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sábado, 16 de septiembre de 2017

LOS TRASGOS


Desde donde mejor se le ve es desde la barra, el lugar más importante en un concierto. También desde el escenario, que no es cosa menor, mirando a la derecha, a la avenida de los Toreros, donde la noria. Son los dos sitios que más he frecuentado en la Caseta de los Jardinillos desde hace muchos años. Al principio no se veía, plantón fuera del recinto, pero, atraído por la música y queriendo también él asomarse al tablao, se fue estirando hasta convertirse en un árbol talludo, hermoso, un pino canónico cuya copa va tomando en las noches de feria los colores de los focos que le rebotan reflejados en los músicos de La Caseta. Mucho y bueno ha escuchado ese pino copudo, que creció para poder asomarse a la valla y ver, conforme iban haciéndose viejos él y los artistas, a Sara Montiel y a Rocío Jurado, a Julio Iglesias y a Massiel, a Rocío Dúrcal a Raphael o a Los Panchos, a los Brincos o a Ketama, a la banda municipal o a los Singuel, y a tantos y tantos que llevamos pisando ese escenario desde hace medio siglo. El próximo 17 allí estará asomado, cerrando la feria y disfrutando del violín y de los saltos de Malikian, como el pasado 14 no faltó a la actuación de Los Trasgos en ese mismo lugar. 

Aunque la otra noche, siguiendo mis costumbres, salté menos que Malikian, he tocado allí muchas más veces que él, aunque peor; más de las que puedo recordar, y siempre que me subo al escenario le echo una mirada a ese pino, tal vez el más bonito de Albacete que, aunque se ha hecho más alto que yo, debe de tener más o menos mis eneros, mis septiembres y mis ferias. No sé si él se fija en mí, que esta noche le daba la espalda aún herida, pero yo sabía que mi pino no se cantea de su sitio, que no se pierde una nota; que los fotones del sol lo alimentan por el día y que al salir la luna sobre el pincho de la feria se nutre de luces de colores y de notas musicales, partículas nada elementales que llevadas por el jazz o por el mambo trasmiten otras energías. Corpúsculos que envuelven bailes y transportan emociones, recuerdos y nostalgias, sonrisas y promesas, siempre de forma placentera y cambiante. El árbol se abona con el cariño que siempre acompaña a la música que, como todo lo mejor de la vida, sólo nace por el amor a alguien o a algo, sea persona o animal, lugar, planta o canción. Por eso luce tan hermoso.

Salimos al escenario cargados de botellas de agua para aclarar el galillo, que el whisky se deja para enturbiarlo después. También de nuestras mejores guitarras, que la ocasión lo merece y, en un tiempo que se nos hizo corto, con el buen sonido de Piti y su profesional equipo, arropados por casi dos mil personas, aforo completo en esa noche de feria, fuimos desgranando algunas de las canciones de nuestra juventud. Los Beatles, Ray Charles, Celentano, Los Shadows, Los Brincos, Lone Star, Blue Diamonds, Los Bravos, Nicola di Bari, The Animals, Spencer Davis Group o Canned Heat. En hora y media no se pudo hacer más y muchos temas quedaron en el tintero, pero fue suficiente. 

En realidad eran las mismas canciones que hace muchos años y en diferentes grupos interpretábamos, no peor que hoy, aunque sin ese maravilloso sonido e iluminados por dos peras, en bolos, verbenas y fiestas mayores y que el público, en parte los mismos entonces que ahora, arropan hoy con nostalgia y se dejan las manos aplaudiendo lo que entonces algunos tenían en menos y no seguían con tanta atención, entregados a otras urgencias y baremos.

Porque ayer, en ese familiar escenario de la Caseta de los Jardinillos, no sólo estaban los Trasgos. Este grupo ya mítico en Albacete tocaba anteanoche en nombre de todos, en nombre de una época, la de los comienzos en esta plaza de una movida musical que entonces, más que atrevida, fue temeraria. Estábamos físicamente en esa tarima miembros que somos o fuimos de Los Trasgos, Altozano, Cristal, Los Singuel, Fácil de Recordar, Almenara, Octavio Cuarteto, Creegles, Flash Back, entre otros que no recuerdo. Mucha historia había allí encaramada, orgullosos pero sin más humos que los que en, aras del espectáculo, nos iban sulfatando, dejándonos inmunes al gorgojo de la patata, la filoxera, el picudo de la palmera y la Xylella fastidiosa del olivo, fatal para las aceitunas de Adrián. En la pista estaban los que faltan, muchos miembros de grupos de entonces y de ahora, seguro que sintiéndose cómplices y partícipes de lo que ocurría en un escenario en que ellos también tenían derecho a estar en ese momento. Y os puedo asegurar que estaban, porque algo de trasgos hay en casi todos los músicos de Albacete, aunque algunos no hayan caído en ello, que hay luces rebotadas que uno no sabe bien de dónde vienen. Allí vi a muchos veteranos músicos a tiempo parcial en la denostada verbena, la de los bailes, al borde del abismo musical al que muchos caíamos cuando tropezábamos con un bolero, en opinión de algunos. No digamos chocar con un pasodoble, traspiés que te arrojaba derecho a los infiernos, lejos del paraíso de la corrección y pureza de la música moderna. Pero había que pagar las buenas guitarras y amplis, incluso comer y echarle gasoil a la furgoneta. Cuando ya alcanzamos algo de uso de razón los tocábamos por placer, no por hacer caja. 

