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martes, 1 de abril de 2025

“A destiempo” (cuento existencialista)

 

Un relato sobre la alienación, la percepción del tiempo y la búsqueda del sentido de nuestra existencia. Hoy les comparto la historia de Jana: “A destiempo”.


miércoles, 26 de junio de 2019

Teatro y existencialismo en “Through a glass darkly” (1961)


Cuatro personas están pasando unas vacaciones en la isla Fårö (clásica locación de Ingmar Bergman, quien filmó allí seis de sus películas). Una de ellas, Karin, sufre de esquizofrenia y cree que el mismísimo Dios le está hablando entre susurros. Ésa es la premisa de Through a Glass Darkly (“Como en un espejo”), emblemática película de 1961.


miércoles, 12 de junio de 2019

El Túnel (1948), una novela de Ernesto Sábato


Juan Pablo Castel fue, una vez, un famoso pintor. Ahora está en la cárcel por asesinar a la única mujer que realmente lo comprendió, María Iribarne. Él va a contarte su historia de la forma más directa posible, sin ningún tipo de justificación moral… o, bueno, como él quiera contarlo. El Túnel es una de las novelas argentinas más emblemáticas y la que ocupa el análisis literario de esta nota.



lunes, 26 de marzo de 2018

Filosofía a la mano (V): Albert Camus y el absurdo


Un nuevo capítulo de esta saga de pequeños ensayos filosóficos donde busco desentramar las principales ideas de algunos de los mis pensadores filosóficos favoritos. Hoy: el francés, nacido en Argelia, Albert Camus, y un análisis de la que probablemente sea su novela más famosa: El extranjero (1942).


lunes, 9 de octubre de 2017

Filosofía a la mano (II) – Sartre: la condena de ser libre


Segunda entrada dedicada a resumir los pensamientos de mis filósofos favoritos. La primera vez hablé de Nietzche, el filósofo del martillo

Hoy le toca a Jean-Paul Sartre.

Sartre fue un filósofo, escritor, crítico literario y dramaturgo francés que vivió entre 1905 y 1980. Es considerado uno de los más brillantes pensadores de este siglo y es el principal exponente del existencialismo, una corriente filosófica que se interesa profundamente por la condición humana, la responsabilidad individual y la libertad.

La vida de Jean-Paul es de película. Fue soldado y prisionero de guerra, tenía estrabismo, tuvo varios oficios (por ejemplo, trabajó de meteorólogo), rechazó el premio Nobel de la Literatura y fue compañero de vida de Simone de Beauvoir, personaje histórico fundamental para la corriente feminista. 

El escritor reflexionó sobre la soledad, la angustia, la muerte y la libertad, entre otros grandes temas de lo Filosofía.

En esta nota voy a exponer, de manera muy generalizada, su pensamiento filosófico. Pero para darle un giro más dinámico, lo voy a hacer a través de tres de sus frases más importantes.

***

1.- “La existencia precede a la esencia

El existencialismo es un humanismo (1946) es un ensayo –que primero fue una conferencia– tan importante que es hasta considerado el manifiesto de los existencialistas. De allí surge la que probablemente sea la frase sartriana por excelente, y que engloba gran parte de sus ideas.


Imaginemos por un momento que decidimos crear una silla desde cero. Antes de construirla, tenemos muy claro su propósito, su “destino”, por decirlo de alguna manera: sea como sea su diseño, tiene que servir para sentarse. Este propósito es la esencia de la silla, y existe mucho antes de que la misma sea construida.

Ahora construimos la silla y entonces la silla ya existe en el mundo. ¡Eureka!

Para Sartre, la silla y otros objetos que carecen de consciencia eran los que él llamaba “un ser en sí”. Sin embargo, el ser humano, a diferencia de una silla, tiene consciencia, y por lo tanto, es un “ser para sí”. Un ser indefinido que se construye en el tiempo a través de sus decisiones y sus actos.

Acá vale hacer esta aclaración: Sartre fue ateo, y su corriente filosófica se corresponde con el “existencialismo ateo”. Para él no hay Dios que nos haya creado. Por lo tanto, la vida del ser humano no tiene ningún propósito predefinido por algún poder superior. Las personas no llegan al mundo con una visión específica y determinada. Esto hace que el ser humano tenga libertad plena y absoluta para elegir su propio destino en la vida.

