ENCUADRE:
Obra: Iglesia de San Carlos de las Cuatro Fuentes (San Carlo alie Quatro Fontane). Roma.
Autor: Francesco Borromini.
Género: Arquitectura religiosa.
Estilo: Arte barroco. Barroco italiano.
Cronología: Siglo XVII: 1634-1667 (la fachada de la iglesia la termina en 1667).
Otras obras: del autor: " Oratorio de San Felipe Neri", "Sant´Ivo alla Sapienza", "Iglesia de Santa Inés en Piazza Navona", todas en Roma.
ANÁLISIS:
Tras la realización del Convento y Claustro que le encarga la Orden de los Trinitarios españoles en Quattro Fontane, bastantes años después, Borromini recibe el encargo de terminar la iglesia y la fachada. Borromini la resuelve con una planta elíptica, donde se puede comprobar cómo Borromini la estructura a partir de una clara geometrización del espacio. Dos triángulos equiláteros unidos por la base parecen ser la génesis de la obra, aunque también lo podría ser la anamorfosis del círculo. Ambas soluciones muestran una racionalización del lenguaje barroco. La planta es elíptica, con un sentido de contracción opuesto al de expansión que busca Bernini en San Andrés. Alrededor de esta elipse se disponen diagonalmente las capillas y varios nichos. Esta planta le permitía respetar la fuente del chaflán, una de las cuatro que presenta el cruce de las dos calles y que le da el pseudonombre a la iglesia.
Efectivamente, Borromini parte de un espacio angosto, un cruce de calles. Había cuatro fuentes en el solar y una de ellas debía respetarla, dejando un chaflán en una esquina para albergarla. La planta es nueva, elíptica, y no tiene precedentes y se crea en función del solar: un patio rectangular con los ángulos en chaflán. A partir de este espacio, crea una planta muy dinámica, quiere un edificio que se mueva y que rompa con la tradición clásica. Cómo es la tónica de su carrera arquitectónica, el arquitecto se debe adaptar a espacios pequeños y complicados para elaborar auténticas obras monumentales, gracias a su imaginación desbordante: estamos ante una iglesia pequeña pero monumental.
En su interior presenta un orden único de grandes columnas agrupadas de cuatro en cuatro con nichos y molduras continuas en los muros, que parecen reducir más el espacio y obligar al muro a flexionarse, y a parecer deformada la cúpula oval que corona este espacio interno. La cúpula se adapta a la planta y es en forma de elipse muy decorada en su interior. Esta cúpula muestra una gran decoración que quiere simular un artesonado clásico con motivos octogonales, hexagonales y en forma de cruz, que van disminuyendo a medida que confluyen en la linterna. Introduce, pues, la planta flexible y utiliza formas cóncavas y convexas que se articulan en un muro ondulante, lo que da como resultado un espacio interior dinámico. De esta manera, este conjunto de pequeñas dimensiones, al no poder ser medido ni acotado, crea una espacialidad que la hace mayor a los ojos del espectador.
Tal vez lo mejor y más rompedor de todo sea la fachada: se trata de la forma más fragmentaria, discontinua y antimonumental de la arquitectura barroca. De la fachada, él hizo el cuerpo inferior y el superior lo hizo su sobrino, pero siguiendo sus proyectos. Va en contra de todas las fachadas que se conocían hasta entonces: es ondulada y alabeada, con dos curvas cóncavas y una convexa en el centro para romper así los planos, al igual que en el interior. Con este efecto consigue que la luz provoque en la fachada matices distintos. Está compuesta por dos pisos de tres calles cada uno. El central del primer piso, con la puerta de acceso al templo, es convexo, y los dos laterales cóncavos. En cambio, en el segundo piso, las tres calles son cóncavas. La cornisa marca el movimiento principal del conjunto cóncavo-convexo-cóncavo en la planta baja, y en el nivel superior se dibuja un movimiento cóncavo-cóncavo-cóncavo sólo roto por el gran medallón que preside toda la composición y un pequeño templete elíptico con balconaje. La puerta es convexa y encima pone una media cúpula. En los laterales pone nichos cóncavos para acentuar el rompimiento de líneas.
