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viernes, 20 de octubre de 2023

viernes, 28 de junio de 2019

¿Cómo iniciarse en "Neon Genesis Evangelion"?


Evangelion finalmente llegó a Netflix. Y no lo hizo sin polémicas. Quitaron el ending original (“Fly me to the mooon, de Frank Sinatra), modificación el doblaje y los subtítulos y ahora Kaworu ya no dice “Te amo” sobre el final de la serie, sino un simple: “Me caés bien, pichón”.

Cómo sea, millones de personass van a poder revivir uno de los animés más emblemáticos y what-the-fuck por primera vez (por lo cual los envidio bastante). Armé esta guía sencilla para ver dé que manera introducirse a la serie y analizar algunas cuestiones puntuales.


martes, 9 de octubre de 2018

Grandes horrores (IV) – Los payasos


Cuando arranqué la saga de “Grandes horrores” hablé de los entierros prematuros, la invasión del hogar y los siniestros espejos. Pero ya era hora de mencionar a los perturbadores entes que, históricamente, se han hecho protagonistas de los más grandes horrores del ser humano: los payasos.


jueves, 6 de septiembre de 2018

Sobre las complicaciones de vivir para siempre


¿Así que te gustaría vivir eternamente? A lo mejor te conviene pensarlo mejor. Desde el eterno aburrimiento hasta la angustia existencial, pasando por todo tipo de torturas (como ver a tus seres queridos partir, uno a uno, mientras vos seguís ahí) la inmortalidad puede ser el peor destino posible. La ficción se ha encargado de trabajar esta temática con mucha elegancia y precisión.


lunes, 19 de febrero de 2018

Los cuatro tipos de héroes en la ficción


Cada vez con más frecuencia vengo sintiendo que los héroes de la ficción son poco interesantes. Pareciera que son creados específicamente para una audiencia que necesita conectarse con algún falso ideal de moralidad. Esto hace que los héroes protagonistas terminen siendo bastante superficiales y vacíos. Predecibles, incluso.


Por suerte, cada tanto aparece uno que hace que me cuestione todo lo que creo entender sobre lo que significa ser un héroe (no necesariamente un “súper” héroe, tema de debate para otro día).

¿Cuál es la línea que distingue a un héroe típico y estándar de uno más “imperfecto” y, por lo tanto, más creíble? Porque, al final del día, son estos personajes menos perfectos los que se quedan más en nuestra mente, al no funcionar únicamente como una fantasía utópica de moral intachable.

En otras palabras: ¿qué hace en un héroe se sienta “real”?


jueves, 26 de octubre de 2017

Claves para entender “Stalker” (de Andrei Tarkovsky)


No me odien por poner un título tan clickbait.

La realidad es que mi post sobre las claves para entender “The Mirror” tiene miles de visitas y es literalmente el primer resultado que salta en Google cuando ponés “entender The Mirror”. Todos (me incluyo) queremos comprender un poco más sobre esas películas súper raras que hay dando vueltas.

Además, seamos honestos, ésta también es una a la que no le viene nada mal un poquito de explicación, interpretación y contexto.

Hablamos de la enigmática y extensa cinta rusa, de 1979, extrañamente catalogada como “de ciencia ficción”, que tiene como protagonistas a tres hombres caminando a través de territorios inciertos, en busca de una habitación capaz de cumplir nuestros más preciados deseos.



Voy a tratar de mantener los spoilers al mínimo. De todas maneras, se hace necesario tocar algunos puntos argumentales de la trama.

***

Entrando a La Zona

Stalker (СТАЛКЕР, en su versión original rusa) es una adaptación libre de una historia de los hermanos Strugatsky: “Roadside Picnic” (Picnic a la vera del camino). La película transcurre en un área devastada y parcialmente industrializada conocida como “La Zona”.

En el centro, según se dice, existe La Habitación, un lugar mágico que hace realidad nuestros deseos más profundos. ¿El problema? Alcanzarla implica esquivar todo tipo de obstáculos físicos y mentales.

Durante la mayor parte de la historia seguimos el recorrido de tres personas que conocemos sólo por su profesión: el Stalker, el Escritor y el Profesor. 

En el mundo ideado por Tarkovsky, un Stalker es una persona con las habilidades adecuadas para infiltrarse adentro de La Zona. Su trabajo es el de ser una especie de guía, cobrando un servicio por llevar a la gente hacia aquel peligroso interior.