Hicimos nuestro trabajo anteayer, creo que dignamente, más teniendo en cuenta que Paco Arteaga y yo mismo comparecíamos disfrazados de Trasgos, cubriendo tras escasos ensayos la ausencia de Andrés, que no pudo acudir muy a su pesar. Lo siento por él pero me alegro por mí, para qué os voy a engañar. Me dio ocasión de cerrar de alguna forma un asunto pendiente, pues por Los Trasgos y por los Beatles estoy yo en esto. Escuchados unos en la plaza de toros o asomado a la barandilla exterior del Recreativo Cultural en la feria. A los Beatles en “Qué noche la de aquel día”, en el Capitol. De ahí a intentar tocar esas canciones en un palo de escoba mientras me gobernaba una guitarra e intentaba aprender a tocarla. Sueño cumplido. Un placer y un honor para mí. 

Cuando oía hablar de ellos en aquella época eran el Rana y el Aceitunero, aún no sabía que se trataba nada más y nada menos que de Juan Rosa y de Adrián. Antes de este concierto en la Caseta había disfrutado tocando con ellos en muchas ocasiones, con el pasar de los años, igual que con Luis, el Lobo, o con Luis Arteaga, el Koksila. Con Vergara, he coincidido muchas veces pero nunca hemos tocado juntos. Pero no había sido como hoy, en un sitio así, en una actuación completa, sonorizada e iluminada como es menester y de forma oficial bajo ese título.

Salimos a los focos cargados de botellines de agua y de guitarras, como venía diciendo. En mi caso sostenido el organismo más por la adrenalina que por mis huesos, pues los hombres ya se sabe que no podemos hacer dos cosas a la vez, salvo los baterías, que hacen seis o siete, y a mí o me duelen los lomos o toco. Una de dos. De forma que la recién apuntalada osamenta, — ese antepasado que llevamos dentro, en palabras de Umbral—, da una tregua que acaba cuando la música. En una de las fotos que me llegan se ven mis restos saludando agradecido al respetable, doblando las bisagras hasta donde dan, los brazos sobre los hombros de Segis y de Paco, que a los de Pascual, Rafa, Adrián o Juan no me llegaban, en gesto que quería ser de cariño por mis partes  y resultó de sostén por las suyas. La estampa poco torera y desfalleciente de un náufrago rescatado de las aguas. Después me arrastro tras las bambalinas cuidando de no tropezar con ese maldito escalón gracias al que tanto negocio han hecho los ortodoncistas a costa de artistas desavisados, dejo la botella de agua y, como primera providencia, me doy a la bebida. He de aclarar a mis biógrafos que lo hago por sus efectos antiinflamatorios y de relajante muscular más que por otra cosa, aunque no sin gusto. Desde allí seguimos la actuación de The Gafapasta, excelente grupo que nos sustituye en el escenario con canciones algo posteriores en el tiempo a las que acabábamos de tocar, temas que también habían sido nuestro repertorio en esos bolos de seis horas de pueblo en pueblo durante tantos años en la farándula.

Estaban bien surtidas las neveras de los camerinos por la organización del evento, arcones llenos de bebidas frescas al lado de esos espejos enmarcados de bombillas donde se han atusado los pelos desde Sara Montiel hasta Raphael. La primera ya hace muchos años, en otro día de feria en que Los Singuel fuimos su orquesta; Raphael el pasado día 8. Como yo ya vengo despeinado de casa no utilizo esos espejos que han reflejado los rostros de todos los mejores artistas del país y las jetas de algunos de los peores. Tras el escenario, como tras un parto, al fin cómodamente sentados, me aplico tres whiskies en las horas siguientes. Vasos de vidrio, como debe de ser aunque estemos en feria, cubitos de hielo de los que no se ven, que todo parece whisky aunque sólo contenga tres escrúpulos del brebaje, que ésta es bebida que mantiene en su espíritu el de sus fabricantes, y siempre se escancia con indebida escasez, cercana a la tacañería, aun cuando sea para uno mismo. Disfrutando de la compañía y conversación de amigos y familiares, mantenemos larga tertulia en un corro de sillas comentando la jugada entre nosotros. También estaba en ella Noé, siempre caro de ver y que entra en ese nosotros.

¿Quiénes son Los Trasgos? —se preguntará algún jovenzuelo despistado—. En cierta forma una gran parte de los músicos de Albacete tienen algo heredado de ellos, algo que agradecerles, aunque algunos no lo sepan. Ese excelente grupo, una isla en el Pacífico manchego de la época, tenía pocas posibilidades de durar. Primero por la mili, que en cuanto te descuidabas te sacaba del escenario y te metía en una garita. A mí me llevó desde el del Surco hasta la de La Coruña. Segundo por las fuertes personalidades que en ese grupo pionero se unieron, algo bueno para unas cosas y malo para otras. Hay que reconocer que para pensar en poner en aquellos años mortecinos tanta carne en ese asador, además de terco, había que ser más raro que un gato azul marino, cosa que algunos de sus miembros, los originales y los sucesivos, no han dejado de acreditar a lo largo del tiempo. No me olvido de Morgan ni de Pichi.

