veces, como acuarela o dibujo de línea. Cada una de esas cosas existe por separado, el colgador, los pensamientos y una maceta de cerámica similar, aunque es en el dibujo donde se juntan. La estilográfica es una antigua Inoxcrom que había afilado con piedra de Arkansas. Por presión las líneas aumentan su grosor e intensidad, aunque mucho menos que una plumilla flexible. De todas formas consigue esta pluma hacer líneas de diferentes grosores, lo que da color y vida al dibujo. Las ramas abocetadas del dibujo siguiente, dibujo de líneas, se refuerzan con unos trazos de pincel de agua mojando en el mismo tajo, aplicados de forma rápida para que manche de forma irregular dando textura.
   Un dibujo más elaborado, también con estilográfica, de esos que se hacen mientras uno escucha las noticias o música, insistiendo con las rayotas para ressaltar las zonas de sombra. la tinta marrón se extiende con pincel de agua y luego se intensifican con nuevos trazos con la pluma y con otra cargada con marrón más oscuro.

martes, 5 de diciembre de 2017

ALTEA

   Huyendo de los fríos de Albacete, que se han echado de una, nos vamos para la costa, un recorrido por esa zona de Alicante tan familiar y tan hermosa. Pasando por Alcoy, de Campello a Calpe, con base esta vez en Altea. Muchos dibujos en un cuaderno Art Book de Canson, de 18 x 25, con estilográfica, bic negro o lápiz, acuarelados después si no da tiempo en su sitio, que a veces si da.
   El primero es la iglesia ortodoxa que hay en la zona de Altea Hills. La había visto aparecer en una curva siempre que pasábamos por allí  yendo hacia Calpe. Parece de un cuento de hadas, con las cúpulas como cebollas doradas reluciendo al sol, que es lo primero que sobresale entre los árboles de esas montañas costeras. Esta vez ha tocado por fin dedicarle un dibujo.
   El segundo dibujo es una especie de mapa del trayecto, una vista desde esas montañas llenas de casitas, el mar al fondo y el cielo vestido con nubes y en una ocasión hasta luciendo un arcoiris. No se puede pedir más. El anochecer cuando hay nubes es una pintura, uno de esos cielos que cuando se llevan a un cuadro parecen una exageración de la mano del pintor. Cuando amanece no puedo nunca dejar de recordar a los griegos que bautizaron Hemerospopeion a esta zona cercana a Denia, Ἡμεροσκόπειον, "la que mira a la mañana", primer lugar por donde amanece en la península. En griego todo suena a poesía.

    Las montañas de la costa están cubiertas de casitas, salvo Benidorm, criadero de turistas en altura. Visto desde aquí, desde lo alto y a distancia, se dibuja el skyline de rascacielos en la misma costa, seguramente más plazas hoteleras que en toda Grecia, ciudad con nombre de regusto árabe hoy llena de bares, hoteles, cafés, restaurantes y tiendas, siempre invadidas por guiris saliendo de los supermercados con carros llenos de botellas o sentados a pleno sol como lagartos, patidifusos, las piernas extendidas, dispersas, caras color langosta cocida, vaso en mano y con un relajo cercano a la catalepsia. Sólo resurten sobresaltados cuando recuerdan o les mientan a Cameron, a Farage o a May, a los del tiro en el propio pie del brexit, y se les conoce porque les cambia la cara, maldicen y se dan otro trago, pensando pedir la nacionalidad española, esa a la que los alucinados pares locales de los próceres mentados quieren renunciar. También hay muchos rusos y nórdicos, cosa que se nota en los carteles de comercios e inmobiliarias. Incluso hay españoles, pero menos.
   Dibujo en una calle de Benidorm, hecho dentro del coche, esperando a que abrieran la churrería para tomar un chocolate con churros. Extraño horario de churrería, evitando madrugones y asorratos. Un sindiós.
   En Calpe, a comer en el puerto, como es costumbre. Una fritura de pescado y un arroz caldoso con bogavante por poco más de lo que en otros sitios te cobran por un plato combinado o un par de bocadillos de anchoas. Ventajas de esa competencia feroz que lleva a perseguir a los paseantes ofreciendo vasos de sangría y un calamarcillo intentando arrastrar  a los turistas hasta su local. Aunque uno vaya a tiro hecho conviene dejarse querer, porque llegan a hacer ofertas de mariscadas a los indecisos a precios asombrosos. Y el pescado de la zona es de los mejores del mundo.
    Otro día, entre entre Alfaz del Pi y Benidorm, el Cisne, lugar del que ya hemos hablado y dibujado en otras ocasiones. Música, babel de guiris, unos en camiseta, otros como para ir a Alaska, antigüedades y cosas viejas, mercadillo, zoco y rastro, comidas y bebidas, mil recovecos llenos de objetos y plantas, en gran parte techado, de obra o zonas cubiertas por lonas o madera que parece sujetarse en los troncos de palmeras y otros árboles de cuando aquello era la huerta de una finca con su casona con torreón. Músicos curtidos en las verbenas y hoteles intepretando con solvencia música internacional para que se desgarabiten los guiris, algunos en poder de las uvas, de trapillo o vestidos para una cena en Versalles, en un ambiente siempre agradable y a veces sorprendente.
   Estamos allí tres o cuatro horas que dan para visitar el mercadillo, algunos puestos del rastro, tres libros a un euro (si eliges solo dos tienes que discutir porque insisten en que son tres, lo que sirve para practicar el inglés), a veces cuadernos artesanos surtidos para todos los gustos y bolsillos. Como no hay que obviar la hidratación, que hasta en diciembre hace sol, se aprovecha el tiempo dibujando el percal, siempre sugerente. Comemos, tomamos café, dibujamos algunos rincones y nos vamos. Volveremos.

