martes, 31 de diciembre de 2024

¡¡FELIZ AÑO!!

Bueno, como de costumbre no había calculado bien, me veo en la obligación de hacer una trampita y publicar dos actualizaciones en un día para llegar al objetivo de las 75 entradas antes de 2025. Que no es que vaya a ninguna parte, pero al menos cerrar este 2024 del averno con este micro objetivo cumplido. ¡QUÉ MENOS!

A ver, y así también aprovecho para felicitaros las fiestas, que con tanta rabia y desesperanza vital no había encontrado un hueco. Y para daros las gracias, claro, porque aunque parezca que aquí ya no hay nadie, siempre en los peores momentos y en las actualizaciones más chungas aparece alguien para ofrecer una palabra de aliento. Y se agradece, la verdad.

Así que sólo me queda desearos que despidáis 2024 con la patada en el culo que se merece ese cabrito y que 2025 os traiga todo lo mejor.


¡¡FELIZ AÑO!!

(y gracias)

2025, tronco, ¡¡colabora!!

Ni se me ocurre hacer balance de 2024 porque ha sido un año de mierda (con todas las letras, no se merece ni que le ponga un asterisco) lleno de un dolor intensísimo, una rabia incandescente que casi se me lleva por delante a mi y a todo lo que arrasara en mi camino y una desesperanza inmensa, brutal, penetrante hasta lo más profundo de mi ser. 

Lo he pasado tan mal, TAN MAL, que en mucho momentos he creído de verdad que no iba a superarlo porque no sólo no podía (no tenía más fuerzas), sino que no quería, ya no me merecía la pena, no estaba dispuesta a seguir consintiendo esta tomadura de pelo.

Así que me voy a quedar con eso, con que a pesar de los pesares, sigo aquí, pataleando con todas mis fuerzas para salir a la superficie.  Porque aunque por estos lares no haya hecho más que quejarme, en la vida real he hecho todo lo posible para sanar. TODO. Y aunque estoy lejos de la meta, por lo menos sigo en la carrera, algo que no ha estado nada claro en algunos momentos de 2024.

Ahora necesitaría que el 2025 abra un poco la mano, que colabore con la causa, que reme a favor, que ponga un algo de su parte, porque sólo con la fuerza de mis pataleos vamos a velocidad de tortuga. Y si hay un momento para confiar en la magia de los nuevos comienzos es este.

Si alguien tiene enchufe con el nuevo, no me vendría mal que me echara un cable. Yo de momento, como se me ha acabado la gentileza y la amabilidad, se lo voy a pedir con vehemencia:


¡¡2025, COLABORA, COÑO!!

(por favor)




lunes, 30 de diciembre de 2024

En defensa del cliché

Bueno, voy a darle un break al intensismo vital porque a este paso terminaré consiguiendo que explote blogger por exceso de decibelios llorones. Y tampoco quiero ser la responsable de la desaparición de un CMS decano como este.

Así que yo qué sé, hablemos de libros. No voy a hacer balance lector del año porque he leído poco y casi todo de mamarracheo en plan medicina de emergencia para bajones XXL. Pero vi el otro día este gift en el antiguo Twitter y pensé que tenía razón. Que lo clichés literarios tienen mala fama y los ponen de ejemplo de falta de creatividad, pero eso no es cierto. Los clichés lo son porque nos gustan, porque son situaciones familiares que nos pasan en la vida real y que nos da curiosidad saber como los vivirían otros personajes que nos molan. Los clichés bien contados son una chulada y poco nos paramos a pensar cuáles son nuestros preferidos.


Yo creo que el que más me gusta es el de slow burn, que muchas veces está mezclado con el de forced proximity. Son los más creíbles y los que dan oportunidad de hacer escenas más tiernas y cute. Otros como los de rivals to lovers o los de encuentros mágicos son menos verosímiles.

¿Y vosotros?

domingo, 29 de diciembre de 2024

Periplos digitales

No quiero enfadarme con el algoritmo de youtube porque dado que he rechazado todas las cookies posibles, capado todas las opciones de privacidad imaginables y usado el navegador de incógnito muchas pistas no tiene, eso es verdad. Y lo que también es verdad es que a falta de datos se inventa lo más grande y me trae a contenidos sugeridos unas idas de olla que flipo en colores. Fli-po.

