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jueves, 6 de septiembre de 2018

Sobre las complicaciones de vivir para siempre


¿Así que te gustaría vivir eternamente? A lo mejor te conviene pensarlo mejor. Desde el eterno aburrimiento hasta la angustia existencial, pasando por todo tipo de torturas (como ver a tus seres queridos partir, uno a uno, mientras vos seguís ahí) la inmortalidad puede ser el peor destino posible. La ficción se ha encargado de trabajar esta temática con mucha elegancia y precisión.


lunes, 8 de junio de 2015

Las Tres Leyes de la Robótica de Isaac Asimov


Antes de 1940, prácticamente toda la ciencia ficción especulativa que incluía a robots seguía el modelo del Frankenstein de Mary Shelley: un robot tenía que ser constantemente instruido por una persona y en ausencia de control humano se volvía un destructor total, demoliendo todo a su paso.

Isaac Asimov se cansó de esta concepción y comenzó a escribir historias sobre robots más simpáticos y programados de tal manera que pudiera preverse la rebelión de las máquinas. Fue su editor (John Campbell) quien, en su momento, le brindó una mano para crear las famosas Tres Leyes de la Robótica que permitirían tener un salvavidas. Estas fueron:

1. Un robot no puede herir a un ser humano o, por inacción, permitir que un humano resulte herido.
2. Un robot debe obedecer cualquier orden dada por seres humanos, excepto cuando esa orden se contradiga con la Primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia, siempre y cuando dicha protección no entre en conflicto con la Primera y Segunda Ley.

Campbell compuso las Tres Leyes simplemente desenredando conceptos que ya estaban presentes en las historias de Asimov. 

Las leyes cubren las situaciones más simples y obvias, pero están lejos de ser perfectas. De hecho gran cantidad de relatos del autor eran sobre diferentes formas en las que las leyes entraban en conflicto unas con otras, generando comportamientos inesperados.

Quienes no sean tan íntimos con la bibliografía de Asimov, seguramente recuerden estas leyes de la película “Yo, robot” (2004), con Will Smith, que es una buena adaptación de una de sus historias más populares. La realidad es que no fue la primera vez donde aparecieron estas leyes. Puntualmente, su origen puede rastrearse al relato “Runaround” (“Círculo vicioso”, 1942). Curiosamente, la historia de Runaround transcurre en el año 2015. El cuento está muy bueno y tiene una trama intrigante que se relaciona directamente con los conflictos entre las tres reglas.

Circulo vicioso” (1942) de Isaac Asimov en formato PDF: DESCARGAR.

Asimov no tenía nada contra la temática de “robots como una amenaza para el hombre” pero estaba más interesado en explorar la idea de robots volviéndose cada vez más conscientes y completamente independientes. Esto fue, por supuesto, absolutamente influyente para la forma en que comenzó a trabajarse la ciencia ficción. Hoy en día tenemos películas actuales como “Chappie” y “Ex Machina” que siguen investigando la naturaleza de los robots para terminar de comprender qué es lo que nos hace realmente humanos a nosotros y (no a ellos).

El autor eventualmente formalizó una Ley Cero, que era un corolario de la primera y estaba por encima de todas las demás:


Un robot no hará daño a la Humanidad o, por inacción, permitirá que la Humanidad sufra daño

Otros autores, por su parte, fueron extendiendo la cantidad de leyes creando variaciones de las tres primeras y un par de adicionales como la célebre Quinta Ley (“Un robot debe saber que es un robot”).

Ahora, aunque las leyes son ficción y no tienen ningún tipo de solvencia dentro del mundo real, los estudiosos de la robótica se las tomaron muy en serio (y Asimov vivió lo suficiente para poder comenzar a ver estos desarrollos). 

Sin embargo, las leyes –pensándolas exclusivamente dentro de la ficción– son ambiguas en sí mismas.

Un ejemplo sencillo es el de “herir a un ser humano”. Supongamos que un robot debe golpear a una persona... ¿Qué nivel de fuerza es el que verdaderamente lo hiere? 

La película Yo, Robot plantea otro dilema interesante: ¿Qué sucede cuando los robots tienen la posibilidad de salvar solo a una de dos personas? Cualquier elección que tomen generará conflicto con sus leyes internas.

La Segunda Ley es inherentemente problemática. ¿De qué humano debe seguir órdenes un robot? ¿Qué sucede si dos personas le piden cosas diametralmente opuestas? “Robot, abrime esta cerveza” “¡No, robot, no le abras la cerveza. Lucho ya tomó demasiado!”. (-.-)

Otra pregunta que surge a partir de las leyes es qué considerar como “humano”, bajo qué mirada se los categoriza. 