sábado, 16 de septiembre de 2017

LOS TRASGOS


Desde donde mejor se le ve es desde la barra, el lugar más importante en un concierto. También desde el escenario, que no es cosa menor, mirando a la derecha, a la avenida de los Toreros, donde la noria. Son los dos sitios que más he frecuentado en la Caseta de los Jardinillos desde hace muchos años. Al principio no se veía, plantón fuera del recinto, pero, atraído por la música y queriendo también él asomarse al tablao, se fue estirando hasta convertirse en un árbol talludo, hermoso, un pino canónico cuya copa va tomando en las noches de feria los colores de los focos que le rebotan reflejados en los músicos de La Caseta. Mucho y bueno ha escuchado ese pino copudo, que creció para poder asomarse a la valla y ver, conforme iban haciéndose viejos él y los artistas, a Sara Montiel y a Rocío Jurado, a Julio Iglesias y a Massiel, a Rocío Dúrcal a Raphael o a Los Panchos, a los Brincos o a Ketama, a la banda municipal o a los Singuel, y a tantos y tantos que llevamos pisando ese escenario desde hace medio siglo. El próximo 17 allí estará asomado, cerrando la feria y disfrutando del violín y de los saltos de Malikian, como el pasado 14 no faltó a la actuación de Los Trasgos en ese mismo lugar. 

Aunque la otra noche, siguiendo mis costumbres, salté menos que Malikian, he tocado allí muchas más veces que él, aunque peor; más de las que puedo recordar, y siempre que me subo al escenario le echo una mirada a ese pino, tal vez el más bonito de Albacete que, aunque se ha hecho más alto que yo, debe de tener más o menos mis eneros, mis septiembres y mis ferias. No sé si él se fija en mí, que esta noche le daba la espalda aún herida, pero yo sabía que mi pino no se cantea de su sitio, que no se pierde una nota; que los fotones del sol lo alimentan por el día y que al salir la luna sobre el pincho de la feria se nutre de luces de colores y de notas musicales, partículas nada elementales que llevadas por el jazz o por el mambo trasmiten otras energías. Corpúsculos que envuelven bailes y transportan emociones, recuerdos y nostalgias, sonrisas y promesas, siempre de forma placentera y cambiante. El árbol se abona con el cariño que siempre acompaña a la música que, como todo lo mejor de la vida, sólo nace por el amor a alguien o a algo, sea persona o animal, lugar, planta o canción. Por eso luce tan hermoso.

Salimos al escenario cargados de botellas de agua para aclarar el galillo, que el whisky se deja para enturbiarlo después. También de nuestras mejores guitarras, que la ocasión lo merece y, en un tiempo que se nos hizo corto, con el buen sonido de Piti y su profesional equipo, arropados por casi dos mil personas, aforo completo en esa noche de feria, fuimos desgranando algunas de las canciones de nuestra juventud. Los Beatles, Ray Charles, Celentano, Los Shadows, Los Brincos, Lone Star, Blue Diamonds, Los Bravos, Nicola di Bari, The Animals, Spencer Davis Group o Canned Heat. En hora y media no se pudo hacer más y muchos temas quedaron en el tintero, pero fue suficiente. 

En realidad eran las mismas canciones que hace muchos años y en diferentes grupos interpretábamos, no peor que hoy, aunque sin ese maravilloso sonido e iluminados por dos peras, en bolos, verbenas y fiestas mayores y que el público, en parte los mismos entonces que ahora, arropan hoy con nostalgia y se dejan las manos aplaudiendo lo que entonces algunos tenían en menos y no seguían con tanta atención, entregados a otras urgencias y baremos.