Él, que también es el principal protagonista, ve a La Zona con algo muy cercano al asombro religioso. Ha viajado tantas veces que ya no le interesa en nada que exista una habitación capaz de cumplir deseos. Lo que es peor, tiene miedo de hacer uso de los poderes porque su propio mentor se suicidó por ello. A pesar de ello, continúa llevando a la gente aunque su mujer se indigne y que la salud de Monkey, su propia hija, se haya visto afectada por los viajes.

El Escritor es un cínico con problemas de bebida. Quiere recuperar la inspiración. Por último, el Profesor dice estar interesado sólo en el costado científico de la cuestión y no tiene interés en pedir ningún deseo. Lleva una pequeña mochila de la que no parece querer desprenderse.

Una profunda meditación

No puedo decir que me haya encantado esta película porque es, ciertamente, muy difícil de ver. A lo mejor es a propósito (en breve vamos a ver que es probable que así sea), pero es una historia muy lenta, demasiado tranquila, donde pestañear puede ser arriesgado por el peligro de quedarse dormido.

Sin embargo, es considerada una de las obras de ciencia ficción rusa más importantes de la historia del cine.

Todos los trabajos de Tartokvsky son así, en algún punto. Profundamente meditativos, serenos, silenciosos. Al igual que otra de sus obras (Solaris), Stalker es un drama humano encapsulado dentro de un relato sci-fi. Visualmente es muy llamativa por utilizar paletas de colores que diferencian al mundo dentro y fuera de La Zona.


Mientras que afuera todo se ve opaco y pobre, con sonidos de maquinaria industrial como un fondo constante, como parte del paisaje, adentro todo es más verde, orgánico, vibrante, en constante movimiento. Esto genera un contraste fuerte con el decaimiento urbano.

«La zona exige ser respetada. No sé qué sucede aquí cuando no hay nadie, pero basta que entre alguien para que todo se ponga en movimiento de inmediato.»

Lo que sí hay en La Zona es un descuido abismal: basura, mecanismos viejos y abandonados, restos de la personas que vivieron veinte años antes y tuvieron que alejarse luego de la catástrofe.

¿El director está hablando de los restos de una guerra? ¿Del comunismo ruso, quizás? Difícil de saber. Lo que sí es seguro es que no se refería al desastre nuclear de Chernobyl, ya que eso ocurrió siete años después. (Curiosamente, Chernobyl sería conocida como “La Zona” y las personas que ingresaban de forma ilegal al sitio abandonado serían llamadas “Stalkers” en honor a esta película).

Como sea, la película es difícil de digerir por su deliberada lentitud. Hay muchísimas escenas prácticamente estáticas, sin diálogos, que se extienden por más de cuatro minutos. Eso, en una película que dura prácticamente tres horas, la vuelve complicada de ver.

La escena más memorable en relación a esto es el viaje que los tres tienen arriba de una carretilla. Son varios minutos de silencio donde el espectador se queda obligado, junto a los protagonistas, a observar el paisaje a medida que se va modificando.

«El espectador ideal para mí mira un film como un viajero mira el paisaje por el que atraviesa en tren.» (Andréi Tarkovski)

Tampoco esperen hallar diálogos cómicos que sirvan para relajar tanto drama profundamente existencial. Una sonrisa en una película de este estilo es más rara que un guión coherente en una película de Michael Bay.

Hay quienes gustosamente hablan del cine de Tarkovsky como “poesía visual”, y creo que hay un poco de verdad en eso. La película transita por lugares muy atractivos, laberínticos y enigmáticos; lugares que son simultáneamente hermosos e inquietantes. La sala llena de arena blanca es uno de los que, inmediatamente, me viene a la cabeza.


Lo que sí es cierto es que, si bien podemos encontrar muchos simbolismos y una narrativa más o menos lineal, el director no nos ayuda en nada a comprender qué es lo que está pasando. Por suerte, hay varias aproximaciones posibles a la película.

Un acercamiento freudiano

Hay quienes han visto en esta tríada de personajes las tres instancias fundamentales del aparato psíquico: el ello, el yo y el superyó.

Según esta idea, el “Ello” sería el Escritor: la expresión psíquica de las pulsiones y deseos más superficiales, en constante conflicto con el “Yo” y con el “Superyó” (los otros dos protagonistas).

El “Yo” sabemos que es una instancia psíquica mediadora entre las otras dos. Desarrolla los mecanismos necesarios para obtener el mayor placer posible, pero dentro de los marcos que la realidad permite. Quedaría representado, en la película, por el personaje del Profesor.

