Hacia
el final del embarazo ocurrió algo inesperado: me subió la tensión. ¿Por qué?
Pues porque a algunas embarazadas les pasa. Y a mí me tocó. A unas les toca
aguantar náuseas y mareos y a mí me tocó la hipertensión.
Y
eso no era nada bueno, ni para la bebé ni para mí. Para más información,
googueleen, que no nos vamos a meter en rollos médicos ahora.
La
cosa es que la matrona me tenía controladísima: tomas de tensión diarias, dieta
sin sal, caminar una hora al día, vida tranquila,… Pero me dijo una cosa que me
dejó fría: si te tiene que subir, te subirá, no hay nada que podamos hacer.
¡Cuánta razón! A pesar de todos los cuidados, a diez días de salir de cuentas
mi tensión superó los límites seguros.
Eran
las ocho de la tarde del 16 de enero. Yo acababa de llegar a casa después de la
última sesión del curso preparto y procedí a tomarme la tensión. Lo repetí
hasta tres veces con intervalos de 10 minutos, como me habían enseñado. La cosa
no pintaba bien. Además, tenía otros pequeños síntomas: presión en la cabeza,
visión de “moscas”, algo más de hinchazón,… Le dejé una nota a 7ven para que me llamara cuando llegara
a casa –la cosa no era tan urgente como para tener que salir corriendo- y me
bajé a mi última reunión de vecinos como presidenta (de paja, porque todo el
curro lo ha llevado mi vecina de piso, ¡qué maja!).
Cuando
7ven llegó a casa y leyó la nota le
entraron ganas de darme una colleja. Que tenía que haberle llamado, que si
estoy loca, que si blablabla,… Entre risas organizamos lo poco que quedaba por
organizar, avisamos a mi madre (-mamá, ¿te apetece que nos vayamos de excursión
al hospital?- La pobre la estaba en la cama.), cenamos, me duché tranquilamente
y nos pusimos en marcha.
En
urgencias nuevas tomas de tensión, análisis, monitorización, exploración,
rostros circunspectos,… La doctora nos llamó para darnos los resultados. Que me
marchara a casa y pidiera cita con mi ginecóloga para que ella decidiera si me tenían
que provocar el parto. ¿Cómo? Mi matrona, que me resulta bastante más fiable
que esa doctora imberbe que no conocía de nada y que parecía más estar lavándose
las manos que otra cosa, me dejó muy claro que con esa tensión lo más seguro
era provocar el parto. Le expuse mis temores a la muchacha. ¿Qué tensión tengo
que tener para volver a urgencias? Ante su respuesta, me quedé atónita. ¡Pero
si me acaban de tomar la tensión y está por encima de esos valores! De repente,
cambió de parecer. Algo así como “el que paga manda”. Que tengo razón, que no
es descabellada la idea de provocar el parto, que puede ser peligroso,… Resultado
final: ingreso.
Y
allí nos encontrábamos, a las dos de la mañana, en la habitación del hospital,
mi madre, 7ven y yo, dispuestos a pasar la primera de muchas noches.