Porque ayer, en ese familiar escenario de la Caseta de los Jardinillos, no sólo estaban los Trasgos. Este grupo ya mítico en Albacete tocaba anteanoche en nombre de todos, en nombre de una época, la de los comienzos en esta plaza de una movida musical que entonces, más que atrevida, fue temeraria. Estábamos físicamente en esa tarima miembros que somos o fuimos de Los Trasgos, Altozano, Cristal, Los Singuel, Fácil de Recordar, Almenara, Octavio Cuarteto, Creegles, Flash Back, entre otros que no recuerdo. Mucha historia había allí encaramada, orgullosos pero sin más humos que los que en, aras del espectáculo, nos iban sulfatando, dejándonos inmunes al gorgojo de la patata, la filoxera, el picudo de la palmera y la Xylella fastidiosa del olivo, fatal para las aceitunas de Adrián. En la pista estaban los que faltan, muchos miembros de grupos de entonces y de ahora, seguro que sintiéndose cómplices y partícipes de lo que ocurría en un escenario en que ellos también tenían derecho a estar en ese momento. Y os puedo asegurar que estaban, porque algo de trasgos hay en casi todos los músicos de Albacete, aunque algunos no hayan caído en ello, que hay luces rebotadas que uno no sabe bien de dónde vienen. Allí vi a muchos veteranos músicos a tiempo parcial en la denostada verbena, la de los bailes, al borde del abismo musical al que muchos caíamos cuando tropezábamos con un bolero, en opinión de algunos. No digamos chocar con un pasodoble, traspiés que te arrojaba derecho a los infiernos, lejos del paraíso de la corrección y pureza de la música moderna. Pero había que pagar las buenas guitarras y amplis, incluso comer y echarle gasoil a la furgoneta. Cuando ya alcanzamos algo de uso de razón los tocábamos por placer, no por hacer caja. 

Hicimos nuestro trabajo anteayer, creo que dignamente, más teniendo en cuenta que Paco Arteaga y yo mismo comparecíamos disfrazados de Trasgos, cubriendo tras escasos ensayos la ausencia de Andrés, que no pudo acudir muy a su pesar. Lo siento por él pero me alegro por mí, para qué os voy a engañar. Me dio ocasión de cerrar de alguna forma un asunto pendiente, pues por Los Trasgos y por los Beatles estoy yo en esto. Escuchados unos en la plaza de toros o asomado a la barandilla exterior del Recreativo Cultural en la feria. A los Beatles en “Qué noche la de aquel día”, en el Capitol. De ahí a intentar tocar esas canciones en un palo de escoba mientras me gobernaba una guitarra e intentaba aprender a tocarla. Sueño cumplido. Un placer y un honor para mí. 

Cuando oía hablar de ellos en aquella época eran el Rana y el Aceitunero, aún no sabía que se trataba nada más y nada menos que de Juan Rosa y de Adrián. Antes de este concierto en la Caseta había disfrutado tocando con ellos en muchas ocasiones, con el pasar de los años, igual que con Luis, el Lobo, o con Luis Arteaga, el Koksila. Con Vergara, he coincidido muchas veces pero nunca hemos tocado juntos. Pero no había sido como hoy, en un sitio así, en una actuación completa, sonorizada e iluminada como es menester y de forma oficial bajo ese título.

Salimos a los focos cargados de botellines de agua y de guitarras, como venía diciendo. En mi caso sostenido el organismo más por la adrenalina que por mis huesos, pues los hombres ya se sabe que no podemos hacer dos cosas a la vez, salvo los baterías, que hacen seis o siete, y a mí o me duelen los lomos o toco. Una de dos. De forma que la recién apuntalada osamenta, — ese antepasado que llevamos dentro, en palabras de Umbral—, da una tregua que acaba cuando la música. En una de las fotos que me llegan se ven mis restos saludando agradecido al respetable, doblando las bisagras hasta donde dan, los brazos sobre los hombros de Segis y de Paco, que a los de Pascual, Rafa, Adrián o Juan no me llegaban, en gesto que quería ser de cariño por mis partes  y resultó de sostén por las suyas. La estampa poco torera y desfalleciente de un náufrago rescatado de las aguas. Después me arrastro tras las bambalinas cuidando de no tropezar con ese maldito escalón gracias al que tanto negocio han hecho los ortodoncistas a costa de artistas desavisados, dejo la botella de agua y, como primera providencia, me doy a la bebida. He de aclarar a mis biógrafos que lo hago por sus efectos antiinflamatorios y de relajante muscular más que por otra cosa, aunque no sin gusto. Desde allí seguimos la actuación de The Gafapasta, excelente grupo que nos sustituye en el escenario con canciones algo posteriores en el tiempo a las que acabábamos de tocar, temas que también habían sido nuestro repertorio en esos bolos de seis horas de pueblo en pueblo durante tantos años en la farándula.

