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martes, 2 de enero de 2007

La ejecución de Sadam

El oficio de verdugo exige ser moralmente depravado para su desempeño. Los verdugos hacen su "trabajo" con la cara tapada. No dan a conocer su condición en las tarjetas de visita. Los gobiernos que admiten la pena de muerte convierten en funcionarios a estos nefastos personajes. Es un argumento más en contra de la pena capital, que, conviene repetir una y otra vez, tanto degrada al ser humano. Los verdugos que ajusticiaron a Sadam además evidenciaron que también son unos patanes. Este detalle no debería haber pasado inadvertido para quienes les ordenaron la tarea, que tendrían que haberles hecho un cursillo de adiestramiento y obligarlos a repetirlo varias veces, hasta que estuvieran seguros de que iban a comportarse. Porque lo que ha ocurrido es que se ha dado a un cruel dictador la oportunidad de elevarse por encima de quienes le han condenado.
Y este es el modo en el que una aventura que comenzó quién por verse tan poderoso, se cree con derecho a hacer lo que se le antoje, aunque luego no lo pueda justificar, y que fue seguida por algunos que quizá no tenían más remedio que hacerlo, y por otros que torpemente calcularon beneficios va dando tumbos y generando episodios que no sirven para que nadie se cubra de gloria precisamente. Todo apunta a que la invasión de Irak acabará mucho peor de lo que se podía prever. Y lo sucedido debería llevarnos a pensar que si en el mundo imperara la justicia sería imposible que surgieran tantos dictadores y tantos tipos crueles. Sadam ha podido morir con la cabeza alta, consciente de que no era el más ruín de los habitantes de la tierra, sino sabedor de que hay muchos como él.

viernes, 1 de diciembre de 2006

¿El fin de la humanidad?

Dice Stephen Hawking, y dice bien, que en cualquier momento puede estallar una guerra nuclear que acabe con el género humano de una vez por todas. También se refiere a la posibilidad del choque de la Tierra con un asteroide con idéntico resultado. Y como solución a este previsible final plantea la colonización de otros planetas lejanos, a los que piensa que algún día se podrá llegar. Esta solución, no obstante, no podría sino ser provisional. El peligro de guerra seguiría latente. Establecidas varias colonias, cada una en un planeta distinto, nada impediría que alguna de ellas, o todas, quisieran imponerse a las demás. La previsible guerra interplanetaria podría dar lugar a que sólo quedara una colonia superviviente y ya estaríamos en la misma situación que ahora. No trato de desmerecer a nadie. Ya dijo Cela que el hecho de que alguien acierte en una cosa no significa que tenga que acertar en las demás. Hay que agradecer a S.H. que haya puesto la cuestión sobre el tapete y ahora nos toca a los demás meditar sobre el asunto. Mi opinión, cuando me la preguntaron, fue que la paz la hemos de lograr entre todos, por convencimiento, en la Tierra, por supuesto. Sólo cuando la mayor parte del género humano se dé cuenta de que la supervivencia de la especie está en peligro y que hay que evitar que ese peligro se concrete, estaremos salvados. Entonces sí que podremos colonizar otro planeta para que en caso de choque con un asteroide, sobreviva la humanidad, porque una parte de ella estará en otro lugar.