Y
a nadie puede extrañar este estado de la cuestión. Sin embargo, yo
creo que quien debería ir el primero en esta lista es el propio
ministro de Industria, Energía y Turismo.
Y
creo que debería ir el primero por las cosas que les consiente a las
'telecos'. Cualquiera que se vea en la necesidad de llamar al
“servicio de atención al cliente” que tienen montado estas
empresas es tratado de un modo que debería sonrojar a quienes han
dispuesto que sea así y a quienes lo consienten, el ministro sin ir
más lejos. Como mínimo, le tienen a uno media hora al teléfono con
asuntos que interesan a la compañía, pero no al usuario. La opción
de resolver el asunto con un correo electrónico no sirve porque
estas empresas lo tienen canalizado todo para que tenga que ser por
teléfono.
El
caso es que uno llama y enseguida empiezan los malos tratos. En lugar
de ponerse una operadora para redirigir la llamada al departamento
correspondiente, se pone una máquina ante la cual no cabe la
desobediencia porque entonces se entra en un bucle, puesto que se
puede perder la llamada y hay que volver a empezar. Cuando, ¡por
fin!, se consigue hablar con una persona, y a estas alturas quien
hace la llamada ya está rendido y agotado, resulta que esta persona
tiene un guión preestablecido del cual no se puede salir. En estas
condiciones, la conversación entre el cliente y “la Compañía”
no es tal, sino que la sensación a la que llega el cliente es la
impotencia.
En
cierta ocasión, buscando el modo de hacer una reclamación ante los
organismos oficiales, fui a parar a la página del ministerio en la
que había una foto del ministro. Aparecía en actitud grave y yo
enseguida pensé en la seriedad asnal. Esa foto ya no está y ahora
hay otra, pero el caso es que quien no respeta a los demás no es
digno de respeto. El ministro debería obligar a las compañías a
que traten a los clientes de forma respetuosa.