ARTE TORREHERBEROS: Borromini
RICHARD ESTES. "Water Taxi, Mount Desert". Óleo sobre lienzo. Kemper Museum of Contemporary Art, Kansas City (Missouri).


BIENVENIDOS A TODOS Y TODAS. Este blog nace con la única pretensión de complementar y facilitar las tareas a los alumnos/as de Historia del Arte de 2º de Bachillerato del IES Torre de los Herberos de Dos Hermanas (Sevilla), así como hacer pasar un rato agradable a todos los amantes del arte. No tiene ninguna otra pretensión intelectual. De los textos es responsable el administrador del Blog, no así de las opiniones expresadas en los comentarios. Las imágenes o fotografías, videos y presentaciones están tomadas de internet mayoritariamente, citando la autoría siempre que ha sido posible; si en alguna de ellas no aparece, es por error o descuido, y ruego que me lo hagan llegar para subsanarlo. Casi todo lo que aparece en estas páginas es libre y abierto, y se puede descargar para otros fines, pidíéndose únicamente que se cite la procedencia.





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domingo, 6 de marzo de 2011

COMENTARIO DE SAN CARLOS DE LAS CUATRO FUENTES DE BORROMINI



ENCUADRE:

Obra: Iglesia de San Carlos de las Cuatro Fuentes (San Carlo alie Quatro Fontane). Roma.
Autor: Francesco Borromini.
Género: Arquitectura religiosa.
Estilo: Arte barroco. Barroco italiano.
Cronología: Siglo XVII: 1634-1667 (la fachada de la iglesia la termina en 1667).
Otras obras: del autor: " Oratorio de San Felipe Neri", "Sant´Ivo alla Sapienza", "Iglesia de Santa Inés en Piazza Navona", todas en Roma.


ANÁLISIS:


Tras la realización  del Convento y Claustro que le encarga la Orden de los Trinitarios españoles en Quattro Fontane, bastantes años después, Borromini recibe el encargo de terminar la iglesia y la fachada. Borromini la resuelve con una planta elíptica, donde se puede comprobar cómo Borromini la estructura a partir de una clara geometrización del espacio. Dos triángulos equiláteros unidos por la base parecen ser la génesis de la obra, aunque también lo podría ser la anamorfosis del círculo. Ambas soluciones muestran una racionalización del lenguaje barroco. La planta es elíptica, con un sentido de contracción opuesto al de expansión que busca Bernini en San Andrés. Alrededor de esta elipse se disponen diagonalmente las capillas y  varios nichos. Esta planta le permitía respetar la fuente del chaflán, una de las cuatro que presenta el cruce de las dos calles y que le da el pseudonombre a la iglesia.
Efectivamente, Borromini parte  de  un  espacio  angosto,  un  cruce  de  calles. Había cuatro  fuentes  en  el  solar  y  una  de  ellas  debía respetarla,   dejando   un   chaflán   en   una   esquina   para albergarla. La planta es nueva, elíptica, y no tiene precedentes y se crea en función del solar: un patio rectangular con los ángulos en chaflán. A partir de este espacio, crea una planta muy dinámica, quiere un edificio que se mueva y que rompa con la tradición clásica. Cómo es la tónica de su carrera arquitectónica, el arquitecto se debe adaptar a espacios pequeños y complicados para elaborar auténticas obras monumentales, gracias a su imaginación desbordante: estamos ante una iglesia pequeña pero monumental.
En su interior presenta un orden único de grandes columnas agrupadas de cuatro en cuatro con nichos y molduras continuas en los muros, que parecen reducir más el espacio y obligar al muro a flexionarse, y a parecer deformada la cúpula oval que corona este espacio interno.  La  cúpula  se  adapta  a  la  planta  y  es  en  forma  de  elipse  muy  decorada  en  su  interior. Esta cúpula muestra una gran decoración que quiere simular un artesonado clásico con motivos octogonales, hexagonales y en forma de cruz, que van disminuyendo a medida que confluyen en la linterna. Introduce, pues, la planta flexible y utiliza formas cóncavas y convexas que se articulan en un muro ondulante, lo que da como resultado un espacio interior dinámico. De esta manera, este conjunto de pequeñas dimensiones, al no poder ser medido ni acotado, crea una espacialidad que la hace mayor a los ojos del espectador. 