Borromini cuida que su fachada se adapte a la calle, mirando de no ultrapasar los límites lineales de ésta y respetando su unidad utilizando los mismos materiales constructivos que los edificios colindantes. Lejos está, pues, de enmarcar el edificio en un marco majestuoso que resalte su nobleza y singularidad, como hacía Bernini. La misma fachada se presenta como una unidad independiente del interior del edificio con el que no guarda ninguna relación.
COMENTARIO:
San Carlos de las Cuatro Fuentes es conocida como San Carlino por sus reducidas dimensiones, y se trata de la obra más representativa de Borromini y, paradójicamente, es contemporánea de la columnata de San Pedro del Vaticano, de Bernini. San Carlos es la primera obra autónoma de Borromini y también la última en la que trabajará el arquitecto. Tenía 35 años en 1634, cuando los frailes Descalzos españoles de Roma le encargaron la construcción del convento y de la iglesia, y tuvo que superar la dificultad que comportaba lo reducido del espacio y su irregularidad. La primera fase, que incluye el convento y el claustro, concluyó el 1637. De este momento destaca, sobre todo el claustro, de reducidas dimensiones, en el que ya se manifiesta la ruptura de los esquemas tradicionales rectangulares. Desgraciadamente, el convento ha desaparecido en la actualidad. En 1641 concluía la iglesia, dedicada a San Carlos Borromeo, retomando al final de sus días la fachada, en 1667, que no puede concluir al morir, terminándola su sobrino Bernardo, siguiendo fielmente sus planos.
Lo intrincado de su geometría es mucho más osada y menos recargada en decoraciones figurativas que la iglesia de Sant'Andrea al Quirinale, obra de Bernini ubicada a pocos metros sobre la misma calle. Sus dimensiones son muy reducidas, ya que el edificio es pequeño, ya que la fachada entera podría caber en uno de los pilares de la Basílica de San Pedro, pero tiene un porte monumental y tremendamente barroco.
Francesco Castello (1599-1667) nació en la Lombardía (Bissone, Suiza), hijo de un cantero, pero se estableció pronto en Roma y adoptó el sobrenombre de Borromini. En Roma fue elegido por Carlo Maderno (pariente lejano suyo) para ser su discípulo y con él trabajó hasta 1629 cuando murió el maestro. A pesar de esto y la admiración que siempre le tuvo a su maestro, el estilo de Borromini no tiene nada que ver con el de Maderno, mucho más imaginativo y menos clásico. Era un hombre irascible, de carácter violento y temperamento inquieto; se decía que era huraño y solitario, pero también tenía fama de honesto y poco interesado en las riquezas materiales aunque, como todo artista, sintiera la necesidad de reconocimiento. Después empezó a trabajar con Bernini hasta 1634, cuando se independiza y empieza a trabajar sólo, sobre todo para órdenes humildes y pobres, desprovistas de los recursos financieros que poseía el Papado: los descalzos Trinitarios, los Filipenses y los Franciscanos. En 1667 murió suicidándose con su espada, desesperado por la fiebre y el insomnio de una cruel enfermedad, después de destruir casi todos sus dibujos, papeles y proyectos.
Mucho se ha hablado de su enemistad con Bernini, el otra gran genio de la arquitectura barroca italiana, pero, en verdad, esta enemistad fu más estilística que personal. Las diferencias entre ambos son muy evidentes. Cada uno representa las dos caras del arte en Italia: el arte triunfante y oficial y el arte para pequeños demandantes aunque de mayor calidad que el primero. Partiendo de la preceptiva clásica, Bernini respetó las proporciones de los órdenes y las reglas de la composición, mientras que la fantasía de Borromini rompió estas normas e inventó nuevos elementos. Bernini utilizó preferentemente el mármol como material de construcción; Borromini fue un arquitecto barato, que hémelo el ladrillo, el estuco y el revoque. Bernini plantea espacios naturales abiertos, con curvas y contracurvas diáfanas, mientras que en Borromini los espacios son artificiales y reducidos, al complicarlos mediante combinaciones de alabeos secundarios. En cuanto a la iluminación, Bernini deja sus fachadas e interiores pulidos con el propósito de que la luz y la sombra resbalen y los bañen por igual; Borromini, en cambio, afila los perfiles, añade resaltes y aplica aristas para que la luz se quiebre en un cortante efecto claroscurista. Bernini tuvo a los más ricos y poderosos clientes (reyes y tres Papas), mientras Borromini tuvo como clientes a pobres iglesias y órdenes mendicantes.