Estaban bien surtidas las neveras de los camerinos por la organización del evento, arcones llenos de bebidas frescas al lado de esos espejos enmarcados de bombillas donde se han atusado los pelos desde Sara Montiel hasta Raphael. La primera ya hace muchos años, en otro día de feria en que Los Singuel fuimos su orquesta; Raphael el pasado día 8. Como yo ya vengo despeinado de casa no utilizo esos espejos que han reflejado los rostros de todos los mejores artistas del país y las jetas de algunos de los peores. Tras el escenario, como tras un parto, al fin cómodamente sentados, me aplico tres whiskies en las horas siguientes. Vasos de vidrio, como debe de ser aunque estemos en feria, cubitos de hielo de los que no se ven, que todo parece whisky aunque sólo contenga tres escrúpulos del brebaje, que ésta es bebida que mantiene en su espíritu el de sus fabricantes, y siempre se escancia con indebida escasez, cercana a la tacañería, aun cuando sea para uno mismo. Disfrutando de la compañía y conversación de amigos y familiares, mantenemos larga tertulia en un corro de sillas comentando la jugada entre nosotros. También estaba en ella Noé, siempre caro de ver y que entra en ese nosotros.

¿Quiénes son Los Trasgos? —se preguntará algún jovenzuelo despistado—. En cierta forma una gran parte de los músicos de Albacete tienen algo heredado de ellos, algo que agradecerles, aunque algunos no lo sepan. Ese excelente grupo, una isla en el Pacífico manchego de la época, tenía pocas posibilidades de durar. Primero por la mili, que en cuanto te descuidabas te sacaba del escenario y te metía en una garita. A mí me llevó desde el del Surco hasta la de La Coruña. Segundo por las fuertes personalidades que en ese grupo pionero se unieron, algo bueno para unas cosas y malo para otras. Hay que reconocer que para pensar en poner en aquellos años mortecinos tanta carne en ese asador, además de terco, había que ser más raro que un gato azul marino, cosa que algunos de sus miembros, los originales y los sucesivos, no han dejado de acreditar a lo largo del tiempo. No me olvido de Morgan ni de Pichi.

Hoy brillan por méritos propios grandes músicos de otros planetas en la galaxia de la música local. A otro nivel, con órbitas más amplias y armoniosas, más científicas y perfectas que las nuestras. El que crea un hacha pulimentada no debe menospreciar al primero que afiló lo mejor que supo y pudo un cacho de sílex, porque fue algo revolucionario que además cortaba bien. Cierto es que no lo hacen, salvo algún bandarra despistado y rencoroso, lógicamente no entre los mejores, cuya altura les hace innecesario levantar su merecido prestigio sobre el descrédito ajeno. Muchos son el producto final, exquisito, refinado y maravilloso anticipado por estos artesanos que, junto a otros grupos, empezaron esta aventura hace muchas lunas en Albacete, con menos medios, sin maestros y volviendo a inventar lo mejor que supieron, que supimos, algo nuevo y a la vez antiguo, creyendo, como todos, haber inventado el mundo. Y en realidad lo reinventaron.

Al terminar todo, con el corazón lleno de agradecimiento a los dioses, astros y personas que se han confabulado durante muchos años para hacer posible esta noche, ya saliendo de la Caseta y antes de buscar un taxi, última mirada de despedida al pino, ahora de cuerpo entero. Hasta otro año, hasta otra feria.

lunes, 13 de febrero de 2017

Dibujos. Tintas, plumilla y pincel. Mezclando tintas.


   Seguimos con las tintas. Plumilla, pincel, agua, algunos toques de témpera o rotulador blanco y poco más. Algunas veces se utiliza un lápiz blanco de Conté para algunos toques y brillos. Todos los dibujos sobre papel verjurado crema o blanco, de Galgo.
   Mezclo diversas clases de tinta, por su color o su composición. Marrón Café des Îles de Herbin, Sepia y nogal de Sennelier, estas con goma laca en su composición, con lo que se portan igual al diluirlas, pero al aplicarlas directamente sobre el papel mojado con otra tinta al agua se forman esas estructuras arborescentes, neuronales, difíciles de controlar, pero que pueden resultar aprovechables cuando se consiga mandar en ellas. Si es que se consigue. 
     En el siguiente dibujo, San Miguel de Cuenca, quedan más integradas y razonables. También se han usado algunas acuarelas diluidas para los verdes y azules, aunque principalmente se ha trabajado con tintas.
   Este otro dibujo, una calle de Albacete, Teodoro Camino, con los mismos materiales ya dichos.
   Un dibujo de línea, tinta china con plumilla, sobre el mismo papel.