El hombre no es definible, cuando nace no es “nada”. Sólo será después, y será tal como se haya hecho. No hay una “naturaleza humana” porque no existe un Dios que pueda concebirla. Estas ideas Sartre las profundiza en otros de sus grandes textos: El ser y la nada (1943).

Así, el hombre no es otra cosa que lo que él se hace. Este es el primer principio del existencialismo: el hombre será, ante todo, lo que haya proyectado ser.

Para Sartre, los humanos venimos al mundo (“existimos”) y después elegimos el propósito de nuestra existencia. Nos creamos una esencia sobre la marcha, improvisando sin guiones ni ensayos.

Dice Sartre: 
Sólo cuenta la realidad; los sueños, las esperas, permiten definir a un hombre como sueño desilusionado, como esperanzas abortadas, como esperas inútiles”. 

Es decir, define al-que-espera de forma negativa. El hombre tampoco es un fin, porque siempre se está realizando.

El existencialista es un humanista porque ésta es una filosofía de la acción y del movimiento. La dignidad humana está en su libertad, es su categoría antropológica fundamental y gracias a la cual el hombre siempre trasciende de su situación concreta, aspira al futuro sin estar determinado por su pasado, traza metas y, en ese proceso, construye su ser… construye su esencia.

2.- “El hombre está condenado a ser libre”

Para Sartre, ningún Dios, gobierno, religión o sociedad debe dictarnos nuestro propósito en la vida. Somos nosotros quienes no podemos evitar tener que decidirlo por nosotros mismos, es una sentencia de la que es imposible escapar. Y, lo que es peor, somos responsables por todo aquello.

Sin embargo, tanta libertad es también una condena ya que la libertad genera angustia, una angustia que –dice Sartre– es existencial.

Imaginemos que queremos comer una empanada. Vas a la única rotisería de la ciudad y te dicen que sólo tienen empanadas de carne. No tenés la libertad de elegir otro tipo, así que comprás media docena y te vas cómodamente del local. La no-elección brinda conformidad ya que sólo es necesario obedecer. Y, sin decisiones, la vida es más fácil.

A esto Sartre también se va a oponer argumentando que, en casos extremos como éste, la no-elección es también una forma de elegir. Podemos simplemente no comer empanadas de carne y, si fueran la única comida del mundo, elegir morir de hambre.

Así, llegó al extremo de decir que el que está por ser ejecutado en la hoguera es también libre de decidir si va a morir aceptándolo, llorando, quejándose, con los ojos abiertos, cerrados…

Acá quiero abrir un paréntesis para aportar un intertexto.

Sartre es mi filósofo de cabecera, y he leído suficientes cosas de él como para aceptar que sus ideas respecto a la vida están más de acuerdo conmigo que cualquier otro pensador. Por eso también busqué desparramar un poco de su filosofía en mi primer novela, Un verano para recordar.

Este es un fragmento donde dos de los personajes discuten al pensador frances.

***
—Lo que quiero decir –siguió ella– es que esas son cosas sin sentido. No estoy de acuerdo en que haya un único amor predestinado, incluso me parece triste. Me gusta más creer que eso lo elige cada uno y que depende de nosotros, de nadie más. “El hombre nace libre, responsable y sin excusas”. No podemos atribuirle a Dios o al destino las cosas que nos pasan o nos dejan de pasar. Cada uno debe hacerse responsable de sus actos, y de las cosas que le tocan vivir.
Nicolás se mostró sorprendido.
—No sabía que fueras tan existencialista, no dejás de asombrarme. Ahora me vas a decir que “estamos condenados a ser libres”, ¿no?
—¡Exacto! No es que sea fanática de Sartre, pero hay muchas cosas de él que son ciertas. Esa frase es tan simple y a la vez tan compleja que me resulta increíble… La libertad es una condena porque nunca podemos dejar de elegir.
—Acordate que estás hablando de una persona que en 1940 llegó a escribir que en manos del verdugo, mientras nos están torturando, somos libres porque podemos confesar o no, dejarnos morir o no. Eso me parece un poco excesivo –opinó Nicolás, orgulloso de sus distinguidos conocimientos de filosofía.
—Sí, y en 1976 se retractó admitiendo haber sido demasiado extremista –finalizó Valentina.
—No creí que fueras tan…
—¿Tan qué?
—No sé, tan… así.
—Todavía no me conocés bien –bromeó.
—De todas maneras sigo pensando que nada en la vida es casualidad, hay un motivo para todo lo que sucede en este mundo… Cada uno de nosotros tiene un camino a seguir, un sendero marcado por señales. Dios no juega a los dados con nosotros, me gusta creer eso. ¿Te conté alguna vez cómo nos conocimos?