Hoy brillan por méritos propios grandes músicos de otros planetas en la galaxia de la música local. A otro nivel, con órbitas más amplias y armoniosas, más científicas y perfectas que las nuestras. El que crea un hacha pulimentada no debe menospreciar al primero que afiló lo mejor que supo y pudo un cacho de sílex, porque fue algo revolucionario que además cortaba bien. Cierto es que no lo hacen, salvo algún bandarra despistado y rencoroso, lógicamente no entre los mejores, cuya altura les hace innecesario levantar su merecido prestigio sobre el descrédito ajeno. Muchos son el producto final, exquisito, refinado y maravilloso anticipado por estos artesanos que, junto a otros grupos, empezaron esta aventura hace muchas lunas en Albacete, con menos medios, sin maestros y volviendo a inventar lo mejor que supieron, que supimos, algo nuevo y a la vez antiguo, creyendo, como todos, haber inventado el mundo. Y en realidad lo reinventaron.

Al terminar todo, con el corazón lleno de agradecimiento a los dioses, astros y personas que se han confabulado durante muchos años para hacer posible esta noche, ya saliendo de la Caseta y antes de buscar un taxi, última mirada de despedida al pino, ahora de cuerpo entero. Hasta otro año, hasta otra feria.

domingo, 4 de junio de 2017

Alpera, mayo 2017


   Volvimos a Alpera tres días. El primero para poner música a la jubilación de Rafa Soler, más que un amigo. No hay aquí espacio para contar los buenos ratos que juntos hemos pasado. Miles. Cierto es que también ha habido alguno más que malo. La vida tiene de todo y no siempre es justa. A veces es trágica. Como en las adivinanzas, en ciertos momentos lo principal no se nombra, aunque sobrevuele todo el tiempo.
   Pasamos en la celebración el hambre y la sed habituales en Alpera, hasta el punto de tener que quedarnos otros dos días para intentar acabar con las viandas y bebidas preparadas para la ocasión, intento inútil.
   El campo estaba hermosísimo, que ha nevado mucho y llovido, había flores y agua por todos sitios y recorrimos los parajes de los alrededores para hacer fotos y algún que otro dibujo, como los que se muestan aquí.

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lunes, 25 de enero de 2016

5º ANIVERSARIO DEL BLOG y Cumpleaños.


    Llegamos al quinto aniversario de mi blog, que coincide con mi 62 cumpleaños. Año de acuarelas, música, lecturas, epístolas y algún que otro viaje. En resumen no ha estado mal. Algunas de las cosas que se muestran en esta entrada ya se han visto anteriormente en otras anteriores, sobre todo el resumen de las acuarelas y dibujos pintados durante este año 2015. Saco de Flickr las miniaturas que se muestran a continuación. A mayor tamaño pueden verse en la pestaña Imágenes. La que inicia esta entrada es la primera acuarela pintada en 2016, en el que he entrado algo perezoso.