Tal vez lo mejor y más rompedor de todo sea la fachada: se trata de la forma más fragmentaria, discontinua y antimonumental de la arquitectura barroca. De  la  fachada,  él  hizo  el  cuerpo  inferior  y  el  superior  lo  hizo  su  sobrino,  pero siguiendo sus proyectos. Va en contra de todas las fachadas que se conocían hasta entonces: es ondulada y alabeada, con dos curvas cóncavas y una convexa en el centro para romper así los planos, al igual que en el interior. Con este efecto consigue que la luz provoque en la fachada matices distintos. Está compuesta por dos pisos de tres calles cada uno. El central del primer piso, con la puerta de acceso al templo, es convexo, y los dos laterales cóncavos. En cambio, en el segundo piso, las tres calles son cóncavas. La cornisa marca el movimiento principal del conjunto cóncavo-convexo-cóncavo en la planta baja, y en el nivel superior se dibuja un movimiento cóncavo-cóncavo-cóncavo sólo roto por el gran medallón que preside toda la composición y un pequeño templete elíptico con balconaje. La puerta es convexa  y  encima  pone  una  media  cúpula.   En  los  laterales  pone  nichos  cóncavos  para  acentuar  el rompimiento  de  líneas.   
Borromini cuida que su fachada se adapte a la calle, mirando de no ultrapasar los límites lineales de ésta y respetando su unidad utilizando los mismos materiales constructivos que los edificios colindantes. Lejos está, pues, de enmarcar el edificio en un marco majestuoso que resalte su nobleza y singularidad, como hacía Bernini. La misma fachada se presenta como una unidad independiente del interior del edificio con el que no guarda ninguna relación.

 COMENTARIO: 

San Carlos de las Cuatro Fuentes es conocida como San Carlino por sus reducidas dimensiones, y se trata de la obra más representativa de Borromini y, paradójicamente, es contemporánea de la columnata de San Pedro del Vaticano, de Bernini. San Carlos es la primera obra autónoma de Borromini y también la última en la que trabajará el arquitecto. Tenía 35 años en 1634, cuando los frailes Descalzos españoles de Roma le encargaron la construcción del convento y de la iglesia, y tuvo que superar la dificultad que comportaba lo reducido del espacio y su irregularidad. La primera fase, que incluye el convento y el claustro, concluyó el 1637. De este momento destaca, sobre todo el claustro, de reducidas dimensiones, en el que ya se manifiesta la ruptura de los esquemas tradicionales rectangulares. Desgraciadamente, el convento ha desaparecido en la actualidad. En 1641 concluía la iglesia, dedicada a San Carlos Borromeo, retomando al final de sus días la fachada, en 1667, que no puede concluir al morir, terminándola su sobrino Bernardo, siguiendo fielmente sus planos.
Lo intrincado de su geometría es mucho más osada y menos recargada en decoraciones figurativas que la iglesia de Sant'Andrea al Quirinale, obra de Bernini ubicada a pocos metros sobre la misma calle. Sus dimensiones son muy reducidas, ya que el edificio es pequeño, ya que la fachada entera podría caber en uno de los pilares de la Basílica de San Pedro, pero tiene un porte monumental y tremendamente barroco.


