Mostrando entradas con la etiqueta sur. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta sur. Mostrar todas las entradas

viernes, 2 de noviembre de 2012

Midgard (Los Grises)






Caminar en la absoluta soledad era abrumador, le quedaban las grabaciones y aquellos videos o archivos digitales que de vez en cuando sacaba de alguna casa, empresa o estación de televisión. Miraba o escuchaba los archivos para no perder la costumbre de la raza humana, de sus creadores. El aspecto no sería difícil, él había sido creado a su imagen y semejanza y solo bastaba un espejo, vidrio, charco, lago u océano para recordarlo. Pero necesitaba verlos y escucharlos, lo necesitaba para no sentirse del todo solo, más allá que cada año se juntaban los ocho en Flen esperando la noticia del renacimiento. Esperando que la runa con la imagen de Yemir se elevara por encima de la superficie y diera la señal. Más allá de todo eso, se sentían solos.
Según los cálculos exactos, se habían reunido en el noveno municipio quinientas setenta y cinco veces, no habían hablado entre ellos y casi no se habían mirado. Después de todo, eran robots y ninguno quería hablar con robots, sino, con humanos. Deseaban el día que recibieran la orden de la repoblación del planeta, un lugar todavía lúgubre, con aguas turbias, el cielo encapotado, las nubes cargadas de restos del virus, aunque con el aire cada minuto más puro y los animales cada segundo más vivos.


martes, 30 de octubre de 2012

Midgard (en Mundo Medio)


    

Le habían dicho que no sentiría nada, se lo habían dicho el primer día que lo operaron, le habían dicho que los que eran como él estaban preparados para eso, para no sentir ningún dolor. Le habían dicho grandes cosas, no se cansaban de darle distintos apuntes, nuevos y repeticiones. Lo peor de todo no era la repetición de las cosas, sino, el recordarlas al dedillo. Todo. Nada escapaba.
            Había otros, pero estaban escondidos como él. No tenía contacto con ellos como ellos tampoco con los demás, era por seguridad.
            Lo único que sabía era un número, lo único que lo conectaba a él con los demás era un simple número.
            Ocho.
            Eran ocho.
            Trató durante un tiempo no muy largo identificar las distintas conexiones que podrían existir con ese número, había varias, pero todas sin lógica.
            Una de las cosas que diferencia a los hombres de todo lo demás, junto con el pulgar y la razón; el alter ego, lo irracional.