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sábado, 1 de marzo de 2014

Lo que será del Valencia CF

El fútbol es un espectáculo que para poder ser disfrutado precisa que el espectador cierre los ojos a muchas cosas. Quien los abre suele huir despavorido de ese mundillo, a no ser que esté en condiciones de aprovecharse de él y quiera hacerlo.
De cierta entidad se dice que es más que un club, y de momento ha corrido a pagar a Hacienda los millones que le pide y unos cuantos más, por si acaso.
En una oficina de Bankia vi una pintada que decía, más o menos: El Valencia CF es un sentimiento, no un negocio. ¿Pretenden quienes ensuciaron la pared de este modo que se emplee dinero de los impuestos en este club? Es un sentimiento, dicen, y no un negocio, pero sus accionistas corrieron a venderle las acciones a Paco Roig cuando éste les ofreció un poco más de lo que habían pagado por ellas. No consta que ninguno haya intentado recuperarlas.
Los valencianos hemos de estar pendientes del fútbol aunque no queramos tener nada que ver con él. Los políticos nos involucrado en el asunto. La Generalidad Valenciana dando avales y permitiendo que la desaparecida Bancaja preste dinero al Valencia CF, y el ayuntamiento autorizando obras ilegales en el Mestalla, recalificando luego los terrenos que ocupa, para que se puedan construir torres de viviendas y cediéndole un solar que estaba destinado a otros usos.
Y después de tanto favoritismo, a costa de los valencianos, hacia un club de fútbol, éste va a ser vendido a un millonario extranjero. Es curioso lo que ha dicho Fabra: "Tenemos que vender al Valencia a quien nos garantice que en dos años ganaremos la Champions". A la luz de estas y otras manifestaciones suyas, creo que sería interesante averiguar cual es el cociente intelectual del tal Fabra. Pensar que los políticos catalanes son peores no sirve como alivio.

jueves, 26 de febrero de 2009

El Valencia en apuros

En los años anteriores hubo un momento en el que saltaron las alarmas del valencianismo y el motivo se debió a que Paco Roig estaba comprando muchas acciones y podía volver a la presidencia del club. Finalmente, Juan Soler lo vio todo de color de rosa y compró las acciones de Paco Roig. El valencianismo respiró aliviado. Pero hay cosas en esta vida que no se resuelven con dinero, o, al menos, no sólo con dinero.
Ahora Juan Soler ha salvado su dinero, o eso parece, y el Valencia está en peor situación que cuando compró las acciones. Y es que mientras tanto han ocurrido algunas catástrofes, todas al margen de lo deportivo, que tampoco ha ido bien. El club había acometido una ampliación ilegal del Mestalla, autorizada por el ayuntamiento. Tal vez sea éste uno de los motivos, sino el principal, por el que ambos, el ayuntamiento y el club se liaron la manta a la cabeza y se lanzaron a la construcción del nuevo estadio.
Eso es una barbaridad que modifica la fisionomía de dos barrios, únicamente con la finalidad de favorecer a uno de esos entes derrochadores de dinero, como son los clubes de fútbol. El ayuntamiento debería haberse mantenido al margen desde el principio y tener la legalidad por bandera. No lo hizo así y ahora se encuentra con dos papeletas en lugar de una. Hay un estadio que se amplió ilegalmente, y hay que derribar la parte ampliada, y hay otro campo en construcción que el club no puede terminar.
Para terminar de arreglar las cosas, el nuevo presidente del Valencia y encargado de llevar a buen término el proyecto parece un tanto crédulo. Se ha sabido que le han estafado un millón de euros y aunque logre recuperarlo los pormenores de la operación indican que algo crédulo sí es. Parece aquejado del mismo mal que Zapatero, el optimismo patológico, que cuando se descubre su naturaleza ya no es contagioso.
El Valencia está en una situación delicada y el ayuntamiento también.

sábado, 22 de marzo de 2008

El ayuntamiento de Valencia en su laberinto

Andan metidos en pleitos los señoritos de la Copa América y con ello trastocan los planes de la ciudad. Se supone que a la alcaldesa y a los concejales no les llega la camisa al cuerpo, toda vez que han tratado este asunto con inusitada alegría. A los ciudadanos nos toca preguntarnos si todo este lío nos cuesta algún dinero, amén de modificar toda la programación de la ciudad. Es decir, convendría que los contribuyentes valencianos supiéramos si de algún modo estamos pagando los gastos que conllevan todos esos juicios.
Hay dos valencianos, Guillermo Caballero Martínez y Julio Antonio Casino Ibáñez, jubilados ambos, que primero uno y luego el otro y cada uno de ellos a solas, se enfrentaron con un atracador que iba armado con una enorme navaja, con el objetivo de defender el primero al rehén y el segundo al rehén y al primer defensor. Ambos contaron para su acción con una silla y el factor sorpresa, puesto que el atracador en ningún caso se esperaba esas reacciones. Del análisis de los hechos resulta que el atracador no mató a nadie porque era un profesional y en ningún momento se sintió en verdadero peligro. Finalmente, optó por huir. He pedido un premio para los dos héroes al ayuntamiento de Valencia y mediante este artículo lo vuelvo a pedir.
Al ayuntamiento de Valencia le cunden más otras cosas. Unos ricos se meten a directivos de fútbol, derrochan el dinero y luego piden ayuda al ayuntamiento. Alfonso Grau, que cree que lo mismo da Marchalenes que Marxalenes, los higos que las esponjas, y que al trabajo concienzudo para averiguar la procedencia del término Marchalenes le llama “ver reminiscencias”, ni corto ni perezoso recalifica Mestalla y cambia el uso de un solar municipal, para que el club de fútbol edifique allí el nuevo campo. Toda Valencia echada a perder.
Todo parece indicar que al ayuntamiento de Valencia le va lo grandioso, aunque a veces esa grandiosidad sólo sea aparente y al final nos cuesta más la torta que el pan. Se interesa menos por la gente humilde, aunque los gestos de algunos humildes estén fuera del alcance de la inmensa mayoría, incluidos los ricos.