Francesco Castello (1599-1667) nació en la Lombardía (Bissone, Suiza), hijo de un cantero, pero se estableció pronto en Roma y adoptó  el  sobrenombre  de  Borromini. En  Roma  fue  elegido por Carlo Maderno (pariente lejano suyo) para ser su discípulo y con él trabajó hasta 1629 cuando murió el   maestro. A pesar de esto y la admiración que siempre le tuvo a su maestro,  el estilo de Borromini no tiene nada que ver con el de Maderno, mucho más imaginativo y menos clásico. Era un hombre irascible, de carácter violento y temperamento inquieto; se decía que era huraño y solitario, pero también tenía fama de honesto y poco interesado en las riquezas materiales aunque, como todo artista, sintiera la necesidad de reconocimiento. Después empezó a trabajar con  Bernini hasta 1634, cuando se independiza y empieza a trabajar sólo, sobre todo para órdenes humildes  y  pobres, desprovistas de los recursos financieros que poseía el Papado: los descalzos Trinitarios, los Filipenses y los  Franciscanos. En 1667  murió suicidándose con su espada, desesperado por la fiebre y el insomnio de una cruel enfermedad,  después  de  destruir  casi  todos  sus dibujos, papeles y proyectos. 
Mucho se ha hablado de su enemistad con Bernini, el otra gran genio de la arquitectura barroca italiana, pero, en verdad, esta enemistad fu más estilística que personal. Las diferencias entre ambos son muy evidentes. Cada uno representa las dos caras del arte en Italia: el arte triunfante y oficial y el arte para pequeños demandantes aunque de mayor calidad que el primero. Partiendo de la preceptiva clásica, Bernini respetó las proporciones de los órdenes y las reglas de la composición, mientras que la fantasía de Borromini rompió estas normas e inventó nuevos elementos. Bernini utilizó preferentemente el mármol como material de construcción; Borromini fue un arquitecto barato, que hémelo el ladrillo, el estuco y el revoque. Bernini plantea espacios naturales abiertos, con curvas y contracurvas diáfanas, mientras que en Borromini los espacios son artificiales y reducidos, al complicarlos mediante combinaciones de alabeos secundarios. En cuanto a la iluminación, Bernini deja sus fachadas e interiores pulidos con el propósito de que la luz y la sombra resbalen y los bañen por igual; Borromini, en cambio, afila los perfiles, añade resaltes y aplica aristas para que la luz se quiebre en un cortante efecto claroscurista. Bernini tuvo a los más ricos y poderosos clientes (reyes y tres Papas), mientras Borromini tuvo como clientes a pobres iglesias y órdenes mendicantes.
Borromini el primer arquitecto moderno, con planteamientos muy revolucionarios, ya que fue el primer arquitecto que rompió con el clasicismo renacentista, siendo muy criticado por ello en su época. Su forma de diseñar es diferente de Bernini. Él parte de la idea sencilla para ir hacia la complejidad, adaptándose al poco espacio que tiene para construir. Juega con el espacio con un criterio de dinamismo en términos propiamente escultóricos. Rompe con todas las reglas arquitectónicas e inventa nuevos elementos, obteniendo así plantas nuevas indefinibles. Asimismo, ondula entablamentos y cornisas, alabea los muros, utiliza bóvedas que parecen nervadas y arcos mixtilíneos, crea plantas estrelladas y muy movidas, en definitiva, su arquitectura se puede calificar como fantástica, genial y  muy original.




Cabe citar otras obras geniales del arquitecto. En una de sus primeras obras, la Iglesia de Santa Inés en Plaza Navona en Roma, parte del aprendizaje con Maderna en el Vaticano, para crear una obra propia al curvar el cuerpo central de la fachada (cóncava), rimando, así, en una armonía, todavía atemperada, con la gran cúpula. La obra se adapta perfectamente al marco urbano.
A continuación realiza el Oratorio de los Filipenses, concebido como sala de audiciones, hecho en ladrillo. La planta de este edificio es más sencilla porque aquí Borromini se dedicó sobre todo a  la  fachada.  Su  planta  es  cuadrada  y  dividida  en  varios espacios: un patio cuadrangular al igual que la planta general  del  edificio y el resto  todo  iglesia  separada  en varias  partes:  un  ángulo  inferior,  un  pasillo  central  y  otro cuerpo  a  la  derecha. La  fachada no tiene correspondencia con el eje del edificio. La  fachada  es  de  palacio  urbano  pero  alabeado  y  ligeramente curva. Incorpora  la  luz  para  modelar,  para  dilatar  el  cuerpo. Está dividida en dos cuerpos cóncavos con uno convexo en el centro.  Las formas de capiteles y ventanas son nuevas, inventadas por él. Para coronar la fachada inventa un tipo de frontón nuevo mixtilíneo, alternando lo angular con lo curvilíneo.
A continuación emprende su obra más culminante, la Iglesia de San Ivo alla Sapienza. La realiza entre 1643 y 1648. De  nuevo  partía  con muchos condicionantes, pero debía esmerarse porque  éste  era  el  único  encargo que recibía del Papa. El  templo  simboliza  el homenaje que la Iglesia   Católica rinde a la sabiduría. Todo el espacio alrededor   estaba edificado, debiendo construir  la  Iglesia  entre  dos alas. Así resulta una planta interior hexagonal (dos triángulos equiláteros que, al cruzarse, crean un hexágono), aunque por el exterior y antes  del  arranque  de  la  cúpula,  aparece  la  estrella  original  de seis puntas, aunque los ángulos son redondeados y romos. La fachada da a un patio interior y es curva, como si quisiera  unir  en  prolongación  las  dos fachadas  que  tiene  en  los lados. Las  ventanas  de  esta  fachada  son  distintas,  de  medio punto, porque  las  ventanas  de  las  alas  laterales  son  de  medio punto.  La  combinación  de  la  fachada  con  la  cúpula  le  da  al edificio  un  sentido  elástico,  porque  la  fachada  es  cóncava  y  la cúpula  es  convexa. A  la  cúpula  le  da  un  sentido  ascensional porque le pone una linterna alta y una moldura ascensional en forma de hélice cónica, que denota la inagotable inventiva del artista. Por otro lado, la fachada no es tan dinámica como las anteriores, es más quieta, más sólida porque debía guardar armonía con el entorno. Aún así, el contrapunto que se produce entre fachada y cúpula es el toque maestro.
También Borromini trabajó en la decoración interior de la Basílica de San Juan de Letrán, momento en el que le sorprendió la muerte.