   El siguiente, un magnolio de Aranjuez, al lado del Palacio Real, con plumilla, pincel y tinta E.E. Babb, una tinta antigua, comprada en ebay en cristales para disolver en agua. Tiene más de un siglo, pero ha resultado muy buena, con un color gris azulado al disolverla, fluída, incluso para alguna estilográfica, como he llegado a hacer, procurando no usar la mejor que tengas. Como se ve en las fotos siguentes esta titna se anunciaba en el catálogo del fabricante en 1897-1898, cuando la guerra de Cuba.


   Como me gusta trastear con las tintas, siempre en busca de algún matiz concreto, especialmente en los marrones, me he puesto a mezclar algunas para conseguir un marrón oscuro atractivo. Los dos marrones menos falsos que conozco son el Café des Îles de Herbin y el Terra di Siena de Cálamo, Estípula. También un chocolate de Montblanc de una serie especial ya imposible de encontrar. Son los que utilizo normalmente con las estilográficas, porque las de Sennelier con goma laca, son espesísimas, secan rápico con brillo, pero harían un bloque dentro de la pluma.
    Empiezo con una tinta color ámbar de Pelikan, de la serie Edelstein, para aclarar y calentar aún más el marrón de Cálamo. Queda un tono interesantísimo con esa mezcla, un siena tostada que promete. Como busco un marrón oscuro, le añado unas gotas de ese negro de Babb y queda un tono que puede valer. Siempre estamos a tiempo de añadir una gota de aquí y otra de allí hasta que quede totalmente al gusto.
 

    Con estas tres tintas tal cual son más este marrón mezlado hago un dibujo sobre la Albufera de Valencia. Como en los otros dibujos, realces con blanco de témpera, con pincel o con plumilla. Aquí se percibe bien el tono gris azulado, muy transparente de la tinta E.E. Babb.

sábado, 20 de agosto de 2016

Dibujos de Albacete IV. Paseo de Simón Abril

   Este dibujo, estilográfica con tinta Platinum de registrador y acuarela sobre  papel Claire Fontaine Extra Rough de 300 gramos, de 20 x 40 cm, que todo hay que decirlo, recoge una vista del Paseo de Pedro Simón Abril, de Albacete, eliminando en el dibujo un edificio en el primer plano a la izquierda que taparía parte de esa otra hermosa construcción, una de las dispersas sedes anteriores de la Policía Nacional. Este cuerpo las ocupaba hasta que les construyeron un nuevo, amplio y alegre edificio al lado del Puente de Madera, cerca de donde estaba la cárcel, y algo más lejos del cerrico donde estuvieron mucho antes el rollo —o picota— y la horca. Es una construcción con ventanas de colorines que dan lugar a que muchos la confundan con una guardería, error que para algunos puede resultar trágico.
   Es uno de los pocos edificios de época y porte similares que quedan en pie en un paseo en el que a principios de siglo pasado construyeron sus viviendas suntuosas y ajardinadas las clases acomodadas de Albacete, frente al Parque recién plantado, algo en las afueras, pero sin perder de vista los edificios de sus negocios: clínicas, comercios, bancos, hoteles o el casino de los hombres primitivos, que habían levantado en predominante estilo modernista en la cercana y estrecha calle Ancha. Torciendo a la derecha, Avenida de España, el majestuoso instituto "Bachiller Sabuco".
   Don Pedro Simón Abril, que da nombre a este paseo arbolado que curva suavemente sus brazos para abrazar al parque a lo largo de este tramo, nació en Alcaraz en 1530 y fue un eminente humanista, pedagogo, gramático y traductor, en su condición de excelso helenista y latinista, cuyas versiones en español fueron utilizadas durante siglos. Fue un teórico de la traducción, de la que decía: “El que vierte… lo vierte como de suyo, sin que quede rastro de la lengua peregrina en que fue primero escrito”. Por enseñar en Huesca donde, al parecer, no debía hacerlo por carecer de permiso, fue excolmugado, que su vida no fue tan plácida como a un ratón de biblioteca cabría suponerle. Publicó en 1589 sus "Apuntamientos de cómo se deben reformar las doctrinas", lo que ya era tentar la suerte.

