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jueves, 3 de diciembre de 2015

SIN EPITAFIO (FRANCISCO JOSÉ JURADO)

Sin epitafio

Francisco José Jurado




FICHA TÉCNICA

Título: Sin epitafio
Autor: Fancisco José Jurado
Editorial: Algaida, 2015
Encuadernación: Tapa blanda
Páginas: 409
PVP: 18,00 €






FRANCISCO JOSÉ JURADO

De él nos cuenta la editorial en la solapa interior lo siguiente:

Francisco José Jurado (Córdoba, 1967) es licenciado en Derecho, aunque nunca ha ejercido la abogacía, pues pronto encaminó sus pasos hacia el mundo de la gestión cultural. Comenzó a escribir en 1988 y desde entonces ha obtenido casi un centenar de premios, menciones y accésit en certámenes de novela corta y relatos de ámbito nacional e internacional.

En 2009 publicó Benegas, un libro de relatos entrelazados que tuvo una excelente acogida de crítica y público y con el que consiguió ser finalista del Premio NOVELPOL a la mejor obra de género negro editada en España ese año, y del Premio Brigada 21 al mejor autor debutante.

Sin epitafio supone el esperado regreso de este singular inspector de Homicidios en una novela larga.



Un nuevo caso para el inspector Benegas


ARGUMENTO


¿Cuántas autopsias habría visto en su vida?, se preguntó intentando racionalizar el creciente desasosiego, interiorizando que quizás Espadas, el comisario jefe, estuviese en lo cierto. “Unas cuantas”, se dijo. ¿Y cuántos muertos a lo largo de su carrera? “Otros cuantos más”, se repitió. De hecho unos cuantos más de “demasiados muertos”, eso es lo que arrastraba en su historial el inspector Benegas. Sin embargo, pocas veces una imagen lo había impactado tanto como la que acababa de ver en la sala de disección de Pozo, su forense de confianza, como le gustaba llamarlo. (Página 12)

En un coche calcinado y sin cabeza, aparece el cadáver de un delincuente habitual. En apariencia parece obra de narcotraficantes. Pero cuando posteriormente aparece el cadáver de una mujer de clase acomodada y que presenta un peculiar corte en su abdomen como el que se encontró en el anterior cadáver, hace evidente que los tiros van por otro derrotero.
Del caso se ocupará el inspector Benegas. Una investigación que nos llevará nada más y nada menos que a la caída del temple, un suceso del que la segunda víctima estaba haciendo un estudio.

Y cómo no, con las presiones y las prisas que los casos mediáticos terminan imponiendo:
-Y cuanto antes, ¡eh, Pozo!; rapidito, que ya vamos tarde con toda esta historia del muerto sin nombre, sin esquela y sin epitafio. (Página 13)


SIN EPITAFIO


En Sin epitafio, el inspector Benegas aparece en una novela, porque en la entrega anterior se trataba de relatos. La primera duda que puede surgir es hasta qué punto es independiente esta novela Mi experiencia tras leerla, es que es perfectamente comprensible, que sin haber leído los relatos anteriores es perfectamente comprensible y disfrutable.

Como buena novela negra, hay un personaje que es el motor de la historia, o tal vez sería mejor hablar de la serie, puesto que de eso es de lo que tiene vocación esta novela.
Sin duda el inspector Benegas cumple sobradamente este papel, pues es un personaje bien dibujado, creíble, con una personalidad muy bien marcada y lo suficientemente atractiva como para tras leer Sin epitafio esperar una próxima entrega.
Eso sí, las pinceladas para conocerlo se nos dan de un modo salpicado y disperso a lo largo de la lectura. De hecho de su vocación se nos habla en el último cuarto de la novela (tal vez porque de ella se hablaba en los relatos):
Y por eso se acordó de su padre, de aquel hombre recto y duro, estricto y marcial hasta la intransigencia por quien él, en realidad, se había hecho finalmente policía. Por su padre, o para ser más exactos, para llevarle la contraria a su padre. (Página 324)

También es al final del libro cuando se nos habla del comienzo de su carrera, allá por la época de la transición:
Se intuían nuevos tiempos cuando Benegas accedió al Cuerpo. Harían falta, por tanto, nuevos métodos y vendrían bien caras nuevas a las que no les hubiera dado demasiado el sol. Él hizo todo lo que pudo, y creía haber puesto su grano de arena en todo aquel marasmo que llamamos Transición hacia no se sabe dónde. (Página 325)

Ante todo, Benegas en un hombre honrado, entregado en exclusiva a su trabajo, pasando de posibles prebendas o chanchullos a los que podría acceder con él:
Benegas pensó: “Yo, por ejemplo; yo no tengo nada, ni por ahí ni por aquí”, nunca le gustaron los chanchullos para sacarse un sobresueldo, pero Olga Matas ya le había dejado bien claro que él, de tan honrado, probo y cabal como era, empezaba a deslizarse peligrosamente hacia la categoría de medio tonto. (Página 286)

