Acababa de encender la chimenea, y la estancia aun tiritaba entre sombras de fuego. Yo seguía tumbado en el sofá, envuelto en dos mantas, que cubrían mi destemplado corazón, mientras la nieve seguía cayendo, y el viento helado soplaba en el exterior.
La llama comenzaba a caldear el ambiente, y mi pensamiento se esforzaba en revivir aquellos momentos de felicidad, un año atrás, en el que estábamos los dos juntos en aquel mismo lugar. Las cosas cambian, y la vida te pone en aprietos que hay que superar, cuando todo lo que te rodea, desaparece en un instante, para no volver jamás.
Todavía nos recuerdo cuando dormíamos los dos frente a esa chimenea, para no perder calor, envueltos en dos mantas, mientras nuestros cuerpos latían al unísono. Hace tan sólo un año, que estaba ella aquí, respirándome en la nuca, despertándome al amanecer, cuando ese mismo rayo de luz, el primero de la mañana, atravesaba la ventana para encender nuestras miradas.
Es de esos momentos que consideras perfectos, inolvidables, y que no podrían haber salido mejor. Despertar en medio de la nada, con lo que más importa a tu lado, sin nada más que hacer en el día, que disfrutar de la persona a la que amas, compartiendo caricias, frente al tibio abrazo del fuego.
Pero no pude hacer nada para evitarlo, poco después ella me dejó. Me robó el corazón, se lo llevó. No sé porqué, pero llegó el momento de decirme adiós, y todo acabó… sin que yo pudiera hacer nada, sin que me diera tiempo a enfrentarme al destino para que no se alejara de mi lado…
Y aquí estoy yo, un año después de todo aquello, frente a la misma chimenea, en el mismo lugar perdido, intentando seguir viviendo entre el frío y el dolor. El frío que siento porque ella no está aquí para incendiar mi corazón; y el dolor de mi alma que nota su ausencia, porque nuestras manos no están entrelazadas, y porque pese al frío, me sobra una manta de las dos…
Al menos tengo el consuelo de tenerla cerca. Ahí está, calentita en su rincón, justo encima del fuego que la consumió. Su presencia me reconforta, aunque no diga nada, aunque no se mueva, aunque no se baje de su lugar preferido sobre de la chimenea.