Borromini el primer arquitecto moderno, con planteamientos muy revolucionarios, ya que fue el primer arquitecto que rompió con el clasicismo renacentista, siendo muy criticado por ello en su época. Su forma de diseñar es diferente de Bernini. Él parte de la idea sencilla para ir hacia la complejidad, adaptándose al poco espacio que tiene para construir. Juega con el espacio con un criterio de dinamismo en términos propiamente escultóricos. Rompe con todas las reglas arquitectónicas e inventa nuevos elementos, obteniendo así plantas nuevas indefinibles. Asimismo, ondula entablamentos y cornisas, alabea los muros, utiliza bóvedas que parecen nervadas y arcos mixtilíneos, crea plantas estrelladas y muy movidas, en definitiva, su arquitectura se puede calificar como fantástica, genial y muy original.
Cabe citar otras obras geniales del arquitecto. En una de sus primeras obras, la Iglesia de Santa Inés en Plaza Navona en Roma, parte del aprendizaje con Maderna en el Vaticano, para crear una obra propia al curvar el cuerpo central de la fachada (cóncava), rimando, así, en una armonía, todavía atemperada, con la gran cúpula. La obra se adapta perfectamente al marco urbano.
A continuación realiza el Oratorio de los Filipenses, concebido como sala de audiciones, hecho en ladrillo. La planta de este edificio es más sencilla porque aquí Borromini se dedicó sobre todo a la fachada. Su planta es cuadrada y dividida en varios espacios: un patio cuadrangular al igual que la planta general del edificio y el resto todo iglesia separada en varias partes: un ángulo inferior, un pasillo central y otro cuerpo a la derecha. La fachada no tiene correspondencia con el eje del edificio. La fachada es de palacio urbano pero alabeado y ligeramente curva. Incorpora la luz para modelar, para dilatar el cuerpo. Está dividida en dos cuerpos cóncavos con uno convexo en el centro. Las formas de capiteles y ventanas son nuevas, inventadas por él. Para coronar la fachada inventa un tipo de frontón nuevo mixtilíneo, alternando lo angular con lo curvilíneo.
A continuación emprende su obra más culminante, la Iglesia de San Ivo alla Sapienza. La realiza entre 1643 y 1648. De nuevo partía con muchos condicionantes, pero debía esmerarse porque éste era el único encargo que recibía del Papa. El templo simboliza el homenaje que la Iglesia Católica rinde a la sabiduría. Todo el espacio alrededor estaba edificado, debiendo construir la Iglesia entre dos alas. Así resulta una planta interior hexagonal (dos triángulos equiláteros que, al cruzarse, crean un hexágono), aunque por el exterior y antes del arranque de la cúpula, aparece la estrella original de seis puntas, aunque los ángulos son redondeados y romos. La fachada da a un patio interior y es curva, como si quisiera unir en prolongación las dos fachadas que tiene en los lados. Las ventanas de esta fachada son distintas, de medio punto, porque las ventanas de las alas laterales son de medio punto. La combinación de la fachada con la cúpula le da al edificio un sentido elástico, porque la fachada es cóncava y la cúpula es convexa. A la cúpula le da un sentido ascensional porque le pone una linterna alta y una moldura ascensional en forma de hélice cónica, que denota la inagotable inventiva del artista. Por otro lado, la fachada no es tan dinámica como las anteriores, es más quieta, más sólida porque debía guardar armonía con el entorno. Aún así, el contrapunto que se produce entre fachada y cúpula es el toque maestro.
También Borromini trabajó en la decoración interior de la Basílica de San Juan de Letrán, momento en el que le sorprendió la muerte.
Borrimini escribió una obra teórica, "Opus Architectonicum", de la que entresacamos este extracto que define su estilo arquitectónico:
"Por cierto no desarrollaré esta profesión con el fin de ser un simple copista, si bien sé que al inventar cosas nuevas no se puede recibir el fruto del trabajo, siquiera tarde como no lo recibió el mismo Miguel Ángel cuando en la reforma de la gran Basílica de San Pedro usó nuevas formas y ornamentos que sus propios emuladores le criticaban, al punto de procurar muchas veces privarlo de su cargo de arquitetco de San Pedro: sin embargo, el transcurso del tiempo ha puesto de manifiesto que todas sus ideas han resultado dignas de imitación y admiración".