Borrimini escribió una obra teórica, "Opus Architectonicum", de la que entresacamos este extracto que define su estilo arquitectónico:

"Por cierto no desarrollaré esta profesión con el fin de ser un simple copista, si bien sé que al inventar cosas nuevas no se puede recibir el fruto del trabajo, siquiera tarde como no lo recibió el mismo Miguel Ángel cuando en la reforma de la gran Basílica de San Pedro usó nuevas formas y ornamentos que sus propios emuladores le criticaban, al punto de procurar muchas veces privarlo de su cargo de arquitetco de San Pedro: sin embargo, el transcurso del tiempo ha puesto de manifiesto que todas sus ideas han resultado dignas de imitación y admiración". 

Para terminar, recogemos un extracto de sus escritos, posiblemente de un día antes de suicidarse, donde se narra como pasó sus últimas horas:

"Me he sentido muy afectado por esto desde alrededor de las ocho de esta mañana y te contaré qué sucedió.Me había estado sintiendo enfermo desde el banquete de Magdalena (el 22 de julio) y no había salido a causa de mi enfermedad excepto el sábado y domingo en que fui a San Giovanni (dei Fiorentini) para el jubileo. Ayer por la noche, vino a mí la idea de hacer mi voluntad y exteriorizarla por mi propia mano. Así que comencé a escribirte después de la cena, y escribí con el lápiz hasta cerca de las tres de la mañana. Messer Francesco Massari, mi criado joven, quien duerme en la puerta siguiente de mis aposentos ya se había ido a la cama. Viendo que seguía inmóvil escribiendo y no había apagado la luz, me llamó diciendo: -"Signor Cavaliere, debe Ud. apagar la luz e ir a dormir porque ya es muy tarde y el médico quiere que descanse". Contesté que tendría que encender otra vez la lámpara al despertar, y me dijo -"Apáguela, porque la encenderé cuando despierte". Así que paré de escribir, alejé de mí el papel, apagué la lámpara y me fui a dormir. Cerca de las cinco o seis de la madrugada desperté y llamé a Francisco para pedirle que encendiera la lámpara. Como se negó dado que no había dormido suficiente, me puse impaciente y pensé como hacerme algún daño corporal. Permanecí en este estado hasta cerca de las ocho, cuando recordé que tenía una espada en el respaldo de la cama, colgada entre las velas consagradas, y en mi impaciencia por tener una luz tomé la espada, que cayó de punta junto a mi cama. Caí sobre ella con tal fuerza que terminé atravesado en el piso. Debido a mi herida comencé a gritar, con lo que Francesco entró rápidamente al cuarto, abrió la ventana, y al verme herido, llamó a otros que me ayudaron a recostarme en la cama y quitarme la espada. Así es como resulté herido".