En una de las historias de Asimov, se crean robots que siguen estas reglas pero son enviados a realizar campañas de limpieza ética. Estas máquinas solo reconocen a ciertos grupos como “humanos”. Siguen las reglas, pero igual llevan a cabo el genocidio. Los mismos protagonistas de los relatos del autor muchas veces caían en la cuenta de que las leyes estaban atadas a los códigos morales de los humanos.

La verdad es que Asimov no creó las reglas para los robots, sino para los escritores. Son disparadores para mover una trama hacia adelante, para volverla más interesante y menos trillada. Más que un autor de ciencia ficción, Asimov estaba más interesado en los misterios. Él quería escribir relatos de intriga con robots como protagonistas, y las Tres Leyes eran la forma de darle condiciones de borde a la historia. 

Y gracias a esta necesidad de crear algo nuevo, de experimentar con la escritura, logró darle una nueva bocanada de aire fresco al género de la ciencia ficción.

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martes, 25 de junio de 2013

Lista TOP 5: una historia entre sueños


Todos soñamos, y muchas veces son procesos mentales subconscientes que resuelven pensamientos y sentimientos de nuestro día a día.

Existen, también, complejas redes que tejen nuestros sueños y nos agracian con ideas para grandes obras de arte, por ejemplo: excepcionales trabajos literarios.

Algunos afirman que la Divina Comedia de Dante fue soñada (inclusive esto amplió el encanto del libro para el público, sea cierto o no). Muchos de los trabajos de H.P. Lovecraft y Edgar Allan Poe también partieron del subconsciente. 

Hoy les cuento 5 ejemplos de famosas novelas inspiradas por la mente de sus autores durante el descanso de su cuerpo y alma:

(1) Juan Salvador Gaviota – Richard Bach (1959)

Al parecer, Bach escuchó a una “voz incorpórea” susurrarle el título de su novella. En seguida comenzó a escribir los primeros capítulos de esta fábula tan bella. Una obra favorita de la escuela primaria por sus enseñanzas, divagues filosóficos y simbolismo.

Bach aclara:
A uno nunca le dan un sueño sin acompañarlo con el poder para hacerlo real. Sin embargo, se debe trabajar duro para ello”.
(2) Misery – Stephen King (1987)

King es una de los autores más prolíficos y populares de nuestro tiempo. Quizás en parte se deba a que es una persona que capitaliza todo lo que ve y vive para convertirlo en una historia. El desgarrador relato de Paul Sheldon le llegó en sueños mientras dormía en un avión.

Al bajarse, se sintió tan cautivado por lo que había presenciado que escribió las primeras 50 páginas de la novela de un tirón.


“I’ve always used dreams the way you’d use mirrors to look
at something you couldn’t see head-on, the way that you
use a mirror to look at your hair in the back.” 
(S. King)

(3) Crepúsculo – Stephenie Meyer (2003)

No discutiré la calidad literaria de esta novela, simplemente porque no la leí (sería poco serio de mi parte). Solo diré que no es mi estilo de libro, aunque su éxito es innegable.

Meyer se despertó de un intenso sueño que se convirtió en la base de una de las series para Jóvenes Adultos más famosa de todos los tiempos. Lo que a Meyer la atrapó desde un comienzo fue que los protagonistas profesaban atracción uno por otro pero uno de ellos (un vampiro) se sentía particularmente hipnotizado por la esencia de la sangre de ella y debía resistir los deseos de morderla.

(4) El extraño caso de Dr. Jekill y Mr. Hyde – Robert Louis Stevenson (1886)

Ya hemos hablado de este autor (a quien adoro) en otros posts anteriores. Su novela revolucionó completamente la literatura en 1886. 

Pocas historias resisten el paso del tiempo como esta.


Luego de su sueño, Stevenson tuvo un desacato creativo y escribió un primer borrador en menos de 3 días. Su esposa, como era costumbre, revisó la historia y el autor reeditó la misma (considerando sus sugerencias y, supuestamente, utilizando copiosas cantidades de cocaína como combustible).

“Dr Jekill y Mr. Hyde” no solo es invaluablemente famoso, sino que además representa una de mis historias preferidas. Tengo ganas de analizar esta obra en profundidad, pero quizás más adelante.

(5) Frankenstein – Mary Shelley (1816)

Quise dejar este gran clásico para el final. La historia de la génesis de esta novela epistolar de magnitudes épicas es muy conocida. Shelley tenía 18 años cuando pasó un verano con su novio y futuro esposo. Una noche hablaron de reanimar cuerpos con corrientes eléctricas y ella fue a dormir con esas ideas en la mente.

Durante la noche soñó con las circunstancias que podrían crear al engendro, y como afectaría a su creador. Nacía el Dr. Frankenstein.


Curiosamente, Lord Byron… el amigo de los Shelley que los invitó aquel verano en Suecia, también esa noche se inspiró para escribir “Vampyre”, uno de los precursores de las novelas románticas de vampiros.