Así que yo ya no me ofendo. Cuando abro el ojo a las 4 de la mañana y veo reproduciéndose el vídeo más random que os podáis imaginar, a pesar de que mi último recuerdo antes de quedarme frita es haber buscado una receta de puré de verduras a las 12 de la noche ni siquiera me sorprendo. Lo que hago es ponerme el sombrero de Jessica Fletcher digital y consultar en el historial del navegador el camino de migas de pan algorítmicas que me ha llevado hasta allí.

Y, como podéis suponer, el viaje de Willy Fogg un juego de niños comparado con el periplo internetero de mi cuenta de youtube en modo desencadenado de reproducción automática. Tal que así: receta de puré de (supongo, por buscar algún vínculo) la influencer de turno. <Salto>. Como limpio mi casa (otra influencer fotocopia de la anterior). <Salto> Estrés, bajones emocionales, charla de amigas (esta será influencer, pero en su casa a la hora de comer, porque yo ni idea de quién es) <Salto> 10 lecciones para ganar autoconfianza (coach-gurú con miles de seguidores entre los que no me cuento, porque tampoco la conozco) <Salto> El secreto para seducir según la ciencia. Y aquí, elemental, querido Watson, llegamos al terrible vídeo que se estaba reproduciendo cuando he abierto el ojo a las 4 de la madrugada.

Lo primero que pienso es que es uno de esos mastuerzos salidos del Pleistoceno superior que dan clases para ligar con técnicas de manipulación de la Edad Media y me da una arcada. Después le oigo decir que hay que huir de esa gente y me quedo más tranquila. Por curiosidad me quedo a escuchar un par de preguntas y el tío dice cosas razonables: que para gustar hay que tener una autoestima sana, ser uno mismo, llevar la iniciativa y mantener la calma, no desesperarse, no idealizar a una potencial pareja que ni siquiera conoces aún. Hasta ahí de acuerdo. Pero claro, luego suelta: la tranquilidad afectiva sexual es saber que en un plazo razonable de algunas semanas puedes encontrar a alguien que te guste y conseguir que te corresponda. Y ahí, amigo, ahí ya se te ha ido la mano. Y no por la parte de que te correspondan, que por supuesto, es un milagro muy poco frecuente. Me refiero ya al paso anterior, a que alguien te interese a ti. ¿Qué? ¿Uno cada varias semanas? ¿En qué mundo ideal se supone que pasa eso? Desde luego en el mío no.

No sé en la época estudiantil, donde conoces una media de 80 personas al día, pero en la vida adulta habitual, en la que se suele ir de casa al trabajo y sota, caballo y rey y en la que, por muchas actividades a las que te apuntes, cuesta un mundo hacer amigos nuevos porque la peña está a sus familias y a sus cosas: ¿de verdad me estáis diciendo que encontráis una persona que os guste cada varias semanas? ¿En serio? No que os parezca guapa, que os guste como para plantearos convertirla en vuestra pareja. ¿DE VERDAD? 

No os creo.

jueves, 26 de diciembre de 2024

Que paren las rotativas

Seré breve: me ha tocado la sorpresa del roscón.

Y para que se entienda la potencia de este hecho (en apariencia) irrelevante, haré como Yolanda Díaz y os voy a dar un dato: es la primera vez en mi vida que me ocurre, lo que quiere decir que tras muchas décadas y seguramente varios miles de roscones, esto no había pasado nunca. Es, como diría otra ministra premium de temporadas anteriores, un acontecimiento interplanetario.

Si esto no cortocircuita la mala racha que llevo, nada lo hará.

Rey Mago cutre y medio bizco que me ha salido como sorpresa, en ti confiamos. 

Sin presiones

lunes, 23 de diciembre de 2024

Desahogo

Esto no me he atrevido nunca a decirlo en serio en voz alta, pero hoy necesito soltarlo. Sin bromas, sin medias tintas, sin quitarle importancia. Pienso más de lo que me gustaría en la muerte. No como el final inevitable de todos, sino como una opción. Una alternativa preferible a otras y perfectamente escogible.

