Porque una buena forma de viajar y conocer lugares es hacerlo a bordo de un enorme buque, con todas las comodidades y, por lo que he visto, a precios muy ajustados, precisamente lo que mi resentido bolsillo necesita!
31 de marzo de 2011
Nos vamos de crucero...
Desde que hace unas semanas me enamoré de las vistas del Báltico, y de la sensación inigualable de navegar, de surcar mares, de llegar a puertos... no paro de darle vueltas a la posibilidad de embarcarme de nuevo en un crucero. Esta vez por todo lo grande.
Porque una buena forma de viajar y conocer lugares es hacerlo a bordo de un enorme buque, con todas las comodidades y, por lo que he visto, a precios muy ajustados, precisamente lo que mi resentido bolsillo necesita!
Porque una buena forma de viajar y conocer lugares es hacerlo a bordo de un enorme buque, con todas las comodidades y, por lo que he visto, a precios muy ajustados, precisamente lo que mi resentido bolsillo necesita!
Tras el intenso frío vivido por Escandinavia, ahora me apetece algo un poco más cálido, no sé exactamente por donde me gustaría viajar, pero no es mala idea acercarnos a nuestro queridísimo Mediterráneo. He estado mirando en la web de Tuttocruceros.com, y me ha convencido definitivamente! Tiene un buscador muy bueno, que da resultados de las principales compañías que ofertan cruceros. La página es muy intuitiva, y desde casa puedes comparar los distintos servicios de cada compañía, más cómodo imposible. Además puedes reservar sin gastos de agencia, con personal de ayuda y un teléfono gratuito para cualquier consulta, por no hablar de unos precios increíbles! Yo me reitero en que pensaba que pasar unos días a todo incluido en un crucero de lujo era mucho más caro. Para muestra, echadle un ojo a los precios de los cruceros por el Mediterráneo... yo estoy alucinado!
A mi me gustaría uno de esos míticos cruceros que te acercan a conocer diferentes ciudades... y los días en los que no hay escalas, seguro que no nos aburrimos con la cantidad de actividades que ofrecen. Sería genial volver en barco a Italia, recorrer las islas griegas, o alguno un poco más exótico por Egipto o Emiratos árabes. Me están entrando ganas de viajar otra vez!!
Me han gustado especialmente los de Costa cruceros, porque por lo que veo son de los más completos, y hay algunos recorridos muy llamativos por el Mar rojo y Oriente medio, que se me hacen muy interesantes.
En definitiva, creo que pronto volveré al modo viajero y tendréis noticias mías desde alta mar... Si ahorro un poco de dinero, me pilla con ganas, y encuentro buena compañía, no dudaré en subir a bordo de una de estas maravillas flotantes de Costa cruceros, y aventurarme a recorrer mares y océanos, con la oportunidad de conocer nuevos destinos y ciudades.
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28 de marzo de 2011
Big bang, big boom
Desde que Darwin sentara las bases de lo que hoy en día se conoce como evolución, en ese magistral tratado de la ciencia titulado "El origen de las especies", muchos han sido los intentos por explicar tan importante trabajo, por dotarlo de una mayor claridad y trascendencia para todo ser humano, cuya razón de ser era, al fin y al cabo, el objetivo final del estudio. Y el que hoy os muestro, es uno más de esos intentos, adaptado a nuestro tiempo, convertido en arte, resumido en apenas diez minutos, pero con una capacidad esclarecedora y un mensaje final, como nunca antes había visto. La originalidad de la propuesta, la genialidad que muestran sus artífices con esta reinvención del stop-motion, hacen de este cortometraje una joya contemporánea de obligado visionado.
Os dejo con esta libre y particular visión de la teoría de la evolución, con ese bien narrado big bang, que quien sabe sino será pronto big boom. Lo dicho, atentos a las escenas finales, que ponen los pelos de punta y hacen reflexionar a partes iguales.
