En
Sin epitafio, el inspector
Benegas aparece en una novela, porque en la entrega anterior se
trataba de relatos. La primera duda que puede surgir es hasta qué
punto es independiente esta novela Mi experiencia tras leerla, es que
es perfectamente comprensible, que sin haber leído los relatos
anteriores es perfectamente comprensible y disfrutable.
Como
buena novela negra, hay un personaje que es el motor de la historia,
o tal vez sería mejor hablar de la serie, puesto que de eso es de lo
que tiene vocación esta novela.
Sin
duda el inspector Benegas
cumple sobradamente este papel, pues es un personaje bien dibujado,
creíble, con una personalidad muy bien marcada y lo suficientemente
atractiva como para tras leer Sin epitafio esperar una próxima
entrega.
Eso
sí, las pinceladas para conocerlo se nos dan de un modo salpicado y
disperso a lo largo de la lectura. De hecho de su vocación se nos
habla en el último cuarto de la novela (tal vez porque de ella se
hablaba en los relatos):
Y
por eso se acordó de su padre, de aquel hombre recto y duro,
estricto y marcial hasta la intransigencia por quien él, en
realidad, se había hecho finalmente policía. Por su padre, o para
ser más exactos, para llevarle la contraria a su padre.
(Página 324)
También
es al final del libro cuando se nos habla del comienzo de su carrera,
allá por la época de la transición:
Se
intuían nuevos tiempos cuando Benegas accedió al Cuerpo. Harían
falta, por tanto, nuevos métodos y vendrían bien caras nuevas a las
que no les hubiera dado demasiado el sol. Él hizo todo lo que pudo,
y creía haber puesto su grano de arena en todo aquel marasmo que
llamamos Transición hacia no se sabe dónde.
(Página 325)
Ante
todo, Benegas en un hombre honrado, entregado en exclusiva a su
trabajo, pasando de posibles prebendas o chanchullos a los que podría
acceder con él:
Benegas
pensó: “Yo, por ejemplo; yo no tengo nada, ni por ahí ni por
aquí”, nunca le gustaron los chanchullos para sacarse un
sobresueldo, pero Olga Matas ya le había dejado bien claro que él,
de tan honrado, probo y cabal como era, empezaba a deslizarse
peligrosamente hacia la categoría de medio tonto.
(Página 286)
No
tendremos que enfrentarnos (es de agradecer) al típico alcohólico o
drogadicto. Sabemos que está separado de su mujer, pero tampoco hay
aquí el típico trauma, pues no han llegado a divorciarse y
mantienen una relación de mucha cordialidad. Simplemente viven en
casas separadas. Es más, de pura normalidad se pasa el inspector
Benegas, cuya forma de relajación y concentración es pasear por las
calles del centro cordobés.
Unos
se relajan en el gimnasio o con las cartas. A otros les basta con
el humo de un cigarrillo, le había dicho Olga Matas. Y algunas se
refugian en una sesión de peluquería. Muy bien. Pues a él, al
inspector Benegas, le gustaba pasear, perderse entre piedras
milenarias. Ese era su truco para medio entender su propio universo.
(Página 262)
Una
novela en la que no faltan alusiones a la novela de género negro:
-Venga,
Andrés, mastica y traga. Eso de que los polis somos unos gourmets
finos no se lo creen ni los que escriben las novelas. No sé de dónde
sacan esos tíos que podamos tener gustos tan refinados. Yo no tengo
tiempo ni para entrenarlos. Alguien que escribe algo así no ha
estado en una comisaría en su puta vida. (Página
68)
A
noveluchas del género (aunque también sería aplicable a muhas
series televisivas)
Tampoco
con la comparativa de los casquillos habían tenido suerte, prosiguió
Marita, pero Benegas no esperaba nada por ahí; tales facilidades y/o
felices coincidencias no ocurrían ni en esas noveluchas de intriga
Britihs de serie B. (Página 72)
Ironía
con respecto a algunas frases como la que sigue. Ironía máxima pues
ese el precisamente el título que le pone al capítulo:
“A
las niñas ricas les gustan los canallas, todos lo sabemos”, siguió
Benegas hilando sus pensamientos. Como título para un capítulo no
estaba mal, pero si se le ocurría incluirla en su informe como
sesuda deducción criminológica, le quitaban la placa.