“Dios no te habría dado la capacidad de soñar sin darte también
la posibilidad de convertir tus sueños en realidad”

(H. Tassinari)

martes, 22 de enero de 2013

De monstruos y otras historias. Frankenstein en la literatura



Cuando hace poco vi “Hotel Transylvania”, la genial película de animación de Gendy Tartakovski, me puse a pensar en este post. Es una parodia muy bien lograda de cómo, muchas veces, los monstruos somos realmente nosotros: los humanos. Mary Shelley, en su épico libro “Frankenstein o el moderno Prometeo” expresaba exactamente el mismo mensaje, pero hace casi 200 años. Claro, el título tampoco tiene nada que ver con la cinta de ciencia ficciónPrometeo” de Ridley Scott. O quizás un poquito.

No fue lo único que escribió Mary Shelley, pero si lo más conocido. Publicada originalmente en 1818, la novela nos cuenta la fantástica historia del Dr. Víctor Frankenstein… el hombre que se atrevió a desafiar a Dios para crear una vida. De hecho, el título completo hace referencia, de forma explícita, al mito del titán Prometeo, quién desafió al mismo Zeus entregándole el fuego a los hombres. Fue castigado de formas muy horribles, pero muchas veces se lo representa como “el escultor de la humanidad”.

Un error muy común es llamar al monstruo del doctor como “Frankenstein”. La verdad es que el monstruo nunca tuvo nombre en la novela. Para complicar aún más las cosas, el cine y la TV lo han convertido en un cliché, con sus inventados tornillos y cabeza cuadrada. ¡El pobre ni siquiera era verde, sino de un tono amarillento! 

Lo más loco es que el monstruo tampoco es un ser torpe ni “zombie”, como el cine nos ha querido mostrar. El personaje de la novela es culto, erudito, coherente y lúcido. Físicamente se trata de un sujeto ágil y apto. Lo cierto es que el relato de Shelley es considerado como uno de los grandes precursores de la ciencia ficción moderna.

Como Prometeo, el Dr. Frankenstein usa sus conocimientos para traspasar la barrera de lo permitido. Para quitarle a Dios, y a la Naturaleza, la capacidad de crear una vida. Alquila un ático y dedica su tiempo a exhumar cadáveres, reuniendo lo que necesita para terminar su experimento. Lo más interesante es que la obra plantea varias cuestiones. El monstruo –dotado de un aspecto horrible–, lo único que desea es ser amado, pero es rechazado por su propio padre ni bien nace. El amor se le niega constantemente, generando odio y rencor en su interior. Solamente una niña y un hombre ciego (que son incapaces de juzgarlo por su exterior) lo toman como amigo y le enseñan varias cosas. Pero al no encontrar aceptación en el mundo, el monstruo decide ir tras su creador y vengarse.  


Es, realmente, uno de los relatos de terror más profundos que he leído.

 
El engendro empieza a perseguir a Víctor, asesinando a cada uno de sus seres queridos. Lo tortura psicológicamente y le implora que lo entienda. Si uno se pone a pensar, Víctor es el verdadero villano de la obra. Cuando el monstruo le ruega que cree una novia para él, el científico empieza a hacerlo pero se arrepiente y la elimina junto con su laboratorio. Es interesante como Mary Shelley parte de la teoría de que todos los hombres, por naturalera, tendemos a ser bueno... pero somos corrompidos por la sociedad. Al ser tratado como un monstruo, el engendro termina convirtiéndose en uno (“profecía autocumplicada”). 

Hay mucho de psicología involucrada: el efecto Pigmalión recién se estudiaría más de 100 años después por el Dr. Rosenthal (pero de eso hablaré más adelante).




De cierta forma, Frankenstein termina siendo una gran metáfora, y una enseñanza sobre el lado negativo que puede traer el desarrollo científico. La aventura de la criatura contra su creador es, al fin y al cabo, el castigo consecuente del uso sin ética de la tecnología. Se trata de una novela corta (160 páginas, aprox.) pero al mantener una estructura epistolar (que recuerda todo el tiempo que estamos leyendo literatura del siglo XIX) puede llegar a resultar un poco pesado. Aun así, cuando lo leí de chico me voló la cabeza. Es el típico libro que todos conocen, y nunca nadie ha leído. Todos tienen una imagen mental (errada) del personaje y una nebulosa gris sobre su contenido.

“Frankenstein o el moderno Prometeo” ha sobrevivido al tiempo gracias a la originalidad de su asunto, y sus interesantes visiones acerca de la naturaleza humana. El monstruo ha logrado convertirse en uno de los más famosos y queridos por todos, le debemos a Mary Shelley por dejarnos ese legado en nuestra cultura contemporánea.

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