(“Un verano para recordar”, 2013, fragmento)


***

Volvamos al ejemplo de las empanadas, que es interesante.

Supongamos ahora que volvemos a la rotisería a la semana siguiente y tienen una variedad impresionante de empanadas: pollo al champiñón, carne cortada a cuchillo, cerdo a la barbacoa, jamón y queso, napolitana, panceta y huevo, atún… y treinta variedades más.

Si sólo podés comprar un sabor (o, al menos, una cantidad limitada de sabores, debido a que los recursos económicos son escasos) el sentimiento de angustia te embarga. Temés no elegir el sabor más rico, el más adecuado. Pero hacés un esfuerzo y te decidís por media docena de cerdo a la barbacoa. Apenas le das el primer mordisco a la primera, te arrepentís y pensás que habría sido mejor llevarse tres de verdura y tres de atún, para que no caigan tan pesadas.

Usualmente experimentamos la angustia de elegir una carrera, una pareja, la compra de un bien. Tener libertad equivale a sentir angustia porque tomar una decisión implica que dejamos de tomar todas las demás. Esa es nuestra dulce condena.

3.- “Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”

Como dije: el hombre existencialista es el que se define por la acción, por el movimiento. El hombre no nace, se hace.


Pero a pesar de que la filosofía sartreana es una filosofía sobre la libertad, también acepta que hay factores sobre los que no tenemos control. No elegimos nacer en cierto país, con un sexo determinado, una raza y una familia específica. Sin embargo, en cierto momento de nuestra vida adulta tenemos la opción de escoger, por nosotros mismos, otro lugar de residencia, una ocupación, una segunda familia (pareja, hijos…) y nuestro círculo de amigos..

En otras palabras, podemos elegir lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros.

Me gusta pensar de esta manera: nacemos con una mano de cartas al azar. Puede ser una buena mano (una buena familia, en un país del primer mundo, con posibilidades económicas, con salud, etc, etc) o puede ser una mano, dicho mal y pronto, de mierda. Pero somos nosotros quienes elegimos cómo jugamos con esas cartas que nos salieron.

Ciertamente el tema es mucho más complejo que eso, porque saber cómo jugar las cartas involucra cierta madurez mental, el uso de estrategias y, al final del día, de la misma suerte con la que uno nace.

Palabras finales

Hay muchas otras ideas de Sartre que no trabajé en esta nota.

Su frase “El infierno son los otros”, otra de sus esenciales, tiene implicancias interesantes. La dejé de lado porque es más bien paralela a sus ideas fundamentales. Pueden revisar lo que hay detrás de este concepto en mi nota sobre su obra dramática A puerta cerrada (No Exit) que analicé en esta otra nota.

Sartre nos invita a ser conscientes de nuestra libertad y a tratarla con responsabilidad. Hay cierta facilidad en el hecho de obedecer ciegamente a una religión, a un gobierno o a un sistema económico. 

El que obedece ciegamente, no necesita pensar por sí mismo. Limitarse a obedecer es cómodo, pero eso no nos diferencia de una silla o cualquier otro objeto inanimado. Eso sí: en el momento en el que nos damos cuenta de que somos libres, comienza el duro proceso de sentir angustia: ¿qué hacemos con esto que tenemos? ¿Qué hacer de nuestra vida, de nuestra libertad?


El filósofo nos invita a reflexionar sobre esta pregunta y lidiar con la angustia que la acompaña indisolublemente. Nos desafía a construirnos a nosotros mismos sabiendo, de antemano, que somos un proyecto que finalizará, inevitablemente, con el día de nuestra muerte.

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martes, 26 de agosto de 2014

El dilema del erizo en "Evangelion"


Finalmente puedo decir que terminé de escribir una segunda novela. “Terminar de escribir” implica que también la revisé 80.000 veces para pulirla, corregirle errores tipográficos y pasar todo un día para cambiar una coma que después se la volví a poner.

Está exactamente como la quiero y la estoy presentando a un par de concursos para ver qué pasa.

