POLICLETO. Efebo Westmacott.
British Museum, Londres. Copia romana en mármol del siglo I aC de un
original en bronce del 440 aC aprox. (Fot. British Museum)
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No suelo reproducir entradas de otros compañeros o blogs amigos, pero este post sobre las copias romanas de obras griegas de Gonzalo Durán (profesor del IES La Caleta de Cádiz), me parece realmente bueno y esclarecedor, además de muy acorde con lo que estamos dando ahora en clase de la escultura romana. Recomiendo a todos que visiten la página de Gonzalo, Línea serpentinata; últimamente publica poco, pero lo que escribe sienta cátedra.
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Hace ya algún tiempo escribía en este blog sobre las dificultades que
encontramos para apreciar en su justa medida el arte griego, y en
especial la escultura, debido, por una parte, a la escasez de obras
originales griegas y, por otra, a la ausencia de policromía de las copias que han llegado hasta nosotros. Entonces nos extendíamos sobre este último punto, hoy vamos a hacerlo sobre el primero.
Desde finales del siglo III aC empezó a notarse un interés creciente en
Roma por la cultura griega en general, y por sus obras artísticas de
manera especial. Ese interés se incrementó sobremanera con la ocupación
de Grecia en el 146 aC, alcanzó su apogeo en la época de Adriano en el
siglo II dC, y se tradujo en la adquisición de obras de arte griegas
para el embellecimiento de villas y domus de las acaudaladas familias
patricias, pese a la resistencia que opusieron algunos de los sectores
más conservadores de la sociedad romana, partidarios de un gusto más
austero y contrarios a la elegancia y refinamiento de la cultura
helénica.
Amazona herida.
Metropolitan Museum of Art, Nueva York. Copia romana en mármol del
siglo I-II dC de un original griego en bronce del 450-425 aC aprox.
(Fot. Metropolitan Museum of Art, NY)
No pasó mucho tiempo para que la demanda de estas obras se viese
superada por la oferta, por lo que los romanos no tuvieron ningún reparo
en acudir a la copia de las obras más famosas de la Grecia clásica,
convirtiéndose esto en un próspero negocio para los talleres neoáticos
de Atenas que exportaron un gran número de obras con destino a la
península Itálica, cuando no fueron artistas griegos los que se
instalaron en Roma. Pese al indudable mérito artístico que tienen
algunas de estas copias, no puede ignorarse que, en la mayoría de los
casos, no ofrecen más que una pálida visión del brillo que tuvieron los
originales que los inspiraron, de los que sólo nos ofrecen poco más que
una visión general. La comparación entre originales y copias evidencian
como las últimas carecen casi todas ellas del modelado sutil y
delicado, del naturalismo asombroso y del tratamiento cuidadoso del
detalle de las primeras. Tanto es así, que hay quien llega a afirmar que
"más que iluminar, confunden la historia de la escultura griega" (H.
Honour y J. Fleming,
Historia del Arte, Barcelona, 1987, p. 107),
y han contribuido a perpetuar en la cultura moderna una idea y una
apreciación del arte griego totalmente académica y errónea.
Técnica del sacado de puntos. (Ilustración de J. Lillo Galliani) |
Estas afirmaciones, aunque puedan sorprender por rotundas y
contundentes, desde luego no carecen de argumentos, como intentaremos
explicar en las líneas siguientes. En primer lugar, habría que referirse
al método empleado para realizar las
copias.
El procedimiento
tradicional utilizado durante muchos siglos era el de sacado de puntos.
Mediante un bastidor fijo con varillas ajustables, se tomaban las
medidas de un vaciado en escayola de la pieza original, así se
determinaban la posición y la profundidad de las partes fundamentales de
la figura, y a continuación se trasladaban cuidadosamente al bloque de
mármol del que se obtendría la copia. El proceso se repetía
pacientemente, de modo que el modelo queda lleno de pequeños puntitos
que luego se labran hasta darle la forma definitiva. Cuantos más puntos
se saquen, más fiel será la copia al original. Los romanos parece
que utilizaron ese mismo sistema, pero con algunas diferencias, ya que,
como muestran las huellas de las esculturas, sólo sacaban un número muy
limitado de puntos, y el resto se obtenían por un sistema de
triangulación mediante compases, por lo que las copias obtenidas no
reproducían exactamente el original. Los mayores cuidados se dedicaban
al rostro, que era el elemento central de la obra y lo que permitía
identificar a dioses y figuras, pero incluso en ellos, jugaban los
copistas griegos y romanos con los ángulos visuales y el modelado para
incrementar la carga emotiva de las imágenes.
SCOPAS. Pothos. Museo Capitolino, Roma. Copia en mármol del siglo II dC de un original griego del siglo IV aC
Ahora bien, esto no sólo no importaba mucho a la clientela romana, sino
que en muchas ocasiones eran ellos mismos los que exigían ciertos
cambios, unas veces por una simple cuestión de gusto. De este modo hubo
copias que rejuvenecieron, embellecieron o disminuyeron la escala de
los modelos originales, incluso a costa de desvirtuar el tema
representado. Un ejemplo muy conocido de esto es el llamado
Efebo Westmacott,
con una belleza juvenil del rostro que hace prácticamente irreconocible
el original en bronce de Policleto que se piensa que representaba a un
pugilista llamado Cinisco de Mantieneia. Otras veces los cambios se
hacían para adaptarlos al emplazamiento o la finalidad de la copia, que
fuera del contexto para el que habían sido creados los originales,
además de perder las referencias del mismo, quedaban convertidas en
meros elementos ornamentales insertos en conjuntos monumentales, como
ocurrió con el Pothos de Scopas, del que existen copias simétricas, vueltas a derecha y a izquierda para disponerlas una junto a la otra.
Por último, hay un tercer elemento a tener en consideración, y es que la
inmensa mayoría de las copias están hechas en mármol, mientras que una
buena parte de los originales griegos, por el contrario, se habían
realizado en bronce. Cada uno de estos materiales requiere una técnica
de trabajo diferente. Las estatuas de bronce son mucho más livianas y
adoptan posturas más flexibles e inestables que sus equivalentes en
mármol, por lo que se prestan a una gama más amplia de efectos formales.
Las de mármol, por el contrario, si están pensadas para estar en
posición vertical no pueden tener los pies muy separados, a menos que se
disponga un tercer punto de apoyo que garantice su estabilidad, que en
muchas ocasiones consiste en un tronco de árbol. Estos apoyos son
claramente antiestéticos, por lo que las estatuas, la mayoría de las
cuales se disponían en nichos, se colocaban cuidadosamente para ofrecer
una visión limitada de manera que quedaban prácticamente ocultos e
inapreciables. Cuando esto no era posible, el copista recurría al
engaño, intentando integrar el apoyo como un elemento narrativo o
decorándolo con símbolos que permitían identificar la figura.
A la vista de estas circunstancias podemos entender que muchas de las
copias que se hicieron de obras famosas griegas del período clásico
eran, en realidad, adaptaciones más o menos libres, y no reproducciones
exactas.