Hace
falta dinero para muchas cosas perentorias, pero no hay. Sin embargo,
sobra el dinero para subvencionar medios que publican en catalán.
Y
en la Comunidad Valenciana también. La gilipollez es contagiosa. Y
también hay enemigos de los valencianos prestos a poner el grito en
el cielo si se quita un solo céntimo de las ayudas a la promoción
del catalán en las tierras valencianas. Pero a mí me han contado
que en una farmacia se le negó un medicamento a una persona porque
valía 2000 euros y la Generalidad paga muy tarde. Pero no es
necesario recurrir a los casos extremos, basta con recordar cómo
eran las cosas y cómo son.
¿Desde
cuando una lengua es más importante que una persona? ¿Desde cuando
se considera ético condenar a la gente a pasar hambre o a ser
diagnosticada tarde, con las consecuencias que se pueden imaginar,
porque hay que destinar recursos a la protección de una lengua?
Lo
de Mas no es gilipollez, sino interés. Si los nacionalistas pusieran
su interés en el cuidado de la gente en lugar de en la Causa el
nacionalismo se quedaría en nada.
Basta
con meditar un poco, sólo un poco, para comprender que el
nacionalismo consiste en convencer a las masas para que se
sacrifiquen en beneficio de cuatro gatos, con perdón para los gatos.
Si
los nacionalistas, de cualquier pelaje, pensasen en gobernar en
beneficio de las personas dejarían de ser nacionalistas. Ellos dicen
que defienden un territorio, no a quienes viven en ese territorio.
Para ellos todo son obligaciones, como si se tratase de una religión.
La
suerte de la lengua catalana, y la de cualquier otra, no depende del
dinero que se gaste en defenderla. Y eso lo sabe Mas, porque alguien
se lo tiene que haber explicado. Lo que ocurre es que los
nacionalistas no defienden a ninguna lengua, procuran su
supervivencia.