  Es costumbre de la casa dirigir una epístola a mis amistades con motivo de mi cumpleaños. Este año la incluyo aquí, además de publicarla en mi otro blog, Desconcertatus-Epìstolarium:
EPÍSTOLA CABALÍSTICA
    Sexagésimo-segundo cumpleaños. El contador de mis años evoca hoy rumores de Nibelungos, de primo hermano por parte de madre de Cunegunda o de Sigfrido. Teniendo en cuenta que estas terminaciones germánicas de -gundo’, ‘-gunda’, vienen de ‘gund’ (batalla) y estirando mucho las etimologías, —cosa nada inusual—, podríamos decir que ya estamos en la batalla 62 de una ya larga guerra que iniciamos el 25 de enero de 1954. La verdad es que a esta edad provecta cada vez contamos más batallitas. Hace bastante tiempo que nos quedan más cosas que recordar que por vivir y en esta personal batalla más a mano está la rendición que el triunfo. Esperemos seguir muchos años teniendo ocasión de dar mandobles, aunque sean pictóricos, de acrecentar nuestro epistolario y de tañer la vihuela unas cuantas serenatas más, sones más de nuestro gusto que cornetas, tambores y cuernos de guerra.
    Como cada año, los santos Tito, Saturo, Pablo, Sabino, Adelfo, Amarino, Proyecto y Popón, acompañados por santa Elvira y gran cohorte de beatos, se presentan a desearme un buen día y brindarme protección y amparo. Todo es poco a estas alturas y a ellos me encomiendo, pues siendo un descreído, he acabado teniendo en ellos más fe que en el Boletín Oficial del Estado. Esa enciclopedia de nuestros males, donde los actuales dioses hacen imprimir sus designios, pues aunque diez decretos grabados en un par de tablas, de cumplirse, bastarían para permitirnos convivir de forma razonable y feliz, estos belcebuses y la caterva de íncubos, súcubos y demonuelos que nos gobiernan o se confabulan para hacerlo, que tanto da pues poco se llevan, necesitan resmas de papel para regular nuestra infelicidad, ruina e indefensión.
    Aunque poco dado a la numerología, en forma de cábala o de milenarismos, echo mano de las cifras como oráculo que anticipe y vaticine lo que este año podría dar de sí para mí, que como se puede ver inicio musical y pentagramático, mirando la cifra 62 como los augures examinaban los posos del vino, el vuelo de las golondrinas o las tripas de una cabra.
    No me saca de dudas ni me lleva a ninguna conclusión el ver qué personajes comparten conmigo el año de nacencia. Poco veo en común entre ellos, —entre nosotros—, lo que me lleva a concluir que poco tiene que ver en qué año viene uno al mundo como condicionante del papel o argumento que te toca jugar en la obra. John Travolta, Ángela Merkel, Hugo Chávez, Ricky Skaggs, François Hollande, Ana Botella, Capullo de Jerez, Elvis Costello, José Antonio Goirigolzarri, Mario Kempes, Bertín Osborne, Santiago Auserón, Antonio Resines, Antoni Puigvert i Romaguera o el Sultan bin Mohammed bin Saud Al Kabeer. Ya no busco más, que el primer chasco es que la larga lista no dice nada de mí.
    Paso a ver qué leches ocurrió mientras yo andaba naciendo o ya de mamoncillo. Murieron Matisse y Benavente, fue elegido Mao Tse Tung como presidente de la república China mientras Ernest Hemingway ganaba el nobel de literatura. Elvis grabó su primer disco, se independizó Marruecos, nevó en Huelva por primera vez en su historia, se estudió en España un plan para incentivar el turismo en la costa del Sol, se eliminó el apartheid en las escuelas de USA, Bogotá fue nombrada capital de Colombia, Perón creó el sindicato de Meretrices, Tolkien publicó “La comunidad del anillo” y “Las dos torres”, Goldin “El señor de las moscas”, se inventó la vacuna contra la poliomielitis, se realizó el primer trasplante de riñón en USA, se estrenó Godzilla y Fangio ganó el campeonato del mundo de F1. Lo único que veo que tiene relación con mi persona es que en ese año se presentó en el mercado la Fender Stratocaster. Como guiño de los astros tampoco es para echar cohetes.
    Buscando amparo en la historia compruebo desconsolado que el año 62 trajo un terremoto en Pompeya, que anunció la erupción de 17 años después. Poca cosa más. Por ahí no vamos bien.
    Ponderando qué da de sí el número 62 en la actualidad me entero de que se fabrica un Nissan Qashqai en Reino Unido cada 62 segundos, lo mismo que duró la Marsellesa que se cantó en Wembley por los atentados terroristas de París. Que 62 era el número del Modelo para armar de Cortázar, que en Barcelona, la línea 62 te lleva a la Plaza de Cataluña, en Valencia a la del Ayuntamiento, y en Madrid a La Arganzuela, no sé si desde El Portillo, pues creo que esa ruta era la de Pichi, el chulo del chotis, no de un autobús. En Albacete no te lleva a ningún sitio, pues no hay tal línea, si acaso leo una información fósil que habla de una que te llevaba a Mollet del Vallés. La 62 es la autopista que te conduce de Burgos a Fuentes de Oñoro, frontera con Portugal, pasando por Palencia, Valladolid y Salamanca. El 62 te lleva a muchos lugares, pues. Tomo asiento a ver dónde me bajo.
    Si llamas al 062 se pone la Guardia Civil, en Hacienda el 62 es el formulario de la tasa que han de pagar los ciudadanos extranjeros para la autorización de trabajo. También son sólo 62 las personas que poseen la misma riqueza que el resto de la población mundial. El 062 es un tipo de barco cañonero chino muy vendido, igual que el 62 es un poderoso grupo editorial catalán de la órbita de Planeta, el de Lara no de Alfa Centauri. El Kepler-62 es un sistema pentaplanetario situado a 1200 años luz de la tierra. El artículo 62 de la Constitución es el que atribuye al Rey la facultad de proponer presidente del gobierno, que en ello andamos, eligiendo entre soberbios candidatos. O tal vez candidatos soberbios. El salmo 62 es el que canta “Oh, Dios, Tú eres mi Dios. Por ti madrugo”.
    Veo que todo es relativo. 62 es un exorbitante tanteo en balonmano, cicatero en baloncesto y un amaño de juzgado de guardia en fútbol. Es talla más de bacalá que de zapato; como velocidad es prudente, como peso canijo. Como altura está bien para los 4 meses, poco generosa para un adulto; como perímetro craneal una barbaridad para alquilar balcones. No son muchos 62 si hablamos de una colección de sellos o de libros, una pujolada si es de coches. 62 guisantes suponen guarnición más razonable que si son patatas, aunque tropa tenida por escasa si hablamos de fortín fronterizo. Pocos si pelos, muchos si verrugas, escasos si euros, sobradas si facturas por pagar. Insuficientes si abejas, excesivos si gatos. Exiguos litros de agua para beber un camello, razonables para un toro, mortales para un contribuyente. Ardiente si Celsius, agradable frescor si Fahrenheit. Poco calor para fritura, escaldante para ducha. Pequeño si es marrajo pero enorme si es trucha, que en centímetros es para ganar el concurso, en pulgadas un aberrante caso de gigantismo.
    62 es el porcentaje de capacidad embalsada ahora en los pantanos de España, que sigue empantanada. 62 fueron de media los euros gastados por cada español en el sorteo de la lotería de Navidad. Mucho más que en libros, pues preferimos intentar salir de pobres que de ignorantes. En Bulgaria se cumple eso de éramos pocos y parió la abuela al dar a luz una señora de 62 años un hermoso par de gemelas. Se me pone la carne de gallina al imaginar ponerme de parto a mi edad. También es lo que vale en euros el menú medio en el Txakolí, así como supone la edad media a la que los españoles se jubilan hoy en día.
   Puestos a sacarme la buenaventura, no pudiendo examinar la mano del número en cuestión, le he mirado los higadillos a un pollo antes de echarlo a la olla y los augurios nada bueno vaticinan al respecto de lo de las futuras jubilaciones. También son 62 las plazas de MIR que se dejan fuera del presupuesto en Valencia y Cataluña para este curso. El año pasado fueron 93 las desatendidas. Como se ve vamos mejorando mucho. Las banderitas es que se ponen en un pico. Los silbatos para el himno a 10 euros cuarto y mitad y de las televisiones para qué hablar. Un Perú. Pero son cosas más necesarias que los médicos.
    Veo que he perdido la mañana y que se está recalentando la Wikipedia. Pero mi Larousse de papel hace años que habla de otro mundo, si no mejor, al menos más comprensible. Lo dejo ya y voy a ver qué han decidido los círculos de Podemos acerca de los pactos. Así me da tiempo antes de comer para alternar entre el desconcierto, el temor y el descojone. Dios nos pille confesados. Sabido es que el poder corrompe e iguala a peor. Resulta que su simple aroma también ejerce tan benéficos influjos. Asombra ver los ministerios que algunos demandan, de contenido claramente social. Plumerum vistus est, que decía Cicerón, si no me he equivocado de cita.
—¡Mi capitán, que tengo un prisionero! —grita el centinela desde un puesto de guardia en plena oscuridad de la noche.
—¡Pues tráelo inmediatamente!
—¡Si es que no me suelta!
Para acreditar la autenticidad de la cita
Al menos no me preocupa que este año mi cumpleaños caiga en lunes. También me agrada que un reloj resulte un regalo innecesario. Un libro sería suficiente, pero que hable del siglo XVIII como mucho.
 Vale.
    Para empezar el día he recibido un extraordinario regalo, mejor que un libro, en forma de genial retrato de mi persona y de mi bolso gris, obra de mi estimado amigo el ilustre Fernando Font de Gayá. Muchas gracias por alegrarme el día.


