El tema que me lleva de cabeza en los últimos años es la falta de tiempo. Que nunca es que me hayan cundido a mi mucho los días, bien es verdad, pero es que desde el coronaApocalipsis no consigo hacer nada de nada de lo que me gustaría. Este es un fenómeno, que como dirían los pijos, tiene causas multifactoriales, es cierto, pero desde luego una de las que más pesa es el horario de mi curro actual. En este momento soy de las afortunadas que disfrutan de una jornada partida extra maxi super delux, de esas que están tan rematadamente mal distribuidas que sales de casa a las 6 de la mañana y vuelves a las 10 de la noche. Una verdadera maravilla tan estupenda como suena.
A duras penas logro meter en los huecos inservibles que este infierno-horario tiene en medio mis tareas diarias, como para conseguir encajar hobbies, vida personal y asueto. Por dar datos concretos y seguir con el vocabulario técnico-pijo: mi tasa de éxito en este objetivo está entre el el 0 y el 0,2 %. El horror, vaya.
No tener tiempo para NADA me DESESPERA, así que intento hacer alguno de mis pendientes en los ratos muertos de mi curro y esto, lejos de paliar mi desesperación, la multiplica por mil porque es que NO HAY MANERA, macho, de verdad. No hay forma humana de que me dejen tranquila. No pasan cinco segundos sin que venga alguien a darme la turra con algo. Qué barbaridad, en serio, no había visto cosa igual en los días de mi vida.
No me entendáis mal, no me quejo del bombardeo de tareas laborales, que para algo me pagan, sino del asedio continuo e inmisericorde con movidas que no son mi trabajo y que no me interesan un mierdo. Conversaciones banales, desahogos, muchas opiniones y sesudos estudios científicos caseros sobre el clima, muchísimos intentos de endosarme marrones que no son de mi negociado... Miles y miles de chapas que me como contra mi voluntad a todas horas y que no me dan dos minutos seguidos de margen para hacer nada. Aunque sólo sea disfrutar del silencio.
No os confundáis, soy una persona sociable, me gusta hablar por hablar, comentar nimiedades, alternar. Pero todos tenemos un límite. Por cargadas hasta los topes que lleve las baterías de amabilidad y buen rollismo, no hay quien aguante ese embate continuo, ese asalto permanente, ese ataque masivo ininterrumpido que no respeta ni siquiera las pausas humanitarias. El incesante diluvio de intrusiones va a acabar conmigo. Por favor, por piedad, POR COMPASIÓN, ¡¡dejadme en PAZ!! ¡¡SI ME QUERÉIS, IRSE!!
Cuando SpeedyMum me pregunta que tal ha ido de curro del día, mi respuesta suele ser: Pues no ha habido muertos porque en el supermercado no venden rifles. Pero estoy serena y sosegada, ¿eh? No os preocupéis.