No tendremos que enfrentarnos (es de agradecer) al típico alcohólico o drogadicto. Sabemos que está separado de su mujer, pero tampoco hay aquí el típico trauma, pues no han llegado a divorciarse y mantienen una relación de mucha cordialidad. Simplemente viven en casas separadas. Es más, de pura normalidad se pasa el inspector Benegas, cuya forma de relajación y concentración es pasear por las calles del centro cordobés.
Unos se relajan en el gimnasio o con las cartas. A otros les basta con el humo de un cigarrillo, le había dicho Olga Matas. Y algunas se refugian en una sesión de peluquería. Muy bien. Pues a él, al inspector Benegas, le gustaba pasear, perderse entre piedras milenarias. Ese era su truco para medio entender su propio universo. (Página 262)

Una novela en la que no faltan alusiones a la novela de género negro:
-Venga, Andrés, mastica y traga. Eso de que los polis somos unos gourmets finos no se lo creen ni los que escriben las novelas. No sé de dónde sacan esos tíos que podamos tener gustos tan refinados. Yo no tengo tiempo ni para entrenarlos. Alguien que escribe algo así no ha estado en una comisaría en su puta vida. (Página 68)

A noveluchas del género (aunque también sería aplicable a muhas series televisivas)
Tampoco con la comparativa de los casquillos habían tenido suerte, prosiguió Marita, pero Benegas no esperaba nada por ahí; tales facilidades y/o felices coincidencias no ocurrían ni en esas noveluchas de intriga Britihs de serie B. (Página 72)

Ironía con respecto a algunas frases como la que sigue. Ironía máxima pues ese el precisamente el título que le pone al capítulo:
A las niñas ricas les gustan los canallas, todos lo sabemos”, siguió Benegas hilando sus pensamientos. Como título para un capítulo no estaba mal, pero si se le ocurría incluirla en su informe como sesuda deducción criminológica, le quitaban la placa. ((Página 106)

Aunque no abunden los golpes de humor, la novela no está exenta de alguno de ellos:
Nosotros no tenenos ninguna teoría, Benegas, para eso ya estáis vosotros y los economistas. (Página 60)

Un mundo muy peculiar el benegiano:
Entonces se dio cuenta. Ató cabos y se dio perfecta cuenta. Fue apenas un parpasegundo, famosa y muy compleja unidad de medición temporal típicamente benegiana que iba más allá de un simple abrir y cerrar de ojos, como pudiera pensarse, y que podríamos definir científicamente como un certero y fulminante golpe de pensamiento, de esos que se tienen muy pocas veces a lo largo de una temporada, e incluso de una vida. (Página 303)


Esa es la otra peculiaridad de la novela: su ambientación, porque la gran protagonistas de la novela es Córdoba, una ciudad por la que no se cansa de pasear el inspector Benegas:
Córdoba es una ciudad tan bonita, tan dulcemente serena y hermosa, que no se merece a alguno de sus habitantes”, se dijo el inspector contemplando una belleza, sin dejar de pensar en el caso, en todos los implicados y en ninguno en particular. (Página 269)


La novela se mueve en dos planos temporales: por una parte en la actualidad. Por otra parte, nos remonta unos siglos atrás, a la desaparición de la orden templaria gracias a los tejemanejes del rey de Francia y el Papa de Roma. Aunque podáis pensar al comenzar la novela que esta parte del pasado es importante, en realidad lo que cuenta es lo de hoy, siendo el pasado un simple complemento del presente.
Basta si no ver lo que el autor cuenta a través de sus personajes de las supuestas sagas templarias:
-Si, bueno, estas cosas de los templarios y la Edad Media... En fin, dan mucho juego. (…)
-Todos esos libros suelen resumirse en cuatro palabras: una sarta de bobadas. Se lo digo yo. Y de mentiras que sólo sirven para engañar a quien se deje. Y también para que algún espabilado se gane los cuartos embaucando a la gente, claro. (Página 329)



IMPRESIÓN PERSONAL


Me ha gustado la novela, por la normalidad de su protagonista (repetiré si es posible con una nueva entrega cuando la haya), por su ambientación en Córdoba y por el estilo narrativo del autor. Un estilo que es muy descriptivo, al menos en la primera parte según va presentando a los personajes de la novela. Probablemente eso frene un poco el ritmo, algo que, a medida que transcurre la acción, se soluciona, pues entonces sí que nos encontraremos con un ágil ritmo narrativo.
Basta con ver como describe a uno de los tres policías que trabaja con Benegas:
Llevaba Marita ese día el pelo suelto, rozándole los hombros en rítmico vaivén coordinado con sus caderas, un suéter ajustado de color azul ficha de parchís, fular a juego en tono más claro sin llegar a celeste y unos jeans medio gastados que se le adherían al cuerpo mejor que su verdadera piel. Remataba con unas botas marrones de montar, también ajadas por el uso que le ceñían las piernas hasta un par de dedos por debajo de la rodilla. (Página 53)

Con todo, bien trazados los personajes que intervienen en la novela, con un equipo de ayudantes que promete dar mucho juego por lo variado del mismo.


Entretenida y con una buena resolución, Sin epitafio es una novela que seguro entretendrá a los aficionados al género negro.
Una buena novela que de hecho incluiré en mis recomendaciones de novelas negras del 2015.




Gracias a Editorial Algaida que me ha facilitado un ejemplar de Sin epitafio y a Francisco José Jurado por proponérmelo y moverlo, para su lectura y reseña.




VALORACIÓN: 8/10




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