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sábado, 7 de febrero de 2015

Barad-dûr





Gwaihir, señor de las águilas de las Montañas Nubladas




—Pequeña criatura. Servimos en honor a Gandalf El Gris.
—Gracias, soy Bilbo, de los Bolsón de la Comarca.
—Gwaihir, señor de las Montañas Nubladas, linaje de Thorondor. Servimos a Manwë, Rey de Arda, Bueno, Puro para elfos. Nuestra Señora es Yavanna, Reina de la Tierra, Dadora de Frutos para eldar. Servidores, mensajeros somos.
—Mis compañeros son enanos y han perdido Erebor.
—Guerreros de Aulë, Herrero del Mundo. En Montaña Solitaria mora el Dorado. Cuidado.
—¿El Dorado, dices?
—Garras, dientes, fuego... Tesoros codicia.
—¿...?
—Ayudaremos... Servimos al Gris.
—Sin duda, Gandalf es un mago de gran renombre.
—Profundidades de Montañas Nubladas... Vive una presencia. Cuidado.
—¿...?
—Pequeña criatura, eso, tu destino es.



viernes, 6 de febrero de 2015

Gandalf, el Enemigo de Sauron




Nosotros, los istari, vinimos a la Tierra Media para ayudar a los Pueblos Libres en sus luchas contra el Señor Oscuro.
Fueron los valar quienes nos enviaron, y fue su pensamiento quien nos creó, con el beneplácito del Único, que les enseñó la Llama Imperecedera.
Nacimos con ese propósito.
Conocemos los secretos del Mundo como los elfos y, al igual que ellos, servimos los designios de los Sagrados. Podemos ser inmortales como los eldar, o morir en un instante como los hombres o los Medianos. Poseemos la fortaleza de los enanos, aunque nos veáis de apariencia frágil.
Nuestra fuerza es el saber y conocemos la música de la creación.
Nuestros báculos conservan la Llama de Anor, el Fuego Secreto que representa nuestro poder y nuestra devoción, como nuestros señores son los Poderes del Mundo, los Regentes de Arda, los dioses.
Yo, Gandalf, he sido llamado de muchas formas, pero mi nombre verdadero es ser el Enemigo de Sauron.
Su reinado de tinieblas concluirá al fin, y la Tierra Media recuperará la belleza para siempre.




Aragorn II, soberano de las Tierras Occidentales

Ahora que han pasado más de doscientos años, y mi frente está ajada y blanco mi cabello, es el momento de repasar las edades pretéritas, antes de que mi espíritu acuda ante Mandos, juez de los valar.
Los libros antiguos hablan de nosotros, los hombres, como los Seguidores porque fuimos creados por el Único después de los elfos. También se nos llamó Huéspedes o Forasteros porque nuestro paso por el mundo es breve y no estamos atados a la tierra. Surgimos en los años del Sol, cuando la Tierra Media era regida por los presurosos cambios del crecimiento y el declinar de las cosas. Además, fuimos los Malditos porque nos asemejábamos al Señor Oscuro más que ninguna de las otras razas. Pero la entrega de mi antiguo linaje, los edain, en las Guerras de Beleriand hizo que fuéramos recompensados por los valar, quienes nos ofrecieron la isla de Númenor. En este nuevo hogar nos alcanzó la riqueza y el júbilo, pero la larga sombra de Sauron pervirtió nuestros corazones y la tierra que surgió de las aguas se hundió de nuevo en el océano.
Yo, Aragorn II, soy el último de los edain en esta tierra y heredero de Isildur, cuyo padre, el gran Elendil, fue el señor de los Fieles y creador de las dinastías de Gondor y Arnor. Por mis venas corre la antigua nobleza de los númenóreanos, y mis manos sostienen la espada Andúril, la Narsil forjada de nuevo, símbolo de la destrucción del Señor Oscuro.
Han transcurrido más de cien años de mi reinado. Atrás quedaron las hazañas gloriosas, como capitán, como montaraz, como miembro de la Compañía... Hemos traído la paz a las Tierras Occidentales, alejando la oscuridad de la Tierra Media. Pero debemos vigilar la niebla de nuestros corazones, pues ahí siempre habita.
A mi lado permanece Arwen, mi amada reina, cuya luz disuelve la bruma de mi alma.
 


