l sabor de la comida es, junto a su aroma, un gran evocador de nuestra infancia. Cada uno de nosotros es capaz de experimentar de nuevo aquellas tiernas sensaciones al probar ese plato que tanto nos gusta desde pequeño, o el aroma dulzón de los dulces típicos de las fiestas tradicionales, incluso el volver a olfatear esas adictivas monedas de chocolate (que por cierto, a un servidor le costaba la misma vida separar el aluminio dorado que las envolvían o quizás fuera el nerviosismo por comerlas), todo ello conlleva que en nuestro cerebro se activen recuerdos que a menudo creíamos olvidados y se nos dibuje en la cara una sonrisa. Gracias a estos "activadores", siempre podemos volver a nuestra infancia aunque solo sea por unos instantes y remontarnos a aquellos dulces años.
No se sabe con total certeza si el arroz con leche es genuínamente español, ya que recetas de este postre tan dulce las hay en multitud de países y cada una con su versión peculiar de la zona donde ha sido cocinado. Pero lo que sí puede decirse con total rotundidad, es que el arroz con leche se elabora en nuestro país desde hace muchos siglos y los más antiguos recetarios españoles, cuando referencian al arroz, siempre lo presentan guisado con leche.
Suabia(en alemán: Schwaben) es una región histórica situada al sureste de Alemania, repartida entre Baden-Würtemberg y Baviera con capital en Augsburgo, muy cerca de Munich y acaparador de parajes de una excepcional belleza, sin olvidar por supuesto sus castillos de cuento de hadas como el Castillo de Hohenzollern, situado a unos 50 kilómetros al sur de Stuttgart y cerca de Hechingen, en pleno Jura de Suabia y que os recomiendo visitar sobre todo en primavera o verano para disfrutar de sus rutas verdes y purificadoras.
Ayer fue el cumpleaños de mi hija Ana, la más chica de los dos hijos que tengo. Una preciosidad rubia de ojos azules y más delgada que un palillo de dientes, que es el cariño personalizado. Ya sé que como padre es normal que diga estas cosas de una hija, pero debeís de reconocer que es inevitable.
La tarta de almendra elaborada en Galicia y conocida como Tarta de Santiago, es uno de los postres más identificativos de la cocina gallega y se da la paradoja, de que siendo una tierra bastante deficitaria en almendra autóctona, se haya asentado como uno de los manjares más delicados y exquisitos, y no solo en lares gallegos.
Con raices italianas y más concretamente en la región de Véneto(del veneciano tirame sú), el tiramisú es un delicioso y delicado postre frío elaborado en capas alternas de bizcochos de soletilla empapados en una mezcla de café, licor de almendras (amaretto) y cacao puro intercaladas con otras capas de deliciosa nata montada ligada con yema batida azucarada y queso Mascarpone, un queso de toque dulzón y consistencia cremosa. Con un origen que muchos se atribuyen y con cierta picardía en su vislumbramiento, ya que parece ser fue creado por una madame para "reconfortar" rápidamente a sus clientes y con tal ingesta, éstos volviesen de nuevo a la "faena" con el consiguiente aumento para las arcas del burdel. Cierto o no este origen vete tu a saber, cabe destacar el efecto placentero que un solo bocado de este postre puede llegar a ocasionar en nuestros sentidos, tanto por el contraste marcado de sabores como por la suavidad de su textura.
Sí quiero hacer hincapié en lo aconsejable de utilizar un buen café tipo expreso para conseguir un sabor óptimo.
1/2 vaso de azúcar
100 gr de cacao puro en polvo
3 huevos
300 ml de nata para montar (mínimo 35% de materia grasa)
24 bizcochos de soletilla (*)
1 tazón de café expreso
1/2 copa de licor de Amaretto
250 gr de queso Mascarpone
En mi versión de este postre y de manera opcional, he añadido unos sobaos pasiegos como base del mismo, remojándolos igualmente en la mezcla de café y cacao con licor.
(*)He usado los bizcochos de huevo con costra azucarada que venden en una gran superficie, son bastantes secos, ligeros y duros lo que favorecerá que al humedecerse absorban líquido pero no se destrocen, son los más similares a los savoiardi empleados para la confección de este postre en Italia
Antes de comenzar a elaborar nuestro tiramisú debemos poner las varillas de la batidora, el recipiente y la nata en frío 2 horas antes de montar la nata.