También la leyeron algunas cuantas personas de distintos ámbitos y con opiniones muy variadas. No puedo revelar el nombre (porque está concursando) pero sí contar que es una obra dramática y de misterio con toques de policial negro. Explora algunos temas filosóficos y existenciales como la identidad, la dualidad inherente en todos nosotros, el abuso dentro del entorno familiar y las conexiones del hombre con la música y con el silencio, entre otras cosas.

Más allá de un tono muy coloquial, desenfadado, muy “arltiano” si se quiere, pienso que tiene algunas cuestiones interesantes para el lector más despierto: intertextualidad, algo de metaficción

Personalmente disfruté mucho escribiéndola porque creo que cuenta con las dos caras de la moneda. Es liviana, fácil de leer, amena y contemporánea (si uno se conforma con eso) pero compleja cuando uno la comienza a analizar a fondo.


Una de las temáticas que quise explorar con la novela es también el tema de este post: “El dilema del erizo”. Se trata de una parábola creada por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer en 1851.

La historia se introdujo luego al dominio de la psicología cuando la tomó Freud para una de sus teorías. Nos habla de un grupo de erizos en un día helado. Para satisfacer su necesidad de calor deben aproximarse uno a otro, pero cuanto más lo hacen, más dolor se causa entre ellos por las púas del otro.

Por supuesto, la historia pone en evidencia los desafíos humanos de la intimidad. Cuanto más cercana sea la relación entre dos seres, plantea Schopenhauer,  la posibilidad de hacerse daño mutuamente es progresivamente mayor; mientras que cuanto más distante existen menos posibilidades de que esto suceda, aunque eso acabe por “matarnos del frío”. Digamos que la resolución del dilema podría dividir, de forma extrema, a aquellos que son capaces de morir de amor, por exceso de cercanía, o bajo las crudezas sociales en soledad. 

Me gusta pensar que el protagonista de mi segunda novela batalla constantemente con esta idea a lo largo de la trama. Le han sucedido algunas cosas en su pasado que pusieron en tela de juicio la forma en la que se relacionaba con su mundo exterior: con sus amigos, con su música, con las mujeres, con su familia y con su “yo” interior. 

También creo se asemeja a muchos seres de la vida real, cuya implacable búsqueda de un equilibrio los lleva por caminos de pesadas pendientes y tranquilas llanuras y, en el serpenteo entre unos y otros, se dividen sus almas.

La película “Closer” trabaja este tema de forma bastante evidente, aunque deja la opción al espectador para que elija cuál es la mejor resolución. Matt Damon también se enfrenta a este dilema, de alguna forma, en su célebre película Good Will Hunting.

Sin embargo, el mejor lugar donde vi la temática del “dilema del erizo” explayada fue en el animé Neon Genesis Evangelion (uno de mis favoritos). 

Esencialmente, este dilema resume la trama de la serie en su totalidad. Es interesante este animé por la cantidad de temas filosóficos que desprende, y hay muchísimos ensayos que analizan Evangelion desde un enfoque académico. El autor de este blog, por ejemplo, lo analiza como una narrativa existencialista. 

Les comparto su impecable presentación.

“El dilema del erizo: el valor de (no) estar solo”


El autor acertadamente entiende a este dilema como una paradoja de la socialización. Para él, en Evangelion el dilema del erizo recorre toda la serie y las relaciones de los personajes, e ilustra el conflicto que significa acercarnos a los demás y exponernos a que nos hagan daño, o preservar nuestro propio espacio personal pero quedarnos solos. Si pueden, vean el video porque está buenísimo.


Me parece un tema fascinante para investigar y aplicar al arte en sus diferentes formas. Los vínculos humanos, sugiere Schopenhauer, se tejen con una fibra mucho menos ilustre de lo que creemos. El hombre siempre tiende a alguna forma de estabilidad. Aquellos erizos no buscan realmente ni el frío ni el calor, tampoco la proximidad letal o la distancia irreversible, ni la salvación o el abandono: buscan la situación más soportable, la mejor armonía posible.


Creo que, al igual que los erizos, todos podemos (e incluso debemos) elegir: nos arriesgamos a una relación profunda, más íntima, en la que podamos sentirnos verdaderamente importantes para el otro o nos mantenemos a una distancia más o menos prudencial, con relaciones superficiales que no terminen de comprometernos.

