Amor sin gluten

Hace dos semanas, me casé con el amor de mi vida; un amor libre de gluten. A mi marido le diagnosticaron la intolerancia al gluten hace 16 años y cuando nos conocimos ya llevaba unos cuantos inviernos sobreviviendo en un mundo en el que encontrar comida apta para celiacos era más que un reto. En aquel entonces, yo no tenía ni idea de lo que realmente significaba ser celiaco; aparte de lo obvio de no poder ingerir gluten, para mí ser celiaco significaba no poder compartir con tu pareja la deliciosa tarta de chocolate de ese restaurante nuevo que habían abierto en tu pequeña ciudad del sur de Andalucía, duplicar por cuatro el tiempo en el supermercado  intentando descifrar si los excipientes de un paquete  de salchichas eran o no aptos para celiacos, también cambiar el pescaito frito gaditano por la parrillada argentina.

La celiaquía no sólo afecta al celiaco en sí, sino tambien a las personas que estamos alrededor deseando compartir ese caminar sin gluten. Despues de más de 10 años con mi mitad sin gluten, he aprendido que las pequeñas cosas realmente marcan la diferencia. No todo el mundo puede entender la felicidad al ver el simbolito "gluten free" pasando desapercibido para la mayoria de ojos en la seccion de congelados, o en el menú de un bar al que entraste por casualidad. También he aprendido que cocinar es un placer, sobre todo si es sin gluten y por ello tengo que dar las gracias a muchos blogs dedicados a hacer la vida sin gluten mas facil.

Aqui empieza mi granito de arena.