25 de marzo de 2011
Helsinki, la ciudad del frío
Finlandia nos esperaba, pero antes vivimos una travesía por el Báltico que ninguno de los presentes olvidará jamás. El mar completamente congelado, excepto en la línea de paso de los buques, donde las placas rotas flotaban como un mosaico rosado, debido a la luz del atardecer que se reflejaba. El viento congelador nos abrasaba la cara, mientras avanzabamos hacia Helsinki, el lugar más septentrional y meridional en el que he estado en mi vida.
Fue una tarde de horas muertas en cubierta, todos en silencio, todo en silencio, únicamente contemplando la heladora belleza, con el constante choque del hielo y el barco de fondo. Fue una experiencia espectacular, como bien os conté en su momento.
Al día siguiente llegamos a Helsinki, y nos recibió un cielo del color de la nieve, y una temperatura en torno a los -8 grados. Resultaba gracioso ver que, aún sabiendo la temperatura que había, los termómetros públicos de la ciudad estuviesen trucados, pues marcaban unos erróneos +3 grados, supongo que para evitar suicidios masivos debido al frío, otra explicación no le encuentro. Pobre gente, lo que tendrán que soportar en diciembre, no me lo quiero imaginar. Tras dejar nuestras cosas en el estadio olímpico que nos servía de alojamiento, pusimos rumbo al centro de la ciudad. Recorrimos la calle principal, llamada Mannerheimintie, y reconocimos la Ópera, el Museo nacional, el imponente Parlamento finés, la Casa Finlandia, del arquitecto Alvar Aalto, o el museo Kiasma de arte moderno. Llevábamos una arquitecta en nuestras filas, de modo que ella fue la que más se maravilló al ver edificios de uno de sus admirados arquitectos. Tras este paseo, nos desviamos un poco para ir hasta el Lago Töölö, en pleno centro. En esta ocasión sólo había una enorme explanada blanca en su lugar. Aquí el hielo era resistente, y no tenía fracturas, por lo que nos aventuramos a caminar sobre las aguas, y nos plantamos en medio del lago. Pensar que estábamos sobre el agua, era alucinante... como de película!
Nos dirigimos al casco histórico, donde destacan las dos catedrales de Helsinki. Una blanca, austera, sobria y señorial: la catedral luterana. La otra roja, de ladrillo, estilo ruso, pequeña, pero imponente: la catedral ortodoxa de Uspensky. Fue precioso ver las dos catedrales tan cerca, y tan distintas, casi rozando el mar. Un mar completamente congelado que impide salir a algunos barcos, o que permite esquiar sobre él.
Por último, ese día nos quedaba el monumento a Sibelius, un compositor finlandés. Una maraña de tubos de acero, en un parque solitario, hacen de este monumento un sitio único, intimista y reflexivo. Ver destacar la escultura entre la nieve lo hace más impresionante si cabe.
Por último, a escasas horas de dejar Finlandia, nos acercamos a una pequeña isla llamada Suomenlinna que estaba a unos kilómetros de la ciudad. De nuevo en barco rompiendo el hielo, no me acostumbraría nunca a disfrutar de esas vistas... La isla de Suommelinna tiene una fortaleza en forma de estrella, que es el mayor atractivo, pero nosotros sólo la intuimos, pues las ingentes cantidades de nieve dificultaron la visita. Nos conformamos con conocer las típicas construcciones de la zona, pasear por esas calles repletas de nieve, en lo que parecía un viaje al pasado, y contemplar las vistas de la bahía, que parecían de postal. Sólo por ello, mereció la pena.
Y se acabó lo que se daba! Nos fuimos de Helsinki con mucho frío en el cuerpo, pero con las miras puestas en la capital del amor. París estaba a la vuelta de la esquina.
Fue una tarde de horas muertas en cubierta, todos en silencio, todo en silencio, únicamente contemplando la heladora belleza, con el constante choque del hielo y el barco de fondo. Fue una experiencia espectacular, como bien os conté en su momento.