Afortunadamente, estamos destinados a ser libres (como dice mi adorado Sartre) y tenemos la capacidad de seleccionar  una relación cercana donde crezcamos como personas, donde podamos permitirnos ser amados, abrazar, decir la verdad, ser auténticos, contar con el otro… superando pequeñas heridas que, a la larga, nos van a hacer más fuertes.

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=>> Otras notas temas de psicología en el BLOG: “El secreto y la filosofía new-age”, “Agatha Christie y el efecto placebo”, “Un planeta llamado Traición” (una novela de Orson Scott Card) y “El Guardián entre el Centeno”.

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miércoles, 11 de diciembre de 2013

¿Sueña Phillip Dick con ovejas eléctricas? – Blade Runner


Phillip K. Dick (1928-1982), quizás uno de los autores de ciencia ficción más influyentes, sufrió severas alucinaciones y distorsiones de la realidad. Sus novelas reflejaban esa condición y muchas de sus geniales historias han sido adaptadas al mundo del cine. Algunas resultaron buenas (Total Recall, Minority Report, A Scanner Darkly) y otras no tanto. Una cosa es cierta: Phillip Dick es una de las grandes fuentes de inspiración de Hollywood en materia de sci-fi.

Blade Runner” (1982), sin duda la historia más famosa de Dick, ligeramente basada en su novela “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”.

Los personajes de Dick pasan gran parte de su tiempo preguntándose quienes son, o si sus memorias son reales. Las temáticas que trabaja el autor se relacionan con el gnosticismo, la realidad como una ilusión, los sueños y las conspiraciones corporativas, siempre en un contexto de futuro distópico.  “Blade Runner” no es la excepción, y es además uno de esos curiosos casos donde la película se vuelve algo mucho mayor que el libro en el que se basa.

Redefiniendo el policial negro en el cine y asociándolo al ciber-punk, “Blade Runner” (título que se escogió simplemente porque “sonaba cool”) es una cinta visualmente impresionante (para su época) que relata la historia de Deckard (Harrison Ford), un policía retirado asignado a una última misión: eliminar a una serie de Replicantes (androides que no deberían estar en la Tierra).

¿Qué es lo que nos hace “humanos”?

¿Los robots tienen almas? ¿Puede una computadora tener sentido del humor? ¿Sueñan los androides? En esas preguntas reside la esencia filosófica detrás de las obras de Dick. El leit-motiv siempre es el siguiente: ¿qué es lo que nos hace humanos? Blade Runner también plantea el debate de si es posible que una forma de vida artificial tenga las mismas cualidades de un hombre.


Deckard (que suena como Descartes… “Pienso, luego existo”), quizás un alter-ego de Phillip Dick, está extremadamente confundido sobre su propia identidad y entorno. Uno de los grandes debates de la película es si él es realmente un replicante o no. Las pistas parecen no ser claras en ese punto. Los androides, por ejemplo, muestran una afinidad especial hacia las fotografías (igual que el protagonista). Tenemos al jefe de Deckard cuidándolo un poco demasiado, su falta de relaciones sociales (no tiene amigos ni familia) y sus extraños sueños con unicornios (en algunas versiones de la película).

«It's too bad she won't live.
But then again, who does? »

¿Cuál es la medida de un no-humano? La historia nos muestra androides con capacidad de sufrir, llorar, alegrarse, manipular, asesinar… y hasta soñar. Los límites entre ambas especies se presentan difusos. Incluso Deckard admite que el único motivo por el que el test Voight-Kampf es efectivo es porque todos los sociópatas humanos se encuentran encerrados. Se ha dicho que el autor tuvo la idea para el libro al pensar que los Nazis no podían ser humanos, luego de todas las cosas horribles que habían hecho.

Su influencia en la cultura popular

Blade Runner, para muchos la obra maestra de Ridley Scott, es un clásico atemporal que sobrevivió al paso del tiempo como un relato oscuro (filosófico) que trasciende al género de la ciencia ficción. Es una de las narrativas modernas más analizadas, plagada de simbolismo, y prácticamente inventó el género “ciber-punk” (“El futuro es “noir”, al parecer, y dominado por asiáticos).

Incluso reimpresiones de la novela original han salido con el título de la película, que superó ampliamente la fama de la obra literaria. Blade Runner fue relanzada 5 veces. Cada versión presenta finales ligeramente distintos que continúan el debate de si Deckard es o no humano. La última versión (el corte del director del 2007) es, según se dice, la obra que Ridley Scott siempre quiso presentar… y posee la famosa escena del unicornio que tanta controversia generó.