CONTEXTO HISTÓRICO:  

El adjetivo barroco, con el que hoy se designa a la cultura artística europea del siglo XVII y, por extensión, a la monarquía absolutista, a la economía mercantilista, a la sociedad estamental y a la Contrarreforma católica, nace con un carácter despectivo y negativo: barroco era lo irregular, lo complicado y ampuloso, retorcido y degenerado, en oposición al equilibrio, orden y simetría del arte renacentista, que tratan de recuperar los críticos del Neoclasicismo de finales del XVIII.
El Barroco es un arte cortesano que se pone al servicio de los reyes absolutos, cuyo afán de esplendor se traduce en la magnitud de los proyectos y en el fasto de la decoración, excesivamente recargada. Es un estilo triunfante y propagandístico, como ocurre en la Roma papal, donde nace y se desarrolla el estilo, o en la Francia del Rey Sol.  Pero también será el vehículo adecuado de la Iglesia católica para luchar contra la Reforma Protestante, renovándose la iconografía católica con composiciones aparatosas, de tono triunfal. España, adalid de la Contrarreforma, desarrollará un barroco exclusivamente religioso. Sin embargo, en las regiones donde triunfa la Reforma, Holanda, Alemania y el norte de Europa, se desarrollará un arte burgués, de vertiente más laica, sencilla e intimista.
Se pueden distinguir dos etapas en el arte barroco: el Barroco pleno o maduro, en el siglo XVII, donde coinciden grandes genios artísticos, a pesar de ser un siglo de crisis y decadencia (Guerras, epidemias, malas cosechas, descenso demográfico...), como Bernini, Borromini, Caravaggio, Rubens, Rembrandt o Velázquez; y el Barroco tardío o Rococó, que pervivirá hasta 1750, consiguiendo su apoteosis en las cortes centroeuropeas. 

 

Terminamos con un video, en inglés, sobre la Iglesia de San Carlos de las Cuatro Fuentes:




sábado, 6 de marzo de 2010

BERNINI VERSUS BORROMINI

     Bernini     //     Borromini

Bernini y Borromini son las dos figuras más importantes del barroco italiano e internacional, especialmente en la arquitectura. Pero son dos personalidades absolutamente diferentes y trabajan de diferente manera y diametralmente opuesta. Ambos artistas construyen edificios de planta elíptica con muros alabeados, pero las diferencias en el empleo de los órdenes y de los materiales, y en el uso del espacio y de la luz, hacen que se sitúen a años luz sus estilos.
Sin embargo, durante un tiempo, sus vidas corrieron paralelas, ya que Borromini tras trabajar en el Vaticano a las órdenes de Carlo Maderna, entró como ayudante de Bernini en las obras del Palacio Barberini de Roma; tras unos de colaboración, surgió entre ellos una enemistad que duraría toda la vida, tal vez por la incompatibilidad de caracteres entre ambos. Veámos algunas diferencias:

CARÁCTER:

Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) nació en Napales y fue hijo de un escultor manierista, de quién aprende el arte de la escultura, aunque también se movió como nadie en el mundo de la arquitectura. Los biógrafos nos han dibujado a un hombre que es un genio perfecto, que nació con estrella, con notables cualidades morales (buen hijo, buen esposo y buen padre, además de ser jovial y gran conversador). El éxito siempre le acompañó, sirvió  a, nada más y nada menos, ocho papas (entre ellos a los poderosos Urbano VIII, Inocencio X y Alejandro VII), también fue invitado por el Rey Sol, Luis XIV, a Francia para diseñar la fachada del Louvre. Hombre moderno de amplio espectro de actividades plásticas, se dedicó a la arquitectura y a la escultura sobre todo, aunque también fue dramaturgo, urbanista y diseñador de sus propios decorados y vestuarios. Hizo también arquitectura provisional o efímera. Fue un hombre de genio precoz, se le atribuyen esculturas de gran calidad a los 10 y 11 años de edad. Tiene un virtuosismo innato de alta inteligencia práctica y una profunda sensibilidad emocional. Educado en el espíritu jesuítico, alcanza profundamente el sentido contrarreformista y refleja admirablemente las pretensiones del poder de la iglesia.
Francesco Castelli, llamado Borromini (1599-1667), nacio en Bissone en Suiza. Se trasladó a Milán y luego a Roma, donde trabajó con Maderna y Bernini. Pero no obtiene el favor de grandes mecenas y se conforma con trabajar con pequeñas órdenes religiosas, desprovistas de recursos financieros. Su carácter es irascible e iracundo, violento, huraño y solitario, muy religioso y llevando una vida de pobreza absoluta. Murió de manera trágica, ya que se suicidó al clavarse su propia espada, tal vez por su estado depresivo y melancólico, o desesperado por las fiebres y el insomnio de una enfermedad no diagnosticada.

