En los años anteriores hubo un momento en el que saltaron las alarmas del valencianismo y el motivo se debió a que Paco Roig estaba comprando muchas acciones y podía volver a la presidencia del club. Finalmente, Juan Soler lo vio todo de color de rosa y compró las acciones de Paco Roig. El valencianismo respiró aliviado. Pero hay cosas en esta vida que no se resuelven con dinero, o, al menos, no sólo con dinero.
Ahora Juan Soler ha salvado su dinero, o eso parece, y el Valencia está en peor situación que cuando compró las acciones. Y es que mientras tanto han ocurrido algunas catástrofes, todas al margen de lo deportivo, que tampoco ha ido bien. El club había acometido una ampliación ilegal del Mestalla, autorizada por el ayuntamiento. Tal vez sea éste uno de los motivos, sino el principal, por el que ambos, el ayuntamiento y el club se liaron la manta a la cabeza y se lanzaron a la construcción del nuevo estadio.
Eso es una barbaridad que modifica la fisionomía de dos barrios, únicamente con la finalidad de favorecer a uno de esos entes derrochadores de dinero, como son los clubes de fútbol. El ayuntamiento debería haberse mantenido al margen desde el principio y tener la legalidad por bandera. No lo hizo así y ahora se encuentra con dos papeletas en lugar de una. Hay un estadio que se amplió ilegalmente, y hay que derribar la parte ampliada, y hay otro campo en construcción que el club no puede terminar.
Para terminar de arreglar las cosas, el nuevo presidente del Valencia y encargado de llevar a buen término el proyecto parece un tanto crédulo. Se ha sabido que le han estafado un millón de euros y aunque logre recuperarlo los pormenores de la operación indican que algo crédulo sí es. Parece aquejado del mismo mal que Zapatero, el optimismo patológico, que cuando se descubre su naturaleza ya no es contagioso.
El Valencia está en una situación delicada y el ayuntamiento también.
Ahora Juan Soler ha salvado su dinero, o eso parece, y el Valencia está en peor situación que cuando compró las acciones. Y es que mientras tanto han ocurrido algunas catástrofes, todas al margen de lo deportivo, que tampoco ha ido bien. El club había acometido una ampliación ilegal del Mestalla, autorizada por el ayuntamiento. Tal vez sea éste uno de los motivos, sino el principal, por el que ambos, el ayuntamiento y el club se liaron la manta a la cabeza y se lanzaron a la construcción del nuevo estadio.
Eso es una barbaridad que modifica la fisionomía de dos barrios, únicamente con la finalidad de favorecer a uno de esos entes derrochadores de dinero, como son los clubes de fútbol. El ayuntamiento debería haberse mantenido al margen desde el principio y tener la legalidad por bandera. No lo hizo así y ahora se encuentra con dos papeletas en lugar de una. Hay un estadio que se amplió ilegalmente, y hay que derribar la parte ampliada, y hay otro campo en construcción que el club no puede terminar.
Para terminar de arreglar las cosas, el nuevo presidente del Valencia y encargado de llevar a buen término el proyecto parece un tanto crédulo. Se ha sabido que le han estafado un millón de euros y aunque logre recuperarlo los pormenores de la operación indican que algo crédulo sí es. Parece aquejado del mismo mal que Zapatero, el optimismo patológico, que cuando se descubre su naturaleza ya no es contagioso.
El Valencia está en una situación delicada y el ayuntamiento también.