Por último, el Stalker sería el “Superyó”, la instancia moral que constituye la internalización de las normas, reglas y prohibiciones.

Stalker y la psicología

La mirada freudiana de Stalker es súper interesante, más porque toda la película se desarrolla más como un tranquilo drama psicológico que como una cinta de acción y ciencia ficción. 

Los elementos futurísticos son inexistentes o apenas se mencionan (al parecer, un Ovni habría caído en el centro de La Zona, generando lo mágico de la habitación, y aquel es el motivo por el cual el lugar está tan custodiado).

La última escena, ya emblemática, es también uno de esos pequeños momentos donde podríamos haber experimentado algo sobrenatural que va más de la mano con otros relatos sci-fi.

Monkey, la hija del protagonista, supuestamente utiliza sus poderes psico-cinéticos para mover un vaso de vidrio (a medida que pasa el tren por detrás, generando movimiento también). Un perro chilla (¿de miedo?). La cámara se aleja. Suena un fragmento del cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven. Es una de las escenas más discutidas en relación a Stalker. Y una de las más bellas también.

Me encanta esa escena porque encapsula gran parte de lo que representa esta película: la idea de que todo lo que vemos podría ser mágico o mundano en partes iguales. Generalmente se deja mucha ambigüedad a la hora de aclarar si La Zona en verdad tiene las características fantásticas que se le adjudican o si es una ilusión que está en la mente de las personas.

Esta indeterminación se refuerza con el final, donde los protagonistas optan por no entrar a La Habitación cuando finalmente la alcanzan. Hay también un efecto hipnótico constante, como si todo estuviera ocurriendo dentro de un sueño, o bajo trance.

El conflicto viene desde adentro

Si bien la película arranca con una pseudo-escena de acción, con los tres escapando de tiros por parte de soldados que custodian la zona, pronto la historia baja varios cambios. Incluso algo más loco es que aunque se menciona que La Zona está llena de trampas, rara vez vemos una. El conflicto central pasa más por las ideologías encontradas de los protagonistas.

Las temáticas que se van tocando son las relaciones entre esperanza y realidad, la necesidad humana del misterio y el peligro, y las banalidades del hombre. El deseo como búsqueda de la felicidad es abordado también. Cada parte tiene su postura respecto a estos y otros temas que discuten a lo largo del viaje.

Para el Stalker, La Zona es el único lugar donde se siente cómodo. Para él cualquier otra forma de vida es una prisión, y el viaje –aquel constante movimiento– le da sentido a su existencia. Es llamativo que dentro del claustrofóbico mundo que se presenta, La Zona es un espacio abierto donde todo es posible, incluso un lugar donde las leyes de la naturaleza están supuestamente suspendidas (por ejemplo, las flores no tienen esencia).

La Habitación pone en evidencia los deseos ocultos de las personas, rellenando las fantasías y sueños que todos llevamos en nuestras mentes. Así, La Zona funciona más o menos como la imaginación, y es así como me gusta pensarla.

Entrar allí implica enfrentarse a un escenario diferente, con un mundo que cambia de acuerdo a quien lo visita. Como una obra de arte que puede interpretarse de diferentes maneras por cada lector o por cada audiencia.

La imaginación atenta contra la mirada literal y materialista del mundo, amenaza con destruir todas las pequeñas categorías en las que el mundo parece necesitar entrar.

A su vez, y acá se hace más evidente el comentario social de la película, la imaginación y la creatividad atentan contra el orden establecido. No es casual que un lugar tan especial, tan mágico, tan diferente al deprimente mundo real, sea fuertemente protegido y defendido por un pequeño grupo de personas armadas.

Stalker como un viaje interior

De esa manera, el viaje en Stalker es una travesía introspectiva hacia el interior de uno mismo. Si el exterior de La Zona representa lo evidente, lo banal, lo conocido, nuestro mundo ordinario (familia, amigos, objetos materiales), el interior es el lugar donde se constituye la vida íntima de nosotros: por eso es silencio, es cambio continuo, es contenedor de los desperdicios que vamos produciendo a lo largo de la vida, es sueños, es imaginación libre.

A medida que los tres se van metiendo más y más en lo profundo de La Zona, vemos que los parámetros de espacio-tiempo se vuelvan menos coherentes, con personajes que desaparecen y aparecen en otros lugares, finales de túneles que nos llevan hacia salas imposibles y todo tipo de ambientaciones que no serían naturales en la vida real.

Tarkovski consideraba que una de las cosas más lindas del cine es su habilidad para distorsionar el tiempo a voluntad del artista (lo mismo, me atrevo a decir, podemos aplicarlo a otras artes como la literatura).  La Habitación en la que los deseos (íntimos) se hacen realidad es el lugar más oscuro de este sistema interno, un espacio hermético, cerrado, en el que ya no es posible engañarse a sí mismo.

Vale también mencionar que, al mismo tiempo, Andréi Tarkovski no creía que sus películas tuvieran un “significado oculto”.

«En ninguna de mis películas se simboliza algo. La Zona es sencillamente La Zona. Es la vida que el hombre debe atravesar y en la que sucumbe o aguanta. Y que resista depende tan sólo de la conciencia que tenga de su propio valor, de su capacidad de distinguir lo sustancial de lo accidental.»

El acercamiento espiritual

Hay otra interpretación interesante en relación a Stalker (y pido disculpas si fui medio desordenado en esta nota). Tiene que ver un poco con todo esto que vengo comentando de la psicología (los tres personajes como versiones del “Ello”, el “Yo “y el “Superyó”) y el viaje hacia nuestro inscosciente, pero en lugar del foco en una sola persona, implica ver en la película como la evolución del hombre en su totalidad, en su humanidad evolutiva.

La Zona y La Habitación representarían las visiones utópicas del hombre. Tres héroes funcionarían como distintos modos de pensamiento en tres periodos históricos fácilmente identificables, lo que indicaría las diferentes respuestas que tienen respecto al mágico lugar.


Bajo esta mirada, el Stalker es la humanidad en su fase pre-moderna: cree en Dios, es supersticioso de La Zona y sus peligros, está siempre preocupado, si bien vive una vida simple con su familia. El viaje hacia La Zona es la búsqueda de la utopía.

El Escritor representa al periodo de la Iluminación. Tiene ideas filosóficas más sofisticadas, vive en un gran mansión, y está condenado siempre a criticarse a sí mismo. Quiere realizarse con la escritura, es antropocentrista (Dios ha muerto, viva el superhombre), se cree una especie de profeta en su tierra. Algunas imágenes visuales de la película refuerzan estas ideas.

Finalmente, el Profesor es la posmodernidad: un científico, un físico que quiere cuantificarlo todo, medir lo desconocido de La Zona. Es metódico, racional (hiperracional incluso). Eventualmente revela sus verdaderos motivos para llegar a La Habitación: es una utopía peligrosa y quiere destruirla con la bomba que carga en la mochila. Es una expresión de la era nuclear, pero en su racionalidad termina provocando más desastres.

Es divertido ver la película con esta perspectiva.

Por ejemplo, la escena en la que el escritor defiende al profesor y golpea al stalker puede entenderse como una expresión de la burguesía oprimiendo al proletariado. Ambos (escritor y profesor) serían como el totalitarismo staliniano, considerándose iluminados y con raíces filosóficas, buscando eliminar la utopía que encontró el stalker en relación a La Habitación.

Palabras finales

Pero no nos vayamos tanto por las ramas. Podríamos seguir tirando teorías locas sobre Stalker (miles lo han hecho) porque es una película tan abierta y ambigua que lo permite.

Lo importante a entender acá es que la película se esfuerza más por generar una suerte de estado hipnótico en el espectador (impulsado por un ritmo lento, la escasez de diálogos y las poderosas imágenes visuales) que en dar una respuesta cerrada y redondita a preguntas que ni siquiera expresa abiertamente.

Creo que la mejor manera de pensar Stalker es como un ejercicio de estilo que hace Tarkovski en cuanto a la trascendencia del ser humano. No es la primera película en tocar esta temática ni va a ser la última.


Esa inquietante escena final.


Es una producción para ver con mucha paciencia; incluso, de ser necesario, en partes. Me gusta pensar que el pantallazo que di en esta nota puede ayudar a apreciarla un poquito más, aunque no dejo de admitir que, como experiencia cinéfila se vuelve aburrida, repetitiva y monótona.

La película está disponible, de forma completa, en Youtube.

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Las locas búsquedas de Google...

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miércoles, 23 de agosto de 2017

“El amor y la furia”, una novela de Alejandro Laurenza


Alejandro Laurenza, un compañero escritor que entrevisté en esta nota respecto a la particular forma en la que comparte su literatura, tuvo la amabilidad de obsequiarme una copia de su novela El amor y la furia.

La historia –cuyo título parece inspirado en El ruido y la furia de Faulkner (quien, a su vez, creó su propio título en base a un verso de Macbeth de Shakespeare)– es una novela fuertemente psicológica, muy introspectiva, que tiene como protagonista a Marcos.

Aparecen otros personajes, pero todos rodean a este torbellino de emociones que es el personaje de Marcos, un porteño joven y perdido debatiéndose lo que quizás sea el tema filosófico más intenso: ¿cuál es nuestro motivo de ser, la razón de vivir en este mundo?

La filosofía japonesa tiene un término específico para esta búsqueda espiritual: Ikigai.

Se corresponde con un centro en el cual una persona logra equilibrar aquello que ama con aquello para lo que es bueno, aquello que el mundo necesita y aquello para lo que le pueden pagar (y ser, por ende, un medio económico de vida). En otras palabras, implica balancear la vocación, la profesión, la pasión y la misión que cada uno siente adentro suyo.

No es cosa fácil, eso está clarísimo.

El amor y la furia nunca hace referencia directa a este concepto japonés, ni tampoco llega a ser tan existencialista, aunque sí esta temática sobre la búsqueda de aquello con lo cual nos sentimos realizados es un leitmotiv en el relato de Marcos y su relación con el resto del mundo: con su mejor amigo Javier, con su familia y con sus dos novias que le conocemos en la novela: Celeste y Eugenia.


Una frase de mitad del libro simplifica un poco estas dos características de la novela: su componente psicológico y la búsqueda de la razón de ser. Piensa el protagonista, a través del narrador:

«Y tal vez el secreto radicara en no pensar demasiado, sin que eso significara tampoco desoír los impulsos del más profundo yo. Quizá todo se resumiera en zambullirse entero en el río tormentoso e inesperado que es la vida, y dejarse llevar blandamente, y bracear sólo un poco cuando las ganas y la intuición lo exigen, y no buscar nada, y no esperar nada

El conflicto se dispara desde la primera hoja con una premisa interesante. Presenciamos el asesinato de un hombre por una mujer; no sabemos las identidades de estas personas. Luego se retorna al pasado para presentar a los personajes y llevarnos, poco a poco, hasta aquel trágico y frenético desenlace.

El misterio de estas identidades se mantiene durante la primera parte de la obra, que ocupa la mitad del desarrollo. Luego aparece un salto temporal de varios años donde terminan de cerrarse los cabos sueltos.

Como historia de desamor (porque más que cualquier otra cosa, es una historia sobre separaciones, y no exclusivamente románticas) se siente muy cercana por la manera en la que Laurenza trabajó a los personajes, que se asemejan mucho a cualquiera de nosotros, con sus virtudes y defectos.


No me quedan dudas de que hay muchos elementos autobiográficos escondidos entre las páginas. Primero porque, de lo poco que conozco al autor, pude identificar algunos. Segundo porque es algo inevitable, y más en las primeras obras literarias. Nos agarramos de lo que conocemos para comenzar a escribir.

Stephen King, por nombrar un ejemplo, no se cansa de ubicar sus historias en su pueblo natal e, incluso, de decorarlas con detalles de su propia vida (el accidente casi fatal que vivió en 1999 le dio forma a muchos de sus escritos y es hasta un giro argumental clave en la trama de una de sus obras más épicas).

Respecto a la forma del texto, no me fascinó el estilo indirecto que utiliza El amor y la furia. Admito que se trata de una cuestión personal. En realidad, el autor utiliza el diálogo libre, que es una variación del estilo indirecto. Esto es: no usa comillas, ni guiones, ni cambia de línea con cada intervención. El diálogo se introduce al lector de forma natural y dentro del párrafo, en medio de la narración.

La novela presenta diálogos mínimos que apenas se limitan a pequeños intercambios. Es el narrador quien se mete en la cabeza de cada personaje para exponer sus pensamientos y emociones.

En mi opinión, el estilo de diálogo libre es muy restrictivo porque no permite darle voz a cada actor en la novela. Hace que todos hablen igual y sin "esencia" (si se quiere), porque su voz se transmite a través del narrador.

Me parece que más diálogos directos entre personajes podrían haber avivado más este relato que está, por momentos, sobrecargado de un narrador entrometido. De todas maneras, ayuda mucho a que fluya la narrativa el hecho de que todos los capítulos son muy breves, de apenas dos o tres hojas.

Laurenza indudablemente tiene madera de escritor y deja fluir bien las ideas. Algunos de sus pasajes tienen una calidad literaria envidiable. Esto no significa que sea una novela perfecta. Existen varios vicios de escritor (inevitables incluso en los más profesionales) y ajustes que podrían revisarse en subsiguientes ediciones.

Escribir es un oficio en el que uno nunca termina de aprender, y siempre hay que andar haciendo ajustes y calibrando los procesos. Por más bueno que uno sea, siempre es preciso una corrección literaria por parte de alguien externo. Hasta Stephen King (siguiendo con su ejemplo) tiene editores y correctores literarios que revisan sus trabajos.

Sin embargo, ni los detalles técnicos ni el uso del diálogo libre evitaron que disfrutara de esta historia. La relación de Marcos y Celeste está bien trabajada (quizás haya sido sólo yo, pero había algo de Horacio Oliveira y La Maga en esa dupla) y me gustó cómo se fue llevando el suspenso hasta el impactante final.


Quienes se animen a darle una oportunidad, El amor y la furia es una lectura contemporánea muy disfrutable que invita a la reflexión y hasta puede servir de disparadora para debates interesantes. No quiero profundizar demasiado en la trama para evitar arruinar algunas sorpresas.

Es una ligera y refrescantemente sincera pequeña novela presentada como fragmentos para una cronología del desamor… y la tragedia. La recomiendo.

Pueden conseguir más información sobre la novela (o consultar de qué forma puede adquirirse) directamente desde la web del autor: Aprendizaje Literario.

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«La vocación, el destino, el amor agazapado en cualquier esquina. El desconcierto de estar vivos, la ternura, la felicidad transparente y efímera. La razón socavada. El final. La furia. En el asesinato inexplicado de un hombre se inicia esta historia. Y a partir de allí van surgiendo, como en un rompecabezas, las circunstancias que lo hicieron posible

(El amor y la furia. Contratapa)

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Entrevista a Alejandro Laurenza:Cómo ser escritor independiente”.

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jueves, 13 de julio de 2017

El origen del mal en Tenemos que hablar de Kevin


El thriller psicológico Tenemos que hablar de Kevin (2011) es una de las películas más impactantes de los últimos años. Y lo más triste es que ni siquiera es tan conocida (tip para la vida: está en Netflix).

Eva, la madre de Kevin, se esfuerza por querer a su particular hijo a pesar de las cosas perversas y oscuras que hace. La historia explora una temática fascinante: ¿fue Kevin una semilla podrida desde el vamos, o sus acciones se corresponden con una mala crianza?

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#SpoilerAlert. Se revelan algunos detalles de la trama, si bien voy a evitar contar el brillante final.

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El eterno debate

Inspirado en El origen de las especies de Charles Darwin, el científico británico Francis Galton (que era su primo, por cierto) acuñó por primera vez al término de lo “innato”. Buscaba entender si nuestros trastornos emocionales, personalidad y comportamiento tienen un origen genético (de nacimiento) o si son producto del medio social en el cual se desenvuelven.

Hoy se sabe que ambos tipos de factores (ambientales y hereditarios) interactúan en el desarrollo de un individuo y forman parte una red muy compleja. Entender qué contribuye más a la personalidad (la herencia o el ambiente) es equivalente a preguntarse qué contribuye más al área de un rectángulo (su largo o su ancho).

Sin embargo, el debate sigue existiendo, y las posturas suelen ser muy extremas.

El origen del mal en Tenemos que hablar de Kevin

La película es una adaptación de la novela homónima que Lionel Shriver escribió en el 2003. La gran diferencia es que el libro tiene una estructura epistolar (son cartas que Eva le envía a Franklin, el padre de Kevin) mientras que el largometraje adoptó una narrativa de flashbacks que van y vienen en el tiempo.

La directora, Lynne Ramsay, utilizó un paralelismo entre escenas muy delicado donde prevalecen una serie de símbolos: el color rojo, la yuxtaposición de miradas, los mismos lugares mostrados en diferentes tiempos, etc.


Ninguna escena está desperdiciada en esta película repleta de sutilezas. La mayor de estas sutilezas, la más exquisita, es la ambigüedad con la que se trabaja el origen del mal. Desde las primeras escenas entendemos que Kevin cometió un acto de violencia extrema. ¿Pero se convirtió en un asesino porque la madre no lo quiso lo suficiente, o era un psicópata desde el primer momento? La historia nos balancea –con maravillosa tensión– hacia un lado y hacia otro.

¿Puede ser culpa de Eva (soberbia a actuación de Tilda Swinton) que nunca quiso ser madre? ¿Qué no tuvo la suficiente paciencia? Ella tuvo que renunciar a su carrera (que adoraba) y a su libertad. A lo mejor, Kevin siempre supo que su madre nunca lo quiso. O, quizás, fue una mala semilla. Algunas personas nacen diabólicas. Punto.


Franklin es otro de los agentes en esta historia. El padre de Kevin consideraba a su hijo como un buen chico; no lo criaba, sino que quería ser su amigo. Franklin nunca apoyó las acciones que Eva tomaba para corregir la conducta de Kevin. Hasta le regaló el arma asesina: el arco y flecha (y lo incentivó a aprender a dispararlo).

La película perturba e hipnotiza en partes iguales. La mayoría de estas historias (pensemos en Elephant, de Gus Van Sant) se enfocan en el asesino. En un hábil giro argumental, acá la mirada está puesta sobre la familia del asesino. Incluso la masacre en sí nunca se muestra del todo. Vemos el efecto de la misma, vemos las consecuencias, el antes y el después del crimen.

Un círculo de destrucción

Una de las escenas claves en Tenemos que hablar de Kevin es cuando Eva decora su cuarto. Lo empapela con mapas que representan su pasión por los viajes (y también nos habla de cómo ella extraña lo que alguna vez fue). Entonces llega un pequeño Kevin y dice que eso es “tonto”. Eva le dice que ella puede decorarle su cuarto para que represente su personalidad. Kevin, enojado, replica: “¿Qué personalidad?”.

Da la impresión de que no tiene una identidad formada y positiva sobre él mismo, está perdido, confundido. Más tarde destroza el cuarto de Eva (y su empapelado) con una pistola de pintura. Eva, embroncada, destruye la pistola de pintura. La escena es fundamental para entender que ambos están girando frenéticamente en un círculo destructivo y sin control en el que uno progresivamente responde con más fuerza que el otro.


Cada momento de la película acumula y agrega información sobre la disfuncional relación entre madre e hijo. Hay quienes afirman que Kevin vino “mal de fábrica” y que tenía una relación edípica con la madre (algo que cobra sentido, especialmente, luego del desenlace). Otros concluyen que Kevin fue víctima de padres negligentes.

Si bien Eva gradualmente se vuelve mejor madre, nunca termina de abrazar la maternidad. Mientras tanto, el padre (John C. Reilly) peca de no interesarse nunca en su educación y su conducta, es desinteresado e indiferente.

El verdadero origen del comportamiento de Kevin (un fantástico Ezra Miller) polarizó a la audiencia. Y lo mejor que hace la cinta es nunca respondernos el interrogante. Es, sin duda, una historia que te deja pensando y pensando. Oscura, tenebrosa, existencial, psicológica.

No cabe duda de que, en el futuro, los psicólogos y científicos van a continuar debatiendo la idea de la naturaleza vs. el medio, seguramente mientras vuelven a mirar Tenemos que hablar de Kevin.

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jueves, 16 de marzo de 2017

Las cosas por su nombre: el determinismo nominativo


Los antiguos romanos pensaban en el nombre como un portador del destino de las personas Repetían: «nomen es omen», que significa “el nombre es destino”.

Varios años después, el fundador de la psicología analítica (Carl Jung) complejizaba esta misma concepción. Decía: «Uno se ve en apuros para determinar cómo ha de interpretarse el fenómeno que Wilhelm Stekel denomina la compulsión del nombre. Se trata de una, en parte, grotesca coincidencia entre el apellido y las peculiaridades o la profesión de un hombre».


No sé si Jung hablaba en serio (o, para el caso, si estaba bajo los efectos lisérgicos de estupefacientes) pero él ejemplificaba con sus colegas de la época: Adler significa águila y él psicoterapeuta austríaco se refería a la voluntad del poder; Freud significa alegría en alemán, y él defendía el principio del placer; por último, Jung significa joven, y él se divertía con la idea del renacimiento.

Estas curiosidades de los nombres lo llevaron a pensar en la predestinación que esconden los nombres. Esta teoría de los nombres existe (la revista británica New Scientist le daba forma allá por los nostálgicos ´90) y es la idea de que el nombre de una persona cumple un rol significativo a la hora de determinar los aspectos importantes de su vida.

Llamaron a esta teoría: determinismo nominativo.

La ficción se divierte mucho, muchísimo, con la idea de que los nombres tienen un significado mayor. 

Prácticamente todos los villanos de Batman tienen un nombre temático: Calendar Man (Julian Gregory Day), El Acertijo (Edward Nigma, E. Nigma), Mr. Freeze (Dr. Victor Fries).

Sucede muy frecuentemente en la Biblia (Satan se deriva del hebreo ha-satan, que significa "el adversario"), en la mitología nórdica (Thor es, literalmente, "Trueno") y constantemente en la saga de Harry Potter ("Severus" es el nombre de un emperador romano y significa cruel y escricto. Hay tantos casos que imposible nombrarlos todos).

Si yo fuera seguidor de estas locas ideas, el número de integrantes de mi propia familia ya estaría cementado, porque “Benjamín” (el nombre que decidimos ponerle a nuestro bebé) deriva del hebreo ben-yamin y significa tanto “el preferido” como además “el más chico”.

Lo cierto es que poner nombres significativos a los héroes y villanos de las historia brinda un sentido de mayor profundidad temática a un argumento. Y a veces el nombre hasta suele tener muchas capas.

Me gusta mucho, por ejemplo, el caso de Winter Soldier en la segunda película de Capitán América

Su nombre juega, por lo menos, en tres niveles. No sólo se refiere al hecho de que el personaje pasó gran parte de su vida en crio preservación (congelado a muy bajas temperaturas). También referencia a la verdadera Winter Soldier Investigation que llevó a cabo Estados Unidos y al hecho de que Bucky ya no tiene sentimientos por nadie, ni siquiera sus amigos de la infancia.

En la película Cube, convenientemente todos los personajes tienen nombres de cárceles famosas. También todos tienen nombres significativos (y muy graciosos) en Dr. Strangelove (una película súper interesante que ya reseñé en el blog).

Hace unas semanas mencionaba a Ex-Machina en relación a la falta de ciencia ficción en el universo creado por los autores. En esta brillante película, los cuatro personajes principales tienen nombres tan importantes que hasta son relevantes a nivel argumental.

Caleb tiene múltiples significados en hebreo. El principal es el de “perro” o “mascota”. Nathan es “regalo de Dios”, adecuado para un hombre con el talento de crear inteligencia artificial. Ava es una variante de Eva (vida) y después tenemos a Kyoko, cuyo nombre puede traducirse como “ñiña espejo”.

En algunas películas las asociaciones son mucho más categóricas. Inception es una gran película que hace un uso fuerte del determinismo nominativo. Ariadna es la arquitecta del mundo de los sueños (en relación al famoso personaje de la mitología griega). Yusuf (la forma arábiga de Joseph) es el interpretador de sueños, según la Biblia.

Aparte (y prepárense para que su mente estalle) las primeras letras de los personajes deletrean DREAMS: Dom, Robert (Fisher), Eames, Ariadne, Mal, Saito. (OK: esto capaz que ya fue estirarlo demasiado).


Otro caso es el de El Rey León: en el idioma swahili, Simba es “león”, Mufasa es “rey”, Timon es “de gran espíritu” y Pumbaa “simplón”. Skar... bueno, tiene una cicatriz. Aunque se dice que antes de que se le pusiera ese nombre al villano, se llamaba “Taka” (basura en swahili).

Seinfeld se divirtió con el determinismo nominativo y la jugó de manera diferente:
Kramer: Bookman? The library investigator's name is actually, Bookman?
Librarian: It's true.
Kramer: That's amazing. That's like an ice cream man named, "Cone".

La historia prueba, de todas maneras, que el proceso de colocar nombres supo darse, en realidad, a la inversa. Los primeros apellidos, por ejemplo, nacieron para identificar a personas ligadas a un linaje particular, principalmente en los estratos nobles durante el medioevo.


En la sociedad feudal, las familias comenzaron a habitar pueblos y ciudades, donde se ganaban la vida trabajando en diferentes oficios. Se hizo necesario individualizar a cada persona y grupo familiar. Por eso, los primeros apellidos derivan de los oficios a los que se dedicaban: (Black)smith, Shepperd, Fisher, etc.

Otra costumbre era la de denominar a las personas por sus características físicas (rubio, calvo, blanco), personalidades o gentilicios.

¿Mi nombre? Luciano deriva del latín Lucianus y su significado es luminoso, brillante… aparentemente. 
Es un hombre muy nervioso en general, pero de todas formas destaca por ser muy hábil e ingenioso en todo lo que se propone. Siempre está alerta de todo lo que ocurre a su alrededor, y como es inteligente, sabe sacar partido de las situaciones.

Gracias, Internet. Me describiste a la perfección (¿?)

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