Al día siguiente llegamos a Helsinki, y nos recibió un cielo del color de la nieve, y una temperatura en torno a los -8 grados. Resultaba gracioso ver que, aún sabiendo la temperatura que había, los termómetros públicos de la ciudad estuviesen trucados, pues marcaban unos erróneos +3 grados, supongo que para evitar suicidios masivos debido al frío, otra explicación no le encuentro. Pobre gente, lo que tendrán que soportar en diciembre, no me lo quiero imaginar. Tras dejar nuestras cosas en el estadio olímpico que nos servía de alojamiento, pusimos rumbo al centro de la ciudad. Recorrimos la calle principal, llamada Mannerheimintie, y reconocimos la Ópera, el Museo nacional, el imponente Parlamento finés, la Casa Finlandia, del arquitecto Alvar Aalto, o el museo Kiasma de arte moderno. Llevábamos una arquitecta en nuestras filas, de modo que ella fue la que más se maravilló al ver edificios de uno de sus admirados arquitectos. Tras este paseo, nos desviamos un poco para ir hasta el Lago Töölö, en pleno centro. En esta ocasión sólo había una enorme explanada blanca en su lugar. Aquí el hielo era resistente, y no tenía fracturas, por lo que nos aventuramos a caminar sobre las aguas, y nos plantamos en medio del lago. Pensar que estábamos sobre el agua, era alucinante... como de película!
Nos dirigimos al casco histórico, donde destacan las dos catedrales de Helsinki. Una blanca, austera, sobria y señorial: la catedral luterana. La otra roja, de ladrillo, estilo ruso, pequeña, pero imponente: la catedral ortodoxa de Uspensky. Fue precioso ver las dos catedrales tan cerca, y tan distintas, casi rozando el mar. Un mar completamente congelado que impide salir a algunos barcos, o que permite esquiar sobre él.
Por último, a escasas horas de dejar Finlandia, nos acercamos a una pequeña isla llamada Suomenlinna que estaba a unos kilómetros de la ciudad. De nuevo en barco rompiendo el hielo, no me acostumbraría nunca a disfrutar de esas vistas... La isla de Suommelinna tiene una fortaleza en forma de estrella, que es el mayor atractivo, pero nosotros sólo la intuimos, pues las ingentes cantidades de nieve dificultaron la visita. Nos conformamos con conocer las típicas construcciones de la zona, pasear por esas calles repletas de nieve, en lo que parecía un viaje al pasado, y contemplar las vistas de la bahía, que parecían de postal. Sólo por ello, mereció la pena.
Y se acabó lo que se daba! Nos fuimos de Helsinki con mucho frío en el cuerpo, pero con las miras puestas en la capital del amor. París estaba a la vuelta de la esquina.
22 de marzo de 2011
Procrastinar
Dícese de la acción de aplazar una tarea u obligación
que no se debería postergar, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes.
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Un interesante cultismo que define a la perfección ese estado cuasicongénito del ser humano. Porque... seamos sinceros, ¿quién no ha procrastinado alguna vez en su vida? O mejor, ¿quién no ha procrastinado en la última semana?
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Es triste decirlo, pero somos expertos en procrastinar. Aunque voy a dejar de hablar en plural, y centrarme en mi persona, que al fin y al cabo es de la única que tengo pruebas suficientes como para afirmarlo. Sí, desde que he regresado del viaje no he hecho absolutamente nada. No he ido ningún día a clase, de las escasas ocho horas a la semana a las que debería haber asistido. Tan sólo he asistido religiosamente al laboratorio, pero no me he puesto a hacer los varios informes y trabajos que tengo pendientes. Es más, tengo un examen parcial este mismo viernes, al que me voy a presentar seguro, pero del que ni siquiera tengo los apuntes. ¿Qué coño me pasa? Supongo que es difícil volver a la rutina, pero lo peor de todo es que las obligaciones que tengo no me importan demasiado... y no es que esté centrado en otras cosas, no... es que pierdo el tiempo sin hacer nada. No me gusta este estado en el que me encuentro! :(
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¿Alguien tiene la solución?