EXPOSICIÓN
ALPERA Agosto 2015


EPÍSTOLAS

En el citado blog Desconcertatus-Epistolarium publico de vez en cuando epístolas que más tienen que ver con la actualidad o con mis impresiones y comentarios sobre temas variopintos que con las acuarelas, plumillas y otras artes tratadas en este blog Artimañas. Estas son las de este año:

  EPÍSTOLAS GERMÁNICAS
En este blog se dio cumplida cuenta en su momento, que por mayo era por mayo, sobre el viaje a Alemania con mis amigos y compañeros de música. Estos son los escritos sobre la expedición:
Alemania 
MÚSICA
CONCIERTOS Y BOLOS
Durante este año hemos seguido con la música, actividad ejercida con total desánimo de lucro, participando en festivales benéficos y otras reuniones de amigos. Ilustran eso las siguientes fotografías en el Auditorio Municipal y en la Caseta de los Jardinillos durante la feria de Albaete, festivales de Canción italiana organizados por la Asociación de Amigos del Jazz de Albacete, de la que formamos parte. Hubo otro en el Auditorio Municipal a beneficio de niños autistas.
 



ESTADÍSTICAS Y DATOS DE VISITAS AL BLOG

 Según el contador de páginas visitadas, vamos alcanzando las 757.000, lo que me resulta asombroso. Procedentes de 157 países distintos, con una distribución que muestro en parte. Muchas gracias desde aquí a quienes pasan un poco o un mucho de su tiempo entre mis acuarelas, tintas, dibujos o historias.
   


sábado, 30 de mayo de 2015

EPÍSTOLAS GERMÁNICAS. 3ª Jornada: Frankfurt




JORNADA TERCERA

Queridos hermanos:

Mucho madrugamos el 17 de abril, día de san Inocencio de Tortona, san Pantagato de Vienne y de la beata Clara Gambacorti. No más que los tiernos infantes que a las siete y cuarto de la madrugada ya se dirigían al colegio con mirada perdida, pesada mochila a la espalda y dejándose llevar por una cuesta abajo enorme que, si no despiertan a tiempo para corregir rumbo, les arrojará de cabeza al río. Cuando nuestros retoños se levanten, estos alemanillos ya habrán aprendido a integrar derivadas y a derivar integrales. Y eso a la larga se nota. No me dio tiempo a preguntarles si sus maestros les atosigan con esa hora de deberes con que aquí se les abruma con crueldad secular. Ya les comprarán de grandes nuestras crías los bemeuves y los mercedes a estos alemanuelos tan madrugadores. El caso es que, por ahora, sean felices y crezcan sin traumas ni soliviantos.