Para terminar, recogemos un extracto de sus escritos, posiblemente de un día antes de suicidarse, donde se narra como pasó sus últimas horas:
"Me he sentido muy afectado por esto desde alrededor de las ocho de esta mañana y te contaré qué sucedió.Me había estado sintiendo enfermo desde el banquete de Magdalena (el 22 de julio) y no había salido a causa de mi enfermedad excepto el sábado y domingo en que fui a San Giovanni (dei Fiorentini) para el jubileo. Ayer por la noche, vino a mí la idea de hacer mi voluntad y exteriorizarla por mi propia mano. Así que comencé a escribirte después de la cena, y escribí con el lápiz hasta cerca de las tres de la mañana. Messer Francesco Massari, mi criado joven, quien duerme en la puerta siguiente de mis aposentos ya se había ido a la cama. Viendo que seguía inmóvil escribiendo y no había apagado la luz, me llamó diciendo: -"Signor Cavaliere, debe Ud. apagar la luz e ir a dormir porque ya es muy tarde y el médico quiere que descanse". Contesté que tendría que encender otra vez la lámpara al despertar, y me dijo -"Apáguela, porque la encenderé cuando despierte". Así que paré de escribir, alejé de mí el papel, apagué la lámpara y me fui a dormir. Cerca de las cinco o seis de la madrugada desperté y llamé a Francisco para pedirle que encendiera la lámpara. Como se negó dado que no había dormido suficiente, me puse impaciente y pensé como hacerme algún daño corporal. Permanecí en este estado hasta cerca de las ocho, cuando recordé que tenía una espada en el respaldo de la cama, colgada entre las velas consagradas, y en mi impaciencia por tener una luz tomé la espada, que cayó de punta junto a mi cama. Caí sobre ella con tal fuerza que terminé atravesado en el piso. Debido a mi herida comencé a gritar, con lo que Francesco entró rápidamente al cuarto, abrió la ventana, y al verme herido, llamó a otros que me ayudaron a recostarme en la cama y quitarme la espada. Así es como resulté herido".
CONTEXTO HISTÓRICO:
El adjetivo barroco, con el que hoy se designa a la cultura artística europea del siglo XVII y, por extensión, a la monarquía absolutista, a la economía mercantilista, a la sociedad estamental y a la Contrarreforma católica, nace con un carácter despectivo y negativo: barroco era lo irregular, lo complicado y ampuloso, retorcido y degenerado, en oposición al equilibrio, orden y simetría del arte renacentista, que tratan de recuperar los críticos del Neoclasicismo de finales del XVIII.
El Barroco es un arte cortesano que se pone al servicio de los reyes absolutos, cuyo afán de esplendor se traduce en la magnitud de los proyectos y en el fasto de la decoración, excesivamente recargada. Es un estilo triunfante y propagandístico, como ocurre en la Roma papal, donde nace y se desarrolla el estilo, o en la Francia del Rey Sol. Pero también será el vehículo adecuado de la Iglesia católica para luchar contra la Reforma Protestante, renovándose la iconografía católica con composiciones aparatosas, de tono triunfal. España, adalid de la Contrarreforma, desarrollará un barroco exclusivamente religioso. Sin embargo, en las regiones donde triunfa la Reforma, Holanda, Alemania y el norte de Europa, se desarrollará un arte burgués, de vertiente más laica, sencilla e intimista.
Se pueden distinguir dos etapas en el arte barroco: el Barroco pleno o maduro, en el siglo XVII, donde coinciden grandes genios artísticos, a pesar de ser un siglo de crisis y decadencia (Guerras, epidemias, malas cosechas, descenso demográfico...), como Bernini, Borromini, Caravaggio, Rubens, Rembrandt o Velázquez; y el Barroco tardío o Rococó, que pervivirá hasta 1750, consiguiendo su apoteosis en las cortes centroeuropeas.
Terminamos con un video, en inglés, sobre la Iglesia de San Carlos de las Cuatro Fuentes: