Pili y yo estudiamos lo mismo con un año de diferencia, y a pesar de que seguro que nos cruzamos mil y una veces por los mismos pasillos, nunca reparamos la una en la otra. Tuvieron que pasar otro par de años para que coincidiéramos en la misma clase y tuvo que venir Yasmina a presentarnos. A partir de ahí, ya tenía una amiga en Melilla. Mi amiga melillense se llamaba Pilar y también era una manitas. 6 años después, raro es el día que no hablamos.
Pilar tenía un noviete. Un tal Jose que era alto, clarito de piel, amigable y muy resuelto. El día que lo conocí llevaba una camiseta con la letra de kantamelade y me recomendó un programilla que estaba empezando a petarlo, Spotify se llamaba.
Jose y Pilar de repente se fueron a vivir juntos a Villa Goleta, y en esa época, la empresa Armas decidió reforzar nuestra amistad inaugurando el servicio Motril\Melilla. Yo no podía despreciar aquel gesto y fui a ver los inicios de aquel hogar, que poco después tuvo un cuarteto mitad despacho mitad taller, porque mi amiga la hacendosa se estaba convirtiendo en Irene Se Casa. Por supuesto, yo tenía que ver aquello, y volví. Mientras todo esto pasaba, Pilar y yo intercambiamos eternas llamadas de teléfono, mails musicales, paquetes con detallitos y listas de Spoti.
Un día me contó lo que sabíamos que tenía que llegar: PILI Y JOSE SE CASABAN. Quedaba más de un año (dos quizás, no recuerdo) y ya teníamos un tablero de Pinterest secreto con todo lo que veíamos. Desde ese momento hasta ayer todo han sido preparativos e ideas para que el 30 de mayo de 2015 fuese mágico.
Creó que lo conseguimos, Piluki. Estoy segurísima de ello.
El sábado a las 9 salí de mi casa con el maletero lleno de paquetitos envueltos en Kraft y tul. HABÍA LLEGADO EL DÍA.
Unas cuantas horas después, bajaba las escaleras del Palacio de Montemiramar un Jose deslumbrante, nervioso y con los ojos brillantes del brazo de su lindísima madre. Os esperaban vuestros amigos de toda la vida haciendo un pequeño homenaje a una de esas pelis españolas que tanto nos gustan.
Unos minutos después apareciste tú, con el vestido que ya había visto de espaldas en alguna foto remangado para no despeñarte por ahí y dándole el ramo a tu padre. Coleta y sonrisa. La Pili de todos los días, pero más bonita si se puede.
Luego ya, sonrisas y lágrimas, como se espera de estos días. Promesas preciosas y anillos.
Música, comida, S.P.N.B., tartas, y más cosas hasta que se hizo de noche.
El día que todos esperábamos había acabado y nos íbamos a dormir con la sonrisa puesta...
¡Gracias bonicos!
Mas o menos algo así os hubiese leído en la ceremonia. Gracias a todos los dioses por no pedírmelo firmemente, ¡¡que mi rimmel no era waterproof!!
Gracias por dejarme entrar hasta la cocina y hacer y deshacer a mi antojo.
Pasada la ñoñería, os enseño el libro de firmas/álbum de fotos que preparé para ellos, una pareja joven, muy cool y muy pop.
40 páginas lleeeeenas de fotos y con mucho sitio para que todos les escribiéramos cosas bonitas.
La boda legal (alias la boda chica)
Nuestras primeras fotos juntas.
El colgantito que compré para hacerle un llavero a Jose para recompensarle todo lo que nos aguantaba ( y que nunca llegué a hacer).
Esto se encontraron al abrirlo.
La caja maletín que conservará estos recuerdos por los siglos de los siglos.
Por hoy ya va bien, pero aún os quiero enseñar cosit as de la celebración y más detalles en los que Stella y Olé estuvo muy presente.
¡¡Disfrutad lo que queda de domingo!!