Podemos decir que la del alba sería cuando iniciamos la jornada, como Alonso Quijano, para llegar a Frankfurt antes de que se acabaran las salchichas, que su feria de Música, una de las mayores del mundo, atrae a mucho músico, que para eso la hacen. Y los músicos ya se sabe que somos como la langosta. Con los intensos debates geográficos de costumbre, llegamos a Frankfurt, directamente a un edificio con varios pisos de aparcamientos cercano a la sede de la Musikmesse. De allí, con la entrada ya reservada y pagada te llevan en autobús al recinto de la feria y al volver te cobran 12 euros por el aparcamiento y esos traslados. Nuestros esfuerzos lingüísticos hasta entender tal asalto, tras arduas probaturas en varios idiomas, se vieron mitigados al decirnos la de la taquilla que era cubana. No así nuestro rubor. 

La feria ocupaba varios enormes edificios, tan alejados entre yes como para justificar que muchos microbuses circularan constantemente para llevarte de uno a otro. Eso entraba en los 12 euros por coche aparcado. Para cuatro semovientes acabó resultando rentable. Por fin, entramos en la feria por donde las baterías. Una barbaridad. Más platos que una degustación en el Bulli. ¡Qué de bombos, timbales, cajas y gangarros! Eso sí, varios cientos de bateristas sueltos descargando sus iras contra tantos instrumentos puestos a su alcance también es algo digno de verse, que no de escucharse. Los guitarristas tomaban cumplida venganza en su sección, ejecutando de forma simultánea sentidos solos en guitarras enchufadas a pedales multiefectos, mostrando su predilección por los sonidos distorsionados y estridentes, poniendo a prueba de paso la potencia pico anunciada en los amplis. La pieza era completada por los bajistas, que no quedaban atrás. En conjunto salía una balada muy romántica. Más que una balada, un balamío.

De forma que decido salir a la calle a tomar un café de a 2,70 euros y contemplar al personal. Cuando desde dentro me dirijo hacia las mesas del exterior, café en mano, descubro lo que me parece un ataque generalizado de amor propio, de autoestima, pues contemplo admirado que gran parte de los apresurados caminantes andan abrazados a sí mismos. Algunos músicos de viento se abrazan a si bemol. Los bajos a fa. En realidad, compruebo que hace un frío que pela mientras me siento en una mesa al aire libre, enciendo un cigarrillo, me caliento las manos con el medio litro de café y me levanto las solapas de la chaqueta. 

Cuando tú te mueves a la velocidad del común siempre estás rodeado de los pocos que te siguen el paso y no ves al conjunto, algo que no ocurre hasta que te detienes. Un palo arrastrado por el río cree que ve más mundo que una piedra que descuella inmóvil entre las aguas que la rebasan. Al final del viaje el palo dirá que ha visto muchas cosas alrededor, pero quien de verdad ha conocido todo lo que arrastra la corriente es la piedra. A los cojos nos pasa igual. Para ver paisajes hay que moverse; para observar a la gente hay que parar. 

Observo pues. Y medito. Hace falta tener cuajo y estar uno pagado de sí mismo para ir a un aquelarre de miles de músicos intentando causar sensación a base de pelos o alardes indumentarios. Hay quien consigue destacar, lo que es para nota, aunque no le arriendo las ganancias. Los chinos modosos, urgentes y a lo suyo. Los japoneses haciendo fotos que se conoce que aún les faltan algunas por hacer. Los que vienen a la feria a vender son los únicos que chocan pues van con traje, corbata y peinados. Pero por mucha camiseta de albañil que lleves a pesar del frío que hace para lucir las pesadillas tatuadas, por luengas y enmarañadas que luzcan tus rastas, incluso cimentando un peinado con un tupé monumental que no hubiera desentonado en los salones del París del siglo XVIII, por más que hayas apuñalado con saña los Lewis o recurrido al baúl del tatarabuelo y comparezcas vestido de cuáquero, la solemne presencia de un sij con su turbante azul y su puñalito, te desarma. Y vi varios. Al puñalito no lo vi. 

De todas formas es difícil acertar. Tostado por el inesperado sol del día anterior tomado en las calles y durante el crucerillo por el Mosela que soporté vestido como para acompañar a Amundsen al Polo Norte, me presenté aquí menos abrigado de lo que hubiera sido menester. Y el día era desapacible. Pero en estas tierras nuestras referencias no sirven. Eso de que cuando el grajo vuela bajo hace un frío de carajo parece ser que funciona en La Mancha y lo de las gaviotas en Benidorm. Además no vi grajos en Frankfurt y gaviotas, menos.

Aprovecho para hacer un dibujo de lo que se ve no sin antes ir por más café. Otros 2,70 euros en una cafetería que debe estar regentada por la ubicua multinacional “Sucesores de José María el Tempranillo, Comunidad de Bienes”. Un café de a palmo, pues suplen con tal generosidad su horripilancia. Al menos te ofrecen sin tasa leche evaporada que lo hace bebible. Ya hablaremos del café.