ESTILO:

 Cada uno representa las dos caras del arte en Italia: Bernini es el arte triunfante y oficial, mientras Borromini es el arte para pequeños y humildes demandantes, aunque de mayor calidad que el primero.
Ya hemos dicho que en la clientela, Bernini tuvo a los más ricos y poderosos clientes (reyes y  Papas), mientras Borromini tuvo como clientes a pobres iglesias y órdenes mendicantes.
Partiendo de la preceptiva clásica, Bernini respetó las proporciones de los órdenes y las reglas de la composición, mientras que la fantasía de Borromini rompió estas normas e inventó nuevos elementos. "Yo no he nacido para para ser copista de las columnas del Coliseo", afirmaba. Borromini daba especial relevancia a la plena libertad de diseño, negándose a "copiar" características u elementos estilísticos en sus proyectos, y llegando al extremo de resignar toda remuneración a cambio de tal libertad expresiva
En cuanto a los materiales, Bernini utilizó, preferentemente, el mármol como material de construcción, ya que le encomendaban grandes y ricos proyectos; Borromini, en cambio, fue un arquitecto barato, que empleó el ladrillo, el estuco y el revoque.
En la composición, Bernini plantea espacios naturales abiertos, con curvas y contracurvas diáfanas, dispone de todo el espacio y todas las hectáreas que necesita para dar rienda suelta a su imaginación, mientras que en Borromini los espacios son artificiales y reducidos, al complicarlos mediante combinaciones de alabeos secundarios, debiéndose adaptar a pequeños espacios.
 En cuanto a la iluminación, Bernini deja sus fachadas e interiores pulidos, con el propósito de que la luz y la sombra resbalen y los bañen por igual; Borromini, por su parte, afila los perfiles, añade resaltes y aplica aristas para que la luz se quiebre en un cortante efecto claroscurista.

OBRAS:

 A Bernini se le considera el último arquitecto clásico, representa el espacio dado de antemano, no se plantea su proyecto desde el espacio porque siempre contaba con todo el que quería. Bernini representa el Barroco del poder, encarna el deseo de magnificencia de la Roma triunfal, una vez vencidos los temores de la Reforma. Aunque su arquitectura es movida, con plantas circulares y ovales, su espíritu es clásico, de hecho se le considera como el último arquitecto clásico, frente a Borromini, el primer arquitecto moderno. Ese clasicismo se aprecia en su respeto a las proporciones de los órdenes y a las reglas de la composición. Además, prefiere las plantas centrales (cruz griega y ovales).
Su carrera como arquitecto se inicia en el Vaticano, proyectando El Baldaquino de San Pedro, obra híbrida entre arquitectura y escultura, muy movida, pues apenas se aprecia una línea recta. Es importante porque aparecen elementos nuevos que van a caracterizar el Barroco, como las columnas salomónicas de orden gigante y el retorcimiento general de la obra, como si fuese una llamarada. Se trata de un movido palio de bronce, apeado en cuatro columnas salomónicas decoradas con racimos de vid, que sitúa bajo la cúpula de la basílica, para conmemorar que allí debajo, en la cripta, está la tumba de San Pedro. La cubierta iba a ser una cúpula pero él la sustituyó por cuatro volutas que se juntan en el centro sosteniendo una bola del mundo con una cruz encima. Así queda abierta la cubierta dándole más dinamismo. Tiene un simbolismo acentuado, ya que se pone en el centro del crucero y simboliza el centro de la cristiandad; es un monumento conmemorativo porque debajo esta la Cripta de San Pedro, y asimismo, es también un símbolo del poder del Papa Urbano VIII, su emblema nobiliar aparece por toda la obra (las tres abejas). Es el símbolo de la familia de los Barberini. Esta será la obra cumbre del Barroco y de Bernini.