Aun hoy: el cine sigue aliméntadose de la estética y la filosofía profunda que presenta Blade Runner. Pensemos en Matrix, Dark City y el resto de las cintas de ciencia ficción que salieron después (y siguen saliendo). Una obra absolutamente maravillosa, intelectual y detallista, que redefinió el género. Una alegoría futurística del verdadero valor de la vida.

Roy Batty: un anti-villano memorable

Si Deckard es un anti-heróe (está lejos de ser simpático, y su trabajo es ambiguamente moral), Roy Batty (Rutger Hauer) es un anti-villano. Sí: es un violento asesino. Pero, por otro lado, es también un pobre esclavo escapándose y en busca de algo de paz en su vida. En la célebre lucha final entre ambos, Roy Batty le salva la vida (otro gran debate es el “por qué”) y recita su famoso soliloquio antes de morir.


Batty me parece el personaje más fascinante de la película. Un aspecto llamativo es que atraviesa los 5 estados del dolor antes de su propia muerte: negación (escapando con las esperanza de una mejor vida), enojo, negociación (su intento de alargar su vida al encontrar a su propio creador), depresión (al ver el cuerpo muerto de su amante Pris y entendiendo que ya todo está perdido) y, finalmente, aceptación (durante su último gran discurso). Rachel (el interés romántico de Deckard, que es también un androide) pasa por un estado muy similar.

«All those... moments... will be lost in time,
like tears... in... rain. Time... to die... »

Las críticas han elogiado el discurso final del actor, que fue improvisado en el último momento: "Si hay un gran discurso en el cine de ciencia ficción, es las palabras finales de Batty". También se afirma que "subraya las características humanas del replicante, mezcladas con sus capacidades artificiales".

Estas últimas palabras le muestran a Deckard (y a nosotros como espectadores) de lo que está hecho un hombre. Batty quería marcar su propia existencia, trascender, dejar su huella. Trascender es la única forma que el hombre encontró de ser infinito.

Esa imperiosa necesidad es la verdadera característica de los humanos: la necesidad de dejar algo luego de partir.

Durante la batalla, Batty quiebra a Deckard tanto físicamente (le rompe los dedos) como psicológicamente (pone en tela de juicio su trabajo). Al mismo tiempo le habla sobre las experiencias únicas que vivió, las memorias acumuladas que se perderán con su muerte. Batty, como cada ser humano, ha vivido, es único: no se perdió una máquina, sino una fábrica de experiencias.

Una idea, a mi criterio, interesante para analizar.

Cómo se define un clásico atemporal

Phillip Dick logró, con sus obras, lo mismo que Ray Batty: trascender, quebrar los umbrales del tiempo. Ha mezclado, deconstruido y reconstruido una serie de ideologías filosóficas y psicológicas desde el existencialismo de Jean-Paul Sartre hasta los fundamentos del gnosticismo. 

Aunque la película tiene poco que ver con la novela, Ridley Scott hizo un trabajo maravilloso a la hora de transportar la estética y esencia de las ideas de Dick al cine.

En su momento sorprendió al ser muy distinta que la película de acción que se esperaba. De hecho, se apoya muchísimo en diálogos. Es una de esas películas que requiere múltiples revisiones para terminar de aprehenderla. Las temáticas que se exploran (¡gracias a PKD!) son varias, desde la deshumanización de las personas en sociedades controladoras, hasta la dialéctica creador / creación, pasando por la naturaleza del hombre (¿qué nos hace realmente humanos?), la moralidad, el sentido de la existencia y la búsqueda de un propósito (transcendencia).

Por lo demás, la cinta nos presenta situaciones que han generado arduos debates, simbolismos, excelentes pistolas de Chejov (el origami de Gaff, por ejemplo) y una historia trepidante con suspenso hábilmente dosificado.

Así es cómo se define un clásico atemporal.

martes, 28 de mayo de 2013

“A puerta cerrada” (obra dramática, 1944)



Autor: Jean Paul Sartre (Francia)
Género: teatro / obra dramática en un acto
Leído: última vez en Bahía Blanca, 2013

"El infierno son los otros" es quizás una de las frases más populares (y más incomprendidas) de Jean-Paul Sartre. Sartre siempre fue uno de mis filósofos preferidos, y su existencialismo es –para mí– una forma de vivir. Pero de eso hablaré en otra nota.