De nuevo dentro, asistimos a una demo de un pedal de órgano en el que estábamos interesados. No tuvimos problemas de idioma en este caso, tal vez gracias a que el demostrador hablaba perfectamente en español. La verdad es que en este foro el inglés se revela útil pues casi todo el mundo lo habla y entiende. Incluso para no partirse, al entrar, los belfos contra la puerta donde se indica ‘pull’, pues no se abre hacia fuera, como debería ser. Visita al stand de Gibson a pasar envidia al ver y escuchar al Twanguero, guitarrista valenciano que ya conocíamos y que volveríamos a ver en Albacete a nuestro regreso. Otra vez a pasar envidia.

Para mitigar nuestra sed consumista despertada por tanta maravilla, Paco y yo nos compramos sendas púas de cuerno de búfalo o vaya usted a saber de qué. Yo tengo el día especialmente derrochador y adquiero otra de madera de árbol. Pascual un par de baquetas.

A la hora de comer ya no podemos escapar de las salchichas. Viéndonos rodeados, no habiendo gran cosa más para elegir, terminamos por rendirnos y probarlas. No una, dos. Algo francamente insulso y con escasa enjundia, carísimo y mal presentado. Venir a Frankfurt para comerse tal cosa hace juego con desplazarse desde Albacete hasta esta feria, 1.831,6 kilómetros, para comprar dos púas. Ya hablaremos más delante de las salchichas, una vez probadas más variedades.

Viendo perdido el partido, pues para probar instrumentos, mejor resulta una tienda pequeña que una feria grande, procuramos salir un poco antes de que cerraran el invento para evitar aglomeraciones, después de todo el día allí. Viaje de regreso, cansados y hambrientos, hacia Villa Tusculana. Paco hace una reconfortante sopa de verduras y luego nos liamos a puñaladas con el queso, el lomo y el jamón, yo con mi navaja de Albacete que decidió acompañarme hasta Alemania. Café, espirituoso y cigarrito en la terraza mirando pasar los barcos por el Mosela y los trenes de mercancías por las vías paralelas al río. Últimas reflexiones y descanso reparador. Mañana a Triers. O a Tréveris, según  nos dé.

Vale.





viernes, 24 de abril de 2015

Alemania

    Un viaje planeado medio en broma que acabó cuajando en esta estancia de ocho días por estas tierras. Con Paco Arteaga, Pascual Ortiz y Segis Armero, mis compañeros de música durante muchísimos años, que a la guitarra, batería y bajo respectivamente, junto con otra guitarra a mi cargo, formamos Flashback, un grupo dedicado a tocar los temas que siempre nos han gustado. Las excusas: La feria de Música de Fankfurt y el pasado de Pascual de muchos años por esas rutas con un camión, algo que quería repetir de forma más cómoda y menos solitaria. En avión hasta Frankfurt Hahn, base en Villa Tusculana, una casa colgada en la pendiente del valle del Mosela en Cochem, con vistas al castillo, al río y a las cepas que dan ese vino que ya nace mareado por  lo vertiginoso del bancal. Desde allí viajes relativamente cortos a la Feria de Música de Frankfurt, Colonia, Koblenz, Tréveris (Trier), Luxemburgo, etc. Unos 2000 km. de rutas en el coche alquilado ya en el aeropuerto. Las reservas de pasajes, coches y casa a cargo de Segismundo, por tener el nombe más germánico de los cuatro. Un alarde de organización, especialmente el acierto en la elección de la casa en Cochem. 
   Desde el avión acercándose para tomar tierra en Frankfurt Hahm, una foto con la enorme casualidad de recoger exactamente Cochem, en la curva del Mosela donde íbamos a sentar los reales durante esta semana:
 