((Página 106)
Aunque
no abunden los golpes de humor, la novela no está exenta de alguno
de ellos:
Nosotros
no tenenos ninguna teoría, Benegas, para eso ya estáis vosotros y
los economistas. (Página
60)
Un
mundo muy peculiar el benegiano:
Entonces
se dio cuenta. Ató cabos y se dio perfecta cuenta. Fue apenas un
parpasegundo, famosa y muy compleja unidad de medición temporal
típicamente benegiana
que
iba más allá de un simple abrir y cerrar de ojos, como pudiera
pensarse, y que podríamos definir científicamente como un certero y
fulminante golpe de pensamiento, de esos que se tienen muy pocas
veces a lo largo de una temporada, e incluso de una vida.
(Página 303)
Esa
es la otra peculiaridad de la novela: su ambientación, porque la
gran protagonistas de la novela es Córdoba,
una ciudad por la que no se cansa de pasear el inspector Benegas:
“Córdoba
es una ciudad tan bonita, tan dulcemente serena y hermosa, que no se
merece a alguno de sus habitantes”, se dijo el inspector
contemplando una belleza, sin dejar de pensar en el caso, en todos
los implicados y en ninguno en particular. (Página
269)
La
novela se mueve en dos planos temporales: por una parte en la
actualidad. Por otra parte, nos remonta unos siglos atrás, a la
desaparición de la orden templaria gracias a los tejemanejes del rey
de Francia y el Papa de Roma. Aunque podáis pensar al comenzar la
novela que esta parte del pasado es importante, en realidad lo que
cuenta es lo de hoy, siendo el pasado un simple complemento del
presente.
Basta
si no ver lo que el autor cuenta a través de sus personajes de las
supuestas sagas templarias:
-Si,
bueno, estas cosas de los templarios y la Edad Media... En fin, dan
mucho juego. (…)
-Todos
esos libros suelen resumirse en cuatro palabras: una sarta de
bobadas. Se lo digo yo. Y de mentiras que sólo sirven para engañar
a quien se deje. Y también para que algún espabilado se gane los
cuartos embaucando a la gente, claro. (Página 329)
IMPRESIÓN
PERSONAL
Me
ha gustado la novela, por la normalidad de su protagonista (repetiré
si es posible con una nueva entrega cuando la haya), por su
ambientación en Córdoba y por el estilo narrativo del autor. Un
estilo que es muy descriptivo,
al menos en la primera parte según va presentando a los personajes
de la novela. Probablemente eso frene un poco el ritmo, algo que, a
medida que transcurre la acción, se soluciona, pues entonces sí que
nos encontraremos con un ágil ritmo narrativo.
Basta
con ver como describe a uno de los tres policías que trabaja con
Benegas:
Llevaba
Marita ese día el pelo suelto, rozándole los hombros en rítmico
vaivén coordinado con sus caderas, un suéter ajustado de color azul
ficha de parchís, fular a juego en tono más claro sin llegar a
celeste y unos jeans medio gastados que se le adherían al cuerpo
mejor que su verdadera piel. Remataba con
unas botas marrones de montar, también ajadas por el uso que le
ceñían las piernas hasta un par de dedos por debajo de la rodilla.
(Página 53)
Con
todo, bien trazados los personajes que intervienen en la novela, con
un equipo de ayudantes que promete dar mucho juego por lo variado del
mismo.
Entretenida
y con una buena resolución, Sin epitafio es una novela que seguro
entretendrá a los aficionados al género negro.
Una
buena novela que de hecho incluiré en mis recomendaciones de novelas
negras del 2015.
Gracias
a Editorial Algaida que me
ha facilitado un ejemplar de Sin epitafio y a Francisco
José Jurado por proponérmelo y moverlo, para su lectura
y reseña.
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