Echar la mitad del azúcar en la nata y montarla hasta que quede muy compacta. Separar las claras de las yemas. Montar las claras a punto de nieve (mejor añadiendo unas gotas de limón o vinagre a las mismas). Mezclar a mano las yemas de los huevos con 2 cucharadas de azúcar, hasta obtener una mezcla homogénea y cremosa.
A mano y con movimientos envolventes, mezclar con una cuchara el queso Mascarpone y el preparado de yema y azúcar.
Cuando el queso y las yemas estén mezclados juntar con la nata montada y las claras a punto de nieve.
En el café templado disolver un tercio del cacao en polvo y agregar el licor de almendras. Ahora vamos mojando muy ligeramente los bizcochos en el café sin dejar que se empapen y disponemos una capa de ellos en una fuente rectangular. Si optaís por usar los pasiegos, empaparlos también.
Ponemos ahora una capa de la nata, las yemas y la clara montada sobre los bizcochos. Seguimos alternando capas de ambas mezclas, terminando por la de la nata. (Entre ambas capas podemos agregar cacao en polvo sí lo deseamos).
Para terminar, con un colador espolvoreamos el resto del cacao en polvo sobre la mezcla.
Para conseguir la textura óptima de consumo debemos dejar reposar en frío al menos 24 horas. Es suave, es cremoso y es absolutamente delicioso. El tiramisú es de esos postres que no son empalagosos ni demasiado dulzones. Y cuanto más tiempo lo dejamos reposar, más bueno está, porque los sabores se concentran. Además, si podéis, os recomiendo que invirtáis en un buen queso mascarpone, porque marca totalmente la diferencia, tanto en sabor como en consistencia.
La Torta inglesa es un pastel muy aromático con base de bizcocho simple, relleno de cabello de ángel y coronado de un hojaldre esponjoso espolvoreado con azúcar glass y unos dibujos a base de canela molida que tiene detrás, una historia muy peculiar:
¡¡ Noche de Halloween !! Como seguidor de esta celebración, no podía dejar pasar este día sin elaborar alguna receta temática para tal evento. Como tanto la leyenda-realidad de Vlad Tepes y su tan afamado personaje de Drácula, creado por el genial Bram Stoker me han seducido desde pequeño, he querido rendirle un pequeño homenaje y con ocasión de la fiesta-merienda que mi hija va ha celebrar con sus amigas, y teniendo el congelador repleto de frambuesas recogidas este Verano, he preparado esta sangrienta y deliciosa tarta que he recogido del blog Butter Hearts Sugar, elaborada con un exquisito bizcocho relleno en varias capas de una dulce mermelada de frambuesas casera y recubierta de un fondant blanco al que le hacemos incisiones de colmillos vampíricos con los clásicos dientes postizos de plástico, que a buen seguro, todos hemos usado de pequeño en más de una ocasión, todo ello, decorado con salpicaduras de mermelada de frambuesas a modo de sangre. Un delicioso y escalofriante resultado para una terrorífica tarde de Halloween.
600 gramos de fondant de color blanco
colmillos de vampiro de plástico
Relleno de frambuesas
400 gr de frambuesas frescas o descongeladas
6 cucharadas de azúcar
1 cucharadita de maicena
1 y 1/2 cucharaditas de extracto de vainilla
2 cucharaditas de zumo de limón fresco exprimido
Bizcocho
440 gr de harina tamizada
170 gr de mantequilla ablandada
280 gr de azúcar
3 huevos grandes, a temperatura ambiente
6 cucharadas de colorante rojo
3 cucharadas de cacao sin azúcar
1y 1/2 cucharaditas de extracto de vainilla
1/2 cucharadita de sal
300 ml de nata
1 y 1/2 cucharaditas de vinagre
1 y 1/2 cucharaditas de bicarbonato de sodio Frosting de vainilla
200 gr de mantequilla sin sal, a temperatura ambiente
200 gr azúcar glass, tamizada
1/2 cucharadita de extracto de vainilla
1 o 2 cucharadas de leche
Del relleno de frambuesas
Ponemos en un cazo y a fuego bajo, las frambuesas con el resto de ingredientes a excepción de la maicena. Dejamos de 20-25 minutos, tiempo suficiente para que los frutos suelten su jugo y se caramelicen. Las pasamos por la batidora para lograr una mezcla uniforme y posteriormente, por un colador para filtrar las semillas que podrían ser bastantes molestas. Una vez limpias de pepitas, añadimos esta mezcla de nuevo al cazo. Disolvemos la maicena en un poco de agua fría y la incorporamos a las frambuesas, calentando hasta que logremos una mezcla densa. Esta mezcla la vamos a utilizar tanto para el relleno entre capas como para la decoración final, así que no olvideís apartar un poco para este fin.