jueves, 5 de febrero de 2015

Legolas, el último de los Elfos Grises

Las hordas de Saruman nos atacan por todas partes. Mi arco vibra presuroso, segando abominación tras abominación; porque no puede llamarse vida a ese cúmulo de carne creado por el barro primordial del Enemigo.
Mi mano firme lanza las certeras saetas; sin duda, he sido entrenado por el mejor, el Rey de los Elfos entre los sindar, mi padre Thranduil.
Soy el último del legado de los Elfos Grises. La Tierra Media fue siempre nuestro hogar y nunca la abandonamos. Amamos sus forestas primigenias y no concluimos el Gran Viaje que llevó a nuestros hermanos a las Tierras Imperecederas de los valar. Nuestro señor, el gran Thranduil, nos condujo a la paz del Reino del Bosque, que perduró durante dos edades enteras. Pero el mal codicia cada grano de nuestra tierra, y comenzaron estos desdichados tiempos. Acabó la paz y comenzó el sufrimiento. Los orcos llegaron desde las Montañas Nubladas a invadir el Bosque Negro, y así se gestó la Batalla de los Cinco Ejércitos, que libramos junto a los hombres y los enanos.
Ahora, en la Guerra del Anillo, en este baluarte de Cuernavilla, junto a los hombres del Abismo de Helm, yo, Legolas, el llamado Hoja Verde por sus hermanos, hijo del Rey de los Elfos, descendiente del glorioso Elwë, pido a Ulmo de los valar que se apiade de nosotros.
¡Tú, soberano entre los Sagrados, Rey del Océano Exterior, haz que vivamos estos últimos instantes... con honor!
 


Fingolfin y el Juramento de Fëanor




Fue Morgoth, el Enemigo Oscuro, quien confundió el camino de los elfos noldor. Aunque también es verdad que la semilla de la envidia y del conflicto anidaba ya en el corazón de Fëanor. Cuando creó los Silmarils, ató su destino con un yugo demasiado pesado, pues nunca puede preservarse aquello que teme perderse. El asesinato de su padre, Finwë, removió las viejas heridas de sangre; y el robo de las preciadas joyas mató su esperanza. El profundo dolor quiso ser enterrado con el orgullo y sólo causó desdicha y sufrimiento. Enfrentado a los valar, arrastró Fëanor a su linaje hacia el exilio, lejos de Valinor; y su locura le llevó a verter la sangre de sus hermanos los teleri, mancillando el nombre de los eldar en la Tierra Bendecida. Un odio secreto contra su medio hermano, Fingolfin, le forzó a abandonarlo en el Norte, junto a Finalfin y Galadriel. Hielo y muerte; muchos de los nobles noldor fenecieron en la cruda tierra de Araman. La soberbia de Fëanor atrajo la atención de Morgoth, cuando el elfo desembarcó en la Tierra Media, quemando las blancas barcas de los teleri. En la Batalla bajo las Estrellas fue abrasado por los balrogs, y en su último halo de vida sus palabras fueron amargas y estuvieron cargadas de odio.
Fingolfin sobrevivió, y su valor y arrojo hizo posible que algunos de sus hermanos de sangre retornaran a la noche eterna que era en ese tiempo la Tierra Media. Pero los valar se apiadaron de los Hijos de Ilúvatar y levantaron el Sol sobre el Oeste para ahuyentar la oscuridad del Mundo. Fue entonces cuando Fingolfin entró con sus huestes en Mithrim, reino de los elfos grises y refugio del linaje de Fëanor. Se escuchaban lamentos en las hogueras conciliares de los eldar; Maedhros había sido arrebatado por Morgoth. Las hazañas de Fingon, digno hijo de Fingolfin, junto al rey de las águilas, Thorondor, serían legendarias entre los elfos, cuando rescató al digno descendiente de Fëanor, y trajo la paz entre los hermanos.