El éxito de esta empresa le valió el título de arquitecto pontificio, realizando otras obras en la Basílica, como la Cátedra de San Pedro y la Columnata en la Plaza del Vaticano.
La Cátedra de San Pedro está adosada al ábside de la Basílica de San Pedro, en la misma línea de perspectiva que el Baldaquino. Se relaciona con la silla que usó San Pedro como primer obispo de Roma. Bernini sitúa esta reliquia en un trono mayor, que mantienen en el aire los Doctores de la iglesia, y abre en la zona superior una gloria que perfora el muro, convirtiéndose en el precedente de los transparentes hispanos.




Su obra más trascendental como arquitecto es la Columnata de la Plaza de San Pedro del Vaticano en Roma. Bernini contaba con un amplio espacio creado artificialmente para él; allí debía crear una plaza grandiosa, pero había dos problemas: adosar la plaza a la fachada y que ésta quedara equilibrada con la plaza, que una parte no hiciera pequeña a la otra. La solución fue no poner la plaza pegada a la fachada sino separada por medio de unos grandes brazos convergentes que, simbólicamente, sirven para acoger a las multitudes. Así la fachada queda al fondo y la plaza se hace independiente. Además las anchuras de una y de otra son diferentes. Los brazos continúan por la plaza en sentido circular-elíptico, en forma de pórticos con gigantescas columnas de orden dórico muy severo y con efectos de perspectiva elíptica. Así, con esta planta elíptica, las columnas nacen de la fachada de la Basílica como dos grandes brazos que acogen a la humanidad. Esta columnata es funcional y alegórica, ya que cierra óptimamente la Plaza del Vaticano, sirve de deambulatorio cubierto a las procesiones y abraza ecuménicamente a la cristiandad. Toda la columnata sostiene un gigantesco ejército de santos y mártires.





La obra arquitectónica de la que Bernini se sentía más satisfecho es la Iglesia de San Andrés del Quirinal. La planta interior se contrapone con la exterior. La planta es original de Bernini pero se inspiró en el Panteón de Roma. Es una planta oval con capillas alrededor y un altar mayor que resalta al exterior por detrás. Pero este dinamismo de la planta se acentúa con otra elipse tangente que se inicia en la fachada pero no se acaba, se acaba imaginariamente fuera, en la calle.
La fachada parece clásica, estática, con un gran frontón triangular sobre un pórtico sobresaliente. Pero la escalinata describe una curva y saca dos columnas que soportan un entablamento de media circunferencia decorado encima con un frontón curvo partido. Con estos elementos se produce el dinamismo o movimiento arquitectónico, jugando con las líneas cóncavas y convexas. Las dos alas las construye como dos brazos que recogen al visitante y lo invitan a entrar. En el interior, el eje transversal acorta el trayecto entre la puerta y el Altar mayor, todo ello decorado profusamente. Las capillas laterales llevan un tratamiento más estático, con elementos muy clásicos. Bernini decora la Iglesia para que la atención recaiga en el Altar Mayor, con gran escenografía, como si el edificio sirviera para albergar este altar.





















Otras obras menores civiles de Bernini son el Palacio Barberini (abajo), con fachada diáfana y arquerías superpuestas y el Palacio Chigi-Odescalchi.


Borromini fue el primer arquitecto moderno, con planteamientos muy revolucionarios, ya que fue el primer arquitecto que rompió con el clasicismo renacentista, siendo muy criticado por ello en su época. Su forma de diseñar es diferente de Bernini. Él parte de la idea sencilla para ir hacia la complejidad, adaptándose al poco espacio que tiene para construir. Juega con el espacio con un criterio de dinamismo en términos propiamente escultóricos. Rompe con todas las reglas arquitectónicas e inventa nuevos elementos, obteniendo así plantas nuevas indefinibles. Asimismo, ondula entablamentos y cornisas, alabea los muros, utiliza bóvedas que parecen nervadas y arcos mixtilíneos, crea plantas estrelladas y muy movidas, en definitiva, su arquitectura se puede calificar como fantástica, genial y muy original.
En una de sus primeras obras, la Iglesia de Santa Inés en Plaza Navona en Roma, parte del aprendizaje con Maderna en el Vaticano, para crear una obra propia al curvar el cuerpo central de la fachada (cóncava), rimando, así, en una armonía, todavía atemperada, con la gran cúpula. La obra se adapta perfectamente al marco urbano.