   Por aquellos años, la ciudad de Alcaraz, en la sierra albaceteña, empezaba a mostrar una menguante prosperidad económica pero un poderío cultural que se nos revela al considerar que, subiendo sus cuestas, nos podíamos encontrar con el arquitecto Andrés de Vandelvira, que construyó su hermosísima plaza renacentista, la casa de la Aduana y muchos nobles edificios de Úbeda, Baeza o Jaén. Entre otros ilustres caballeros y damas del lugar, también nos toparíamos con el bachiller Sabuco, gran filósofo y entendido en medicina, aunque parece que no fue médico, tal vez boticario, empujado a su ejercicio por las epidemias que diezmaban la ciudad, confundido quizás con algún pariente del mismo nombre, y con su hija Oliva Sabuco de Nantes, de cuya obra "Nueva filosofía de la naturaleza del hombre", publicada en Madrid en 1588, siguen discutiendo ciertos especialistas a quién atribuir la autoría, al padre o a la hija.
    En su testamento el bachiller se adjudica él  mismo la obra, diciendo haberla atribuido a su hija para acrecentarle la gloria, que no el provecho. ¡Vaya padre! Muerto dos días antes de testar habría quedado mejor ante la historia, si no como filósofo, sí como amante progenitor, aunque la culpa, como es natural, la tenía el yerno. Según afirma mi profesor de filosofía don Domingo Henares, y de ello entiende, el autor fue el padre, no la hija. Y lo siento. No sé por qué, pero lo siento. Don Aurelio Pretel, medievalista que sabe más de Alcaraz que el ordenador de Montoro, remata la jugada en una publicación del Cultural Albacete, y en ella apuntilla las tesis proolivescas de un profesor que conoció hace poco la existencia del tal bachiller Sabuco y de su hija, intrigado por el nombre del instituto en el que trabajaba,  docente que se metió brioso y altanero en estas esgrimas sin mayores averiguaciones y sin calibrar adecuadamente lo afilado del florete de don Aurelio, al que hay que intentar rebatir con más fuste. Difícil es, a estas alturas, entrar en esa disputa familiar por los derechos de autor que se alarga hasta nuestros días. Lo cierto es que cuando el libro se publicó, en la portada y en los trámites para su autorización, aparecía Oliva como autora, no su padre. Que se diera por bueno en la época ya es mucho, pues no hay noticias de que a nadie le pareciera entonces descabellado que ella, con ayuda paterna o sin ella, fuera capaz de haber escrito la obra, autoría que permaneció indiscutida durante siglos. Es bonito pensar que es de Oliva, algo que, como lo contrario, es arduo ya acreditar. Mejor dejarlo ahí, que la duda y el misterio siempre es un plus. El caso es que, según los que entienden, la obra es deslumbrante y muy novedosa para la ápoca, incluso en la actualidad.

   Unos pocos años después por allí andaba como profesor de latinidad don Pedro Collado Peralta, autor de "Explicación del libro cuarto del arte nuevo de gramática de Antonio", refiriéndose a Nebrija con gran familiaridad, como se ve, aunque es altamente improbable que hubieran comido juntos, entre otros motivos porque Nebrija había muerto en 1522. En 1601, nacería allí el padre Sebastián Izquierdo, autor de "Pharus Scientiarum", y no son los únicos que daban lustre a esa ciudad medieval fortificada, que fue última frontera frente al reino nazarí de la próxima Granada.

   La estadía de Simón Abril en Alcaraz, su pueblo, distó mucho de ser gloriosa, pues no fue especialmente valorado como docente, cosa no rara en nuestro oficio, siendo obligado a examinarse a pesar de ser un reconocido catedrático que había ejercido anteriormente en algunas universidades españolas. Sus frecuentes ausencias y abandonos de las labores docentes viajando a Madrid y Toledo para tratar de reimpirmir sus traducciones sobre Aristóteles o de las seis comedias de Terencio,  tampoco ayudaron a elevar el aprecio local y, para rematar la suerte, tras conseguir un aumento de sueldo de 30.000 a 40.000 maravedíes, tuvo que salir por piernas de Alcaraz por un lío de faldas, según he leído, aunque ahora no encuentro dónde. Tengo que preguntarle a don Aurelio Pretel.

    Ambos Simón Abril y el bachiller Sabuco intentaron ser reformadores de la enseñanza, de las leyes, la administración del reino y de todo lo divinio y lo humano, para el bien de la res publica, con escaso éxito, como tantos otros, pero asombra leer como Simón Abril propone métodos de aprendizaje de la lectura y la escritura para inculcar tales ciencias en las "tiernas molleras de los niños", o Sabuco propone eliminar las más de las leyes, asfixiantes, heredadas de los romanos en un latín incomprendido por los más y que dejaban poco campo a la vida real. De paso, dejaba constancia del paso del cometa Halley por los cielos de la sierra alcaraceña en 1572, que nada escapaba a su escrutinio. Simón Abril en sus "Apuntamientos" y Sabuco en su "Coloquio de las cosas que mejoran este mundo y sus repúblicas", vienen a coincidir en no pocas cosas, como cuando este último señala el gran daño y perdición que significan los pleitos y su duración:


 
   Bueno, pues Simón Abril tiene un paseo en Albacete, Oliva Sabuco de Nantes otro y su padre un instituto, el más bonito, además. A Simón Abril se llega por Arquitecto Vandelvira. Sabias decisiones bautismales en la onomástica viaria, no siempre acertadas ni duraderas. 
   Escarbando entre legajos digitales, lo que es la vida, vuelvo a aprender de don Domingo Henares, a quien tuve como profesor de Filosofía en bachiller hace más años de los que yo quisiera y ahora descubro como uno de los dos sabucólogos punteros del mundo, junto al francés Guy, filósofo en Touluse-Le Mirail que considera a Sabuco precursor de la medicina psicosomática. En los interrogatorios en la pizarra, tras advertirnos que para hablar de Platón o de Aristóteles habia que levantarse de la silla, nos escuchaba atentamente y concluía que a los de letras, aun cuando no dijéramos nada atinado, daba gusto oírnos. También me encuentro con frecuencia rebuscando en los archivos con don Alfonso Santamaría Conde, a don Samuel de los Santos Gallego y a don Daniel Sánchez Ortega, que fue mi último maestro antes de ingresar yo en el Instituo Bachiller Sabuco y él en la mili. De este último recuerdo haber colaborado en pintar unas enormes carabelas que todos los días descubrían América desde el mar de la pared de nuestra clase, o verlo esculpir en arcilla una imagen de la Virgen, no sé si del Pilar o de los Llanos, para llevarle flores en mayo.

   Como otros no se han dedicado a la investigación ni han  publicado, que yo sepa, el producto de su sabiduría, que no era poca, desafortunadamente no tropiezo ni con doña Rosario Juncos Sáez, mi primera maestra, ni con don Samuel o don Jesús José, mis queridos profesores de latín y griego. Este último, sacerdote adscrito a la catedral, se emocionaba hablándonos de Atenea, la de los ojos de lechuza, o se acaloraba escenificando escenas de la guerra de Troya, cual Ajax con sotana. Con ellos aprendí a disfrutar con las resonancias de palabras como platirrino, nematelminto, cefalópodo o mitocondria. Lo poco que sé de ciencias lo aprendí en griego. Y no sé cuántos euros debe Grecia al resto de Europa, pero los actuales europeos, cuanto más al norte más bárbaros,  no quieren hacer cuentas de cuánto debemos a este pequeño país. Hasta el nombre (Εὐρώπη), mucho más de lo que todo el dinero de Draghi podría nunca pagar. Tambien nos contaba con entusiasmo don Jesús José la feliz coincidencia toponímica entre la aldea de Los Pocicos, donde el pan, y Puzzuoli la de las aguas volcánicas, la latina Puteoli, que fue colonia griega con el nombre de Dicearquía, 'el lugar donde reina la justicia'. Hasta me ha acrecentado el disfrute de ver salir el sol en la zona de Jávea y Denia, la Hemeroscopeion griega, (Ἡμεροσκόπειον), la que mira el día, el primer lugar donde amanece en nuestra península, de la misma raíz que hemeroteca. La Diánion (Διάνιον) griega, la Dianium romana, la Denia española.

    Tampoco me cruzo con don Abelardo Cuesta, el padre de Drake, gran batería y bongosero, —Drake, no su padre, aunque no hubiera sido raro—, ni doy con otro profe cuyo nombre lamento no recordar, procedente de Canadá creo, tan buen dibujante como persona, gran fumador de Bisonte, ni con don Vicente Gaitano, que fueron todos ellos mis profesores de dibujo. A este último, vecino mío, le obligaron a impartirnos geografía de España y nos hizo aprendernos los pueblos de España en verso: 

Albacete, Hellín, Almansa,
Chinchilla, Alcaraz y Yeste,
La Roda y Villarrobledo,
Casas Ibáñez, Caudete,
Madrigueras y Tobarra,
Tarazona y Montealegre.

Madrid y Navalcarnero,
Chinchón, Pinto y Colmenar,
Buitrago, El Pardo, Getafe,
Torrelaguna, Alcalá [...]

Soria y ruinas de Numancia, 
Burgo de Osma y Almazán [...]

Y así, todas las provincias de España, en cuyo mapa aparecían aún el Sáhara, Fernando Poo, Guinea Ecuatorial, Sidi Ifni y otros restos coloniales y ultramarinos.