Hoy es el turno de una de sus obras de teatro más interesantes y que personalmente me encanta: “A puerta cerrada” (No Exit).

Sartre fue soldado en la Segunda Guerra Mundial. Esa experiencia lo escandalizó y forjó varias de sus posturas filosóficas. Luego se hizo académico e intercaló sus ensayos con obras de ficción que hacían de “excusa” para exponer sus teorías. Así, en “A puerta cerrada”, el filósofo ofrece una idea diferente: el infierno como una habitación donde tres desconocidos son condenados a vivir eternamente bajo la mirada del otro, sin poder dejar de escuchar lo que el otro dice por más que tapen sus oídos.  

No hay torturas ni verdugos, solo ellos obligados a permanecer allí por toda la eternidad. Mientras tanto, presencian cómo el mundo los va olvidando más rápido de lo que creen.

Quien no lo haya leído, les dejo el link. Les aseguro que es excelente: http://bit.ly/117FcHZ

***

#SpoilerAlert: ¡Aclaro que mi pequeño análisis puede llegar a arruinar partes de la trama a un lector desconocedor de la obra!

***


Inés, Estelle y Garcín son las almas condenadas a esta sala sin salidas, y pronto se convierten en meros símbolos de algo más universal. A través de ellos, Sartre muestra la condición de la sociedad en la que vivimos inmersos. Ellos han cometido horribles pecados (que la obra revela poco a poco) pero la verdadera causa es más profunda y definitiva: Garcin es un canalla y un cobarde, Inés es sádica y manipuladora, Estelle es netamente egoísta.

Hay muchísima tela para cortar en las pocas páginas de esta historia. “La mirada del otro” es quizás uno de los elementos más interesantes. Se parte de la idea de que la mirada del otro es aquella que desnuda, muestra la realidad del ser. A partir de ésta, el individuo es juzgado o condenado. No poder pestañar, no poder dormir… y ser constantemente juzgado por la mirada del otro, aquel es el verdadero infierno que cada uno vive día a día.

… Y sin embargo, cuando en un momento de la historia se abre la puerta, ninguno se anima a irse sin el otro. No quieren o no pueden. Es ahí cuando descubren porque el verdugo nunca apareció. El verdugo ES el otro.

“El Infierno en sus miradas, su presión implícita, en esas pupilas vibrantes…”

Es genial cómo se molestan hasta límites inimaginables. Es recién al final donde se llega a la icónica frase (que resume el leitmotiv de la obra): “El infierno son los otros”. Y además es sorprendente, gracias a algunos elementos de suspenso y narrativos bien logrados (una muy interesante “Pistola de Chejov”, entre otros).

Inés es definitivamente mi personaje preferido. Una trabajadora postal lesbiana cuyo pecado es la manipulación. Ella parece ser el único personaje capaz de entender el poder de la opinión y el único personaje honesto con relación al mal que ella misma, Garcín y Estelle han hecho. 

De todas formas, el pecado “Sartriano” de Inés está impregnado en su esencia: ella se reconoce como un ser “maligno”, y bajo esa excusa decide no tomar decisiones.

Hay muchísimo simbolismo plagado en la obra. El espejo (o mejor dicho, la falta de uno) es uno particular. Estelle no dejaba de mirarse cada mañana, incluso para confirmar que existía. 

En el infierno de cuatro paredes, los tres tienen solo al otro como peculiar forma de reflejarse. Otro gran elemento simbólico es el Infierno. En el pensamiento existencial de Sartre la vida es un Infierno lleno de absurdos y de “la nada”.

 “A puerta cerrada” funciona como un comentario social y filosófico de la sociedad que nos rodea (y en particular de París durante la Segunda Guerra Mundial). El escenario es el laboratorio perfecto para estudiar a tres individuos separados  del mundo. Sartre brillantemente revela que el infierno es un estado mental y no un lugar específico. 

El concepto de “los otros” como reflejo indispensable en nuestra vida, nos confronta revoltosamente a contextos poco conocidos de nosotros mismos. No hay lugar más aterrador que aquel que nos desnuda, nos enfrenta con nuestras debilidades.

“One always dies too soon - or too late. And yet one's whole life is complete at that moment,
with a line drawn neatly under it, ready for the summing up. You are - your life, and nothing else.” 

(Inés en “No Exit” –Jean Paul Sartre)
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