viernes, 22 de febrero de 2008

La recalificación del Mestalla

Hace algunas fechas escribí un artículo que titulé Alfonso Grau, grandilocuente, ya que presumía de cosas de las que debía avergonzarse. Además minimizó el enorme trabajo de Don Juan Bautista Viñals Cebriá, que por sus propios medios logró establecer el origen del toponímico Marchalenes y, no obstante, el concejal cerrilmente se empeña en seguir llamándolo Marxalenes. El hecho es que yo pensaba referirme a él sustituyendo su rimbombante título de concejal de Grandes Proyectos por el concejal de Grandes Recalificaciones, más acorde con la realidad. Esta afirmación se sustenta, sin ir más lejos, en la recalificación del Mestalla y del Nuevo Mestalla. Para favorecer a un club de fútbol, derrochador como todos, se han sacrificado dos barrios de la ciudad, que van a ser distorsionados y sometidos a incomodidades, aparte de que esas actuaciones afean la ciudad, ya que el solar del Nuevo Mestalla estaba destinado a otros usos. En el actual Mestalla se van a construir torres de viviendas, lo que supone meter con calzador a un gran número de vecinos en un barrio que ya tiene mucha densidad. Tampoco hay que olvidar que Valencia no es Alemania. No contento con eso, el Ayuntamiento de Valencia ha decidido rizar el rizo y va a permitir que se construya un hotel, aun contraviniendo con ello el PGOU. La excusa para saltarse la ley es que la ve “aparentemente injustificada”. ¿Para que la hacen entonces? Se conoce que a la vista de que Rita Barberá se ha adueñado de la política valenciana, han dado en aprovechar la ocasión, para hacer y deshacer a su antojo. La democracia a veces es una idolatría. Por el horizonte asoma la tentación de recalificar también el campo del Levante. Es así como aquellos que ven denegadas sus peticiones porque sobrepasan por muy poco los límites que permiten pedirlas, tienen que costear indirectamente los grandes derroches futboleros. Naturalmente que los grandes fastos tienen contrapartida, no hay dinero para cosas menores. Las nuevas aceras de los puentes que acaban de reparar son horribles.

lunes, 1 de enero de 2007

Deseos para 2007

Mis deseos para 2007 comienzan por algo a lo que ya me he referido algunas veces y que considero sumamente lógico y necesario. Pediría a nuestra clase política que dejara de enredar en el asunto de la lengua y cada uno dijese claramente cuál es su opinión y en qué sentido va a orientar sus acciones. Sobra entonces la AVL, que tan cara nos sale, en todos los sentidos. Quienes opinen que debemos hablar en catalán, pueden optar por el IEC. Y los que digan que lo nuestro es el valenciano, deben elegir la RACV. Ambas significativamente más económicas que la AVL. Y así, sin equívocos, los votantes podremos saber mejor a que atenermos.
Pediría, cómo no, dejar de ver bicicletas por las aceras y también rogaría ayuntamiento que recuerde que los niños tienen bicicletas y patines, pero pocos lugares en los que poder utilizarlos. No vale hablar del cauce, resulta peligroso, muchos ciclistas mayores circulan por él a gran velocidad.
Hablando del Jardín del Turia, sería hermoso verlo siempre limpio y sin gente viviendo bajo los puentes. Y ojalá estas personas estuvieran alojadas en albergues, que siempre serán más confortables que el cauce.
Y pediría que desapareciera el botellón y que los sábados por la mañana ciertas calles de Valencia no estuvieran llenas de vómitos y meadas.
No me olvidaría de la rehabilitación del Colegio del Arte Mayor de la Seda, que se podría acometer con lo que se ahorrara por la supresión de la AVL.
Y pediría, incluso con ansiedad, que el partido socialista valenciano pensara en servir a su pueblo, en lugar de adoctrinarlo. Que se dé cuenta de que el apelativo País Valenciano no resulta agradable que digamos a la mayoría. Y que comprenda que los valencianos necesitamos que el partido socialista sea alternativa.
No me gusta que se recalifique el campo de Mestalla ni que se construya el nuevo campo en donde está previsto. Pediría, por tanto, un milagro en esta cuestión.