    La verdad es que se lo curró don Vicente. También es verdad que lamento no haber conservado mi cuaderno de Geografía, cada provincia con su mapa y su verso. Sería algo impagable. Sí conservo, a Dios gracias, los apuntes de Historia y de Historia del Arte, los morosos cuadros sinópticos con que don Alfonso Santamaría Conde condensaba en la pizarra la ciencia que iba desgranando, apoyado en cientos y cientos de diapositivas. Con él visité por primera vez la Cueva de la Vieja de Alpera, el castillo de Almansa, Chinchilla, Alcaraz y otros lugares. Lo de Alcaraz no se me olvida pues,  en un archivo-desván, lleno de libros, papeles y palomas, habían descubierto y desemparedado parcialmente un par de momias, aún con pelo, a las que los más díscolos intentaban meterles un dedo en el ojo, en las cuencas de un calavero forrado de pergamino, ya bastante desmejorado, aprovechando algún descuido de don Alfonso. Goscinny, en El Pequeño Nicolás, —el amigo de Alcestes, no el fantasma actual—, ha tenido que inventar poco. En la figura del malvado visir Iznogud, que quería ser califa en lugar del califa, el bondadoso Harun-el-Pussa, tampoco, que vamos camino de las terceras elecciones.

     A algunos de mis amados profesores, como digo, no los encuentro, pero no los olvido. Sí que he dado con don José García Templado, al que localizo en la Complutense, un verdadero lujo de profesor de Literatura, ya en el Instituto Tomás Navarro Tomás, que entonces era simplemente "el dos". Contagioso su amor por el teatro, cuyas pausadas lecturas y comentarios en clase usando bien encuadernadas antologías de Martín de Riquer, de tapas verdes si no recuerdo mal,  han ejercido más y mejor influencia de la que él, —imposible que me recuerde—, podría nunca suponer. Siendo nuestro profe, cuando dió a luz su mujer, fuimos una comitiva a su casa  en la calle Dionisio Guardiola a llevarles un regalo agradecido. Que nos llevara a ver Tirano Banderas al Teatro Circo y cuantas obras allí se representaban, me permite hoy recordar a actores como Manuel Dicenta en escena y a disfrutar del teatro y de la literatura. A él le escuché por primera vez nombrar a Chejov. Lo he encontrado en facebook y le he enviado una petición de sincera amistad, ya que no hay peticiones de agradecimiento en ese antro de perdición telemática.

   De Ciencias sólo recuerdo bien a Sotoca, mi mejor profe de Matemáticas, orondo hermano gemelo del notario que escrituró la casa que aún estoy pagando. No sé si tuvo algún error, pero se me está haciendo eterno. Tampoco olvido a don Francisco Pérez, "Menos Uno" por mal nombre pero, más que en clase, en esas aulas con tarima para el dómine y grada para los pupilos, se me representa en la calle, de porte magro, gafas de Woody Allen, pelo crespo, canoso y algo enmarañado, traje también gris con el pantalón hasta medio pecho y el País bajo el brazo, rumbo al Milán, pues sólo estuve en su aula una hora, lo que duró el examen de matemáticas de primero de bachiller al que me presenté en convocatoria libre en septiembre. Tuvo sobrado tiempo con esa hora para calibrar mi ignorancia numérica y me suspendió como era su costumbre, aunque supongo que justamente, poniendo un borrón no repetido en mi inmaculado expediente. Cuando oigo hablar de polinomios, algo que siempre me ha sonado a cosa insana e infecciosa, bullendo llena de patas, me sale un sarpullido. Un logaritmo, aunque ya me parece algo más cantarín, también me da grima. Si es neperiano, por demás.

   Pero, visto lo visto, no tengo la culpa de mi desafección hacia los números., pues compruebo hasta qué punto me gusta lo que me gusta, soy como soy y pienso como pienso gracias a estos entusiastas colegas docentes que nos inculcaron el aprecio por las palabras y el pensamiento, el disfrute de la lectura, el amor por la historia o el respeto y admiración por los restos del pasado. A alguno de ellos, coincidiendo en alguna cafetería, he tenido ocasión de darles un abrazo agradecido e intentar invitarlos a un café, sin pretender que reconozcan en mis restos a un muchacho que tuvieron en su clase cuando ellos tenian 30 años y yo 15 o 20 menos que ellos. En mis 38 años en la escuela siempre los he tenido en mente, intentando, dentro de lo posible, parecerme a estos profesores con los que he tenido la suerte de aprender.

   También gracias a estos impagables —y escasamente pagados— docentes, sobre todo a la lectura que consiguieron hacerme tan agradable como imprescindible, al echar mano a la cesta buscando la cereza de Simón Abril, salen enredados con ella otros personajes, recuerdos, historias, y sentimientos que uno creía olvidados.  Ya me perdonaréis mi consecuente desparrame y dispersión.


"Nueva Filosofía ..." Sabuco- Biblioteca Digital Hispánica
"Apuntamientos de cómo se deben reformar las doctrinas" Simón Abril. BDH
Revista Cultural Albacete nº 12/13. 2008
 

Manuscrito Nueva Filosofía Sabuco
Sabuco: "De la Música: la qual alegra, y afirma el cerebro, y da salud a toda enfermedad", en la Nueva Filosofía...