Foto realizada por mí
Aunque lo parezca, no lo es, octubre no es un mes cualquiera. Con el bronceado casi perdido y algunos recuerdos que perduran del ajetreado verano vivido, llega él. Mes otoñal por excelencia, donde los atardeceres tiñen los cielos de rojo. Con su llegada, los vientos sures en ésta tierra, hacen su presencia y los bosques se cubren con un manto espectacular, lleno de colorido, dando un aspecto agradable, invitando con ello a disfrutar con sus días. Como si de un desfile de moda se tratara, los árboles exhiben sus mejores colores para la ocasión, llenando el bosque con sus tonos, en ese entorno, es como si te transportara hacía otro lugar, irreal y bello.
Mi nacimiento, en un pueblo con mar, no puedo omitir hacer referencia a ella. Ella que tantas alegrías me ha dado, que tantas horas hemos y estamos pasando juntos. No solamente en octubre adquiere ese aspecto de una mar brava como es habitual en ella, sino que debido a los sures citados anteriormente, el color del agua y su calma, la hacen ideal para sentarse en sus rocas a contemplarla.
Sobre octubre, éste mi mes cuasi favorito todavía tengo algunas cosas más que deciros, en breve seguiré con unos pequeños relatos relacionados con él.
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