Del bizcocho
Para elaborar el bizcocho, he utilizado un molde de 18 cm de Ø , y horneando en dos veces. Precalentar el horno a 180°C. Engrasar y enharinar ligeramente el molde, poniendo en la base del mismo, un círculo a medida de papel de hornear. Añadir la mantequilla y el azúcar en un cuenco y batir con las varillas eléctricas hasta que esté muy suave y esponjoso (aprox. 5-7 minutos). Agregar los huevos de uno en uno, batiéndolos bien antes de agregar el siguiente. Aparte formamos el colorante para el bizcocho, añadiendo en un cuenco el colorante rojo, el cacao y la vainilla hasta formar una pasta. Añadir esta pasta de color rojo a la masa anterior de huevos y mezclar bien hasta que el color se distribuya bien. Mezclar la sal con la nata. Añadir una tercera parte de la nata y un tercio de la harina a la masa, batir hasta que se incorporen bien. Repitimos con los tercios restantes. Mezcle el vinagre y el bicarbonato en un tazón pequeño. Añadir a la pasta y mezclar bien.
Dividir la masa en 2 partes iguales o si teneís dos moldes iguales vertemos la misma cantidad en cada uno de ellos. Hornear durante 35-40 minutos, no obstante, comprobar pinchando un palillo en el centro del bizcocho. Dejar enfriar completamente antes de desmoldar.
Mientras que los bizcochos se están enfriando hacemos el frosting de vainilla.
Del frosting de vainilla
Con varillas eléctricas batir la mantequilla durante 2 minutos hasta que esté suave y esponjosa. Añadir el azúcar glass en dos veces, batiendo bien después de cada adición. Agregar la vainilla y batir durante unos 3 minutos. Si el glaseado es demasiado grueso podeís añadir un poco de leche fría.
Ensamblaje de la tarta
Recortar las copas superiores de cada bizcocho y por en dos mitades cada uno de ellos. Poner aproximadamente 1 taza del frosting de vainilla en una manga pastelera. Sobre la primera base de bizcocho, formamos con el frosting, un anillo alrededor del mismo y que nos servirá, para contener a la mermelada de frambuesas. Rellenamos esta base con la mermelada y repetimos el proceso hasta terminar con todas las capas de bizcocho.
Reservamos una taza de este frosting para el montaje de la tarta y con el resto, embadurnamos nuestra tarta por todas partes con una fina capa.
Fondant
Sobre una superficie limpia, ponemos los bloques de fondant para extenderlos con ayuda de un rodillo, entre dos pliegos de papel de horno, hasta lograr un espesor de 7 mm aproximadamente. Debemos tener cuidado de que el fondant nos cubra de sobra nuestro cake. Una vez extendido el fondant, lo enrollamos sobre el rodillo de cocina y desenrollamos sobre la tarta. Alisamos el fondant comenzando por la parte superior y evitando la formación de pliegues en los laterales.
Recorte el exceso de pasta de azúcar de la base de la tarta con un cuchillo afilado.
Ahora viene la parte divertida, con los dientes de plástico vamos haciendo "mordiscos" por toda la superficie de nuestra tarta.
Vertemos un poco de "sangre" de frambuesas en una jeringuilla y rellenamos con ella cada mordisco, añadimos goteos y salpicaduras para darle un efecto más real y proteger la pared de atrás para que no os pase como a mí, que parecía que había matado ya al pavo de Navidad.
¡¡Os deseo un fantástico fin de semana de Halloween y de Todos los santos !!
Viajero incansable y playero a tiempo total. Apasionado de la cocina tradicional, de la que requiere fuego lento y mucho amor y mimo. Para cualquier comentario no dudes en escribirme a kepabad@gmail.com.