   Embarcados en Manises, llegamos al aeropuerto de Frankfurt. En coche hasta Cochem, en un BMW flamante que nos esperaba alquilado allí. Primera ruta por autopistas y carreteras comarcales, la mitad cortadas por obras, siguiendo la orilla del Mosela al anochecer, con las luces de las casas reflejadas en unas aguas que no sabe uno si vienen o van, que quietas parecen. Comparando aeropuertos, autopistas, trenes, casas particulares y el aparente nivel de vida, mi primera impresión es que vengo de un país en que los gobiernos edifican, ponen mármoles, adornos y lujos en edificios públicos, levantan infraestructuras muchas veces más allá de lo necesario, de lo asumible incluso, mientras mantienen a sus ciudadanos en la ruina. Insisto que sólo es una impacto apresurado, pero, a primera vista, he percibido Alemania como un país con un Estado austero lleno de ciudadanos prósperos. España es (siempre lo ha sido) un país de pobres regido por gobernantes enriquecidos, derrochadores, acaparadores de una prosperidad que arrebatan a sus ciudadanos. Tal vez sólo sea una impresión. Me alegra que mi país tenga unas infraestructuras de autopistas, aeropuertos, trenes, parques eólicos o carreteras equiparables, en muchos casos mejores, que un país como Alemania, al que debemos cientos de millones de euros. Ahora empiezo a entender a quiénes se referían al decir eso de que hemos vivido por encima de nuestras posiblidades. Ya me barruntaba algo de esto al pasar por el aeropuerto de Castellón.
    Aunque de vuelta vienen unas 400 fotografías, seguramente más valiosos, por personales y evocadores, son los dibujos que fui haciendo en mi cuaderno en los obligados descansos reparadores, normalmente aprovechados para tomar una buena cerveza o un mal café. Esta entrada se dedica a estos dibujos, con estilográficas (una con tinta negra a prueba de agua y otra con tinta marrón soluble), para extenderla luego con un pincel de agua plano que da mucho juego. También algunos dibujos se colorearon con acuarela.
    En Cochem, donde pasamos mucho tiempo, con paisajes y rincones de postal, fuimos una tarde-noche a ver una serie de grupos que tocaban en distintos garitos en dos o tres calles juntas de la ciudad. Se iban turnando para que la música no parara en uno u otro lugar de las 7 de la tarde hasta las 12 de la noche. Había grupos acústicos, de reggae, Beatles, algunos inclasificables y otros feroces descendientes de suevos, vándalos y alanos con sus Marshalls a todo trapo. No parecía molestar a nadie, ni vecinos ni a una invisible policía durante estos días por ciudades, carreteras y autopistas. Sin duda debe de existir, pero o va de paisano o no se deja ver, tal vez por innecesaria. El caso es que la música, encuadrada en nuestro país dentro de la categoría de las molestias perseguibles, parece tener allí la consideración más apropiada de actividad cultural, anunciada, promovida y protegida. Por mucho menos ruido y a horas más tempranas en España hemos recibido a media actuación la visita de las fuerzas del orden público a parar el ruido, multar al dueño del local, incluso llegar a conseguir que cierre por aburrimiento, para alegría de sus vecinos, personajes amantísimos del arte y la cultura. Lamentable. Comentaba en otro lugar que los alemanes fama tienen de ser más rígidos y reglamentaristas. Que lo sean es probable. Que nosotros somos más gilipollas y asilvestrados, es seguro.

   El caso es que cenamos en un restaurante escuchando a un grupo. Cuando es posible, pido que me incrusten en el dibujo el cuño del local, cosa que hacen con gusto. Como se entra al trapo directamente en inglés, para no andar con probaturas idiomáticas e ir a lo seguro, pegamos la hebra con los dueños del local y con el guitarra y cantante del grupo. Al terminar la charla, me dice que, obviamente, por la pinta y el acento, debo de ser de Dinamarca, sorprendiéndose al saber que es español alguien que le habla en un inglés razonable, no va vestido de torero ni se arranca por rumbas al sentir una guitarra. Tópicos y prejuiciios difíciles de borrar, igual que ocurre con los que nosotros mantenemos vivos respecto a todo semoviente foráneo.
    Es reconfortante haber estado estos días, al menos por las mañanas y por las noches, en Cochen, un lugar que mantiene un sabor auténtico, como ocurre en Tréveris (Trier), con restos romanos, barrio medieval y edificaciones con la piedra negra o rojiza de la zona, paredes blancas o de vivos colores, con techos de pizarra y todo rotulado en letra gótica. Frankfurt, Colonia, Koblenz (Coblenza, en cuyo sitio murió Alarico), etc, desde la parcialidad de mi breve estancia y salvando los centros históricos y monumentos emblemáticos, producen ese desconcierto de no saber uno en dónde está. Al bajarse de un aerupuerto, todo es igual en todos sitios. Altos edificios que compiten en horripilancia y falta de carácter con los que podemos encontrar en las grandes ciudades de Europa, América, Asia y Oceanía. Me imagino que en África también las habrá similares en aquellos lugares en que hayan interpretado la idea de lo que es el progreso de forma tan absurda, anónima y vulgar como nosotros. A la hora de vestir, comer y actuar, tres cuartos de lo mismo. Lo estrictamente local es lo único en verdad universal y valioso, digno de conservarse, huyendo tanto de complejos como de chauvinismos. También da qué pensar que lo que sentimos como auténtico, valioso, digno de ser admirado y conservado, sean vetustos edificios y callejas de un pasado medieval, cuando no romano. Al menos de un par de siglos. A partir de el siglo pasado se inicia esa moderna e insulsa uniformidad.
    Una cervecita frente a la catedral de Colonia.
   Quedan las anécdotas y comentarios para otra ocasión, que nos alargamos demasiado, así como algunos otros dibujos y acuarelas que ahora iré haciendo en casa a partir de apuntes, fortos y recuerdos.
    Como pasé muchos ratos en esta casa de Cochem, al desayunar temprano en la terraza, al volver por las tardes y tomar algo mirando al río, a los barcos y trenes que pasaban por la otra orilla, muchos dibujos del lugar, que he disfrutado una barbaridad. Prácticamente siempre el mismo dibujo, con distintos medios y estados de ánimo, desde la alegría del sol de la mañana, la calma del descanso de la tarde o la nostalgia de la despedida, también de mi casa, como el dibujo final que dejamos como recuerdo en el libro de visitas de Villa Tusculana, que así se llamaba la casa que alquilamos. Un acierto.