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19 de marzo de 2011
La perla del Báltico
Ya han pasado varios días desde mi regreso a territorio español, tras mi aventura por Europa, y puedo decir que ha sido sensacional. Conocer en tan poco tiempo tantos sitios diferentes resulta agotador, pero al mismo tiempo, poder comparar distintas culturas y ciudades, en el mismo viaje, es muy enriquecedor. Como Estocolmo, Helsinki y París han dado mucho de sí, he decidido dedicarles tres sendas entradas, una por cada ciudad, y de este modo, intentar descubriros parte del tesoro que esconden cada una de ellas. Para no saturar, no las escribiré seguidas, intentaré seguir variando un poco. Por el momento, hoy, Estocolmo.
Ciudad bien llamada la perla del Báltico, y una de las más espectaculares que he visto nunca. Entra directamente a mi top 3, sin duda. Estocolmo es una ciudad de disfrutar a pie, de atractivo cultural, pero más bien de contemplar el monumento que constituye por sí misma. Tuvimos la suerte de alojarnos en el barco Af. Chapman, un velero anclado en el mar, delante de Gamla Stan, el casco antiguo de la ciudad. Las vistas desde el camarote, hablan por sí solas.
Gamla stan es la mayor atracción de la ciudad. Callejear por sus estrechas calles, sus casas de tonos naranjas, amarillos y verdes, te transporta al pasado. Disfrutar de los paseos por el empedrado pavimento, o admirar el colosal palacio real, y su cambio de guardia, es sólo el principio. Nos quedaba la catedral, donde se casó recientemente la princesa Victoria de Suecia; la plaza Stortorget, que con sus edificios amarillos y rojos, ponen la nota de color, y constituyen la típica imagen del centro de Estocolmo. En la plaza Stortorget tomamos uno de los mejores latte macchiato de mi vida, acompañados de los dulces típicos de toda Escandinavia, los bollos de canela. Tienen una variedad de dulces y chocolates increíble, y los de canela están riquísimos! así que si alguien conoce la receta, que me la pase, porque en el poco tiempo que estuve por el norte me hice fan de ellos. Por ahí también se encuentra la iglesia de Riddarholmen, en una islita anexa a Gamla Stan, y la iglesia alemana, que con sus campanarios en punta le otorgan a Estocolmo su reconocida silueta. Y para terminar, en una isla cercana se ubica el Stadshuset, el ayuntamiento de Estocolmo, donde se clausuran los premios Nobel, que es un edificio impresionante, de millones de ladrillos rojos.
Los cuatro días que estuvimos, nos hizo solecito la mayor parte del tiempo, y un frío tolerable en torno a los cero grados. Aún quedaban partes de mar congeladas, y era un gusto ver la luz del sol reflejarse en las planchas de hielo flotando en el agua. Todos los canales de Estocolmo, o las extensiones de mar entre las diferentes islas, llamadlo como queráis, estaban pobladas de cisnes y patos, que acompañaban al sol con sus movimientos. Atravesamos los canales por los numerosos puentes que unen las distintas partes de la ciudad, pero tambien en ferry, que funcionan muy bien, y que permiten obtener vistas de la ciudad inmejorables.
Aprovechamos el buen tiempo para acercarnos a Skansen, un museo al aire libre sobre Suecia, en el que se pueden ver los animales del país, las antiguas formas de vida, y la cultura y arquitectura de la zona. Fue muy interesante, a pesar de las cantidades de nieve acumulada en esa especie de parque natural, que nos dificultó un poco la visita. En Skansen aprovechamos para esquiar, o algo parecido, con esquís del siglo pasado, y movernos con trineos que nos prestó la organizacion. Fue muy divertido.
Hablando de museos, uno que no nos perdimos fue el Museo Vasa. Dedicado a un galeón del siglo XVI que se encontró en la bahía de la ciudad, y se restauró integramente, para ser colocado a escasos metros de su sitio de hallazgo, en uno de los museos más impresionantes que he visto. Tener el Vasa a un palmo de ti, ver cómo se levanta 60m metros sobre tus ojos, e imaginarte lo que fue en un pasado, es una sensación indescriptible.