Pero su primera gran obra como artista independiente, y mucho más audaz y novedosa es la Iglesia de San Carlos de las cuatro fuentes (San Carlo alla Quattro Fontane), hecha para los trinitarios españoles. Se le encargó un convento y una iglesia; el convento se ha perdido y la iglesia la construyo entera, menos parte de la fachada, al morir el artista. Borromini parte de un espacio angosto, un cruce de calles. Había cuatro fuentes en el solar y una de ellas debía respetarla, dejando un chaflán en una esquina para albergarla. La planta es nueva, elíptica, y no tiene precedentes y se crea en función del solar: un patio rectangular con los ángulos en chaflán. A partir de este espacio, crea una planta muy dinámica, quiere un edificio que se mueva y que rompa con la tradición clásica. Es una Iglesia pequeña pero monumental. En el interior utiliza medias columnas y en los intercolumnios orada el muro para crear líneas convexas contrapuestas. El muro cambia así cada dos por tres de forma muy dinámica. La cúpula se adapta a la planta y es en forma de elipse muy decorada en su interior. Hace curvo también el arquitrabe. De la fachada, él hizo el cuerpo inferior y el superior lo hizo su sobrino, pero siguiendo sus proyectos. Va en contra de todas las fachadas que se conocían hasta entonces: es ondulada y alabeada, con dos curvas cóncavas y una convexa en el centro para romper así los planos, al igual que en el interior. Con este efecto consigue que la luz provoque en la fachada matices distintos. La puerta es convexa y encima pone una media cúpula. En los laterales pone nichos cóncavos para acentuar el rompimiento de líneas.










A continuación realiza el Oratorio de los Filipenses, concebido como sala de audiciones, hecho en ladrillo. La planta de este edificio es más sencilla porque aquí Borromini se dedicó sobre todo a la fachada. Su planta es cuadrada y dividida en varios espacios: un patio cuadrangular al igual que la planta general del edificio y el resto todo iglesia separada en varias partes: un ángulo inferior, un pasillo central y otro cuerpo a la derecha. La fachada no tiene correspondencia con el eje del edificio. La fachada es de palacio urbano pero alabeado y ligeramente curva. Incorpora la luz para modelar, para dilatar el cuerpo. Está dividida en dos cuerpos cóncavos con uno convexo en el centro. Las formas de capiteles y ventanas son nuevas, inventadas por él. Para coronar la fachada inventa un tipo de frontón nuevo mixtilíneo, alternando lo angular con lo curvilíneo.









A continuación emprende su obra más culminante, la Iglesia de San Ivo alla Sapienza. La realiza entre 1643 y 1648. De nuevo partía con muchos condicionantes, pero debía esmerarse porque éste era el único encargo que recibía del Papa. El templo simboliza el homenaje que la Iglesia Católica rinde a la sabiduría. Todo el espacio alrededor estaba edificado, debiendo construir la Iglesia entre dos alas. Así resulta una planta interior hexagonal (dos triángulos equiláteros que, al cruzarse, crean un hexágono), aunque por el exterior y antes del arranque de la cúpula, aparece la estrella original de seis puntas, aunque los ángulos son redondeados y romos. La fachada da a un patio interior y es curva, como si quisiera unir en prolongación las dos fachadas que tiene en los lados. Las ventanas de esta fachada son distintas, de medio punto, porque las ventanas de las alas laterales son de medio punto. La combinación de la fachada con la cúpula le da al edificio un sentido elástico, porque la fachada es cóncava y la cúpula es convexa. A la cúpula le da un sentido ascensional porque le pone una linterna alta y una moldura ascensional en forma de hélice cónica, que denota la inagotable inventiva del artista. Por otro lado, la fachada no es tan dinámica como las anteriores, es más quieta, más sólida porque debía guardar armonía con el entorno. Aún así, el contrapunto que se produce entre fachada y cúpula es el toque maestro.




También Borromini trabajó en la decoración interior de la Basílica de San Juan de Letrán.



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