Y me sorprende porque yo siempre he creído que la vida es sagrada, que no somos nadie para darla y para quitarla y que coger la salida de emergencia es una pena y un error. Pero pasan los años y cada vez estoy menos convencida de eso. Pienso que vivir tiene que ser un premio, no un castigo y que hay que quedarse mientras merezca la pena, mientras lo bueno compense lo malo. Fuera de eso, quedarse por quedarse, aguantar por aguantar, como en la juergas infinitas, es tontería.

A ver, no soy una niñata que se cree "con derecho a ser feliz" ni que piensa que "el universo le debe nada". Ya sé que la vida es dura, que no todo puede ser perfecto, que aquí todo el mundo tiene lo suyo y se come sus marrones. La clave es que también haya cosas buenas lo suficientemente grandes para compensar esas mierdas. No a todas horas, no todos los días, asumiendo que la existencia son ciclos y que hay épocas mejores y peores, pero que en conjunto la balanza se incline hacia lo positivo. Quedarse para sufrir todo el tiempo es absurdo, no le veo sentido.

Por eso no me sirve de nada el típico argumento de que hay gente que está peor. Ya, ¿y qué? Pero no porque sea una egoísta a la que le de igual el resto, sino porque tampoco le veo sentido en su caso. ¿Merece la pena vivir en guerra, soportando violaciones, estando gravemente enferma sin posibilidad de cura? Para mi no. Otra cosa es que para ellos si porque en su día a día tengan cosas suficientemente buenas para compensar, que oye, genial, me alegro por ellos. Pero de verdad que considero ilógico, innecesario, tener que madrugar, resolver problemas, discutir, enfermar, aguantar insoportables, superar decepciones y lidiar con todo tipo de mierdas a cambio de nada lo bastante significativo, con la suficiente entidad para contrapesar, para resarcirse de lo malo.

El truco está, claro, en que siempre se espera que mejore porque en este mundo lo único permanente es el cambio y cada día es un continuo plot twist. Las cosas son de una manera hoy, pero mañana nunca se sabe. Todo pasa. Yo solía agarrarme a esto, de hecho. El problema es que cada vez me sirve menos por puro agotamiento. Llevo andado como mínimo la mitad de mi camino vital y nada de lo que realmente me importa ha salido bien. He ido tirando de lo pequeño para ir aguantando mientras llegaba algo con verdadera enjundia para nivelar, pero estoy extenuada y sobre todo se me ha acabado la confianza en el futuro. Como Pedro y el lobo en el cuento, ya no me lo trago. Es decir, racionalmente SÉ que podría ser, que hasta el rabo todo es toro, que el partido no se acaba hasta que el árbitro pita el final, que los goles mágicos pueden llegar en la prórroga. Mi cerebro lo sabe, pero mi corazón no se lo cree. Y, sinceramente, tanto esfuerzo para estos resultados está empezando a dejar de merecerme la pena.

sábado, 21 de diciembre de 2024

Vaciada

Lo de fases del duelo de Kübler-Ross muy bien tirado, muy acurate, pero yo creo que le falta una: la del vacío absoluto. Cuando el dolor ha sido tan intenso, tan violento, que ha destrozado tus estructuras internas en plan terremoto. No, en realidad lo visualizo más como la riada de Valencia, una ola de tanta potencia que ha destruido todo a su paso, no sólo con la fuerza del agua, sino con la de todo el material que había arrastrado previamente. Coches, señales de tráfico, contenedores de tu vida anterior golpean tus cimientos, los despedazan y se llevan los trozos. Así que cuando el agua sigue su camino y desaparece sólo deja un páramo vacío. No quedan ni los restos de la destrucción para hacer croquetas, como con las sobras del cocido.

Así me siento, deshabitada, desierta, como si me hubieran vaciado por dentro. No queda nada de lo que yo era antes o está tan sepultado debajo del lodo que no consigo conectar. No logro escribir, ni tener ideas, ni inventar historias, ni pensar regalos originales, ni encontrar soluciones alternativas, ni reír con la intensidad anterior. No me encuentro, no estoy. O igual estoy muerta por dentro, como dice Ter en este vídeo.