Pero Estocolmo también es vida moderna, cosmopolita y diversión. Nos acercamos al centro, en torno a la plaza Sergel, con su reconocido obelisco de cristal, una plaza repleta de vida, centros comerciales y lugares de ocio. No muy lejos de alli está el Stockholm Ice bar, en el que ya teníamos previsto entrar. Es otra de esas cosas que no se olvidan mientras vivas. Nos pusieron una capa superabrigadita al entrar, y de ese modo no pasamos nada de frío. Las paredes, los asientos, las columnas y mobiliario, todo de hielo! Incluidos los vasos, donde se servía la copa. Muy, pero que muy original!Fue una lástima tener que dejar tan magnífica ciudad, pero nuestro siguiente destino esperaba: La heladora e intimista Helsinki, no sin antes disfrutar del crucero por el Báltico, que me permitió contemplar uno de los más bellos paisajes que he visto jamás. Aún queda mucho que contar!
14 de marzo de 2011
Tack. Kiitos. Merci.
Gracias. A las maravillosas ciudades de Estocolmo, Helsinki y París, por existir. Gracias por la compañía, que ha sido la mejor que podía tener en este viaje. Gracias, por las risas, por los buenos ratos, por esos mágicos momentos que no olvidaremos nunca, algunos de los mejores de mi vida, sin duda.
Once días, tres países, y dos mil fotos después, volvemos a casa.
La crónica, en unos días! :)
Once días, tres países, y dos mil fotos después, volvemos a casa.
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6 de marzo de 2011
Surcando el Báltico...
Aquí me tenéis, navegando en un inmenso barco por las aguas del oscuro y gélido mar Báltico. Os escribo desde mi camarote, y no puedo evitar sonreír al decirlo, pues parezco un viejo lobo de mar, contando sus batallitas en el diario de a bordo. Fuera hace frío, y sopla un viento helador. Hemos visto partes del agua que están congeladas, y el barco se ha tenido que ir abriendo camino, mientras los bloques de hielo crujen a su paso, es una sensación indescriptible, como si estuviéramos en un lugar recóndito del planeta, con las fuerzas de la naturaleza en contra, y con la impresión de estar sólos en el mundo, nosotros y el mar. Es la primera vez que experimento algo semejante. Atrás dejamos la maravillosa Estocolmo, mañana nos espera la desconocida Helsinki... La aventura por Europa continúa! :)
3 de marzo de 2011
León - Madrid - Estocolmo
Unas horas para emprender el viaje de mi vida, el periplo por el norte y por la capital del amor, la visita a las joyas del Báltico, Estocolmo y Helsinki, y el fin de la ruta en París. Una combinación, como ya os dije, extraña, pero precisamente por única va a ser especial. Pernoctar en barcos, estadios y con curas, pasar frío, aunque será menos del esperado, navegar por el Báltico abriéndonos paso entre los restos de mar congelado, descubrir cada islote del archipiélago de Estocolmo, cada calle empedrada de Helsinki, o cada colina de la urbe Parisina, es sólo el principio.
Y el principio es hoy, el temido día de completar la maleta. Los 15 tristes kilos a los que tiene que quedar reducido mi equipaje, gracias a Ryanair. Creo que es la única pega del viaje! Los demás vuelos ya son con Easy Jet, de modo que podremos venir cargados de regalos y vivencias que pesen 5 kilos como máximo! xD
No se me ocurre mucho más que decir. Estoy en un estado de euforia que ni siquiera me permite pensar con claridad para que no se me olvide nada mañana. A las 8:00 comienza el trayecto en bus, a las 14:00 sale el avión de Madrid, y sobre las 18:00 llegamos al aeropuerto sueco. Una hora y media más tarde llegaremos al centro de Estocolmo, pues el aeropuerto de Ryanair (sí, otra vez ellos...) está a 100 km de la capital. Por tanto, me espera un duro día de viaje.
Me llevo el wifi en el bolsillo, así que actualizaré si el tiempo me lo permite, e informaré de algún detalle en un rato muerto. De momento sirva esto como adelanto, de lo que seguramente será una experiencia imborrable de por vida. Europa, allá vamos! ;)
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